La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Una promesa trajo el amor. Capítulo 10. El Complot

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alisevv

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MensajeTema: Una promesa trajo el amor. Capítulo 10. El Complot   Una promesa trajo el amor. Capítulo 10. El Complot I_icon_minitimeSáb Abr 04, 2009 12:44 am

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A las tres en punto del día siguiente, el Conde de Potter llegaba a la Mansión londinense del Vizconde de Malfoy. Luego de entregar su capa y su sombrero al lacayo que lo recibió, fue conducido a una pequeña sala que acostumbraba utilizar Narcissa Malfoy para recibir a las visitas.

—Al fin llegas— exclamó la mujer rubia en cuanto lo vio entrar.

—El mensaje decía a las tres— replicó el hombre, mirando el reloj que, encima de una repisa, marcaba las tres y un minuto. Luego, miró nuevamente a la mujer.

Con un ademán, Narcissa despidió al empleado que había acompañado a Vernon y señaló una mesita que había en una esquina.

—Sírveme una copa— pidió con tono imperativo— y toma una tú también.

El Conde levantó una ceja interrogativa ante el evidente nerviosismo de ella, pero sin decir nada, obedeció.

—La verdad es que preferiría algo más fuerte, ¿no tienes coñac?— preguntó, mientras servía la burbujeante champaña en una copa de finísimo cristal. Ante el gesto negativo de ella, procedió a servir otra copa y caminó con ambas de regreso—. Ni modo, habrá que resignarse. ¿Cuál es el gran negocio que tienes es mente?

—Siéntate, por favor— Narcissa aceptó la copa que le entregaba y se sentó en un elegante sillón. Cuando su acompañante estuvo cómodamente instalado, prosiguió—: He planeado algo para vengarme de tu estúpido sobrino y del maldito Duque de Snape.

Él la miró fijamente.

—Vaya, detecto mucho resentimiento por estas tierras— se burló—. ¿Qué te hicieron esos dos?

—Severus me despreció— confesó Narcissa, rechinando los dientes con furia—. Me despreció por ese maldito mocoso— al ver que el hombre no terminaba de entender, explicó—: Está encaprichado con el niñato. Me ofendió y me botó de su casa por su culpa.

—Así que las intenciones del señor Duque hacia mi sobrino no eran tan nobles como quería hacer ver— comentó Vernon—. Bueno, tampoco hay que culparlo del todo, el chico es una belleza.

—¿Qué dijiste?— los ojos de Narcissa echaban fuego de la ira.

—Ya, no te enojes— dijo el hombre—. A mí tampoco me hace gracia todo esto. Hoy por hoy, tu queridísimo Duque es una espina en mi costado— se levantó y fue en busca de la botella de champaña. Luego de volver a llenar las copas, preguntó—: ¿Cuál es tu plan?

La mujer dio un sorbo a su bebida y, con una mirada malévola, habló al fin.

—Pensaba que podríamos conseguir a algunos hombres que le quitaran su preciada virginidad al niñato consentido de Severus.

—¿Violarlo?— preguntó el hombre, asombrado—. Vaya, no te creí capaz de pensar en algo así.

—No tienes idea de hasta donde soy capaz de llegar cuando me desprecian— replicó ella, impertérrita—. Entonces, ¿qué te parece?

—¿Y qué se supone que ganaría yo con eso?— preguntó Vernon.

—¿No te parece suficiente la posibilidad de vengarte de esos dos? ¿O lo que me contaste de tu anterior encuentro con Severus era mentira?

Vernon recordó la conversación que había sostenido con Argus Filch y Narcissa meses antes, en una de las fiestas en que se encontraron. Y también recordó como Filch y él, quienes estaban borrachos, le habían contado toda la historia a Narcissa.

“Debo controlarme en un futuro”, pensó. “Cuando bebo me vuelvo muy parlanchín y eso puede ser peligroso

—¿Perpetrar un plan tan arriesgado sólo por vengarme? Ni hablar— fue lo que dijo en voz alta.

—No sería sólo eso. Cuando Severus sepa lo que pasó, despreciará al estúpido muchacho y tú podrás recuperarlo y dárselo a Filch o a quien quieras.

—¿En esa condición?— la voz del hombre sonó burlona y desaprensiva—. Por Dios, mujer, nadie iba a pagar un buen precio por casarse con un chico violado, por muy bello que éste sea. Y si queda embarazado, peor. Además, creo que no conoces mucho de la naturaleza humana.

—¿A qué te refieres?

—Conozco a los tipos como Snape, que se la dan de caballerosos y sacrificados. Él no abandonaría al chico en esas circunstancias— se sirvió una nueva copa y meditó largo rato con la mirada fija en el burbujeante líquido—. Aunque se me ocurre algo que permitiría deshacernos de mi amado sobrino en forma permanente y al mismo tiempo generaría importantes ganancias— musitó, más para si mismo que para Narcissa.

—¿Matarlo?— preguntó la mujer, sonriendo ante la idea de deshacerse de su rival en forma definitiva. Quizás entonces ella pudiera ir a consolar al pobre Duque. Quizás…

—Por favor, mujer, deja de hablar estupideces— soltó Vernon—. ¿Cómo se te ocurre que pudiéramos mezclarnos en un asesinato? ¿Y si nos descubren? Además, ¿dónde están las ganancias en eso?

—¿Entonces?— preguntó Narcissa, furiosa, no tanto por la grosería de su invitado sino porque comprendió que tenía razón.

—Tengo una idea— dijo Vernon—, pero necesitamos dinero para llevarla a cabo. ¿De cuánto dispones?

—De nada— replicó ella simplemente.

—¿Y cómo se supone que pensabas pagar a los violadores?

—¿Para qué crees que te llamé?

—¿A mí? ¿Pensabas que yo te daría el dinero?— ante el asentimiento de la mujer, Vernon continuó—: Eso si que es gracioso, yo no tengo un centavo.

—¿Cómo que no? Eres un Conde.

—Sí, pero un Conde arruinado— declaró el hombre con una risotada amarga—. Al menos, antes vendía una que otra chuchería en el mercado negro, pero desde que tu ex amorcito y yo nos enfrentamos y dijo que me tendría vigilado, no me he atrevido a volverlo a hacer. Si me pescaran vendiendo propiedades del Condado sería mi ruina.

