CAPÍTULO 6: Otro encuentro inesperado
Harry se encontraba sentado, con un libro sobre la mesa y un vaso en la mano, en el “Tufted Duck”, un bar especializado en vinos, regentado por el hermano mayor de Justin Finch-Fletchley. Era un lugar acogedor, con un ambiente agradable, y a esa hora de la noche (las siete y media) comenzaba a llenarse. Harry había leído detenidamente la carta, que contenía una amplia variedad de cervezas y vinos, tanto muggles como mágicos. Los precios no eran baratos, por lo que el público que solía frecuentar el lugar eran jóvenes sofisticados, atraídos por la amplia variedad de bebidas, aunque también se podían observar parejas mayores disfrutando de la comida. Además, el menú para los que decidían comer más temprano contaba con una rebaja, lo que era una idea bastante inteligente para atraer a la clientela y llenar el lugar desde la hora de apertura.
Harry no cesaba de preguntarse si aparecería Severus, aunque se sentía aliviado de no ser la única persona que se encontraba sentada sola en el bar; había visto una bruja y un mago mayores comiendo cada uno en una mesa, además de un par de solterones repartidos por el lugar.
Se sentía satisfecho de haber elegido esa taberna para su encuentro; solo había estado allí en una ocasión, y había sido antes de su apertura, cuando Justin lo había invitado junto a otros de sus amigos para que conociera el bar, pero era el tipo de lugar adecuado para reunirse, ya que era acogedor y no estaba lleno de estudiantes, lo que sería ideal para Severus, si es que el hombre decidía aparecer.
Por una parte, el joven estaba deseando que el ojinegro decidiera presentarse, aunque por otra, se sentía un tanto incómodo, ahora que lo había visto actuar de nuevo en el “modo profesor”. El hombre no se tomaría bien el engaño, pero no podía revelarle su verdadera identidad bajo ningún concepto. A pesar de su preocupación, no podía marcharse del lugar, ya que había prometido estar allí y pensaba cumplirlo.
Harry pasó los siguientes veinte minutos leyendo y bebiendo, sintiendo cómo se relajaban los nudos de su estómago por el alivio al no ver aparecer a Snape, aunque, al mismo tiempo, su pecho parecía contraerse por la decepción. Estaba reflexionando sobre lo curioso que era notar cómo sus emociones podían transferirse a situaciones físicas reales, cuando, de pronto, vio al pocionista abriéndose paso entre las mesas, caminando en su dirección. Harry sintió cómo se aceleraban sus latidos, y la alegría se extendió por su cuerpo, sonriendo al hombre de forma automática.
—Siento llegar tarde —se disculpó Snape, dejándose caer sobre el asiento vacío que quedaba frente al joven.
—Mi idea era quedarme hasta un poco más tarde de las nueve, así que llegas temprano en realidad —respondió Harry sonriendo—¿Quieres algo de beber?
Tras recibir una respuesta afirmativa por parte de Severus, Harry se encaminó hacia la barra. Cuando regresó, tras deslizar sus bebidas sobre la mesa, escuchó una voz familiar a su espalda.
—¡Severus! ¡Qué sorpresa! —exclamó Lucius Malfoy arrastrando las palabras—. No sabía que frecuentabas este lugar.
Snape cogió su cerveza y bebió un trago, recostándose sobre su asiento y mirando al rubio por encima del borde del vaso.
Lucius arqueó su ceja, y, tras fijar su vista sobre el acompañante del profesor, su labio se curvó en una extraña sonrisa.
—Estoy aquí con un amigo —explicó Snape, soltando su bebida, mientras lamía la espuma que había quedado sobre su labio superior y miraba hacia Harry—. Y no, no te lo voy a presentar —añadió con tono conciso tras vislumbrar las intenciones del rubio.
Los ojos de Lucius examinaron a Harry descaradamente, asombrando al joven.
¿Lucius Malfoy es gay? Tiene que ser bi, al menos. ¡Dios mío, el padre de Draco Malfoy me está mirando con deseo!, pensó el joven, ocultando una sonrisa de diversión que no pudo evitar a pesar de lo irreal de la situación.
—Él es mío, Lucius —gruñó Snape con tono firme, mientras extendía su mano sobre la mesa para agarrar la de Harry. El joven curvó sus dedos alrededor de los del profesor casi de forma instintiva, disfrutando del agradable calor de esa mano y sonriendo al ojinegro.
