alisevv
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| Tema: Un regalo inesperado. Capítulo 10 Jue Nov 05, 2009 6:05 pm | |
| Severus Snape se estiró satisfecho en la cama de la habitación que compartía con Harry en Godric’s Hollows, pensando que ese nueve de enero había resultado, definitivamente, el mejor cumpleaños de toda su vida.
El día había amanecido luminoso y frío, y los terrenos que rodeaban la casa, cubiertos por una gruesa alfombra de nieve blanca caída durante la noche anterior. Había sido despertado por un juguetón Harry, que le había preparado un desayuno digno de dioses. Habían pasado la mañana retozando en la cama, aprovechando que era domingo y el joven no tenía que ir al castillo, y habían almorzado con Remus y Draco.
Por la tarde, Harry le había organizado un pequeño agasajo, y pese a sentirse un poco abochornado por la falta de costumbre a ser homenajeado de esa forma, tenía que reconocer que lo había disfrutado, especialmente porque Minerva había llevado el último ingrediente que les faltaba para comenzar la poción, una hierba sumamente rara que se conseguía en lo profundo del Bosque Prohibido de Hogwarts, y que les había sido enviada junto al caluroso saludo de Firenze.
Le emocionaba el hecho de estar tan cerca de su posible liberación, pero tenía que reconocer que eso ya no tenía para él la misma importancia de unos meses antes. Cierto que estar sin su magia era duro, pero podría sobrevivir sin ella. En cuanto a su esclavitud, hacía tantos años que era esclavo, primero de Voldemort, y luego de Dumbledore -salvando las distancias, por supuesto- que tener a Harry como amo era un cambio más que bienvenido. Pero lo cierto era que, gracias a su actual situación, había podido conocer y amar a Harry, y siendo objetivo, a esas alturas sí que no se creía capaz de sobrevivir sin él.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Harry, saliendo en ese momento del baño a toda prisa, para meterse bajo las mantas y acurrucarse contra el cálido cuerpo del hombre, aterido de frío—. ¡Demonios, hace un frío que pela!
Severus pasó un brazo por sus hombros y le estrechó contra sí, algo que ya se había acostumbrado a hacer de manera casi automática. Luego, acercó las piernas a las de su pareja y empezó a frotar sus pies con los propios, para calentarlos.
—Tienes los pies congelados —comentó con una sonrisa—. Y sobre tu pregunta anterior, estaba pensando en que éste ha sido el mejor cumpleaños de mi vida —bajó la cabeza y dejó un tibio beso cariñoso sobre los labios sonrientes del joven—. Gracias.
—¿A pesar de haberte hecho una fiesta con una multitud de terribles Gryffindor? —preguntó con picardía.
—Más bien, gracias a eso —contestó el antiguo profesor con sinceridad—. Me he dado cuenta que los Gyffindor son buenos sujetos para tener como amigos —frunció el ceño—. Bueno, la mayoría, al menos.
Harry sabía ciertamente cuáles eran los leones que a Severus no le gustaban; los mismos que a él.
—Y Minerva nos trajo el ingrediente que nos faltaba —comentó el joven, para distender la atmósfera y porque era lo que más entusiasmado le tenía, llevaban varios días esperándolo—. Según me contó, todos los centauros ayudaron a Firenze a conseguirlo.
—Esos no son tontos, saben que su futura libertad está en juego —comentó Severus con ironía—. Y quién sabe si hasta su vida.
—Es cierto —Harry se arrimó más hacia el cálido cuerpo de su compañero, presa de un repentino estremecimiento de aprensión—. ¿Cómo es posible que llegáramos a esta situación, Severus? Scrimgeour nunca me agradó, pero ése nivel de demencia jamás me lo hubiese esperado.
—En todas partes existen lobos escondidos tras la piel de mansos corderos —razonó el mayor, frunciendo el ceño—. Son parte de la humanidad, tanto mágica como muggle —alzó una mano y acarició la mejilla del joven; cuando Harry alzó la cabeza para mirarle a los ojos, Severus continuó—: Sé que es egoísta, pero no puedo evitar el estar agradecido a la demencia de poder de Scrimgeour.
—¿Por qué dices eso? —indagó, frunciendo el ceño y mirándole como si de pronto le hubieran salido dos cabezas—. Ese infeliz te hizo pasar por el infierno, primero encerrado un año en Azkaban y luego con toda esta mierda de la esclavitud.
—Porque gracias a eso te conocí verdaderamente —contestó con acento pausado—. De no ser así, ahora estaría en el mundo muggle, solo y hundido en mi propio infierno.
