alisevv
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| Tema: Hangover and other secondary effects. Capítulo 15. Reacción en cadena Dom Dic 06, 2009 11:55 am | |
| Harry despertó de su pesadilla con un sobresalto, sintiéndose momentáneamente desorientado; luego, tomó consciencia de la realidad y suspiró. La conocida sensación de resequedad en la piel de su rostro le indicó que había llorado en medio del sueño una vez más; como lo había hecho cada día desde su noche de bodas. Su discusión del Día de Navidad no había cambiado las cosas tanto como había esperado. Sí, Severus estaba tratando, era bastante obvio, pero eso no cambiaba el hecho de que Harry sabía que lo hacía porque estaba tratando y que su ‘paz’ no era real. Severus no debería tener que fingir que se sentía cómodo cerca de él cuando no era así.
Suspirando, se levantó de la cama y se puso una bata oscura. No era la primera vez que maldecía las circunstancias que habían conducido a su apresurado enlace. Cómo deseaba que hubieran tenido oportunidad de hacerlo espontáneamente. Quizás, sólo quizás, entonces hubieran tenido una posibilidad de felicidad; pero ahora todo se había arruinado. Sabía que Severus tampoco era feliz, podia verlo en los ojos de su esposo cada vez que le miraba. Había en ellos una tristeza permanente que había esperado no volver a ver.
Abriendo la puerta silenciosamente, abandonó la habitación y se dirigió al cuarto de niños. La luna llenaba la habitación, dibujando un patrón en el suelo. En una esquina había una mecedora y en la otra estaba una hermosa cuna. Albus había insistido en que todo niño necesitaba un osito de peluche, así que sobre el pequeño colchón se encontraba un mullido oso marrón, esperando a que Ebony lo tomara en sus diminutos brazos.
Harry sintió que su garganta se cerraba y sus ojos se llenaban de lágrimas mientras pensaba en ella. Ebony, su razón para continuar cada mañana. En ella se enfocaba cuando sentía que estaba a punto de quebrarse. Sí, había aceptado el consejo de Poppy y reducido sus horas de clase. Había dormido más y había dado largos paseos solitarios alrededor del lago, pero eso no podía llenar el vacío en su interior; ni siquiera su pequeña era capaz de alejar ese sentimiento.
Madame Pomfrey había dicho que eran cambios de humor provocados por el embarazo y algo de depresión, pero Harry sabía qué era lo que hacía que su corazón doliera y traía lágrimas a sus ojos cada noche, y no tenía que ver con las hormonas de su embarazo en absoluto. El hecho era que estaba atrapado en un matrimonio con un hombre al que amaba profundamente, pero quien no le amaba a él. En ese momento, sentía que prefería enfrentar a Voldemort una y otra vez que tener que vivir con ese dolor durante los próximos diecisiete años. No obstante, sabía que la disolución del contrato no resolvería absolutamente nada.
Echando una última mirada al cuarto infantil, dio media vuelta y regresó a su habitación. Luego de lanzar un hechizo para ponerse un par de calcetines cálidos y otros zapatos -ya no podía alcanzar sus pies con facilidad- tomó su capa de invisibilidad de una gaveta y la deslizó sobre sí. Necesitaba desesperadamente caminar alrededor del castillo. Aunque ahora era profesor, y no tenía que obedecer en absoluto la regla de no estar fuera de sus habitaciones en mitad de la noche, prefería no ser visto. Afortunadamente, justo antes de derrotar a Voldemort había convencido al castillo para que le ayudara a mantener su privacidad, permitiéndole moverse por todas partes sin darle a Albus su ubicación. Era liberador saber que era casi imposible detectar su posición la mayor parte del tiempo.
Teniendo cuidado de no hacer ruido alguno y despertar a su esposo, se deslizó fuera de sus aposentos, hacia el aire helado de los corredores del castillo.
