La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Un regalo inesperado. Capítulo 6

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alisevv

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MensajeTema: Un regalo inesperado. Capítulo 6   Un regalo inesperado. Capítulo 6 I_icon_minitimeJue Nov 05, 2009 5:40 pm

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El día había sido especialmente tenso para los habitantes de la casa de Godric's Hollow. A diferencia de los últimos días, en los que habían compartido mucho tiempo juntos, Severus la pasó metido en su laboratorio y Harry distribuyó su tiempo entre los jardines y su estudio. Ni siquiera se reunieron a comer, y durante la cena apenas intercambiaron un par de palabras.

Después de los postres, Severus se disculpó para salir a fumar un rato y Harry se fue a la salita a rumiar su angustia. Había tomado una decisión sobre lo que haría el día siguiente, la única posibilidad que veía para no dañar al hombre que amaba, aunque estaba consciente que para él mismo iba a resultar algo difícil. Sin embargo, no podía adelantarle nada a Severus, a riesgo de que se echara todo a perder.

Aun así, tenía que hablar con él. Lograr que se serenara y que confiara en él. Dando un suspiro de cansancio, llamó en voz alta.

—Dobby.

El elfo doméstico apareció al instante, acompañado de su chasquido habitual.

—¿El Amo Potter me llamó, Amo?

—Sí, Dobby. Por favor, dile al profesor Snape que necesito hablar con él. Lo esperaré aquí.

Cinco minutos después, el hombre aparecía en el umbral de la puerta.

—Dobby dijo que me necesitabas.

—Sí —contestó, confirmando con un movimiento de cabeza—. Por favor, Severus, siéntate aquí conmigo.

En silencio, se acercó al sofá y se sentó a su lado. A pesar de la evidente incomodidad, ambos tuvieron una profunda sensación de bienestar con su cercanía. Permanecieron largo rato en un silencio que resultaba bastante tenso, Severus mirando la alfombra y Harry la copa que tenía en la mano. Al fin, fue éste último quien habló primero.

—¿Te apetece beber algo?

Ante su vacilante tono de voz, Severus alzó la cabeza y le miró, encontrando unos preocupados ojos verdes. Luego de unos instantes, sonrió con calidez y señaló la copa que el otro sostenía.

—¿Qué estás tomando tú?

—Es un licor de almendras —contestó, feliz por esa pequeña fisura en el frío glacial que los había separado todo el día.

—¿Me permites probarlo? —Harry le entregó su copa con una sonrisa insegura y vio cómo Severus lo cataba con deleite—. Es delicioso, Potter. Debo reconocer que tienes buen gusto para elegir los licores.

—Puedes terminarlo, no me apetece más —ofreció.

Luego de tomar otro sorbo de licor, el antiguo profesor se le quedó mirando atentamente.

—¿Para qué me necesitabas? —preguntó, al ver que el muchacho no parecía muy predispuesto a hablar.

—¿Qué?

—Dobby, ¿recuerdas? Le dijiste que necesitabas hablar conmigo.

—Ah, si… —se detuvo, tragando con fuerza—. Es sobre mañana.

La única muestra externa de que al mago mayor también le preocupaba ese tema fue el velo que pareció opacar sus ojos negros. Sin embargo, en voz alta desestimó el tema.

—No debes preocuparte por eso. No es gran cosa.

Al principio, Harry quiso gritar al escuchar la forma despectiva en que trataba la idea de la inminente relación sexual con él. Pese a toda su preocupación, se sentía inmensamente emocionado ante la idea de hacer el amor con el hombre que amaba. Pero pronto se calmó, entendiendo que ésa era una actitud que Severus estaba adoptando para protegerse y tratar de ignorar sus verdaderos sentimientos al respecto. Decidiendo que si quería que aquello funcionara no podía permitir que se siguiera escondiendo, respiró profundamente, lo miró a los ojos y musitó:

—Sé lo que sucedió con Voldemort en tu juventud.

Severus palideció intensamente y entrecerró los ojos, observándole con precaución.