—No es verdad —el Gryffindor rubricó su negativa con un movimiento de cabeza—. Tarde o temprano nos hubiéramos encontrado; estaríamos juntos y tú serías un mago libre.
El hombre le observó largamente. Era posible que su pareja tuviera razón, pero él lo dudaba.
—Bueno, no es tiempo de pensar en lo que pudo ser —dijo al fin, estrechando el cerco de sus brazos alrededor del cuerpo de Harry—. Lo importante es que estamos aquí —se inclinó y tomó sus labios en un apasionado y prolongado beso—. Juntos —respiró antes de iniciar un nuevo beso igual de apasionado.
—¿Todavía tienes ganas después de lo de esta mañana? —se burló cariñosamente Harry cuando se separaron, notando que el miembro de su pareja empezaba a endurecerse—. Mira que a tu edad ya no estás para estos trotes —la risa se podía sentir en el tono travieso del chico de ojos verdes.
—¿A quién estás llamando viejo, jovencito? —replicó en un tono igual de juguetón—. Voy a demostrarte que, esta noche, tú vas a pedir clemencia antes que yo —fue lo último que se escuchó en la habitación antes que tomara su boca para devorarla sin piedad.
Y esa noche, el augurio de Severus Snape se cumplió.
—Inclina un poco más el cuchillo —advirtió Draco, mientras se acercaba a su pareja y movía su mano derecha—. Así.
—Pero si apenas lo moviste unos milímetros —se quejó Remus—. ¿No crees que exageras?
—Es indispensable seguir todas las instrucciones al pie de la letra —argumentó el otro—. No podemos darnos el lujo de cometer el más mínimo error —el mayor asintió, entendiendo la lógica—. Lamento haberte puesto a picar, pero esto debe ser hecho hoy, y con Harry todo el día en Hogwarts, las noches son el único momento que él y mi Padrino tienen para estar juntos.
—A mí no me importa hacerlo —se inclinó y le dio un beso cariñoso—. Además, Severus se veía muy cansado.
—Es quien ha llevado el mayor peso del trabajo —confirmó Draco, asintiendo con la cabeza al tiempo que se alejaba. Se acercó al caldero para verificar la temperatura de la cocción y regular la llama. Luego de darle cinco vueltas exactas al líquido, dejó el cucharón a un lado y se quedó mirando hacia la nada, pensativo.
—¿Qué pasa? —preguntó Remus, acercándose a él.
Draco no le miró ni le contestó, y Remus permaneció a su lado en silencio, sabiendo que cuando estuviera listo, hablaría.
—Estamos enfocados en hacer esto, como si fuera la panacea de todos nuestros males —musitó el rubio al fin, en voz baja—. ¿Pero qué sucederá cuando ya no tengamos los collares? —giró la cabeza y enfocó sus ojos claros en el mago mayor—. Ellos siguen teniendo el poder, Remus. No es sólo lo que están haciendo con los presos. También te agraden a ti y a otros semi humanos por considerarles un peligro, cuando el verdadero peligro son ellos. ¿Qué vendrá después? ¿Qué también les encierren con la excusa de que son un riesgo para el mundo mágico? ¿Y después de ustedes, quién? ¿Los elfos domésticos? ¿Los duendes de Gringotts? … ¿Los muggles? —el tono de Draco había ido aumentando a medida que hablaba—. ¿Qué puta diferencia hay entre eso y lo que planteaba el Señor Oscuro?
Su pareja se acercó y le abrazó, en un intento por tranquilizar sus temores y los propios.
—Todo saldrá bien —musitó sobre su cabello—. Encontraremos la forma, ya lo verás.
Y Remus rezó internamente por que sus palabras fueran verdad y pudieran encontrar la forma de salvar al mundo mágico… una vez más.
—¿Ésa es la poción? —preguntó Harry con expectación, mientras Severus colocaba sobre la mesita de centro un frasco lleno de un líquido color azul de Prusia. Remus y Draco se acercaron a mirarlo, igual de ansiosos.
—Sí —contesto Severus brevemente.
Durante largos momentos, todos la miraron en un silencio casi reverencioso, hasta que el antiguo maestro de Pociones habló nuevamente.
>>Ahora toca probarla para ver si está bien —musitó con un suspiro.
—¿Probarla? —preguntó Harry, toda su ansiedad transformada en nerviosismo—. ¿A qué te refieres con eso de ‘si está bien’? La hiciste tú, debe estar bien, ¿no?
Draco soltó un bufido.
—¡Gryffindor! ¿Nadie te dijo que al hacer una poción nueva hay que probarla para ver si es correcta?
