La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 The Blesséd Boy. Capítulo 3. Venta de judías verdes

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alisevv

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MensajeTema: The Blesséd Boy. Capítulo 3. Venta de judías verdes   The Blesséd Boy. Capítulo 3. Venta de judías verdes I_icon_minitimeDom Ene 24, 2010 11:39 pm

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Harry estaba tan excitado que madrugó para desayunar y llegó a la cocina antes que cualquiera, con excepción de Miranda. De inmediato, la ayudó a poner la mesa mientras ella buscaba los grandes recipientes de té y café.

—¿Qué vas a hacer hoy? —le preguntó la bruja.

—Voy a ir al pueblo con Abigail, a llevar algunas judías a la tienda.

—Ah, creo que Abigail ha tomado correr al pueblo como parte de su trabajo

—Pensaba que siempre lo había hecho. Ella vino a recogernos al ferry cuando les visitamos.

—Oh, ella siempre ha hecho algo de eso. Pero si me preguntas, últimamente ha estado muy entusiasmada respecto a bajar allí —comentó, mientras cortaba para el desayuno, rodajas del pan que había hecho el día anterior—. Coloca los frascos de miel en la mesa, Harry. Están detrás de ti, en el estante.

El joven la ayudó tanto como pudo, alegre de ser útil. Se dio cuenta que la vida en la comunidad dependía de que todos esforzaban y hacían lo que podían. Él iba a trabajar principalmente en la sala de Pociones, pero le gustaba la idea de ayudar también en las diferentes tareas. Tarareó para sí mismo mientras trabajaba.

—Bien, bien. Eres un ave madrugadora, y entusiasta —comentó Josiah, mientras se ubicaba en su lugar al lado de su esposa, Lydia—. Abigail me contó que vas a ir con ella al pueblo.

—El maestro Snape lo aprobó —le recordó Lydia.

El hombre la observó, levantando una ceja como si dijera ‘¿y por qué no habría de hacerlo?’

—Sí, el maestro Snape dijo que podría ir —confirmó Harry, en el momento justo que Severus y Scylla entraban juntos.

—Entonces, ¿no va a empezar su trabajo en Pociones todavía? —preguntó la recién llegada a Severus.

—La próxima semana será suficiente. Dejaré que se establezca primero —confirmó.

—Da igual. Tenemos un lote delicado de Poción Mata Angustia que elaborar. Probablemente, él estropearía todo.

Harry no tuvo tiempo de mostrarse disgustado por eso, porque el maestro Snape reaccionó rápidamente.

—Respetarás a mi aprendiz, Scylla. Si escucho una vez más comentarios de menosprecio hacia sus habilidades, me veré obligado a asignarte un castigo.

La voz de Severus estaba realmente al borde de la ira, y Scylla no volvió a hablar, pero siguió mirando de lado a Harry.

El joven habría querido señalar que, en la escuela, habitualmente conseguía Extraordinarios en Pociones, y que, ciertamente, no dañaría ninguna poción. Si no estuviera seguro de cómo proceder, le preguntaría al maestro Snape. No era estúpido.

Abigail llegó y se sentó entre Harry y Josiah. Conversó sobre el viaje con Harry, quien feliz, ignoró la oscura figura de Scylla, sentada al otro lado del Maestro. Estaba seguro de que podía sentir cómo la bruja le miraba de vez en cuando. El maestro Snape comía tranquilamente, agradeciendo a Miranda; le hizo un cumplido sobre su comida, y la cocinera resplandeció. Sin embargo, Harry notó que había un látigo en una de las paredes de la cocina; si Miranda desperdiciara los preciosos productos de la comunidad, no dudaría en castigarse a sí misma, tal como había hecho Josiah durante la visita de Harry a la bodega en su viaje anterior. Se preguntó si ella se desnudaría hasta la cintura como había hecho el hombre… Enrojeció ante el pensamiento.

—¿Vamos a alistar la carreta, Harry? —propuso Abigail cuando terminaron de comer.

—Oh, sí, me gustaría ayudar —a él le encantaban los pequeños caballos que habitaban en la comunidad—. No me había percatado de que llevaríamos la carreta.

—Bien, hay muchas judías, y no podemos levitarlas hasta el pueblo, los parroquianos son muy observadores. Los veré en el almuerzo —dijo mientras se levantaba. Asintió ligeramente hacia Severus antes de partir.

Harry se levantó para seguirla.