Malfoy giró una de las sillas de la mesa más próxima a la de Severus y Harry, sentándose sobre ella a horcajadas con un movimiento elegante, con sus largas piernas separadas y sus brazos descansando contra el respaldo, y sin apartar los ojos del acompañante de Snape en ningún momento.
—No sabía que eras tan posesivo, Severus. Es bastante guapo —ronroneó el rubio, admirando a Harry—. ¿Vais a comer aquí? Os acompañaré.
El Gryffindor pudo apreciar cómo los labios del profesor se fruncían. Su intención era cenar en ese lugar, pero parecía que Malfoy iba a ser un estorbo, algo que no era novedad.
—Lo siento, pero solo vamos a tomarnos algo y nos vamos —dijo Harry rápidamente—. Voy a prepararle la cena a Severus en mi casa.
Tanto Snape como Malfoy miraron al joven.
>>Me gusta cocinar —añadió Harry.
—¿No tienes elfos domésticos?
El Gryffindor pudo percibir el tono de burla que Malfoy apenas podía contener.
—A mi elfo le encantaría prepararnos algo, pero creo que es mucho más... placentero... satisfacer las necesidades de tu pareja por ti mismo —comentó Harry provocativamente, llevando lentamente la mano de Snape que se encontraba entrelazada con la suya a su boca. Frotó sus labios suavemente contra la punta del dedo índice de Severus, mirándolo fijamente e ignorando a Malfoy deliberadamente. Los ojos de pocionista se oscurecieron, y estiró un dedo, que Harry lamió por uno de sus laterales con su lengua áspera. Acto seguido, el joven metió la yema en su boca, dio un rápido mordisco y deslizó los labios lentamente sobre el dedo mientras lo sacaba de su boca.
La excitación casi podía olerse en el ambiente.
—¿Qué vas a hacerme? —preguntó Snape, con voz profunda y ronca.
—Correrte, espero —susurró Harry, rozando con su pantorrilla la del ojinegro.
Malfoy carraspeó, logrando que el joven lo mirara y se sonrojara.
>>Un salteado. Y de postre, helado de nueces —respondió girando la cabeza de nuevo hacia Severus, tras sonreír al rubio en forma de disculpa.
—Delicioso —comentó Malfoy, con sus ojos vagando sobre el torso de Harry, antes de ponerse en pie—. Será en otra ocasión, entonces —añadió, inclinando la cabeza hacia el joven, para, acto seguido, mirar fijamente a Snape y agregar—: Voy a organizar una partida de cartas en mi casa muy pronto. Tienes que traer a...
El rubio se detuvo esperando a que Harry se presentara.
—Alex. Alex Johnson —respondió el chico apresuradamente, mientras estrechaba la mano del mayor. Esto puede ser interesante.
—Lucius Malfoy. Espero verte pronto, Alex —se despidió el hombre, antes de asentir con una sonrisa de satisfacción en dirección de Snape y alejarse tranquilamente.
—Es muy atractivo, pero no quieres conocerlo —gruñó el ojinegro con tono frío.
Harry lo miró, observando los labios fruncidos del pocionista.
—¿Es tu ex amante? —inquirió el Gryffindor, sin saber cómo se había atrevido a formular la pregunta.
Snape resopló, pero no respondió.
>>No sabía que le gustaban los hombres —continuó Harry—. Su esposa es extremadamente atractiva —añadió.
—Sí, son una pareja espectacular —concordó el profesor.
—¿Pero...?
—¿Por qué crees que hay un “pero”?
—Intenta ligar con las parejas de otros. Abiertamente. Por supuesto que hay un “pero”.
Snape se recostó sobre su asiento y tomó un sorbo de su vaso.
—¿Estás interesado entonces?
—¿En él? —cuestionó el joven con sorpresa.
—No lo has rechazado, precisamente. Y supongo que ha disfrutado tanto el espectáculo como yo. ¿La actuación era para él o para mí? —inquirió el ojinegro con tono hostil.
Harry terminó su bebida y, haciendo caso omiso a la pregunta, se levantó de su silla.
—Me voy a casa. Voy a hacer la cena, y de postre me comeré el helado. Después, con suerte, te comeré a ti. ¿Vas a venir?
