La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Una promesa trajo el amor. Capítulo 2. Los problemas de Harry

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alisevv

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MensajeTema: Una promesa trajo el amor. Capítulo 2. Los problemas de Harry   Una promesa trajo el amor. Capítulo 2. Los problemas de Harry I_icon_minitimeVie Abr 03, 2009 6:36 pm

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En cuanto se alejaron de la vista de Remus y Sirius, Severus recortó las riendas e hizo que su montura asumiera un paso más pausado. No quería pensar sobre las razones que le habían impulsado a hacer eso; lo único que sabía es que ansiaba prolongar ese momento tanto como le fuera posible.

Sentir el cálido cuerpo de ese muchacho pegado contra su pecho originaba un cúmulo de sensaciones que nunca había sentido: ansiedad, expectativa, deseo, ternura… miedo. Mientras una mano sujetaba las riendas con firmeza, la otra se deslizó por el abdomen de ese delicioso cuerpo, hasta rodear su cintura y sujetarlo firmemente contra sí.

Harry, por su parte, iba como en medio de un sueño. Su vida no había sido como la de la mayoría de sus amigos, que ya andaban escondiéndose para tener encuentros ardientes con las chicas del pueblo. Como su padre le había dicho al cumplir doce años y explicarle que era un noble fértil, él estaba destinado a enamorarse y casarse con un hombre, noble para más señas.

--Harry, hijo, ven un momento que necesito hablar contigo— pidió James Potter, señalando un sillón a su lado, frente a la chimenea.

—¿Si, padre?— Harry frunció el ceño ante la expresión seria de su padre, quien habitualmente era de carácter dulce y alegre—. ¿Hice algo malo?

—No, no pasa nada malo— sonrió a su hijo para tranquilizarlo—. Es sólo que ya cumpliste doce años y debo hablarte sobre tu legado.

—¿Mi legado?

—Sí. Verás, hace muchos siglos, cuando nuestros antepasados dominaban nuestra tierra…

—¿Los Celtas, padre?— lo interrumpió Harry.

—No, fue incluso mucho antes de eso. Es tan antiguo que han quedado muy pocos rastros de su civilización. De hecho, la única información que ha quedado es que conformaban una gran tribu sedentaria que después se fue mezclando y lo que se refiere a los nobles fértiles, conocimiento que fue pasando de padres a hijos en ciertas familias privilegiadas.

—Sí, yo he oído de los nobles fértiles, uno de mis amigos vivía en un condado donde el Conde consorte era fértil. Pero ni mis amigos ni yo entendemos cómo puede pasar eso.

—Verás, en aquellas lejanas épocas, hubo una enfermedad que atacaba sólo a las mujeres, y diezmó una gran parte de la población. Luego de eso, por causas que jamás se supieron, las mujeres que sobrevivieron empezaron a dar a luz mayoritariamente varones, al punto que por cada niña nacían alrededor de veinte niños.

Los ancianos y los sabios de la tribu pasaron años tratando de encontrar una solución a su situación, cada vez más precaria; al ritmo que iban, pronto desaparecerían por completo.

Entonces, uno de esos niños nacidos luego de la enfermedad creció y quedó embarazado. Estaban asombrados, ¿cómo era posible semejante milagro? Investigaron y encontraron varios casos más. Si bien no todos los varones nacidos eran fértiles, había suficientes como para asegurar la supervivencia de la tribu.

Conforme pasaron los años, se demostró que sólo los descendientes de esas familias iniciales, hombres o mujeres, eran capaces de procrear varones fértiles. Y por esa causa, dichas familias pronto crecieron en importancia dentro de la tribu y con el paso del tiempo su importancia se perpetuó y se transformaron en nuestros actuales Nobles Ingleses.

Hoy día, los varones fértiles son muy escasos, pero todos son descendientes de familia noble, y con el fin de perpetuar su legado, sólo pueden casarse con hombres de sangre noble.

—¿Es decir que yo tendré que casarme con un hombre?— preguntó Harry, asustado.

James sonrió ante la cara de espanto de su hijo.

—No tienes que preocuparte por eso, una de las características de los nobles fértiles es que siempre se sienten atraídos por otros hombres.

—Pero padre, yo sólo soy el hijo de un vicario, no tengo contacto con ningún noble, ¿cómo voy a poder casarme con uno?

—No te preocupes, hijo. Cuando llegue el momento, yo me encargaré de que conozcas a varios nobles guapos y estoy seguro que te enamorarás de alguno de ellos y serás muy feliz.



