CAPÍTULO 8: Una noche en la mansión Malfoy
Harry recorría con sus dedos distraídamente el tallo de su copa de vino, admirando el reflejo de la tenue luz del candelabro sobre el vidrio; las suaves llamas lograban que el líquido color rubí centelleara, dándole un aspecto brillante. El joven alzó la mirada y observó a las personas que se encontraban sentadas a su alrededor.
A su derecha, presidiendo la mesa, estaba Lucius Malfoy, mientras a su izquierda se sentaba un hombre apellidado Smethlewick. Al lado de este último se encontraba un nombre cuyo nombre era incapaz de recordar. En el asiento opuesto a Malfoy se hallaba emplazado Aramis Purefoy, un tipo bastante apuesto, con una melena de color dorado que hacía juego con sus ojos, del mismo tono. A pesar de su belleza, el bigote y la perilla que ocupaban su cara le daban una apariencia leonina que, en opinión de Harry, empeoraban su aspecto.
Justo al lado de Purefoy, en el asiento más alejado del suyo, se encontraba Severus, vestido con una túnica de suave terciopelo verde botella. La lujosa tela lograba compensar la sencillez de diseño de su atuendo, dotando al hombre de un encanto que maravilló al chico.
Los dos últimos asistentes a la reunión eran Felix Catismore, sentado junto a Snape, y Haydn Fell, situado entre Catismore y Malfoy, quedando en frente de Harry. Haydn Fell era un hombre bastante delgado, con porte altivo y una túnica negra de corte impecable; a pesar de sus múltiples intentos por monopolizar la atención del anfitrión, no logró tener éxito, ya que Lucius había aprovechado para coquetear descaradamente con Harry durante toda la cena.
La comida había resultado ser una delicia, como no podía ser de otra forma. El lugar desprendía categoría por todos sus rincones, y Harry no pudo evitar sentirse como si estuviera en una de esas casas de la “National Trust” * que había podido ojear en algunos de los suplementos que incluían los periódicos del domingo que compraban los Dursley. En la sala incluso había eco, y cada uno de los asistentes a la reunión contaba con un sirviente situado tras su asiento para satisfacer todos sus caprichos; Harry pensaba que esto era algo bastante exagerado, pero al percatarse de que nadie mencionó ni una sola palabra sobre el tema, asumió que era algo normal en chez ** Malfoy.
A pesar de carecer de todos esos lujos, prefería mil veces un almuerzo en la Madriguera.
Mientras Fell intentaba una vez más captar la atención de Lucius, Harry se giró para hablar con Smethlewick. Mientras conversaba despreocupadamente con el hombre, sus ojos se desviaron en dirección a Severus, quien lo estaba observando fijamente por encima de su copa. No creerá que estoy disfrutando de las atenciones de Malfoy, ¿no?, se preguntó el joven con preocupación. De pronto, vio como la mirada del ojinegro se dirigía hacia sus dedos, que permanecían sobre el tallo de su copa, y se le ocurrió una idea; lanzó un hechizo sin varita, y, mientras cuestionaba a Smethlewick sobre su opinión del último partido de los Puddlemere contra los Cannons, no cesaba de mirar a Severus por el rabillo del ojo. El Gryffindor observó con diversión cómo su amante llevaba su copa a los labios con una mano temblorosa y trataba de disimular los efectos del encantamiento mientras continuaba su conversación con Catismore.
Unos instantes más tarde, Harry movió su mano de nuevo, logrando un estremecimiento de Snape, que miró al joven desde su asiento. El chico deslizó suavemente sus dedos sobre el tallo de su copa, mientras con la otra mano agarraba su cuchara e introducía un poco de trifle *** en su boca, lamiendo con presteza el cubierto.
—¡Severus! —exclamó Lucius, regresando a ambos de vuelta a la realidad—. Sé que Alex es un joven muy apuesto, pero intenta contenerte. ¡Parece que te hubieran hechizado!
Hubo un coro de risas alrededor de la mesa.