Snape sostuvo la mirada al joven, mientras bebía de su vaso a sorbos, hasta dejarlo vacío. Harry sintió cómo su miembro se ponía rígido con solo ver el movimiento de la garganta del profesor.
—Parece que sí me voy a venir* —respondió Snape sonriendo y siguiendo al chico a la salida.
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Severus se sorprendió cuando Alex lo condujo hacia un mercado en lugar de a su casa. Aunque aún había luz, la mayoría de los puestos ya estaban cerrando. El ojinegro no podía apartar la mirada de Harry mientras éste charlaba y reía con el carnicero, engatusándolo para que le sirviera el mejor bistec, y más tarde, con el verdulero, con el objetivo de comprar las verduras que estuvieran en perfectas condiciones.
Una vez logrado su cometido, Harry se giró hacia Snape, sonriendo.
—Espero que no te importe. Mi plan era invitarte a comer en el bar, pero me negaba a compartirte con Malfoy. No tenía comida en casa, pero con lo que acabo de comprar creo que puedo preparar un salteado decente. Me preocupaba que a estas horas no encontrara nada de calidad, pero parece que no ha sido así.
Antes de regresar se detuvieron frente a una bodega, donde Severus insistió en comprar una buena botella de vino tinto.
El paseo por el pueblo fue sorprendentemente agradable para ambos, y, antes de darse cuenta, ambos estaban en la pequeña casa de Harry, con Severus abriendo el vino mientras el joven cortaba las verduras.
El profesor lo contemplaba con interés. El joven parecía cómodo con el cuchillo entre sus dedos y, aunque los trozos no eran tan uniformes y milimétricos como hubieran sido los suyos, el chico parecía saber lo que estaba haciendo.
Siguiendo las instrucciones de Alex, Snape encontró los cubiertos y la vajilla, y procedió a colocarlos sobre la mesa que estaba en el centro de la cocina.
—¿Traes a mucha gente aquí?
—De momento no —respondió Harry—. ¿Por qué?
—Es una mesa demasiado grande para un hombre soltero —comentó Severus.
—Sí, pero no tengo comedor. Además, me agrada la idea de tener a muchos amigos sentados alrededor mientras cocino. Es divertido hablar mientras trabajas. Pasé un tiempo en la casa de un amigo y me gustó —contestó Harry, pensando en la cocina de los Weasley.
—¿Cuándo te compraste esta casa?
—Hace un año, aproximadamente, pero he estado muy ocupado y apenas la he pisado. ¿El vino se puede beber ya? —añadió Harry, cambiando de tema.
—Aún no está listo, pero servirá —respondió Snape, sirviéndole una copa.
—Me encanta beber mientras cocino —comentó el Gryffindor, sonriendo tímidamente. Durante años había cocinado para los Dursley, generalmente carne con patatas y verduras, un plato simple y poco inspirador, con los ingredientes escogidos por Petunia, pero se alegraba bastante si su tía le permitía probar bocado. Su siguiente experiencia con la cocina fue en la Madriguera, donde la Sra. Weasley normalmente parecía bastante molesta por tener que atender a tanta gente mientras realizaba multitud de tareas al mismo tiempo. No fue hasta que se mudó al piso de Derek cuando descubrió que cocinar podía ser algo relajante y divertido. Derek, y posteriormente Andy, amaban el curry, la comida china y la tailandesa, e introdujeron a Harry en un mundo de delicias culinarias con la misma tranquilidad con la que le habían mostrado otro de placeres más terrenales.
El aroma de la comida era extraordinario, con un toque de jengibre, sin ser excesivo, y un poco de citronela, además del fuerte olor de la carne y de la patata, entre otras cosas. Snape había mostrado indecisión sobre presentarse aquella noche en el bar, y nunca habría imaginado que podría llegar a sentirse tan relajado en su cita.
Poco tiempo después de empezar a cocinar, Alex volcó la comida en dos platos y los llevó a la mesa, en la que se encontraba una canasta llena de pan que habían comprado en el mercado y un poco de mantequilla fresca.
Ambos se sentaron y comieron en silencio, agradeciendo la ligereza de la comida en contraposición de los copiosos platos que se servían en Hogwarts.
Snape se limpió la boca con la servilleta cuando finalizó su cena y procedió a alabar a su acompañante.
