CAPÍTULO 2: Una buena nocheHarry dio varios pasos de manera vacilante mientras miraba fijamente la puerta de la habitación de Snape; había estado cerrada cuando salió para investigar el lugar del que provenía el ruido que lo había despertado, por lo que, si ahora estaba abierta, era porque el ojinegro la había dejado así deliberadamente.
Era una invitación.
Y era fácil de ignorar si así lo deseaba.
¿Pero lo deseaba?
Su polla le dio una respuesta clara a la pregunta.
Toda su sangre se había dirigido hacia el sur y tenía la boca seca.
Intentó analizar todas las razones por las que no debería entrar en esa habitación, pero antes de darse cuenta ya estaba de pie delante de la puerta.
Respiró profundamente y entró.
Nada más poner un pie en la sala, sintió cómo era empujado contra la pared, mientras la puerta se cerraba de golpe, y Severus Snape le besaba como si la vida se le fuera en ello.
Harry ya no pudo ser consciente de nada más que de músculos firmes, piel, el aroma del champú del profesor, la lengua de Snape, y la pared contra la que el ojinegro lo tenía aprisionado, y
calor, calor, calor.
En algún momento, Snape separó su boca de la del joven, pero sin retirar su cuerpo.
La habitación estaba iluminada por una sola vela que ardía junto a la cama, por lo que el rostro del mayor era un paisaje de sombras y líneas nítidas. Un espejo que se encontraba instalado sobre la pared lograba reflejar la suficiente luz como para dar vida a las profundidades negras que eran los ojos del hombre.
El corazón de Harry latía desbocado.
A pesar de encontrarse con Snape, su profesor, y un hombre con el que hasta ese mismo día solo había mantenido una relación que se podría describir como antagónica, había sido el beso más apasionado y caliente que jamás le habían dado.
Los ojos de Harry se posaron sobre la boca del ojinegro, e inconscientemente humedeció sus labios con su lengua y presionó la parte inferior de su cuerpo contra el del mayor.
—No me follo a desconocidos —le recordó Snape.
—Lo sé —se mostró de acuerdo Harry, completamente aturdido. Miró a los ojos del pocionista fijamente, y después volvió a centrarse en su boca. Se sentía incapaz de pensar o razonar nada en ese instante.
Snape soltó una carcajada y deslizó lentamente una mano por el pecho de Harry, abriendo sus dedos hasta abarcar los dos pezones del joven, para continuar descendiendo sobre los tersos músculos del abdomen hasta engancharse en la parte superior de los pantalones del chico.
—Supongo que estás dispuesto a explorar las otras opciones, ¿no? —masculló el ojinegro.
La voz grave y seductora acarició las terminaciones nerviosas de Harry; nunca se había sentido tan a merced de otra persona, tan dispuesto a aceptar todas sus sugerencias. El darse cuenta de este hecho lo hizo sentir incómodo, y sintió una fuerte necesidad de lograr hacer que Snape perdiera el control de la misma forma.
—Mmmm. —Fue lo único que pudo responder el joven, inclinándose hacia delante. Su estatura más baja le permitió alcanzar uno de los pezones del ojinegro, atrapándolo entre sus dientes y dando un firme tirón. Sintió que Snape se ponía rígido, pero no cesó su agarre, mientras deslizaba una mano por el costado del pocionista, por debajo de su camisa, hasta alcanzar el otro pezón del hombre con el pulgar, pero no se detuvo ahí, sino que continuó su recorrido hacia la espalda de Snape, empujándolo firmemente contra él, mientras su boca y lengua suavizaban el dolor del mordisco dado al pezón.
El ojinegro emitió un gruñido gutural increíblemente erótico, y deslizó las manos por los costados del joven, haciéndolo temblar mientras lo alejaba de la pared y agarraba su trasero firmemente, pegando el cuerpo de Harry a su erección.
El chico gimió, con su boca abandonando el pezón del mayor y subiendo hacia su cuello, enterrando su cara en la garganta del ojinegro.
Las manos de Snape descendieron hacia la pretina de los vaqueros de Harry y se retiró un poco del cuerpo del joven, mirándolo mientras bajaba su cremallera. El estómago de Harry se contrajo y sus labios buscaron los del mayor mientras colocaba sus brazos sobre los hombros del hombre. La mano de Snape se introdujo en los pantalones del joven, y éste jadeó contra su boca cuando sintió los dedos fríos curvarse alrededor de su longitud. No pudo evitar empujar sus caderas contra la mano del mayor, y Snape rio, soltando su agarre, descendiendo sus dedos para explorar los testículos de Harry.
