La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 El manzano. Capítulo 4

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nienna0410
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MensajeTema: El manzano. Capítulo 4   El manzano. Capítulo 4 I_icon_minitimeVie Mar 05, 2021 7:50 pm

CAPÍTULO 4: La estupefacción de Dumbledore

Tras unos días bastante ajetreados, Harry al fin había recopilado toda la información necesaria y había tomado las decisiones adecuadas. Eran bastante controvertidas, por lo que había pensado mucho en ellas.


En ese momento se encontraba en su habitación (al ser un estudiante de séptimo año, le habían asignado una propia, al igual que al resto de sus compañeros), eligiendo cuidadosamente la ropa para asistir a su reunión con el director, ya que la túnica escolar no le parecía adecuada. Tras mucho deliberar, escogió una túnica verde oscura de lana fina, que había comprado durante el verano. Era neutra, pero elegante; idónea, o al menos eso esperaba.


Cuando acabó, respiró hondo y pensó en el pequeño espacio existente tras una pequeña mesa auxiliar en el despacho de Dumbledore. Se había fijado en ella durante su reunión con los tres profesores, y, como el espacio era tan pequeño, sería poco probable que el director se encontrara allí en ese momento; una despartición frente a Dumbledore no provocaría el efecto que deseaba.


Se concentró en ese punto, y, tras unos instantes, mientras esperaba que sus ojos se adaptaran a la tenue luz del despacho, comprobó complacido que había logrado acceder a éste sin problemas.


Saludó al director con voz calmada, a pesar de que el anciano se había levantado de forma abrupta de su asiento, preocupado porque sus barreras hubieran sido violadas.


—Buenas noches, profesor.


Dumbledore lo miró con asombro, antes de ocultar su sorpresa.


—Harry. Justo a tiempo. Siéntate.


El chico abandonó el espacio en el que se había aparecido y se sentó en la silla situada frente al escritorio del director. Se preguntó si Dumbledore ignoraría su método de llegada, pero, tras pensarlo durante unos instantes, llegó a la conclusión de que el hombre jamás pasaría algo así por alto. Cuando sintió que Dumbledore estaba revisando sus protecciones, no pudo evitar sonreír.  


—Están intactas, señor.


El anciano lo miró con dureza.


—Y, sin embargo, estás sentado en mi despacho, tras haberte aparecido dentro del castillo. En la habitación que se encuentra más fuertemente custodiada, de hecho.


—Lo siento, señor —respondió Harry con descaro—, pero quería mostrarle que hablaba en serio.


—En efecto. ¿Puedo saber sobre qué?


—Me gustaría dar una clase, señor.


Dumbledore parpadeó varias veces.


—¿Deseas cambiar de clase? No veo ningún problema…


—No señor. Me gustaría impartir una clase. No me refiero a “enseñar”, más bien sería una experiencia de mutuo aprendizaje. Y solo con unos pocos estudiantes. Seis, para ser exactos.


—¿No sería como otro ED, entonces?


—No, aunque creo que lo que tengo en mente es esencial si queremos derrotar a Voldemort —comentó Harry en tono animado.


Dumbledore parpadeó de nuevo.


—Creo que será mejor que lo expliques —dijo el director, juntando los dedos.


—¿La parte de derrotar a Voldemort o la de las lecciones, señor?


Dumbledore rio y se relajó en su silla.


—Lo que prefieras primero, Harry.


El ojiverde le devolvió una pequeña sonrisa.


—Comenzaré con la parte de las lecciones. Como seguramente sabe, profesor, mis notas nunca han sido particularmente brillantes —comenzó, mirando a Dumbledore, esperando que éste se mostrara de acuerdo.


—La mayoría de los años has estado bastante ocupado —respondió el director.


Los labios de Harry se crisparon.


—Sí, pero, por otro lado, siempre me ha parecido bastante extraño que haya sido capaz de arreglármelas para sobrevivir a Voldemort tantas veces, a pesar de ser solo un mago promedio. Sé que recibí mucha ayuda, ¡Gracias a Dios! —añadió el chico con sincero agradecimiento.


Dumbledore lo miró de forma alentadora.


>>El verano pasado pasé mucho tiempo preguntándome cómo había logrado hacerlo, incluso con toda esa ayuda. No podía deberse solo a la suerte. Y entonces llegué a una conclusión; y, trabajando en base a ella, pude comprobar que tenía razón.


—¿Y cuál fue esa conclusión?


