alisevv
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| Tema: Una promesa trajo el amor. Capítulo 3. Bya, bye, Tío Vernon Vie Abr 03, 2009 7:24 pm | |
| Al salir de la notaría, Severus se giró hacia los otros dos.
—Iremos a pie— ordenó, recordando su tiempo en la milicia—. El camino es largo pero si vamos cabalgando perderemos el factor sorpresa y éste va a ser muy importante, especialmente si van armados.
Arthur y Frank asintieron en silencio y siguieron a Severus, que ya corría calle abajo. Unas yardas adelante, encontraron a otros dos amigos, que charlaban animadamente en la acera. Severus y Arthur los pasaron de largo, el último con apenas un gesto de reconocimiento, pero cuando Frank intentó rebasarlos, fue retenido por un brazo.
—¿Frank, que demonios ocurre?— preguntó el más alto de los hombres, un atractivo sujeto de color oscuro.
—Kingsley, el Conde Potter trajo unos hombres para llevarse a Harry— explicó el aludido, apurado—. Y parece que el chico está herido.
—¿Y por qué corren hacia allá?— preguntó su compañero, un fornido hombre de rostro severo—. Por mucho que nos moleste, el muy maldito es su tío, tiene todo el derecho sobre el muchacho.
—No lo tiene, Alastor— le explicó Frank, jalando el brazo para que lo soltaran—. James dejó un testamento legando su tutela al Duque Snape. Por eso vamos allá, para detenerlos. Ahora suéltenme, hay varios hombres y pueden estar armados, van a necesitar mi ayuda.
—En ese caso, voy contigo— dijo Kingsley Shacklebolt con decisión—. Un par de manos más no les van a sobrar.
—Y yo también— agregó Alastor Moody, y los tres corrieron en dirección a la vicaría.
Cuando alcanzaron a Severus y Arthur, éstos se encontraban ocultos por el muro de una casa desde donde se apreciaba una vista completa de la fachada de la vicaría.
—¿Ustedes quiénes son?— preguntó Severus en cuanto los vio llegar.
—No se preocupe, Milord— dijo Arthur—. También eran amigos de James.
—Todos en este pueblo apreciábamos a James Potter y queremos a Harry. Lo vimos nacer— explicó Kingsley para tranquilizar a Severus—. Puede confiar en nosotros.
—Bien— aceptó Severus, después de estudiarlos un rato, procediendo a explicar la situación—. Hay dos hombres en la entrada y están armados, no sabemos cuántos estén dentro.
—Kingsley y yo conocemos a los de la entrada— comentó Alastor, aguzando la vista en dirección a la vicaría—. Son un par de truhanes; no viven aquí pero alguna que otra vez los hemos visto en el pub del pueblo, bebiendo o jugando dardos o cartas.
—Sí, tienes razón— dijo el mencionado—. Dejen a esos dos de nuestra cuenta, en cuanto los tengamos dominados, ustedes pueden encargarse de los de adentro.
—¿Están seguros?— preguntó Severus.
—Confíen en nosotros— pidió Alastor, e hizo una seña a Kingsley para que lo siguiera.
Ambos hombres salieron de su escondite tras la tapia y se dirigieron hacia la vicaría, charlando y riendo amigablemente. Al acercarse a los hombres que estaban vigilantes, los saludaron alegremente.
—Vaya, miren a quienes tenemos aquí— exclamó Alastor en voz alta, acercándose a los hombres—. Vincent Crabee y Barty Crouch. Que buenos verlos, justamente estaba comentándole a Kingsley que me apetecía una buena partida de dardos. El dinero tintinea en mi bolsillo.
—Nos encantaría, ¿verdad Barty?— contestó uno de los hombres, alto y fornido—, pero justo ahora estamos trabajando. Si se animan, cuando terminemos nos podemos reunir en el pub.
—Me parece buena idea— aceptó Kingsley, siguiéndole el juego a su amigo y colocándose a un lado del llamado Barty. De manera distraída, levantó una pierna, la apoyó en la verja que rodeaba la vicaría, y empezó a limpiarla—. Hoy me apetece desplumar a alguien.
—Veremos quién despluma a quién— la risa con que Crabbe acompañó su comentario murió súbitamente al sentir los cañones de una pistola de percusión apoyados contra sus costillas (1).
—Creo que tendremos que dejar el juego para otra ocasión— comentó Alastor con rostro pétreo.