Con un giro de varita, Severus iluminó las velas de su habitación. Eran casi las tres de la madrugada y Harry estaba afuera de nuevo. Sabía que, últimamente, su joven esposo hacía esa clase de cosas con frecuencia, y eso le confirmaba que estaba tan inquieto como pensaba. Cuando Voldemort todavía vivía, y Harry se despertaba a causa de una pesadilla o visión excepcionalmente cruel, acostumbraba a vagar alrededor del castillo; Severus siempre lo había sabido.
Conteniendo la urgencia de lanzar algo contra la pared más cercana, decidió vestirse y esperar en la salita a que regresara. Necesitaban hablar, y debían hacerlo pronto; toda la situación era insostenible. Para él era muy obvio que el joven era extremadamente infeliz en su matrimonio, y le dolía ver así al hombre que amaba.
Debía hacerse algo, y si ese algo era la terminación del contrato, entonces se haría. No permitiría que Harry sufriera más tiempo cuando todo lo que le sucedería al propio Severus sería más acoso público. Estaba acostumbrado a eso, luego de haber sido identificado como Mortífago por tanto tiempo. Sabía lo que era ser despreciado. Era un precio pequeño a pagar a cambio de la felicidad de Harry.
Mientras se ponía su túnica de profesor, reflexionaba sobre lo acontecido los últimos meses. Sabía que Harry en realidad no se estaba sintiendo mejor, solo estaba ocultando mejor su dolor. Sí sólo supiera cuan inútil era. Él era capaz de ver tras su mascara hacía ya mucho tiempo. Oh, sí, sabía que sufría, y lo que podía ver en esas esmeraldas hacía que su propio corazón también doliera.
Quizás simplemente no era como se suponía que fuera. Quizás no significaban nada uno para el otro después de todo. Quizás era mejor terminar antes que dañaran irremediablemente lo que aún quedaba de su amistad. Quizás Harry merecía alguien mejor que un viejo y gastado profesor de Pociones que no tenía mucho que ofrecer a un hombre joven y atractivo.
Con ese pensamiento, se puso más cómodo en su silla frente al fuego.
Harry caminaba por el castillo sin un destino real. Iba a donde sus pies le llevaban, y se sorprendió al escuchar altas y furiosas voces viniendo de la dirección de la sala de profesores. Eso le sorprendió. Después de todo, eran alrededor de la tres de la mañana y los profesores deberían estar durmiendo a esa hora, ¿no?
“Sí, claro, tal como tú estas durmiendo”, siseó una sarcástica voz en su cabeza.
Intrigado, se acercó más, procurando no atraer la atención, aunque dudaba que quienes estaban discutiendo le notaran en medio de sus gritos. Sorprendido, identificó las voces como la del Director y la de su Subdirectora. Cuando al fin llegó a la puerta, que estaba ligeramente abierta, pudo entender lo que Minerva estaba gritando, y lo que escuchó hizo que su estómago se convirtiera en hielo y algo en su interior se rompiera.
—… y te lo dije, Albus! Te dije que esto terminaría mal, pero nunca escuchas lo que digo. Esta vez fuiste demasiado lejos. ¿No puedes ver lo que esto les está haciendo? ¿Acaso no ves cuánto están sufriendo? ¿Qué pensaste, Albus? ¿Que serían felices dentro de un matrimonio al que fueron obligados por culpa tuya y de esos niños imbéciles? Esto… —ella fue interrumpida por un muy estresado Director.
—Minerva, por favor, sabes que lo hicimos por su propio bien. Sin este enlace…
—Sin este enlace, Harry no estaría deprimido y Severus no estaría actuando de nuevo como un vejo amargado —levantó la mano cuando trató de volver a interrumpirla—. No, Albus, ahora me vas a escuchar. Sé que has estado entrometiéndote en sus vidas hace una buen tiempo, pero no tuviste derecho en absoluto para hacerles esto. Sé que el joven Weasley no es el más brillante cuando se trata de tomar decisiones de vida, pero al menos hubiera esperado algo mejor de la señorita Granger. ¡Son sus mejores amigos, por Merlín! Deberían haberse rehusado y haberle advertido…
Harry había escuchado suficiente. Ignoró la fría mano que parecía apretar su corazón, ignoró la patadita de advertencia que recibió de su hija debido a que se sentía incómoda cuando él estaba enojado. Dio la vuelta en silencio y corrió hacia sus habitaciones, haciendo lo posible por intentar ignorar el sentimiento de haber sido traicionado que bullía como fuego en su pecho. Albus, Ron, Hermione… Gente en quien confiaba, a los que había considerado sus amigos más cercanos, se habían vuelto en su contra, manipulándole e ignorando deliberadamente sus sentimientos y deseos.
