El sutil golpe en la puerta sacó a Dumbledore de sus pensamientos.
—Adelante —dijo, ocultando algunos pergaminos.
Snape entró en la habitación, con más cautela de lo habitual.
>>¿Severus? ¿Pasa algo?
Snape miró a Dumbledore, con una mueca torciendo sus labios
—Sí, Albus. Creo que puedo afirmar con certeza que pasa algo.
Sin esperar una invitación, Snape se dejó caer pesadamente en una silla y miró los retratos situados sobre la cabeza de Dumbledore. La mayoría de los ocupantes estaban durmiendo, aunque pudo ver que uno o dos tenían los ojos entreabiertos.
Sacudió levemente la cabeza y se centró. Dumbledore ya había preparado té para los dos y, con un leve alzamiento de ceja, le mostró a Snape una botella de Whisky envejecido de Ogden. El profesor sonrió con ironía y asintió.
Una vez que el whisky de fuego pasó del interior de la botella a la taza, y de ésta a su estómago, Snape se sintió más relajado. Aunque no creía que el director lo fuera a reprender por sus actos, sentía la cantidad justa de culpa para pensar que al menos el hombre le dirigiría algunas palabras duras. Demonios, lo necesitaba.
—No te había visto aquí tan tarde en mucho tiempo—, dijo Dumbledore en voz baja, disfrutando de su propia bebida caliente.
Snape agarró su taza, sintiendo como el calor quemaba sus palmas. ¿Por dónde empezar?
—No es que quiera meterte prisa, querido muchacho, pero supongo que estás aquí por una razón, y posponer el asunto no facilitará las cosas —dijo Dumbledore.
—Albus, yo… — Snape se detuvo y maldijo en voz baja, deseando poder mostrárselo al hombre directamente y terminar con eso.
—¿Se trata de la maldición?
—Ojalá —resopló Snape con pesar—. Bueno, sí, es sobre ella, en cierta forma. El hecho es que he hecho algo que me avergüenza admitir y no sé cómo te lo vas a tomar.
—Vamos, Severus, ya dejamos atrás aquellos tiempos en los que debías de temer hablar conmigo. Seguramente no creerás…
—No es eso. Estoy bastante seguro de que serás muy agradable y comprensivo con toda la situación, pero no es eso lo que necesito. Necesito que estés enfadado, disgustado y.… avergonzado.
—¿Porque no puedes sentir todo eso tú mismo?* —Dumbledore parpadeó.
—Odio cuando haces eso —dijo Snape malhumorado—. Vamos, golpéame de nuevo.
Dumbledore llenó la taza vacía de Snape hasta arriba con whisky de fuego.
—Si te emborracho, ¿te resultará más fácil decírmelo?
—No lo sé, pero puede que tengas suerte —bromeó Snape.
—Severus, mi chico, sabes si mis inclinaciones fueran distintas…
—Habrías intentado tener algo conmigo hace años y yo te habría rechazado. Viejo lujurioso y cachondo.
La sonrisa de Dumbledore se amplió aún más, mostrando los dientes.
—A las damas no parece importarles.
Snape resopló y bebió un trago largo de su bebida.
—Bueno. Cállate, esto es importante.
—Vaya, vaya. Sí que debe ser algo importante para que estés tan enfadado —bromeó Dumbledore.
Snape le lanzó una mirada llena de odio.
—Si no fueras tan buen amigo…
—Lo sé, lo sé. Habrían encontrado mi cadáver en descomposición en la parte de atrás del Caldero Chorreante hace años. Escúpelo ya. Odio cuando no dejas de cavilar.
—He bebido la sangre del chico —Ya está, ya lo había soltado. No había necesidad de que Snape especificara a que chico se estaba refiriendo; tanto para él como para Albus, solo existía uno.
La ceja de Dumbledore se alzó.
—¿De verdad? ¿Lo sabe él?
A Snape se le escapó una risa involuntaria.
—Realmente eres un viejo loco. Por supuesto que el jodido chico lo sabe Albus; fue su idea.
—Debe ir contra tu naturaleza admitir que un Gryffindor haya llegado a una solución tan... Slytherin —dijo Dumbledore, mientras rellenaba de nuevo ambas tazas.
—¡Director! Esto es un asunto serio.
—Sé que lo es Severus, solo estaba tratando de calmar los ánimos. Y no me llames director. Realmente es imposible bromear contigo estos días, estás bastante serio.
—Han sido unos días bastante largos.