—Hasta luego —se despidió de los demás. Había notado la deferencia de Abigail hacia el maestro Snape y, dado que además de que él hombre era el jefe de la comunidad Harry era su aprendiz, el joven hizo una ligera reverencia. Supo que lo había hecho bien cuando vio la sonrisa de reconocimiento de Severus.

Cuando entraron en la granja vieron que Jolyon y Danyel ya habían comenzado a trabajar. El joven estaba recolectando huevos con una canasta en el brazo.

—No te demores, muchacho —le decía Jolyon—. Lleva los huevos a Miranda lo más rápido que puedas. Necesitamos partir hacia los pastos enseguida, si queremos regresar para el almuerzo. Ahora, ¿dónde dejé mi equipo para las ovejas?

Harry no pudo evitarlo, tuvo que preguntar.

—¿Equipo para las ovejas?

—Sí, chaval. Es un talego con las cosas que podría necesitar cuando llegue a los pastizales. Pociones, ungüentos, tijeras, y otras cosas que podría necesitar para ayudar a las ovejas si se han metido en algún apuro. Son jodidamente tontas, las ovejas —agregó—. Si pueden encontrar una manera de caer y morir, de seguro lo harán.

—Por aquí, Harry —le llamó Abigail, dirigiéndose hacia uno de los establos.

En el interior encontraron la carreta de los ponis y Harry ayudo a conducirla hasta el corral. Los arneses estaban listos y la joven le mostró como ponérselos a los ponis.

—Llevaremos a Hamish y Jock, son los que jalan habitualmente la carreta. Hamish primero —llamó al pony a través del corral de Relámpago. No había señal del semental y el chico preguntó dónde estaba—. Todavía está corriendo con las yeguas, Harry. Regresará cuando todas tengan potrillos. Pienso que debería estar de regreso la semana entrante; a estas alturas es posible que ya haya preñado a todas.

—Oh.

Harry recordó las travesuras de Relámpago en el corral, con los caballos castrados. Eso le hizo sentir un tanto ardiente e incómodo, pero pronto se distrajo cuando Hamish y Jock vinieron tranquilamente hacia ellos.

—Observa cómo le coloco el arnés a Hamish y luego tú harás lo mismo con Jock —dijo Abigail.

Harry observó cuidadosamente mientras ella dejaba al pony negro listo para la carreta, antes de moverlo hacia atrás entre los ejes.

>>Tu turno.

El joven tomó el arnés de cuero y se lo colocó a Jock, el pony castaño. El animal espero pacientemente mientras Harry trasteaba un poco, todo dedos y pulgares.

>>Te acostumbrarás a hacerlo; es un poco enredado al principio. Pero los chicos son buenos y no dan problema. Sin embargo, Relámpago ya es otra cosa. Y las yeguas pueden ser un poco peleonas también. Hormonas, dice mi papa —comentó riendo.

Eventualmente, la carreta estuvo lista y Abigail se subió al asiento del conductor.

—Vamos —llamó, y Harry se trepó hasta su lado en el pescante y partieron.

Era un día brillante y hermoso. Una suave brisa evitaba que hiciera demasiado calor. Los ponis iban a paso lento y Harry no podía recordar un paseo donde hubiera disfrutado tanto como en éste. Cuando alcanzaron la casa de huéspedes, notó una escarpada roca rodeada por una valla, al otro lado del sendero.

—¿Qué es eso, Abigail?

—Oh, eso es la Piedra del Sur. El maestro Snape te enseñará todo sobre los Ritos Limítrofes, espero. Te perdiste el reciente rito del Solsticio de Verano.

—¿Quieres decir que hay ritos mágicos que tienen lugar en esa roca?

—Sí. Cuatro veces al año. En los cuatro puntos cardinales del año, los ritos tienen lugar en las cuatro piedras que, al borde de sus fronteras, rodean la comunidad. Pero yo no sé cómo lo hacen, los Ritos Limítrofes son magia protectora masculina. La magia de fertilidad general se practica en las áreas de cultivo, habitualmente en los viñedos, y allí si se unen las mujeres.

Harry no tenía ni idea acerca de esas particulares formas de magia. Había aprobado su EXTASI’s de Historia de la Magia, pero ese material no cubría detalladamente el tema del sexo mágico. Quería aprender, pero también se sentía algo nervioso. Fertilidad… eso debía significar sexo mágico. Él todavía sabía muy poco sobre el sexo. Severus no había ido a su habitación la noche anterior y, hasta el momento, su única experiencia sexual era el recuerdo de su último encuentro.