Al principio, Harry había quedado impresionado por las palabras de su padre, pero con el tiempo terminó por ignorarlas, al fin y al cabo, en sus diecisiete años de vida, jamás se había sentido atraído por nadie, hombre o mujer. Cuando sus amigos le hablaban de sus conquistas, él simplemente les sonreía con indulgencia y con cierta nostalgia. Ansiaba amar y formar una familia, pero estaba convencido de que jamás ningún noble se iba a fijar en él.

Pero ahora, sentado junto a ese duro y cálido cuerpo, sintiendo el suave aliento cosquillear contra su cuello y el firme brazo aferrando su cintura como si no quisiera dejarlo ir jamás, por primera vez sintió esas mariposas en el estómago de las que hablaban sus amigos, esa angustia que le quitaba el aliento, esos deseos de ser acariciado, y besado, y….

Sacudió la cabeza y se arrebujó mejor en el abrazo de Severus. Sabía que estaba mal, que debía retirarse un tanto, pero se sentía tan seguro y protegido, que no pudo hacerlo. Total, ¿qué importaba? En cuanto llegaran a la vicaría y se bajara del caballo, se despediría de ese hombre para siempre, así que, ¿por qué negarse el placer de su contacto unos minutos más?

Continuaron así hasta que llegaron a la entrada del pueblo, y entonces, como con un mismo pensamiento, ambos se alejaron y adoptaron una pose más impersonal; Harry sabía cuan chismosos eran en la villa, y Severus conocía suficiente sobre la naturaleza humana como para saber que un mínimo descuido y el nombre de Harry andaría de boca en boca.

Trotaron por las calles del pueblo, ante la mirada intrigada de los paseantes, hasta que al fin, guiado por Harry, se detuvieron frente a la vicaría.

A pesar de sus propósitos de permanecer indiferente, Severus no pudo evitar apretar un poco más la esbelta cintura cuando ayudó a Harry a bajar del enorme garañón, y tampoco le pasó desapercibido el temblor que sacudió al joven.

—Bueno, Harry— dijo al fin, sonriéndole, al tiempo que le entregaba la bolsa con las hojas recolectadas—. Has llegado sano y salvo.

—Le agradezco mucho, Milord— respondió el joven, ruborizado.

—Fue un placer— la sedosa voz mando nuevas oleadas de excitación por la espina dorsal de Harry, que llegaron a niveles insoportables cuando el hombre extendió la mano y tocó su mejilla lastimada—. Es mejor que te pongas algo sobre ese golpe.

—Lo haré, Milord.

—Fue un placer conocerte.

Sin más palabras, Severus montó en su cabalgadura y se marchó a galope. Harry se quedó observando el camino hasta que caballo y jinete sólo fueron un minúsculo punto en la distancia.



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—Nana Molly, ya llegué— llamó Harry en cuanto atravesó la puerta principal de su modesta residencia. Una mujer baja y pelirroja salió de una puerta lateral.

—Bendito muchacho, al fin llegas. Estábamos preocupados— se fijó en la mejilla de Harry y frunció el ceño—. ¿Cómo te hiciste eso?

—Estaba recogiendo las hojas, me tropecé con una rama y caí— mintió el chico, entregando la bolsa con las hojas a la buena mujer—. Por suerte estaba el Duque de Black y unos amigos y me ayudaron— continuó, tratando de sonar casual—. Uno de ellos me trajo hasta aquí en su caballo— y sin darle tiempo a argumentar, preguntó—: ¿Cómo está mi padre?

—Nervioso también, pero pasó bien la tarde. Además, por aquí vinieron Arthur Weasley y Frank Longbotton y lo tuvieron entretenido.

—Bien. Te agradeceré que le prepares un té— pidió, señalando la bolsa—. Yo voy a verlo.

Se encaminó a un pasillo ubicado en dirección contraria a la puerta por donde había aparecido la mujer y entró en la primera habitación a mano derecha.

—Buenas tardes, padre, ¿cómo te encuentras?

—Al fin llegas, hijo. Me tenías muy preocupado— el enfermo se incorporó a medias y se quedó mirando fijamente a su hijo—. Ven acá— llamó, tendiéndole la mano. Cuando el joven se acercó, le acarició la mejilla con dulzura—. ¿Qué te pasó?

—Tropecé con una rama en el bosque y me caí— repitió la mentira dicha a su nana, no quería que su padre se preocupara y le impidiera ir nuevamente al bosque. Especialmente no ahora, cuando podría volver a encontrarse con el atractivo Duque.

—Siempre te estoy diciendo que no hay necesidad que vayas al bosque— le reprochó James.

