alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Wrapped Around His Finger. Capítulo 17 Dom Dic 06, 2009 1:58 pm | |
| Harry se deslizó fuera de la cama y se tambaleó hacia el baño para aliviarse, descalzó, desnudo y apenas medio despierto, mientras se estremecía en la fría mazmorra. Se movió mucho más rápido mientras regresaba a la cama, ansioso por acurrucarse bajo las cobijas en el cálido lugar al lado de Severus. Bostezó y levantó la vista a la plateada escena previa al amanecer que se apreciaba en el tapiz sobre su cabeza, al tiempo que se arrimaba a su pareja y cerraba los ojos con un suspiro de satisfacción.
Estaba medio dormido cuando finalmente recordó que era su cumpleaños y sus ojos se abrieron nuevamente. Llevaba haciendo lo que le gustaba por casi dos años, y sabía que tenía completa libertad como pareja de Severus, pero cumplir dieciocho significaba ser oficialmente adulto en el mundo mágico. Sentía que eso debía ser significativo de alguna manera, aparte del hecho que Severus y él hubieran permanecido despiertos la noche anterior disfrutando una lenta follada justo a la medianoche. No podía pensar en una manera mejor de dar la bienvenida a su nuevo año de vida, y tenía toda la intención de comenzar cada cumpleaños en los brazos de su pareja.
Después de unos momentos, se dio cuenta que no tenía el mínimo sueño y se alzó sobre un codo para observar a Severus dormir, dejando a su mente vagar. No podía recordar otro año que hubiera transcurrido tan rápidamente o le hubiera dejado tan absolutamente feliz. De nuevo le golpeó la comprensión de que su vida era como un cuento de hadas, y yació allí observando al hombre dormir bajo la tenue luz del amanecer, sonriendo suavemente mientras reflexionaba.
Sólo había una cosa en el último año que hubiera cambiado de haber tenido oportunidad, y era tan pequeña cuando la comparaba con todo lo demás que en realidad ya no importaba. Unas pocas horas de su vida, por terribles que hubieran sido, eran un pequeño precio a pagar por todo lo que había ganado después. Ahora tenía un hogar permanente que nunca sería aburrido, completa libertad, un hombre que amaba y un trabajo que sabía que amaría aunque no lo había considerado con seriedad hasta hacía poco.
Al principio del verano, Harry y Severus habían pasado unas cuantas tardes absolutamente perezosas, acostados bajo una frondosa haya que crecía cerca de la orilla del lago, hablando sobre su futuro juntos y acostumbrándose a la manera en que sus anillos se alimentaban uno del otro. Habían decidido que el Aprendizaje de Harry, así como su enlace no solicitado y muchas cosas en la vida del joven, sería único. Enseñar a los niños a volar y vigilar las salas de estudio, o ayudar a los equipos a jugar quidditch con lo mejor de sus habilidades, le iba a mantener felizmente ocupado por dos o tres horas, pero eso le dejaba mucho tiempo libre el resto del día, durante el cual Severus estaría impartiendo sus clases. Luego de algunas discusiones, y un montón de estímulo de parte del profesor de Pociones, Harry había enviado una lechuza a Dumbledore para asegurarse que el resto de su tiempo sería bien gastado. Cuando el nuevo curso empezara, no sólo tomaría dos periodos de vigilancia en las salas de estudio de las que el resto de los profesores habitualmente corrían, sino que también asumiría la nueva posición de Consejero Estudiantil que había sido mencionada en la reunión de profesores de fin de curso. Entre organizar las tutorías para los estudiantes, gestionar los equipos de quidditch, y apoyar a los estudiantes que necesitaran consejos, no iba a tener demasiado tiempo durante el día para dedicarlo a su propio aprendizaje pero, como Severus había señalado, marcaría una diferencia sin arriesgar su vida en cada vuelta.
Harry había expresado en voz alta sus dudas acerca de no poder pasar suficiente tiempo con Severus, así que decidió que ayudaría desde fuera en la clase de Pociones cada vez que tuviera tiempo, y leería sobre cualquier tema que atrajera su interés mientras Severus calificaba trabajos. Eso le daría tiempo de volver a estudiar las pociones que no hubiera comprendido realmente en sus primeros años en Hogwarts y, dado que podía fácilmente sentarse en la oficina de Severus o en el aula de clases mientras leía, podrían estar juntos la mitad del día, cada día. Dobby ya había colocado otro de los cómodos y esponjosos sillones que tanto le gustaban en la oficina del maestro de Pociones, tapizado en un muy predecible tono rojo chillón, en previsión de que pasara mucho tiempo allí. Harry todavía sonreía cada vez que pensaba en la forma en que Severus había gruñido antes de cambiar la tapicería del sillón a verde y plata, murmurando algo sobre los ‘elfos dementes’ y su completa falta de gusto.