—Y no se van a hacer más cortos —Dumbledore se enderezó en su asiento—. Está bien, basta de bromas. Cuéntame lo que ha pasado.
Snape suspiró suavemente.
—Hubo un percance en el aula y se derramó sangre por accidente. Su sangre en concreto, pero eso no es importante. Lo que importa es que logré mantenerlo todo bajo control. No me imaginaba que yo... bueno, que la atracción sería tan fuerte habiendo pasado tan poco tiempo. Sea como fuere, el chico vino a mis aposentos esa noche. Estuvimos peleando y gritándonos un rato…
—Oh, qué sorpresa.
—... y luego se cortó la palma de la mano, me la puso en la cara y me obligó a beber la sangre.
—¿Te obligó? —La pregunta fue formulada en voz baja.
Snape miró dentro de su taza casi vacía, con su cabello balanceándose y cubriendo su rostro. ¿Cómo se las había arreglado para beber tanto y no acordarse?
—Intenté no hacerlo, Albus.
Permanecieron sentados en silencio, ambos perdidos en sus propios pensamientos. Fawkes se movió, adormilado en su percha y, por una vez, todos los cacharros y aparatos extraños que llenaban la oficina de Dumbledore se quedaron en silencio.
—¿Qué quieres que te diga? —preguntó Dumbledore.
Snape levantó los ojos con nerviosismo.
—¡Dime que lo que hice estuvo mal, maldita sea! Dime que fui débil, y un tonto, y que abusé de un estudiante de una forma terrible. Dime que esto no debe volver a repetirse nunca.
—No puedo hacer eso, Severus —respondió Dumbledore, casi en tono de disculpa.
—¿Por qué? —gritó Snape, levantándose de su silla—. ¿No lo entiendes, estúpido intento de mago? Bebí... la sangre... de un estudiante.
—Si buscas una condena…
—¿Y no crees que debería ser condenado? —gruñó Snape, arrojando su taza a la chimenea. Las llamas resplandecieron brevemente y luego volvieron a adoptar sus tenues amarillos y naranjas.
Se volvió de repente y se inclinó sobre Dumbledore.
>>He hecho algo incorrecto. Me he aprovechado de un alumno. He tomado ventaja de mi edad y mi inteligencia para conseguir que realizara un acto desmesurado e inadmisible. No se puede confiar en mí.
—Ahí está el problema —suspiró Dumbledore—. Siéntate Severus, estás haciendo que se me doble el cuello. Eres tú el que cree que no se puede confiar en ti y estás furioso porque nadie le presta ni un ápice de atención a eso. Confío en ti, y eso te irrita, incluso después de todos estos años. Él confía en ti y se te revuelve el estómago. Por lo que yo sé, no has hecho nada malo. Si hubieras obligado a Harry a hacer algo, estoy seguro de que ya me habría dicho algo a mí o a alguno de sus amigos. Vio que estabas sufriendo y quiso aliviar tu malestar. Eso es lo que te ha hecho enfadar tanto, no el hecho de que sea un estudiante, o que la maldición estuviera involucrada. No quieres estar en deuda con él.
—Por supuesto que no quiero —siseó Snape. —No con otro Potter, no después de tantos años.
—Y —continuó Dumbledore, ignorando la interrupción—, continúas confundiendo de forma obstinada al padre con el hijo, incluso cuando ya has tenido varias evidencias de que no son tan similares como te gustaría creer… como te hace sentir más cómodo creer.
Snape retrocedió, frotando nerviosamente sus nudillos contra sus labios.
—No sabes lo que siento, Albus.
—Estoy seguro de que no tengo ni idea de por lo que estás pasando, aunque me duela admitirlo. Lo has hecho muy bien durante todo este tiempo, y, ante el menor signo de debilidad, de ceder a lo que es, después de todo, un hechizo extremadamente oscuro y poderoso, te reprochas injustamente por ello. La gente normalmente pierde la cabeza con esto, lo sabes.
—Siento que me estoy volviendo loco —susurró Snape.
—Todavía no, viejo amigo —dijo Dumbledore, poniéndose junto a él y colocando una mano en su hombro. La sacudió levemente hasta que Snape levantó los ojos—. No estás loco y no eres mala persona. Solo eres humano.
—Me siento como si fuera todo a la vez —dijo Snape de manera entrecortada.
Dumbledore sonrió.
—Olvidas la otra parte de ti, Severus.
—¿Qué parte es esa?
—La buena. Tus bondad casi ilimitada.
