alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Una promesa trajo el amor. Capítulo 9. El Compromiso Sáb Abr 04, 2009 12:15 am | |
| Harry y Severus observaban como el sol, con una tonalidad de fuego, iba descendiendo por la línea del horizonte que formaba uno de los lados del lago.
—Es un atardecer precioso— comentó Harry, que delante de Severus y acurrucado contra su pecho, miraba el cielo, encantado.
—No tan precioso como tú— musitó el hombre mayor en su oído, cruzando los brazos sobre el pecho del joven para atraerlo aún más cerca.
—Adulador— rió Harry, sintiendo como el aliento de su tutor cosquilleaba en su cuello, enviando oleadas de calidez por todo su cuerpo.
Reclinó la cara para acariciar con su mejilla la mano del hombre; mientras su pareja correspondía acariciando sus cabellos con la otra mano, sus pensamientos vagaron por los sucesos acaecidos los dos últimos días. Sin querer, la imagen y las palabras de la Vizcondesa acudieron a su mente y frunció el ceño
—¿Qué ocurre?— preguntó Severus, acariciando el ceño fruncido. Harry movió la cabeza como desechando sus pensamientos y no dijo nada. Entonces, se escuchó nuevamente la aterciopelada voz del Duque, insistiendo—. Amor, sabes que puedes decirme cualquier cosa, lo que sea.
Harry reflexionó un momento, luchando entre preguntar o no. Al fin, decidió que era mejor saber, de lo contrario siempre tendría esa espina clavada en el corazón. Levantó la cabeza y se giró entre los brazos de Severus para sumergir su mirada en las profundidades oscuras. Severus le sonrió para animarlo a hablar.
—Yo…—dudó un segundo y continuó…— no debería hacerte esta pregunta pero…
—Lo que sea— repitió el hombre, inclinándose y besando suavemente sus labios.
—La Vizcondesa me dijo que tú y ella…— se detuvo una vez más y bajó los ojos, enrojeciendo fuertemente.
—¿Qué ella y yo qué?— Severus imaginaba por donde venía la cosa pero estaba disfrutando demasiado la vista de Harry con los ojos bajos y las mejillas rojas de vergüenza como para privarse ya del espectáculo.
—Ya sabes… que ella y tú…— se detuvo de nuevo—. Severus, no seas cruel, no me hagas decirlo.
El hombre sonrió con ternura, compadeciéndose del predicamento del joven.
—Espero que muy pronto seas capaz de decirme cualquier cosa sin ruborizarte de esta manera— tocó suavemente la mejilla encendida—. Y sobre tu pregunta, entre la Vizcondesa y yo no ha habido nada más allá de un flirteo sin importancia— le aseguró—. Tengo treinta y siete años y, no te voy a mentir, no he sido precisamente célibe, pero nunca engañé a nadie— puso un dedo bajo la barbilla de Harry y elevó su rostro—. Nunca dije a nadie ‘te amo’ porque nunca lo sentí… no hasta que vi tus hermosos ojos verdes mirándome sobresaltados aquella tarde en el bosque.
—¿No dirás que te enamoraste de mí a primera vista?— preguntó Harry, incrédulo.
—A pesar de que te parezca mentira, así fue, aunque ni yo mismo fui capaz de admitirlo ese día— musitó Severus, inclinándose y atrapando su boca en un nuevo y pasional beso—. Sólo sabía que no era capaz de sacar de mi mente a ese hermoso joven de ojos verdes y pelo negro. Ansiaba buscarte y… amarte, pero sabía que eso no era posible— esta vez fue Harry quien se enlazó al cuello del hombre y propició un nuevo beso. Cuando se separaron para respirar, Severus continuó hablando—. En mi corazón sabía que nunca serías sólo una aventura para mí, y las leyes del Ducado me prohibían casarme con un hombre que no fuera fértil. Y entonces, corrí.
—¿Corriste?— indagó Harry, alzando una ceja interrogante.
—Como alma que lleva el diablo— se rió Severus—. Abandoné el Ducado Black y me vine a casa, con la intención de olvidarte, aunque en el fondo sabía que nunca podría hacerlo— un nuevo beso compartido y un suspiro—. ¿Tienes idea lo que sentí cuando abrí la carta de tu padre y supe quien eras, y que eras fértil? Junto con el inmenso dolor de la enfermedad de mi amigo de la infancia, latió una llamita de alegría al saber que eras fértil y quizás, algún día…
—¿Entonces por qué me hiciste sufrir tanto, malvado?— lo regañó Harry, dándole una juguetona palmada en el hombro.
