CAPÍTULO 7: Amigos (I)
Las siguientes semanas fueron las más atareadas que Harry había vivido nunca; a la asistencia a sus clases habituales, tuvo que añadir su docencia y la rutina de ejercicios que había decidido comenzar durante las vacaciones, lo que incluía salir a correr todas las mañanas.
Por otro lado, estaba su relación con Severus; sus encuentros se habían prolongado también a los miércoles por la noche, además de los viernes o sábados, cuando se quedaban a dormir juntos. El sexo entre ellos era magnífico, y, para Harry, Snape era sin duda el mejor amante de todo el mundo mágico; sensual, fuerte e imperioso. Una mitad de él anhelaba romper su promesa y permitir que Severus lo follara completamente, obteniendo así todo lo que se había negado a sí mismo hasta ahora, pero la otra mitad se conformaba con los orgasmos alucinantes que el hombre le proporcionaba con su boca, su lengua, sus manos y sus dedos.
Además, habían descubierto que, sorprendentemente, no solo disfrutaban del sexo y de la compañía del otro, sino que compartían algunas aficiones; Harry había descubierto las maravillas del cine muggle durante su estadía en Brighton, ya que nunca lo habían llevado cuando era un niño y, aunque había visto algunas películas en el televisor de los Dursley, normalmente siempre tenía que dejarlas a medias por alguna demanda de sus parientes, ya fuera preparar té, fregar los platos o cualquier otra tarea mundana. Descubrir la pantalla grande supuso un gran placer en su vida y, tras averiguar que se estrenaba en Edimburgo una película que había estado esperando desde el verano, decidió invitar a Snape, aunque no sin algo de temor. Llevaba dos fines de semana quedando con el hombre, y pensó que si ofrecía alguna opción diferente, no parecería que solo se citaba con él para tener sexo.
A pesar de ser mestizo, Snape se había criado casi por completo en el mundo mágico, por lo que nunca había visto ninguna película. La primera vez que Harry lo llevó al cine se sintió cautivado y fascinado, y acosó al joven con preguntas sobre qué era real y qué era ficción, y cómo diablos conseguía la gente volar por los aires sin usar escobas. Aunque Harry no podía responder a todas las preguntas que le planteaba el profesor, sentía que por fin había un tema sobre el que poseía más información que el pocionista, lo que aportaba a su relación una especie de “igualdad” que le gustaba. A partir de entonces, todos los miércoles repetían la experiencia; Harry los aparecía en cualquier cine del país en el que hubiera algún estreno sobre el que hubiera oído hablar y que mereciera la pena, aunque, en realidad, cualquier película valía la pena, ya que las peores conseguían soltar la lengua afilada de Severus y Harry terminaba dolorido de tanto reír. Y siempre tenían una sesión maravillosa de sexo tras cada una de estas citas, aunque no pudieran dormir juntos porque Snape debía regresar a Hogwarts (algo que también compartía con “Alex”, aunque el profesor no lo supiera).
Por otro lado, Harry se había sorprendido al descubrir que algunos alumnos habían decidido unirse a él en su recorrido matutino por los terrenos del castillo; al principio, el grupo aumentaba diariamente a medida que se difundía la noticia, aunque después comenzó a disminuir poco a poco cuando dejó de ser novedad, permaneciendo solo un grupo incondicional de brujas y magos con verdadero interés por mejorar su estado físico. Harry incluso había solicitado a Dumbledore la creación de un gimnasio y, para su sorpresa, el director le había concedido el permiso. La mayoría de los componentes de su grupo de enseñanza, e incluso sus compañeros de dormitorio ya lo habían probado. Neville, a pesar de ser el corredor más desgarbado que el ojiverde había visto nunca, resulto ser un as con las pesas.
Mira cómo se me están poniendo de fuertes los brazos y las piernas, le había dicho Neville con una sonrisa orgullosa.