—¿Y qué vamos a hacer entonces?

—Vende tus joyas.

—¿Mis joyas?— ella lo miró, espantada—. Olvídalo. Será mejor que pienses en otra forma de conseguir el dinero.

Vernon se levantó y empezó a pasear por la habitación con el ceño fruncido. Al fin, regresó y se detuvo frente al asiento de Narcissa.

—Está bien, ni tú ni yo vamos a vender nada— decidió—. Conozco alguien que nos puede prestar el dinero siempre y cuando se le de algo bueno en garantía.

—¿Un usurero?— la voz de la mujer sonó alarmada.

—¿Se te ocurre una mejor idea?— al ver que ella no respondía, continuó—: Yo pondré algunas obras de arte del Condado, pues al no ser una venta Snape no se va a enterar, y tú pondrás algunas joyas. Con el dinero que obtengamos con mi plan, podremos recuperar los objetos y quedarnos con una jugosa cantidad adicional, te lo aseguro.

Con un suspiro de resignación, Narcissa aceptó al fin.

—Está bien, ¿cuál es tu plan?



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Mientras el carruaje de viaje se desplazaba por Londres rumbo a la Mansión Snape, Harry miraba por la ventanilla con evidente excitación. Aunque siempre le había gustado la vida en el campo, no podía negar que la idea de conocer la capital le resultaba muy atrayente. Severus le había dicho que, además de a las ‘aburridas y cargantes fiestas de sociedad’, palabras textuales, también podrían ir a la opera, al teatro y a los conciertos de música de orquesta, pues la vida cultural de Londres era muy rica y variada.

Al fin, el vehículo disminuyó la velocidad y entró a través de unas elegantes rejas negras, atravesó un primoroso jardín y se detuvo ante la puerta de la casa londinense del Duque de Snape. La vivienda era sobria y discreta, una elegante mansión rectangular de dos pisos, pintada en un elegante tono beige y con hermosas columnas y pequeños balcones en la parte delantera.

En cuanto el carruaje se detuvo frente a las escalinatas principales, Severus saltó a tierra y tendió la mano con galantería para que Harry descendiera. Sonriendo, el más joven tomó la cálida mano que se le ofrecía y salió al exterior.

—Es hermosa, Severus— musitó, admirando la casa.

—Bienvenido a tu casa, amor— dijo Severus, mientras sin soltar su mano, lo guiaba hacia la entrada.

—Menos mal que no nos recibieron como en la finca— comentó Harry con alivio.

—No les avisé de nuestra llegada, justamente para evitar eso— confesó Severus, sonriendo.

Antes que Harry pudiera contestar, la puerta se abrió, mostrando a un estirado hombre rubio de unos cuarenta y cinco años. El hombre se inclinó ante Severus.

—Buenas tardes, Milord— saludó con afectación—. ¿Por qué no avisó de su llegada? Hubiéramos preparado un recibimiento adecuado.

—Precisamente por eso no avise— replicó Severus, antes de mirar a su pupilo—. Harry, te presento a Gilderoy Lockhard, nuestro mayordomo— luego volvió a mirar al hombre—. Gilderoy, Lord Harry Potter, mi prometido. Te lo encargo mucho. A partir de ahora, toda orden que de en la casa es como si la diera yo.

—Por supuesto, Milord— se inclinó nuevamente ante Severus y luego miró a Harry—. Lord Potter, estaré encantado de servirle.

Harry luchó por no estallar en carcajadas, mientras le contestaba con corrección.

—Muchas gracias, Gilderoy.

Mientras entraban a la casa, Harry detuvo brevemente a Severus y susurró.

>>Por Dios, Severus, ¿de dónde sacaste a ese sujeto?

—No es mi culpa, lo heredé junto con la casa— replicó el hombre, riendo.

—Vaya, algo me dice que voy a extrañar un montón a Albus Dumbledore.

—Yo siempre lo extraño— convino Severus, antes de dirigirse nuevamente al mayordomo, esta vez en un tono más alto—. Gilderoy, ya llegó Lady Pomfrey.

—Sí, Milord.

—Por favor, dile que Lord Potter y yo la esperamos en el estudio— ordenó, antes de conducir a Harry por un pasillo a la derecha. El hombre empujó unas hermosas puertas de madera labrada y ambos entraron en el estudio de Severus.

—Vaya— comentó Harry, admirando las paredes cubiertas con estantes repletos de libros y los acogedores sillones—, creo que podremos convertir este lugar en nuestro escondite número dos.

—Va a estar difícil— comentó Severus con fingida frustración—. Aunque entre todos mis familiares la tía Poppy es la más decentita, no va a ser ni por asomo tan permisiva como Hermione. Va a insistir en acompañarnos en todas las veladas.

—¿Qué?— preguntó Harry, decepcionado ante la idea que su dulce camaradería con Severus fuera a romperse por una vieja… cacatúa—. No, Severus, no me irás a decir que no vamos a poder estar a solas.

—Pues ella va a intentar que no lo estemos hasta que nos casemos.

Severus apenas aguantaba la risa. Aunque las cosas en Londres eran más rígidas, tampoco eran como las estaba planteando, pero no había resistido la tentación de divertirse un rato a costa de su pareja. Lo que no se esperaba es que Harry se abalanzara hacia él y, cruzando los brazos alrededor de su cuello, se empinara y atrapara su boca en un ardiente y apasionado beso.

Severus respondió enseguida, plegando al más joven contra su fuerte cuerpo y respondiendo al beso con la misma intensidad con que le era dado. Luego de mucho rato, se separaron y Severus apoyó su frente contra la de Harry, mientras recuperaban la respiración normal.

—¿Y eso por qué fue?— preguntó el Duque al fin, sin dejar de abrazar al joven.

—Para recordarte lo que te vas a perder si no logras engatusar a la Tía Pomfrey para que nos deje a solas de vez en cuando— cuando sintió la ronca risa de Severus, alzó una ceja interrogante—. ¿Qué?

—Estaba exagerando para verte la cara— explicó Severus—. Ni un batallón de tías podría impedir que sigamos teniendo nuestro pequeño encuentro diario.

—Malvado— Harry se alejó ligeramente y sonrió—. ¿Me lo prometes?

—Te lo prometo— musitó el Duque, antes de tomar los labios de Harry en un nuevo y apasionado beso.