—Sí la hay y lo sabes, padre. Esas plantas te hacen mucho bien— y sin transición, preguntó tratando de cambiar de tema—. ¿Y eso que vinieron el señor Weasley y el señor Longbotton?

—¿Es que acaso no pueden venir dos amigos a saludar a tu viejo padre?

Harry se echó a reír.

—Por supuesto que pueden, y usted está de todo menos viejo, caballero.

En eso, entró Molly con el té.

—Aquí llegó tu té— comentó Harry, y al ver la cara de su padre, agregó—, y deja de fruncir la nariz que no sabe tan mal.

—Como no te lo tienes que tomar tú— se quejó el hombre.

—Vale, sabe mal— aceptó el joven, inclinándose para besar a su padre—, pero es por tu bien. Y ya que llegó tu torturadora, voy a aprovechar para irme a bañar.

—Harry— llamó James, antes que su hijo desapareciera por la puerta.

—¿Si?— contestó éste, girando a verlo.

—Te amo, hijo. Recuérdalo siempre.

—Yo también te amo, papá— y con una tierna sonrisa, dio vuelta y salió definitivamente.



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—Vaya, hasta que regresas, hombre— exclamó Sirius, cuando Severus entró en su estudio privado en la Mansión Black—. Al parecer tuviste suerte, ¿no?

—¿A qué te refieres?— preguntó Severus, frunciendo el ceño con extrañeza.

—A qué va a ser, al muchacho. ¿Ya lo estrenaste?

—¡Sirius!— lo regañó Remus, molesto.

—Sirius, te agradezco te abstengas de referirte de esa manera a Harry— pidió Severus con acento helado.

—¿Pero qué les pasa a ustedes dos?— Sirius miró a su novio y a su amigo, asombrado—. ¿A qué vienen tantos remilgos con ese muchacho?

—Es el hijo del vicario— le recordó Remus.

—¿Y? Mi buen amigo aquí presente— se burló, pasando el brazo sobre el hombro de Severus— ha hecho cosas peores que follarse al hijo de un vicario.

—Ya basta— Severus se sacudió el brazo del otro verdaderamente molesto—. En primer lugar, yo nunca he engañado a nadie para llevarlo a mi cama— miró a Sirius con fiereza—. Y en segundo lugar, ese muchacho es un ser muy especial, un alma ingenua.

—Por favor, no me irás a decir que te has enamorado.

—Sirius— advirtió Remus, mirando a su prometido de mala manera.

—No me he enamorado— replicó Severus, al tiempo que se dirigía al barcito, se servía un whisky puro y lo bebía de un trago—, pero podría hacerlo fácilmente. Muy, muy fácilmente.

—No puedo creer que un mocoso te haya puesto en ese estado— Sirius no salía de su asombro.

—Severus— susurró Remus—, ¿tan serio es?

—No tienen idea, amigos— y sirviéndose otra porción de whisky, volvió a apurarlo de un solo trago. Acababa de vivir un extraño sentimiento, y le aterraba la idea de no poder sentirlo nunca más.



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Dos semanas más tarde.

—Arthur, ¿se han tenido noticias?— musitó James, apenas sin voz.

—¿Noticias de qué, padre?— preguntó Harry, que sentado a su lado en la cama, acariciaba el suave cabello tan parecido al propio.

—Nada importante, algo que pedí a Arthur hace unos días— explicó James—. ¿Harry, por qué no vas a traerme un poco de té?

El joven dudó un segundo, su padre estaba muy mal y no quería abandonarlo en ese momento.

—Puedo pedirle a la Nana Molly que te lo traiga— argumentó Harry.

—Ve tú mismo, por favor— suplicó el moribundo—. Es sólo un momento, tengo que hablar con Arthur en privado.

A regañadientes, un Harry con los ojos rojos a causa de las lágrimas que luchaban por salir, salió de la estancia.

En cuanto se cerró la puerta tras él, James se giró impaciente hacia Arthur.

—¿Entonces?

—Nada todavía.

—Dios, y me queda tan poco tiempo.

—Puede que regrese en cualquier momento, cuando llevé la carta me dijeron que el Duque se encontraba visitando a unos amigos.

—Deseaba tanto hablar con él— murmuró James, con desaliento—. Por favor, si muero antes que venga, ve a buscarlo y hazle entender.

—James, tú no vas a mor…

—Me queda poco tiempo. Por favor— suplicó.

—Lo haré— aceptó Arthur al final, con acento triste.

—Ahora llama a Harry, quiero tenerlo conmigo todo el tiempo que pueda.

Segundos después, Harry entraba apresurado.

—¿Padre?

—Ven aquí, hijo, siéntate de nuevo junto a mí.

