alisevv
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| Tema: To Heal a Soul. Capítulo 17 Miér Ago 05, 2009 11:43 pm | |
| Cuando Severus despertó, deseó no haberlo hecho.
Harry seguía acostado encima de él, roncando suavemente. Además, al parecer ninguno de los dos había permanecido consciente el tiempo suficiente como para limpiar los resultados de su consumación de la noche anterior. Gruñó mientras trataba de moverse un poco bajo el peso del joven, sólo para sentir las conchas de los restos secos sobre el vello de su pecho.
—Harry —murmuró, esperando despertar a su amante lo suficiente como para conseguir moverlo. El otro contestó con un ronquido. Suspirando pesadamente, aceptó con resignación el hecho de que estaba, al menos de momento, atrapado.
Mientras esperaba que su pareja recuperara la consciencia, comenzó a hacer un inventario mental de sus facultades. Su cuerpo no se sentía diferente que antes unirse y, de lo que podía decir, su mente tampoco mostraba ningún cambio. Por supuesto, analizó, si su personalidad o patrones de comportamiento habían sido cambiados, había una posibilidad de que él no estuviera consciente de ello. Aparte de que estaba extremadamente fatigado, se sentía como siempre.
Sintiendo una creciente necesidad de ir al baño, luchó una vez más con el peso muerto de Harry. Al no tener más suerte en este nuevo intento, gruñó con frustración. Estaba agotado, se sentía débil, y estaba irritado por su falta de habilidad para moverse y salir de debajo del joven.
—¡Harry, por Merlín, quítate de encima de mí! —gritó, obteniendo finalmente algunos resultados.
Harry dio un brinco ante el grito, golpeando la cabeza contra la barbilla de Severus, de nuevo, y arrancando varios vellos de su pecho al separarse con tanta rapidez. El hombre siseó ante el inesperado ataque, rodando de debajo del cuerpo del Gryffindor, mientras éste masajeaba la parte posterior de su cabeza.
—¿Qué demonios sucede? —preguntó Harry con irritación.
—No podía moverme, y tengo una necesidad algo acuciante que debo atender —explicó mientras se levantaba de la cama, cansado, y se dirigía al baño.
Una vez aliviada su necesidad, humedeció una toalla para limpiar su pecho, regresando para hacer lo mismo con Harry. Subiendo a la cama, comenzó a limpiar el pecho del joven, con cuidado y muy lentamente. Su pareja dejó caer la cabeza hacia atrás, contra la almohada, y prácticamente ronroneó.
—Se siente tan bien, Severus —musitó. Apoyándose en un codo, ladeó su cabeza y lo miró, evaluándolo—. ¿Cómo te sientes?
—Bastante cansado y un poco débil —confesó—. Sin embargo, no siento que tenga ningún problema adicional. ¿Y tú?
—No estoy seguro —contestó—. No creo sentirme muy diferente. En realidad, me siento completamente descansado.
Severus dejó la toalla a un lado y recostó la cabeza en el pecho del joven, listo para caer nuevamente dormido, ahora que su necesidad más perentoria estaba resuelta. Harry, sin embargo, tenía otras ideas.
—Vamos, Severus —lo pinchó—. No te acuestes. Tenemos que levantarnos.
—¿Para qué? —preguntó, enterrando la cabeza un poco más en el pecho de Harry.
—Quiero empezar a revisar nuestro enlace… Ver si algo ha cambiado.
Severus bufó indignado, pero rodó sobre si mismo y se sentó, frotando con sus palmas sus ojos somnolientos.
—Muy bien —dijo—. Entonces, ¿podrías ir a preparar algo de té?
Harry lo besó con entusiasmo y luego salió de la habitación. Severus quiso mirarlo con furia, pero se encontró con que le faltaba energía para hacerlo. Fatigado, se levantó de la cama, se puso una bata, y salio de la habitación caminando con dificultad. Cuando se acercaba a la cocina, escuchó una explosión, un estrépito, y varios juramentos murmurados. Corriendo, encontró al muchacho parado sobre los restos de lo que sólo podía suponer era una tetera.
—¿No sé si quiero saber? —preguntó, cuando estuvo convencido de que su pareja no estaba herido.
—Mi magia parece estar un poco descontrolada esta mañana —contestó, sonriendo avergonzado. Levantando una ceja interrogante, Severus esperó más información—. Lancé un accio y hubo una especie de… explosión.
El hombre suspiró nuevamente, pellizcando el puente de su nariz.
—Quizás deberías sentarte —sugirió, moviéndose alrededor de la mesa para ver el desastre. Sacando su varita, exclamó—: Evanesco.
El retorcido terrón negruzco permaneció en el suelo, como burlándose de él. Mirando a Harry con preocupación, tomó aire para tranquilizarse y repitió el hechizo, con el mismo resultado.
—¿Severus? —indagó Harry, preocupado.
El hombre no encontró palabras para contestar. Decidiendo probar con algo diferente, de nuevo se enfocó en el sucio y, con un giro de varita, exclamó:
—Wingardium leviosa.
El terrón se retorció por un momento, dio una sacudida poco entusiasta, y volvió a estrellarse contra el piso. Aturdido, Severus se derrumbó en la silla más cercana, mirando a su varita como si lo hubiera traicionado. Observando de nuevo a Harry, notó con preocupación su expresión de pánico, que sabía era una copia exacta de la propia.
