Harry bostezó y gruñó un “buenos días” a sus amigos mientras soltaba su pesada mochila y se desplomaba en su asiento, agarrando un tazón de avena y comenzando a comer al instante. Hermione devolvió el saludo sin prestar demasiada atención, volviendo a su conversación con Neville. Ron le acercó un vaso de zumo de calabaza y preguntó:
—¿Una noche movidita?
—Mmm —respondió Harry, entre bocado y bocado.
—Estuviste fuera hasta bastante tarde.
La mano de Harry se detuvo a medio camino de su boca; sujetó su taza, con sus músculos moviéndose al ritmo de una máquina oxidada.
—Decidí dar una vuelta por ahí.
—¡Deberías haberme pedido que fuera contigo!
—Sí, bueno… fui a la biblioteca y ya os habías ido, así que pensé que tú y Hermione habíais planeado algo.
—Mmm, sí —estuvo de acuerdo Ron, con una sonrisa pícara en su rostro—. No hay mucha privacidad en la Madriguera. Bueno, ¿y cómo está tu cuello?
—Bien, gracias —respondió Harry, frotando el área mencionada. Pero de pronto, se quedó completamente paralizado, con una expresión de sorpresa surcando su rostro mientras palidecía. Ron asintió despreocupadamente y siguió comiendo.
>>Eh…, quiero decir, ¿de qué estás hablando? No… eh… me pasa nada en el cuello.
Ron rio disimuladamente mientras engullía su tostada.
—Harry, amigo, te amo como al hermano que nunca tuve, pero eres un mentiroso de mierda.
—Tienes muchos hermanos —replicó Harry débilmente.
—Sí, pero la mayoría de las veces me gustas más tú. ¿Vas a acabarte el desayuno?
Harry asintió y se llevó la cuchara a la boca, aunque la avena ahora le sabía a cartón mojado.
—No pasa nada, Harry —susurró el pelirrojo, dándole un ligero codazo en las costillas.
—¿A qué te refieres con “no pasa nada”? —preguntó el moreno notando las fuertes palpitaciones de su corazón. Oh mierda, oh mierda...
—Harry, ¿estás bien? Te veo muy pálido —cuestionó Hermione desde el otro lado de la mesa, con una mirada de consternación en su rostro.
—Está bien —respondió Ron por él, levantándose de la mesa y palmeando los hombros del ojiverde—. Vamos, amigo, o llegaremos tarde a Adivinación.
Harry abandonó el Gran Comedor a trompicones, siguiendo a su amigo y temblando de miedo. ¿Qué habría significado eso? ¿Ron sabría que Severus era un vampiro? ¿Desde cuándo lo sabía? ¿Diría algo al respecto? ¿Y por qué no se había puesto como un loco cuando se había enterado?
Mientras se abría paso entre la multitud que, al igual que ellos, abandonaban el lugar tras desayunar, Harry tomó consciencia de lo que lo rodeaba y se dio cuenta de que Ron se dirigía a clase.
—¡No! —susurró Harry, y empujó al pelirrojo hacia otro pasillo. En cuestión de minutos se hallaban en el interior de la Sala de los Menesteres. Ron se tiró sobre una copia de su sofá favorito de la sala común de Gryffindor mientras Harry no paraba de dar vueltas nervioso por toda la habitación.
—¿A qué te referías? —preguntó el ojiverde con tono acusador, señalando a su amigo con el dedo.
—¿A qué me refería con qué? —respondió el pelirrojo, riendo entre dientes, y recostado cómodamente en su asiento, con los dedos entrelazados detrás de la cabeza.
—Ron, deja de hacerte el tonto. ¿A qué te referías con lo de mi cuello?
El pelirrojo suspiró con exasperación, como si Harry fuera un niño particularmente idiota.
—Simplemente quería saber si se había curado bien tu cuello tras la mordida de Snape. Sé que la mordedura de un vampiro no debe doler, pero te he visto más atontado que de costumbre esta mañana…
—Oh, mierda —gimió el ojiverde, dejándose caer en un asiento libre antes de que sus rodillas cedieran.
—¿Harry? ¿Te encuentras bien, amigo? Estás muy pálido.
—Maldita sea... prometió... matarme —jadeó el moreno.
—Creo que estás comenzando a hiperventilar —exclamó Ron, colocando la cabeza de Harry entre sus rodillas— Respira hondo, pronto te sentirás mejor.