El chico se apresuró hacia la cama, se sentó con cuidado y volvió a su tarea de acariciar con dedos suaves los revueltos cabellos de su padre.

—Te amo, hijo mío.

—Y yo a ti, papá— las lágrimas empezaron a correr por las mejillas del menor.

—No te pongas triste, yo voy a ir con tu mamá y voy a ser muy feliz.

—Lo sé, papá.

—Promete que vas a ser bueno y vas a acatar mis decisiones, todo lo he hecho pensando en tu bien.

—¿Qué decisiones?— preguntó Harry, intrigado en medio de su dolor.

—Ahora no importa, pronto las conocerás. Sólo promételo.

—Lo prometo.



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Severus había regresado a su mansión, pese a la insistencia de Sirius y Remus para que se quedara una temporada más con ellos. Había dado como excusa que tenía muchos pendientes que atender en el Ducado, pero la verdad es que había salido huyendo. Se había pasado dos semanas pensando en el dichoso muchacho y luchando contra el impulso de ir a buscarlo a la vicaría. Un día más en la Casa Black y su fuerza de voluntad habría caído estrepitosamente.

Reflexionaba en todo esto mientras calentaba una copa de brandy en su elegante mano de dedos delgados cuando unos toques en la puerta le sacaron de su ensimismamiento.

—Adelante— concedió con su voz profunda.

Una esbelta dama entró lentamente y se detuvo delante del amo de la casa.

—Nana Minerva, al fin apareces— exclamó el Duque de Snape, llamándola como cuando era apenas un chiquillo—. ¿Dónde te habías metido?

Al ver que la buena mujer agachaba la cabeza avergonzada y ligeramente temblorosa, Severus preguntó.

—¿Qué pasa, Nana?

—Le traje esto, Milord— dijo ella al fin.

—¿Desde cuándo me llamas Milord cuando estamos solos, Nana?— preguntó Severus, y tomó el sobre ligeramente quemado que ella le estaba entregando—. ¿Qué es esto?

—Es un sobre que Milord recibió hace dos semanas— contestó ella, compungida—. Lo siento, Milord.

—¿Qué es lo que sientes? No comprendo nada. ¿De quién es esta carta?— dio vuelta al sobre y leyó el remitente—. ¿James? ¿Cuándo llegó esta carta?

—Hace dos semanas, Señoría— repitió la mujer.

—¿Y por qué no me la enviaron de inmediato a la Casa Black?— ahora, además de confundido estaba molesto.

—Su secretario se negó— explicó la mujer—. Echó la carta al fuego y salió del estudio. Entonces yo entré y la rescaté del fuego.

—¿Y por qué Goyle iba a hacer algo tan estúpido como eso y cómo llegaste justo a tiempo para rescatarla?

La mujer respiró profundamente.

—Sabía que iba a hacerlo porque es lo que estuvo haciendo con sus cartas y las de Lord James por varios años, hasta que ambos se cansaron de enviar misivas que nunca eran respondidas.

Severus estaba lívido de furia.

—Explícate.

—El difunto Duque había dado instrucciones de quemar todas las cartas que usted mandara al niño James y todas las que él le enviara a usted.

—Dios— Severus no lo podía creer, todos estos años pensando que James le había olvidado, y todo había sido una trampa de su padre—. ¿Por qué, Nana?— el reproche de Severus iba impregnado de un profundo dolor.

—Porque su padre amenazó con despedirnos a Albus y a mí si decíamos algo, e incluso enviarnos a prisión— levantó la vista y lo miró suplicante—. Teníamos mucho miedo, su padre era muy poderoso y… yo no quería dejarlo solito, niñ… Señoría— a ese punto, la buena mujer lloraba desconsolada.

—¿Y cuando murió mi padre yo me convertí en Duque? ¿Por qué no hablaste entonces?

—Temí que al saberlo nos despreciara y nos despidiera, y yo no podía soportar su desprecio— la angustia de la buena dama era conmovedora.

—¿Y por qué hablaste ahora?— preguntó Severus, estirando la mano y limpiando las lágrimas de la mujer que lo había cuidado como a un hijo.

—Porque sé que si Lord James le envió esa carta debe ser por algo muy importante, Milord.

—Está bien, Nana, tranquilízate— Severus pasó un brazo por sus hombros y la condujo hacia la puerta—. Por favor, dile a Goyle que venga enseguida y luego ve a dormir.

Cuando la mujer hubo partido, Severus se sentó junto al fuego, extrajo la carta del sobre y empezó a leer.



Severus

Disculpa que te llame por tu nombre, pero esta carta va dirigida a mi amigo de la infancia, no al Duque de Snape.