Al darse cuenta de la acción de Alastor, Barty hizo un amague de sacar su arma, pero antes de que siquiera pudiera intentarlo, Kingsley sacó un cuchillo de su bota y apoyó su filo en el cuello del hombre.
—Yo que tú ni siquiera lo pensaría.
—¿Pero qué demonios les pasa a ustedes dos?— preguntó Crabbe, mirándolos entre asombrado y preocupado.
—Digamos que Harry Potter nos cae muy bien y no queremos que tu jefe le ponga sus sucias manos encima— contestó Alastor—. Ahora, al suelo los dos.
Mientras Alastor y Kingsley se encargaban de maniatar a los hombres, Severus se apresuró hacia la entrada de la vicaría, con Arthur Weasley y Frank Longbotton pisándole los talones. Al entrar en la vivienda, los tres hombres se quedaron de piedra ante la escena que presenciaron: Harry, con la pernera del pantalón desgarrada y la venda impregnada de sangre, enfrentando valientemente a un hombre corpulento y malencarado.
—¿Se puede saber por qué me desobedeciste y huiste?— decía el hombre en ese momento, lívido de furia.
—Porque no pienso acatar las decisiones que tú tomaste sin mi consentimiento— contestó el muchacho, alzando la barbilla y apretando los dientes para controlar el dolor.
—Ya te dije que soy tu tutor y a partir de ahora y hasta que te cases, vas a hacer lo que yo diga— el hombre sacó el fuete de su funda—. Una vez casado, será problema del Vizconde moldear tu carácter, pero me temo que mientras tanto voy a tener que demostrarte que conmigo no se juega.
Ante los aterrados ojos de Harry, el hombre levantó el fuete, decidido a demostrar a su sobrino que enfrentarse a él era un juego muy peligroso.
—Utilice ese fuete, Milord, y juro que será lo último que haga en la vida— resonó la voz de Severus, al tiempo que se escuchó amartillar un arma.
Ante la atronadora voz, los ocupantes de la habitación se fijaron por primera vez en los recién llegados, pero ya era demasiado tarde. Mientras Arthur y Frank apuntaban y desarmaban a los dos empleados, Severus se acercó lentamente a Vernon y Harry, quienes lo miraban asombrados.
Sin dejarse amedrentar por Severus, Vernon Potter se enfrentó a él con el fuete en la mano.
—¿Quién demonios es usted?— preguntó frunciendo el ceño.
—Caramba, señor Conde, ¿qué pasó con su educación?— se burló Severus con ironía—. ¿Así suele recibir a los recién llegados? Con gusto me presentaré, pero antes le agradecería que soltara lo que tiene en la mano— pidió Severus, señalando el fuete.
Vernon lo dejó caer a regañadientes, consciente de que estaba en desventaja. Severus se acercó al hombre para verificar que no fuera armado y luego se alejó y guardó su pistola
>>Ahora me presentaré. Me llamo Severus Snape Prince, Duque de Snape.
Vernon reconoció el nombre en seguida, en la corte inglesa era sinónimo de poder y riqueza, pero no se dejó amedrentar, había demasiado en juego.
—¿Y se puede saber por qué decidió meterse en un asunto familiar, Snape?
—Como dije, su educación es deplorable— replicó Severus—. Parece que tengo que recordarle mi jerarquía. Le agradezco que cuando se dirija a mí me llamé Milord o Señoría.
Vernon rechinó los dientes furioso. Sabía que, de acuerdo con las costumbres de la Corte, un simple Conde le debía ese tipo de deferencia a un Duque cuando éste así lo exigía.
—Muy bien, Señoría— musitó con desagrado—. ¿Me podría decir por qué entró aquí sin ser invitado y me amenazó? Éste es un asunto familiar y usted no tiene derecho a intervenir. Harry es mi sobrino, está bajo mi custodia y puedo hacer con él lo que me venga en gana.
—Lamento contradecirlo, pero usted acaba de incurrir en dos errores. Su primer error es pensar que puede hacer lo que quiera con el muchacho. ¿O acaso tengo que recordarle que la Ley protege muy especialmente a los jóvenes fértiles?
Vernon enrojeció de furia y vergüenza.
>>En segundo lugar, tengo todo el derecho a estar aquí e intervenir en este asunto. Poseo un documento notariado y completamente legal donde James Potter me cede la tutela de su único hijo, Harry Potter.