La presión de la mano del pocionista provocó que los pantalones del joven cedieran y comenzaran a deslizarse por sus piernas. El chico intentó sacar un pie, pero tropezó, y con una sonrisa avergonzada, empujó a Snape, abriéndose espacio para poder quitarse los vaqueros.
Snape se quedó inmóvil, con los brazos cruzados sobre su pecho, mirando al joven, quién se quitó sus pantalones y los arrojó a un lado, para luego enderezarse, desnudo y necesitado, atrapado entre la timidez y el deseo de decir
“Este soy yo: o lo tomas o lo dejas”. —Hermoso —susurró Snape, dejando a Harry impactado.
—¿Qué...?
—Vamos —respondió el ojinegro, dando un paso adelante—, seguro que no soy el primer amante que admira tus atributos.
Harry se sonrojó, sorprendiéndose de lo complacido que se sentía por haber recibido un elogio por parte de un hombre generalmente adusto. Pero claro, este Snape no era el Snape que había conocido anteriormente. Hasta ese mismo día no había tenido ningún indicio de que este Snape existiera; un Snape sensual y depredador, completamente sexual.
Las manos de Harry se dirigieron hacia la parte de arriba desabrochada del pijama del ojinegro, dispuesto a retirarla.
—No —se negó el mayor, retirándose del cuerpo del joven para quedar fuera de su alcance, algo que volvió a sorprender a Harry. Snape se quitó sus propios pantalones del pijama para distraer a su acompañante de su anterior acción.
Harry no pudo evitar que se le hiciera la boca agua al contemplar a su profesor. Tragó, y sus labios se abrieron levemente mientras se arrodillaba; quizá no era bueno con las palabras, pero podía mostrarle a Snape lo impresionado que estaba de otra forma. Miró al ojinegro buscando su aprobación antes de rodear con su mano la base de la erección del hombre y acercar su boca dispuesto a saborearla.
—¿Todo bien? —preguntó al ver que Snape no le había dirigido ninguna palabra; los ojos del hombre tenían las pupilas dilatadas, pero Harry podía sentir que transmitían algo, aunque no estaba seguro de qué—. Seguro que no soy el primer amante que admira tus atributos —añadió, repitiendo las palabras del mayor.
Snape rio, empujando sus caderas hacia delante con el movimiento de su carcajada, hecho que Harry no desperdició, estirando su lengua para saborear la piel que estaba frente a él.
Durante los siguientes minutos, Harry estuvo tan absorto en la estupenda tarea que estaba realizando, que su mente quedó completamente en blanco, con un cúmulo de sensaciones surcando su cerebro. Le dolía la mandíbula, pero sentía que merecía la pena solo por el placer, el sabor, los pequeños movimientos de las caderas de Severus que demostraban cuánto lo estaba disfrutando…
—Creo que deberíamos irnos a la cama —sugirió Snape con voz ronca poco tiempo después.
Harry se retiró lentamente, atrapando una última gota con su lengua mientras la giraba alrededor de la punta del miembro del ojinegro, con intenso placer.
>>Te debe de doler la mandíbula. Y las rodillas —añadió el pocionista como aclaración.
El joven le sonrió, sorprendido por su consideración.
—Vale la pena —respondió sonriendo, pero sus rodillas crujieron cuando se levantó del suelo. Snape rio de nuevo y le tendió la mano.
Acostado en la cama, con Snape a su lado, mirándolo como si fuera un festín, Harry se sintió tan hermoso como el ojinegro le había afirmado, aunque en su interior sabía que en realidad no lo era. Snape lo hacía sentir vivo, como si cada nervio de su cuerpo estuviera alerta, vibrando con tensión y sensible a cada movimiento de aire.
Snape pasó la siguiente hora haciendo sentir a Harry como nunca antes lo había hecho; jugó con sus sentidos, con toques ligeros y delicados, respiraciones fantasmales, roce de uñas, firmes presiones y la punta de su húmeda lengua, hasta que el joven se sintió tan agitado, tan sobrecargado de sensaciones y completamente excitado, que fue consciente de que además de que jamás sería capaz de mirar al ojinegro de la misma manera, él mismo había demostrado ser más de lo que jamás habría pensado. Snape le había dado licencia para deleitarse con su sensualidad, lo había alentado, y le había permitido tocar y ser tocado, comprendiendo que Harry, como él mismo, obtenía placer con eso.
Tras compartir varios orgasmos, ambos cayeron rendidos, sin preguntas incómodas, como si el joven debía irse o quedarse, que enturbiaran el placer.
Se despertaron en mitad de la noche y se sumergieron de nuevo en la exploración y la pasión, lánguidamente, atrapados por el calor de la cama y los aromas de ambos mezclándose, antes de volver a dormirse agotados.