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Ese incompetente” pensaba Narcissa, rumiando su furia, mientras se preparaba para salir al taller de su modista, necesitaba que el traje que iba a usar en el primer baile de la Corte fuera espectacular. “Decir que no puede resolver todo antes de la maldita fiesta. Y yo voy a tener que aguantarme la presentación en sociedad del maravilloso Lord Harry Potter sin poder hacer nada”

Se acercó al espejo de su habitación y revisó que su atuendo estuviera perfecto.

“Es que no entiendo cómo Severus puede preferir a un muchacho esmirriado en lugar de una mujer como yo”

Tomó el frasco de perfume francés y se perfumó con cuidado: detrás de las orejas, entre los senos, en las muñecas. Al fin, contenta del resultado, se alejo del espejo.

Un momento”, la mujer sonrió con malicia. “Sí hay algo que puedo hacer para amargarle la presentación al mocoso”, se encaminó presurosa a la puerta. “Antes de ir con mi modista creo que voy a dar una vueltecita por casa de Argus. Estoy segura que no le importará ayudarme”



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—Entonces, Harry, ¿qué tal la llevas con tu nueva dama de compañía?— preguntó Remus, quien junto a Sirius y Hermione, habían acudido a la Casa Snape a cenar y a conversar sobre el gran baile en el Palacio de Buckingham, que inauguraría la temporada social al siguiente día.

—La verdad es que muy bien— contestó Harry, con una sonrisa—. La tía Poppy es un encanto.

—¿Es la hermana menor de tu difunta madre, no?— preguntó Hermione, mirando a Severus.

—Sí. Tuve suerte que aceptara, créeme que las otras opciones no eran para nada alentadoras.

—Realmente el asunto de las damas de compañía a veces es complicado— reflexionó Harry, mirando a Remus y Hermione—. ¿Cómo pudieron escaparse y venir sin sus respectivas damas?

—Por ser una cena privada son válidas las normas que imperan en el campo— explicó Remus.

—Remus ‘protege la virtud’ de Hermione y Hermi evita que se lo coma el lobo, o sea yo— se mofó Sirius—. La dama de compañía de Hermione quedó en casa de Remus, esperándola, y doy gracias al cielo por ello. Ya saben mi opinión; con excepción de mi querida Hermione, el resto son una sarta de cacatúas.

—Gracias por la parte que me toca, Milord— se escuchó una amable voz desde la puerta—. Disculpen el retraso, estaba terminando de arreglar mis plumas— agregó, ante la hilaridad general y el absoluto bochorno de Sirius.

La dueña de la voz, Poppy Prince, viuda de Lord Edgar, Barón de Pomfrey, era una mujer de unos sesenta años, alta y esbelta. No era hermosa, pero su elegancia, su porte y su simpatía natural llamaban la atención de todos los que la conocían.

—Milady, yo…

La disculpa de Sirius fue interrumpida por la sonrisa de la mujer.

—No se disculpe, Milord— dijo, acercándose y permitiendo que Sirius besara su mano como saludo—. Mi difunto marido también detestaba a las ‘cacatúas’. Yo nunca quise ser dama de compañía por lo mismo, pero Severus insistió tanto que no pude rehusarme— miró a Harry con una sonrisa—. Y no me arrepiento, Harry es un chico encantador, es un placer ser su cacatúa.

—¿Milady, va a seguir recordándome mi oprobio?— gimió Sirius.

—Para nada— la dama se acercó a saludar a Remus y Hermione—. Si hubiera escuchado cómo las llamaba mi marido— se sentó y aceptó una copa de champaña que le ofrecía Severus en ese momento—. ¿Y ya empezaron a hablar sobre el baile?

—Estábamos esperándote, antes de empezar a explicarle a Harry— dijo el Duque.

—Sí, va a ser algo complicado para ti— Poppy miró a Harry con una dulce sonrisa—. Al inicio de la fiesta será tu presentación social, y al final, antes que se retire la Reina, Severus y tú declararán su compromiso para que ella de su visto bueno.

—Lo que no entiendo es por qué no se puede hacer todo a la vez— se quejó Harry.

—La costumbre exige que haya una presentación social primero y en un baile posterior se manifieste el compromiso— explicó la dama—. La Reina hizo una excepción con tu caso, si no habrían tenido que esperar hasta el baile de cierre de temporada.

—¿Sólo hay dos bailes en la Corte en toda la temperada?— inquirió Harry, extrañado.

—No, pero desde que murió el Príncipe Alberto, la Reina se refugió en los castillos de Windsor y Balmoral, y sólo asiste a los bailes de apertura y cierre de la temporada. El resto de los actos los presiden el Príncipe de Gales y la Princesa Alejandra.

—Y ni veas lo que tuvo que rogar Severus para que le permitieran hacer las dos cosas a la vez— intervino Sirius—. Los encargados del protocolo pusieron el grito en el cielo, pero al final la Reina Victoria intervino y zanjó el asunto a favor de ustedes.

—Gracias, amor, no sé qué hubiera hecho de haber tenido que esperar hasta el final de temporada para comprometernos— musitó Harry.

—No sé qué hubieras hecho tú— comentó Sirius—, pero Severus se hubiera tenido que dedicar a espantar moscardones, lo sé por experiencia.

—Exagerado, no fue tan malo— lo regañó Remus.

—¿Y es cierto que tengo que bailar con todos los caballeros que quieran bailar conmigo?— Harry, con un mohín de disgusto, regresó a lo que era su principal preocupación por el momento.

—La idea me molesta tanto como a ti, créeme— confesó Severus, sentándose a su lado y tomándole la mano con cariño—, pero sí. En el baile de presentación, todos los caballeros que lo deseen tienen el privilegio de un primer baile contigo.

—Es cuestión de democracia— se burló Sirius.

—No le veo la gracia— Severus lo miró, furioso—. Estás tan tranquilo porque Remus y tú van a presentarse al inicio del baile.

—Sí, pero en la temporada pasada me tocó comerme el hígado en más de una ocasión, así que no te quejes— argumentó el otro.

—¿Y si me piden bailar dos personas al mismo tiempo qué tengo que hacer?— a Harry todo ese asunto le gustaba cada vez menos.

—No te preocupes, amor, Tía Poppy será la encargada de controlar eso— lo tranquilizó Severus.