—¿Cómo puedo ser bueno siendo lo que soy ahora, sabiendo en lo que me convertiré? Lo suficientemente bueno para…
—Lo suficientemente bueno para lo que quieras, mi muchacho. A veces, te pasan cosas buenas en la vida, incluso cuando piensas que no las mereces —Dumbledore le dio una firme palmada en el hombro y se alejó, dándole al desesperanzado hombre un momento para recomponerse.
>>¿Algo más?
Snape negó con la cabeza lentamente, casi como si estuviera despertando de un letargo.
—No. No, solo quería contarte lo que había pasado. Prefería que lo supieras de mí antes que de...
—Y te lo agradezco, aunque creo que te preocupas por nada. Todo esto se solucionará al final, ya verás.
—Merlín, odio a los optimistas —gruñó Snape—. ¿Y cuánto maldito whisky me has metido en el cuerpo?
—Lo suficiente para permitirte dormir, y tal vez incluso soñar.**
—Odio cuando te pones sentimental.
—Bueno, siempre podría recitarte un poema…
Los ojos de Snape se entrecerraron y Dumbledore cerró la boca con una sonrisa.
>>Buenas noches, mi muchacho —se despidió Dumbledore, riéndose de la forma extravagante en que giró la túnica de Snape mientras se marchaba de la habitación enfadado.
Dumbledore se siguió riendo entre dientes mientras se sentaba y se servía otro trago. Merlín, ese hombre era un capullo cascarrabias y con mal carácter, pero, Merlín, cuánto lo quería Albus.
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—Esa es una de las declaraciones más ridículas que he escuchado salir de tu boca, y Salazar sabe que he escuchado algunas.
—¿Por qué es ridículo? Sabes que funcionará.
Snape siseó.
—No eres consciente de lo que estás ofreciendo.
Harry se acercó a él y cruzó los brazos con arrogancia sobre su pecho.
—Ahora eres tú el que está siendo ridículo. Ya lo hemos hecho una vez; No comprendo el motivo por el que no deberíamos volver a hacerlo. Usted lo necesita.
—¿Qué yo lo necesito? Es usted un insoportable…
Un fuerte golpe en la puerta interrumpió su discusión. Harry respiraba con dificultad y decidió descruzar los brazos y dar un paso atrás. Snape lo fulminó con la mirada, con las mejillas sonrojadas por la ira, mientras se colocaba correctamente su ropa.
—Adelante —ladró. La puerta se abrió y Dumbledore entró con indiferencia, observando los rostros ruborizados y las posturas rígidas de ambos hombres.
—¿Interrumpo algo? —preguntó.
—No —gruñó Snape, justo cuando Harry decía “Sí”.
Se fulminaron con la mirada el uno al otro mientras Dumbledore se acomodaba en una silla.
—¿Cuál es el problema?
—Nada que te incumba. Solo estábamos teniendo un pequeño debate. ¿Té? —ofreció Snape sarcásticamente.
Dumbledore asintió con una leve sonrisa y le hizo un gesto a Harry para que se sentara frente a él, mientras Snape arrojaba polvo flu a la chimenea y realizaba un pedido a las cocinas.
—Cuéntame, Harry.
Harry lanzó una mirada furtiva a Snape, cuyo rostro se mostraba severo y sin ninguna emoción. Suspiró profundamente y se echó hacia atrás en su asiento.
—No puedo, señor. No es un asunto mío y no debo contarlo yo.
La ceja de Snape se elevó y Dumbledore miró inquisitivamente a su Maestro de Pociones.
—Severus, si puedo ayudar en algo…
—Por el amor de…, ya sabes lo que hicimos. Y él —escupió Snape, señalando a Harry—, quiere que lo hagamos de nuevo.
Los ojos de Dumbledore se abrieron de par en par y miró a Harry en busca de confirmación.
Harry asintió y se frotó la frente.
—¿Cómo lo sabe, señor?
—El profesor Snape me informó hace unas noches.
Harry le lanzó a Snape una mirada de casi traición.
—Se suponía que esto era un secreto —murmuró, con la frente arrugada por la consternación.
Snape alzó su barbilla.
—Lo es. El director ya lo sabía.
—Él no sabía nada de esto. No sabía nada de cómo me había implicado. ¿Cómo se supone que voy a confiar en ti si sigues contándole a la gente sobre mis asuntos?
—¿Por qué querrías confiar en mí? ¿Y por qué no debería informar al director? —replicó Snape enojado.