Te he extrañado tanto todos estos años. No creas que quiero reprocharte que nunca contestaras mis cartas, entiendo que tu vida ha debido ser muy complicada. De cualquier forma, yo fui feliz escribiéndolas y pensando que tú estabas bien y eras feliz.
Severus cerró el puño con furia, maldiciendo mentalmente a su padre, a Goyle, y a todo el estúpido mundo de la Corte.


Juro que no quería tener que llegar a esto, pero necesito que hagas válida la promesa que hicimos hace años, ¿te acuerdas? Es muy importante, porque voy a morir



El ceño de Severus se hizo más profundo.


y voy a dejar desamparado a mi único hijo.

Tiene diecisiete años, y en circunstancias normales no me preocuparía porque es un chico inteligente y trabajador.

Pero es fértil, y tú sabes lo que eso significa; cuando yo muera, él va a quedar en manos de mi hermano. Supongo que en la Corte de Londres has oído hablar de las pillerías de Vernon. Ha dilapidado gran parte de la fortuna perteneciente al Condado y necesita dinero con urgencia. Mi Harry es dulce y hermoso, y estoy seguro que si cae en manos de Vernon muy pronto lo va a vender al mejor postor.


—¿Harry?— musitó Severus, sin aliento, mientras buscaba el sobre con manos temblorosas y revisaba la dirección—. Dioses, es Harry.

Impactado, volvió a fijar su atención en la carta de su amigo.


Por eso mi único camino eres tú. He dejado mi testamento, legando mis poquísimas pertenencias a Harry, y designándote como su tutor. Eres lo suficientemente rico e influyente como para que Vernon desista de pelearte el derecho que te estoy cediendo.

Severus, sé que te estoy pidiendo algo muy grande, pero no se me ocurre que otra cosa hacer. Mi niño es mi mayor tesoro, y mi único deseo antes de morir es que sea feliz. Por favor, ayúdame a lograrlo.

Toda la documentación pertinente al tutelaje la encontrarás en la notaría cuya dirección te anexo.

Tu amigo por siempre

James



Severus estaba abstraído mirando el papel en su mano cuando unos golpes en la puerta le sobresaltaron.

—Adelante.
—Me llamaba, Milord— preguntó un hombre alto y grueso.

—Sí, Goyle, lo llamaba— casi ladró Severus—. Espéreme un momento, ya regreso.

Salió cual tromba de su despacho y llamó a Albus Dumbledore, que para entonces era su mayordomo.

—¿Si, Milord?— preguntó el hombre, llegando presuroso.

—Haz que preparen a Tormenta a la mayor brevedad, debo salir con urgencia hacia el Ducado Black. También dile a Nana que me prepare un bolso con muda para varios días.

—Pero ese es un viaje demasiado largo para hacerlo a caballo y usted acaba de regresar, ¿no preferiría que le prepararan el carruaje, Milord?

—Dije el caballo— bufó Severus, y ante la expresión de Albus, se calmó ligeramente—. Es sumamente urgente y viajar en carruaje me tomaría al menos cuatro días, en caballo puedo llegar en dos días, o dos días y medio máximo.

—Sí, Milord, enseguida se lo mando a preparar.

Severus regresó a su estudio y enfrentó a su secretario, agitando la carta en la mano.

—¿Sabe que es esto, Goyle?— preguntó. El hombre palideció mortalmente—. Sí, veo que lo sabe. Tiene una hora para abandonar mi propiedad, está despedido.

—Pero Milord, yo trabajé más de cuarenta años para el antiguo Duque y…

—Usted lo ha dicho, trabajó para mi padre… y en mi contra— miró al hombre con ferocidad—. Una hora, si cuando se cumpla el tiempo todavía sigue aquí, le haré echar por la fuerza.



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Harry, totalmente vestido de negro, regresaba desconsolado a la vicaría. Muchos de sus amigos habían insistido en acompañarlo, pero él se había negado, necesitaba estar un rato a solas con el recuerdo de su padre. Sabía que luego llegaría la nana Molly a ver cómo estaba, pero mientras eso sucedía tendría su pequeña cuota de soledad.

Pero sus deseos no iban a verse cumplidos, pensó frunciendo el ceño, al notar que frente a la puerta de la vicaría se hallaban varios hombres y el carruaje del desagradable hermano de su padre, su tío Vernon.

Lanzó un suspiro resignado, y aunque en ese momento se encontraba demasiado frágil para enfrentar al sinvergüenza de su tío, se dijo que al mal tiempo mejor darle prisa. Mientras más pronto pudiera deshacerse de él, antes quedaría a solas con el recuerdo de su padre.