—Sentía que debía protegerte, incluso de mí— explicó Severus—. Eres tan joven, tan hermoso, tan dulce, y yo…
—Tú eres el hombre perfecto para mí— Harry acarició con ternura el rostro amado—. Yo pienso que también me enamoré desde el primer momento que te vi, y hace mucho decidí que para cuando llegara el día de mi presentación social en la Corte, yo ya sería el prometido del severo Duque de Snape.
—Vaya, muy seguro te lo tenías— se rió Severus.
—Por supuesto, que uno conoce sus encantos.
—Tu humildad me abruma— dijo el Duque, con una carcajada. Entonces se levantó y tendió una mano a Harry—. Vamos, señor modesto, es hora de ir a casa.
—¿Ya?— se quejó el joven, haciendo un puchero.
—A menos que quieras ver la comisión de búsqueda y rescate que van a enviar por nosotros. Recuerda lo exagerado que es el Duque de Black.
—Si no hay más remedio— Harry se paró a regañadientes, no le hacía gracia regresar y enfrentarse a Narcissa Malfoy. Adivinando sus aprensiones, el hombre lo tranquilizó—. No te preocupes por la Vizcondesa. Antes de venir a buscarte tuve unas palabritas con ella y pedí a su hijo que la sacara de la Mansión.
Harry abrió los ojos como platos.
—¿Que tú hiciste qué?— preguntó, preocupado—. Severus, Draco dice que esa mujer es peligrosa, no debiste.
—Claro que debí, no iba a dejar que se quedara después de lo que te hizo. Y no te preocupes— desestimó con un gesto de la mano—. Ya le advertí que no se atreviera a meterse contigo o la pagaría.
—Esa mujer es malvada— comentó Harry, mientras caminaban hacia los caballos—. Lo siento por Draco, y por Hermione, que tendrá que lidiar con ella en el futuro.
—Por cierto, la próxima vez que vayas a cubrir a Hermione, avísame.
—¿Cómo?— Harry, que acababa de alcanzar a su caballo y estaba acariciando su morro, se giró hacia Severus, interrogante. Al ver un brillo pícaro en sus ojos, se echó a reír—. Ah, te refieres a ella y a Draco.
—Sí, a ella y a su muñeco de torta, el futuro Vizconde; gracias a él pasé unos días miserables.
—¿Por Draco? No entiendo, él…— al ver la mirada de su amado todas las piezas del rompecabezas cayeron en su lugar—. ¿Estabas celoso de Draco?
—Brillante.
—¿Pero por qué? Él y Hermione están enamorados.
—¿Y cómo se supone que yo iba a saberlo?
Harry lució apenado por un momento pero pronto una sonrisa traviesa iluminó su rostro.
—Bueno, así sabrás como me sentía cada vez que te veía coquetear con la bella y aristocrática Vizcondesa Malfoy.
Ambos se miraron y al final se echaron a reír. Luego, Severus se acercó con galantería para ayudar a Harry a montar a Centella.
—Por favor, Severus, no tienes que ayudarme a montar— dijo Harry, ligeramente apenado.
—Lo sé, pero es mi privilegio como tu prometido y no pienso renunciar a él.
—Prometido— repitió Harry, deleitándose en el sonido—. Podría acostumbrarme a esa palabra, ¿sabes?
—Pues no te acostumbres mucho porque pronto la vas a cambiar por la de esposo— musitó Severus, antes de darle un nuevo beso apasionado y ayudarlo a montar
Varias horas más tarde, todos se reunieron en el estudio que se había convertido en el refugio de Severus y Harry, para disfrutar una última copa antes de ir a dormir.
—La verdad, Severus, éste coñac es estupendo— comentaba Sirius en ese momento, disfrutando del amargo sabor de la bebida—. En todo el Reino no se encuentra uno igual. ¿De dónde demonios lo sacas?
—Me lo mandan directamente de Francia— contestó el aludido, que estaba sentado en un sillón, abrazando a Harry que se acurrucaba a su lado. Bebió un pequeño sorbo de su propio coñac y miró a sus amigos—. Entonces, ¿la Vizcondesa hizo mucho problema antes de partir?