—No respondo a cómo se enseña la magia aquí, señor. Sí, he aprendido algo, pero cuando realmente lo he necesitado, no he pensado en nada de lo que me habían enseñado aquí. Me gusta llamar a mi magia, “magia de necesidad” —explicó tranquilamente el ojiverde—, ya que siempre he podido aprovecharla cuando me ha hecho falta. Y eso me hizo plantearme cómo lo hacía, por lo que el curso pasado pasé la mayor parte de mis clases pensando en formas de realizar cualquier hechizo, transformación, o lo que sea que estuviéramos aprendiendo en ese momento, de una manera más cómoda para mí —terminó Harry, golpeando su puño contra su pecho.


Dumbledore observó al joven con interés.


—¿Y has tenido éxito haciendo las cosas... a tu manera?


—Sí. Por lo que he podido ver, la magia aquí se vuelve demasiado complicada. Todo se reduce a varitas, libros, palabras y movimientos, pero profesor... la magia está ahí. —Harry se inclinó hacia delante, con los ojos brillando—. Está dentro de nosotros, y a nuestro alrededor, esperando ser llamada. Es algo... maravilloso. No me refiero a que sea fácil, pero solo tienes que sentirla, y no asustarte al hacerlo, y... —agregó mirando fijamente a Dumbledore—, usted sabe todo esto, porque usted también lo siente.  


En el rostro del director se reflejó un atisbo de sonrisa, aunque su mirada mostraba conmoción y algo de incredulidad.


—Sí que lo siento —convino el hombre—, aunque tal vez no con tanta intensidad como tú, Harry, y, desde luego, no a tu edad. Cuéntame, ¿cómo te has aparecido aquí?


—Bueno, me he podido aparecer en el castillo, e incluso transportarme dentro de él, desde hace un año, aproximadamente.


—¿Cómo se te ocurrió la idea?


—El pasado verano aprendí a aparecerme, y cuando regresé a la escuela, comencé a preguntarme qué era lo que había en el castillo que hacía imposible la aparición en él. Quería sentir las protecciones. Y cuando me concentré en ellas, e intenté vencerlas, pude sentirlas, y una vez lo consigues, es fácil encontrar la forma de traspasarlas.


—¿Cómo? —preguntó Dumbledore bruscamente—. ¿Encontraste puntos débiles en ellas?


—No, las he revisado todas a fondo y están bien —respondió Harry con tono calmado, causando otra conmoción sobre el director; revisar las protecciones era una actividad que realizaban anualmente, y se requerían los esfuerzos combinados de Minerva, Filius, Pomona, Severus y él mismo, durante casi todo un día y una noche, drenándolos casi por completo.


—¿Entonces, cómo lo haces? —inquirió, intentando por todos sus medios que su voz no titubeara.


Harry lo miró con un poco de desconcierto.


—Es difícil de explicar, en realidad. Yo... las siento. Y ellas pueden sentir mi magia. Y así soy capaz de mostrar mis intenciones, dejar en claro que no pretendo hacer nada malo.


—¿Las protecciones pueden valorar eso? —preguntó Dumbledore con sorpresa.


Harry arqueó las cejas.


—Sí. ¿No lo sabía?


Albus negó con la cabeza.


—Nunca había pensado que tuvieran... voluntad.


—¡Oh, sí que la tienen! Y poseen tantos tipos de magias distintos, pertenecientes a tantos años, y todas ellas entrelazadas, ¡Es maravilloso! No es exactamente un “ser animado”, pero el castillo, en cierta forma, posee algún tipo de “vida”, diferente a lo que nosotros nos referimos como “vida”, por supuesto, pero es distinto a una roca o piedra que encontremos en la playa. Sería una especie de vida “diseñada”, similar a.… un cuadro, incluso uno muggle; la pintura y el lienzo por sí solo no significan nada, pero cuándo está terminado, cobra sentido... y “vida”, e Inspira de distintas formas a quienes lo miran. Cada persona le encuentra un significado distinto, y éste va más allá de la pintura o los elementos que lo componen.