—¿A qué te refieres exactamente? —preguntó.

Harry sintió como si ahora le rodeara una montaña de hielo ante la frialdad que destilaba esa hermosa voz. Inspirando nuevamente para darse valor, contestó con sinceridad, tratando de transmitirle todo el amor y la comprensión que anidaba en su alma.

—Sé que ese monstruo acostumbraba a maltratar a sus Mortífagos más jóvenes… en muchos sentidos.

Severus apretó los dientes en un intento por contener sus conflictivas emociones, que en ese momento eran una mezcla de angustia, ira, vergüenza y quién sabe cuántos sentimientos más. Al final, logró musitar con voz estrangulada.

—¿Cómo lo supiste? ¿Por el Ministerio? ¿Todo el mundo sabe que…?

—No, no, ellos no lo saben —se apresuró a tranquilizarle. Deseaba abrazarle, confortarle, pero de alguna manera sabía que eso no sería bien recibido, no de momento al menos.

—¿Entonces?

Harry volvió a dudar. Sabía que su respuesta iba a doler y avergonzar mucho a Severus.

—Fue Draco —confesó al fin—. Lo escuchó de su padre en una conversación.

La palidez del Slytherin aumentó, si es que aquello era físicamente posible. Su mano se tensó alrededor de la copa que sostenía y tembló, muestra inequívoca de la fuerza que el mago estaba imprimiendo para controlar sus emociones.

—¡Maldito Lucius! —exclamó. Sin poder contenerse por más tiempo, hundió el rostro entre las manos, temblando de angustia, y soltando la copa, que cayó derramando su contenido sobre la alfombra.

Harry le permitió unos minutos para que tratara de serenarse un poco antes de alargar una mano tentativamente y posarla sobre su brazo, respirando aliviado al ver que no era rechazado. Apretando más su agarre, musitó en un tono pausado que buscaba tranquilizarle.

—Draco nunca hubiera dicho nada a nadie; lo hizo porque está muy preocupado por ti —Severus no levantó la cabeza—. Yo también lo estoy. Sé que esto va a ser muy difícil para ti.

Aún sin levantar la cabeza, el otro negó.

—Pasó hace muchos años ya. Está olvidado.

Harry se deslizó hasta la alfombra, sentándose frente a él y colocando ambas manos en sus rodillas.

—No lo está y ambos lo sabemos —musitó, frotando sus rodillas con cariño—. Quedó allí, en el fondo, como un recuerdo terrible listo para aparecer en cualquier momento, ¿no? — Severus no contestó y Harry subió una mano para acariciar su cabello—. Y ahora sientes que todo va a volver a empezar.

Ante eso, el antiguo profesor de Pociones alzó bruscamente la cabeza, sus ojos repletos de dolorosos recuerdos.

—Eso no, tú no eres ese monstruo —respiró hondamente y continuó—: Es sólo… Merlín, estos días contigo han sido muy agradables, y no quisiera echar todo a perder por mis inseguridades.

La mano de Harry tomó un mechón negro ébano y empezó a juguetear con él.

—Severus, no quisiera entrometerme en tu vida privada pero es necesario que te pregunte algo —musitó con voz acariciadora. El otro se tensó en anticipación pero no hizo amague de retirarse de esa mano acariciadora ni de negarse a la futura pregunta —. En todos estos años, después de lo pasado con… Voldemort, ¿tuviste otras relaciones con hombres?

Después de un buen rato durante el cual Harry ni siquiera se atrevió a respirar, la cabeza morena se movió, afirmando. El joven acarició amorosamente su cabello y volvió a preguntar.

>>¿Y alguna vez has vuelto a ser… poseído?

Los ojos negros se oscurecieron y esta vez la respuesta llegó más pronto y con cierta brusquedad.

—No.

—Y ahora te ves obligado a ser nuevamente dominado y todos los recuerdos regresan a atormentarte, ¿no es así? —su mano no dejó de acariciar suavemente sus cabellos ni por un momento.

Con un profundo suspiro, asintió.