Incluso Snape había acudido alguna que otra vez al gimnasio, a pesar de no unirse nunca a la carrera matutina. Esto suponía una verdadera tortura para Harry, que se veía obligado a apartar la mirada para no babear.
Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Harry se vio obligado a mantener una conversación con Ron y Hermione poco antes del inicio de las clases de magia compensatoria, ya que su amiga había visto ese nombre reflejado en el horario del ojiverde una mañana, cuando lo estaba observando por encima del hombro. El tema fue difícil de abordar al principio, pero, al final, todo transcurrió mucho mejor de lo que había esperado.
FLASHBACK
—¿Magia compensatoria? No creo que sea un término muy inteligente si estás intentando ocultar lecciones extras con Snape —susurró la chica para evitar ser oída—. No es creíble que necesites recibir clases de magia compensatoria.
Harry agarró la mano de la castaña, que aún estaba colocada sobre su hombro, y le dio un ligero apretón.
—Quiero hablar contigo y con Ron sobre ese asunto. ¿Podemos reunirnos durante el descanso? —preguntó el moreno.
—Por supuesto. Ron, ¿estás libre durante el descanso o tienes que terminar algún ensayo de última hora? —inquirió Hermione con tono serio, ya que su novio solía dejarlo todo para el último minuto.
—Tengo una hora libre después del descanso, puedo terminar Encantamientos en esa hora. ¿Dónde quieres que quedemos?
Hermione puso los ojos en blanco, aceptando que ya era demasiado tarde para cambiar los hábitos del pelirrojo.
—¿En tu habitación? —preguntó Harry mirando directamente a Ron. Sabía que su amigo preferiría terminar sus tareas tumbado sobre su cama en lugar de en la biblioteca.
Así que, como habían acordado, cuando terminaron la hora de clases, Harry se dirigió al cuarto de Ron, en el que ya se encontraba su amigo sentado sobre la cama junto con Hermione, comiendo un trozo del pastel de frutas que le había enviado su madre. El pelirrojo le ofreció un pedazo al ojiverde.
—Tu madre es una cocinera excelente —murmuró tras dar un bocado a la tarta, disfrutando por unos instantes del sabor—. Bueno, quería hablar sobre las clases de magia compensatoria —continuó el moreno.
—Vaya nombre más estúpido —comentó Ron con la boca aun llena—. ¿En que estaría pensando Dumbledore? —preguntó, sonriendo.
—Ron, tienes todos lo dientes manchados de pastel —interrumpió Hermione con un mohín.
Harry continuó con su explicación mientras su amigo se limpiaba la boca.
—En realidad, el nombre estúpido se lo he puesto yo. Yo soy el que la imparte.
—¡Oye, eso es genial! —exclamó el pelirrojo—. ¿Cuándo tenemos que ir?
—No tenéis que ir —explicó el ojiverde—. Vosotros no necesitáis estas lecciones. Solo hay media docena de alumnos.
—Eh, pero me gustaría ir de todas formas. Tiene que ser divertido, ¿no? —continuó Ron.
Hermione permaneció en silencio mientras su novio continuaba con el interrogatorio.
>>¿Quiénes son los que asisten entonces, Harry?
—No puedo decíroslo aún —respondió Harry avergonzado—. Hemos acordado no mencionar nuestros nombres fuera del aula.
Ron estaba comenzando a mostrarse agresivo y el moreno no cesaba de preguntarse cómo podría evitar la inminente explosión.
—¿Acaso no confías en nosotros?
—Claro que confío en vosotros —suspiró Harry—, pero he hecho una promesa, Ron.
El aire en la habitación se había vuelto tenso.
—¿Qué es lo que estás enseñando, Harry? ¿Por qué esos individuos desconocidos lo necesitan y nosotros no? —preguntó Hermione, rompiendo el silencio que se había instaurado en el lugar.
El ojiverde les explicó, al igual que había hecho con Dumbledore, que los métodos de enseñanza en Hogwarts no se adaptaban a todos los estudiantes, y que había algunos que necesitaban un poco de ayuda para alcanzar todo su potencial.