>>Hogwarts es algo por el estilo, pero mucho más, porque muchas personas han contribuido a su construcción y mantenimiento durante muchísimo tiempo, con amor y atención. Y con magia, lo que le aporta más cualidades que a, digamos, la Torre de Londres, por poner un ejemplo. Por eso el castillo “responde” un poco por sí mismo. Solo hay que fijarse en las traviesas escaleras que cambian de lugar, o las ventanas que reflejan paisajes que se encuentran en la otra punta de Hogwarts. —El ojiverde hizo una pausa, mirando a Dumbledore, esperando que el hombre comprendiera todo lo que le estaba diciendo. ¡Seguro que lo entiende!—. Y él puede sentir que me encanta estar aquí, y de alguna forma “sabe” que no voy a hacerle daño, sino que, por el contrario, lo protegeré. Por eso, no retira las protecciones, pero sí que me permite encontrar una vía para atravesarlas. ¿Podría darme una taza de té, señor? Creo que se me va a quedar la boca seca intentando explicarlo todo —terminó el joven, enrojeciendo un poco.  


—Quizás prefieras convocarlo tú —ofreció el director con curiosidad.


—No me gustaría usurpar su autoridad en su propio despacho, señor —se negó Harry con tranquilidad.


El anciano rio entre dientes, mientras agitaba su varita, haciendo aparecer una bandeja. Acto seguido, sirvió té para los dos.


Unos cuantos sorbos más tarde, Dumbledore continuó con su interrogatorio.


—Ahora, cuéntame más sobre tus clases.


—Claro, señor. Como estaba diciendo, no respondo tan rápido al enfoque con el que se enseña la magia aquí, aunque no lo discuto, ya que sé que se adapta al 95% de los estudiantes. No estoy criticando el modelo en absoluto —añadió con tono serio —pero no podemos permitir que se desperdicie el potencial mágico. Y ese es otro asunto del que me gustaría hablar.


—¿Sí?


—Puedo ver los niveles de poder que poseen las personas. Los niveles de poder mágico.


—¿Como un aura? —preguntó Dumbledore con curiosidad.


—No, nada tan bonito. Puedo “sentirlos”; y puedo saber si están infrautilizados. He hecho una especie de reconocimiento en la escuela, y me he topado con algunas personas que están desperdiciando tanto su potencial mágico que no he podido parar de preguntarme si estarían fracasando en sus estudios, como yo, de forma totalmente innecesaria. Y eso me hizo pensar en impartir una clase de magia compensatoria.


—¿Magia compensatoria? —Los labios de Dumbledore se crisparon, al pensar en que un mago con el poder de Harry mencionara que necesitaba magia correctiva.


El ojiverde rio.


—Sí, señor. Aunque podríamos llamarla como usted quiera, por supuesto. Hay bastantes personas, pero a pesar de haber dirigido el ED, sé que realmente no estoy lo suficientemente capacitado para la enseñanza, por lo que he pensado que sería una tontería intentar abarcar a tantas personas, y he decidido no elegir a nadie por debajo del séptimo curso.


—Eso es muy sensato por tu parte. Entonces, ¿quién está en tu lista, Harry?


—Puede que le resulte un poco controvertida. Necesito que me aconseje sobre un par de personas —comentó el joven con nerviosismo.


—Está bien, dispara. No es necesario mencionar que está conversación es completamente confidencial —añadió el director, en tono de disculpa.


Harry sonrió y asintió.


—Por supuesto —afirmó el chico mientras pasaba sus manos por sus muslos—. Bueno, en primer lugar, Neville Longbottom.


Dumbledore suspiró.


—Bien, no es ninguna sorpresa, en realidad. Entre tú y yo, Harry, siempre he creído que podía hacerlo un poco mejor.  


El ojiverde resopló.


—Solo hay tres magos en esta escuela más poderosos que él, señor. Incluyendo el personal docente —añadió Harry.


—¿Qué?


—Es muy poderoso —explicó el joven—, pero solo usa la parte de su poder relacionada con la Herbología. Necesitamos... necesito ayudarlo.


—¿Estás seguro?


—Sí.


—¿Puedes hacer una clasificación de los niveles de poder?


—Sí.


—¿Podrías explicarlo más detalladamente?


—Neville tiene los mismos niveles de poder que la profesora McGonagall, el profesor Flitwick y Hermione.


—Cielo santo. ¿Es la señorita Granger la siguiente en tu lista?


—No. La enseñanza que se imparte aquí le funciona muy bien a Hermione, no necesita mis clases. De todas formas, cuando vuelva a la escuela, me gustaría pedirle que se una a un proyecto que tengo en mente.


Dumbledore no podía creer que el joven que se encontraba frente a él fuera el mismo estudiante rebelde que había sido dos años atrás. O aquel chico tímido e inseguro.


—¿Quién más, entonces?


—Me gustaría preguntarle algo sobre Eloise Migden. Su nivel de poder es muy elevado, y no usa gran parte de él, pero no sé cómo son sus notas. ¿Se habla de ella como una alumna particularmente extraordinaria?