>>Escúchame bien, Severus —musitó, retomando la idea anterior—. No vamos a echar nada a perder, ni tú ni yo. Lo último que desearía en esta vida es hacerte daño, y estoy seguro que tú piensas igual respecto a mí —el hombre movió la cabeza, afirmando—. Te prometo… te juro, y pongo mi vida en prenda, que lo de mañana no dejará ningún nuevo tormento en tu corazón. Pero necesito que confíes en mí, como yo lo hago en ti; es indispensable para que todo salga bien. ¿Crees que podrás confiar en mí?

Los ojos negros taladraron a los verdes durante un tiempo que se hizo eterno, y luego, la voz ronca murmuró:

—Confiaré.

Harry le abrazó con fuerza y luego de darle un beso en la mejilla, se levantó y le tendió la mano.

—Ahora vamos a dormir, es tarde y ha sido un día largo. Espero que todavía me dejes un espacio en tu cama.

Sonriendo, Severus asintió con la cabeza y lo siguió escaleras arriba, hasta su habitación.



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A la mañana siguiente, ambos despertaron descansados y bastante animados, luego de dormir toda la noche uno en brazos del otro. Después de desayunar, decidieron que dado que era domingo, les apetecía hacer algo especial, así que invitaron a Hermione, Ron, Remus y Draco a almorzar.

Sus amigos, conscientes de la situación emocional por la que debían estar pasando, decidieron hacer todo lo posible para que conservaran su buen ánimo, así que ese día no se habló de collares, ni hechizos, ni de los desgraciados del Ministerio. Fue un día de risas y alegría, de anécdotas graciosas y buena comida. Y de celebrar que Hermione estaba embarazada y que Ron se había salvado dos veces de milagro, la primera del cuasi infarto que le produjo la noticia y la segunda de las maldiciones que le había lanzado Molly Weasley.

Los invitados se fueron a mitad de la tarde y sus anfitriones subieron a sus habitaciones a descansar un rato. Cuando Severus entró en su recámara, encontró un enorme paquete sobre su cama. Al abrirlo, vio una nota sobre un lecho de seda negra. Alzo la nota y leyó con rapidez:

Severus

En cuanto vi esta túnica en el escaparate, supe que había sido creada para ti. Es un pequeño obsequio; no la rechaces, por favor.

Te espero en dos horas en la cascada. No faltes a nuestra cita.

Harry


—Nuestra cita —repitió en voz baja, tomando consciencia de que él nunca había tenido algo que pudiera llamar una cita, sólo sexo casual de una noche—. Gryffindor sentimentales —sonrió aún sin proponérselo.

Con cuidado, sacó la túnica de la caja y la desplegó ante sus ojos. Era impresionante, tanto que haría palidecer de envidia al mismísimo Lucius Malfoy. Con un corte y una caída impecables, estaba confeccionada de esa seda especial que sólo se conseguía en el mundo mágico, que permanecía sin una sola arruga sin importar el tiempo que la llevaras puesta. Era una prenda de altísimo costo en el mercado, y tomó nota de comentar ese asunto con Harry, pero en ese momento se sentía incapaz de rechazarla.

>>Quizás mañana podamos regresarla a la tienda —musitó en voz alta para sí mismo, sonriendo sin darse cuenta—. Al fin y al cabo soy Slytherin, y nosotros nunca despreciamos una buena oportunidad.



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Severus caminaba por el estrecho sendero bordeado de árboles, rumbo a la cascada. Tenía que admitir que Harry había creado un lugar acogedor allí. Miró hacia el cielo. Entre los árboles, la luna lanzaba sus luminosos rayos hacia la Tierra. Pronto sería luna llena, y esa misma tarde Remus se había llevado la nueva Poción Matalobos. Qué terriblemente irónica era la vida; lo que para algunos era una belleza inigualable, para otros, como Remus y Draco, resultaba una maldición.