—De hecho, ninguno— explicó Remus—. Cuando saliste de la habitación, se levantó hecha una furia y le dijo a Draco que quería partir al instante. Ni siquiera subió a cambiarse.
—Para que no diera problemas después, yo mismo subí a su habitación y cerré su puerta y la de Draco con llave— comentó Sirius—. Le pedí al chico que mañana enviara alguien de confianza a recoger sus cosas.
—Bien hecho— convino Severus—. No quiero que vaya a pagar su furia con mis empleados diciendo que le robaron o algo así— miró apenado a Hermione—. Lamento que Lord Draco tuviera que partir de forma tan intempestiva.
—Pues ayer no pensabas lo mismo— se rió Sirius—. Recuerdo que tus deseos hacia el pobre rubio no eran para nada agradables.
—¿Y eso por qué?— preguntó Hermione, intrigada.
—Digamos que mi amigo aquí presente, hervía de celos cada vez que veía a tu rubio con su moreno— siguió Sirius, disfrutando la mortificación de su amigo.
—Sirius— lo regaño Remus, aunque no pudo evitar emitir una ligera sonrisa.
—Así que era eso— Hermione se unió a la hilaridad general—. Pero tampoco hay que culparlo, que mi novio es muy guapo.
—Oye— se quejó Harry, haciéndose el ofendido—, que Sev es muy atractivo, no tiene nada que envidiarle a Draco.
Mientras todos reían, Sirius miró a Harry con burla.
—Pero mira que el amor es ciego— dijo, divertido. Luego, como recordando algo, se giró hacia su prometido—. Ey, ¿y tú no piensas hablar también de lo guapo que soy?
—Para eso no me necesitas, cariño— musitó Remus con aire inocente—. Tú solito de bastas y te sobras para halagarte.
Ante el puchero del ‘guapo’ Duque de Black, todos rieron una vez más.
—Lamento tanto que Draco se tuviera que ir, Hermione— musitó Harry cuando las risas amainaron, mirando a su amiga con cierto remordimiento.
—No te sientas mal, Harry— dijo la chica, dulcemente—. Al contrario, Draco y yo te estamos muy agradecidos por habernos permitido estar juntos todos estos días sin el temor a que la estúpida bruja nos descubriera— al ver la cara de asombro con que todos la miraban, preguntó—: ¿Qué? ¿Acaso no es una bruja? Y demostró ser bastante estúpida, ¿no?
Todos se echaron a reír de nuevo ante el gesto de ‘¿acaso no es obvio?’ en el rostro de Hermione.
—¿Y qué piensan hacer ahora?— preguntó Severus, interesado.
—Draco cumple la mayoría de edad el próximo mes— explicó la chica—. En cuanto eso suceda y tome posesión del título, él y su tío van a ir a hablar con mis padres para pedirles mi mano— miró la falda de su vestido, alisando un pliegue inexistente—. Sin embargo, vamos a mantenerlo en secreto hasta la primera fiesta en la Corte, donde vamos a solicitar el permiso de la Reina para la boda.
—Si quieren guardar el secreto hasta entonces, no me parece prudente que hagan la petición de mano en tu casa de Londres, estoy seguro que la voz se correría en unas horas— comentó Severus.
—En eso estoy de acuerdo, el enjambre de cacatúas se enteraría antes que tus padres— convino Sirius.
—¿Entonces, qué sugieren?— preguntó Hermione, frunciendo el ceño con preocupación.
—Podrían hacerlo aquí— propuso Harry—. Estamos bastante cerca de Londres, así que para tus padres no sería un viaje largo. Y nadie sospecharía si ellos quisieran venir a pasar unos días con su hija.
—Pero eso sería mucha molestia— argumentó ella—. Ni Draco ni yo queremos incomodar.
—¿Pero que tonterías dices?— Severus fingió sentirse ofendido—. Para Harry y para mí tú eres como parte de la familia, así que la idea me parece perfecta.
—Gracias— musitó la chica, emocionada.
—¿Y qué planean hacer para la petición de mano de Harry?— preguntó Remus.
—En realidad todavía no hablamos de eso— comentó Severus—, pero evidentemente queremos que se realice antes de que empiece la temporada social.