El simple hecho de estar juntos era algo que se hacía más importante con cada día que pasaba, para gran diversión de Sirius y Remus, quienes se quedaban en Hogwarts la mayoría de los fines de semana. El padrino de Harry había bromeado diciendo que el único lugar en que estarían solos a partir de ahora sería en el lavabo, pero era demostrablemente cierto. Parecían vivir y respirar uno por el otro, y Sirius había comentado en más de una ocasión que cuando comenzaran a llamarse por apodos cariñosos, iba a tener que entregar a ambos a San Mungo, aquejados de ñoñería terminal. Incluso Remus se había maravillado en voz alta de que se llevaban mejor que cualquier pareja que hubiera conocido nunca, pero tanto él como Sirius eran felices, ahora que el animago había dejado que, finalmente, el fantasma de James descansara en paz.
Severus y Harry eran bastante ñoños cuando era apropiado que lo fueran, y la gente se maravillaba con frecuencia de los cambios ocurridos en Severus en tan corto tiempo. El severo y antipático maestro de Pociones que se había ocultado en las mazmorras de Hogwarts por tantos años, muy bien podría haber muerto, de tan poco parecido que tenía con el sonriente y feliz hombre en que se había transformado. Era obvio que apreciaba a Harry con cada fibra de su ser, como si de un tesoro se tratara, de la misma manera que era obvio que el joven adoraba la tierra que pisaba Severus. Al mirarles juntos, completos extraños comentaban con frecuencia sobre su felicidad y devoción mutua.
Su simple deseo de estar juntos tanto tiempo como fuera humanamente posible había determinado la ubicación de la oficina de Harry para el siguiente curso. Después de algunas horas recorriendo las mazmorras con el Mapa del Merodeador, tiempo durante el cual Severus había aprendido que realmente conocía muy poco sobre su hogar, el joven había elegido la más grande de las habitaciones sin uso próximas al aula de Pociones. La entrada era un retrato ubicado cerca del lugar donde la entrada principal al pasillo de las mazmorras se dividía en dos pasillos que conducían, uno a la sala común de Slytherin y otro al aula de Pociones, y la locación había divertido a todos a los que Harry había dicho donde podrían encontrarle. Las oficinas detrás del retrato de Eric el Bicho Raro no habían sido utilizadas en ciento ochenta años, porque a nadie le había gustado la idea de tener que dirigir a la gente a tan ignominioso emplazamiento, pero a él no le importaba en absoluto. Ya la mayoría pensaba que él mismo era un bicho raro por haberse enamorado de Severus cuando prácticamente podía haber tenido a quien quisiera, así que Harry lo vio como un chiste bastante apropiado.
Severus se movió en su sueño, distrayéndole de sus pensamientos y logrando que sonriera mientras se giraba hacia él, abrazándole en el proceso. Harry también se movió para deslizar los brazos alrededor de su pareja y frotar su nariz contra su cabello con olor a cítricos, suspirando feliz al tiempo que se volvía a relajar. Severus, aunque seguía prácticamente dormido, besó su clavícula con un zumbido satisfecho, y Harry se volvió a preguntar cómo alguien a quien le gustaba tanto acurrucarse como le gustaba a su pareja, había permanecido solo durante tanto tiempo.
Aunque Severus amaba un montón de cosas que se había negado a sí mismo durante los últimos quince años, así que Harry no debería sorprenderse. Él mismo había crecido acostumbrado a no tener la clase de lujos que otros sí, pero nunca había conocido a nadie que se negara a sí mismo tanto con tan poca razón. Tenía la intención de asegurarse que Severus dejara de hacerlo, y ese verano había convertido en su prioridad lograr que su pareja hiciera todas las cosas que había querido hacer, y le había forzado a ello tan pronto como descubría que había disfrutado de algo en el pasado. Había aprendido que a Severus le encantaba nadar tanto como a él mismo, y que el profesor de Pociones era capaz de pasar largas horas de felicidad simplemente con disfrutar de su presencia: pero lo que más sorprendía a Harry -por no mencionar las otras que podía atestiguar- había sido descubrir que a Severus le encantaba jugar.
El hombre echaba la culpa de cualquier comportamiento infantil a sus anillos, pero él y Harry habían caído rápidamente en el hábito de hacerse bromas uno al otro por diversión. Además, estaban flirteando constantemente, y, en varias ocasiones, habían sido atrapados persiguiéndose uno al otro e incluso luchando en público. La primera vez había sido afuera, bajo el sol brillante y sobre el alto césped cercano al lago, mientras Remus y Sirius les observaban perplejos. Harry había lanzado unas puyas a Severus acerca de su bronceado, y el otro había corrido tras él y le había derribado, para luego proceder a hacerle cosquillas hasta que el joven terminó con lágrimas en los ojos de tanto reír. Aunque también habían luchado en otros lugares, incluyendo en medio del Gran Comedor el día que Dumbledore y McGonagall regresaron finalmente a Hogwarts.
Severus había empezado esa vez, burlándose de su chico con petulancia sobre cuan fácil era hasta que el Gryffindor decidió enfrentarle y tener su asunto con Severus justo allí, en el Gran Comedor, en vista que no había nadie en el castillo. Dumbledore y McGonagall entraron en el momento que Harry quitaba la camisa a su pareja, y la bruja se escandalizó por el ‘infantil comportamiento colegial’ de ambos. Les dio un discurso absolutamente severo sobre no actuar de manera tan inapropiada cerca de los estudiantes, hasta que Dumbledore la tranquilizó al preguntarle dónde deberían actuar como colegiales si no era en una escuela. Ante eso, todo lo que Harry y Severus pudieron hacer fue escapar del debate resultante antes de estallar en carcajadas. La sola mención de la palabra colegial había sido suficiente para hacer que rieran por días, y a la fecha todavía les hacía sonreír.