—¡Oh, lo está! —respondió Alex riendo entre dientes—. Literalmente. He estado probando algo con él, no puedes culparlo por estar distraído.
Severus, quién se encontraba recostado sobre su asiento, frunció levemente el ceño, logrando que Harry comenzara a lamentarse de su chiquillada.
—Creía que solo los niños que iban a la escuela encontraban provocadores los juegos eróticos con copas de vino, Severus —comentó Lucius con condescendencia, provocando que la culpabilidad del Gryffindor se acentuara.
Mmm, pensó el joven, tengo que ser más precavido con Malfoy, es más observador de lo que pensaba. Por una vez agradeció que el rubio lo encontrara atractivo; quizá podía emplear ese conocimiento a su favor.
—Bueno, no era eso precisamente lo que estaba haciendo —objetó Harry con una sonrisa.
—Alex... —lo interrumpió el ojinegro con tono de advertencia.
El chico miró a su amante.
—¿Crees que les gustaría probar, Severus? —preguntó, alzando las cejas.
Tras unos instantes de reflexión, el profesor soltó una risa suave.
—Como quieras.
—Aunque quizá algunos de vosotros, caballeros, al ser heterosexuales, no se muestren de acuerdo con que lo haga —murmuró Harry.
Se podía notar la lucha entre la reserva y la enorme curiosidad de la mayoría de los asistentes a la reunión.
—No creo que nada de lo que puedas hacer en una mesa pueda cambiar la orientación sexual de nadie, Alex —respondió Lucius con una sonrisa.
Hubo otro coro de risas mostrando acuerdo ante la afirmación del rubio.
Harry sacó su varita ante la aprobación general y miró a Malfoy, ya que no creía que fuera muy respetuoso usarla sin pedir permiso al anfitrión. Tras el asentimiento del rubio, el joven realizó varios movimientos con su varita, mientras murmuraba algunas palabras ininteligibles, fingiendo que estaba usando el instrumento; no pensaba demostrar que era capaz de hacer magia sin varita.
—No siento nada —reclamó Catismore.
—Lo notarás. Empieza a comer —respondió Harry.
Los hombres continuaron degustando sus postres, sintiéndose engañados, hasta que el chico agarró la cuchara y rozó su copa, instante en el que todos se removieron sobre su asiento. Harry decidió continuar burlándose un poco más de sus acompañantes, por lo que, mientras seguía comiendo con una mano, continuó deslizando los dedos de la otra con indiferencia por el tallo de la copa.
Smethlewick jadeó, y Harry continuó con su tarea, observando cómo los hombres no podían apartar la mirada de sus dedos, por lo que aprovechó para sostener la copa con mayor firmeza.
—¡Jodido Merlín! —exclamó Fell, sacudiéndose en su asiento.
El joven terminó su postre y detuvo su movimiento, percibiendo cómo aumentaba la tensión en la mesa. Tras lamer lentamente la cuchara, miró a Malfoy.
—Esto está buenísimo.
Pero cuando el rubio abrió la boca para responder, Harry levantó la copa muy despacio, provocando que Malfoy enmudeciera. Puso sentir las respiraciones contenidas a lo largo de la mesa, y le entraron ganas de reír. Sus ojos se encontraron con los de Severus y, sonriendo, sostuvo la copa con mayor fuerza, notando cómo aumentaba de nuevo la tensión. Cuando solo faltaba un centímetro para que rozara sus labios, los abrió y humedeció con la punta de su lengua el superior, sintiendo todas las miradas sobre él; la tensión podía cortarse con un cuchillo.
>>Mejor no —dijo Harry, soltando la copa de nuevo sobre la mesa.
—¡Joder! —siseó Purefoy—. ¡A esto es lo que yo llamo una buena fiesta!
Esa exclamación rompió el hielo y arrancó una risa de todos los asistentes a la reunión, quienes reajustaron sus túnicas.
>>¿Cuánto tiempo te ha estado haciendo esto? —preguntó Purefoy a Snape—. ¡Tienes que tener los huevos de acero!
—Merece la pena tener un amante tan creativo —respondió el ojinegro con una sonrisa de satisfacción.