Mientras la carreta traqueteaba entrando en el pueblo de Galmisdale, que había crecido arracimado alrededor del embarcadero donde atracaba el ferry, Harry observó por primera vez los edificios muggles del lugar. Había un café y varias construcciones que parecían ser tiendas, en una de las cuales había un aviso que rezaba Tienda & Oficina Postal. La oficina postal abría durante dos horas los lunes, jueves y sábados. Harry se allegro de contar con Hedwig, que había llegado la noche anterior y inmediatamente había tomado residencia en la lechucería de la granja, junto a las otras lechuzas de la comunidad. Era un lugar idílico para ellas, lleno de ratones que cazar y un lugar tradicional de perchas. Hedwig había ululado feliz cuando él había ido a ver cómo se había instalado. Comparado con el correo de lechuzas, el servicio postal muggle parecía muy incómodo.

>>La tienda donde dejaremos las judías está adelante, siguiendo por el malecón de los pescadores —explicó Abigail, guiando la carreta a lo largo de la vía, pasando algunas casas antes de dirigirse hacia el pequeño malecón—. Los muggles que viven ahí se llaman Andy y Sarah. Usualmente, se alegran de tener productos frescos para vender, y las judías verdes son sus favoritas —detuvo la carreta, atando las riendas a un poste—. Vamos, Harry; entrémoslas.

Las judías estaban embaladas en cestas; tomaron una cesta cada uno, y Abigail le guió hacia el interior. La puerta de la edificación estaba abierta. El interior pareció oscuro, comparado con el brillante sol del exterior.

—Hola de nuevo, Abigail —saludó la voz de una mujer con el suave acento de las Hébridas.

Harry apenas pudo distinguirla en una esquina de la tienda, que tenía una distribución muy informal, luciendo más como la sala de estar de alguien que como una tienda. Había tablones cubiertos con cestas de los diferentes productos para la venta. El joven notó que no había judías verdes.

—Te presento a Harry; vino a quedarse con nosotros.

—Hola, joven —saludó la mujer, adelantándose y extendiendo la mano. Era una muggle bajita, con cabello gris, delgada y de aspecto pulcro.

—Hola —contestó, consiguiendo darle la mano sin dejar caer la cesta de judías.

—¿Qué me trajeron? ¡Judías verdes! Oh, siempre son muy populares; espero que hayan traído bastantes. La última vez vendí todas en una tarde, una vez que se corrió la voz de que las tenía.

—Trajimos éstas, y otro par de cestas que tenemos en la carreta —informó Abigail—. Ha sido un buen año —ayudo a Sarah a acomodar las judías en un tablón—. ¿Tienes nuestras cestas de la última vez?

—Sí, las tengo aquí atrás, espera un momento —se apresuró a ir hacia el fondo de la habitación y hurgó un poco, regresando con dos cestas vacías.

—¿Llevo estas dos a la carreta y traigo el resto de las judías? —preguntó Harry.

—Sí, por favor, Harry.

El chico regresó con el resto de la cosecha que estaban vendiendo. Abigail estaba aceptando unas monedas de Sarah por las judías y conversando con la mujer.

—¿Esperan invitados pronto?

—Sí, habrán grupos durante todo el verano, la mayoría de las semanas.

—Sí, empieza nuestra época de estar ocupados. Siempre me alegra tener productos frescos para vender a los turistas. ¿Van a cosechar algo más, pronto?

—Pronto empezará la cosecha de fresas, pero dudo que sobren. A todos les gustan mucho.

—Sí, yo misma les tengo bastante cariño. Bueno, si te maduran muchas al mismo tiempo, ya sabes dónde traerlas.

Abigail conversó un poco más mientras Harry curioseaba por la tienda, pero pronto ambos se pusieron nuevamente en camino.

—No en la carreta, Harry —dijo la bruja cuando vio que él se encaminaba hacia allí—. Daremos un paseo por el malecón y dejaremos a los ponis aquí mientras tanto. Miranda me pidió que buscara algunos mariscos, y tenemos el dinero que Sarah nos dio.

—¿No tienes que llevarlo a la Comunidad?

—El dinero muggle no es útil allí, así que lo gastamos en el pueblo o en nuestros raros viajes al continente. Miranda controla el presupuesto para alimentos. El maestro Snape considera que es bueno para la comunidad establecer relaciones comerciales con los muggles.

