La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Aqua Fresca. Capítulo 17

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nienna0410
Explota calderos
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Aqua Fresca. Capítulo 17 Empty
MensajeTema: Aqua Fresca. Capítulo 17   Aqua Fresca. Capítulo 17 I_icon_minitimeVie Ene 29, 2021 4:58 pm

Snape se encontraba sentado en el borde de la cama de la enfermería, abrochándose sus zapatos. Los intrincados botones de su túnica lo habían ayudado a concentrarse en lo que estaba haciendo en ese momento, dándole la oportunidad de ignorar la miríada de cambios que estaba experimentando. Sus zapatos y su túnica siempre permanecerían allí, sin importar la transformación que estuviera sufriendo su cuerpo. Eran su armadura.


Percibió la presencia de Dumbledore en cuanto éste puso un pie en la enfermería, y escuchó con desgana su conversación con Poppy. Como le había prometido a Harry la noche anterior, ese día se marcharía de ese lugar pasase lo que pasase.


Harry.


Quién iría a su habitación esa noche.


Quién sentía algo por él, y por quien Severus también sentía algo, aunque aún no estuviera listo para reconocerlo, si es que alguna vez era capaz de hacerlo.


No estaba mintiendo cuando le explicó al chico que no quería hacerlo sufrir, pero también era lo suficientemente honesto como para admitir que ya era inevitable; incluso si se detenían ahora, incluso si nunca volvían a verse el uno al otro, Snape no se hacía ilusiones sobre cómo Harry tomaría su muerte. Tenía la esperanza de que sus amigos Gryffindor fueran capaces de sostener al ojiverde cuando él se hubiera marchado.


Snape recorrió con su lengua el interior de su boca, rozando ligeramente la punta de los colmillos. Se colocó la capa sobre la túnica; desde que había regresado, sentía más el frío. No solo lo notaba en el ambiente; podía sentirlo deslizarse a través de su piel y asentarse en sus huesos. Quizás su cuerpo se estaba replegando sobre sí mismo, reuniendo sus fuerzas para el cambio. Sus músculos palpitaban de expectación, como si estuviera a punto de vivir algo grande, algo asombroso.


No quería que fuera asombroso. No quería pensar en cómo su cuerpo se transformaría y sus sentidos se agudizarían hasta convertirse en algo distinto, algo extraordinario. Cómo su hambre lo convertiría en una criatura desdichada y necesitada de sangre, pasando a estar bajo su influencia, así como Lupin estaba bajo el hechizo de la luna. Quizás, de entre todos, Lupin sería el único capaz de entender su decisión. Si el licántropo se hallara atrapado en su forma de hombre lobo permanentemente, y fuera consciente de ello, Snape dudaba que aún no se hubiera quitado la vida.


La tentación de ceder y permitir que sucediera la transformación era fuerte pero, desde los comienzos de su edad adulta, se había acostumbrado a sopesar cuidadosamente sus opciones. Demasiados errores en el pasado le habían permitido reconocer qué significaría la transformación: un espejismo, una ilusión, un sueño seductor que, al final, lo convertiría en algo completamente distinto, cambiaría todo lo que él creía ser. Ceder sería un error, al igual que lo había sido aceptar la marca tenebrosa.


Una imagen de Harry apareció en su mente, pero la apartó rápidamente. Él no había sido ningún error. Por una vez, sería egoísta. Dejando a un lado la ética y el sentido común, necesitaba a Harry tanto como el chico lo necesitaba a él. Y si su vida acababa de manera prematura por el bien de la Causa —su labio se curvó con ironía—, al menos habría obtenido su recompensa. Lo único bueno que había tenido en su vida. Una última experiencia que recordar mientras cerraba los ojos y se marchaba al otro mundo.


Merlín, resopló, te estás volviendo sentimental por tu cercana defunción.


—¿Puedo pasar, Severus?


—Puedes.


Albus entró en la habitación.


—Tienes buen aspecto


Snape le dirigió una mirada afectuosa.


—Necesitas gafas nuevas. Tengo una pinta horrible.


—¿Cómo te sientes?


—Como un hombre que se balancea al borde de un acantilado.