Ante esto, Harry, que hasta el momento había permanecido absorto observando el intercambió, abrió los ojos con asombro al tiempo que un estremecimiento recorría su columna vertebral. Había quedado a cargo de ese formidable extraño.
—¡Eso es imposible!— exclamó Vernon—. No tiene ningún derecho. No voy a permitirlo.
—¿Y qué piensa hacer para impedirlo? ¿Pelear ante los tribunales? – ironizó Severus—. No le auguro buenos resultados. La cesión en tutelaje es completamente legal. Por otra parte, soy un miembro importante de la Corte, amigo personal del Príncipe de Gales, y con una amplia trayectoria como militar en los ejércitos de Su Majestad, y usted es un jugador compulsivo, que ha dilapidado el dinero en las mesas de juego. Sólo se han salvado las propiedades y los objetos de valor y eso porque forman parte de la herencia del Condado y la ley no le permite venderlos. Será muy fácil demostrar que usted disputa la tutela del joven Potter para ofrecerlo al mejor postor, a fin de obtener dinero para sus vicios.
—¿Cómo se atreve?
—Harry Potter es mío— Harry sintió que su estómago daba un vuelco al escucharlo. Al darse cuenta de lo que había dicho, Severus rectificó rápidamente—. Es mi pupilo, y las decisiones sobre su futuro ahora corren por mi cuenta— sonrió burlonamente—. Lo siento por usted, pero tendrá que ofertar a alguien más para salir de sus problemas económicos… un hijo tal vez.
—Como si alguien fuera a darle algo por el regordete de Dudley— se rió Harry.
Olvidándose de la prudencia y furioso porque todos sus planes se estaban viniendo abajo, Vernon se acercó a Harry y levantó la mano dispuesto a golpearlo. Al instante, sintió una mano de hierro que aferraba su cuello y lo apretaba sin piedad.
—Parece que no me ha entendido— gruñó Severus, mientras Vernon hacía esfuerzos inauditos intentando respirar—. Ahora Harry Potter está a mi cargo, cualquier cosa que le hagan a él es como si me la hicieran a mí.
Vernon ya estaba palideciendo por la falta de aire y agitaba las manos desesperado, cuando una suave mano se posó en el brazo de Severus.
—Déjelo, señor— musitó Harry con voz queda—. No merece la pena que se ensucie las manos por alguien como él.
Severus miró momentáneamente a Harry, que en ese momento le sonreía débilmente, antes de girarse nuevamente a Vernon y aflojar el agarre.
—Puede darle las gracias a su sobrino— dijo, mientras Vernon tosía intentando recuperar el aire—, acaba de salvar su vida. Pero si sé que intenta acercarse de nuevo a él, si se le ocurriera la peregrina idea de intentar hacerle daño de nuevo, le aseguro que entonces no va a correr con tanta suerte.
Miró a su alrededor y vio un hombre y dos alguaciles parados junto a la puerta.
>>¿Es usted el comisario?
—Sí, Milord.
—Soy el Duque de Snape, amigo personal del Duque de Black. Le agradecería que dos de sus hombres acompañaran al señor Conde hasta las afueras del Ducado. Ya no es bienvenido por aquí.
—Con mucho gusto, Señoría— dijo el hombre, e hizo una seña a sus hombres, que se pusieron a ambos lados de Vernon. Éste, lanzando una nueva mirada de furia a Severus y a Harry, tomó su sombrero y su capa y caminó hacia la puerta.
—Una cosa más.
Ante la fuerte voz de Severus, tanto Vernon como los alguaciles se detuvieron.
>>Realmente me importa muy poco lo que usted haga con su vida, señor Conde— Severus recalcó el título con ironía—, pero su señora madre es la abuela de Harry y fue una gran amiga de mi difunta madre. Por ella, por Harry y por la memoria de James, espero que deje de enlodar el apellido Potter. Recuerde que lo voy a tener vigilado
Cuando los tres hombres hubieron abandonado la habitación, el comisario llamó la atención de Severus.
—¿Qué quiere que hagamos con el resto de los hombres, Señoría?— le preguntó.
Severus miró a Harry.
—¿Quién te lanzó el perro y te trajo maniatado?— preguntó secamente.
—Fue él— contestó el joven, señalando a uno de los hombres que estaban en una esquina de la habitación, firmemente custodiados por Frank y Arthur.