—¡Porque se trata algo que me concierne solo a mí! —le gritó Harry a la cara. Miró a Dumbledore en tono de disculpa—. Señor, usted sabe que esta no es realmente la razón por la que…
—Lo entiendo, Harry. Continúa —respondió Dumbledore, agitando la mano restándole importancia.
Harry se volvió hacia Snape, con una mirada de ira apareciendo en sus ojos nuevamente
—Vamos a dejar una cosa clara —dijo, clavando el dedo repetidamente en el pecho de Snape—. Lo que hago o dejo de hacer es asunto mío y es privado. No tenías ningún derecho…
—¡Lo estaba haciendo por tu propio bien! Y si no quitas ese dedo de ahí… —siseó Snape.
—Eres un idiota —gimió Harry—. Deja de tratarme como si fuera un niño imbécil que no tiene ni idea de lo que está haciendo.
—Quizás si dejaras de actuar como tal lo haría. ¡Y no es adecuado que le hables de esa forma a un profesor!
—¿Y no es también inapropiado que un profesor y un alumno estén encerrados en una mazmorra por la noche, intercambiándose fluidos corporales? ¿Qué vas a hacer, restarme puntos?
El rostro de Snape se tensó.
—Potter... tú...
—¿Yo qué, profesor?
Se encontraban de nuevo en su posición original, casi pecho contra pecho, gritándose furiosamente uno en la cara del otro mientras ninguno de ellos retrocedía.
—Chicos —la suave voz de Dumbledore los interrumpió.
Ninguno apartó la mirada, aunque ambos parecieron calmarse un poco.
—Escucha —dijo Harry, un poco apaciguado—. Sí, bebiste mi sangre, pero te la ofrecí yo. Por la forma en la que estás actuando, parece que te abalanzaste sobre mí en un pasillo oscuro y lo hiciste en contra de mi voluntad, y ambos sabemos que no fue así.
Los ojos verdes de Harry brillaron con determinación y enfado, y Snape sintió como su resistencia se debilitaba.
—Sí —admitió de mala manera—. Ambos sabemos que no fue así.
—Bien —dijo Harry respirando hondo. Sus ojos se desviaron nerviosamente—. Sí. Bien.
Dumbledore se aclaró la garganta y los dos hombres se separaron torpemente.
—Severus, ¿el té? —Snape asintió con brusquedad y esperó junto a la chimenea a que apareciera algún elfo doméstico, murmurando en voz baja con indignación mientras fingía no escuchar la conversación que estaba teniendo lugar a sus espaldas.
Dumbledore le sonrió a Harry.
—¿Estás bien, muchacho?
—Sí, señor —respondió Harry titubeante mientras se dejaba caer pesadamente en el sofá. Estuvo a punto de emitir un gemido y se frotó las sienes con dureza.
>>¡Dios, es tan exasperante!
—Es parte de su encanto —se rio Dumbledore. Miró a Harry con cariño—. Fue algo muy amable lo que hiciste por el profesor Snape, Harry, algo muy bonito de hecho. ¿Sientes algún tipo de remordimiento por lo sucedido?
—No —suspiró Harry—. No me arrepiento de haberlo hecho, es solo que... ¡él nunca pone las cosas fáciles!
—De nuevo eso es…
—…parte de su encanto —terminó Harry, sonriendo con ironía.
Snape colocó pesadamente la bandeja sobre la mesa que había entre ellos.
—¿Por qué estás sonriendo como un tonto?
Harry puso los ojos en blanco.
—Por ningún motivo, señor.
Snape se sentó en el extremo opuesto de Harry, manteniendo el mayor espacio posible entre ellos.
Dumbledore se rio entre dientes.
—Ustedes dos parecen sujetalibros agitados.***
Cuando ninguno de los dos respondió con algo que no fuera una mirada furiosa, el director agitó la mano y la tetera se elevó sobre las tazas, vertiendo la infusión en ellas sin derramar ni una gota. Con otro movimiento de su mano, las tazas, cargadas con la cantidad justa de leche y azúcar, levitaron hacia el mago apropiado.
—Ahora —comenzó Dumbledore tranquilamente, con su té en una mano y una galleta en la otra—, ¿a alguno de ustedes le importaría explicarme el motivo por el que estaban discutiendo cuando entré?
Snape miró a Harry con dureza, esperando que el chico comenzara, pero Harry negó con la cabeza y tomó un sorbo de té.
—El señor Potter —respondió Snape apretando los dientes— me ha informado de su deseo de continuar con este… acuerdo. Le he dicho, en términos inequívocos, que es un idiota y que dejará de inmediato este tema de lado. Tenemos otras cosas más importantes en las que trabajar.