—¿Yo necesito petición de mano?— indagó Harry.
—Por supuesto— comentó Remus—. ¿Qué te hace pensar que no?
—Pues… Severus es mi tutor. ¿A quién pediría mi mano? ¿A si mismo?
—En este caso, debes elegir un tutor provisional— explicó Sirius.
—¿Un tutor provisional?— Harry estaba cada vez más confundido.
—Sí, tiene que ser hombre y noble— aclaró Severus—. Y dado que yo soy el pretendiente, tú tienes el privilegio de poder elegirlo. Y debes hacerlo con cuidado— advirtió—. Durante las horas que esa persona funja como tu tutor, va a tener sobre ti todos los derechos que tengo yo como tu tutor legítimo.
—No tengo nada que pensar— Harry miró a sus amigos con una sonrisa—. No conozco a nadie en la nobleza, pero aunque conociera a mucha gente, mi elección siempre sería la misma. O Remus o Sirius. Eso sí, entre ustedes dos soy incapaz de elegir— terminó con una sonrisa.
—Gracias— dijo Remus, emocionado por las palabras de Harry—, no sabes cuánto significa esto para mí. Lamentablemente, dado que soy fértil yo no puedo hacerlo.
—¿Cómo que lamentablemente?— dijo Sirius, muy complacido—. A mí me parece perfecto, así quedo yo como única opción.
—¿Te he dicho alguna vez lo ególatra que eres?— preguntó su novio con una sonrisa.
—Cientos, pero igual me amas, ¿verdad?— dijo, inclinándose para besar tiernamente a su pareja.
—Me alegra mucho que aceptes ser mi tutor provisional, Sirius, y me siento honrado— comentó Harry con una sonrisa. Luego, hizo un mohín de disgusto antes de continuar—. Lo que no me parece justo es que las chicas y los hombres fértiles tengamos tantas restricciones.
—¿No te agrada que tenga tanta potestad sobre ti?— le preguntó Severus, preocupado.
—No, amor, no me malentiendas— se apresuró a tranquilizarlo el más joven—. Yo me siento feliz contigo y dejaría el resto de mi vida en tus manos con los ojos cerrados— levantó la mano y acarició la mejilla de su pareja—. Pero no todos los nobles son como tú— giró y miró al resto de los presentes—, ni como Sirius o como Draco. También hay algunos como mi tío, o el Vizconde Filch. Sus parejas, o sus hijas o hijos fértiles, no tienen oportunidad con gente como ellos. No tienen defensa posible— volvió a mirar a Severus—. ¿Has pensado lo qué hubiera sido de mi vida si mi padre no te hubiera dejado como mi tutor?— Severus frunció el entrecejo, comprendiendo—. Hubiera caído en manos de mi tío, que sin dudar me hubiera vendido a ese viejo desgraciado. Y yo no hubiera podido hacer nada en absoluto. Las cosas tienen que cambiar, debemos luchar para que cambien.
Mientras Severus lo estrechaba con fuerza contra su cuerpo, horrorizado ante la sola idea de Harry en manos del degenerado de Filch, Sirius lo miró y habló con voz grave.
—Tienes razón— dijo, mirando al más joven con un nuevo respeto—. Debemos luchar porque las cosas sean más justas, y por mi parte te prometo hacer todo lo que pueda en la Corte para que eso ocurra.
—Y yo también— murmuró Severus, con los labios pegados contra la sien de su pareja. Y sabía que con Harry a su lado, impulsándolo, podría lograr hacer todo lo que se propusiera.
—Bueno, creo que yo me retiro a descansar—dijo Hermione, levantándose.
—¿A soñar con tu rubio?— bromeó Sirius.
—A soñar con mi rubio— aceptó ella con una sonrisa.
—Yo también estoy cansado— comentó Remus, levantándose a su vez. Automáticamente, Sirius lo imitó.
—Te acompaño a tu habitación— ofreció galante, antes de mirar a Severus y Harry con picardía—. Se quedan solos, chicos, no hagan nada que yo no haría.
—Hummm, en ese caso creo que mi deber como dama de compañía de Harry es quedarme un rato más— declaró Hermione.
—Oye, que yo me porté bien contigo y Draco— se quejó Harry, mientras los demás reían al observar el intercambio.