Desechó los pensamientos negativos para dedicarse a seguir disfrutando del paseo. A él le gustaba la noche. Aunque una parte de la naturaleza se tomaba su tiempo para descansar, otra parte cobraba vida. El canto de las aves era sustituido por el sonido de los insectos, las flores que iluminaban el día por el aroma de aquellas que sólo embellecían la noche. Además, era normal que le gustara la noche, se dijo, sonriendo internamente; después de todo, los Gryffindor decían que era un murciélago grasiento, ¿no?

Saliendo de sus reflexiones, se dio cuenta que, sin casi notarlo, había llegado a la cascada. Observó con sorpresa la hermosa mesa que estaba servida bajo uno de los frondosos árboles que bordeaban el estanque, y al sonriente Gryffindor que estaba parado cerca, elegantemente ataviado.

—Hola —lo saludó alegre, inclinándose para besar su mejilla—. Gracias por ponerte la túnica, te queda perfecta.

—Debió costarte un montón de galeones —refunfuñó el mayor, antes de sonreír débilmente—, pero me pareció buena idea usarla esta noche. Mañana la podremos devolver.

—Nada de eso. Es un regalo y los regalos no se pueden regresar, es mala suerte.

—¿Y desde cuándo crees tú en la suerte?

—Antes no creía pero cambié de opinión —declaró, tomando su mano y guiándole hasta la mesa—. El destino ha sido muy generoso conmigo al traerte hasta aquí —musitó, pero antes que Severus pudiera contestar algo, se apresuró a agregar—: Además, no es tan caro como piensas; algún beneficio debe tener ser el Salvador del mundo mágico.

—¿A qué te refieres?

—Bueno, digamos que a la tienda de túnicas les conviene decir que El Elegido compró en su establecimiento y a mí me convino el precio que me dieron —comentó sonriendo.

—¿Ése no es un pensamiento demasiado Slytherin para ti? —preguntó, levantando una ceja—. Tenía la impresión de que no te gustaba aprovecharte de tu fama.

—No lo hago a menudo —replicó, sonriendo con picardía—. Pero como igual se van a aprovechar de mí, al menos que el beneficio sea mutuo.

—Vaya, se nota que has estado frecuentando mucho a Draco.

Harry se echó a reír.

—Sí, me ha dado unos cuantos consejos —señaló una silla—. Anda, vamos a comer.

Severus se sentó, y cuando Harry empezó a destapar las bandejas, lo miró con asombro.

—¿Cómo supiste cuáles eran mis platos favoritos? —preguntó, absolutamente intrigado—. Draco no pudo habértelo dicho, ni siquiera él lo sabe.

—Dobby trabajó varios años en Hogwarts, nunca se deben desestimar los recursos de un elfo doméstico.

Comieron con tranquilidad, disfrutando los alimentos en medio de una animada charla, arrullados por el ruido del agua al caer y los múltiples sonidos de los insectos nocturnos. Mientras paladeaban un aromático café, Harry propuso:

—El agua está deliciosa esta época del año, ¿nos damos un chapuzón?

Sin esperar respuesta, se levantó y llegó a la orilla del manantial, despojándose de su ropa hasta quedarse en boxers y lanzándose en picada. Después de un momento de duda, Severus le imitó y se reunió con él en el agua.

—¿Verdad que está estupenda? —gritó el Gryffindor, riendo, antes de sumergirse para nadar bajo la superficie, saliendo un minuto después.

Ambos llevaban un buen rato chapoteando y jugueteando en medio del estanque, cuando Harry volvió a hundirse. Después unos dos minutos aproximadamente, Severus se comenzó a inquietar.

—¡Harry, sal ya! —pidió en voz alta, pero no notó movimiento alguno—. ¡Harry, ha pasado demasiado tiempo, sal!

Cuando estaba a punto de bajar a buscarlo, sintió cómo una de sus piernas era jalada con fuerza. Al hundirse sin estar preparado, tragó un montón de agua y regresó a la superficie tosiendo y chapoteando para recuperar la estabilidad, para encontrar a Harry riendo a mandíbula batiente.