El profesor observó cómo su viejo amigo toqueteaba su barba de forma inconsciente.


>>Albus, necesito pedirte que hagas algo por mí.


Dumbledore asintió lentamente, con una mirada de determinación en su rostro.


>>Se me acaba el tiempo.


—Lo sé —afirmó el director en voz baja.


—Yo... yo no deseo pasar la eternidad de esa forma. Sería…


—Lo sé.


Snape tragó saliva. Esto estaba resultando ser más difícil de lo que había pensado. No porque dudara de que Albus no fuera capaz de hacer lo que le pidiera, sino porque nunca se había dado cuenta de cuánto se aferraba a la vida.


—Si la transformación se vuelve… inevitable, o si sucede de repente, quiero que…


—Lo haré


—¡Déjame decirlo! —gruñó Snape, pero al instante se sintió avergonzado—. Lo siento. Esto es más difícil de lo que pensaba.


—¿Porque ahora tienes que renunciar a algo? —Los ojos azules Dumbledore parecían penetrar en la mente de Snape.


—Quizás —graznó el ojinegro, y se aclaró la garganta antes de continuar—. Albus, cuando llegue el momento, quiero que... —No era capaz de continuar.


—¿Quieres que lo diga?


Snape negó con la cabeza. No, él podría hacerlo.


—Mátame. Y asegúrate de que esté muerto de verdad.


El rostro de Dumbledore se llenó de dolor.


—Desearía hacer cualquier cosa por ti menos eso, pero si no hay más remedio… Severus, juro que lo haré.


Snape asintió bruscamente y extendió su mano. El anciano la apretó entre las suyas y la estrechó de forma solemne.


—Siempre hay esperanza —dijo Dumbledore en voz baja.


—Yo ya no la tengo.


—Entonces la tendré por los dos.




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Harry se lanzó en picado por el aire, riendo con regocijo mientras Ron volaba a su lado montado en su Barredora. Su amigo pelirrojo gruñó en broma y se interpuso en el camino de Harry, haciendo que ambos tuvieran que detenerse abruptamente para evitar una colisión. Ron gritó de alegría y cerró los ojos, echando la cabeza hacia atrás y sonriendo mientras el viento despeinaba su cabello.


Era sábado y el trío había decidido saltarse la excursión a Hogsmeade para trabajar en su “proyecto secreto”. Ron había logrado engatusar a Harry para salir a hacer algo de ejercicio tras la cena, después de prometerle a Hermione que se encontrarían con ella más tarde en la biblioteca. La chica había fruncido el ceño, pero los había dejado marchar y les había dicho que se lo pasaran bien.


—Malditamente brillante —suspiró Ron, apartándose el pelo sudoroso de la frente.


—Sí —sonrió Harry mientras guardaban sus escobas y regresaban al dormitorio para asearse un poco antes de volver con Hermione.


Entraron sigilosamente en la biblioteca mientras Madame Pince los miraba con recelo por encima de sus gafas.


—¿Has encontrado algo? —susurró Ron.


La castaña negó con la cabeza, mordiéndose el labio inferior.


—El profesor Snape tenía razón: apenas hay información concreta sobre vampiros en ninguna publicación. La mayoría de cosas que aparecen solo son rumores y ficción.


—Ya te dije que habíamos buscado en todas partes —replicó Harry hoscamente.


—Nunca dije lo contrario, pero creo que puede ser una buena idea que alguien, o varias personas que no estén involucradas directamente en el asunto, echen un vistazo. ¡Tal vez la respuesta sea obvia y la tengamos delante, pero somos incapaces de verla! —exclamó Hermione con optimismo.


—No importa, se nos ocurrirá algo —respondió el ojiverde con el ceño fruncido.


—Harry —susurró Ron, acercándose más a él—. Ambos habéis estado investigando durante meses y no habéis encontrado nada. La señorita “Investigadora Extraordinaria” acaba de decir que tampoco ha encontrado nada. ¿Qué esperas? ¿Un milagro?