—Sí, claro, nos diste siete miserables minutos— se quejó la chica.
—El primer día, que aún no me fiaba de tu novio— argumentó Harry.
Al final, ambos se echaron a reír, divertidos.
—Vale, me voy— aceptó Hermione al fin—. Pero les advierto, no hagan nada de lo que Sirius haría— advirtió antes de salir seguida de Sirius y Remus, dejando a Harry y Severus a solas en su refugio.
Harry miró a su amado con ternura y preguntó:
—¿Quieres escuchar algo de música antes de irnos a acostar?
—Por favor— suplicó el hombre, inclinándose y besando sus labios durante mucho rato, con profundo deleite. Luego, enterró el rostro en el pliegue del cuello de Harry—. No sabes cuanto he anhelado, todos estos días, escuchar tus hermosas melodías.
—¿Flauta o violín?— preguntó, estremecido ante la tierna caricia.
—Sorpréndeme.
Luego de darle un pequeño beso, Harry corrió hacia el armario que, además de la flauta y las cuartillas con la historia de Severus, ahora también protegía el preciado violín del joven. Regresó presuroso y se ubicó entre las fuertes piernas del Duque, tal como habían estado esa tarde en el lago. Éste de inmediato le rodeó la cintura, dejándole libres los brazos para que pudiera tocar cómodamente.
Harry se acomodó mejor en el regazo de su pareja, apoyó el violín en su cuello y llevó el arco hasta las cuerdas, empezando a tocar una melodía que intentaba trasmitir toda la emoción que sentía su alma en ese momento, y una tras otra, las hermosas notas de la música de Bethoven empezaron a inundar la habitación.
>>—Creo que en cuanto nos casemos voy a dedicarme a promocionarte como concertista— impresionado, Severus musitó al oído de Harry cuando éste terminó—. Sólo me falta que aprendas piano y te convertiré en el hombre orquesta.
—Malvado— rió Harry—. Y ahora, en desagravio a lo que acabas de decir, te voy a torturar con algo de Paganini.
De nuevo, el arco tocó las cuerdas amorosamente y ambos hombres se dejaron envolver en los vibrantes acordes, perdidos en su mundo especial donde en ese momento sólo habitaban ellos dos y la música de ese maravilloso violín.
Los días que siguieron resultaron apacibles y divertidos. Sirius había dejado todo en orden en la Mansión Black, así que él y Remus decidieron quedarse hasta las fiestas de compromiso de sus amigos y se dedicaron a hacer los preparativos para que todo saliera perfecto.
Con alguien de absoluta confianza, Sirius mandó un mensaje a Draco Malfoy con la orden tajante de ser entregado en su propia mano. En él le informaba que la petición de mano sería en la Mansión Snape y le pedía le enviara con el mismo mensajero la fecha en que podría realizarse.
Así, una semana después de cumplir su mayoría de edad, el Vizconde de Malfoy se presentó con su tío paterno en el Ducado Snape e hizo la petición oficial ante los padres de Hermione. Cuando se despidieron, los enamorados respiraron tranquilos por fin. Ahora sólo restaba esperar al primer baile de la Corte y la Vizcondesa Malfoy ya no podría hacer absolutamente nada por separarlos.
Narcissa Malfoy caminaba de un extremo a otro de su habitación. Desde que había regresado del Ducado de Snape, hacía más de un mes, su único pensamiento había sido la idea fija de vengarse de Harry Potter. Y su furia se había visto incrementada luego que su hijo tomara plena posesión de su herencia.
Ese maldito Potter había echado por tierra todos sus planes. Ella, que ya se veía casada con el importantísimo Duque de Snape, siendo adorada y agasajada en la Corte, ahora se veía en el poco atrayente puesto de Vizcondesa Madre, sin ninguna influencia y teniendo que depender de la buena voluntad de su hijo para poder seguir viviendo de la forma a la que estaba acostumbrada.
—Maldito, mil veces maldito— masculló en voz alta—. Pero me la pagaras y ahora sé como— continuó, sonriendo de manera malévola.
Sí, ahora tenía un plan para destruir al mocoso entrometido. Pero para ejecutarlo necesitaba dinero, mucho dinero, y no estaba dispuesta a vender sus joyas, lo único de valor que poseía, para conseguirlo.