—Es probable que sólo sea un efecto transitorio del asentamiento del enlace —sugirió Harry, tratando de sonar sereno, pero fallando miserablemente—. Lo que sea, nos está afectando a ambos… haciendo que nuestra magia esté insegura. Démosle unas horas a ver qué pasa, ¿si?
Severus asintió en silencio, ocultando su miedo con cada onza de fuerza que poseía, y colocó su varita en la mesa. Harry se levantó y recogió el ofensivo estropicio del piso, lanzándolo a la basura. Tomando otra tetera del gabinete, comenzó de nuevo, esta vez sin usar magia.
Después de fallar por tercera vez al elaborar una sencilla poción para dormir, Severus perdió cualquier apariencia de control y lanzó el caldero a la otra punta de la habitación. Asumiendo una actitud despectiva ante el ruido y el desastre resultante, cerró los ojos y respiró profundamente, intentando tranquilizarse. El pánico crecía con cada segundo que pasaba, y él luchaba por recuperar el control.
El sonido de pasos en las escaleras, le alertaron de que Harry había escuchado el jaleo.
—¿Severus? ¿Estás bien? —preguntó, mientras irrumpía en el laboratorio.
—Estoy bien —contestó a través de sus dientes apretados, abriendo los ojos y levantando la cabeza para ver a su pareja con expresión preocupada.
Harry lanzó una mirada alrededor de la habitación, sus ojos permaneciendo en el caldero abollado, tirado contra la pared, y las salpicaduras de la poción fallida que goteaban sobre el piso.
—¿La poción no resultó?
—No —contestó, tratando de encontrar su equilibrio y fallando—. ¡Demonios! —exclamó—. ¡Es inútil!
—Severus, cálmate —pidió, acercándose y atrayéndolo para abrazarlo—. ¿Quieres que llamemos al sanador Applewhite? Quizás él pueda decirnos qué está sucediendo.
—No hay nada que podamos hacer —dijo Sdeverus, mientras el pánico se evaporaba rápidamente, transformándose en algo peor: aceptación—. El enlace se ha asentado y éste es el resultado; mi magia me ha abandonado.
—No creo que eso sea cierto —argumentó Harry, apretándolo más entre sus brazos—. Y aún si ése fuera el caso, que no lo es, no haría ninguna diferencia para mí.
—Pero sí para mí —susurró Severus.
Harry lo besó. Severus se encontró respondiendo, sintiendo toda la fuerza y el amor de su pareja en ese sencillo acto. Cuando finalmente se separaron, Harry acarició el negro cabello en un gesto consolador, tal como el hombre había hecho innumerables veces mientras él estuvo enfermo.
—Regresemos arriba a descansar, ¿vale? Vamos a darnos un día más, y si nada cambia, contactaremos al sanador.
Severus asintió, inclinándose sobre él y permitiendo que lo condujera escaleras arriba y hacia su habitación. Antes que pudieran alcanzar su refugio, sin embargo, sonó la campanilla de la puerta.
—Dobby, ¿podrías atender? —pidió el más joven en voz alta. Un momento después, el elfo doméstico apareció en la habitación, bloqueando su camino.
—Señor Harry Potter, señor, la señorita Luna está en la puerta —informó, fijando sus ojos grandes y preocupados en los dos hombres.
—¿Qué podría querer Luna? —murmuró el Gryffindor—. ¿Quieres que le mande decir que se vaya? —preguntó, mirando a su pareja.
En realidad, Severus no estaba de humor para invitados, pero sentía curiosidad. Sacudiendo la cabeza, declaró:
—No, está bien. Veamos lo que trajo a la señorita Lovegood hasta aquí. Estoy seguro que será, al menos, entretenido.
Harry sonrió, radiante, y le dijo a Dobby que la condujera a la salita. Luego guió a Severus hasta un sofá de la salita y se sentó a su lado, palmeando su mano de manera confortante.
Luna Lovegood entró momentos después, vestida con un atuendo estrafalario y mal combinado, con su bisutería hecha en casa chocando y tintineando a medida que avanzaba.
—Hola, Harry… Profesor —saludó, en su habitual tono soñador.
—Hola, Luna —contestó el mago más joven, con tono cariñoso—. ¿Qué te trae por aquí?
—Oh… yo sólo desperté esta mañana y sentí que debía estar aquí —replicó despreocupadamente, su mirada revoloteando alrededor de la habitación.
—Ya veo —musitó su amigo con indulgencia—. ¿Hay algo de lo que querías hablar con nosotros?
—No al principio —de repente, volvió su saltona mirada hacia ellos—. Pero ahora que estoy aquí, puedo ver que estoy siendo necesaria.
—¿Disculpa? —indagó el chico con cautela, estremeciéndose un tanto ante la extraña intensidad de su mirada.
—Harry, Harry, Harry —dijo Luna, sonriendo mientras se acercaba y se arrodillaba en el piso, frente a ellos. Alargando una mano para cubrir las de ambos, informó—: Yo tengo la respuesta a todos sus problemas.
Última edición por alisevv el Dom Abr 24, 2016 5:36 pm, editado 3 veces | |
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