Severus se acercó lentamente al sujeto, sacó su fusta, la levantó y le azotó el rostro por dos veces.
—Esto le enseñará a elegir mejor a sus patrones— espetó con furia, antes de mirar al comisario—. No voy a poner denuncia contra ninguno de ellos, no quiero un escándalo que pueda afectar al joven Potter, pero asegúrese que desaparezcan del Ducado definitivamente.
—Cuente con ello, Milord.
Todos empezaron a abandonar el recinto, quedando solamente Arthur, Frank, Ron, Harry y Severus. En ese momento, Harry se tambaleó, abrumado por la tensión pasada y el terrible dolor de la pierna. De inmediato, Severus se acercó y lo tomó en brazos.
—Señor, por favor, puedo caminar— se quejó Harry, abochornado.
Ignorándolo, Severus miró a Ron.
—¿Me harías otro favor, muchacho?
—Por supuesto, señor.
—¿Podrías ir a buscar al doctor?— mientras Ron salía disparado con el encargo, Severus miró a Harry—. ¿Por donde está tu habitación?
Caminó por el pasillo guiado por Harry y entró en una habitación decorada con sencillez pero muy buen gusto. Luego de dejar al chico en la cama, miró a su alrededor y su mirada se detuvo en un viejo violín.
—¿Tocas el violín?— preguntó mirando a Harry.
—Un poco— confesó éste, mirando el instrumento con cariño—. Es muy viejo, mi padre se lo compró a un vendedor ambulante que remataba objetos usados. El arco está algo doblado y las cuerdas gastadas, pero es uno de mis tesoros.
—Ya veo— musitó suavemente.
En eso, entró una mujer y se abalanzó hacia Harry, sollozando
—Mi niño, perdóname— gimió desconsolada—. Ellos me obligaron a decirle cómo te habías escapado. Me amenazaron y …
—No te preocupes, Nana Molly, yo estoy bien.
—¿Cómo vas a estar bien, mi niño, mira como sangras?
—Sí, estoy manchando toda la cama, disculpa— musitó el chico, avergonzado.
—Qué tonterías dices— dijo Molly, abrazándolo y empezando a gimotear de nuevo.
—Buena mujer— pidió Severus, un tanto harto del despliegue de sentimentalismo—, por qué no va a prepararnos una taza de té, creo que todos lo necesitamos.
—¿Y usted quién es?— preguntó ella, mirándolo desconfiada.
—El señor Duque es un antiguo amigo de James, mujer— le explicó Arthur, tomándola del brazo y guiándola a la puerta—. Él está ahora a cargo de Harry, así que hazle caso y ve a preparar el té— se giró hacia Severus—. Nosotros esperaremos afuera al doctor— y con eso todos salieron, dejando a Harry a solas con Severus.
El hombre mayor se acercó a la ventana y miró al exterior; la tarde estaba avanzada y esperó que el doctor llegara pronto, no le gustaba la idea de adentrarse en el bosque de noche y definitivamente prefería que Harry y él pasaran la noche en la Mansión Black. Después de pasar un buen rato mirando sin ver el paisaje exterior, se giró de nuevo hacia Harry, que lo miraba en silencio con una miríada de interrogantes en sus verdes ojos. Suspirando internamente, tomó una silla cercana y se sentó junto a la cama del herido.
—¿Qué quieres saber?— le preguntó sin ningún preámbulo.
Harry no se sorprendió ante la pregunta, imaginaba que en ese momento su rostro debía mostrar un mar de confusión y era inevitable que el Duque lo notara. Dudó un segundo y al final se animó a hablar.
—¿Por qué mi padre le dejó mi tutela?
Claro, esa era la gran pregunta, pensó Severus. Ni él mismo lo entendía. ¿Cómo James había podido seguir confiando en él a pesar de haber estado sin noticias suyas durante tantos años?
—Veras, mi madre y tu abuela eran muy buenas amigas, desde niñas. Al casarse, esa amistad no se perdió, y aunque mi madre siempre fue algo delicada de salud y no solía viajar mucho, tu abuela iba a visitarla con frecuencia, y siempre llevaba a James con ella.
>>Tu padre y yo teníamos la misma edad— ante esto sintió una punzada en el pecho, Harry era demasiado joven para él, podría ser su hijo. Desechó esa idea y continuó—, y congeniamos enseguida, así que mientras nuestras madres charlaban, nosotros jugábamos.