—Los caballeros interesados en bailar contigo deberán dirigirse a mí— explicó Poppy—. Yo los iré anotando en orden y les indicaré a quien le toca al principio de cada baile. Si en un momento dado te sientes cansado y quieres sáltate una pieza, basta con que me hagas una seña y yo me encargaré de todo.

—Severus, Sirius— gruñó Harry, desesperado—, juró que si no hacen algo en la Cámara para que se enmienden esas estúpidas leyes yo…

Nadie supo qué haría Harry en ese caso, pero todos pensaron que, a juzgar por su cara, sería algo muy, muy malo.



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Palacio de Buckingham resplandecía bajo el cielo estrellado cuando Severus, Harry y Lady Pomfrey llegaron al baile. Fueron recibidos por dos lacayos de palacio, y mientras uno guiaba a la dama al salón de baile, el otro condujo a los hombres hacia una pequeña y elegante habitación donde deberían esperar hasta que llegaran la Reina y el Príncipe de Gales y se diera paso a las actividades protocolares de la presentación del más joven.

En la habitación ya se encontraban Sirius, Remus, Hermione, Draco, y otras dos parejas que también iban a presentarse ante la Reina para obtener el visto bueno para su matrimonio. Con ellos se encontraba un hombre larguirucho y enjuto, que se les acercó en cuanto entraron.

—Al fin llegan, Milord— exclamó molesto Sir Mundungus Fletcher, Caballero del Reino y Jefe de Protocolo de la Casa Real—. Casi llega su Majestad antes que ustedes.

—Lo lamento, Sir Mundungus— se disculpó Severus, apenado—. Tuvimos un inconveniente en el trayecto.

—Está bien— el hombre desestimó la disculpa de Severus—. Ya sabe, en cuanto entren la Reina, el Príncipe de Gales y la Princesa Alejandra, serán llamados— miró al resto de los presentes—. Ustedes ya saben el orden de salida.

Todos asintieron en silencio, poco dispuestos a desobedecer al Jefe de Protocolo en sus dominios. De repente, las primeras notas de ‘Dios Salve a la Reina’ llegaron a la habitación y Sir Mandungus se puso en movimiento.

>>Ya llegaron sus Majestades— comunicó, mirando a Severus y a Harry—. En cuanto les den el aviso, entren en el salón.

Con el corazón en la garganta, Harry escuchó hasta que las últimas notas del Himno Nacional fueron desgranadas. Un momento después, se escuchaba el anunció que resonó en su cabeza con la fuerza de un cañón.

—Lord Severus, Duque de Snape, hace la presentación de su pupilo, Lord Harry Potter.

Como en un sueño, Harry caminó por un pequeño pasillo y salió a un salón que superaba con creces todo lo que hubiera podido imaginar. Los espectaculares pisos de mármol, las hermosísimas lámparas de cristal que relucían con brillantez, las damas y caballeros elegantemente vestidos que los miraban fijamente, y especialmente los tronos reales, donde la familia real esperaba con actitud solemne, todo ello hizo que el nudo de nervios en el estómago de Harry se apretara aún más.

Ante el ligero empujón dado por Severus, se encaminó hacia los tronos. Al llegar frente a la Reina, se detuvo al igual que Severus y ambos se inclinaron en señal de respeto.

—Majestad— habló Severus, con voz gruesa por la emoción que sentía al presentar a Harry ante su Reina—. Quiero agradecer que nos haya recibido en palacio y presentarle a mi pupilo, Lord Harry Potter.

—Lord Snape, Lord Potter— la Reina habló con solemnidad pero sus ojos reflejaban un brillo de satisfacción—. Sean bienvenidos y espero disfruten la fiesta. Y también espero que me visiten un día en Balmoral para tomar el te. Me gustaría conversar un rato con Lord Potter.

—En el momento que su Majestad lo disponga— contestó Severus.

—Lord Potter— la dama miró a Harry, que permanecía parado en un silencio impactado—. Espero que disfrutes tu baile de presentación.

—Gracias, Majestad— musitó el joven, mirándola con sus grandes ojos brillantes—. Por todo.

Ella los despidió con una tibia sonrisa y ambos siguieron hacia el trono del Príncipe de Gales y repitieron el protocolo.

—Príncipe Alberto, Princesa Alejandra, quiero presentarles a mi pupilo, Lord Harry Potter.

—Vaya, hombre— comentó el Príncipe, lo suficientemente bajo como para que sólo ellos pudieran oírlo y mirando apreciativamente a Harry—. Ya veo que tu buen gusto mejora con los años.

—No creo haberle dado razones para dudar al respecto, Alteza— le contestó Severus con ironía.

—No, supongo que no— el Príncipe rió levemente—. Bienvenido, Lord Harry, disfruta del baile. Y Lord Severus, espero que no hagas mucha mala sangre.

—Muy gracioso— fue lo último que musitó Severus antes de inclinarse nuevamente ante sus Príncipes y alejarse junto con Harry.

Desde una esquina del salón, Narcissa seguía todo el proceso con ojos centelleantes. Había visto como al entrar, prácticamente todos los presentes se habían quedado mirando al estúpido de Potter con ojos de admiración, sin olvidar las caras de borregos de algunos hombres. Se consoló pensando que pronto se la pagarían esos dos.

Observó con indiferencia como salieron Sirius y Remus, seguidos por otras dos parejas, pero cuando se anunció la última pareja de prometidos, Narcissa apenas podía dar crédito a sus ojos y oídos.

—Lord Draco, Vizconde de Malfoy, y Lady Hermione Lupin, piden el consentimiento de su Majestad para su compromiso matrimonial.

Lívida de furia, observó como su hijo y esa zorra obtenían el consentimiento de la Reina y se reunían sonrientes con los demás. ¿Cómo Draco se había atrevido a comprometerse sin decirle nada? ¿Qué se creía el muy imberbe?

“Tranquila, Narcissa”, pensó, mientras respiraba profundamente para recuperar la serenidad. “Esto es un contratiempo sin importancia. Hablaré con Vernon, estoy segura que no le importará ampliar el plan para incluir a alguien más. Al final de cuentas, será más dinero para sus bolsillos. En unos días, Harry Potter y Hermione Lupin serán sólo historia.”