—Estoy impresionado —comentó, sonriéndole a Alex—. Estaba exquisito, gracias.
Harry le devolvió la sonrisa, complacido con la personalidad de un Snape cómodo y relajado; un Snape al que había logrado complacer con la cocina, que era lo más parecido a las pociones que podía realizar con éxito.
—Me alegro —respondió el joven, poniéndose de pie y recogiendo los platos. Snape lo imitó y llevó la cesta con el pan sobrante a la cocina, donde ambos recogieron y ordenaron todo tranquilamente.
>>¿Quieres helado? —ofreció Harry, girándose hacia Severus, no muy seguro de la respuesta del hombre, ya que aún recordaba su comentario sobre su preferencia por los sabores salados. Cuando se dio la vuelta, encontró al profesor situado mucho más cerca de lo esperado, y no pudo evitar deslizar sus ojos hacia la boca del mayor, viendo como su lengua remojaba sus labios. El ambiente calmado que había reinado en la sala todo ese tiempo se volvió de pronto pesado y cálido.
—Le daré una oportunidad —respondió Snape.
Harry sacó el envase del congelador con manos temblorosas, y sirvió dos cuencos llenos hasta arriba, antes de girarse hacia el ojinegro. Unos instantes después, sin apenas darse cuenta de lo ocurrido, estaba entre los brazos del mayor, con los labios de Snape sobre los suyos, y su lengua recorriendo el interior de su boca, mientras agarraba los tazones de manera precaria, intentando no volcarlos ante el inminente ataque del pocionista. Snape, al darse cuenta de la situación, se apartó riendo, logrando otra risa en el joven, y tras retirar los cuencos de las manos de Harry y echarlos a un lado, volvió a extender sus brazos con una sonrisa. Harry se arrojó sobre ellos sin dudar, aprovechando sus manos libres para deslizar sus palmas sobre la musculosa espalda de Snape, mientras deslizaba su boca por el cuello del hombre, aspirando su aroma.
El ojinegro ya había logrado sacar la camisa de los pantalones del joven y había procedido a desabotonarla, notando como el corazón de Harry no paraba de martillear contra su pecho.
Snape alargó la mano por detrás del chico y cogió una cucharada de helado de uno de los tazones, llevándola a su propia boca frente a los ojos de Harry.
—¡Oye! ¡Eso no es justo! —exclamó Harry sonriendo, antes de gemir cuando Severus se inclinó hacia delante y rodeó con su boca helada el pezón del joven—. ¡Oh, dios!
Harry no pudo evitar empujar contra Snape, con su erección muriendo por un poco de fricción, y al hacerlo, pudo notar la excitación del ojinegro contra su vientre.
Las manos del profesor se deslizaron por su espalda hasta agarrar su trasero y levantarlo. El joven rodeó automáticamente con sus piernas la cintura de Snape, y fue transportado por el hombre hacia la sólida mesa de la cocina, donde lo soltó. Harry se echó hacia atrás con los brazos extendidos y sus piernas abiertas en una postura de sumisión total, mientras el mayor aplastaba su cuerpo y acariciaba su abdomen.
—Merlín, podría follarte sobre esta mesa —susurró Severus.
Harry deseaba que lo hiciera, e incluso notaba cómo su cuerpo dolía de feroz necesidad, pero se había prometido a sí mismo que no permitiría que Snape lo follara (o viceversa) hasta que el hombre conociera su verdadera identidad. En la bruma de su deseo le parecía una decisión tonta, pero en el fondo sabía que era lo correcto.
El chico buscó a tientas su bragueta y bajó la cremallera, notando que la respiración de Snape se hacía más pesada, lo que hizo que su corazón latiera con mayor fuerza. Giró la cara y miró fijamente al hombre a los ojos.
—Chúpamela —susurró—. Pon tu fría boca en mi...
Sus palabras quedaron interrumpidas cuando sintió como Snape tiraba de sus pantalones hacia abajo con fuerza, con sus ojos brillando. Acto seguido, el mayor procedió a quitarle los zapatos y los calcetines, terminando de bajar sus pantalones junto a su ropa interior, dejando a Harry tumbado sobre la mesa, con la camisa abierta y completamente desnudo de cintura para abajo, sintiéndose jodidamente erótico.