McGonagall se quejaba sobre su comportamiento con frecuencia, pero condenó especialmente la noche que Harry jugueteó con Severus con un cono de helado mientras éste comía chocolate cubierto con fresas con un deleite casi obsceno. Sirius había comentado que era obvio que ellos habían estado recolectando casquillos de burro de nuevo, logrando que los aludidos se disolvieran en un vendaval de risas. Eso no le había caído bien a la profesora McGonagall y desde entonces había comentado con frecuencia el ‘impactante’ cambio en el comportamiento de Severus en tan corto tiempo, aunque realmente nadie le prestaba demasiada atención. Harry estaba muy orgulloso de cuan relajado y feliz estaba su pareja y le animaba descaradamente a escandalizar a McGonagall en cada oportunidad, ante la obvia diversión de Dumbledore.
Harry se había convertido en un experto en hacer reír a Severus y lo hacía tan frecuentemente como le era posible, amando la forma en que los ojos negros chispeaban cuando algo le divertía. Le hacía sentir casi insufriblemente engreído cada vez que pensaba que Sirius, Remus, Dumbledore, e incluso McGonagall estaban de acuerdo en que nunca habían visto al maestro de Pociones tan absolutamente feliz y sereno, ni siquiera cuando niño.
Severus besó el pecho del joven, desviándole de nuevo del hilo de sus pensamientos.
—Deja de pensar tan alto.
Harry rió suavemente, besando su coronilla antes de murmurar contra su cabello:
—No quise despertarte.
—No lo hiciste —contestó suavemente. Se apartó para mirar a Harry bajo la tenue luz del amanecer que se filtraba a través del tapiz, sonriendo ante la felicidad que brillaba en los ojos del Gryffindor—. Pero, indudablemente te estás dando palmaditas en la espalda por algo, y es demasiado temprano para que yo tenga que frenar tu ego.
Harry sonrió, sus ojos verdes brillando aún más ante la ola de diversión que percibía en Severus.
—Ni siquiera sabes en qué estaba pensando. ¿Cómo podrías saber que mi ego necesita ser derribado?
El otro bufó suavemente, sus ojos brillando mientras subía una mano por la espalda de Harry
—Habitualmente lo haces cuando te sientes tan engreído. ¿En qué estabas pensando?
El joven se movió para descansar su frente contra la de su pareja mientras contestaba con una sonrisa.
—En cuánto me alegra que seas tan feliz ahora, incluso cuando estás dormido.
El hombre sonrió y le besó suavemente, susurrando contra sus labios.
—Entonces, supongo que tienes derecho a sentirte complacido de ti mismo. Es completamente tu culpa.
—Justo como es tu culpa que yo sea tan feliz —convino Harry, mientras le daba un suave y prolongado beso; eventualmente, se alejó y volvió a juntar sus frentes, frotando la nariz contra la mejilla del Profesor mientras cerraba los ojos y sencillamente se deleitaba en el hecho de cuan completamente felices eran ambos.
El efecto de empatía de su enlace no había sido fácilmente evidente hasta la mañana posterior a su compromiso, desconcertándoles y haciéndoles preguntarse qué otra cosa no les habría dicho el Director. Dumbledore les había explicado delicadamente vía lechuza que la noche que había hechizado finalmente los anillos, el hechizo que ‘ayudaba al conocimiento de su amante enlazado’ había sido detonado en el momento que consumaron su relación. Era una hechizo de protección, encargado de mantener la relación saludable; la teoría detrás de esto era que era difícil tener un malentendido serio con alguien que sentía lo que tú sentías, aún cuando no podía leerte la mente precisamente.
Ocasionalmente, todavía les pillaba con la guardia baja el saber lo que el otro estaba sintiendo, incluso después de un mes, pero aceptaron que el efecto secundario -todavía creciente- de los hechizos sobre sus anillos, no era más que otra parte agradable de su vida juntos. Después de alguna experimentación, encontraron que el lazo de retroalimentación creado por el enlace se fortalecía cuando se tocaban la piel. Sostenerse las manos era tan agradable que comenzaron a permitírselo con bastante frecuencia; incluso el simple contacto duplicaba cada sensación. Pronto, fue completamente normal que cualquiera los encontrara acurrucados en sus zonas favoritas del castillo, sin hacer absolutamente nada más que disfrutar de su mutua presencia.
El efecto parecía ser más fuerte cuando había más contacto piel a piel, lo que, naturalmente, les conducía a pasar más tiempo en sus habitaciones, donde podían prescindir completamente de la ropa. Pronto, hacer el amor había crecido hasta ser tan intensamente intoxicante que habían habido momentos en que, uno u el otro, habían estado tan abrumados que se desmayaron. El simple tacto prolongaba la luminiscencia que brotaba de ellos después de hacer el amor, manteniendo la intensidad de ese momento generalmente efímero hasta que ambos estaban demasiado cansados para hacer otra cosa que dormir.