Ron se enderezó, reflexionando sobre las palabras de su amigo durante unos instantes.
—Hermione no necesita las clases porque es brillante y tiene suficiente con los libros, y yo no las necesito porque no puedo mejorar. Porque soy un mago mediocre.
Harry sintió una punzada en el corazón al oír las palabras de su amigo.
—Ron... —llamó al pelirrojo, que ya se estaba levantando para marcharse.
—No te preocupes, amigo. ¿Crees que no me había dado cuenta?
El ojiverde lo agarró del brazo, impidiendo su huida.
—Tienes razón. Tienes un nivel medio de poder...
Ron intentó apartarse, pero Harry mantuvo su agarre firme.
>>Pero la magia no lo es todo, Ron. Para nada, ni siquiera para ganar la guerra.
El pelirrojo lo observó con desconfianza, esperando que continuara con su explicación.
>>Eres brillante en estrategia, amigo. Tienes una habilidad innata para ello. ¿Sabes lo útil que puede ser eso para la batalla? Por lo que puedo observar, la planificación para esta guerra es una mierda; nos preocupamos más por contraatacar que por tomar la iniciativa. Además, soy demasiado impulsivo, y os he metido a vosotros también en demasiados problemas por ello en el pasado, por eso necesito que me pares los pies y me ayudes a mirar las cosas de otra forma y planificar los movimientos, no solo guiarme por el instinto. Estoy muy agradecido de tenerte a mi lado, independientemente de tu poder, porque sé que gracias a ti estaremos preparados para todo, y tengo un hombre a mi lado en quien puedo confiar. No puedes entrenar para mejorar eso, Ron, pero sin duda es lo más valioso del mundo.
Su amigo lo miró por unos instantes antes de asentir. Sus ojos reflejaban calidez, y Harry le dio varias palmaditas en la espalda antes de volverse hacia Hermione, quien los miraba sonriendo.
—En realidad, los muggles disponen de acertijos para mejorar la capacidad de estrategia —terció la castaña—. Le pediré a mi madre que me envíe algunos libros. ¡Son divertidos, Ron! Así, cuando Harry esté listo, podrás hacer lo que te pida.
—Gracias —respondió Ron, arrojándose de nuevo sobre la cama y buscando un paquete de grageas Bertie Bott en su mesilla de noche—. Voy a buscar también distintas batallas en libros de historia, a ver si puedo encontrar algunos consejos que nos sirvan para esta guerra.
Hermione se inclinó y le dio un beso.
—Ronald Weasley, te has ganado una recompensa esta noche —comentó la chica sonriendo pícaramente—. ¡No puedo creer que te hayas ofrecido a leerte un libro voluntariamente!
—¿Tengo derecho a un polvo por cada uno que me lea? —preguntó el pelirrojo con una sonrisa y su rostro completamente sonrojado. Harry observaba el intercambio con diversión, notando cómo su amigo se tumbaba de lado sobre la cama e intentaba tapar su ingle con una de sus piernas.
—Creo que es hora de que me vaya —terció el ojiverde, sonriendo con suficiencia mientras se levantaba y caminaba hacia la puerta.
—No tienes que irte —comenzó Hermione, siendo interrumpida por un jadeo de su novio seguido por una risa de Harry.
—Ron tiene una hora libre y una erección. Por mucho que me gusten los hombres, no pienso quedarme a ayudar. Y gracias —añadió suavemente mientras Ron hundía la cabeza en la colcha—. ¿Puedo pedirte que hagas algo por mí más tarde, Mione?
—No si es algo parecido a lo que voy a hacerle a Ron en un minuto, por mucho que te quiera —respondió la chica sonriendo.
Harry cruzó sus brazos sobre su pecho como si estuviera espantando a algún demonio.
—¡Aléjate de mí, mujer, solo necesito tu cerebro!
Hermione le lanzó una almohada, que el moreno esquivó.