Severus comió otra cucharada de helado y su acompañante gimió de anticipación. El ojinegro metió los dedos en el cuenco y los remojó un poco, para luego meterlos en la boca de Harry mientras se abalanzaba sobre la polla del joven, quien se sentía tan excitado que era consciente de que no duraría demasiado tiempo; Severus sabía cómo jugar con él. Harry no cesaba de retorcerse y gemir, disfrutando de cada minuto que pasaba, hasta que su cuerpo se arqueó cuando explotó en un potente orgasmo, con sus manos aferrando con fuerza el cabello de Snape.
El chico notó que el mayor se subía a su lado sobre la mesa, y agradeció a Merlín haber comprado un mueble tan resistente. Giró su cabeza hacia el ojinegro, sonriendo, y recibió un profundo beso, que le permitió saborear su propia esencia en la boca del hombre. Mientras se besaban, su mano se deslizó hacia la polla de Snape, complacido al sentir el caliente miembro palpitando de necesidad entre sus dedos. El mayor empujó contra su mano, profundizando aún más el beso, mientras Harry pellizcaba sus pezones. Al Gryffindor le encantaba sentir al profesor jadeando contra su boca, con su cuerpo arqueándose en víspera del inminente orgasmo, y su polla latiendo contra sus dedos.
Cuando Snape se corrió, Harry acarició su pecho antes de deslizar su mano hacia la nuca, mientras llevaba su otra mano hacia su propia boca y lamía el semen del ojinegro, para después inclinarse sobre Snape y comer otra cucharada de helado, sonriendo, recibiendo como recompensa una risa del mayor.
—¿Café?
Severus rio de nuevo mientras asentía, y Harry se sintió satisfecho de haber logrado oír ese sonido que con tan poca frecuencia emitía el hombre. El joven se incorporó, se bajó de la mesa y se colocó los pantalones, omitiendo la ropa interior y los calcetines, con su camisa aun abierta, sintiéndose sexy y alegre mientras preparaba el café.
Snape también se levantó, se abrochó los botones de la bragueta dejando el de arriba abierto, al igual que su camisa.
—Estás muy sensual —comentó Harry sonriendo, mientras se dirigía con dos tazas al sofá que se encontraba más cercano a la chimenea.
—¿Se supone que debo decir lo mismo?
—Bastardo —respondió el chico con tono burlón.
Los labios de Severus se curvaron en una sonrisa, y ambos se sentaron en el sofá, cada uno en un extremo, mientras se preguntaban qué ocurriría a continuación.
—¿Vas a quedarte o tienes que volver? —inquirió Harry tras varios minutos de silencio, y después de haber acabado su segunda taza, que le supo un poco más amarga.
El joven pudo observar el inusual destello de emociones que surcó el rostro del ojinegro, y se armó de valor. Ahora es el momento.
Snape se inclinó hacia delante, colocando sus codos sobre las rodillas.
—Alex, antes de que llegara el jodido Lucius Malfoy, mi intención era decirte que pienso que esto no es una buena idea. Quería explicártelo para que no me esperes las próximas tres semanas.
Harry lo miró fijamente.
—No mientas —replicó con tono calmado, sorprendiendo a su acompañante, quien alzó una ceja—. Tu intención era echar un último polvo conmigo, o lo que sea, y luego decirme esto.
Soltó su discurso sin una pizca de recriminación en su voz, y Snape permaneció en silencio durante unos instantes, antes de asentir con la cabeza.
—Tienes razón, pero me temo que no puedo tener una relación contigo, Alex. Mi tiempo es muy limitado y no creo que sea justo para ti que...
El ojinegro se detuvo abruptamente cuando Harry sacó su varita del bolsillo y la colocó con cuidado sobre la mesa de café que se encontraba frente a ellos. Snape miró al joven fijamente.
—No puedes tener una relación porque... ¿cuántas veces puedes follar con alguien sin quitarte la camisa? —susurró el chico.
—¿Qué quieres decir? —inquirió Severus con su tono más mortífero.
—Tienes la Marca Tenebrosa en tu brazo —prosiguió Harry—. No quieres acostarte con otro Mortífago porque no quieres involucrarte con nadie que apoye esa filosofía, pero tampoco puedes relacionarte con ninguno de los seguidores de Dumbledore porque estás espiando a Voldemort y necesitas que los mortífagos confíen en ti...
Se detuvo de forma abrupta al sentir la varita del profesor clavada contra su cuello.