Harry movió su varita, fingiendo anular el hechizo con ella, y, cuando terminó, Lucius se giró hacia él, colocando su mano sobre la del joven.
—Un hechizo muy bueno, Alex. Deberías permitirme que te devuelva el favor.
Harry abrió los ojos con sorpresa; el hombre ya había sobrepasado el límite del coqueteo y tenía que frenarlo como fuera.
—Una oferta muy grata, señor —respondió, usando el título formal para crear distancia entre ellos—, pero con Severus tengo más que suficiente, se lo aseguro.
El rubio se recostó sobre su asiento, sorbiendo su vino.
—Soy consciente de las habilidades de Severus.
Harry sintió cómo se le revolvía el estómago ante la afirmación de Malfoy, aunque no fue ninguna sorpresa, ya lo había intuido.
—Todos tenemos un pasado —objetó el chico con tono calmado, esperando no estar equivocado y que esa relación fuera inexistente en la actualidad. Imaginarse a Severus con Malfoy dolía, aunque la sensación no era del todo inesperada. En el fondo, siempre había sabido que lo que existía entre ellos iba más allá del sexo, y ante esa repentina revelación, el joven se detuvo a observar al ojinegro; contempló su fea nariz, la piel pálida, los anchos hombros, las estrechas caderas, y su cuerpo delgado, sin una sola gota de grasa, cubierto de firmes y tensos músculos. ¿Acaso se había enamorado del hombre? ¿Cómo? ¿Cuándo?
Severus le devolvió la mirada con ojos inquisitivos, y Harry lo tranquilizó sonriéndole a medias para después girarse hacia Lucius, quien había observado el pequeño intercambio.
—¿Celoso? —inquirió el rubio.
Harry notó cómo sus cejas se fruncían, por lo que se obligó a relajarse. Malfoy rio ante el gesto.
>>No tienes por qué estarlo —añadió Lucius con voz sedosa—. Mis gustos han evolucionado. Por muy bueno que sea en la cama, Severus sigue siendo un bastardo bastante feo. Un día te darás cuenta, Alex, de que puedes estar con alguien igual de hábil en las artes íntimas, pero con un rostro más atractivo que ver cuando despiertes por las mañanas. Cuando eso pase, mi querido Alex, tal vez pueda ayudarte.
Harry se acomodó sobre su silla.
—Otra oferta generosa —comenzó el joven con tono suave— de uno de los hombres más apuestos de nuestro mundo —añadió, observando la expresión de autosuficiencia de Malfoy mientras el chico examinaba sus rasgos con calma—. Pero me gusta ver la cara de Severus por las mañanas, Lucius —terminó con una sonrisa.
En los ojos de Malfoy se reflejó por unos instantes un destello de fastidio, pero enseguida soltó una carcajada.
—¡Bien! Parece que Severus tiene suerte de tener una pareja tan leal, me alegro por él.
Harry no podía creer semejante descaro por parte del hombre que había intentado por todos sus medios que alejara la atención de su amigo durante las últimas dos horas.
>>¡Vamos! —agregó Lucius, poniéndose de pie—. Continuemos la reunión en mi despacho.
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En el despacho había oporto y café, así como una ingente cantidad de pasteles y un montón de cartas sobre una mesa, ya preparadas para comenzar el juego.
Harry había preguntado a Severus antes de asistir a la reunión qué solían apostar los magos; había jugado en algunas ocasiones al póquer y juegos similares con sus amigos muggles durante los veranos y creía que podía defenderse, pero no pudo evitar preocuparse al imaginarse lo altas que serían las apuestas en esas fiestas de élite. Para su sorpresa, Severus le había explicado que para los magos sangre pura, la idea de jugar por dinero era indigna, y lo que hacían era registrar las puntuaciones en libros que guardaban generación tras generación.
A pesar de la tranquilidad que esa información proporcionó a Harry, el joven no tenía ganas de jugar, y aprovechó la oportunidad para librarse de la partida cuando vio que el hombre cuyo nombre no recordaba se servía un café y se sentaba en un sofá junto al fuego. Harry, tras prometer que jugaría una mano más tarde, agarró una taza y se sentó junto al hombre.