—Tal vez —replicó el moreno, sin mirar a sus amigos a la cara—. Además, acabas de empezar a investigar, y al final siempre surge algo que lo arregla todo. Estoy seguro de que volverá a suceder esta vez. Tengo mucha suerte.


—No es tu suerte lo que está en juego aquí, Harry —dijo Hermione con el ceño fruncido—, sino la del profesor Snape.


—No va a morir.


—No puedes saberlo…


—¡No va a morir! —exclamó el ojiverde. Se humedeció los labios, notando las miradas del resto de estudiantes que se encontraban en la biblioteca sobre él—. No va a morir. No lo voy a permitir.


Ron y Hermione se miraron preocupados.


—Algunas cosas no son tan sencillas, amigo. Pase lo que pase, tienes que prepararte para la posibilidad de…


—No, no lo haré —objetó Harry, con su voz reducida a un hostil susurro—. No contemplo la posibilidad de que no lo consiga. Tiene que vivir, ¿acaso no lo veis? Ninguna otra persona, ni una sola persona más que me importa puede morir.


—Harry, él es… —comenzó Hermione, con los ojos llenos de lágrimas.


—No quiero hablar de eso —dijo Harry, mientras se ponía de pie y se colgaba su mochila al hombro.


—Amigo… —lo llamó el pelirrojo, colocando una mano sobre su hombro.


Harry la apartó.


—Mira, sé lo que queréis decir, y sé por qué lo estáis diciendo, y os lo agradezco, de verdad. Pero no lo entendéis. —Tragó—. Él no puede morir. No creo que pueda perder a nadie más, y si él... bueno, eso no viene al caso, porque no va a suceder. En fin —agregó—, tengo que irme. Le prometí visitarlo cuando saliera de la enfermería.


Con un rápido asentimiento como despedida, Harry se marchó con determinación de la biblioteca, ignorando las miradas que le estaban enviando los estudiantes de cursos inferiores.


—¡Oh, Ron! —susurró Hermione, secando las silenciosas lágrimas que corrían por su rostro con un pequeño pañuelo—. ¿Qué vamos a hacer? Es obvio que no puede afrontarlo, y no hemos sido capaces de encontrar nada que nos ayude. ¡No sé si Harry podrá aceptarlo!


—Yo tampoco lo sé —murmuró el pelirrojo con tristeza—. Solo espero que tenga razón y todo se solucione.




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Snape se secó tras salir de la ducha, mirándose en el espejo que había encantado para mantenerlo libre de la condensación. Pasó un peine por su cabello, apartándolo con firmeza de su frente, amoldándose éste inmediatamente contra su cráneo, húmedo y liso. Con ese corte de pelo, los colmillos sobresaliendo y las pupilas tan dilatadas que solo permitían ver un pequeño fragmento de esclerótica, no puedo evitar pensar que parecía el vampiro arquetípico de las primeras películas muggles. Gruñó mientras se enfundaba su raído camisón de dormir y su cómoda bata, y se giró para contemplar su perfil; siempre había sido delgado, pero ahora parecía que su cuerpo se había consumido levemente durante su estadía en la enfermería. Su nariz se veía enorme desde este ángulo.


Gruñó de nuevo. No, nunca había sido, ni sería atractivo, pensaba mientras levantaba el labio y miraba fijamente sus dientes torcidos. Estaba claro, su belleza no era lo que había atraído a Potter hacia su persona.


No estaba muy seguro de lo que lo habría hecho.


Un tímido golpe desvió su atención de su reflejo y apagó la luz del baño, dirigiéndose sigilosamente hacia la puerta. Dumbledore había ignorado sus protestas ese mismo día y se había ofrecido a llevarlo a sus aposentos en lugar de dejarlo marchar solo; Poppy ya había realizado la llamada de rigor a través de la chimenea para cuestionarle sobre su salud; y era demasiado tarde para que sus Slytherin fueran a molestarlo; luego solo podía ser…


—Potter —dijo mientras abría la puerta, retrocediendo y permitiendo que una ráfaga de aire pasara por su lado. Cuando acabó de colocar todas las protecciones de nuevo en su habitación, Harry ya se había quitado la capa de invisibilidad y estaba observándolo completamente inmóvil, ofreciendo una imagen de poder asombrosa, incluso con su pijama desgastado.