El ojiverde notaba como las gotas de sudor provocado por el pánico resbalan de su frente y caían por sus ojos. Trató de calmarse y ser racional. Respiró hondo varias veces, reteniendo el aire y expulsándolo lentamente, hasta que sintió que su cuerpo dejaba de temblar.
—Toma —dijo Ron, colocando un vaso de agua en la mano de Harry. El moreno se enderezó y bebió a tragos largos, evitando mirar a los ojos de su amigo.
>>¿Mejor? —preguntó el pelirrojo, retirando el vaso vacío de la mano del ojiverde y sentándose a su lado.
Harry asintió, con una expresión de mortificación en su rostro. Estaba muerto, lo sabía. Snape iba a matarlo, aunque no fuera culpa suya que Ron lo supiera.
El pelirrojo suspiró.
—Lo siento, amigo. Solo estaba bromeando. No me imaginaba que te ibas a enfadar tanto.
—¿Qué…? —graznó Harry, aclarándose la garganta—. ¿Qué es lo que sabes exactamente?
Ron suspiró de nuevo, y una mirada pensativa cruzó su rostro mientras se frotaba la barbilla.
—Sé que Snape es un vampiro, y sé que has estado permitiendo que se alimente de ti. Tiene gracia, todo el mundo siempre decía que lo era, y resulta que lo es.
—¿Cómo lo descubriste? —susurró el moreno.
—Simplemente lo supuse. No debería habértelo dicho de esa forma —se disculpó Ron, avergonzado—. Snape no ha estado actuando de manera diferente, pero até cabos cuando Hermione me contó lo que sucedió en clase cuando te cortaste la mano, y cuando vi la cantidad de tiempo que pasabas con él, y tras ver tu cómo estaba tu cuello antes de que intentaras curártelo aquel día.
—¿Qué piensas hacer al respecto?
Ron se enderezó en su asiento, indignado.
—¡Nada! ¿Por qué? ¿Qué crees que voy a hacer?
—Lo odias —dijo Harry en voz baja.
—Sí, bueno, creía que tú también, pero supongo que estaba equivocado. Parecías realmente preocupado cuando desapareció.
—Remus también estaba desaparecido.
—Sí, pero no te vi andar deprimido por las habitaciones del profesor Lupin. Entonces, ¿vas a contarme lo que te ha estado ocurriendo este año, o tengo que seguir adivinándolo todo?
Harry subió las piernas a su asiento, y colocó su barbilla sobre sus rodillas, mirando fijamente un punto en la distancia.
—¿Qué le has contado a Hermione?
—Nada —respondió Ron. Al ver la expresión de incredulidad en el rostro de su amigo, exclamó—: ¡No lo he hecho! Era solo una teoría, no estaba seguro y no quería decírselo a menos que tuviera razón. No tengo que contárselo todo, ¿sabes?
—Te matará cuando descubra que le has estado ocultando cosas —contestó Harry con una pequeña sonrisa.
—Sí, y a ti también —replicó el pelirrojo, golpeando el brazo de su amigo—. Entonces, me lo vas a contar, o tengo que seguir adivinando.
Harry suspiró. Ya daba igual. Ron conocía el secreto de Snape y no lo había difundido, así que no tenía nada que perder por contarle toda la verdad. Bueno, una parte de la verdad.
Le contó a Ron la visión que había tenido en Grimmauld Place y las múltiples torturas a las que había sido sometido Snape por protegerlo. Le contó la forma en la que había descubierto la maldición, usando su capa de invisibilidad, y la reacción de Snape cuando se enteró de que o sabía. Trató de explicarle lo triste que se había sentido por Snape, y cómo esta pena se había convertido poco a poco en respeto y deseo de ayudar al hosco hombre, y cómo eso había derivado en su ritual de los sábados por la noche. Le explicó a Ron con orgullo todo lo que había mejorado en Oclumancia, y cómo Voldemort había sido incapaz de penetrar en sus sueños desde que había reanudado las lecciones.
Le contó todo lo que habían averiguado sobre el poema y la maldición, y cómo Snape había matado al vampiro que originalmente lo había maldecido, y no ayudó. Le contó que a Snape se le estaba acabando el tiempo.
Al final de su explicación, la garganta de Harry estaba seca y Ron logró convencer a Dobby de que les llevara algunas botellas de cerveza de mantequilla, a pesar de lo temprano que era. Bebieron en un agradable silencio.
Harry se sintió aliviado al soltarlo todo de una vez, pero se dio cuenta de nuevo de lo somnoliento que estaba. Quizás no había estado descansando todo lo que necesitaba. Rememoró la noche anterior y no pudo evitar que un leve rubor se instaurara en su rostro al recordar el motivo por el que había vuelto tan tarde a su habitación.