—¿Quién coño eres? ¿Quién te ha enviado? —gruñó, aprisionando el cuerpo de Harry con el suyo.
El joven se mantuvo inmóvil.
—No me ha enviado nadie...
Harry fue interrumpido al sentir cómo el hombre apretaba la varita con más fuerza contra su garganta.
—¿Acaso estás diciendo que tu patético intento de seducción en El Caldero Chorreante no era algo planeado?
—¡Sí! Quiero decir, ¡no!
— Me siento completamente iluminado por esa respuesta —objetó el pocionista con tono mordaz, dejándose caer sobre el borde de la mesa frente al joven, aprisionándolo con sus largas piernas, mientras su varita permanecía alojada contra la yugular del chico.
Harry tragó saliva detenidamente, procediendo a explicarse.
—Quiero decir que no fue planeado. Y no estaba intentando seducirte...
—¡Te desnudaste cinco minutos después de conocerme!
—¡Se me enganchó la camiseta!
—¿Esperas que me crea eso?
—¡Me viste!
—Claro que lo hice. Expusiste muy bien la mercancía.
—¡Estábamos en un lugar público! ¡Esto es ridículo! Fue un accidente...
—No creo en los accidentes.** ¿Quién te ha enviado?
—¡Por el amor de Dios! ¿Nunca antes has conocido a un extraño en un bar y te lo has follado? No todo es una conspiración...
—Y sin embargo, estás aquí contándome todo tipo de historias sobre mi vida —objetó Snape con tono ácido—Ni se te ocurra negar que sabías quién era yo.
—¡Ya sabes que te conocía! ¡Aparecías en esa jodida revista de pociones! Ya habíamos hablado de eso.
—El artículo de la revista es completamente irrelevante. Estoy perdiendo la paciencia, así que espero que esta vez me respondas correctamente. ¿Niegas que me conocías por algo más que por ese artículo?
Harry suspiró, alzando la mano para frotarse la cara, pero la dejó caer cuando sintió cómo la varita del mayor se hundía aún más contra su cuello. No había pensado lo suficiente en las consecuencias que acarrearía mostrar su conocimiento sobre la Marca Tenebrosa del ojinegro, y notaba cómo su estómago se agitaba. Se sentía un idiota.
—Sí, sabía quién eras —admitió al fin, mirando a Severus a los ojos—. Yo también trabajo para Dumbledore, pero no tenía ni idea de que te alojabas en El Caldero Chorreante. Ni de que terminaría teniendo el sexo más ardiente de toda mi vida. ¡Y juro que no quiero hacerte daño! Me encantaría seguir quedando contigo.
El pocionista permaneció en silencio durante unos instantes.
—Define “trabajo para Dumbledore” —inquirió el ojinegro, ignorando el resto de la explicación.
—Soy miembro de la Orden del Fénix.
—Podría entregarte a Voldemort ahora mismo —amenazó Snape.
—Podrías —concordó Harry.
—O podría llevarte frente a Dumbledore.
—También.
—Ponte los zapatos —ordenó el profesor.
El joven terminó de vestirse, preguntándose cómo se desarrollarían los acontecimientos, mientras Severus lo imitaba.
Snape guardó las varitas de ambos en su bolsillo y caminó al lado del joven durante todo el trayecto hacia Hogwarts. A Harry el viaje le pareció demasiado largo, y no pudo evitar sentir alivio al entrar en el castillo, resguardándose del aire frío y húmedo que reinaba esa noche, aunque no cesaba de cuestionarse cuál sería la reacción de Dumbledore.
Harry percibió que Snape le permitió guiarlo a través del castillo, con el objetivo de comprobar si conocía el camino hacia el despacho del director. El Gryffindor murmuró la contraseña al llegar junto a la gárgola que protegía la entrada del lugar, sorprendiendo al ojinegro cuando ésta se abrió.
—¡Severus! ¡Pasa! ¿Te apetece un chocolate caliente? —ofreció el director cuando los dos hombres terminaron de subir las escaleras y entraron por la puerta. El anciano vestía su ropa de dormir, consistente en una bata de terciopelo amarilla mostaza con estrellas púrpuras que dejó a ambos perplejos—. ¡Y vienes con un amigo! ¿Nos vas a presentar?
Snape apuntó con su varita a Harry.