Cuando estaba a medio camino, otro sentimiento comenzó a reptar hacia su pecho. DUDA. Duda sobre la honestidad de Severus, duda sobre su papel en esta farsa, duda de si habría sabido sobre el plan del Director o no. ¿No había aceptado ese enlace demasiado rápido? Él no había intentado argumentar o encontrar otra solución…, y tenía una maestría en actuación, lo había hecho prácticamente toda su vida.
Sintiéndose ligeramente mareado, se dio cuenta que no tenía nadie a quien recurrir. Ya no tenía a nadie en quien confiar, nadie con quien hablar, nadie que calmara sus miedos. Estaba solo, enlazado a un esposo que no le amaba y que muy probablemente le había traicionado. Sus amigos, las personas que había considerado su familia sustituta, le habían herido de manera irreparable. Nada por lo que vivir, nada por lo que continuar, nada en absoluto
En ese momento, su hija le pateó con fuerza y Harry se avergonzó de sus pensamientos. Él vivía por ella y para ella. Ella sería su vida y su esperanza; su todo. No necesitaba a sus amigos ni a su esposo, en tanto ella estuviera segura y protegida por la farsa de matrimonio en la que Severus y él se habían comprometido. Soportaría todo por ella. Su pequeña lo valía, después de todo. Sabía que con el tiempo, el dolor de su pecho cambiaría a una sensación de insensibilidad, desvaneciéndose eventualmente en el vacío, un sentimiento que ya le era familiar. Sobreviviría a esto… siempre lo hacía.
Murmurando la contraseña de sus aposentos, se escabulló silenciosamente al interior de la habitación. Se sorprendió al ver a Severus sentado frente a la chimenea, leyendo un libro. Su esposo levantó la vista al sentirle entrar y Harry dejó deslizar la capa de su figura y se reveló ante los ojos de su compañero.
Apartando el libro con cuidado, con movimientos controlados, Severus observó a Harry. Su amado se veía más miserable de lo que había esperado. La expresión de los ojos verdes confirmaba sus sospechas de que su esposo estaba tratando infructuosamente de disminuir su infelicidad, y además, ratificaba su decisión de que lo mejor era poner fin al contrato.
Mientras observaba a Severus en silencio, Harry logró finalmente controlar sus emociones y poner rostro inexpresivo. No quería que el Slytherin viera cuánto daño le habían hecho, una vez más. En todo caso, ¿qué estaba haciendo levantado a esta hora? ¿Por qué estaba sentado en la salita, esperándole? ¿De qué se trataba todo eso?
—Veo que saliste a dar un paseo —declaró el mago mayor en un tono bajo que no mostraba en absoluto cómo se sentía—. Por favor, Harry, siéntate; debemos conversar algunas cosas.
Una sensación helada se posó en el estómago de Harry. Si algo era tan importante que Severus deseaba conversarlo en mitad de la noche, debía ser algo desagradable. Cerrando los ojos en un gesto de derrota, se sentó al lado de su esposo. Sentía vacío, y soledad, y frío, mucho frío. ¿No había sido suficientemente herido por un día… o mejor dicho, por una hora? ¿Qué había hecho para merecer tanto dolor?
Entonces, Severus comenzó a hablar y sus peores temores se hicieron realidad.
>>Harry, necesitaba hablar contigo porque creo que las cosas no pueden seguir así. Es bastante obvio que no eres feliz en este matrimonio, y aunque yo había esperado que funcionara, ambos sabemos que no lo hace. Desde la noche de bodas, tú te has estado sintiendo cada día peor, y estoy preocupado por tu salud. Ni siquiera trates de negarlo, puedo verlo tan bien como todos los demás. Entonces, vayamos al punto: quiero terminar el contrato y esta triste excusa de matrimonio. Creéme, es por tu propio bien.