—No, es una alumna promedio. Sus notas no son bastante buenas, de hecho.


—Bien, entonces es imprescindible que la incluya. ¿Y qué hay de Padma Patil y Ernie McMillan?


—Igual que Eloise Migden.


—Bien. Entonces, si ellos quieren, también están incluidos. El siguiente es Draco Malfoy.


Dumbledore se recostó sobre su asiento.


—Draco Malfoy saca muy buenas notas —comentó el director.


—Podría hacerlo mejor. Es tan poderoso como Neville.


—Lo hace casi tan bien como Hermione.


—Lo necesita. Puedo sentirlo.


Dumbledore miró a Harry.


—Sabes lo que es su padre.


—Sí, y me lo he cuestionado bastante. Podría excluirlo del grupo; él nunca se enteraría, y además odiará que yo le “enseñe”. Pero no es un mortífago aún, y creo que no se le puede negar a nadie la oportunidad de aprender. La educación es algo que debe estar a disposición de todos, para que la gente puede tomar sus propias decisiones.


Dumbledore miró a Harry con orgullo.


—Aplaudo tu determinación, Harry, pero los riesgos…


—Me encargaré de eso yo mismo. Pondré protecciones para evitar que alguien externo pueda obtener información sobre el tipo de conocimiento que estoy impartiendo a los miembros del grupo. Y, aunque no puedo evitar que cada uno use los conocimientos que voy a ofrecerles de la forma que quieran, voy a hacer todo lo posible para que comprendan que el resto de opciones son estúpidas.


Hubo una larga pausa en la que ninguno de los dos habló.


—Muy bien, Harry.


El ojiverde dejó escapar un largo suspiro. Había estado preocupado porque no sabía cómo iba a reaccionar Dumbledore, por lo que sintió alivio cuando éste aceptó. Él también preferiría no enseñar a Malfoy, pero lo veía injusto.


—La última persona en mi lista es el profesor Snape.


La mano de Dumbledore que sujetaba la taza tembló ligeramente, derramándose un poco de té sobre ella.


>>Lo siento —dijo Harry en tono de disculpa.


—¿El profesor Snape?


—Sí. Es tan poderoso como usted —explicó el ojiverde.


El director permaneció en silencio por unos instantes.


—Harry, ¿no estarás equivocado? Tu detección podría...


—No me equivoco —respondió el joven, negando con la cabeza—, y si cree que elegiría tener a Draco Malfoy o Snape en mi clase sin motivo, significaría que piensa que ya he perdido la cabeza.  


Dumbledore se echó a reír.


—¡Harry, no creo que el profesor Snape acceda a acudir a tu clase! Es un maestro de pociones y...


—Está usando sólo un fragmento de todo su potencial —objetó el ojiverde—, el resto lo tiene bien guardado, desperdiciándolo por completo. Es doloroso pensarlo.


—Lo estás diciendo en serio.


—Sí. Permítame que lo incluya en mis lecciones, y deje que haga yo el resto. Es su elección, pero de verdad espero que acepte.


—No te decepciones si él…


—Sí que me decepcionaré. No solo lo necesitamos, sino que también está desperdiciando su poder de manera vergonzosa. Pero todo depende de él. Tengo que lograr que se interese tanto por las clases como para anular su odio hacia mí...


—Él no te odia…


Harry rio.


—¡Profesor, no lo intente! Soy consciente de que me ha salvado la vida en incontables ocasiones, pero nadie puede decir que disfrutó haciéndolo.


Dumbledore le guiñó un ojo a Harry, y volvió a acomodarse en su asiento.


—Bueno, ahora que has dejado en claro a quiénes vas a dar clase, creo que ahora debemos hablar sobre qué es lo que vas a impartir antes de que pueda aprobar esta idea, aunque valdría la pena solo por ver la cara del profesor Snape cuando se lo cuente. ¿Has pensado en tu plan de estudios?


—Algo. Mi principal objetivo es enseñarles a todos a manejar la magia sin varita. Y, además de eso, realizaré mucho trabajo individual con cada uno de ellos. Necesito que Eloise, Padma y Ernie encuentren el campo en el que destacan, ya que, una vez que lo logren, espero que el resto fluya con facilidad. Por el contrario, necesito que Neville y el profesor Snape amplíen su rango, para encontrar otras áreas en las que también sobresalgan.


—¿No crees que especializarse en una sea algo bueno? —cuestionó Dumbledore con interés.