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Cuando Harry se despertó de nuevo, la luz ya se colaba a través de las cortinas grisáceas. El pecho de Snape estaba presionado contra su espalda, y la parte superior del pijama del hombre rozaba su cadera, mientras su brazo rodeaba el cuerpo del joven. Harry podía notar la cálida respiración regular del hombre dormido sobre su cuello; se sentía extrañamente protegido, y en su rostro se instauró una sonrisa de felicidad. Se pegó más al hombre, adormilado, hasta que su vejiga lo obligó a soltarse de los brazos de Snape y dirigirse al baño.
Cuando se alivió, se encaminó por el pasillo hasta detenerse en su propia habitación, pero inmediatamente se planteó si Snape esperaría que se marchara así, y decidió regresar a la habitación del hombre.
Cuando entró, el ojinegro se encontraba recostado contra las almohadas, con una mano detrás de la cabeza, y la otra bajo la sábana, que colgaba de sus caderas. Su pecho y los firmes músculos de su abdomen quedaban visibles a través de su camisa del pijama abierta, y Harry sintió cómo su deseo crecía rápidamente.
La mano derecha de Snape se movió de forma inconfundible mientras permanecía acostado en la cama, mirando fijamente a Harry. El chico se quitó los pantalones rápidamente y se reunió en la cama con el hombre en segundos.
—No tenemos mucho tiempo. —Fue todo lo que dijo Snape.
—No —asintió Harry, pero ya había extendido su mano lentamente sobre el abdomen del mayor, sintiendo las pequeñas contracciones de los músculos—. Eres jodidamente atractivo —susurró con voz ronca, mientras bajaba su cabeza para deslizar sus labios sobre ese firme vientre, provocando sensaciones increíbles en la sensible piel.
—Me vas a dejar marcas por todo el cuerpo —resopló Snape, protestando por el roce de la incipiente barba de su acompañante.
—¿Tienes quejas? —preguntó Harry, frotando deliberadamente su mentón con más fuerza contra el abdomen del profesor; cuando se quedaba en su piso, prefería usar una cuchilla muggle para afeitarse en lugar de emplear los métodos mágicos, aunque éstos fueran más duraderos.
La sacudida de la polla de Snape y la repentina tensión en la mano que la rodeaba le indicó al chico que el hombre lo estaba disfrutando, por lo que continuó frotando mientras levantaba la sábana y la retiraba a los pies de la cama. Era sumamente erótico ver los largos dedos de Snape curvándose alrededor de su propia erección.
Tras dar un último tirón, el ojinegro apartó su mano de su miembro, dejando libre acceso a Harry, a quién le hubiera encantado pasar mucho tiempo venerando de nuevo esa dureza, pero los minutos pasaba rápidamente, y la luz se filtraba con mayor intensidad a través de las cortinas. Además, aun le dolía la mandíbula debido a toda la actividad realizada la noche anterior, aunque eso no suponía un problema. Simplemente no tenía tiempo para detenerse a juguetear, por lo que introdujo la longitud por completo en su boca y después la sacó, succionando con fuerza, mientras Snape soltaba un gemido provocado en parte por el repentino movimiento.
Las manos de Harry recorrían los fuertes muslos del hombre, ligeramente recubiertos de vello, mientras engullía su miembro. Su propia erección dio un tirón cuando el ojinegro abrió las piernas, como una muda invitación, una muda petición increíblemente erótica que aceptó sin dudar, introduciendo sus dedos en la boca junto a la polla de Snape, cubriéndolos de saliva antes de retirarlos y deslizarlos sobre el escroto del hombre, dejando un húmedo rastro sobre la suave piel hasta alcanzar su entrada.
Harry podía sentir el placer del hombre a través de los empujes de sus caderas, y la tensión, y se propuso lograr que Snape lo recordara, que recordara todo lo que había ocurrido entre ellos.
Unos minutos más tarde, el profesor estaba besando al joven, saboreando su propio semen en la boca del menor, mientras conseguía que éste se corriera con movimiento firmes y uniformes de su mano. Las manos de Harry, colocadas sobre la espalda de Snape, agarraron fuertemente la camisa del pijama del mayor, y se alejó del beso, jadeando en el cuello del hombre mientras culminaba su liberación.
Permanecieron en la misma postura mientras el joven recuperaba el aliento, hasta que la alarma mágica del profesor comenzó a sonar de repente, anunciando que era la hora de levantarse. Snape se acercó a ella y la apuntó con la varita, silenciándola, antes de volver a su anterior posición y agitar la varita sobre ambos; Harry pudo sentir el cosquilleo provocado por el hechizo de limpieza. Sabía que era una forma de ahorrar tiempo, pero no pudo evitar decepcionarse un poco, ya que cuando se corría sobre su pecho, le gustaba permanecer así hasta notar un ligero picor.