—¿Entonces usted es su amigo de la infancia?— preguntó Harry, empezando a comprender—. ¿Al que siempre ganaba lanzando piedras al río?
Severus no pudo evitar sonreír ante el recuerdo.
—No me ganaba, es que los lentes no le dejaban ver bien— comentó.
—Sí, también me contó que usted siempre decía eso para disimular— dijo Harry, sonriendo a la vez, antes de ponerse serio nuevamente—. ¿Por qué nunca se volvieron a ver? ¿Fue porque usted es Duque y él sólo era un sencillo vicario? No es que le esté reclamando— se apresuró a decir antes que el otro pudiera contestar—. Mi padre siempre decía que Dios le trazaba los caminos a las personas y cada quien debía andar el suyo siguiendo los dictados de su corazón.
—Tu padre era un hombre sabio— reflexionó Severus—. ¿Nunca te contó por qué nos separamos?
—No.
—Cuando teníamos doce años, yo ingresé en un internado militar— narró Severus, con voz plagada de añoranza—. Ansiaba que James fuera conmigo, que siguiéramos siendo los mejores amigos. Pero el quería seguir el camino de Dios.
—Sí, padre decía que esa había sido su vocación desde pequeño— comentó Harry, removiéndose algo incómodo por el dolor de la pierna—. Pero hay algo que no entiendo, ya que no podían verse, ¿por qué nunca se escribieron? Bueno, al menos padre nunca me comento que lo hicieran.
—Le escribí muchas cartas a James durante mis años de escuela, y hace poco supe que tu padre también me escribió muchas cartas a mí.
—Es raro que padre no me lo dijera— dijo Harry, extrañado.
—Es que él nunca supo de mis cartas, ni yo de las de él— al ver la expresión de extrañeza en el rostro de Harry, explicó—. Mi padre era un hombre honesto pero duro, incluso podría decirse que cruel por momentos. Estaba muy apegado a la nobleza y…
—Consideraba que un hijo segundo de un Conde no era suficiente importante para ser amigo de su heredero— terminó Harry, empezando a entender.
—Exacto. Él nos convenció a James y a mí que nos escribiéramos a través de la casa Snape, que al ir las cartas remitidas al Ducado estarían más seguras, y que él se encargaría de hacérnoslas llegar. Pero lo cierto es que las mandaba quemar en cuanto llegaban a sus manos.
Harry estaba muy asombrado e indignado, pero prefirió prudentemente no emitir comentario alguno.
>>Con el tiempo, tanto James como yo dejamos de escribir. Yo viajé a la India con mi ejército y regresé hace dos años, a la muerte de mi padre.
—¿Y entonces se enteró?
—Ni siquiera entonces. Lo supe hace unos días, cuando me llegó la carta de tu padre pidiéndome que me convirtiera en tu tutor.
—¿Pero, por qué a usted?— Harry regresó a su pregunta inicial.
—Antes de separarnos, James y yo prometimos que si alguna vez necesitábamos uno del otro, nos llamaríamos. Tu padre estaba muy preocupado por ti y por el hecho de que eres fértil, por eso quiso protegerte dejándote a mi cuidado.
—Sí, la dichosa fertilidad— se lamentó el joven, frunciendo el ceño.
—Ese legado es un privilegio, Harry. En la actualidad muy pocos nobles nacen fértiles— al ver que el muchacho iba a protestar, levantó una mano para detenerlo—. Sé que aún no entiendes todas las implicaciones del asunto, por eso te desagrada la idea. Cuando lleguemos a la Casa Black, voy a pedirle a Remus que te hable sobre el Legado. Él también es fértil.
—¿A la Casa Black?
—Sí, tú todavía no estás en condiciones de hacer el esfuerzo que implicaría un viaje hasta la Casa Snape. Pediré a Sirius que nos hospede mientras te restableces por completo.
—Pero no quiero molestar— argumentó el chico.
—Harry, yo soy bienvenido permanentemente en la Casa Black, como Sirius y Remus lo son en la Casa Snape. Tú ahora eres mi pupilo, parte de mi familia, y estoy seguro que serás recibido con los brazos abiertos.
Harry sintió un nudo de emoción cuando Severus le dijo que era parte de su familia, pero no pudo contestar nada porque en eso llamaron a la puerta.