Ron miró a su amigo repentinamente, al percatarse de las palabras que acaba de soltar.
—¡Oye! ¿Acabas de decir que...?
Harry, quien ya había salido de la habitación, se asomó a través del marco de la puerta.
—¿Qué me gustan los hombres? ¡Oh, sí! —respondió, cerrando la puerta de golpe. Desde fuera, pudo escuchar a Hermione reprendiendo al pelirrojo.
—¡Honestamente, Ron, no puedo creerme que no te hayas dado cuenta!
FIN DEL FLASHBACK
Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Faltaban pocos días para Halloween, y Harry se encontraba en su habitación, rememorando su primera lección de magia compensatoria. El martes posterior a su reunión inicial, acudió al aula antes de la hora acordada, ansioso por descubrir quién se presentaría. Podía afirmar con seguridad que Neville y Padma acudirían, y tenía bastante confianza en que Ernie y Eloise también lo hicieran. Eran los dos Slytherin lo que más le preocupaban, por lo que sintió un gran alivio cuando vio entrar a Malfoy seguido unos instantes después por Snape.
Harry había colocado varios pupitres formando un rectángulo, para que todos pudieran mirarse cuando se sentaran. En el centro había un montón formado por pedazos de papel y algunos bolígrafos. El ojiverde comenzó la clase tan pronto como el último alumno ingresó en el aula.
FLASHBACK
—Buenas tardes a todos y gracias por venir.
Vio cómo los labios de Malfoy se curvaban, pero mantuvo su voz calmada y uniforme.
>>La lección de hoy se dividirá en dos partes; primero, comenzaremos con una actividad para recopilar información, y después continuaremos con el inicio del aprendizaje de magia sin varita.
El ojiverde pudo sentir el interés de todos por el segundo punto y la incertidumbre sobre el primero.
>>Pero antes de comenzar, necesito que seáis conscientes de que seguramente no logréis que os salga todo a la primera, y no debéis desanimaros si alguien lo consigue antes que vosotros. Lo que voy a decir puede sonar bastante repetitivo, pero esto no es una competición. Alguien será el primero en conseguirlo, y otra persona será la última, pero estoy seguro de que al final todos lo lograréis, ¿de acuerdo?
El Gryffindor miró uno por uno a sus compañeros, notando el tímido asentimiento de Eloise, la sonrisa de Ernie y la mirada de indecisión en el rostro de Padma.
>>Genial, entonces comencemos con la primera tarea. Coged cada uno un bolígrafo y tres trozos de papel. En uno quiero que escribáis aquello que creáis que se os da mejor; no tiene que ser una asignatura necesariamente, también puede ser Quidditch, cocinar, ser un buen amigo... aquello que penséis que es vuestro fuerte. En el segundo trozo quiero que escribáis aquello en lo que creáis que sois una mierda. —Padma soltó una risa tonta y Neville resopló—. Y en el último quiero que escribáis lo que os gustaría estar haciendo dentro de setenta años. Tenéis tres minutos.
Harry, al ver que todos permanecían inmóviles y mirándolo atónitos, exclamó:
>>¡Vamos! ¡ciento ochenta segundos y bajando!
Todos se lanzaron a coger los materiales necesarios a la vez, provocando un leve murmullo ajetreado.
—¿Qué diablos es esto? —se burló Malfoy, haciendo girar uno de los bolígrafos entre sus dedos.
—Ciento sesenta segundos. Úsalo, Draco. Te lo explicaré después.
—¡Pero esto ni siquiera es pergamino!
—No, no lo es. Ciento cuarenta segundos.
El Slytherin cesó su replica y comenzó a escribir lo solicitado por el ojiverde. Cuando terminó el tiempo concedido, todos habían finalizado la tarea y estaban ordenando los pedazos de papel en una pila frente a cada uno de ellos.
—Bien hecho —elogió Harry sonriendo—. Bueno, ¿recordáis que nada de lo que se aprenda en este aula puede transmitirse a ninguna otra persona?