Pasó frente a los hombres sin dedicarles una segunda mirada y empujó la cancela que daba paso al jardincito de la vicaría. Se dirigió hacia la zona destinada a vivienda y respirando con fuerza para darse ánimos, empujó la puerta de madera y entró.

—Al fin llegas, muchacho— fue el saludo de bienvenida que recibió de su hosco tío.

—Estaba en el entierro de mi padre— contestó Harry de mal talante—. Pensé que al menos habrías tenido la cortesía de ir.

—Un Conde no tiene por qué dignarse a ir al entierro de un simple vicario de pueblo.

—Era tu hermano— casi gritó Harry, rechinando los dientes con furia. Su interlocutor se limitó a lanzar una sonrisa desagradable.

—Un hermano que lo único bueno que hizo en esta vida fue traer al mundo un hijo hermoso y fértil, alguien que va a lograr levantar el antiguo esplendor de la Casa Potter.

—NO hables así de mi padre— dijo Harry, envarándose frente a él—. Y no sé a que vienen todas esas estupideces de levantar el antiguo esplendor de nuestra Casa familiar cuando has sido tú quien ha contribuido a dilapidar la inmensa fortuna Potter en las casas de juego y las patas de los caballos.

Como respuesta, Harry recibió una sonora bofetada.

—No te atrevas a hablarme así. Con la muerte de tu padre yo, como cabeza de familia, me he convertido en tu tutor legal. A partir de ahora harás lo que yo diga. Prepara tus cosas que esta misma tarde partimos hacia la Mansión Potter.

Harry palideció intensamente.

—Ni sueñes que yo voy a vivir en tu casa y con tu familia— espetó.

—De hecho, eso no es algo que a mí me haga muy feliz tampoco. Pero será por muy poco tiempo, el mínimo indispensable para que se preparen tus esponsales con el Vizconde Augus Filch.

—¿Qué?— Harry se sostuvo de una silla presa de un súbito mareo.

—Le he dado tu mano en matrimonio al Vizconde. Claro, a cambio de una enorme suma que solventará todas las deudas del Condado Potter.

—Es mejor que vayas buscando otra forma de pagar tus deudas, no me pienso casar con ese viejo decrépito ni muerto.

Vernon se acercó a él, aferró su brazo y lo miró con furia.

>>Suéltame, me haces daño— se quejó Harry.

—Y puedo hacerte mucho más, te lo aseguro. Entiéndelo, ahora dependes absolutamente de mí y harás lo que yo digo.

—Jamás.

—Eso lo veremos— tomó su capa de viaje y la echó sobre sus hombros—. Regresaré al atardecer, espero que para entonces tengas todo listo para partir. Y por cierto, si acaso se te ocurriera la peregrina idea de huir, he dejado hombres vigilando la casa y pueden ser muy desagradables si la situación lo amerita.

Cuando el hombre hubo salido, Harry se derrumbó en un sillón, llorando. Los últimos días habían sido terribles para él, con la agonía de su padre, su muerte y posterior entierro. Y cuando creía que las cosas no podían empeorar, se apareció su tío con esa canallada.

Se pasó horas llorando y buscando una salida a su situación. Sabía que tenía que escapar pero la casa estaba rodeada y… Entonces lo recordó. La vieja salida de emergencia. Un túnel que había sido construido en una de las pasadas guerras y que llegaba casi hasta el comienzo del bosque. Se estremecía sólo de pensar en ese lugar, era frío y húmedo y hacía años que no se usaba, por lo que seguramente estaría lleno de alimañas. Pero no tenía otra opción. Una vez en el bosque podría ir a pedir ayuda a la Casa Black, y quizás allí también estaría el amigo del Duque. El sólo pensamiento hizo que una sonrisa aflorara a su rostro y un estremecimiento recorriera su cuerpo.

Bajó a la alacena y buscó un quinqué, con la esperanza de que fuera suficiente para alumbrar la profunda oscuridad del pasadizo. También tomó un atizador de la chimenea como un intento de defenderse de las alimañas y se dirigió al armario que cubría la trampilla que conducía al túnel. Lo movió con algo de esfuerzo, respiró profundo y se internó en la oscuridad del pasadizo.

Perdió la cuenta del tiempo que caminó, alumbrado apenas por la débil luz del quinqué, y utilizando el atizador para apartar las alimañas que, como suponía, pululaban por todo el trayecto, y muchas de las cuales hicieron fuertes intentos por subirse a sus ropas. Cuando al fin apartó una espesa cortina de ramas y salió al aire libre, respiró con alivio, ese recorrido había sido realmente escalofriante.