—Oh, sí, y a fin de cuentas, es algo inevitable. Pero Neville y Snape lo han hecho excluyendo todos los demás campos. Creo que, además de tener un enfoque más desarrollado, les gustará comprobar que el poder y las habilidades que adquieran se traducirán en beneficios dentro de sus áreas favoritas.  


—El profesor Snape no solo es bueno en pociones como ya sabrás, Harry.  


¡Pues claro que lo sé! Aunque no creo que Dumbledore y yo estemos pensando en lo mismo.


—Lo sé, señor. Sé que posee un amplio conocimiento de las Artes Oscuras, y quizá ese podría ser uno de los motivos por los que no está usando todo su potencial. Ha probado demasiado el poder de la Magia Oscura y tal vez no quiera ser atraído por ella. No lo sé. Pero en realidad, creo que lo que pasa es que no es consciente de sus capacidades. ¡Y también necesita mostrar un poco más de respeto por ese lado de la magia que él denomina “movimientos tontos de varita”! Quizá, cuando se dé cuenta de que su varita no será necesaria, no se opondrá tanto. O, mejor dicho, cuando aprenda a apreciar la diferencia real entre la magia sin varita y la magia reforzada con varita.


Dumbledore contempló al joven, sintiendo que sus percepciones sobre él volvían a cambiar. Sabía que esa noche se había convertido en una de las más importantes de su larga vida, ya que no era habitual que alguien llegara, se sentara y discutiera conceptos tan profundos como si se trataran de meras estrategias de Quidditch.


—Creo que es hora de que me muestres de lo que eres capaz —dijo el anciano tras unos instantes.


Harry ya se había imaginado que el hombre le haría una petición de ese estilo.


—¿Qué le gustaría que hiciera?


—Creo que un duelo de magos podría ser interesante, ¿no? —propuso Dumbledore, arqueando una ceja.


Harry sonrió.


—¡Podría ser divertido!


Dumbledore reconsideró la situación una vez más. No conocía a ningún otro mago vivo, a excepción de Voldemort, al que le gustaría batirse en duelo de forma voluntaria con él. ¿Se habría dado cuenta el joven de a lo que se iba a enfrentar?


—Sin restricciones, exceptuando las Imperdonables, por supuesto.


—Estoy seguro de que me derrotará, señor, pero estoy encantado de tener la oportunidad de intentarlo. ¿Dónde le gustaría hacerlo? No quiero volver a destrozar su despacho —preguntó el joven con timidez.


Dumbledore pensó rápidamente en todas las salas vacías de las que disponía el castillo.  


—Hay un aula vacía en el tercer piso que es bastante grande...


—¿Puede imaginarla? —preguntó el joven.


El anciano asintió.


—Por supuesto —respondió, con curiosidad por conocer el motivo de la pregunta.


Harry rodeó el escritorio, colocándose al lado del director.


—Nos apareceré allí, entonces, si le parece bien.


Dumbledore sonrió, intentando por todos los medios de no mostrar de nuevo su estupefacción.


—Qué buena idea.


Harry entrelazó sus brazos con los del anciano, y al momento siguiente aparecieron en el salón de clases.


—¡Ha funcionado! —exclamó el ojiverde con satisfacción.


—¿Por qué estás sorprendido? —inquirió Dumbledore asombrado.


—Bueno, nunca había aparecido a nadie conmigo, ni tampoco lo había hecho sin conocer la ubicación, pero no había ninguna razón para que no funcionara, ya que el castillo tiene obligación de aceptar que usted traspase las protecciones, así que...  


—¡Merlín! ¡Es demasiado fácil confiar en ti, mi muchacho!


—¡Y no hay ningún problema, señor! —respondió Harry riendo.




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Tres horas y diecisiete minutos más tarde, Dumbledore admitió su derrota. Harry cogió la varita que el hombre le tendió por unos instantes como muestra de ello, para acto seguido devolvérsela, sonriendo ampliamente.


—¡Ha sido brillante! —exclamó el ojiverde, extendiendo su mano para ayudar al anciano a levantarse del suelo—. ¡Ay! —exclamó cuando el hombre apretó las ampollas que la recubrían—. ¡Ese ha sido un gran maleficio! ¿Quién hubiera pensado que los forúnculos podrían distraer tanto?


Dumbledore sonrió.


—Creo que a los dos nos vendría bien las atenciones de Madame Pomfrey —ofreció el anciano.


Harry lo miró con preocupación.


—¿Nos aparezco directamente en la enfermería?


Dumbledore negó con la cabeza.