—Perdone —se disculpó Harry—, no escuché bien su nombre cuando nos presentaron.
—Sebastian Flight —respondió el hombre sonriendo—. Y usted es Alex, ¿no? ¿No le gusta el juego?
—No me apetece ahora mismo. Quizá me una más tarde. ¿Usted tampoco está interesado en las cartas?
—La verdad es que no. Me paso el día analizando cifras y resultados, y no me apetece hacerlo también por la noche, pero hoy tenía que reunirme con el Sr. Malfoy y me ofreció quedarme a cenar. Como hacía bastante tiempo que no veía a Catismore decidí aceptar.
—¿Qué clase de cifras analiza? ¿Es contable?
—Corredor de bolsa —respondió Sebastian con un mohín—. Me temo que eso suele matar las ganas de conversar.
—En absoluto —respondió Harry, mirando al hombre con renovado interés; podía serle de mucha utilidad—. Perdóneme, espero que no sea de mala educación hablar sobre negocios, pero estaría muy agradecido si pudiera recomendarme a alguien que me ayudara a expandir mis inversiones.
Sebastian Flight lo miró con curiosidad.
—La mayoría de la gente me pregunta sobre sus inversiones.
—Como si a un médico alguien le saca a relucir sus hemorroides en una reunión —comentó Harry sonriendo, logrando arrancar una risa de su acompañante—. Por favor, ignore mi pregunta. ¿Qué opina de que hayan elegido a Longsdale como buscador de Inglaterra?
El Sr. Flight tomó un pequeño sorbo de café y miró al joven sobre su taza.
—No es necesario cambiar de tema, ha conseguido despertar mi curiosidad. No quiere que actúe en su nombre, pero me pide que le recomiende a otra persona, ¿en qué área está pensando en invertir?
Harry se inclinó hacia delante con rostro serio.
—¡Oh, no era mi intención ser grosero! Simplemente no soy tan presuntuoso como para pedirle que me asesore o que actúe en mi nombre, ya que es el encargado de manejar los negocios del Sr. Malfoy. Por eso necesito a alguien que se ocupe de lo que por descontado son inversiones mucho más pequeñas.
—¿En qué ha estado invirtiendo hasta ahora?
—Oh, en casi nada. Solo en una pequeña empresa de la industria del entretenimiento. —Bueno, me parece un buen nombre para el negocio de los gemelos, pensó el joven—. También en una propiedad y en una empresa de construcción muggle. Me gustaría involucrarme en negocios mágicos, pero por lo que he podido observar, aquí no se hace tan abiertamente como en el mundo muggle.
—¿No tiene ningún reparo en invertir en negocios muggle? —inquirió Sebastian, dirigiendo un rápido vistazo a Lucius Malfoy.
—No tengo ningún reparo en permitir que los muggles ganen dinero para mí —respondió Harry con tono calmado, recostándose sobre el sofá.
Sebastian Flight rio entre dientes.
—Un punto muy interesante. ¿Cuánto le gustaría invertir?
—Bueno, eso depende —respondió el joven con cautela—. Me gustaría jugármelo todo a una carta, no sé si me entiende, especialmente con el… clima político actual. De momento me gustaría comenzar con cien mil galeones, aunque más tarde podría plantearme aumentar esa cantidad, por supuesto.
Harry se preguntó si el hombre mordería el anzuelo. Esperaba que sus padres lo perdonaran por gastar toda su herencia, pero creía fervientemente que debía emplear todo su dinero si con ello podía acabar con Voldemort de una vez por todas.
—Eso es bastante más de lo que se considera una pequeña inversión —respondió el hombre con cautela—. Y usted es obviamente un hombre sensato —continuó, mientras introducía su mano en el bolsillo y sacaba una tarjeta que ofreció al joven—. Ven a verme. Quizá pueda ayudarle.