Ron terminó su cerveza de mantequilla y le pasó otra botella a Harry en silencio. El pelirrojo quitó el tapón de la nueva botella y lo hizo revotar en la palma de su mano una y otra vez, gesto que el ojiverde reconoció como lo que hacía su amigo cuando estaba sumido en sus pensamientos.
—Entonces, ¿qué vas a hacer al respecto? —preguntó finalmente Ron, apretando el tapón en su puño.
Harry lo miró desconcertado.
>>Quiero decir —añadió el pelirrojo, apretando los dientes—, ¿qué vas a hacer para ayudar a Snape?
—No se puede hacer nada —replicó Harry bruscamente—. Ya has escuchado el poema, el recipiente debe verterse o será condenado. Ya ha derramado su sangre y.… no hay manera de que Snape decida transformarse en vampiro, lo ha dicho miles de veces. Así que no le queda otra que quitarse la vida… —Se le quebró la voz.
—Así que… ¿eso es todo? ¿Te estás rindiendo, como él?
—¿Qué quieres que haga? —exclamó Harry—. Hemos buscado en todos los libros que se nos han ocurrido; ¡todas las pociones, todos los hechizos, todas las jodidas pistas que hemos encontrado, y nada ha funcionado! ¡Lo dices cómo si yo quisiera que él muriera!
—Por supuesto que no quieres que muera, cualquier idiota podría verlo —le gritó Ron—. Incluso yo no quiero que muera, aunque sea un bastardo miserable y sarcástico que no te mearía encima si estuvieras ardiendo.
Harry miró a Ron con la boca abierta de asombro. El pelirrojo comenzó a reír al ver la expresión de estupefacción de su amigo. Harry no pudo evitar imitar a Ron, y en cuestión de segundos, ambos chicos estaban riendo a carcajadas histéricamente, agarrándose el abdomen mientras jadeaban intentando introducir aire en sus pulmones.
Se recostaron en el sillón, uno junto al otro, jadeando y resoplando mientras recuperaban el control.
—No... te mearía encima. Eso es brillante —dijo Harry entrecortadamente, secándose las lágrimas de los ojos.
—No... le cuentes... que he dicho eso —respondió Ron, con una expresión de júbilo en su rostro—. El bastardo me castigará durante el resto del curso.
—Tu secreto está a salvo conmigo —rio Harry, hundiéndose en los cómodos cojines y recuperando el control de sí mismo. Sentía tensión en la piel de su cara, y su mandíbula le dolía de tanto sonreír, pero no le importó. Independientemente de lo que estuviera pasando en su vida, en ese instante se sentía bien, y agradeció a Ron en su interior por ese alivio repentino.
—Entonces —dijo Ron resoplando mientras se enderezaba en su asiento—, ¿alguna idea?
—Ni una.
—¿Sabes quién podría tener una idea o dos?
—¿Qué quieres decir, Ronald?
—Quiero decir que resulta que soy un amigo muy cercano de cierta jovencita que ha sido llamada 'la bruja más brillante de su generación' en alguna ocasión. Ella podría dar con alguna solución, incluso aunque a nosotros no se nos ocurra.
—Snape se pondrá furioso si Hermione encuentra una solución cuando él no pudo lograrlo —comentó Harry con una sonrisa malvada.
—Sí —respondió Ron, con una sonrisa igual a la de su amigo—. Imagina la cara que se le quedaría.
Ambos chicos se recostaron e imaginaron a un Snape enfurecido dividido entre la indignación absoluta y el reacio agradecimiento. Suspiraron, aunque por diferentes motivos.
—¡Bueno! —exclamó el pelirrojo, poniéndose de pie y tirando de Harry hacia arriba—. La clase ya está a punto de acabar, así que calculo que nos da tiempo de llegar a la puerta del aula de Aritmancia y encontrarnos con ella cuando salga. Podemos volver aquí y pensar en un plan.
—Puede que ella no se muestre tan ansiosa por ayudar. Es Snape de quien estamos hablando.
—Es cierto, pero también es un misterio que hay que resolver, y que probablemente requerirá noches de dormir poco o nada, miles de pergaminos y estornudos constantes por el polvo de libros viejos. Estará en el séptimo cielo.
—Lo veo bien.
—¿Vas a contárselo a Snape? —preguntó Ron cuando estaban a punto de salir.
—¿El qué? ¿Qué vamos a investigar? No. No quiero darle falsas esperanzas.