—En mi despacho, si no te importa Harry. Desde allí podemos llamar a Poppy por Flu. Podría ser un motivo de preocupación si se extendiera el rumor de que el director ha tenido que acudir a la enfermería por cualquier motivo.


—¿Qué hechizo ha sido? —preguntó el chico con inquietud—. Lamento haber…


—¡Ni lo menciones, mi querido muchacho! Tenías que hacerlo. De hecho, me impresionó que decidieras lanzarlo.


—Bueno, sentí que me había dado permiso cuando me rompió el brazo —murmuró el ojiverde.


—¡En efecto, Harry!


El chico rodeó con su brazo sano al director y, en tan solo un instante, aparecieron en el despacho. Harry ayudó al anciano a sentarse en un sillón junto al fuego y llamó a la enfermera, quien respondió en menos de dos minutos, con su ropa de dormir puesta.


—¡Siento molestarte, Poppy! —comenzó Dumbledore desde su asiento—, pero, ¿te importaría ayudarnos?


—¡Albus! —exclamó Madame Pomfrey, atravesando directamente la chimenea, entrando en el despacho—. ¿Qué os ha pasado? —preguntó, dirigiendo su mirada desde los forúnculos que cubrían el rostro de Harry, hasta su brazo roto que caía sin gracia, y de éste hacia el rostro pálido del director.


—¡Solo nos hemos divertido con un duelo! —contestó Albus sonriendo—. Pero no nos negaríamos a que nos asistieras.


—¿Os habéis divertido con un duelo? ¡Son las dos de la mañana, Albus!


—Nos entusiasmamos, Poppy, querida —respondió el anciano en tono de disculpa.


La enfermera comenzó a agitar su varita sobre el cuerpo del director.  


—¿Qué es esto? Tu frecuencia cardíaca es completamente…


—Ah, creo que eso se debe probablemente al maleficio que provoca taquicardia —terció Harry avergonzado.


—¿Le lanzaste un maleficio para provocar taquicardia al director? ¡Harry, estoy muy decepcionada! —gruñó Madame Pomfrey—. ¿Y qué es esto? ¡Tu espinilla está rota, Albus!


—Ah, sí. Me he golpeado contra el borde de un escritorio —respondió alegremente—. ¡Y no culpes a Harry por el maleficio, Poppy! ¡Tiene un brazo roto y está recubierto de furúnculos!


La enfermera se acercó al joven para comprobar su estado.


—Y un hechizo que revuelve el estómago, por lo que puedo sentir —gruñó la mujer, apretando sus labios.


—Ah, creo que es solo una reacción —contestó el chico—. Ese hechizo conseguí esquivarlo.


—Volveré en un minuto con algunas pociones. ¡Siéntate, Harry! Y no os mováis.  


La enfermera se introdujo en el fuego y desapareció.


—Gracias, señor —dijo Harry en voz baja.


—No, gracias a ti, mi querido muchacho. ¡Ya ni me acuerdo de cuándo fue la última vez que me divertí tanto! Pero creo que en algunos momentos estabas jugando conmigo, ¿no?


El ojiverde se mordió el labio antes de responder.


—No, señor. No estaba jugando con usted, solo estaba... aprendiendo. ¡Se le ocurrían cosas verdaderamente ingeniosas! Nunca se me hubieran pasado por la cabeza la mitad de los hechizos que me lanzó.


Dumbledore rio y tomó la mano del chico suavemente, sin apretar.


Poppy regresó al despacho, sacudiéndose las cenizas, y frunció el ceño al ver al joven aún de pie.


—Te dije que te sentaras, Harry —espetó la enfermera.


El ojiverde se sonrojó.


—No puedo, Poppy.


La mujer alzó las cejas mientras entregaba un pequeño vial al director.


>>Los forúnculos —explicó Harry.


—¿Los tienes por todas partes?


El chico asintió.


>>¿Cuánto tiempo llevas con ellos?


Harry miró a Dumbledore.


—Fue uno de los primeros hechizos que lanzó, ¿cierto? —preguntó el ojiverde, recibiendo un asentimiento del director como respuesta—. Pues casi tres horas.


—¡Oh, querido! Bueno, te quedan dos opciones Harry. Ya es demasiado tarde para hacerlos desaparecer con un contrahechizo, así que puedes esperar que desaparezcan solos, o puedo lanzarte un hechizo para que exploten todos durante la próxima hora. Es bastante doloroso y desagradable, pero puedo suministrarte una poción para el dolor que te aliviará poco a poco. Además, tu piel quedará perfecta, ya que elimina todas las marcas.