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Harry, quien bailaba con un atractivo Barón, pensaba que el asunto no había resultado tan mal después de todo. Luego que abriera el baile con Severus, dos horas antes, había estado bailando sin parar, y debía reconocer que, con excepción de unos pocos pesados, la mayoría de sus parejas habían resultado ser unos caballeros muy gentiles y divertidos.

Desde una esquina, Sirius y Severus admiraban las piruetas de Harry.

—Parece que se está divirtiendo— comentó Severus, pensativo.

—Lo hace— contestó Sirius. Al ver la expresión seria de su amigo, agregó—: A no, Severus, no volvamos a lo mismo.

—Es que es tan joven, Sirius.

—Demonios, hombre, mira a Remus— Sirius hizo girar a su amigo para que mirara el extremo del salón, donde Remus bailaba animadamente—. Remus también se divierte y yo no estoy atormentándome con pensamientos ridículos.

—Pero…

—Ya, Severus— la voz de Sirius era imperiosa—. Harry te ama y lo sabes. No lo estropees con pensamientos absurdos.

Severus fijó nuevamente la mirada en Harry y al fin sonrió.

—Tienes razón— musitó—. Harry me ama y es lo único que importa.

—Así me gusta— declaró su amigo y giró la vista hacia otro punto de la habitación—. Oh, oh.

—¿Oh, oh?— Severus lo observó, extrañado.

—Mira eso.

El Duque de Snape miró hacia donde indicaba su amigo y vio como Argus Filch se acercaba a Poppy para solicitar un baile.

—Eso sí que no pienso permitirlo— dijo con tono duro, haciendo ademán de ir hacia Filch.

—Espera, Severus— Sirius lo detuvo por un brazo.

—Suéltame, no pienso permitir que ese tipo le ponga un dedo encima a Harry.

—Si haces una escena, el más perjudicado será el propio Harry— le advirtió su amigo—. Se pedirían demasiadas explicaciones y ya conoces cómo son la mayoría de estas gentes.

—Pero no puedo permitir que Harry se exponga a ese sujeto— argumentó el Duque.

—Mira, dile a Poppy que le de un descanso a Harry y hablemos con él a ver qué se nos ocurre.

Al terminar la pieza de baile, Harry notó que Severus estaba al lado de Poppy y lo llamaba. Sonriendo, se apresuró a ir hacia ellos.

—¿Severus, ya?— preguntó con los ojos brillantes, pensando que iban a hacer su petición ante la Reina.

—Todavía no, mi amor— musitó el Duque en voz baja, evitando mirar embobado a Harry, quien se veía espectacular con el rostro arrebolado y los ojos radiantes—. El problema es que Argus Filch le ha pedido un baile a Poppy.

—¿Filch?— Harry hizo un gesto de repugnancia—. ¿No hay forma de evitarlo?

—No, a menos que hagamos una escena que también te perjudicaría a ti— replicó Severus.

Harry pensó un buen rato y al final sus ojos se iluminaron y sonrió.

—Pues ya que insiste en bailar conmigo, hagámoslo sufrir un rato— dijo al fin—. ¿Cuántas piezas faltan para que me toque?— preguntó.

—Cinco— contestó Poppy.

—¿Podrías lograr que la orquesta toque una polka cuando baile con él?— preguntó a Severus.

—Cuenta con eso— le aseguró con una sonrisa—. ¿Qué piensas hacer?

—Tú sólo observa y verás— y con una última sonrisa, se dirigió de regreso a la pista de baile.

Cuando llegó el turno a Argus Filch, Narcissa sonrió; al menos le haría pasar un mal rato al mocoso, y sí tenía suerte, quizás hasta lo pusiera en ridículo.

El hombre se acercó a Harry, sonriendo con superioridad. Había hablado con los músicos para que tocaran un vals suave, con la idea de abrazar al chico sin que pudiera evitarlo. Cual no sería su sorpresa cuando, en lugar de lo esperado, los instrumentos empezaron a entonar una polka de Johann Strauss.

Los siguientes minutos quedarían en la memoria del Vizconde Argus Filch como uno de los peores recuerdos de su vida. Mientras bailaban la frenética danza. Harry se había dedicado a pisarlo con saña en cada vuelta, y el condenado lo hacía de manera tan sutil que nadie se daba cuenta y todos miraban extrañados a Filch, pensando que los traspiés que daba eran su culpa.

Cuando al fin la tortura terminó, Harry lo miró, sonriente.

—Vizconde Filch, fue un verdadero placer bailar con usted. Con gusto lo repetiré en el momento que quiera.

Mordiéndose los labios para evitar gritar de rabia e impotencia, el Vizconde hizo un amague de sonrisa y se alejó cojeando.

—Por Dios, Severus, recuérdame no meterme con Harry jamás— comentó Sirius, que muerto de risa había observado todas las peripecias desde un extremo del salón—. Tenía tiempo que no me divertía tanto.

—¿Qué fue todo eso que acabo de ver?— preguntó Remus, uniéndose a los dos hombres que se reían divertidos.

—Eso, mi querido prometido— explicó Sirius—, fue lo que podríamos llamar ‘La venganza de Harry’. Ese muchacho es realmente maquiavélico.

Remus iba a contestar cuando Severus lo detuvo con un gesto de la mano.

—Llegó la hora— musitó, viendo como el Jefe de Protocolo se dirigía hacia ellos. Harry, que también lo había notado, se encaminó hacia Severus, temblando de nervios.

—Su Majestad se va a retirar— les informó Sir Mundungus—. Ya es la hora.

Temblando también, Severus tomó la mano de Harry, mientras se escuchaba el ansiado anuncio.

—Lord Severus, Duque de Snape, y Lord Harry Potter, piden el consentimiento de su Majestad para su compromiso matrimonial.

Severus y Harry caminaron sonrientes a obtener la bendición real, mientras en el salón, una mujer rubia juraba que ése sería el último desprecio que recibiría.



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Vernon Potter, vestido con ropas desgastadas y una burda capa de viaje cubriéndole casi completamente, caminaba presuroso por las sucias callejuelas de la zona roja de Londres. Aunque ya conocía el lugar, pues allí se realizaban múltiples transacciones del mercado negro y era ideal para vender los objetos del Condado sin que nadie preguntara de dónde venían, el hombre siempre iba intranquilo y temeroso. Sabía que en ese sitio se podía encontrar la muerte en cualquier esquina.