—Hola —respondió el mocoso, pareciendo casto y erótico al mismo tiempo. Snape sintió como una sonrisa amenazaba con asomar en sus labios, por lo que los apretó con fuerza e indicó al ojiverde que se sentara en el sofá con un movimiento de cabeza. Mientras Potter se ponía cómodo, Snape se acercó al armario donde guardaba las bebidas, preguntándose si debería ofrecerle una al chico.  


—Tienes mucho mejor aspecto —comentó Harry.


Sí, sería conveniente darle algo de beber.


Harry dio un sorbo a su vaso de whisky con hielo y, de manera inconsciente, lamió una gota que se derramó por su labio.


>>El profesor Dumbledore me avisó de que habías regresado a tus habitaciones. ¿Hay algo que pueda hacer por ti? ¿Algo que pueda ofrecerte?


Snape tragó la mitad de su bebida y alisó las arrugas de su bata.


—¿Un cuerpo nuevo? ¿Un poco de sangre nueva, tal vez? —respondió irónicamente, con una sonrisa socarrona que no terminó de asomar a sus labios.


Harry bajó la cabeza.


—¿Podemos…? —comenzó el ojiverde, pero se detuvo con incertidumbre cuando Snape levantó la cabeza de forma brusca.


>>¿Podemos...? —repitió, colocando su vaso en el centro de la mesa.


—Sí


Los ojos de Harry se encendieron y Snape sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al saber lo que vendría.


Se levantó y tendió una mano al chico, quien la aceptó con elegancia. Snape se acercó más, hasta quedar colocado dentro del círculo de calor que irradiaba el joven, y bajó la cabeza con infinita lentitud, mientras Harry levantaba la suya. Sus labios se encontraron, acariciándose en un toque diminuto e insignificante, uniéndose solo milímetros. La boca del ojiverde se abrió y exhaló lentamente sobre la de Snape, quien sintió la respiración del chico como una caricia sobre sus labios.


Snape abrió la boca, permitiendo que la ansiosa lengua del joven entrara y se rozara contra sus dientes. Era enloquecedora la forma en que un beso podía hacer que sus sentidos se nublaran. El beso terminó pronto, con ambos envueltos en un fuerte abrazo y sus cuerpos presionados uno contra el otro, con gran placer.


Harry alzó la vista y el ojinegro no pudo evitar mirar la suave línea de su cuello con posesividad.


—Me gusta tu cabello así —susurró el chico, pasando sus manos por los mechones húmedos. Sus dedos apretaron varios mechones y empujó la cabeza del profesor hacia abajo para darle otro beso voraz.


Esta vez hubo gemidos, jadeos, lenguas y dientes, suaves empujones y abrazos ansiosos. La respiración de Snape se volvió entrecortada cuando Harry apartó la tela de su bata de su cuello, y su boca se unió como una lapa a su piel, succionando y lamiendo el pálido cuello. El mayor deslizó las manos por el pijama de franela del chico hasta agarrar los firmes músculos de su trasero, pegándolo más a su cuerpo.


>>Quiero ir a la cama contigo —suplicó el ojiverde con voz pecaminosa mientras deslizaba su boca sobre los pezones de Snape.


—Sí —siseó el pocionista mientras se dirigía al dormitorio sin soltar a Harry, quien seguía succionando su piel sin detenerse. Snape agarró la cabeza del joven y la apartó de su pecho, empujándolo hacia la cama. Harry rio entre dientes, sintiendo la emoción recorrer su cuerpo mientras caía hacia atrás sobre la blanda superficie, quedando con brazos y piernas extendidos para el disfrute de Snape.


>>Me gustas así —murmuró el ojinegro, terminando de quitarse su bata y arrojándola al suelo, para después arrastrarse sobre el cuerpo del chico, aun en posición supina.


—¿Así cómo? —preguntó Harry con una sonrisa, enrollando sus piernas alrededor de las de Snape.


—Necesitado —respondió mientras succionaba el punto de pulso sobre el cuello del ojiverde, quien se apretó aún más contra su abdomen.