—Adelante— habló Severus con tono autoritario.
Enseguida entró Arthur, seguido de un hombrachón enorme, casi parecía un gigante, y cuyo rostro estaba cubierto por una espesa barba.
—Milord— dijo Arthur, dirigiéndose a Severus—, le presento a Rubeus Hagrid, el doctor del pueblo. Rubeus, su Señoría es el Duque de Snape, tutor de Harry.
Si al hombre le extrañó la noticia, no dio muestras visibles de ello. Sólo sonrió a Severus, tendiéndole la mano.
—Mucho gusto, Milord— Severus apretó la diestra que le ofrecían, pensando que ese hombre más parecía un asaltante de caminos que un médico. Pero antes que pudiera decir nada, ya el doctor se encaminaba a la cama del herido.
>>Harry, mi muchacho, por Dios, ¿qué te ocurrió?— Severus notó que el tono del hombre ahora destilaba afecto y que a pesar de sus enormes manos, empezaba a quitar el vendaje con el cuidado de una madre—. Pero que herida tan fea— abrió su maletín y sacó un frasquito con un líquido blanco, antes de girarse hacia los hombres que seguían parados a un lado—. La herida está muy fea y va a resultar muy doloroso curarlo— les explicó, con aire profesional—. Voy a tener que sedarlo.
—No, Hagrid, dormirme no, por favor— suplicó Harry, con la confianza que le inspiraba quien le había ayudado a venir al mundo y había sido su médico de toda la vida.
—No te voy a dormir— le explicó el médico, sonriéndole—. Voy a utilizar un método bastante reciente de anestesia. Consiste en inyectarte morfina en la zona de la herida; esto te dormirá la zona pero permanecerás despierto todo el tiempo. Si sientes que empieza a doler de nuevo, avísame para inyectarte un poco más de droga.
Durante la siguiente media hora en la habitación sólo se escucharon los ruidos que hacía el doctor para la cura y los esporádicos jadeos de Harry, mientras los demás lo observaban con atención. Severus miró a Harry y no pudo evitar sentir admiración y respeto por la valentía del muchacho, quien observaba todo lo que le estaban haciendo con expresión serena. Cuando el médico terminó de vendar la herida, se giró hacia Severus.
>>La herida fue seria pero por suerte no afectó los nervios principales, debería recuperarse sin problemas y sin secuelas. Sin embargo, es importante ser muy cuidadosos, el riesgo de infección siempre es alto en estos casos. Yo le voy a hacer curas a diario, pero durante unos días tiene prohibido terminantemente apoyar el pie.
—Hey, Hagrid, recuerdas que estoy aquí— reclamó Harry al sentirse ignorado.
—No lo he olvidado, pero te conozco, mocoso. Si no hay nadie que te controle, mañana vas a estar dando saltos de rama en rama.
Ignorando la cara enfurruñada de Harry, Severus se dirigió al médico.
—No sé preocupe, doctor, se seguirán sus instrucciones al pie de la letra— le aseguró—. Voy a hospedarme en la mansión Black, ¿cree que el joven Potter pueda hacer el viaje sin riesgo esta misma tarde?
—Si va en un carruaje no hay problema, es un trayecto relativamente corto.
—¿Le resultaría muy complicado acercarse hasta la mansión para hacer las curas?
—Para nada— dijo el hombretón, sonriendo—. Ayudé a traer a ese mocoso al mundo, digamos que es mi debilidad— se dirigió de nuevo hacia Harry—. Te voy a dejar algo para el dolor, vas a tomar una cucharadita cada doce horas si los dolores son muy fuertes; no te preocupes, está hecho en base de productos naturales y no tiene efectos secundarios, sólo quizás te produzca cierta somnolencia — empezó a guardar todo su instrumental—. Te veré mañana en la tarde, y ya sabes, pórtate bien— con esta última advertencia, se despidió de los presentes y salió de la habitación.
—Señor Weasley, dónde está… cómo era que se llamaba…— murmuró Severus para si mismo—… ah, sí, la señora Molly.
—En la cocina. Hizo el té pero no quisimos interrumpirlos, y luego como llegó el doctor.
—No importa— replicó el hombre, cortés—. Por favor, dígale que traiga un servicio para Harry— se giró hacia el muchacho—. ¿Comiste algo?