—Este hombre dice que te conoce, que es un miembro de la Orden del Fénix —gruñó el ojinegro—. ¿Cómo esperabas salirte con la tuya? —preguntó mirando a Alex.
—Enséñale mi varita —respondió el chico.
Snape lo observó durante unos instantes, antes de entregar la varita al director. El anciano la giró entre sus manos, la olió, y, por último, miró fijamente a Harry.
—Madera de manzano —comenzó con voz calmada—. ¿Cuál es su núcleo?
Fawkes trinó y voló hasta situarse sobre el hombro del joven, quien lo acarició, para asombro de Snape.
—Una de las plumas de Fawkes —respondió Harry, señalando la varita con su cabeza.
—Puedo afirmar que este hombre es un miembro de la Orden —dijo Dumbledore.
Snape bajó su varita, con desconfianza plasmada en su rostro.
—No lo has reconocido. Y yo nunca había oído hablar sobre él ni lo había visto con anterioridad —espetó el ojinegro con incredulidad.
—Este no suele ser mi aspecto. Ni es mi nombre real —respondió Harry—. Y rezo a cada deidad superior para que Albus tenga docenas, o cientos de personas como yo, escondidas y realizando tareas para la Orden, porque, de lo contrario, estamos de mierda hasta el cuello.
—Desafortunadamente no tenemos cientos de personas así —terció Dumbledore, hundiéndose en su asiento, tras devolver la varita a su dueño—. Sentaos —ordenó, haciendo aparecer una bandeja con una tetera y varias tazas. Entregó la primera a Severus, llena de su té favorito, algo que pudo deducir el hombre por su aroma.
Dumbledore bebió lentamente, intentando ganar tiempo, mientras observaba a los dos hombres e intentaba discernir lo que estaba ocurriendo. Al no lograr averiguarlo, decidió preguntar.
>>Puedo garantizar que este hombre es de confianza —comenzó, asintiendo con la cabeza en dirección a Alex—. Aunque lo que no entiendo es cómo has llegado a tenerlo bajo custodia.
—Tenemos una relación —respondió Harry con tono firme.
—Hemos tenido un par de encuentros sexuales —corrigió Snape.
Dumbledore alternó su mirada entre ambos, con sus cejas muy juntas.
—¿Y por qué tendría que informarte sobre su papel en la Orden para un mero encuentro sexual? —preguntó a Severus con el ceño fruncido.
—No puede quitarse la camisa, ¿no es así? —espetó el joven.
—¿Qué quieres decir? —cuestionó Dumbledore.
—No puede mantener ninguna relación con eso en su brazo, ¿cierto? Iba a terminar con lo nuestro porque no puede quitarse la camisa y dejar que un extraño la vea. ¡Es jodidamente injusto!
—¿Y lo que estás haciendo tú sí es justo? —inquirió el director.
Harry se estremeció.
—Hay algo entre nosotros —respondió el chico en un susurro—. Me gustaría, y espero que a Severus también, continuar con esto y averiguar si puede funcionar. Él está a salvo conmigo.
—¿Estás seguro? —objetó Dumbledore con enfado—. No creo que sea una buena idea en absoluto. Tu identidad...
—Necesita permanecer en secreto por ahora —interrumpió Harry.
—¿No confías en mí? —preguntó Snape con curiosidad.
—Sí, lo hago, pero decírtelo en este momento haría peligrar algo más que una relación, y eso no puedo permitírmelo. En cuanto pueda hacerlo, te lo diré —añadió, con súplica en su voz.
Dumbledore tomó un sorbo de té, observando la interacción entre ambos.
—Albus, Alex tiene razón. Honestamente, el sexo es fantástico, y es poco probable que pueda conseguirlo en otra parte. Además, te complacerá saber que tiene un efecto bastante positivo sobre mi temperamento, así que, si no supone ningún peligro para nadie, ¿cuál es tu objeción?
—Seguro que podrías conseguir saciar tus intereses sexuales en otra parte, Severus, aunque lamento no haber tenido en cuenta que aún eres un hombre joven y vigoroso...
Harry no pudo evitar resoplar, arrepintiéndose inmediatamente.
—Creo que ha usado las palabras apropiadas —murmuró el joven, rememorando su primera noche con Snape.
El ojo de Severus tembló ligeramente.
—Nuestros encuentros son bastante prácticos...