Tras comprobar que todos asentían, el ojiverde prosiguió con su explicación.
>>Vale, ¿podéis colocar los papeles en el centro?
—¿Qué planea hacer con ellos, Sr. Potter? —inquirió Snape, sin soltar los suyos. Para sorpresa de Harry, el hombre había hecho la tarea, y sin demasiada reticencia.
—Vamos a leerlos todos...
—¡Pero creía que iba a ser secreto! —exclamó Padma.
—Padma, ¿piensas que está en mi naturaleza el herir deliberadamente a alguien? —preguntó el ojiverde, recibiendo una negación por parte de la chica—. Confiad en mí. Si alguien no está satisfecho con algo de lo que se haya revelado en este aula, al final de la sesión le pediré a Severus que borre ese recuerdo de las mentes de todos —explicó, mirando a su alrededor—. ¿Estáis de acuerdo?
A pesar de la aclaración, aún podía ver duda en los rostros de la mayoría.
—Sospecho que puede haber cosas que la gente preferiría que yo no recordara —terció Severus lánguidamente.
Harry podía entender la preocupación de los estudiantes, pero decidió continuar su explicación para tratar de convencerlos.
—El caso es que Severus es uno de los mejores legeremantes del país, así que creo que es la mejor persona para obliviarnos, ya que, de todas formas, es capaz de entrar en nuestras mentes en cualquier momento y descubrir lo que quiera saber.
Harry tuvo que reprimir su risa al ver las miradas aterrorizadas de todos los estudiantes a excepción de Draco. Y de Neville, algo que causó bastante curiosidad al ojiverde.
—¿Vas a explicarnos ahora por qué hemos tenido que usar ese papel de mala calidad y esas... cosas? —cuestionó Draco, cambiando de tema.
—Esas cosas se llaman bolígrafos.
—Son objetos muggles, y esta es una escuela de magia y hechicería. ¿Por qué tenemos que usar esas cosas repugnantes?
—¿Han funcionado?
—Sí, ¿y?
—Los muggles usaban plumas en el pasado, hasta que desarrollaron algo mejor, y lo siguen haciendo. Hay distintos tipos de bolígrafos, y éstos que he traído son tan baratos que las organizaciones benéficas los envían gratis por correo para publicitarse y animar a la gente a que se inscriban. Incluso hay algunos que funcionan bajo el agua.
>>La cuestión es que los muggles siguen inventando cosas y mejorando las que ya tienen. Entonces, ¿por qué motivo los magos, teniendo un mayor poder a su disposición, siguen anclados en el pasado y negándose a emplear cosas nuevas? Si hay alguna buena razón para ello que desconozca por no haberme criado entre magos, me gustaría conocerla. Pero si no la hay, ¿por qué no aprovechar los avances de los muggles y mejorarlos agregando nuestra magia? ¿Por qué no usar todo lo que esté a nuestro favor?
En el aula se instauró un profundo silencio.
>>Está bien, sigamos. ¿Puedes poner lo que has escrito en el centro con los demás papeles, Severus? —pregunto Harry, mirando al ojinegro.
Snape colocó sus trozos de papel sobre la pila y, con los labios fruncidos, se recostó sobre su asiento.
Harry movió sus manos suavemente sobre el montón y, con una ráfaga, las hojas de papel de elevaron en el aire y cayeron, ordenadas de forma diferente.
—¡La letra ha cambiado! —exclamó Ernie contemplando el primer papel de la pila, que ahora parecía haber sido escrito a máquina.
El ojiverde sonrió.
—Lo he hecho para que no se pueda distinguir a simple vista quién ha escrito cada uno. Ernie, coge el de arriba y léelo.
—Dice “Fundar una empresa especializada en plantas”.
—Ahora la persona situada a tu izquierda (sí Eloise, tú) tiene que adivinar quién lo ha escrito y a cuál de las tres categorías se refiere. Creo que esta última es obvia —añadió sonriendo.
Eloise parpadeó varias veces, antes de responder.