>>Eso no fue gracioso —dijo cuando fue capaz de hablar nuevamente.

—Oh, sí, sí que lo fue —declaró, observándolo divertido.

—Pareces un niño pequeño —comentó con una sonrisa despectiva.

—¿En serio? —Harry sonrió, travieso, y empezó a acercarse al hombre—. ¿Estás seguro? —elevó una mano empapada y apresó el fuerte cuello para atraer su cabeza y tomar su boca con desesperación. El mismo Severus se asombró al sentirse abriendo la boca y correspondiéndole con la misma pasión. Sus lenguas se entrelazaron y sus cuerpos se acercaron hasta un límite imposible, mientras el roce y la ansiedad hacían que sus erecciones comenzaran a endurecerse. Cuando al fin se separaron para respirar, Harry musitó casi sobre sus labios—. ¿Esto lo haría un niño?

Por toda respuesta, el hombre volvió a tomar su boca, mientras las manos comenzaban a entrar en acción y empezaban a acariciar ambos cuerpos. Separándose al fin, Harry habló con voz cargada de deseó.

>>Ven.

Obediente, Severus tomó la mano que se le ofrecía y ambos salieron del agua. Harry lo guió hasta el lugar donde habían dejado sus túnicas y se vistieron, para luego, con las manos todavía unidas, caminar en silencio de regreso a la casa.

Aún sin soltar su mano, el más joven atravesó el vestíbulo y subió las escaleras, pero esta vez no entró en la habitación de Severus, sino en la propia. El Slytherin notó que era igual de cálida y acogedora que el resto de la casa. Caminaron hasta la gran cama que ocupaba el lugar de honor. Al llegar allí, Harry le hizo una suave caricia con la mano, le dio un pequeño beso, y musitó:

—Confía en mí.

Sin otra palabra, desapareció tras una puerta de madera que conducía al cuarto de baño. Agradeciendo internamente la delicadeza de Harry, que le permitió prepararse a solas, comenzó a quitarse la hermosa túnica. Vio que sobre la cama se encontraba su pijama rojo oscuro, otra cortesía del joven hacia él. Dudó entre ponérselo o no, pero decidiendo que si iba a confiar en Harry debería hacerlo completamente, dejó el pijama en una silla junto su ropa y la ropa interior, se metió bajo las sábanas y apagó la luz, dejando solamente unas tenues velas encendidas sobre las mesitas de noche.

Cuando empezaba a preguntarse qué estaría pasando con Harry, la puerta del baño se abrió de nuevo y el joven salió lentamente, iluminándole con su verde mirada. Vestía una bata de dormir, pero al ver toda la ropa de Severus pulcramente doblada sobre la silla, sonrió con calidez y procedió a despojarse de la bata.

Desnudo, caminó hasta la cama, e inclinándose, tocó la mejilla del hombre y besó suavemente sus labios. Permaneció largo rato así, mimándole con besos y suaves caricias, hasta que sintió cómo la tensión de Severus se aflojaba y prácticamente se derretía bajo sus labios.

Mordisqueándole el labio inferior, se separó con una sonrisa acariciadora y fue a la mesita de noche, de dónde sacó un tubo color marrón claro. Sin poder evitarlo, el antiguo profesor de Pociones se tensó de nuevo, pero Harry le volvió a sonreír y se dirigió hacia sus pies. Vertió en sus manos una generosa porción del aceite del tubo y comenzó a masajear uno de sus pies.

—Ayer, cuando fui a comprar la túnica, adquirí unas pocas cositas más —murmuró el joven, mientras masajeaba su tobillo—. Éste es un aceite relajante que además tiene la ventaja de ser comestible —bajó la cabeza y empezó a succionar el pulgar del pie del hombre, arriba y abajo, enviando estremecimientos a su columna vertebral—. Lo compré de chocolate, es mi preferido —ahora estaba masajeando el otro pie y lamiendo entre sus dedos—. Tendré que enviarles una nota de felicitación, es absolutamente delicioso.