Severus permaneció quieto en brazos de Harry por varios minutos, respirando profundamente y disfrutando la maravillosa felicidad que fluía de ambos. Finalmente, abrió nuevamente los ojos, besándole suavemente antes de alejarse para salir de la cama.
—Me encantaría quedarme aquí y abrazarte toda la mañana, pero hoy tenemos que preparar un lote nuevo de Poción Matalobo. Tiene que hervir a fuego lento por bastante tiempo antes de agregarle los ingredientes finales.
Harry suspiró mientras perdían el contacto y la abrumadora felicidad que había sentido se apagaba hacia algo mucho menos intenso. Se sentó, desperezándose mientras observaba como Severus rodeaba la cama, y sonrió débilmente.
—Tú me estás diciendo constantemente que soy hermoso, pero tú tienes el cuerpo de un Dios.
Severus se echó a reír, deteniéndose en la puerta del cuarto de baño para regalarle una sonrisa divertida.
—¿De cuál?
—Eros, definitivamente —contestó sin vacilar, ampliando su sonrisa—. Dios del sexo y el hedonismo.
Severus bufó, dando la vuelta y caminando hacia el baño sin una palabra, pero Harry pudo sentir que se sentía complacido y le había hecho sonreír; saltó fuera de la cama, murmurando un rápido hechizo para convocar sus anteojos. Escuchó a Severus reír entre dientes justo antes que los lentes volaran fuera del baño y le golpearan en el pecho.
—Si los colocaras siempre en el mismo lugar —declaró el hombre, sonando divertido —, no tendrías que llamarlos.
—Me dices eso casi cada mañana —replicó con una sonrisa.
Se puso los lentes y comenzó a reunir la ropa que habían usado el día anterior para que Severus no sintiera que tenía que hacerlo. A ninguno de los dos le gustaba dejar más trabajo del necesario a los elfos domésticos, aunque por diferentes razones. Harry podía recordar con facilidad el tiempo en que acomodaba cuidadosamente su ropa cada noche, negando la necesidad de recogerla en la mañana, pero pensaba que ahora ir a la cama era mucho más interesante.
Severus salió del baño en el momento que Harry estaba inclinado recogiendo la última prenda y se detuvo con una sonrisa. Observó el juego de los músculos bajo la tersa y bronceada piel al tiempo que el joven lanzaba un calcetín negro en la cesta de ropa, y murmuró:
—Nunca me cansaré de esta vista.
Harry le miró por encima del hombro, sonrió y contoneó su trasero.
—¿Estás seguro?
—Absolutamente —replicó con una sonrisa de suficiencia—. Y si sigues haciendo eso, tendré que probártelo, lo que significa que nos perderíamos el desayuno. Lo que significa que, probablemente, también nos perderíamos el almuerzo, ya que la poción debe ser hecha hoy.
Harry hizo una mueca y se giró, acercándose para descansar sus manos en la cintura del Profesor.
—Vale, me comportaré.
Severus se inclinó para darle un rápido beso antes de esbozar una sonrisa divertida y decir:
—Se que a veces piensas con el estómago a esta hora del día, pero no creeré que no vas a intentar involucrarme en una follada hasta que te vea vestido.
—Ya voy, ya voy —contestó, echándose a reír mientras se daba vuelta para ir a vestirse.
Severus le observó ir con una sonrisa antes de dedicarse a buscar su propia ropa, preguntándose si Harry recordaría qué día era. Le había resultado difícil arreglar la sorpresa para su cumpleaños pues el chico siempre estaba con él, pero Sirius y Remus habían conspirado para ayudarle. Estaba bastante ansioso por ver su reacción al tener una fiesta sorpresa de cumpleaños por primera vez en su vida. Todo lo que tenía que hacer era mantenerle alejado de su nueva oficina y biblioteca hasta la hora de la cena, y estaba seguro de poder manejar eso. Hacer un nuevo lote de la Poción Matalobo les tomaría una buena parte de la mañana, y luego planeaba sugerirle un picnic para el almuerzo, lo que les tomaría algunas horas más y le daría oportunidad de entregarle a Harry un obsequio privado antes de la fiesta.
Severus regresó de revisar la poción varias horas más tarde, sonriendo mientras se detenía en el umbral de la puerta de su oficina. Harry estaba acurrucado en su sillón, ubicado en una esquina, leyendo y sintiéndose tan contento que el Profesor se limitó a permanecer allí parado por un largo rato, disfrutando, antes de decir finalmente:
—Podemos irnos. Disponemos de un poco más de tres horas antes que necesite revisar de nuevo la poción.
Harry marcó el libro, se levantó y lo dejó caer sobre la silla. Luego, levantó ambas manos sobre su cabeza, su espalda crujiendo mientras se estiraba con un bajo gruñido satisfecho antes de dejar caer ambas manos a los lados y caminar hacia Severus.
—Suena bien para mí —comentó finalmente, alcanzando la mano de su pareja con una sonrisa de felicidad, que se amplió cuando se tocaron y el amor y la satisfacción comunicados por sus anillos se hicieron mucho más pronunciados—. Podría acomodarme para comer.