—Es de Neville, ¿no? Sus planes de futuro.
Neville asintió, con un ligero rubor cubriendo sus mejillas, pero manteniendo la cabeza erguida.
—¿Esas son tus aspiraciones en la vida? —bufó Malfoy.
—En realidad, las mejores empresas ganan una fortuna —terció Snape con voz calmada—. Es una buena carrera para aquel que sea capaz de proporcionar las plantas más raras que necesiten los pocionistas más exigentes.
Todos observaron al profesor en estado de shock, sorprendidos por su defensa.
—Gracias, señor —tartamudeó Neville
—Solo ha sido una mera observación —respondió Snape con indiferencia.
—Y Severus ha regresado —comentó Harry sonriendo suavemente—. Bueno, prosigamos. Eloise, coge otro papel.
—“Pociones” —leyó la chica.
Todos los ojos se volvieron hacia Snape.
—No es el mío —negó el ojinegro
—¿No crees que pociones es lo que se te da mejor? —preguntó Draco sorprendido.
—Me atrevo a decir que podrás descubrir cuál considero que es mi mejor habilidad durante el transcurso de este estúpido juego —respondió Snape con un deje de aburrimiento—. Supongo que el autor es Long... Neville.
—No es mío —objetó el Gryffindor con una mirada feroz, a pesar del sonrojo de sus mejillas.
—¿Crees que hay algo que se te da peor que las pociones? —cuestionó Snape con incredulidad.
Harry tosió poniendo fin al conflicto.
—Lo he escrito yo —dijo Ernie con voz aguda.
Snape lo miró fijamente.
—Sr. McMillan...
—Ernie —lo interrumpió Harry, consiguiendo que el profesor lo fulminara con su mirada.
—Ernie, a pesar de que no te habría admitido en los EXTASIS de pociones si lo hubieras solicitado, creo que si hubieras asistido a las clases de Gryffindor y Slytherin, te habrías colocado entre los elementos más capacitados.
El resto de las personas que se encontraban en el aula dirigieron sus miradas de Snape a Ernie alternativamente. El chico tragó saliva.
—Sé que conseguí arreglármelas para obtener unos resultados decentes, pero en realidad pienso que nunca llegué a comprenderlas realmente. Soy capaz de seguir las instrucciones, pero si tuviéramos que crear algo, jamás podría hacerlo —respondió el Hufflepuff mirando con cautela a su profesor.
—Pocos son los que pueden. Eso es lo que diferencia a los potenciales maestros —explicó Snape con tono calmado—. Demuestras una inteligencia superior a la de la mayoría solo por habértelo planteado.
Ernie tragó saliva con tanta fuerza que incluso Neville se llevó la mano a la garganta como si quisiera aliviar una obstrucción.
—Gracias, señor —graznó el Hufflepuff.
—Era solo una recomendación. Y creo que deberías intentar usar mi nombre, o Harry comenzará a sisear otra vez.
El ojiverde sonrió ante el comentario.
—¡Siguiente!
—¡”Follar”! —leyó Ernie soltando una risa y girándose hacia Padma, añadió—: ¿Quién crees que es el mejor follando, Padma?
—Quizá alguien piensa que es lo que se le da como una mierda —terció Malfoy con su clásico arrastrar de palabras.
Todo el mundo rió; incluso los labios de Snape se curvaron un poco.
La chica echó un vistazo alrededor de la mesa, con nerviosismo.
—¿Malfoy- Draco? En lo que es m-mejor, me refiero, eso es —añadió, sonrojándose y escondiendo su rostro entre las manos.
Las risas se transformaron en carcajadas.
—¿Por qué, Padma? —preguntó Draco sonriendo con satisfacción—. Estoy conmovido. Por desgracia, jamás se me ocurrió dejar al descubierto una habilidad tan privada. Qué negligente por mi parte.
Padma volvió a mirar a sus compañeros, mientras tragaba saliva y se sonrojaba de nuevo.