—Eso no es cierto —replicó Harry, volviéndose hacia Dumbledore—. Mire, si no se lo explica correctamente, lo haré yo. Necesita sangre, señor, y es demasiado terco para tomarla. Me he ofrecido a proporcionarle un suministro regular, y el imbe... bueno, el profesor Snape no lo acepta. No entiendo por qué tiene que ser tan testarudo.
Snape agarró el hombro de Harry y lo giró para que lo mirara. Apretó los dedos mientras decía en voz baja:
—No estaré en deuda con otro Potter. No voy a aceptar ninguna ayuda más por tu parte, y tu incapacidad para aceptar esto demuestra que eres aún más ridículo de lo que pensaba.
—No es una cuestión de si estás o no en deuda conmigo —protestó Harry, exasperado—. Dijiste una vez que estábamos igualados. Me has salvado la vida, te he salvado la vida, ¡ya está! Si no puedes realizar tu trabajo adecuadamente...
—¿Cómo te atreves a insinuar…?
—Porque estás sufriendo…
—¡Caballeros! —Ambos llevaban mucho tiempo sin escuchar a Dumbledore gritar de esa forma. Snape soltó el hombro de Harry y se alejó. Harry lo miró sombríamente y se enderezó.
>>Este comportamiento es contraproducente —continuó el director—. Harry, Severus, si vais a continuar trabajando juntos, debéis calmaros. No hay necesidad de tanta mezquindad entre ustedes.
Harry se crispó y miró a Snape con los ojos entrecerrados. El hombre estaba muy quieto, mirando a Dumbledore con furia. El profesor posó sus ojos en Harry y su mirada se suavizó minuciosamente.
—Lamento haberle gritado, señor —se disculpó Harry suavemente.
—Yo también, me disculpo por haber discutido contigo —dijo Snape, casi como si lo sintiera de verdad. El rostro de Harry se tornó un poco afligido y Snape se contuvo para no explotar.
—Así es, no ha sido tan difícil, ¿verdad? Ahora, volvamos al tema que debemos tratar —dijo Dumbledore, frotándose las manos.
—Se está debilitando, señor —expuso Harry, lanzando una mirada de pesar a Snape—. No tanto como para que la gente lo pueda notar, pero puedo sentirlo cuando me lanza Legeremens.
—Y te he dicho ya—gruñó Snape— que eres tú quien se está volviendo más fuerte y desvías la maldición con mayor facilidad. Tus habilidades están aumentando. No existe debilidad por mi parte.
—¿Cómo lo sabes? —replicó Harry frustrado—. Tal vez tengas razón, o tal vez tenga razón yo, pero no vale la pena correr el riesgo. Necesitas tener toda tu fuerza si pretendes encontrar una cura, y no hay nadie más que pueda ayudarte.
—Tal vez no quiero tu ayuda —siseó Snape.
—Bueno, tal vez yo sí quiero ofrecértela —siseó Harry en respuesta. Snape miró a los ojos obstinados de Harry, pero el chico se negó a echarse atrás.
—Idiota —respondió Snape finalmente, mirando hacia otro lado.
—Cuando lo dices así, casi suena como una palabra cariñosa —se rio Dumbledore. Luego tosió levemente cuando dos pares de ojos se giraron en su dirección.
—Ahora vayamos por partes. Severus, ¿te sientes más débil? Y ahora di la verdad, por favor. Estás entre amigos.
Snape miró con desdén.
—Creo que lo estoy soportando bastante bien.
—Y Harry, ¿notaste algún efecto secundario después de compartir tan generosamente tu sangre con el profesor Snape?
Harry negó con la cabeza.
—Realmente no. Me sentí un poco somnoliento, pero probablemente se debiera a que era tarde y había tenido un día ajetreado.
—Mientras no te extralimites, podrías continuar ayudando al profesor Snape sin que se produzcan efectos secundarios excesivos. Te sugiero que tomes una poción restauradora de sangre al día siguiente de llevar a cabo el intercambio. Y dado que ya pasas mucho tiempo en las habitaciones del profesor Snape, no tendrás que inventarte ninguna excusa para tus ausencias. Estoy seguro de que conseguirás encontrar el momento adecuado para llevar a cabo esta empresa en alguna de las noches en las que tienen lugar las lecciones de Oclumancia.
Snape estaba sentado en silencio, observando sus dedos unidos. Harry lo miró fijamente, buscando alguna reacción por parte del hombre.