Severus rió entre dientes y murmuró:
—Tú siempre puedes acomodarte para comer —no esperó la respuesta y se inclinó más cerca para besarle; Harry le contestó el beso apenas un momento antes de sentir una oleada de placer y deseo proveniente de Severus.
Eso hizo que, de repente, ambos quisieran un poco más que un simple beso, y Harry levantó su mano derecha para deslizarla entre el cabello de su pareja, acercándose, mientras Severus dejaba escapar un pequeño sonido placentero y permitía que el Gryffindor tomara el control del beso. Harry comenzó a explorar con su lengua los conocidos contornos de la amada boca y el mago mayor se escapó de la otra mano de su Aprendiz para rodearle con su brazo. El chico dejó descansar su mano izquierda en las angulosas caderas, enganchando su pulgar en la cinturilla del pantalón de Severus mientras se mecía más cerca, deseando mayor contacto.
Severus dejó que marcara el paso por varios minutos antes de succionar suavemente la traviesa lengua, ganándose un tenue gemido de placer de Harry, quien peinó con los dedos de su mano derecha el negro cabello lacio y profundizó el beso aún más. Severus abrió las piernas para dejar que se ubicara entre ellas mientras sus manos se deslizaron hacia abajo para cubrir los bolsillos traseros de los jeans del joven y masajear su culo. El Gryffindor jadeó y le empujó contra el dintel de la puerta mientras comenzaba a frotar el crecido bulto de su erección contra él. Severus gruñó suavemente, sus manos apretando el trasero de Harry en el momento justo en que escucharon una tos repentina que apenas registraron que no era de ninguno de ellos.
Continuaron besándose unos segundos antes que la voz de Dumbledore expresara en tono de disculpa:
—Lamento mucho interrumpirles, pero vino a verte un abogado, Harry. El señor Edgard Thornton vino caminando desde Hogsmeade y parece que lo que tiene que hablar contigo es muy importante.
Harry sintió una oleada doble de queja mientras se alejaba de su pareja, dejando escapar un suave suspiro mientras le dejaba ir y separándose completamente de él para mirar hacia la entrada del aula de Pociones. Se ruborizó al darse cuenta cuan obvia debía ser su excitación pero trató de ignorarlo mientras reunía su mirada con la de Dumbledore antes de ver a su acompañante. Las cejas de Harry bajaron cuando vio a un anciano caballero claramente impresionado detrás del Director, sosteniendo un enorme maletín de cuero y mirándole como si fuera alguna clase de fenómeno.
—Gracias, Director —dijo Harry, mirando de nuevo a Dumbledore—. Aprecio que le mostrara al señor Thornton donde encontrarme.
—No tienes que agradecerme, Harry —contestó el anciano con una sonrisa—. Tenía que hablar con Severus de todos modos.
El aludido tocó la espalda de Harry y comenzó a atravesar la habitación en dirección del Director.
—Estoy a tu disposición, Albus —volteó a mirar a Harry, sonriéndole ligeramente mientras añadía—: ¿Por qué no hablan aquí, Harry, y te reúnes conmigo para almorzar cuando hayas terminado?
—Claro —contestó, regresándole la sonrisa antes de lanzar una mirada interrogante hacia el abogado—. ¿Si hablar aquí está bien para usted?
—Por supuesto —contesto Thorntón rápidamente—. Cualquier sitio está bien, siempre y cuando sea privado.
Severus y Dumbledore partieron y la puerta se cerró suavemente tras ellos en el momento que Harry señalaba uno de los escritorios de la parte delantera del salón.
—Por favor, señor, tome asiento. ¿Le apetecería una taza de té?
—No, estoy bien, señor Potter, gracias —Thornton esbozó una sonrisa ligeramente forzada antes de sentarse, dejando su portafolios sobre el escritorio antes de abrirlo y extraer una carpeta con papeles y un pequeño arcón de madera. Luego procedió metódicamente a sacar un par de lentes para leer de su chaqueta y colocárselos, antes de abrir la carpeta y comenzar a leer sobre algo, todo ello sin levantar la vista hacia Harry.
—¿Por qué necesitaba verme, señor? —preguntó el joven, luego de observar al abogado en silencio durante algunos minutos, su curiosidad transformada en preocupación cuando sintió un flujo de ansiedad proveniente de Severus.
—Estoy aquí para verificar la ejecución del testamento de su madre —contestó, alzando la vista finalmente—. Se hizo de mi conocimiento que podría contactar con usted a través del Director de Hogwarts. Soy muggle, pero un amigo logró transportarme por medio de la red flu hasta Hogsmeade y aquí estoy.
—Pensaba que los muggles no eran permitidos en Hogsmeade —comentó Harry, frunciendo las cejas de repente y cruzando los brazos. La cautela duramente aprendida que le había mantenido a salvo le animó a que descansara los dedos contra su varita.
Thorntón se acomodó en la silla, mirándole por encima de sus anteojos mientras asentía:
—En la mayoría de los casos eso es cierto, señor Potter, pero mi hermano mayor es mago. El Ministerio de Magia me ha otorgado los beneficios de los que gozan los squib debido a mi larga asociación con el mundo mágico. La aseguro que no tengo razones para mentirle, y puede estar seguro que no necesita mantener la varita en su mano.