Ante la abrumadora excitación que le producían las sensuales atenciones de Harry hacia sus pies, Severus tensó los dedos con fuerza. El joven miró hacia el centro de la anatomía del antiguo profesor y notó con alegría que su erección reaccionaba muy positivamente a su trabajo. Echando un nuevo chorro de aceite en sus manos, empezó a masajear las musculosas pantorrillas, cubiertas de un suave vello negro. Mentalmente, agradeció que en el Ministerio no se les hubiera ocurrido depilarlo como había visto a otros esclavos; esa suave alfombra negra era absolutamente excitante.

Siguió su masaje hacia los muslos, suaves pero musculosos, deleitándose en besar y lamer su parte interna, subiendo hasta cerca de la ingle. Permaneció largo rato en la zona, chupando y acariciando, hasta que Severus alzó las caderas, musitando:

—Harry, por favor.

Ignorando la agónica súplica, Harry sonrió sobre la piel de su ingle y empezó a subir por su firme cadera, dejando a su paso un rastro de besos y saliva. Siguió ascendiendo encontrando el ombligo, donde se detuvo largo rato, lamiendo y mordiendo, y deslizando su lengua en el cálido orificio, antes de continuar por el ancho pecho hasta alcanzar uno de los duros picos que se erguían desafiantes. Severus soltó un gemido ahogado cuando los tibios labios se cerraron alrededor de su tetilla, mordiendo y succionando con ardor, y volvió a elevar las caderas con hambre cuando una hábil lengua comenzó a acariciar la dura punta.

Compadeciéndose, Harry llevó su mano hasta el endurecido miembro, que rojo e hinchado ya estaba soltando las primeras gotas de pre-semen. Lo masturbó lentamente, disfrutando de su calidez y su textura. De pronto, dio un respingo al sentir que la mano de Severus también se cerraba sobre su pene, comenzando a acariciarlo a placer.

Luego de un rato, pensando que si seguían así todo acabaría antes de empezar, Harry se apartó y se incorporó, obteniendo un gruñido de descontento de parte del hombre. Se estiró hasta la mesilla y sacó tres tiras de seda negra.

—Confía en mí —suplicó, mientras tomaba una de sus manos y la ataba a la cabecera de la cama. Mientras ataba la otra mano, vio que el temor nuevamente ocupaba en los ojos negros un lugar que hasta ese momento había estado lleno de lujuria y pasión.

Severus no entendía lo que estaba pasando, el porqué Harry le estaba atando. Hasta ahora había sido suave, gentil, tratándole como si fuera un frágil cristal; excitándole al punto de hacerle olvidar, de momento al menos, todo excepto el calor que trasmitían sus manos y boca. Y ahora, lo estaba atando, igual que le habían hecho hacía tantos años.

Confía en mí

Pero esas manos no eran como las de entonces. Aquellas eran crueles y lastimaban; éstas eran dulces y acariciaban, incluso mientras ataban sus muñecas. Aquellos labios sólo herían e insultaban, mientras estos excitaban y murmuraban palabras de cariño y consuelo. Aquel hombre siempre terminaba y le dejaba en una fría mazmorra, sin siquiera un gesto de afecto; éste le había sostenido, se había quedado a su lado, abrazándole, con el único objetivo de confortarlo.

Confía en mí

¿Pero por qué hacía esto? Tenía que saber.

—¿Por qué haces esto? —preguntó, sin entender.

—Confía, te lo ruego. Jamás te dañaría —susurró en su oído, para luego besar sus labios—. Luego te explicaré todo, lo prometo. Ahora voy a vendar tus ojos y sólo quiero que sientas y disfrutes. ¿Está bien?

Confiar. Confianza. Un concepto que Severus no había contemplado en mucho tiempo, tal vez nunca, al menos no al nivel que ahora le suplicaba Harry. Sin poder evitarlo, sus ojos se quedaron fijos en la tira de seda que todavía sostenía el joven, esperando inmóvil por su respuesta. Sabía que no procedería sin su permiso, no lo obligaría a hacer algo que realmente no quisiera. La perspectiva de estar amarrado y ciego no era precisamente una idea atractiva para él; sus movimientos estarían limitados y no podría ser testigo de lo que sucediera. Pero Harry le pedía que confiara...