Llegó a una puerta de madera en cuyo frente colgaba un cartel desvencijado y la empujó con cautela. El lugar era oscuro y sórdido. La suciedad se acumulaba sobre el viejo mostrador y, bajo la débil luz del recinto, se podía ver que las paredes no se habían lavado en siglos. La atmósfera, cargada con el humo de cigarro y el olor a licor barato, era altamente opresiva.

Sin quitarse la capa para evitar ser reconocido por alguno de los truhanes allí presentes, oteó la habitación, hasta fijar la vista en dos hombres que bebían al fondo, sentados en una mesa que definitivamente había conocido mejores tiempos. Se acercó presuroso y se sentó en la única silla libre.

—¿Trajo el dinero?— preguntó uno de los hombres por todo saludo.

Sin contestar, Vernon metió la mano en un bolsillo, extrajo una bolsita de tela y la lanzó sobre la mesa. El hombre la tomó con rapidez y revisó su contenido. Luego la guardó, sonriendo.

—No sonrías tanto— dijo Vernon—. No soy tan tonto ni tan espléndido como para pagarles más de lo que habíamos pactado.

—¿Y entonces?— preguntó el hombre, a quien la sonrisa se le había congelado en los labios.

—Esa paga extra es porque necesito que amplíen el rango del trabajito que les pedí— explicó el Conde—. Cuando todo esté terminado, recibirán otro tanto.

—¿A qué se refiere con ampliar el rango?— preguntó el segundo hombre, quien había permanecido callado hasta el momento.

—Hay una segunda víctima.

—¿Otra?— el delincuente frunció el ceño—. Pero en ese caso tendríamos que hacer los arreglos necesarios, el trabajo ya no saldría para el día prometido.

—Días más o días menos es algo que carece de importancia— replicó Vernon.

—En ese caso, ¿cómo se llama la segunda víctima?



Una promesa trajo el amor. Capítulo 10. El Complot Gif-animados-WebDiseno-Lineas-Particion_06432_zpsi58j44am



—Dios, luces hermoso— musitó Severus, mirando con ojos encendidos la esbelta figura de Harry quien, elegantemente vestido y con una radiante sonrisa, bajaba por las escalinatas interiores de la casa. Cuando llego a su lado, Severus tomó su mano con galantería y la llevó a sus labios, antes de acercar su rostro al del joven y besarlo con pasión—. Ese traje te sienta espectacular.

—No creo que opines lo mismo cuando sepas lo que costó— se rió Harry.

—Lo que sea, te puedo asegurar que vale hasta el último penique— comentó el Duque, mientras tomaba la capa que Harry llevaba al brazo y se la colocaba sobre los hombros, aprovechando para besarle el cuello.

Harry se estremeció y se giró hacia su pareja.

—Pues tú también estás muy guapo— dijo con una sonrisa pícara—. ¿Y a dónde me vas a llevar esta noche?

—Es una sorpresa.

Un ruido en la escalera distrajo a ambos, quienes se giraron para ver bajar a la Tía Poppy, elegantemente ataviada.

—Wow, Tía Poppy, estás preciosa— la elogió Harry, acercándose a la dama y dándole un cariñoso beso en la mejilla.

—Yo opino igual— declaró Severus, dándole otro beso.

—Y ustedes son dos galanes— correspondió ella, mientras pasaba una mano por el brazo de cada uno—. ¿Nos vamos?

—Tía, antes de irnos— dijo Harry con acento conspirativo—, ¿me quieres decir a donde vamos?

—Lo siento, Severus me dijo que te quería dar la sorpresa.

Sonriendo divertidos los dos mayores, y bufando frustrado el menor, los tres abandonaron la casa señorial con destino desconocido.



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Harry caminaba por los alfombrados pasillos del Covent Garden, mirando embelesado todo el esplendor y la magnificencia que le rodeaba, mientras los murmullos de la gente y el ambiente plácido y grato del teatro lo rodeaban dándole una calidez especial.

Montado en su nube especial, casi ni se dio cuenta que Severus lo conducía hacia un palco reservado y se sentaban en unas cómodas butacas tapizadas en fino terciopelo rojo. Él sólo tenía ojos para el amplio escenario y la enorme orquesta, donde ya los músicos, acompañados por sus instrumentos, comenzaban a ocupar sus respectivos lugares.

—Harry— escuchó la voz de Severus, llamándolo desde algún punto cercano—. Harry.

Despertando de su ensoñación, se giró a la derecha y vio a su prometido, que lo observaba, sonriente.

—Disculpa, Severus, estaba distraído.

—Ya me fijé— comentó divertido, entregándole un hermoso programa gris oscuro con letras doradas—. Te decía que van a representar Carmen, la última creación de Bizet. Se estrenó el año pasado en la opera Cómica de París. Aunque las críticas al principio no fueron demasiado entusiastas, ahora se ha convertido en la ópera del momento.

—Aunque fuera una orquesta de pueblo tocando la marcha de la localidad, en un lugar como este sonaría a gloria— comentó Harry, quien seguía mirando el recinto con profunda admiración.

La ronca risa de Severus se vio opacada por los primeros acordes de la orquesta. A partir de ahí, ambos se perdieron en la música y la puesta en escena de los predicamentos y desventuras de la hermosa cigarrera Carmen, el atormentado soldado Don José y el apuesto torero Escamillo.

Mientras salían lentamente al finalizar el espectáculo, Harry se giró hacia Severus.

—La obra es magnífica, lástima que tenga un final tan cruel.

—Sí, así es la vida— comentó una desagradable voz detrás de ellos—. Un día creemos que tenemos la gloria en nuestras manos y al siguiente estamos muertos.

Severus y Harry dieron lentamente la vuelta para enfrentarse a Narcissa Malfoy.

—¿Qué buscas, Narcissa?— masculló el Duque en voz baja, para no llamar la atención de quienes les rodeaban.

—Nada, sólo quería felicitarlos por su compromiso, que hermosa pareja— la voz, fría como hielo, envió escalofríos por la columna vertebral de Harry—. Y decirles que nunca olvido los desprecios que me hacen, les prometo que se acordarán de mí.

Severus la tomó con fuerza por el codo.