—Sé que eso se hace cuando se desarrollan nuevas pociones, no soy estúpido —contestó el joven moreno, ciertamente molesto—. Pero ésta es una poción ya desarrollada. Las instrucciones decían que la poción debía quedar con un color azul de Prusia y así quedó, ¿no?
—Por favor, cálmense; estamos todos muy nerviosos —pidió Severus, antes de fijar sus ojos negros en su pareja—. Tienes razón, el color nos da un buen indicio de que la poción está preparada correctamente, pero no es una garantía total. Eso sin contar que ni siquiera estamos completamente seguros de que sea el contra-hechizo correcto, hasta ahora hemos trabajado sobre la base de suposiciones
—¿Qué haremos entonces? —preguntó Remus.
—No hay alternativa, tendré que probarlo yo mismo —contestó Severus.
—Y si no es la poción correcta o algo salió mal al hacerla, ¿qué pasaría? —al ver que Severus no respondía, Harry insistió—. ¿Severus?
—Es imposible saberlo —contestó luego de unos segundos.
—Entonces, me niego —declaró, cruzando los brazos sobre su pecho—. Ya has sacrificado y te has arriesgado demasiado, me niego a que lo vuelvas a hacer —le miró con determinación—. Soy tu amo, te prohíbo que lo hagas.
—¿Me darías una orden como amo?
—¿Por evitar que resultes dañado? Por supuesto.
—Si quieren, puedo probarla yo —sugirió Draco.
—Jamás lo permitiría —dijo Severus, sonriendo levemente —, y me parece que Remus tampoco —el aludido tenía el ceño profundamente fruncido y toda su fiereza lobuna en los ojos dorados dispuesta a saltar para defender a su pareja—. Y tampoco Harry —miró detenidamente al joven.
—No, no deseo que nada le pase a Draco —suspiró luego de un largo momento en lo que su profundo terror le decía que le importaba un demonio Draco, lo único que le interesaba era la seguridad de su amor—. Pero mucho menos a ti.
—Escucha, Harry —hizo que el joven desdoblara los brazos y tomó sus manos —. Es necesario hacerlo, pero te prometo que no va a pasar nada.
—No puedes prometerlo, no estás seguro —refunfuñó, pero se rindió ante la expresión de los ojos negros—. Te juro que si te pasa algo, te mato.
Sonriendo, Severus le abrazó por unos segundos antes de pedir:
—Siéntate conmigo, quiero que estés a mi lado mientras me la tomo.
Harry le miró, le dio un beso suave y replicó:
—Lo estaré, pero denme un minuto. Prepárenlo todo mientras vuelvo.
Conectó la red flu de la salita con el despacho de la Dirección de Hogwarts. Momentos después, la cara de Minerva McGonagall aparecía en medio de las llamas.
>>Minerva —pidió Harry, conciso—. Ya está lista la poción y Severus la va a probar. Necesito que Madam Pomfrey venga.
No fue necesario que dijera más. Minutos después, ambas brujas salían de la chimenea.
>>Madam Pomfrey —dijo Harry por todo saludo, ya sentado al lado de Severus y sosteniendo su mano—. Severus va a tomar una poción y necesito de su asistencia por si ocurre algo… inesperado. Sé que es innecesario pedírselo, pero es indispensable que lo que aquí va a suceder permanezca en completo secreto.
La medibruja miró a Harry y luego a la profesora McGonagall, completamente confundida. Ante el asentimiento de esta última, contestó:
—Tienes mi palabra.
Severus tomó el recipiente con la poción de la mesa y se lo entregó a Draco, antes de tomar la mano de Harry y apretarla con fuerza.
—Sólo una gota —instruyó al rubio, y luego sacó la lengua, decidido.
Respirando profundamente para controlar el inevitable temblor en sus manos, Draco tomó un gotero, lo introdujo en la sustancia azul, y dejó caer una minúscula gota sobre la lengua de Severus.
Todos miraron expectantes al antiguo maestro de Pociones, quién en principio no sintió absolutamente nada, y durante esos agónicos segundos pensaron que todo había salido mal. Sin embargo, después de un par de minutos, sintió un calor abrasador que rodeaba su cuello sin llegar a quemarlo, y todos pudieron ver una luz plateada que irradiaba brillante desde el collar. Después de unos segundos, apareció una pequeña cerradura en la parte de atrás del collar, que luego se abrió con un sonoro clic, dejando a todos impactados.
Severus Snape estaba libre del collar, y con ello, de su esclavitud.