La risa de Harry sacudió su pecho.


—¿Estás insinuando que tú no me necesitas?


Snape lo calló con un beso, volcando todo su peso sobre el flexible cuerpo que se retorcía bajo el suyo.


>>Quiero… —indicó Harry mientras sus manos comenzaban a levantar la camisa de dormir de Snape.


—Sí —respondió el hombre, mientras procedía a desabrochar los botones y quitar ambas piezas del pijama del chico.


La última vez que Snape había visto el cuerpo desnudo de Harry, estaba demasiado abrumado por la ira y no lo había apreciado correctamente. Deslizó los dedos suavemente desde los tobillos hasta los huesos de la cadera, admirando el suave vello que cubría sus delgadas piernas. Ya no tenía las rodillas nudosas, pero tampoco había ni un gramo extra en su cuerpo.


—Todavía estás demasiado delgado —murmuró Snape.


—Igual que tú.


Había tantas cosas que quería hacer con Harry, tantas cosas que deseaba hacerle, que no sabía por dónde empezar, pero al ver cómo el chico se relamía los labios y entrecerraba los párpados con anticipación, supo exactamente por dónde hacerlo.  


Se puso cómodo y acarició la suave piel de la parte interna de los muslos de Harry, mordiendo ligeramente y lamiendo cada pequeña marca que dejaba. El ojiverde se estremeció, cerrando automáticamente sus piernas ante el delicado toque, pero Snape las mantuvo abiertas, rozando de manera constante la larga longitud de su nariz sobre la crispada piel, hasta alcanzar la cadera, donde chocaba contra la banda de elástico que sostenía su ropa interior. Desde esa posición ventajosa, era imposible ignorar lo excitado que estaba el chico, con su polla hinchada empujando en vano contra la tela. Snape frotó su mejilla contra la erección, permitiéndose el lujo de inhalar profundamente y oler el embriagador almizcle de la excitación.


Jadeó de placer mientras recorría con sus labios cerrados la tensa prenda, notando la mancha de humedad donde el placer de Harry no podía ser contenido. El ojiverde siseó y empujó sus caderas hacia arriba, frotando su polla sobre la boca de Snape. El mayor bajó la cabeza, acariciando su nariz contra la erección del chico.


—Estás tratando de matarme —gimió Harry.


Snape alzó la cabeza y enseñó los colmillos, sabiendo que obtendría una sonrisa por parte del joven. Harry rio y, justo cuando estaba a punto de abrir la boca para decir algo más, Snape volvió a bajar la cabeza y succionó la punta de la polla de Harry sobre la ropa interior, saboreando la tela, la calidez y el fluido.


>>Joder —siseó el ojiverde, abriendo las piernas demostrando su ansiedad. Snape sintió cómo las manos del chico se retorcían en su cabello mientras lamía desde la parte superior de su polla hasta la parte inferior de sus testículos. Exhaló lentamente, sabiendo que la sensación era placentera.


>>Joder. ¡Por favor! —imploró Harry, empujando hacía arriba sus caderas con movimientos rápidos. Snape introdujo un dedo por la parte superior de los bóxers del joven, apartándolos solo lo suficiente para que su cadera quedara al descubierto. Tras eso, deslizó su lengua delicadamente sobre la suave piel expuesta y se detuvo en la hendidura poco profunda formada por la unión del hueso de la cadera y la entrepierna.  


—Arteria femoral —susurró el ojinegro. Sintió a Harry temblar bajo sus labios, y el pulso de la arteria contra su boca, y no pudo contenerse. Gruñó y hundió los dientes en el lugar.


El sabor era exquisito; la sangre en esa zona era más espesa y densa que en el resto de lugares donde se había alimentado. Gruñó de nuevo mientras el cuerpo de Harry se retorcía bajo su boca y continuaba empujando sus caderas contra sus dientes con entusiasmo, instando a que el hombre succionara con más fuerza y follara con su lengua los agujeros que sus colmillos habían creado. Podía escuchar vagamente los gemidos y las súplicas por más de Harry, pero solo de fondo, tras el latido de la sangre en sus propios oídos y la adrenalina que sentía al permitir que su sed de sangre fuera saciada.