Abigail dejó de hablar y empezó a saludar a alguien con la mano. Abajo, en el embarcadero, un hombre joven estaba sentado en una silla de madera, al lado de un barco de pesca. Había algunos cubos alineados, al lado de un letrero donde se podía leer: Pescado fresco para la venta-cangrejos & camarones. El hombre se levantó y caminó hacia ellos.

—Abigail, es bueno verte de nuevo —saludó. Tenía una voz cálida y profunda, cabello marrón y ojos azul mar. Era joven, pero ya su rostro se veía algo curtido, con arruguitas alrededor de los ojos. Harry pensó que se veía amistoso, y estaba muy sonriente, pero quizás sólo fuera porque tenía que mantener los ojos entrecerrados para protegerse de las salpicaduras del mar a causa de su bote. Miró a Harry y le sonrió, antes de regresar su atención a la joven bruja.

—Sólo trajimos unas judías para la tienda.

—¿Judías verdes? Compré algunas de las tuyas el año pasado… Son deliciosas, tiernas y dulces —el hombre le guiñó un ojo.

Harry observó cómo Abigail enrojecía y sonrió para sí mismo. ¡Así que ésa era la razón por la que la chica venía con tanta frecuencia al pueblo! Decidió vagabundear por ahí y echar un vistazo a la lancha del pescador.

Abigail vio como el joven comenzaba a alejarse y le llamó.

—Oh, he sido muy maleducada. James, te presento a Harry. Se está quedando con nosotros, echando una mano.

—Hola, Harry —saludó el otro, tendiéndole su mano, grande y bronceada.

El moreno la tomó y se la estrechó. El hombre tenía el mismo nombre que su padre, y Harry se sintió aún más a gusto con él.

—Sólo voy a curiosear tu lancha, si no te importa.

—Sí, échale un vistazo. Sube a bordo si te apetece.

—Gracias. Abigail, ¿no te importa si me demoro un rato?

—Claro que no. Yo miraré el pescado para ver qué compro, y hablaré con James —parloteó.

Harry sonrió y los dejó. El lugar de ir hacia la nave –lo cierto era que no estaba destinado a ser marino– decidió sentarse en el extremo del muelle, sobre un grueso poste; según creía, a ese tipo de postes les llamaban cabrestante, pero lo que fuera, resultaba un excelente banco. La brisa marina, el sonido de las aves, la vista del mar azul hacia el continente… todo era hermoso. Justo como había pensado que sería. Eigg era perfecta y se sentía como el hogar.



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Esa noche, mientras Harry se preparaba para acostarse, suspiró con satisfacción. El cóctel de camarones para el té, con pan fresco y ensalada del jardín. Maravilloso. Y habían tenido migajas de ruibarbo* con el pudín. Dudaba que Miranda tuviera que castigarse con frecuencia.



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—Esta mañana, vendrás a trabajar con nosotros —le dijo el maestro Snape en el desayuno, una semana después de su llegada a la Comunidad.

Junio había dado paso a Julio. Los días eran a menudo calientes, y al joven no le molestaba tener que pasar tiempo en la oscuridad de la sala de trabajo de Pociones; el fresco clima del cuarto rodeado por paredes de piedra sería bienvenido. Sonrió contento.

—He estado anhelando hacerlo, Maestro.

—Bien. A estas alturas, has tenido tiempo de familiarizarte con la distribución de la comunidad.

Severus y Scylla se levantaron, y Harry se apresuró a seguirles. Estaba ansiando empezar con su trabajo en Pociones. Todavía no había recibido una visita nocturna del maestro Snape, algo que le preocupaba un poco, pero estaba decidido a demostrarle al mayor lo bueno que era en su especialidad.

Cuando estuvo parado en la sala de trabajo, con filas y filas de estanterías repletas de productos almacenados, se preguntó dónde trabajaría. El banco central ya estaba instalado para la preparación de una poción, y Scylla fue directamente hacia allí y comenzó a mezclar algunos ingredientes en su lugar de trabajo.

>>Scylla está empezando otra tanda de Poción Mata Angustia: recibimos un gran pedido de la cadena de tiendas de pociones Slug & Jiggers. Tú me seguirás.

El hombre dio vuelta hacia unas estanterías ubicadas detrás del banco de trabajo. Harry le siguió, ignorando la mirada algo engreída que Scylla le lanzó, mientras se inclinaba sobre el caldero en el que estaba trabajando. Preguntándose qué podrían hacer Severus y él en esa diminuta esquina, donde no había sitio ni para mecer a un gato, se sorprendió al ver que una de las estanterías giraba hacia fuera y otra habitación era revelada. Le siguió al interior de esa zona, encontrándose más mesas.