>>Bueno —dijo Dumbledore—, parece que hemos llegado a un punto muerto. Harry quiere ayudarte, Severus, y tú te niegas a aceptar su ayuda.
—No sabes lo que le estás pidiendo a Albus, lo que estás pidiendo de ninguno de nosotros —reclamó Snape enfadado.
El rostro de Dumbledore se puso serio.
—Oh, pero yo sí lo sé, querido muchacho. Si existe la mínima posibilidad de que tus poderes estén fallando, debemos intentar evitarlo por todos los medios posibles. Y si existe la mínima posibilidad de que Harry no pueda continuar con su entrenamiento, bueno, las consecuencias serían nefastas.
Snape dio un golpe seco con su taza sobre la mesa y se puso de pie enfadado.
—¡Así que es por eso! No importa lo que yo quiera, todos los planes giran en torno a Potter. Muy bien director, cortaré su garganta en un momento, sólo permítame que consiga un cuchillo.
—Severus —La voz calmada lo detuvo en seco—, nunca se ha tratado solo de Harry. Eres tan importante para mí como él. No finjas ignorancia para esconder tu orgullo herido. Harry tiene razón. Si esta es una forma de mantenerte sano durante el mayor tiempo posible, lo haremos. Haremos lo que sea necesario y encontraremos una cura.
Snape bajó la cabeza y la metió entre sus manos.
—¿Nadie más puede hacerlo? —preguntó.
—No, a menos que quieras que más gente lo sepa —le respondió Harry en voz baja—. Director, solo estoy intentando hacer lo correcto.
Dumbledore dio una palmada en la rodilla del más joven.
—Sé que lo haces Harry, como estoy seguro de que el profesor Snape también lo sabe. Severus —llamó, logrando que el hombre levantara la cabeza—, por mucho que me duela admitirlo, no creo que yo sea lo suficientemente fuerte para darte lo que necesitas de forma regular, y la única persona que lo sabe aparte de nosotros no es una opción.
—¿Alguien más lo sabe?— Preguntó Harry, con los ojos abiertos de par en par.
—Lupin —respondió Snape, disgustado.
—¿Remus? ¡Yo no se lo dije! —se defendió Harry apresuradamente.
Snape lo miró de forma extraña.
—No he dicho que tú lo hicieras.
—Como estaba diciendo, el profesor Lupin no es una opción, Harry. Desafortunadamente, su condición le impide ayudar en este asunto. No Severus, me temo que todo se reduce a Harry.
—Como siempre —murmuró Snape mientras Jugueteaba con un botón de su chaleco—. Sabes que no puedes obligarme a hacer esto.
—Lo sé —dijo Dumbledore suavemente—, aunque me gustaría que lo hicieras. No querría verte sufrir innecesariamente.
—Yo tampoco —agregó Harry en voz baja.
—Debes saber que esto no cambiará nada entre nosotros. Continuaré tratándote como siempre lo he hecho —dijo Snape con dureza, posando sus ojos oscuros sobre Harry.
—Lo sé —respondió el más joven.
—Y si alguna vez le dices una palabra a alguien sobre esto...
—Sabes que no lo haré. Lo prometo.
—Y.… y si te hago daño, si sospecho que esto te está perjudicando de alguna forma, pararemos de inmediato.
—Gracias profesor, pero aun quiero continuar con esto. Quiero ayudarte.
Snape miró a Dumbledore con una expresión desanimada.
—¿No hay ninguna otra forma, Albus?
Dumbledore negó con la cabeza.
—Me temo que no, amigo.
Snape miró fijamente a Harry y vio la mandíbula apretada con decisión y los ojos firmes que lo miraban, aunque percibió una pizca de miedo al rechazo en ellos. El ceño del joven se frunció.
—Muy bien, Harry —cedió Snape con tristeza—. Me ayudarás.
* En el original dice “Because you can´t be that for yourself?”. No sabía traducir muy bien esta frase al español, pero intuyo que quiere decir que Snape quiere que Dumbledore sienta todo eso porque él mismo no lo siente, y por ello se siente más culpable aún.
** Lo que cita Dumbledore es una frase de una obra de Shakespeare, en concreto de “Hamlet”. En la obra aparece “To die, to sleep – to sleep, perchance to dream”. Dumbledore solo coge la última parte de la frase.
*** Literalmente pone “The two of you look like agitated bookends”. No he encontrado forma de traducirlo al español, ni he encontrado ninguna expresión similar, así que lo he dejado tal como está.