Harry se ruborizó ligeramente y alejó la mano de su varita, en la certeza de que de todas formas podría tomarla en el instante que la necesitara.
>>Su abuelo era mi socio legal —prosiguió el señor Thornton— y conocí a su madre desde que era una niña. Cuando ella decidió que necesitaba hacer un testamento, y me da tristeza reconocer que con razón, vino a mí —hizo una nueva pausa y agregó—: Estoy seguro que probablemente lo haya escuchado con frecuencia, pero se parece mucho a ellos.
Harry asintió.
—La gente me dice todo el tiempo que les recuerdo a mi padre.
—Tiene mucho de su madre también —dijo Thornton rápidamente, acomodándose otra vez—. Su altura es más similar a la de ella, y definitivamente tiene sus ojos y su estructura ósea es muy similar a la de su abuelo materno cuando era joven. Es un tanto desconcertante, en realidad —entonces sonrió irónicamente y bajó la vista al escritorio para tomar un sobre de la pila de documentos mientras decía—: Pero ése no es el punto que nos concierne, señor Potter —levantó la vista y le ofreció el sobre—. Su madre quiso que le fuera entregado esto en su décimo octavo cumpleaños y dijo que debería leerlo en mi presencia para que yo pudiera contestar cualquier pregunta que tuviera. Apreciaría grandemente si lo hiciera ahora, tengo un largo camino por delante cuando terminemos aquí.
Harry caminó hacia el escritorio donde Thornton estaba sentado y tomó el pesado sobre, mirándolo por un momento antes de dar la vuelta, dirigirse al escritorio del profesor, unos pocos pies más allá, y sentarse en la silla de Severus.
—Estaré encantado de enviarle por la red flu a dónde desee en cuanto hayamos concluido.
—Gracias, lo apreciaría mucho —contestó con una ligera sonrisa, poniéndose más cómodo en la silla.
Harry le sonrió para luego abrir el sobre y sacar una solitaria y larga hoja de pergamino viejo, que había sido doblada en lugar de ser enrollada como era habitual; la desdobló con cuidado y comenzó a leer.
Harry
James no quiere que piense en la posibilidad de nuestras muertes, así que voy a escribir esto por ambos. Si estás leyendo esta carta, entonces Voldemort nos asesinó cuando eras apenas un bebé. Quiero que sepas que nosotros sabíamos lo que venía y que nuestro único arrepentimiento es no haber podido verte crecer. Eres nuestro orgullo y alegría, y te amamos más que a la vida misma. Es mi más preciada esperanza que tu niñez haya sido feliz, y que hayas encontrado amor y amistad entre tus condiscípulos de Hogwarts. Me propongo hacer que Sirius Black, el compañero más cercano de tu padre, prometa cuidarte, aunque sea la última cosa que yo haga; así, si Sirius nos sobrevive, espero llene algunos de los vacíos que crecer sin nosotros haya dejado en ti.
El señor Thornton, nuestro abogado, deberá entregarte una caja. Está hechizada para que sobreviva a casi cualquier destino que pueda sucedernos, y está sellada para que nadie excepto tú pueda abrirla. Las protecciones se dispararán cuando toques la caja, así que si deseas mantenerla en privado, tendrás que lanzarle tus propias protecciones después de eso. En su interior encontrarás unas cuantas cartas que me gustaría entregaras si fuera posible, mi diario, un pequeño joyero, y las llaves de la bóveda de Gringotts que contiene tu herencia monetaria de los Potter, que ellos solicitaron no recibieras hasta que terminaras tu educación en Hogwarts. Siéntete libre de vender o regalar la mayoría de las joyas, pero hay un brazalete de plata con la inscripción 'Amicus usque ad aras' que me gustaría conservaras. Me lo entregó la persona que me enseñó mi primer hechizo y tiene fuertes hechizos de protección sobre él. Me gustaría mucho que algún día te protegiera a ti o a tu amor tan bien como siempre me protegió.
El señor Thornton también tiene las escrituras de la propiedad de la familia Potter al norte de Londres, que tus abuelos te heredaron cuando murieron justo después que nacieras. Ellos eran sangre pura y no se sintieron muy felices de que tu padre se casara con alguien de padres muggles, pero te amaban y sé que hubieran estado excesivamente orgullosos de ti si hubieran vivido para verte crecer. Los terrenos y la casa son extensos, y era un lugar muy bello la última vez que estuve allí, aunque no ha estado habitado desde que la residencia se selló a sí misma después de la muerte del padre de James. Según tu padre, sólo con que poses tu mano sobre las puertas bastará para abrir las protecciones que resguardan la propiedad. Pero ellas sólo se abrirán para ti, el heredero Potter, cuando tengas tu propio hijo.