—Ésta es el área de experimentación. Yo paso muchas horas aquí. Ése será tu banco de trabajo —Severus señaló hacia una de las mesas desnudas—. Consigue equipo básico para hacer una tanda de Filtro de Bienestar, los ingredientes están allí —movió la mano y, en una zona de pared de blanco, apareció una lista con los ingredientes y unas breves instrucciones.

Harry asintió.

—Sí, señor.

—Hoy estaré entrando y saliendo. Tengo que supervisar a Scylla y unas cuantas tareas administrativas que finalizar, pero una vez que vea cómo manejas esto, vendré y hablaremos sobre la dirección que deseo que sigas.

Harry asintió nuevamente y Severus le dejó. No le tomó mucho tiempo elaborar el Filtro de Bienestar, del que preparó una tanda regular, en un caldero de hierro de tamaño estándar. Estaba recogiendo todo después de embotellar la poción en frascos de una pinta**, cuando Severus regresó.

—Deberías haber esperado a que yo aprobara la poción antes de embotellarla —le reprendió.

Harry enrojeció. ¿Cómo pudo cometer un error tan estúpido?

—Lo lamento, Maestro, no lo pensé —bajó los ojos hacia el piso, esperando un buen regaño, como mínimo.

Severus suavizó su expresión. Comprendía cuán entusiasmado estaba el chico, casi desesperado por complacerle.

—No necesitas trabajar tan duro para impresionarme, Harry —dijo—. No espero que sepas todo al principio. Espera mis instrucciones antes de proceder. Estarás aquí por mucho tiempo, no hay prisa.

Harry levantó los ojos y miró a su maestro. El hombre le estaba mirando muy seriamente, y el joven aprendiz pensó que, probablemente, quería insinuar más de lo que las palabras expresaban. ¿Estaba hablando de sexo? ¿Todavía querría enseñarle sobre eso? No había hecho nada más que besarle, desde que llegara a la isla Eigg. Quizás Harry sólo se estaba haciendo ilusiones al respecto.

Habían pasado la tarde analizando los principios que debía aprender. El modo en que Severus iba a enseñarle, estaba diseñado para convertirle en un competente profesional en la investigación y preparación de pociones. El énfasis radicaría en la exploración de nuevas combinaciones, y dedicaría tiempo para probar todo. Además, Severus iba a enseñarle sobre los remedios tradicionales y la historia de la elaboración de pociones. Enlazaba la magia que tenían en esas salas de preparación con la magia en el paisaje que les rodeaba.

>>En este lugar hay una energía que podemos aprovechar, si sabemos cómo hacerlo. Merlín en persona vivió en Eigg durante varios años, con su amada, la bruja Erigid. Ella procedía de un largo linaje de brujas de las Islas, y era poderosa en la magia de este lugar. Juntos, hicieron maravillas. Se dice que la isla floreció con plantas que normalmente sólo crecían lejos, en el sur, y con frutos y viñas, y que los animales eran más fértiles de lo que habían visto jamás. Había ovejas de sobra, pollos, patos, incluso pavos reales. Todos los días se servía carne en su casa, que estaba abierta a los viajeros que querían aprender las enseñanzas del gran mago. Y todo fue posible porque ellos estaban en estrecha armonía con la tierra en que se encontraban. Nosotros estamos tratando de hacer eso aquí.

—Maestro, realmente, ya lo están haciendo —declaró Harry—. Has logrado que crezcan viñas, y Josiah elabora un vino maravilloso.

Severus le dio una pequeña sonrisa.

—De hecho. Y haremos cosas mejores, con tu ayuda.

—Entonces, la magia innata de la isla forma parte de mi trayectoria.

—Sí, en cierta forma. Una vez que estés en armonía con el medio ambiente, notarás cuánto mejora tu capacidad de elaboración de pociones, y cuánto se fortalecerá tu magia una vez que la tierra te acepte. Yo iré a ti esta noche, y entonces empezaremos esa parte de tu educación.





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MensajeTema: Re: The Blesséd Boy. Capítulo 3. Venta de judías verdes   The Blesséd Boy. Capítulo 3. Venta de judías verdes I_icon_minitimeVie Jun 13, 2014 2:48 pm

woah esa Scylla me esta cayendo super requete mal.T_____T
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