Se arrodilló, con el cuello torcido en un ángulo incómodo, la boca succionando incesantemente y las manos manteniendo las caderas de Harry inmóviles, mientras el chico luchaba por sacudirse y encontrar fricción. El ojiverde se corrió con un grito, con la polla palpitando aún dentro de su ropa interior, mientras Snape succionaba y tragaba sin parar. Una parte del fluido se derramó por la cadera de Harry, y el ojinegro lo lamió con la misma ansiedad; semen y sangre, calor y vida mezclándose en su boca, cubriendo su lengua mientras su corazón bombeaba en su pecho y se sentía vivo, vivo, vivo…


Snape se retiró con los sentidos completamente abrumados, presionando una mano contra los agujeros para ralentizar el flujo de sangre. El ojiverde estaba tumbado de espaldas, con el pecho moviéndose hacia arriba y hacia abajo mientras trataba de recuperar la respiración, pasando una mano por su pelo y ajustándose las gafas. Snape tragó y bajó la cabeza de nuevo, curando con su saliva los agujeros hasta que se cerraron, para posteriormente limpiar la zona de sangre y semen, y alejarse de nuevo, con su polla palpitando. Ignoró las súplicas de liberación de su miembro, tirándose sobre la cama bocarriba, y se deleitó con la sensación de plenitud y bienestar.


—Esto ha sido... —comenzó Harry, aclarándose la garganta y deslizándose hasta descansar su cabeza en el pecho de Snape.


—Hmm —asintió el ojinegro, acariciando el cabello sudoroso del joven. Cerró los ojos y respiró profundamente, disfrutando de la mezcla de aromas que llenaba su dormitorio.


—No te duermas todavía.


Snape rio entre dientes.


—No era mi intención.


—Sé que aún estás enfermo y no quiero que te esfuerces demasiado, pero...


—Potter —exclamó Snape, colocándose de lado de manera repentina. El chico lo miró con cariño.


—¿Sí, profesor? —bromeó el chico, frotando su rodilla contra la erección de Snape.


Los ojos del hombre se ensombrecieron.


—Sabes a gloria —respondió, solo para lograr que el ojiverde se sonrojara.


Misión cumplida. Deslizó sus manos por el pecho de Harry, rodeando sus pezones y tirando suavemente del vello que se esparcía sobre su pecho.  


—Me voy a quitar esto —dijo Harry, enderezándose y sacándose la ropa interior empapada—. Demasiado pegajoso —se quejó mientras los ojos de Snape recorrían su cuerpo con una mirada apreciativa.


>>Y creo que tú deberías quitarte esto.


Snape permitió al chico despojarlo de su camisa de dormir, y cerró los ojos, disfrutando de la sensación de la boca suave y expresiva de Harry recorriendo su piel, con sus manos acariciando suavemente sus músculos, liberándolos de toda tensión.


—¿Severus? —llamó Harry desde algún lugar entre sus piernas.


—¿Umm? —respondió Snape, retorciéndose de placer cuando los dedos del ojiverde frotaron ligeramente sus testículos.


—Quiero sentir esto —dijo mientras apretaba la polla del hombre— dentro de mí. ¿Vas a follarme?


Snape fue consciente de que su pesada respiración resonó en toda la habitación, pero no había sido capaz de contenerla.


—¿Estás seguro?


Harry se recostó sobre su cuerpo.


—Muy seguro.


—Sabes que, una vez que lo hagas, no vas a poder volver atrás.


Harry le dirigió una sonrisa que mostraba seducción y diversión a partes iguales.


—Por eso quiero hacerlo.


Snape lo apretó más contra su cuerpo y se giró, quedando su cabello casi seco acariciando débilmente el rostro del chico.


—Señor Potter —susurró, rozando sus labios sobre los pómulos y la nariz de Harry—, follarte será un gran placer.


Harry se lanzó sobre su boca, besándolo mientras gemía de necesidad. Separó las rodillas y las levantó, ofreciendo su cuerpo a Snape.


—He deseado esto desde hace tanto —jadeó mientras el ojinegro lamía su cuello.