Confía en mí

Tomando una profunda bocanada de aire, encontró los verdes ojos antes de musitar:

—Confío.

Ante esa respuesta, Harry vendó sus ojos con sumo cuidado y volvió a sus pezones, que pellizcó, lamió y mordisqueó hasta que de los labios de Severus comenzaron a escapar nuevos gemidos de placer. Se separó de él por un momento y tomó otro tubo del cajón, esta vez de color crema. Echó sobre la entrepierna de Severus un generoso chorro de aceite y comenzó a masajear con delicadeza sus testículos. Bajando la cabeza, comenzó a mimarlos y acariciarlos con lengua, labios y manos, mientras Severus alzaba las caderas, gimiendo sonoramente ante la abrumadora sensación que le embargaba, y cuando la caliente y húmeda boca de Harry lo cubrió, lanzó un grito ahogado.

Notando que Severus, y él mismo, ya estaban muy cerca del límite, Harry vertió una buena cantidad de lubricante sobre el pene de su pareja y se montó a horcajadas sobre él, pero sin llegar a tocarlo. Sin poder ver nada de lo que estaba pasando, pero sintiendo los movimientos del joven, Severus musitó con voz donde se evidenciaba un fuerte tono de inquietud.

—Harry, no me has preparado.

El joven se inclinó a besarle y musitó sobre sus labios.

—No hace falta.

Y sin más preámbulos, bajó sus caderas y comenzó a empalarse sobre la firme erección de Severus.

El grito que lanzó el Slytherin mientras se sentía cálidamente acogido en el interior de Harry fue una mezcla de placer e incredulidad.

—¿Harry, qué…?

—Shhh —lo interrumpió, tratando de lidiar con el dolor que le estaba produciendo la intrusión de Severus en su cuerpo—. Después. Ahora, no te muevas, por favor.

Luego de un rato, el dolor de Harry comenzó a ceder, siendo cambiado por el inmenso placer que sentía al estar tan imposiblemente lleno. Se inclinó para quitar la venda a Severus y encontró que lo miraba completamente confundido.

Se agachó y le dio un gentil beso, que fue inmediatamente correspondido.

—Ahora no te muevas, recuerda que debo poseerte.

Entonces, la comprensión se abrió en el cerebro de Severus.

—Merlín, Harry, ¿qué hiciste?

—Luego, amor —contestó, antes de comenzar a moverse.

Ambos creyeron agonizar de placer mientras Harry subía y bajaba sobre el hombre, haciendo que su firme pene llegara cada vez más adentro, golpeando repetidamente la próstata del joven, mientras ambos jadeaban con infinito placer. Pronto, los movimientos de Harry se hicieron más bruscos, y Severus tuvo que acudir a toda su fuerza de voluntad para no alzar las caderas y responder.

—Déjate ir, Severus —pidió suplicante, queriendo asegurarse que al enlace no le quedara ninguna dura de quién era poseído—. Ya no aguanto.

Como si de una orden se tratara, el hombre se liberó en su interior con un ronco gruñido. Segundos después, Harry se vaciaba sobre el pecho y el abdomen de su amante sin tener que tocarse siquiera, para luego derrumbarse sin aliento sobre el cuerpo de Severus. En ese momento, una cegadora luz azul emergió de sus cuerpos, rodeándoles brevemente y desapareciendo.

Pasó un largo rato mientras ambos recuperaban el aliento y estabilizaban sus respiraciones. Al fin, Harry se apartó y quedó acostado boca arriba, mirando fijamente al techo. Segundos después, notó que el colchón se movía y sintió los ojos negros taladrándole con la mirada. Sin hablar todavía, se incorporó y desató sus manos con presteza.

—¿Qué fue todo esto? —musitó el hombre sin terminar de comprender lo que había pasado, mientras se frotaba las muñecas para recuperar la circulación.