—Piensa, Narcissa, piensa— siguió hablando consigo misma—. ¿Quién puede ayudarte? ¿Quién odia tanto a Potter o a Severus como para…?
De pronto, una luz se hizo en su mente, al tiempo que recordaba una conversación sostenida un par de meses antes, cuando se enteró que Harry Potter era fértil. Claro que había alguien que odiaba a esos dos tanto como ella.
—Estoy segura que me ayudará— musitó, antes de dirigirse al pequeño secreter que había en una esquina de la habitación y sentarse. Sacó una hoja en blanco, mojó la pluma en la tinta y garabateó unas cuantas líneas es el papel. Luego lo cerró y lo selló con el lacre de la familia Malfoy antes de salir en busca de su doncella, la única a quien podía confiar la importante misión de llevar dicha carta a su destino.
—Si no te quedas quieto no voy a poder hacer nada con tu pelo— advirtió Hermione a Harry, quien se removía inquieto en la silla.
—No puedo evitarlo, estoy muy nervioso— se excusó, respirando con fuerza para tratar de serenarse—. Además, tengo el cabello rebelde, no hay nada que puedas hacer con él.
—¿Cómo que no?— preguntó la chica, alejándose unos pasos y mirándolo apreciativamente—. Quedaste guapísimo.
—Es cierto— comentó Remus, que estaba sentado sobre la cama—. No sabía que cortabas el pelo tan bien, primita, vas a tener que ayudarme con el mío.
—Por supuesto— la chica sonrió a Remus—. Pues por mi parte ya está, ahora lo dejo en tus manos— miro el reloj sobre la repisa de la chimenea—. Y será mejor que se apresuren, ya va a ser la hora y me imagino cuan impacientes deben estar esos dos allá abajo.
Media hora después, un nerviosísimo y radiante Harry llegaba al salón principal acompañado de un sonriente Remus.
—Al fin— dijo Severus, levantándose y acercándose a su pareja para darle un galante beso en la mano.
—Ya empezábamos a pensar que te habías arrepentido— se burló Sirius.
—Eso lo verás sobre tu cadáver— replicó Harry, acercándose más a Severus y dándole un suave beso en los labios—. Perdona por hacerte esperar, mi amor.
Severus se alejó de él y lo miró de arriba abajo.
—No importa, la espera valió la pena— musitó, admirándolo—. Estás hermoso.
—Oye, ¿y por qué sobre mi cadáver?— se escuchó entonces la queja de Sirius, mientras todos se echaban a reír.
Sonrientes, todos se sentaron cómodamente frente a la chimenea con el fin de proceder a la petición formal.
Una vez instalados, Severus se dirigió a Sirius y expresó con tono serio las mismas palabras que pocos días antes Draco había dicho; sin embargo, esta vez a Harry le sonaron completamente diferentes. Esta vez esas palabras sellaban su felicidad.
—Milord— empezó Severus, mirando fijamente a su amigo de tantas luchas—, acudo a usted, en su calidad de tutor de Lord Harry Potter, para solicitar me conceda su mano en matrimonio.
—Yo se la concedo— habló Sirius, siguiendo lo establecido en estos casos—, y espero que lo cuide y respete tal como él merece o responderá ante mí.
—Prometo cuidarlo y amarlo eternamente y pongo mi palabra en garantía de ello.
Luego de terminar el breve ritual de petición de mano, Severus si arrodilló frete a Harry con una cajita de terciopelo en la mano.
—Amor, te amé desde el primer día que te vi, y prometo que así será hasta el día de mi muerte— abrió la cajita que mostraba un hermosísimo y sencillo anillo de plata que por lo que se veía era muy antiguo—. Éste anillo ha sido entregado por todos los Duques de Snape a su futuro consorte por más de diez generaciones— musitó, mientras tomaba su mano y deslizaba el anillo en su dedo anular—. El día que nuestro hijo mayor se case, él lo entregara a su esposa o esposo. Te ruego que hasta ese día lo guardes con el mismo amor con que ahora te lo entrego.
Harry besó primero a Severus y luego al anillo en su dedo. Después, sacó también una cajita y la abrió. En su interior estaban las yuntas heredadas de su padre.