El ambiente en la salita de la casa de Godric’s Hollow era de una algarabía total. Los magos y brujas presentes estaban eufóricos. No sólo habían logrado liberar a Severus y Draco de los infames collares, sino que acababan de dar un paso realmente contundente para lograr un cambio verdadero en el mundo mágico.
Harry tenía que reconocer que, por una milésima de segundo, había acariciado la idea de mandar todo al diablo y largarse con Severus al mundo muggle, donde nadie los pudiera encontrar nunca más. Pero sabía que no podría vivir con el peso de la culpa al haber dejado a tanta gente en tal situación, y también sabía que Severus nunca se lo habría permitido. Por eso había reunido a todas las personas en las que podía confiar, para decidir entre todos los pasos a tomar.
Les había contado escuetamente la situación y el hecho que ya habían desarrollado la poción que actuaba como contra-hechizo, y ahora estaban analizando las opciones a seguir.
—¿Podríamos liberar del collar a todos los esclavos? —sugería Ron en ese momento.
—No es buena idea —razonó Severus—. Aunque muchos de los actuales esclavos son jóvenes y tuvieron poca participación en la guerra, he visto unos cuantos realmente peligrosos, como Avery y Mulciber. Regresarles su magia sería impensable.
—Estoy de acuerdo —intervino Kingsley—. De momento, la mayoría de mis aurores está en contra de la situación actual, pero, definitivamente, no aceptarían la liberación de algunos de esos Mortífagos. Sería el primer paso para una guerra civil.
—Habría que reestructurar el Wizengamot y volver a juzgar a todos los detenidos pero bajo unas premisas justas —expuso Arthur Weasley—. Antes de comenzar los juicios, Scrimgeour destituyó a varios magos y brujas decentes, y puso es su lugar a una serie de monigotes que siguieron ciegamente sus órdenes. Estoy seguro que muchos de esos jóvenes de los que habla Severus saldrían en libertad por falta de pruebas, o con una condena mínima. En cuanto a los verdaderos Mortífagos, se clarificarán sus condenas y deberán pagarlas en Azkaban, es lo justo.
—Sin embargo, también es importante organizar la prisión —intervino Severus—. Ni el peor de los Mortífagos se merece lo que allí sucede.
—De lo que plantean, infiero que la mayor prioridad es conseguir la renuncia de Scrimgeour y reestructurar el Ministerio —resumió Minerva McGonagall en ese momento.
—Parece ser indispensable para que esto funcione —razonó Severus.
—¿Pero cómo lograremos que el Ministro renuncie?
Todos quedaron pensativos por un tiempo, durante el cual Harry pareció recodar algo y sonrió ampliamente.
—Se me ocurre una idea para que Scrimgeour renuncie —comentó, antes de mirar a Kingsley—. Pero voy a necesitar tu ayuda.
—Por supuesto. ¿De qué se trata?
—Ahora les cuento con mas calma —le dijo, antes de mirar a Luna Lovegood, que hasta el momento había permanecido callada, sentada al lado de su novio, Neville Longbottom—. Pero para que realmente funcione, vamos a necesitar que la opinión pública cambie de orientación. Hasta ahora la batuta publicitaria la ha manejado el Ministerio a través de El Profeta. ¿Crees que El Quisquilloso pueda darles la pelea?
—Por supuesto —aseguró la muchacha, sonriendo—. Hasta ahora hemos mantenido un bajo perfil al respecto para evitar que el Ministerio nos cerrara la publicación, pero si vamos a luchar, El Quisquilloso se une. A partir de mañana empezaremos a bombardear al público para que tomen conciencia de lo que está sucediendo.
—Parvati Patil está trabajando en Corazón de Bruja —intervino Hermione—. Ella también puede ayudarnos.
Todos la miraron con una mezcla de burla e incredulidad, pero fue Draco quien planteó la pregunta que estaba en la mente de la mayoría.
—¿Cómo demonios nos puede ayudar un pasquín como Corazón de Bruja?
—Nunca desestimen el poder de las revistas del corazón —comentó la chica, sonriendo—. Son leídas por un montón de mujeres sensibles, que tienen esposos, hijos, padres y hermanos.
—Creo que la señorita Granger tiene un buen punto —apoyó Severus.
—Se podría hacer una primera entrevista para que Remus y Draco cuenten su historia, y otro con Harry y Severus, para que ellos conversen de su situación. El mundo mágico se derretirá.
—Retiro lo dicho, ya no me parece buena idea —dijo Severus, frunciendo el ceño.
—Estoy de acuerdo —intervino Draco, con un ceño similar.