Harry suspiró pesadamente y se giró a mirarle.

—Pasé varios días pensando cómo podríamos pasar por esto sin que salieras dañado —comenzó, alzando una mano para acariciar su rostro. El hombre la atrapó y le dio un suave beso en la palma, y Harry volvió a suspirar, esta vez con placer—. El problema estribaba en cómo engañar al hechizo, que pensara que yo te estaba dominando aunque fueras tú quien me tomara. Por eso te até a la cama para inmovilizarte y te vendé los ojos.

—¿Pero por qué no me lo dijiste? —preguntó, frunciendo el ceño.

—No podía. Si hubieras sabido lo que iba a hacer, el hechizo podría haber intuido tu estado de ánimo y estropearse todo.

—Es que no hice prácticamente nada, todo lo hiciste tú. Yo…

Harry lo interrumpió, acercándose para besarlo.

—Prometo que la próxima vez te dejaré llevar el mando.

—No es eso —exclamó, sintiéndose absolutamente impotente—. No entiendes que ni siquiera te preparé —se alejó un poco y lo miró espantado—. Merlín, no te preparé.

—No te preocupes. Yo lo hice en el baño, y me lancé un hechizo de limpieza y lubricación.

—Eso no es suficiente —tratando de asegurarse que todo estuviera bien, bajó una mano hasta el trasero de Harry, frunciendo el ceño al sentir que tocaba una sustancia viscosa. Sacándola a la luz, notó con horror que se trataba de sangre.

—Merlín, te herí —el sonido de su voz era agonía pura.

—Severus, no me heriste —intentó tranquilizarlo—. Es sólo un poco de sangre, pero es normal dadas las circunstancias.

—¿Qué circunstancias? —presionó cada vez más preocupado—. ¿Harry?

Sabiendo que no podría salir de eso con nada menos que la verdad, confesó finalmente:

—Yo… yo era virgen.

El hombre lo miró con el ceño profundamente fruncido y esperó unos segundos para tranquilizarse. Cuando volvió a hablar, su tono era oscuro y áspero.

—¿Cómo se te ocurrió hacer esta tontería?

—No es una tontería —estalló, alejándose y cruzando los brazos sobre su pecho—. Y lo repetiría mil veces si con ello te evitara un sufrimiento.

Por el rostro de Severus pasaron un sinfín de emociones y preguntas mientras observaba al joven que lo miraba desafiante desde el otro extremo de la cama.

—¿Por qué? —fue lo único que logró preguntar.

—Eres un hombre inteligente, Severus. Sabes la respuesta a esa pregunta.

—La sé. Pero, ¿por qué yo?

—¿Quién es capaz de decir porqué se enamora de una persona y no de otra? —cuestionó, mirándole con el corazón en los ojos.

Severus tragó con fuerza para despejar el nudo que tenía en la garganta antes de lograr hablar nuevamente.

—Yo no sé… No puedo… —el hombre se veía perdido.

—¿Acaso piensas que no lo sé? —Harry se acercó nuevamente, hasta tomar su mano entre las de él—. No espero que me quieras. Sé que en las actuales circunstancias tu corazón es incapaz de sentir con libertad. Me basta con que me permitas quererte, y que sigamos siendo amigos. ¿Podrás?

Abrumado, Severus no encontró las palabras. Sólo lo miró fijamente, con los ojos llenos de lágrimas contenidas, antes de asentir lentamente.





sevUn regalo inesperado. Capítulo 6 Cap.7_zpszkyfd7vrharry



Última edición por alisevv el Lun Feb 22, 2016 5:43 pm, editado 4 veces
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Yuki Fer
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MensajeTema: Re: Un regalo inesperado. Capítulo 6   Un regalo inesperado. Capítulo 6 I_icon_minitimeSáb Ene 17, 2015 9:34 pm

por un momento pense que harry seria el dominante pero buenoo..XD pobre sev que no puede aceptar como se debe los sentimientos de harry :/
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