Es muy difícil saber qué más decirte, así que rezaré para que Albus Dumbledore, Remus Lupin, y tu padrino, Sirius, estén vivos y bien. Ellos podrán contestar cualquier duda que puedas tener sobre nosotros o la familia Potter, y el señor Thornton puede responder cualquier pregunta que tengas sobre los Evans o la familia de mi hermana, Petunia Dursley, aunque no te aconsejo que entres en contacto con Petunia. Ella siempre nos ha odiado a tu padre y a mí, y al mundo mágico en general. Dudo que disfrutaras conocerla, Harry. ¡Sé que no!
James no aprueba que te diga lo que ahora te voy a decir, pero me gustaría que supieras que hay alguien más en quien puedes confiar, si alguna vez necesitas ayuda o consejo. Su nombre es Severus Snape, y también rezo porque esté vivo y bien, posiblemente trabajando como profesor de Pociones en Hogwarts. Él arriesgó su vida para tratar de salvarnos, Harry, y espero que tú seas capaz de ver más allá de la animosidad que tu padre y tu padrino sienten hacia él. Severus es un buen hombre, aunque debo admitir que no siempre es agradable, y es mi mejor amigo y le quiero mucho.
Tengo que terminar ya, Harry, pero antes de hacerlo quiero volver a asegurarte que tu padre y yo te amamos más de lo que soy capaz de decir. Estamos muy, muy orgullosos de ti.
Tu madre que te ama
Lily
Harry levantó una mano para secar las lágrimas que corrían por su rostro mientras sentía una onda de preocupación proveniente de Severus. Trato de concentrarse para enviarle tranquilidad y luego hizo a un lado sus propios sentimientos para releer la carta, apenas notando que también había dejado de sentir la preocupación de su pareja. Luego de unos minutos, finalmente levantó la vista hacia Thornton, preguntando con voz ronca:
—Ella dijo que usted tiene una escritura para mí.
—Dos, de hecho —contestó el abogado de inmediato, lanzándole una mirada comprensiva—. Una es de la propiedad Potter ubicada al norte de Londres, y la otra es de la casa de la familia Evans en Bristol, que le fue legada a usted ocho años después del prematuro fallecimiento de su madre —hizo una pausa, observando como Harry doblaba la carta cuidadosamente y la metía en el sobre, y agregó—: Usted es un joven bastante rico, señor Potter. Además de sus propiedades y todo lo que todavía pueda tener en la bóveda de sus padres en Gringotts, su abuelo Evans le dejó mil libras en un fondo fiduciario bajo mi gerencia. He hecho lo mejor que he podido con eso, y me complace comunicarle que se ha multiplicado muy bien en estos años.
—Estoy seguro que lo ha hecho bien, pero el dinero no es importante para mí —dijo Harry tranquilamente, levantándose y caminando hacia el escritorio donde estaba sentado el abogado para recuperar la caja que su madre había dejado para él—. Pero sí me gustaría conocer el lugar donde mi madre y mi padre crecieron. Hogwarts es el único hogar verdadero que he tenido, y sería agradable tener un sitio al que ir durante las vacaciones.
Thornton asintió.
—Es bastante comprensible.
Entonces, Harry posó su mano sobre la cajita, observando fascinado cómo brilló brevemente con una luz verde intensa antes de hacer un pequeño chasquido mientras la tapa se abría.
El abogado observó atentamente mientras el joven levantaba la tapa y revisaba el contenido.
>>Por supuesto, le dejaré aquí las escrituras y le regresaré el manejo del fondo fiduciario si usted así lo decide, señor Potter, pero me encantaría seguir manejando sus asuntos si lo prefiere.
—Consérvelos, por favor. No sé nada sobre las propiedades muggles o los fondos fiduciarios —contestó ausente mientras sacaba con cuidado un diario de cuero de la caja. Lo posó suavemente sobre la mesa antes de extraer una pequeña pila de sobres, sorprendiéndose al encontrar que estaban dirigidos a Remus Lupin, Sirius Black, y Severus Snape—. Tengo bastante dinero en la bóveda que me dejaron mis padres, además de mi sueldo como profesor, y mi madre me escribió que tengo otra bóveda en Gringotts, de mis abuelos paternos —dejó las cartas a un lado y luego, reverentemente, introdujo el diario de nuevo en la caja, colocando encima la carta que su madre le había escrito. Después tomó la caja más pequeña que estaba en un extremo del cofre y la abrió, revelando un brazalete de plata que descansaba sobre una pieza de terciopelo oscuro.
Thornton comenzó a apartar las escrituras mientras hablaba.
—Si tuviera alguna pregunta sobre sus propiedades o su fondo de inversiones, señor Potter, me gustaría que se sintiera libre de contactarme a cualquier hora. Mis oficinas no están conectadas a la red flu, por obvias razones, pero están localizadas a pocos edificios de distancia del Caldero Chorreante. El cantinero, Tom, puede darle mi dirección si desea pasar por allí.
—Muy bien —contestó Harry, apartando la vista del brazalete—. ¿Recibe lechuzas con correo? —volvió a mirar el brazalete, corriendo sus dedos por el grabado en su interior antes de empezar a buscar el mecanismo para abrirla.
—Por supuesto. Puede escribirme al número nueve de Hollister Row —contestó, levantándose y observando cómo Harry inspeccionaba el intrincado patrón trabajado en el broche del brazalete de plata—. Su madre lo lució cada día durante muchos años.