—Pues a mi me parece una idea genial —declaró un sonriente Harry—. No te preocupes por estos dos, Rem y yo les convencemos. Contacta la entrevista con Parvati.
Se escucharon dos bufidos gemelos pero todo el mundo los ignoró.
—Bueno, resumiendo —habló Molly Weasley, que hasta ese momento se había limitado a escribir sin intervenir—, la táctica a seguir es la siguiente: primero, cambiar la opinión pública, a través de El Quisquilloso y Corazón de Bruja; segundo, destituir a Scrimgeour, de lo cual se encargarán Harry y Kingsley; y tercero, reestructurar el Wizengamot y Azkaban, y plantear nuevos juicios para todos los presos. ¿Es todo?
—También será necesario neutralizar a los secuaces de Scrimgeour —planteó Kingsley, antes de agregar—: A todos los que conocen el hechizo. ¿Qué haremos con ellos?
—Será necesario borrarles todo recuerdo concerniente al hechizo.
—Probablemente sea una porción muy extensa de recuerdos, podrían quedar dementes —argumentó McGonagall.
—Lo cual no sería gran desperdicio —comentó Draco como al descuido, ganándose varias miradas reprobadoras.
—En esta ocasión coincido con Draco —ahora, las miradas que se enfocaron en Harry eran de auténtica sorpresa—. No me miren así porque ustedes saben que es verdad. Debemos evitar que cualquiera ajeno a los aquí presentes quede con conocimiento de esa maldición, sería un error. Desmemorizaremos a todos los implicados excepto a Scrimgeour. A él le reservo otra cosa.
Al escuchar el tono duro del joven, a más de uno le recorrió un escalofrío. Ése no era el dulce Harry de siempre, sino el hombre que había vencido a Voldemort.
—¿Cómo sabremos quiénes son? —indagó Remus.
—Interrogaremos al señor Ministro con veritaserum —dijo Harry, antes de mirar a Severus—. ¿Podrías elaborar una poción especialmente potente?
El hombre asintió sin hablar, mientras sus ojos negros brillaban con orgullo ante el despliegue de fuerza y organización mostrado por su pareja.
>>¿Algo más? —preguntó Harry.
—Hay que solucionar lo del trato a los semi humanos —planteó un preocupado Draco, deseoso de resolver la situación de Remus dentro del mundo mágico de una maldita vez.
Harry asintió.
—Esa deberá ser una de las prioridades del nuevo Ministro, elaborar leyes apropiadas para la protección de magos, semi humanos, y todo tipo de criatura mágica.
Todos los presentes mostraron su conformidad.
—Entonces, nos queda decidir quién será el nuevo Ministro —planteó Remus.
Se hizo un largo silencio que rompió Minerva McGonagall.
—Yo propongo a Arthur Weasley.
Sorprendido, el aludido estaba a punto de negar cuando Harry tomó la palabra.
—No trates de rehusarte, Arthur, eres perfecto para el cargo —declaró, mientras el resto mostraba estar de acuerdo—. No sólo eres de absoluta confianza sino que conoces profundamente el manejo del Ministerio. Contigo de Ministro y Kingsley de Jefe de Aurores, todo va a funcionar como la seda.
—Además, no es ningún regalo, Arthur, te lo aseguro —comentó Severus—. Menudo lío que se te viene encima.
—¿Pero cómo van a lograr que yo sea Ministro?
—Eso déjanoslo también a Kingsley y a mí —ofreció Harry—. Scrimgeour va a dejar designado a su sucesor, con la buena pro del Salvador del Mundo Mágico. Al fin mi fama va a servir de algo productivo.
—Pero eso no es correcto, deberían hacerse elecciones.
—Arthur, estamos en esta situación porque nosotros quisimos hacer lo correcto mientras otros jugaron a su modo, ¿no? —declaró Harry con decisión—. Pues se acabó. Ahora el mundo mágico lo manejaremos los que lo salvamos, y será a nuestro modo —miró al patriarca Weasley—. Entonces, Arthur, ¿qué dices?
—Bueno, si no hay otro remedio —aceptó con una cómica mueca de resignación que hizo reír a todos.
—Bien, creo que ya no tenemos nada más por decidir.
—Aún queda algo —musitó Severus, con visible esfuerzo.
Todos le miraron, interesados; Harry le observó, preocupado.
—¿De qué se trata, Severus?
—Cuando Arthur asuma el cargo, lo primero que debe hacer es retirar los collares y enviar a todos los esclavos a Azkaban… Incluyendo a Draco y a mí.
Última edición por alisevv el Mar Ago 17, 2010 11:15 pm, editado 2 veces | |
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