—Yo también me enamoré en el momento que te vi— musitó, mirándolo con inmenso amor—. Estás yuntas fueron de mi bisabuelo. Te las ofrezco con todo mi amor y te pido las conserves hasta que nuestro hijo mayor herede el Ducado. Entonces, si tenemos otro hijo, te ruego se lo des a él para ayudarle a iniciar su vida independiente.
—Así lo haré, pero aquí y ahora te prometo que todos nuestros hijos serán amados por nosotros de igual manera, y entre los dos les enseñaremos a amarse entre sí— dijo Severus—. Y aunque sea el mayor quien herede el Ducado, siempre amará y ayudará a sus hermanos en todo. Juntos lograremos que así sea.
—Gracias, mi amor— y con los ojos anegados de lágrimas, Harry se aferró al cuello de su pareja, sellando su compromiso con un beso.
—Ejem, ejem, les recuerdo que están ante el tutor de Harry, por si se les olvidaba— habló Sirius con cara de ‘yo no rompo un plato’ y sonriéndoles con cariño.
Dando un último beso a Severus, Harry se levantó y se acercó a los demás.
—Hermione— Harry la tomó en sus brazos y la apretó contra su corazón. Cuando se separaron, ambos tenían los ojos cuajados de lágrimas—, eres la hermana que siempre desee. Si Dios me hubiera concedido tener una, te juró que no la habría amado más de lo que te quiero a ti.
Luego fue hacia Remus y también lo abrazó.
—Gracias por darme tantos consejos. De no ser por ti, nunca habría logrado entender plenamente lo que significa mi condición de fértil. Te quiero con el corazón.
Por último, fue hacia Sirius.
—Gracias por ser el mejor tutor que alguien pudiera desear… claro, después de Severus— se acercó al hombre y también lo abrazó—. Y por jalarle las orejas de vez en cuando a mi testarudo prometido. Te quiero— se alejo y miró a los tres—. Gracias por quererme y aceptarme en sus vidas.
Severus se acercó y abrazó a Harry.
—Yo también quiero agradecerles por todo, han sido los mejores amigos del mundo.
—Bueno, bueno, dejémonos de sentimentalismos— dijo Sirius, carraspeando para espantar la emoción—. Creo que Severus tiene un obsequio para Harry, ¿no?
—¿Otro?— preguntó el joven, mirando a su pareja con ilusión.
—Sí, espera un momento.
Fue hacia un rincón del salón y tomó un paquete medió escondido tras una estatua. Con él en sus manos, fue hacia su prometido y se lo entregó.
Harry desenvolvió el paquete y se quedó mudo ante el exquisito estuche de cuero con cerradura y bisagras de oro. Con manos temblorosas, abrió el estuche, sacó el delicado instrumento que protegía y lo acarició con infinito cuidado. Entonces lo vio. La inscripción decía Antonius Stradivarius Cremonensis Faciebat Anno [1658]
Harry miró el instrumento sin podérselo creer y luego miró a Severus.
—Por Dios, Severus, es un Stradivarius auténtico— exclamó.
—¿Te gusta?
—¿Qué si me gusta? Es un Stradivarius. ¿Dónde conseguiste esta joya?
—Tengo mis contactos— dijo el hombre con una sonrisa—. Sé que tu viejo violín suena precioso y lo vamos a conservar, por supuesto, pero se me ocurrió que quizás con éste tu música sonaría un poquito mejor.
—¿Un poquito mejor? Severus, es un Stradivarius.
—Sí, creo que eso ya lo dijiste— comentó el hombre, sonriente.
—Pero yo… no puedo aceptarlo. Esto es demasiado valioso y yo…
—No hay nada en el mundo más valioso para mí que tú— dijo el hombre, acariciando la mejilla de su prometido—. Una sonrisa tuya vale más que mil Stradivarius. Además, yo también voy a disfrutar de su sonido el resto de mi vida, ¿o no?— el joven asintió, sonriendo, el nudo en la garganta le impedía hablar—. Y ahora, amor, por favor, toca para mí.
Vernon Potter estaba sentado en el despacho de la Casa Potter en Londres, pensando de dónde iba a sacar dinero para poder jugar. No podía vender nada del Condado porque sabía que llegaría a oídos del maldito Duque de Snape y éste había sido muy claro con sus amenazas. Y el desgraciado era demasiado influyente como para oponerse a él abiertamente.
Unos discretos golpes en la puerta lo sacaron de sus reflexiones.