Harry levantó la vista, sorprendido, mientras preguntaba:
—¿Sabe quién se lo dio?
El hombre sacudió la cabeza y Harry volvió a mirar el brazalete mientras Thornton agregaba:
—Pero ella lo atesoraba, y tenía el hábito de jugar con él cuando estaba meditando algo. Nunca la vi sin el brazalete puesto después de su primer año en Hogwarts.
—Puede que Sirius o Remus sepan cómo funciona —comentó, acariciando el objeto una vez más antes de deslizarlo en el bolsillo de sus jeans y mirar nuevamente el joyero, levantando la pieza de terciopelo. Se veía azul oscuro si se miraba desde una dirección pero cambiaba a verde profundo cuando se observaba desde otro lado, y Harry se preguntaba porqué estaba tan cuidadosamente doblada en el interior de la caja cuando un pendiente de plata cayó del doblez del material y aterrizó sobre el escritorio, sorprendiéndole.
—Ella llevaba eso también —le informó el abogado, observando cómo Harry tomaba el anillo.
—¿Está seguro? —le preguntó, corriendo los dedos por el pequeño aro del zarcillo y recordando la foto que Severus tenía de niño, junto a Lily y Lucius. Severus estaba luciendo en la fotografía un aro que estaba seguro era idéntico a éste, pero no había notado que su madre llevara pendientes en ninguna de las fotos que tenía de sus padres.
—Sí, muy seguro —contestó Thornton, riendo suavemente—. Ella se hizo una segunda perforación en su oreja izquierda el verano anterior a su tercer año en Hogwarts y lo llevó desde entonces. Su madre, la abuela de usted, lo odiaba, y se quejaba de eso cada vez que lo veía, con cualquiera que quisiera escucharla.
Harry envolvió el zarcillo en el trozo de terciopelo y luego levantó la mirada, sonriendo ligeramente.
—¿Cómo era mi madre de pequeña?
—Oh, era muy traviesa, y bastante juguetona, para compensar el amargo temperamento de Petunia —comentó Thornton, riendo entre dientes—. El abuelo de usted la apodó diablillo cuando apenas llegaba a la altura de sus rodillas, porque siempre era rápida, con una observación ingeniosa incluso siendo pequeña, y nunca perdió su toque.
Harry sonrió suavemente, bajando la vista hacia el joyero mientras metía el terciopelo en su interior y lo cerraba, colocándolo de nuevo en el pequeño arcón.
—Severus dice que me parezco mucho a ella.
—¿Severus? ¿Es ese hombre que le acompañaba cuando llegué, el que parecía bastante dramático? —preguntó Thornton, mostrándose interesado mientras levantaba su portafolios y se preguntaba porqué el nombre le sonaba tan conocido.
Harry se echó a reír de repente, haciendo que sus verdes ojos brillaran.
—Él es dramático, ¿cierto? Sí, es mi pareja, el profesor Severus Snape.
—Es un hombre muy afortunado —comentó el abogado, sonriendo ante el modo en que Harry se había iluminado al hablar sobre Severus. Le alegraba que el hijo de Lily pareciera haber encontrado alguien que le hacía tan feliz, aunque fuera uno de sus profesores. Hacía largo tiempo que había decidido que la edad importaba muy poco ante el amor; su hermano estaba casado con una bruja que admitía tener casi el doble de su edad, y se rumoreaba que incluso más. Era obvio que Harry estaba enamorado, un sentimiento que, por lo poco que había visto, era correspondido por el tal Severus, y Thornton pensaba que esa era la parte más importante en cualquier relación.
—No, el afortunado soy yo —corrigió Harry, sonriéndole a su vez—. Y si está listo para partir, con gusto le enviaré por la red flu a donde desee.
—Si, por favor —agradeció el abogado, sonriendo—. Aunque disfrutaría pasar más tiempo conociéndole, tengo trabajo en la oficina y realmente debería estar haciéndolo. No hay muchos abogados muggles que conozcan y comprendan el mundo mágico, así que siempre estoy muy ocupado.
—Me lo imagino —sonrió mientras empezaba a caminar hacia la puerta de la oficina—. La conexión flu más cercana está aquí, en la oficina de Severus. Si gusta acompañarme, estará en camino en apenas unos pocos minutos.
Un sonriente Thornton le siguió mientras contestaba.
—Gracias, lo apreciaría. No me entusiasma la perspectiva de una larga caminata de regreso a Hogsmeade.
—Es un paseo bastante largo —convino Harry con una risa suave, conduciéndole al interior de la oficina.
Pronto, Thornton partió, dejando a Harry solo mientras regresaba a donde había dejado el arcón y se detenía a mirar las cartas dirigidas a Sirius, Remus y Severus un momento antes de tomar una decisión. Las regresó al interior de la caja para luego llevarla a su habitación y colocarla sobre su cama para después ir a lavarse la cara. Minutos después se sintió mucho mejor y se dirigió al Gran Comedor para buscar a Severus; una mano metida en su bolsillo acariciaba distraídamente el brazalete de plata.
Última edición por alisevv el Sáb Abr 16, 2016 6:52 pm, editado 2 veces | |
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