Sin darse ni un minuto para serenarse, empezó a correr hacia el bosque cercano. El trayecto a través del bosque hasta la Casa Black era largo y complicado, especialmente por tener que hacerlo a pie, pero contaba con que sus carceleros tardaran en notar su desaparición.

Una hora después de su huída, el Conde Vernon Potter llegó a la vicaría en busca de su sobrino. Al ver que éste había desaparecido, se puso furioso. Luego de descubrir el túnel de escape, e interrogar a una aterrada Molly sobre el lugar al que conducía, mandó llamar a todos sus hombres.

—Escapó hacia el bosque— les informó, echando chispas por los ojos—. Quiero que dos de ustedes vayan a buscar unos perros de presa, alquílenlos, cómprenlos o lo que haga falta. El resto preparen los caballos, quiero que vayan al bosque a buscar a mi sobrino y más les vale traerlo de regreso a la mayor brevedad. Voy a volver a salir y no pienso tardar más de una hora, espero que a mi regreso ya lo hayan recuperado.

Mientras Vernon despotricaba contra el maldito mocoso, su estúpido hermano difunto, y los idiotas que tenía trabajando a sus órdenes, Harry corría a toda la velocidad que podía. El camino había resultado penoso y estaba agotado, y lo que era peor, creía que se había perdido en medio del bosque.

Una hora después, un lejano sonido, todavía muy tenue, llegó a sus oídos. No logró distinguir de qué se trataba pero apuró la marcha. A medida que pasaba el tiempo, los sonidos se acercaban, hasta que al fin pudo distinguirlos claramente: ladridos de perros y cascos de caballos.

—Dios, me están buscando— musitó con angustia, y aceleró la marcha.

Corrió todo lo que le era humanamente posible, pero los ruidos eran cada vez más fuertes, indicando que se estaban acercando a velocidad alucinante. Con los últimos restos de energía, corrió a un más fuerte, pero en su distracción piso el espacio entre dos ramas del suelo, perdió el equilibrio y cayó estrepitosamente.

Se medio incorporó para tratar de sacar su pie atorado cuando vio un perro que se abalanzaba hacia él, y lo siguiente que sintió fue un dolor espantoso cuando el mastín hincó sus terribles fauces en su pantorrilla. Tras el perro apareció uno de sus carceleros.

—Suéltalo, Bob— ordenó el hombre.

El animal lo soltó y Harry vio como su pantalón empezaba a empaparse de sangre rápidamente. Sin miramientos, el hombre sacó el pie que el chico tenía atrapado entre las ramas y lo jaló para ponerlo de pie.

—Suélteme, desgraciado— exigió Harry perentoriamente.

—Vaya, aún tiene coraje el muchachito— rió el hombre antes de darle un empujón—. Vamos, camina.

—No puedo, mi pierna está sangrando demasiado.

—Haberlo pensado antes de intentar escapar— el hombre le dio otro empujón y Harry no pudo hacer otra cosa que empezar a caminar.

Sentía que el dolor le estaba partiendo la pierna en dos, por eso vio con alivio que unas yardas más allá, el resto de los hombres lo esperaban con sendas cabalgaduras.

Bruscamente, el hombre que le había encontrado le desgarró la pernera del pantalón y le vendó toscamente la herida, le ató las manos a la espalda y lo lanzó a la grupa de su caballo como si de un saco de papas se tratara, para luego montar él y dirigirse de regreso a la vicaría.



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Cuando Severus llegó al pueblo, agotado después de dos días y medio de cabalgar, deteniéndose a descansar apenas unas horas cada noche, fue directo a la vicaría. Al no encontrar a nadie, se dirigió a la notaría, donde Frank Longbottom le comunicó que James Potter había sido enterrado pocas horas antes y que lo más probable era que su hijo estuviera siendo consolado en casa de alguna vecina.

Agobiado, le dijo al notario que iría un momento al cementerio y regresaría para conversar sobre la última voluntad de su amigo. Con el rostro pétreo, caminó hasta el pequeño cementerio del pueblo y se dirigió hacia la tumba que, por lo que se veía, era la más reciente. Allí estaba, unas cuantas flores y una pequeña lápida con el nombre de su amigo.

Se arrodillo junto a la tumba y la miró con los ojos húmedos.

—Querido amigo— musitó, mientras acariciaba el nombre de la lápida—. No sabes cuanto lo lamento. Moriste pensando que te había olvidado pero no fue así, fue mi padre y sus intrigas las que nos separaron. Pero ni él pudo romper la amistad que anidó en mi corazón todos estos años, la misma que yo sé que anidó en el tuyo.