—Adelante.
—Milord— dijo su mayordomo, entrando en el estudio—. Una doncella pide hablar con usted, dice que es muy importante.
—¿Una doncella? ¿Cómo me vienes con esa estupidez, desde cuando hablo con doncellas?
—La joven dijo que la enviaba alguien muy importante, que Milord no se iba a arrepentir.
—Más te vale que sea así porque si no los que se van a arrepentir son ella y tú— amenazó, frunciendo el ceño—. Dile que pase.
Al momento, una joven de pelo oscuro entraba en la habitación.
—¿Entonces? ¿Quién te envía, muchacha?
—Es algo privado, Milord— contestó ella, observando al mayordomo con intención.
—Largo— ordenó el Conde mirando a su empleado. Cuando el hombre hubo salido, miró a la joven y repitió—. ¿Entonces?
—Me manda la Vizcondesa Malfoy— explicó ella.
—¿Narcissa?— musitó más para si mismo que para la doncella. Luego, imprecó en tono severo—. ¿Qué necesita tu ama de mí?
—Me dio esta carta para que se la entregara en su propia mano.
El hombre le arrebató la carta, rompió el sello de lacre y desplegó el papel.
Vernon
Tengo un buen negocio que proponerte.
Se trata de vengarnos de dos personas a quienes ambos odiamos, tu sobrino y su ‘encantador’ tutor.
Si te interesa, te espero en mi casa mañana a las tres de la tarde. Se puntual.
N. M.
El hombre se quedó mirando la carta un largo rato. Conocía bien a Narcissa Malfoy, no en vano eran de la misma calaña. Si tenía una idea, estaba seguro que sería buena. Tal vez corriera con suerte y lograra deshacerse de la espina que tenía clavada en su orgullo desde su encuentro con el Duque de Snape.
Levantó la mirada hacia la joven que seguía parada, esperando respuesta.
—Dile que allí estaré.
Gotitas musicales
La música que tocó Harry esta vez fue:
De Beethoven:
1799 — Septeto para cuerda y viento, opus 20 — Tempo di Minuetto 1806 — Concierto para violín y orquesta — 1º Movimiento
aquí
De Paganini:
1826 — Concierto para violín y orquesta nº 2 — 3º Movimiento
aquí
Gotitas de historia
Antonio Stradivari: Antonio Stradivari nació en 1644, pero su lugar exacto de nacimiento no está documentado, fuera del hecho que nació en Italia.
En 1680 se instaló por su cuenta en la Piazza San Domenico en Cremona, y pronto adquirió fama como hacedor de instrumentos musicales. Comenzó a mostrar originalidad, y a hacer alteraciones a los modelos de violín de Amati. El arco fue mejorado, los espesores de la madera calculados más exactamente, el barniz más coloreado, y la construcción del mástil mejorada.
Sus instrumentos se reconocen por la inscripción en latín: Antonius Stradivarius Cremonensis Faciebat Anno [año] (Antonio Stradivari, Cremona, hecho en el año......). Se considera en general que sus mejores violines fueron construidos entre 1638 y 1715 , superando en calidad a los construidos entre 1725 y 1730. Después de 1730, muchos violines fueron firmados Sotto la Desciplina d'Antonio Stradivari F. in Cremona [año] , y fueron probablemente hechos por sus hijos, Omobono y Francesco.
Sus instrumentos son reconocidos entre los mas bellos creados alguna vez, son de alto precio y todavía son utilizados por intérpretes profesionales. Una hipótesis sobre la calidad de los instrumentos creados por Stradivari, sugiere que el clima puede haber sido un factor importante en el extraordinario sonido que poseen. Durante las épocas de frío extremo, los anillos de crecimiento de los árboles son más angostos, están más juntos y la madera tiene mayor densidad. El "mínimo de Maunder" fue un período de frío entre 1645 y 1715 que afectó a Europa, mientras se talaba la madera que Stradivari habría de utilizar. Así, sin dejar de lado la extraordinaria calidad del trabajo de Stradivari, se piensa que la singularidad del timbre de estos instrumentos puede tener origen también en el uso de una madera de un período climático especial. (Tomado de Wikipedia)
Última edición por alisevv el Miér Feb 17, 2016 2:03 pm, editado 4 veces | |
|