El joven suspiró, rodando sobre su espalda.
—Tienes que irte —dijo, más como una afirmación que como una pregunta.
—Sí —respondió Snape mirándolo fijamente, antes de salir de la cama—. ¿Te importa si uso el baño primero? —preguntó.
—¿Vas a viajar en el Expreso de Hogwarts?
—¿Cómo lo sabes? —inquirió el ojinegro, con un tono casual que contradecía la tensión reprimida que emanaba de él.
—¡Este lugar está lleno de niños que van a coger el tren! —exclamó Harry sonriendo—. Sacaste la pajita más corta y te tocó escoltarlos, ¿verdad? —comentó riendo entre dientes.
—Algo así —respondió Snape inclinando la cabeza. Cuando terminó de ponerse los pantalones del pijama, miró al joven fijamente.
—Oh, lo siento —se disculpó Harry mientras salía de la cama y se ponía sus vaqueros, abrochándolos con cuidado—. Me gustaría volver a verte —dijo con firmeza.
Snape lo miró con rostro inexpresivo.
—No creo que sea una buena idea —respondió tras una pausa demasiado larga.
Harry lo contempló, ladeando su cabeza. Quizá Snape no calificara el sexo. De hecho, no creía que lo hiciera, pero podía afirmar con seguridad que lo había disfrutado tanto como él; más que disfrutado, incluso. Lo que habían hecho había sido explosivo y extraordinario; aunque Harry había tenido más de una aventura de una sola noche e, incluso una relación duradera, ninguna de ellas podía compararse con lo que había vivido esa misma noche.
Incluso a pesar de haber amado a Derek; no había estado precisamente
enamorado, pero aun así…
No pensaba darse por vencido fácilmente. Se había sentido en completa sintonía con Snape; el hombre era increíblemente sensual, generoso y desinhibido; era demasiado bueno para convertirse en un encuentro de una sola noche.
Intentó ver la situación desde el punto de vista de Snape, y de repente se sintió muy estúpido. ¿Cómo había podido ser tan idiota? Miró a Snape, quien todavía llevaba puesta la camisa de seda del pijama. Harry había pensado desde un principio que el hombre se había negado a quitársela para ocultar las cicatrices que había podido notar en su espalda, pero se percató repentinamente de que ese no era el verdadero motivo. Snape tenía algo peor que esconder.
La Marca Tenebrosa en su brazo.
—No tengo tiempo para relaciones —continuó Snape con tranquilidad—. Sabes que estoy muy comprometido con la docencia y la investigación…
Harry se acercó a él.
—Entiendo que la vida escolar debe mantenerte muy ocupado —comentó el joven en voz baja—. Hace un año compré una casa en Hogsmeade —prosiguió, observando cómo los ojos del profesor se ensanchaban—. No es muy grande, pero es silenciosa y discreta. Podríamos relajarnos, sin interrupciones. Yo también estoy mucho tiempo fuera, pero creo que lo que hicimos anoche fue demasiado bueno como para ignorarlo. ¡Fue jodidamente excitante, Severus! ¡Tienes que admitirlo!
Snape lo miró con sus ojos oscuros e insondables, arqueando los labios.
—Estuvo bien —reconoció.
—¡Bastardo! —exclamó Harry sonriendo—. Bueno, tal vez disfruté más que tú, entonces. Pero aun así me gustaría tener la oportunidad de repetirlo más veces. Iré al “Tufted Duck” * en Hogsmeade los próximos tres fines de semana. Estaré por allí los viernes por la noche, entre las siete y las nueve y media. Siéntete libre de unirte a mí cuando quieras.
Snape no respondió, y Harry caminó hacia la puerta evitando por todos los medios que sus hombros se hundieran. Antes de abandonar la habitación, giró su cabeza, mirando al ojinegro.
>>Gracias. Eres increíble, ¿lo sabes? —Y se marchó.
*No he encontrado referencias de ningún tipo en ninguna parte, así que creo que es un pub inventado por el autor. Significaría “porrón moñudo”, que es una especie de ave, que podéis ver aquí: https://www.google.es/search?q=porron+mo%C3%B1udo&client=ms-opera-mobile&channel=new&espv=1&prmd=isvn&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=2ahUKEwj5pJb48IPvAhWNoBQKHWQuCdEQ_AUoAXoECBMQAQ&biw=479&bih=299&dpr=2
Se que he tardado muchísimo en publicar un capítulo tan corto, pero no sé cómo se me han acumulado tantas cosas por hacer en una semana. Lo siento chicos, prometo compensaros y publicar muchísimo antes el siguiente capítulo, aunque invierta mi tiempo traduciendo en clases jajajajaj. ¡Besos!