—Narcissa, te advertí que…

—Queridos, ahí están— afortunadamente, la voz de Poppy evitó que Severus terminara lo que iba a decir, pues ya los espectadores de la obra los miraban con mal disimulada curiosidad—. Disculpen, me retrasé conversando— la mujer miró a Narcissa con una sonrisa aparentemente beatífica en el rostro—. Vizcondesa, que gusto verla. Si nos disculpa, estos caballeros y yo estamos apurados. Como siempre, fue un placer hablar con usted.

Y sin permitir que ninguno de los presentes reaccionara, empujó a Severus y a Harry rumbo a su carruaje.

Ninguno habló hasta que estuvieron cómodamente instalados en el vehículo que los conducía de regreso a la Casa Snape.

—Por amor del cielo, Severus, estuviste a punto de armar un escándalo. Si no llego a tiempo quien sabe qué hubiera pasado.

—Esa mujer tiene el poder de sacarme de mis casillas— Severus sonaba enfurecido.

—Sí, y supongo que era lo que pretendía la muy arpía— replicó la mujer—. Pero por el bien de Harry, no debes caer en su juego.

—Como trate de hacerle daño a Harry, juro que se lo haré pagar.

—Por favor, amor— suplicó su prometido dulcemente, acurrucándose contra él—. Olvida ya a esa mujer, aunque quiera ya no puede dañarnos. Y la velada estuvo demasiado hermosa como para amargarla hablando de ella.

—Sí, tienes razón— aceptó Severus, pero mientras abrazaba a su pareja junto a él, sus pensamientos seguían puestos en la mujer rubia.

Más le valía, por su salud, que los dejara en paz de una maldita vez.



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Fudge, el valet personal de Harry, entró apresuradamente en la cocina donde se encontraba Seamus, el cochero del Duque.

—Seamus, Lord Potter quiere que le prepares el carruaje enseguida y lo coloques en frente de la casa. Es urgente.

El cochero se levantó de inmediato y salió a cumplir el encargo. Sabía que si el joven lord decía urgente, es que era urgente.

Con una sonrisa satisfecha, Funge se dirigió al estudio, a cumplir la segunda parte de su plan.

Tocó discretamente, y cuando Harry le dio permiso, entró mostrándose bastante apurado.

—Lord Potter, recién vino una doncella de Lady Hermione, la señorita Luna, y le trajo esta carta— le comunicó, tendiéndole un sobre de color rosa.

Harry lo abrió rápidamente y leyó el contenido con el ceño fruncido. Al terminar, miró fijamente a su valet y le ordenó:

—Por favor, vaya a buscar a Lady Pomfrey y dígale que venga a la mayor brevedad.

—Sí, Lord Potter.

Pocos minutos después, Poppy entraba en el estudio y miraba a Harry con preocupación.

—¿Qué pasó?

—Recibí esta carta de Hermione— contestó el muchacho. Al ver que ella la tomaba sin atreverse a leer, la animó—. Léela, por favor.

La mujer desplegó el papel y comenzó a leer.


Harry

Esta carta la está escribiendo mi tía……. porque yo me corté la mano anoche.

Te ruego que vengas a mi casa de inmediato, Draco me contó algo muy grave que su madre está planeando contra Severus y contra ti.

Por favor, no le digas nada a nadie, temo mucho por Draco. Aquí te contaré de que se trata y decidiremos qué hacer.

Esta carta te la envío con Luna, ya sabes que ella es de mi entera confianza.

Por favor, no te demores

Hermione



—¿Estás seguro que esta carta es de Hermione?— preguntó la dama al terminar de leer.

—Funge dijo que la había traído Luna en persona y ella es de la entera confianza de Hermione— argumentó Harry—. Además, ¿qué iban a lograr con un truco como éste? Sólo voy a ir a la casa de Hermione y tú me vas a acompañar.

—Sí, eso es cierto.

—Por favor, tía, prepárate lo más pronto que puedas. Si Severus corre algún riesgo lo debemos atajar de inmediato.

—¿Y no crees que sería mejor avisarle a él?

—Ya lo conoces, iría donde Hermione a ver de qué se trata y luego a casa de Draco a destrozar a esa mujer. Además, en éste momento se encuentra en la Cámara de los Lores, no se le puede molestar a menos que sea extremadamente urgente— replicó Harry—. Mejor vamos a casa de Hermione y allí decidimos.



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En casa de Hermione, Laverne, una de las doncellas de la casa, tocaba repetidamente en su habitación.

—Señorita, un policía llegó a informar que su madre sufrió un accidente— dijo precipitadamente—. Está en el hospital.

—¿Qué?— Hermione dejó lo que estaba haciendo y se enfrentó a la doncella—. ¿Dónde está ese hombre?

—Ya se fue, pero aquí me dejo escrita la dirección del hospital.

Hermione le arrebató el papel con mano temblorosa y murmuró:

—Pide que preparen mi carruaje de inmediato y dile a mi tía que la espero en mi habitación, que es urgente.



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Seamus llevó el carruaje a la entrada de la casa y empezó a revisar los cascos de los caballos. Ni siquiera notó al hombre que se acercó sigilosamente, hasta que un fuerte golpe en la cabeza sumergió su mundo en la oscuridad.

El hombre lo arrastró hasta ocultarlo tras unos tupidos setos, le quitó la librea con los colores de la Casa Snape, lo amarró y se vistió con el uniforme robado. Momentos después, estaba en el asiento del conductor como si nada extraño hubiera pasado.

Cuando Poppy y Harry salieron presurosos de la casa y alcanzaron al carruaje, Harry se quedó mirando detenidamente al conductor.

—¿Tú quien eres? ¿Dónde está Seamus?

—Seamus amaneció enfermo, Milord— contestó el hombre con tono sumiso—. Soy su hermano, Oliver, para servirle. Ya Seamus habló con el señor Duque y quedaron en que yo lo reemplazaría por unos días.

—Está bien— concedió Harry, mientras ayudaba a Poppy a subir al carruaje—. ¿Sabes donde queda la residencia de Hermione Lupin?

—Sí, Milord.

—Entonces llevamos allá de inmediato— ordenó, y se montó en el carruaje.

Sumido en sus preocupaciones, ni siquiera se fijo el camino que llevaban hasta que la voz extrañada de Poppy lo sacó de su concentración.