Calló un momento, intentando recuperar la compostura, antes de seguir.

>>—Y ahora dejas a tu hijo en mis manos, y yo me veo en la necesidad de protegerlo de todos, incluso de mí. ¿Cómo voy a convertirme en su guardián cuando lo que desearía es ser su amante?

>>Pero no debes preocuparte, pienso cumplir la promesa que te hice hace tantos años. Tomaré a tu hijo bajo mi tutela y haré todo lo posible para que encuentre un hombre joven, tierno y honrado que lo pueda hacer feliz. Te lo prometo.

Con esa determinación, Severus se levantó y regresó a la notaría. Al llegar, además del notario se encontró con Arthur Weasley.

—Buenas tardes— saludó con cortesía.

—Ah, señor Duque— saludó Fran Longbottom—. Déjeme presentarle al señor Weasley, un viejo amigo de James. Y aquí le tengo los papeles legalizados— pasó un documento lacrado a Severus—. Con esto…

Lo que iba a decir se vio interrumpido por la intempestiva llegada de un mozalbete pelirrojo.

—Ron, te he dicho mil veces que no debes entrar así en la casa de la gente— le recriminó Arthur Weasley.

—Lo siento, padre, pero es urgente. Fui a la vicaría a hablar con Harry— ante esas palabras Severus sintió una punzada de… ¿celos?— y vi a varios hombres, y uno de ellos lo llevaba atado, sobre la grupa de su caballo, y su pierna sangraba profusamente. También había un carruaje frente a la vicaría.

—¿Cómo que está herido y lo llevaban atado?— preguntó Severus, rechinando los dientes con furia.

—Debió ser su tío. Imaginaba que vendría a reclamarlo pero no pensé que fuera tan pronto.

—¿Reclamarlo? Sobre mi cadáver— exclamó Severus, disponiéndose a salir.

—Espere, señor— advirtió Ron—. Hay varios hombres y pueden estar armados.

—También yo lo estoy.

—Y yo, así que lo acompaño, Milord— dijo Arthur.

—Y yo también— agregó el notario.

—Muchacho— Severus se volvió hacia un Ron visiblemente asustado—, sería de mucha utilidad que fueras por el comisario.

Mientras Ron corría a avisar a las autoridades, los tres hombres se encaminaron presurosos hacia la vicaría.



Una promesa trajo el amor. Capítulo 2. Los problemas de Harry Gif-animados-WebDiseno-Lineas-Particion_06432_zpsi58j44am



Al llegar a la vicaría, Harry fue lanzado como un fardo a los pies de su tío, el Conde de Potter.

—Desátenlo— ordenó el hombre con tono gélido. Cuando sus empleados le hubieron obedecido, volvió a ordenar—. Levántate.

Con mucho esfuerzo a causa del terrible dolor de la pierna, Harry se puso de pie y se plantó firme frente a su tío.

—¿Se puede saber por qué me desobedeciste y huiste?

—Porque no pienso acatar las decisiones que tú tomaste sin mi consentimiento.

—Ya te dije que soy tu tutor y a partir de ahora y hasta que te cases, vas a hacer lo que yo diga— sacó el fuete de su funda—. Una vez casado, será problema del Vizconde moldear tu carácter, pero me temo que mientras tanto voy a tener que demostrarte que conmigo no se juega.

Ante los aterrados ojos de Harry, el hombre levantó el fuete, decidido a demostrar a su sobrino que enfrentarse a él era un juego muy peligroso.




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Última edición por alisevv el Jue Feb 11, 2016 5:33 pm, editado 6 veces
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MensajeTema: Re: Una promesa trajo el amor. Capítulo 2. Los problemas de Harry   Una promesa trajo el amor. Capítulo 2. Los problemas de Harry I_icon_minitimeLun Jun 16, 2014 9:08 am

Que lindo tanto Harry como Severus sintieron algo al verse, eso es tan romántico.

Maldito Vernon, espero que Severus llegue para salvar a Harry
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MensajeTema: Re: Una promesa trajo el amor. Capítulo 2. Los problemas de Harry   Una promesa trajo el amor. Capítulo 2. Los problemas de Harry I_icon_minitimeVie Jul 04, 2014 2:56 pm

Es una historia romanticona, como las que a mí me gustan. sm1 

Sev va en camino, ya le dije que se apurara

Besos
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MensajeTema: Re: Una promesa trajo el amor. Capítulo 2. Los problemas de Harry   Una promesa trajo el amor. Capítulo 2. Los problemas de Harry I_icon_minitime

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