—¿Profes- Sev- Severus?
—¿Lo mejor o lo peor, Srta.- Padma? —inquirió el ojinegro con voz sedosa.
—¡Lo m-mejor!
Las risas volvieron a resonar por toda la sala.
—Me temo que te has equivocado de nuevo, pero, sin embargo, ha sido una elección sensata —añadió, provocando otra carcajada generalizada.
Todos se miraban los unos a los otros con curiosidad por saber quién sería el autor de ese papel.
—Esta bien, lo reconozco —confesó Harry—, lo he escrito yo. Sin embargo, no es ni lo que se me da mejor ni lo que se me da peor. Es lo que espero estar haciendo dentro de setenta años, con frecuencia, y preferiblemente con el hombre exquisito con el que lo he estado haciendo últimamente.
Las risas cesaron y todos observaron al ojiverde con asombro.
—¿Eres marica, Potter? —se burló Draco.
—Sí, pero no te preocupes, no eres mi tipo, Draco.
Padma soltó una risita.
—¿Continuamos? —preguntó Harry, cambiando de tema.
—“Sobrevivir” —leyó Neville, mirando a Draco, que se encontraba justo a su izquierda.
—Bueno, tiene que ser de P-Harry, ¿no? Lo que se te da mejor.
—O lo que se le da peor—murmuró Snape.
—Buena observación —se mostró de acuerdo Neville, sonriendo a Harry—. Te has librado de la muerte un montón de veces por pura suerte.
—Sí, pero todavía sigue vivo —interrumpió Ernie—, así que tiene que ser lo que se le da mejor.
—Buen razonamiento, pero no lo he escrito yo —dijo el ojiverde.
El aula permaneció en silencio durante unos instantes.
—Lo considero mi mejor habilidad —confesó Snape, arrastrando las palabras.
Continuaron leyendo los papeles hasta que finalizaron con la pila completa, para satisfacción de Harry.
—Bien —concluyó el ojiverde—. Ya hemos acabado con la primera parte de la clase, pero antes de pasar a la segunda, quiero que cojáis otro trozo de papel cada uno. Y sin quejas; esto será más rápido. Os doy un minuto para escribir lo que creéis que habéis aprendido con este ejercicio. Todos los comentarios son válidos.
Una vez pasado el tiempo indicado por Harry, el chico reorganizó los trozos de papel de la misma forma que en la ocasión anterior.
—Padma, ve cogiendo los papeles y leyéndolos uno por uno.
—El primero dice... —Hizo una pausa, dudando sobre si decir en voz alta o no las palabras que estaban escritas.
—Léelo, Padma. Da igual si es un comentario bueno o malo.
—Dice: “He aprendido que Harry Potter es marica” —dijo la chica, mirando al Gryffindor completamente avergonzada.
—Bueno, es cierto —respondió Harry con voz calmada—. Continúa.
—El siguiente dice: “He aprendido mucho sobre todos” —leyó Padma, mirando al ojiverde de nuevo, que le instó a que prosiguiera con su tarea—. Este dice: “Ha sido sorprendente lo difícil que resultaba averiguar qué era lo que pensaba cada uno sobre sí mismo y cuáles eran los sueños de cada uno”.
—Esa es una buena observación —concordó Harry—. No sé si eso manifiesta lo poco que nos conocemos o lo mucho que nos parecemos.
—Este dice: “Muy poco”.
—Muy bien —respondió el Gryffindor, esperando que ese se tratara del comentario de Snape y que no hubiera ninguna opinión más demoledora escondida en la pila de papeles. Por fortuna, acertó.
Tras leer el resto de opiniones, Harry convocó una bandeja llena de zumo de calabaza, chocolate caliente, café y galletas.
—Coged lo que queráis; podemos comer y trabajar al mismo tiempo —ofreció. El ojiverde observó complacido cómo Severus se servía un café.
>>Bien, y ahora lo que estabais esperando: magia sin varita. Quiero que saquéis vuestras varitas y se la paséis a la persona que se encuentre sentada dos lugares a vuestra izquierda.