—Harry —gimió Snape, buscando a tientas debajo de la almohada el bote de lubricante que había escondido allí. Se cubrió los dedos con el líquido resbaladizo y deslizando la mano por el muslo del chico.


Harry le sonrió, con los ojos llenos de salvaje deseo, mientras inclinaba sus caderas, exponiendo su entrada a los dedos de Snape, que la recorrían suavemente, frotando contra la piel virgen y necesitada.


—Ohhh —exhaló el ojiverde cuando el dedo del mayor presionó contra su abertura, retorciéndose para acercarse y profundizar aún más la caricia.


Snape escuchó un gemido necesitado, y no se avergonzó en absoluto cuando se dio cuenta de que era él mismo el que había emitido ese sonido. Descansó su frente en el hombro de Harry, sintiendo los espasmos alrededor de su dedo mientras lo sacaba e introducía con cuidado.


—Dios. Harry —jadeó contra su cuello, regando la sudorosa y dulce piel con ardientes besos, y sintiendo su propia polla sacudirse y gotear lista para la acción. Snape se sintió inmortal, sumamente poderoso; toda su existencia se redujo a ese instante, en el que penetraría el cuerpo dispuesto de Harry. Introdujo otro dedo suavemente, obteniendo como recompensa un jadeo fuerte del ojiverde contra su sien. Las caderas del cuerpo que estaba bajo el suyo se sacudieron, tratando de que sus dedos penetraran más profundo, con más fuerza.


Snape sintió como su respiración se volvía más pesada. Era demasiado; la estrechez de Harry, los sonidos que emitía, el sabor de su sangre mezclada con su semen que aún perduraba en su boca. Trató de exhalar, pero solo pudo producir un fuerte jadeo cuando sus músculos comenzaron a contraerse.


No fue consciente de que había dejado de moverse hasta que escuchó a Harry llamarlo preocupado.


—¿Severus?


No podía respirar; su cuerpo estaba paralizado, y su mente buscaba respuestas frenéticamente.


>>¿Severus?


Podía escuchar a Harry gritando en su oído mientras lo colocaba de espaldas sobre la cama. Sus dedos húmedos abandonaron el cuerpo del ojiverde. Abrió los ojos y vio la cara de pánico del ojiverde sobre la suya.


>>Severus, ¿estás bien? ¿Qué te pasa?


Intentó hablar, pero cuando abrió la boca se le escapó un gemido de dolor. Estaba empezando a perder la sensibilidad en sus manos y pies, y su cuerpo temblaba con una frialdad que parecía extenderse por todo su organismo, recorriendo sus arterias con velocidad sobrehumana.


—¡Harry!— intentó decir mientras comenzaba a convulsionar.


—¡Severus! —exclamó el chico mientras lo sujetaba.


Snape comenzó a hiperventilar mientras el dolor atravesaba su cuerpo, destrozando cada terminación nerviosa a su paso. Era cien veces peor que la maldición Cruciatus. Su visión se volvía cada vez más oscura; sus ojos giraban para esconderse tras sus órbitas mientras su cuerpo se envenenaba con un exceso de oxígeno. ¡Oh Merlín! Si esto era lo que sentía Lupin cada vez que se transformaba, nunca volvería a burlarse del hombre.


—¡Joder! ¡Sev!


Snape gimió cuando Harry saltó de la cama y corrió hacia el salón. Oyó el repiqueteo del recipiente de metal que usaba para guardar los polvos Flu al caer al suelo, y tras eso escuchó cómo Harry gritaba “Despacho del director Dumbledore” completamente asustado. El ojinegro mordió con fuerza cuando la siguiente ola de dolor sacudió su cuerpo.


Sintió que la sangre le bajaba por la garganta.


Esperaba que Harry se hubiera acordado de ponerse algo de ropa.


Perdió el conocimiento.







Chicos, lo siento muchísimo por la tardanza. No he abandonado la historia, solo que mis obligaciones muggle me impiden actualizar con la frecuencia que me gustaría jajaj. Bueno, ya solo quedan dos capítulos, ¿qué pasará con Sev?
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Aqua Fresca. Capítulo 17
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