—Será mejor que escoja la segunda opción, entonces —gimió el chico—. ¡Dios, mi nueva túnica va a quedar echa un desastre!


Poppy rio.


—Nada que un buen hechizo de limpieza...


—Sí, pero no podré evitar recordar que ha estado llena de pus por todas partes —dijo Harry, haciendo una mueca.


—¿Por qué no te quedas en la enfermería? Te puedo dar una bata para que te cambies.


—No creo que pueda acostarme en la cama, Poppy.


La medibruja soltó una carcajada.


—Ya me lo imaginaba, Harry, pero puedes deambular por la enfermería igual que en otro lugar. El director necesita irse a la cama y voy a quedarme aquí cuidando de él.  


—Eso podría hacerlo yo.


—No hasta que hayas estudiado siete años de medimagia —negó Pomfrey con firmeza—. Y ahora, déjame curarte el brazo.


Varios minutos después, tanto Harry como Dumbledore volvían a tener sus huesos intactos, y Poppy los dejó solos mientras se dirigía hacia la habitación del director para prepararlo todo. Dumbledore miró intensamente a su joven acompañante durante unos instantes.  


—Harry, creo que podría ser una buena idea que fueras a ver a Ollivander para adquirir otra varita —sugirió el anciano con voz calmada.


El ojiverde alzó la mirada de forma brusca.


—Ya lo he hecho.


Harry pudo ver como los ojos de Dumbledore se dirigieron de manera instantánea a su varita, mientras su hombros se hundían levemente.


>>Mi otra varita la uso con mi otra identidad —explicó en tono suave—. Mi otro “yo” tiene una casa en Hogsmeade —añadió el ojiverde, indicando el paradero de la varita, y decidiendo mencionar su otra residencia, después de todo.


—¿De qué está hecha tu otra varita?


Harry miró detenidamente al director.


—Fawkes me dio otra pluma la Navidad pasada —respondió el chico en tono de disculpa.


—¿Así como así?


—No. Se la pedí —admitió Harry—. Sabía que necesitaría una nueva varita para que nadie pudiera reconocerme cuando estaba usando mi otra identidad. Además, siempre he tenido el deseo de elaborar la mía propia.


El ojiverde podía ver la ansiedad contenida que se reflejaba en el rostro del director.


—¿Y? —preguntó el anciano, instándolo a continuar.


—Tuve bastantes problemas —explicó Harry—. En mi casa de Hogsmeade hay un manzano, y me pareció apropiado usarlo para ello, pero no encontraba la manera de hacerlo correctamente. Entonces, cuando pasó el invierno y llegó la primavera, el árbol comenzó a florecer, y la madera se volvió preciosa y flexible, pero aún así, era incapaz de hacer la varita. Así que, al final decidí llevar la pluma y un trozo de madera al señor Ollivander, y pedirle que me la fabricara.


—Ah.


Harry hizo una pausa larga deliberadamente, sabiendo lo que Dumbledore estaba buscando que le contara, aunque quizá aún no conociera la magnitud de todo el asunto.


—Me propuso que intentara hacerla yo mismo.


El ojiverde pudo ver cómo el director se quedaba sin aliento al darse cuenta de lo que implicaba su respuesta.


—¿Y lo lograste?


—Sí.


Dumbledore se enderezó sobre su asiento, respirando con dificultad.


—¿Lo sabes desde Pascua?


—Sí.


—¿Y por qué no has dicho nada?


—No significa nada. La magia es un continuo, tanto para muggles como squibs, brujas y magos. La magia es solo un regalo...


Pero Dumbledore lo interrumpió, levantándose de su silla y poniéndose de rodillas.


>>¡NO! —exclamó Harry.


Poppy volvió al despacho apresuradamente al oír el grito del joven.


—¡Albus! ¿Qué está ocurriendo?


Dumbledore la ignoró e inclinó la cabeza hacia Harry, cruzando sus puños sobre su pecho.  


La enfermera alternó su mirada de uno a otro con perplejidad.


—¿Harry? —susurró la mujer, con voz temblorosa.


—¡Por favor, levántese, profesor! —instó el ojiverde—. ¡No quiero que haga esto! ¡No es correcto!


Albus alzó la cabeza, aunque permaneció arrodillado en el suelo.


—No me niegues este placer, Hechicero. Ya había perdido la esperanza de conocer a alguno. *


Poppy jadeó al escuchar las palabras del director, y cayó de rodillas sobre el suelo, adoptando la misma postura que Dumbledore.