—Nada desde el desayuno— negó el chico, sintiendo ante la pregunta una gran vacío en el estómago; definitivamente tenía hambre.
—Que incluya algunas galletas o dulces. También necesito que prepare el equipaje de Harry. Y si usted pudiera acompañarme a conseguir un carruaje, y quizás a tomar una cerveza, le estaría muy agradecido.
—Con todo gusto, Milord, será un honor.
Y con eso, ambos hombres abandonaron la habitación, dejando a un Harry absolutamente aturdido ante la forma en que había cambiado su vida en apenas unas cuantas horas
Luego de que Severus y Arthur salieran, Ron entró casi a hurtadillas en la habitación de Harry, ansioso por saber de la salud de su amigo. Había visto gente entrar y salir de esa habitación durante un buen rato, pero prácticamente todo el mundo le había ignorado. Así que esperó pacientemente hasta que vio salir a su padre acompañado del Duque y se coló a toda velocidad.
—Compañero, ¿cómo estás?— saludó, dirigiéndose presuroso hacia la cama del enfermo.
—Ron, que bueno que viniste— exclamó Harry, con una gran sonrisa.
—Llevo ni sé el tiempo velando frente a tu puerta, esperando que te quedaras solo— se sentó en la silla que antes ocupara Severus—. Vaya una aventura, amigo. Ni veas el placer que sentí cuando el Duque mandó expulsar a tu tío. Será tu familia, amigo, pero Vernon Potter es un maldito bastardo.
—Y que lo digas. ¿Sabías que quería casarme con un viejo decrépito y depravado?
—Te creo, tu tío haría cualquier cosa por dinero— comentó el joven pelirrojo—. ¿Y es cierto que ahora el Duque es tu tutor?
Harry asintió en silencio, y luego de un momento de reflexión, miró los azules ojos de su amigo.
—¿Recuerdas el hombre del que te hablé? ¿Precisamente el que me salvó en el bosque del Vizconde y me trajo hasta la vicaría?
—El Duque atractivo que te gustaba y…— se interrumpió y miró a Harry con los ojos como platos—. Espera un momento, no me irás a decir que el hombre que te gustó y el Duque son…
—La misma persona— concluyó Harry por él.
—Diablos, que mundo loco— exclamó el pelirrojo—. ¿Y ahora qué vas a hacer?
—Para serte sincero, no lo sé— musitó Harry—. Todavía sigo demasiado aturdido con los cambios que ha dado mi vida. Además, no sé lo que él…
—¿Sé puede saber qué haces aquí, jovencito?— ante el fuerte tono de regaño, ambos chicos miraron hacia la puerta para encontrarse con la Nana Molly, que venía cargada con una bandeja con el servicio de té y un platillo con golosinas.
—No lo regañes, Nana— pidió Harry—, estaba preocupado por mí y me alegra su compañía.
—Además, trajo dos tazas y el señor Duque se fue— agregó Ron—. Yo podría quedarme a tomar el té con Harry, así no estará solo.
—Ni hablar, esta taza es para el señor notario, que ya viene a hablar con Harry— comentó, Colocando la bandeja en la mesilla al lado de la cama—. Así que te vienes conmigo, en la cocina tengo más té y galletas.
—Ni modo, compañero— dijo Ron con resignación—. Mañana me escaparé a verte de nuevo.
—No voy a estar aquí, Ron. El Duque quiere llevarme a la Mansión Black mientras me recupero. Pero espero que me visites allí.
—¿Crees que me dejen entrar?
—Hablaré con el Duque, tú eres mi mejor amigo y que él sea ahora mi tutor no va a cambiar ese hecho.
El joven pelirrojo le contestó con una esplendorosa sonrisa y se acercó para abrazarlo.
—Gracias, compañero. Te prometo que en un par de días voy a visitarte.
—Vamos de una vez, Ronald— dijo Molly desde la puerta, impaciente.
—Ya voy, ya voy— dijo en voz alta y luego, bajando el tono, musitó a Harry—: Detesto cuando me llaman Ronald.
Mientras Harry reía divertido, Ron salió pitando y segundos después entraba Frank Longbotton.
—Hola, Harry, ¿cómo te sientes?— preguntó, ocupando la silla al lado de la cama.
“Vaya, parece que no van a dejar que la silla se enfríe”, pensó Harry, divertido.
—Mucho mejor, señor, gracias— Harry sonrió—. ¿Me acompaña a tomar el té?