—¿Disculpa? —inquirió Snape, con su tono más gélido.
—Nadie os va a robar la varita, lo único que quiero es que probéis a hacer magia con una distinta a la vuestra.
—Harry, cada varita es afín a su dueño —le recordó Neville con suavidad.
—Lo sé —respondió el ojiverde—, pero vais a tener que aprender a hacer magia sin una. Resulta extraño al principio, y todos tenéis que vivir esas sensaciones antes de lograrlo. Intentar hacer magia con una varita que no es la vuestra es solo un paso en el camino; conocéis los movimientos, las palabras, y además tenéis un instrumento para conducir la magia, pero no sentiréis lo mismo que con vuestra varita. Intentadlo.
A Harry se le había ocurrido esa idea tras recordar lo que había sentido al utilizar por primera vez su segunda varita; había tenido que practicar bastante hasta lograr manejarla apropiadamente, pero, al final, había logrado conectar mejor con ella que con su antigua varita. Con la nueva sentía su magia más poderosa y fuerte, aunque, francamente, prefería no usar ninguna de las dos para la mayor parte de los hechizos.
El ojiverde observó cómo sus alumnos intercambiaban sus varitas con reticencia.
—Bien. Empezaremos con el querido “Wingardium Leviosa” —indicó Harry sonriendo. La varita de Snape había acabado entre sus manos y, de forma automática, la recorrió con sus dedos. Snape lo miró cómo si ese acto supusiera una afrenta personal—. Lo siento —murmuró.
Harry arrojó algunas plumas sobre la mesa y todos intentaron levitarlas instantáneamente, con resultados muy variados.
—Intercambiad de nuevo las varitas —exclamó el ojiverde, siendo obedecido de inmediato.
>>Cambiad de nuevo —repitió unos minutos más tarde.
El Gryffindor observaba con interés al grupo. Snape no lo hacía del todo mal, pero, sin lugar a dudas, las dos chicas eran las que mejores resultados obtenían con las otras varitas. Se preguntó si eso se debía a que ellas eran más empáticas o si, por el contrario, eso no tenía nada que ver. Decidió plantear la cuestión al grupo, y, a pesar de que comprobó que ninguno estaba acostumbrado a que les preguntaran el por qué creían que sucedían las cosas, todos estaban bastante relajados y las ideas fluyeron sin ningún problema.
De pronto, la campana que indicaba la hora del toque de queda sonó, y Harry decidió poner fin a la lección.
—Bueno, eso ha sido todo por hoy. Tendréis que hacer algo de tarea...
—¡Nos dijiste que no habría que hacer ninguna tarea! —protestó Eloise—. ¡Tengo infinidad de cosas que hacer!
—No es demasiado —explicó Harry intentando tranquilizar a la chica—. Solo quiero que intentéis arreglárosla sin magia durante dos días.
Hubo un bufido generalizado de sorpresa.
—Harry...
—Ya sé que seguramente la necesitéis, pero quiero que no lo hagáis en las situaciones en las que podáis prescindir de ella. También quiero que durante la semana elaboréis un registro sobre los usos que le dais. No quiero que entréis en detalles, ya que cada uno tiene sus propias razones personales para emplear la magia —añadió, sonriendo—, pero me gustaría que lo dividáis en categorías como, por ejemplo, trabajo escolar, cuidado personal, protección, etc. Pondremos en común los distintos usos la semana que viene, aunque no estarán bajo escrutinio el empleo individual de cada uno, ¿de acuerdo? —Esperó a que todos asintieran—. Está bien. Entonces, nos vemos la próxima semana, a la misma hora y en el mismo lugar. Y gracias a todos por venir.
FIN DEL FLASHBACK
Como el capítulo es demasiado largo, he decidido dividirlo en dos partes para que no haya ningún problema a la hora de subirlo. Muy pronto subo el siguiente, ¡muchas gracias a todos por leer!