—¡Por favor! ¡Levantaos! —gimió el joven—. ¡No quiero que hagáis esto! ¡La magia no es así!


Pomfrey y Albus continuaron contemplándolo, y Harry buscó desesperadamente la forma correcta de lidiar con la situación.


De repente, cambió su tono de súplica por uno de autoridad, y se dirigió al mago y la bruja que continuaban de rodillas.


—Como Hechicero, os pido que os levantéis.


Ambos obedecieron con los ojos muy abiertos, y Harry sintió cómo su corazón retumbaba en su pecho con fuerza; realmente, a pesar de que el señor Ollivander había hecho la misma reverencia frente a él meses atrás, no había aceptado que era un Hechicero, ni había significado nada para él hasta ese momento. Ni siquiera se había atrevido a leer nada sobre el tema, ya que sentía que el mero hecho de buscarlo en un libro podría atraer la atención sobre su persona.


>>Como Hechicero —continuó, suavizando su voz—, os pido que no me tratéis como un ser especial, solo como alguien que posee un poco más de poder en ese continuo que es la magia. No quiero que la gente se arrodille ante mí —imploró, con tono desesperado.


—¿No tenemos derecho de celebrarlo? ¿de ofrecer nuestra lealtad? —preguntó el director con voz calmada.


Harry lo miró atónito.


—No voy a pedir ningún tipo de lealtad —respondió con voz temblorosa— pero si me gustaría pedirle dos cosas.


Albus lo observó con interés, y Poppy con admiración.


—Le pido que comprenda que poseo un entendimiento un poco distinto de la magia, y que tenga en cuenta todo lo que digo, aunque algunas veces pueda parecer un poco extraño. Y también le pido que no deje de darme consejos, ya que todo es nuevo para mí, y solo tengo diecisiete años. Necesito asesoramiento, y confío plenamente en usted. Y esto va para ti también, Poppy.  


La mujer asintió, mientras se secaba algunas lágrimas que resbalaban por sus ojos, lo que provocó que Harry se sonrojara, y acariciara levemente el brazo de la enfermera.  


—Claro, Harry —respondió Dumbledore a la petición del chico.


—Gracias —sonrió el chico.


Dumbledore le devolvió la sonrisa y, acto seguido, volvió a ponerse serio.


—¿Por qué no quieres que nadie más lo sepa?


—No creo que sea asunto de nadie más —contestó el ojiverde con firmeza.


—¿Ni siquiera de la Orden? —inquirió el anciano.


—Creo que le está dando demasiada importancia —respondió Harry—. No quiero que esto se filtre y llegue a los oídos de Voldemort. Creo que la sorpresa puede darnos una gran ventaja, ya que sospecho que Voldemort querrá acabar conmigo mientras aún este en Hogwarts, mientras aún sea un “niño”. Tenemos que acabar con esto este año. Voy a acabar con él.


Dumbledore sintió cómo desaparecía un gran peso de sus hombros. Harry Potter estaba de su lado; a pesar de su enfado a principios de esa semana, de su decepción, y del trato que había recibido por parte de los muggles, Harry Potter estaba de su lado. Y era un Hechicero; el primer Hechicero inglés nacido en, al menos, doscientos años. Merlín, ¡aún había esperanza!





* A ver cómo puedo explicar esto para que se entienda jajaja. En esta historia se distingue entre “wizard” y “mage”. Ambas palabras significan “mago” en español, pero hay un matiz entre ellas en esta historia. Le pregunté al autor qué sería un “mage”, que es lo que es Harry, y os dejo su respuesta literal. “En esta historia, un “mage” (yo lo he traducido como “hechicero”) es alguien que posee un inmenso poder debido a una conexión y comprensión innata del mundo. Pueden acceder a esa magia sin el empleo de hechizos, en los que la mayoría de magos y brujas comunes deben apoyarse para usar su magia. Es un tipo de comprensión de la magia; no solo de la que se encuentra dentro de ellos mismos, sino también en el mundo que los rodea”.
En definitiva, un “mage” sería como un mago que posee una gran cantidad de poder innata y una comprensión del mundo que los “wizards” no poseen.  Creo que en español, un hechicero también podría adquirir el matiz de ser más poderoso que un mago, por eso he decidido traducirlo así, además de para distinguir las dos palabras.
Espero que haya quedado claro, y no os haya liado más jajaja. Si no es así, no duden en preguntarme.
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El manzano. Capítulo 4
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