—¡Oh, gracias! —exclamó el joven fingiendo indignación.
—Y me gustaría averiguar si puedo disfrutar de algo que vaya más allá del sexo —añadió el pocionista con tono calmado.
Una amplia sonrisa apareció en el rostro de Harry sin que éste pudiera detenerla.
—Yo también —asintió el chico, girando su cabeza hacia Dumbledore—. Señor, aprecio y comprendo su preocupación, pero haré todo lo que esté en mi mano para no causarle ningún daño, y le revelaré mi identidad tan pronto como pueda.
El director podía notar el hormigueo de magia existente entre los dos hombres, y el vivo interés y placer que se intuía entre ambos, pero no podía dejar de pensar en la reacción de Severus cuando se enterara; el hombre se sentiría traicionado.
—No puedo aprobar esto —objetó con tono firme—. Ambos saldréis heridos, y no quiero eso para ninguno de los dos, muchachos.
Severus miró fijamente al anciano.
—¿No quedará comprometido mi papel como espía?
—No.
—Entonces creo que soy lo suficientemente mayor como para tomar mis propias decisiones, Albus. Gracias por tu preocupación, y acepta nuestras disculpas por despertarte a estas horas.
El ojinegro se levantó, seguido de inmediato por Harry. Dumbledore los imitó.
—Os deseo lo mejor entonces, hijos míos. Consideración y amabilidad, es lo único que puedo añadir.
Harry asintió, percibiendo la magnitud de la preocupación del director.
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Severus y Harry abandonaron el despacho y comenzaron a bajar la escalera móvil que llevaba hacia la salida.
—Dumbledore te quiere de verdad —comentó el joven con voz suave.
—Ha estado cuidándome durante mucho tiempo.
—Quizá... —comenzó Harry, comenzando a cuestionarse lo mencionado por el director, pero fue interrumpido cuando Severus lo empujó contra la pared y lo besó, dejándolo sin aliento.
—Debes ser muy valiente —dijo el ojinegro.
—¿Qué? —respondió el Gryffindor, con los labios hinchados.
—Para trabajar para la Orden disfrazado. Lo que no entiendo es, ¿por qué ahora muestras cobardía? ¿no te parece que esto merezca la pena? —inquirió, empujando su cuerpo contra el de Harry, y levantándolo ligeramente para que sus pollas se frotaran entre sí.
Harry estaba complacido de sentir el peso de Snape inmovilizándolo contra la pared. Sintió sus piernas temblar, y no cesaba de gemir mientras se recargaba contra el duro torso de su posible futuro amante.
—Claro que vale la pena —jadeó—. Quien me preocupa eres tú.
—Puedo cuidarme solo —respondió Snape, deslizando sus labios por el cuello del joven, antes de depositar un fuerte mordisco en la unión con la clavícula. El hombre acarició la marca con su dedo, calmándolo—. Es demasiado tarde para que vuelva contigo a tu casa —añadió con pesar.
Harry asintió, mostrándose de acuerdo.
—¿Estás libre la semana que viene? Puedo mandarte una lechuza.
—Hazlo —convino Snape, besándolo con fuerza una vez más antes de marcharse, dejando a Harry rígido y muerto de deseo, preguntándose cómo podría lograr que a Severus le gustara lo suficiente Harry Potter como para que todo se arreglara cuando le revelara su identidad.
* Juego de palabras entre los significados de “come”, que puede significar venir y correrse. Harry dice “Are you coming?”, a lo que Severus responde “It sounds like I´ll be coming” jugando con el doble sentido en inglés, que se pierde en español (por lo menos en el de España jajaj).
**”Accident” puede traducirse como accidente o casualidad, así que creo que Harry dice que fue un accidente y Severus respondería algo así como que no cree en las casualidades, empleando la palabra “accident” con otro significado, pero como en español creo que no hay ninguna palabra que tenga ambas acepciones, he decidido dejar “accidente”.
Siento muchísimo haber estado desaparecida estos días, pero he estado hasta arriba de prácticas en el hospital. Tenía el capítulo traducido desde hace tiempo, pero no me gusta subirlo hasta revisarlo y asegurarme de que me gusta completamente cómo ha quedado. Ahora estoy un poco más libre y prometo recuperar mi ritmo. Gracias a todos por leer y muchísimos besos!!