—Encantado— dijo el hombre, mientras servía dos tazas y entregaba una a Harry—. Sé que debes estar cansado y adolorido y lamento molestarte, pero debo entregarte unas cosas que dejó tu padre para ti.
—¿Cómo así?— indagó Harry, repentinamente interesado.
—Sí. Son dos objetos que pertenecían a tu abuela. Ella los heredó directamente de sus padres, así que no formaban parte de la sucesión del Condado Potter. Cuando tu padre se fue de casa, se los dio como una especie de herencia. James jamás los tocó, aunque hubo momentos en que tuvo verdaderos problemas económicos y su venta lo hubiera sacado del apuro. Siempre decía que eran intocables, que era lo único que te podía dejar como herencia— sacó una bolsita de terciopelo y se la entregó a Harry.
El joven dejó la taza en la mesilla y tomó la bolsa con mano temblorosa, los ojos anegados de amor y tristeza ante el recuerdo del padre que tanto lo había amado. Abrió la bolsita y extrajo dos hermosas y antiguas joyas, un par de gemelos de platino, incrustados de pequeños rubíes, y un reloj de bolsillo, elaborado en oro de ley, con esfera negra y las manecillas de diamantes.
—Dios, esto debe valer una fortuna— musitó Harry.
—Definitivamente— replicó el notario—. James me contó que el reloj es de finales del siglo pasado; es exclusivo, fue hecho expresamente para su bisabuelo— al ver que Harry seguía mirando ensimismado los objetos, sin hablar, Frank Longbotton continuó—: Tu padre también me dio una carta, para que te la entregara una vez que el Duque de Snape aceptara ser tu tutor.
—¿Una carta de papá?— preguntó Harry, ansioso—. Por favor, quiero verla.
El hombre le entregó un sobre donde, con la pulcra letra de su padre, estaba escrito Para mi hijo Harry
Mientras Harry la abría con dedos temblorosos, Frank se levantó, apretó el hombro del joven y abandonó la habitación, para darle la privacidad que necesitaba en ese momento.
Querido hijo
Sé que al momento de leer esta carta estarás abrumado por las decisiones que he tomado sobre tu vida.
Incluso tal vez estés un poquito molesto porque hice todo esto sin consultarte. Te ruego que me perdones, sabes que es la primera vez que hago algo así pero era indispensable para tu protección. Si no lo hubiera hecho, habrías caído en las manos de mi hermano y me horroriza el sólo pensamiento.
Severus es un buen hombre, te lo aseguro. Sé que él va a realizar todo lo necesario para que tengas una vida hermosa y feliz, el futuro que te mereces, hijo mío, y que lamentablemente yo no pude darte.
Sé respetuoso y obediente con el, y sigue siendo el joven íntegro y digno que siempre me ha hecho sentir tan orgulloso.
Te amo, hijo mío, y desde donde esté, siempre estaré velando por ti.
Tu padre que te adora
James Potter
El carruaje caminaba lentamente por el sinuoso camino del bosque rumbo a la Mansión Black. La tarde ya se había convertido en noche pero Severus iba tranquilo, pues el comisario había destacado una partida de hombres para que los protegieran hasta llegar a su destino.
En el interior del carruaje, Severus estaba cómodamente instalado, y en el asiento de enfrente, Harry estaba acostado, con su pierna herida sobre unos mullidos almohadones de plumas. Al fin había sucumbido a todas las emociones del día y se había quedado dormido de cara a Severus, con la mejilla apoyada en su mano.
“Te ves tan hermoso” , reflexionaba Severus, mientras contemplaba el apacible rostro dormido. “Sería tan fácil enamorarme de ti”
Se inclinó sobre el dulce rostro y apartó un mechón rebelde de su frente. Luego, en un movimiento impulsivo, bajo la cara y depositó un suave beso en los labios rosados. Como respuesta, Harry sonrió en medio del sueño. Severus se incorporó nuevamente.
“Pero no debo enamorarme. Tú eres joven y alegre, mereces vivir rodeado de la algarabía de Londres, sus fiestas, su bullicio; yo soy serio y ermitaño, prefiero mi campo y mi caballos, no sería vida para ti. Pero…
… sería tan hermoso enamorarme de ti”.
Última edición por alisevv el Vie Feb 12, 2016 6:06 pm, editado 4 veces | |
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