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Harry se sentía satisfecho; Ron le había explicado que los muggles solían realizar grandes movimientos de sus inversiones poco tiempo antes de que se desarrollaran los principales conflictos armados, por lo que esperaba que al hacer él lo mismo pudiera poner sobre aviso a las personas adecuadas. Por descontado, sería más probable que lo tuvieran en cuenta si lo consideraban una persona influyente, y eso podía lograrlo gracias a la suma de la que disponía, su presencia en la mansión Malfoy y el interés del rubio por su persona. Ese era el tipo de ventaja que había esperado obtener y por la que había deseado acudir a aquella reunión.
El resto de la noche transcurrió en paz, con Malfoy coqueteando con él cada vez que surgía la ocasión. Por un momento se planteó si no serían imaginaciones suyas, pero su instinto le confirmaba que Malfoy se acostaría con él ante la menor oportunidad; podía ver la emoción de la persecución y el afán de conquista en sus ojos. Necesitaba continuar conservando el interés del rubio al mismo tiempo que le dejaba claro que Alex no pensaba deshacerse de Snape por el momento. Además, para ser honesto, se divertía con el tira y afloja existente en todas sus conversaciones. No podía evitar preguntarse por qué Lucius mostraba tanto interés por Alex; el glamour no era especialmente atractivo, ya que, después de todo, no quería llamar la atención.
Horas después, una vez finalizada la reunión, Harry se encontraba tumbado sobre su cama de Hogsmeade, sudando y jadeando contra el pecho de Severus, escuchando cómo el corazón de su amante volvía lentamente a latir con normalidad. Independientemente de su aspecto, el ojinegro le había demostrado de manera exhaustiva que lo encontraba deseable.
—Eres increíble —susurró el joven, rozando sus labios contra el pecho del mayor, probando el sabor salado producto de los esfuerzos realizados.
—No tengo la cara de Malfoy —respondió el pocionista, con cierta tensión en su voz.
Harry se enderezó para poder mirar a Snape a los ojos, mientras con sus manos acariciaba el fino cabello del hombre.
—No la tienes —se mostró de acuerdo el chico.
Severus lo miró, con la tensión creciendo por momentos, para, al final, estallar en una carcajada.
—Bastardo.
Harry le sonrió.
—Sabrías que estoy mintiendo si afirmara lo contrario. Tiene que ser uno de los hombres más guapos del planeta, pero no puedo dejar de percibir una inmensa crueldad bajo toda esa belleza etérea —comentó Harry con un estremecimiento.
Snape comenzó a acariciar lentamente su espalda.
—Estuviste coqueteando con él toda la noche.
—Le dije que me gusta ver tu cara por las mañanas.
Severus lo miró fijamente.
—¿Y es cierto?
—Pues claro, y eso sin mencionar tu pecho, y tus brazos, especialmente cuando me estás abrazando. Y qué decir de tu…
—¿También le mencionaste todas esas partes?
—No. Ya está familiarizado con todas esas partes, y no quería renovar su interés en ellas.
Severus se giró para quedar frente a frente con Harry.
—Fue hace mucho tiempo.
—¿Nunca te has sentido tentado a volver con él?
El ojinegro resopló.
—El sexo era bueno, pero Malfoy es incapaz de reconocer ninguna emoción. Bueno, quizá orgullo y rabia, pero nada de lo que alguien desee en la cama.
Harry sintió cómo un calor creciente inundaba su pecho y acarició la mano de Severus con suavidad.
—Lo que hay entre nosotros sí que te gusta, ¿no? —preguntó con voz calmada, evitando mirar a Snape a los ojos.
Severus sostuvo su barbilla y lo obligó a alzar la mirada, mientras acercaba lentamente su boca a la del joven, quién sintió cómo se quedaba sin respiración. Los labios de ojinegro rozaron los suyos de manera erótica.
—Claro que sí —respondió, besando a Harry, dejándolo sin aliento.
*La “National Trust” es una especie de fundación británica para conservar los monumentos y los lugares de interés del país.
** “Chez” en francés es literalmente “en casa de”.
*** El trifle es un postre típico en inglés.