Harry sintió como si el mundo se derrumbara a su alrededor. Severus deseaba terminar el enlace. Quería arrebatarle la única posibilidad que tenía para proteger a su niña.
… por su propio bien, había dicho Dumbledore. Por tu propio bien, acababa de pronunciar Severus.
“Entonces lo supo todo el tiempo”, pensó Harry.
La comprensión ardió como fuego en su pecho. Las mismas palabras, el mismo dolor. Una vez más, alguien había tomado el control sobre su vida, había tomado decisiones por él, le había traicionado. Una vez más, no había sido nada más que un peón en un juego que otros jugaban. Nunca terminaría, nunca.
Algo en Harry se quebró. El último pedacito que contenía sus sentimientos se hizo pedazos. Miró al hombre con ojos ciegos, incapaz de sujetar el dolor abrumador que había tomado posesión de su cuerpo y su mente.
Severus observaba mientras el control del joven se deslizó, pudo ver cuando comenzó. Lo que no había esperado fue la completa devastación en el rostro juvenil. Se levantó con intención de tocarle, abrazarle estrechamente, decirle que todo estaría bien, besarle y arreglarlo. Jadeó cuando Harry retrocedió, alejándose de él.
—¡No me toques! ¡No vuelvas a tocarme! ¡Ninguno de ustedes! Bastardos manipuladores y traicioneros. ¡Debí haber sabido que tú estabas con ellos! Debí haber sabido que no podía confiar en ti… debí haber sabido, debí haber sabido… —casi sollozaba, su voz rota por el esfuerzo de no llorar.
>>Oh, pero aquí estaba, esperando contra toda esperanza que tú no fueras uno de ellos, no uno de esos que se dicen mis amigos para apuñalarme por la espalda a la primera ocasión. ¿Se la han pasado bien riéndose a mi costa, Severus? ¿Ustedes planearon esto… Tú y esa cabra que se llama a si mismo Director? Oh, y no olvidemos a mi sabelotodo amiga sangresucia y a su idiota Weasley… Ellos te ayudaron a averiguar cómo manipularme mejor. No que ese viejo tonto entrometido hubiera necesitado ayuda antes.
Una sensación de vació se posó en el estómago de Severus. Esto sonaba mal, realmente mal. Si las sospechas de Harry eran ciertas, y el Director y sus propios amigos eran los responsables del artículo de El Profeta, Harry tenía toda la razón de sentirse herido y furioso. Aunque a Severus le dolía que no confiara en él y creyera que había ayudado a esos idiotas manipuladores. En un intento por calmar al sollozante mago, hizo otro movimiento para acercarse a él. Harry no lo permitió.
>>¡Quédate lejos de mí! —gritó, moviendo su muñeca.
En un asombroso despliegue de magia sin varita e inesperado poder, Harry le envió volando contra la silla más cercana. Había reaccionado sin pensarlo, y lució tan sorprendido como Severus por lo que había hecho. Pero su asombro no duró mucho tiempo. Dando media vuelta, corrió fuera de la habitación, cegado por las lágrimas, con un último quejido:
>>¡Debo salir de aquí!
En un revuelo de túnicas, corrió a lo largo de los pasillos del silencioso castillo. Necesitaba salir, necesitaba espacio, necesitaba aire. No podía respirar a través del dolor que estaba ardiendo en su pecho y su alma. Tropezando varias veces, y todavía ciego por las lágrimas, simplemente corrió. Ni siquiera aminoró su paso cuando alcanzó las escaleras móviles.
El castillo trató de cooperar con él facilitándole el camino, intentando mantenerle seguro. Fue inútil. Cuando llegó al tercer tramo de escaleras se tropezó, enredando sus tobillos con la túnica, y, con sus ocho meses de embarazo, cayó de las escaleras móviles.
Última edición por alisevv el Jue Abr 28, 2016 3:26 pm, editado 2 veces | |
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