—Harry, ¿seguro que ese cochero sabe a donde vamos? Es que éste no me parece el camino a casa de Hermione.

Harry se asomó por la ventana y tuvo que concederle la razón. El paraje por donde iban no se parecía a nada que él conociera. Tocó en la madera para llamar la atención del cochero pero éste no se dio por aludido. Extrañado, volvió a asomar la cabeza por la ventana y gritó.

—Ey, Oliver, detente.

En lugar de detenerse, el carruaje aumentó de velocidad, con tanta fuerza que lanzó a Harry sobre el asiento. Harry se enderezó, aturdido. A ese punto, ya el carruaje llevaba una velocidad demencial, y era claro que el conductor no tenía intención de pararse. Después de correr diez minutos más como desquiciados, ante la furia de Harry y el espanto de Poppy, el carruaje se detuvo bruscamente.

Hecho un basilisco, Harry abrió la portezuela y salió al exterior.

—¿Qué demonios pasa aquí?

Por toda respuesta, sintió como unos fuertes y toscos brazos lo tomaban por sorpresa, sujetándolo con fuerza, mientras un pañuelo empapado en éter era colocado sobre su nariz. Entonces todo se volvió negro y Lord Harry Potter no supo más de sí.

No lejos de allí, Hermione Lupin caía desmayada en brazos de uno de sus captores. El complot había terminado con éxito.



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Notas de autor.Quiero aclarar que, como comprenderán, lo aquí escrito no corresponde exactamente a la realidad histórica de la época, aunque he tratado de tomar en cuenta algunos puntos significativos del entorno en que se desarrolla la trama.


Gotitas musicales


La música que bailó Harry con el pobre Vizconde Filch es 1858 — Tritsch Tratsch Polka, opus 214, de Johann Strauss. La puedes esc uchar

aquí

Y la opera Carmen, de Georges Bizet, que elegí porque es una de mis favoritas, la encuentran aquí


Gotitas de historia.


Georges Bizet (1838—1875): Compositor francés, nacido en Bougival, cerca de París. Carmen es considerada su obra más importante, a pesar de que cuando fue estrenada, en el Opéra Comique de París, tuvo pésima acogida por parte del público. Se dice que los infortunados comentarios alrededor de esta obra, precipitaron su prematura muerte, a los 36 años de edad, tres meses después del estreno. Fue reestrenada cuatro meses después de su muerte y a partir de ahí su éxito se extendió rápidamente por toda Europa

Johann Strauss ( 1825—1899)[/b] : Nació en Viena, a los 19 años realizó su primera aparición en público dirigiendo su propia orquesta. Entre sus obras más conocidas se encuentras los valses, los más famosos “El Danubio azul” (1867), “Cuentos de los bosques de Viena” (1868), “Rosas del sur” (1878) y “Voces de primavera” (1881). También compuso 16 operetas y algunas polkas.


Introduje una brevísima presentación de tres personajes reales, la Reina Victoria I, el Príncipe Alberto y la Princesa Alejandra (sólo la mencioné). Aquí les dejo unos datos históricos sobre ellos.


Reina Victoria I (1819—1901): Alejandrina Victoria de Hannover, fue Reina del Reino Unido e Irlanda desde 1837 hasta su muerte. Reino durante 64 años, y su reinado fue el más largo de la historia de Gran Bretaña, siendo un período de grandes cambios a nivel social, económico y tecnológico. Se casó con Alberto de Sajonia—Coburgo—Gotha y tuvo nueve hijos. Con su subida al trono, transformó el Palacio de Buckingham en la residencia real, pero tras la muerte de su esposo de fiebre tifoidea en 1861, trasladó su residencia a los castillos de Windsor, Balmoral y Osborne y se alejó de la vida pública, y durante los siguientes años apenas pisó Londres.


Príncipe Alberto Eduardo (1841—1910) : Fue Príncipe de Gales durante el reinado de Victoria Primera y subió al trono tras la muerte de su madre con el nombre de Eduardo VII, Monarca del Reino Unido, Rey de los Reinos del Commonwealth y Emperador de la India. En 1863, Alberto se casó con la Princesa Alejandra de Dinamarca. Reinó durante una década, y sus principales intereses como Rey fueron las relaciones internacionales y los asuntos navales y militares. Le sucedió en el trono su segundo hijo, que reinaría bajo el nombre de Jorge V.


Covent Garden : El hoy día Royal Opera House, se inauguró el 7 de Diciembre de 1732. Los primeros trabajos musicales serios que se escucharon en el teatro fueron las óperas de Handel, quien contribuyó a las temporadas del Covent Garden desde 1735 hasta su muerte en 1759. Un fuerte incendió lo asoló en 1808, y en Diciembre de ese año se comenzó la reconstrucción, siendo reinagurado el 18 de Septiembre de 1808 con una función de Macbeth. En Marzo de 1856 fue nuevamente presa del fuego y el nuevo teatro se inauguró en 1858. A partir de 1892, pasó a tener su nombre actual: Royal Opera House


La polca (o polka) : —derivado de polaca— es una danza popular aparecida en Bohemia hacia 1830. En compás dos cuartos y tempo rápido, se baila con pasos laterales y evoluciones rápidas, motivo por el que se hizo muy popular en Europa. Los compositores bohemios, Bedrich Smetana (1824—1884) , Antoni Dvorák (1841—1904), y los músicos de la familia Strauss compusieron polcas, introduciendo esta danza en la música académica.



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Última edición por alisevv el Jue Feb 18, 2016 4:08 pm, editado 7 veces
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MensajeTema: Re: Una promesa trajo el amor. Capítulo 10. El Complot   Una promesa trajo el amor. Capítulo 10. El Complot I_icon_minitimeVie Jul 04, 2014 9:46 am

maldito Fudge como se atrevió a ser parte del secuestro de Harry, espero que Severus sea muy cruel con el, y que no les pase nada malo a Harry y Hermione
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MensajeTema: Re: Una promesa trajo el amor. Capítulo 10. El Complot   Una promesa trajo el amor. Capítulo 10. El Complot I_icon_minitimeVie Jul 04, 2014 3:25 pm

Bueno, necesitaba a alguien cercano a Harry para montar la trampa, y como Fudge me cae tannn mal, le tocó a él  sm 
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