Ron resopló.
—Como si él fuera a creer que podemos lograrlo, de todas formas. Después de todo, solo hemos derrotado a trol de montaña adulto, superamos unos acertijos que podían costarnos la vida, logramos salvar a un asesino convicto del beso del Dementor, y eso ni siquiera abarca todas las cosas que has hecho tú solo. ¡Debe pensar que somos una panda de idiotas!
—Sí, creo que sí —respondió Harry con una sonrisa afectuosa en su rostro.
—¿Vas a visitarlo esta noche?
—Eh… sí —Harry tocó su cuello con nerviosismo—. Todavía está bastante débil y creo que mi sangre lo hace sentir mejor.
Ron lo miró con un brillo de complicidad.
—¿Algo más que quieras contarme?
—No —tartamudeó el ojiverde—. Eso es todo.
El pelirrojo suspiró.
—Muy bien, amigo. Pero cuando volvamos aquí con Hermione, solo vamos a hablar del asunto de vampiros. No creo que ella pueda lidiar con eso y con el hecho de que eres un marica de una sola vez.
—Pero… ¿qué? —balbuceó Harry mientras su amigo salía pavoneándose de la habitación.
—Ya es bastante malo que lo estés haciendo, ¡pero no necesitamos oír hablar de que te estás acostando con el cretino grasiento!
—¡Ron! —exclamó Harry en estado de shock, inmóvil frente a la puerta.
El pelirrojo movió las cejas y silbó despreocupadamente
Harry lo persiguió fuera de la habitación y por todo el pasillo.
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El resto del día transcurrió en medio de una bruma. Tras atrapar a Ron y golpearlo en la cabeza un par de veces (mientras su amigo, más alto y ancho, se reía), los dos convencieron a Hermione de que se saltara la siguiente clase y fuera con ellos a la Sala de los Menesteres. Harry repitió todo lo que le había contado a Ron esa mañana (salvo lo último) y respondió a las preguntas de su amiga lo mejor que pudo. Todavía había muchas cosas que no sabían, pero no había nadie a quien pudieran acudir en busca de ayuda. Ya sería bastante malo si Snape se enteraba de que otros dos irritantes Gryffindors eran conocedores de su condición.
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Harry asintió cortésmente a Madame Pomfrey como saludo y se alisó el flequillo. Por ahora, ella no había comentado nada sobre sus visitas a un profesor que era de conocimiento general que odiaba, pero dudaba que su naturaleza inquisitiva se satisficiera con el silencio por mucho más tiempo.
Harry se quedó parado junto a las cortinas cerradas que rodeaban la cama de Snape, y escuchó a Dumbledore hablando con tono estridente.
—¡No hasta que Poppy lo diga!
Snape respondió:
—Si fuera por ella, nunca saldría de aquí. ¡Quiero irme a casa!
Harry sonrió socarronamente. Con solo escuchar el tono de voz del pocionista, ya podía imaginárselo echando fuego por los ojos.
—Y lo harás, pero no hasta que te den el visto bueno. Todavía estás demasiado débil, y no sabemos qué efecto está teniendo la aceleración de la maldición en tu cuerpo. ¿Y si la transformación se produce de pronto? ¿Quieres ser responsable de atacar y posiblemente herir a alguien? ¿Y si Harry estuviera contigo en ese momento?
Snape murmuró en voz baja y Dumbledore rio entre dientes.
—Ese podría ser el caso, pero si quiere visitarte, no podrás detenerlo.
—Puedo.
—Pero no lo harás.
Se hizo el silencio, y Harry se preguntó si debería indicar que estaba allí.
—Y aún queda ese otro asunto por aclarar —dijo Dumbledore en un tono extraño.
Hubo una pausa embarazosa.
—¿De verdad?
—Sí. Creo que ya es hora de que le digamos a Harry la verdad. Esta farsa ha durado bastante tiempo.
La voz de Snape era tensa.
—No creo que sea una buena idea.
—Severus, el chico tiene derecho a saber que eres su padre.
—¿Qué? —exclamó Harry, enredándose en las cortinas y cayendo a los pies del director.
>>¿Qué? —volvió a gritar, incorporándose, pero aún sentado en el suelo, mareado mientras la sangre dejaba de regar su cerebro—. Mi padre... ¿Cómo?
Mientras notaba un pitido en sus oídos y buscaba con la mirada un lugar conveniente para vomitar, Harry notó el brillo perverso en los ojos de Dumbledore. La boca del mago se estiró en una amplia sonrisa y sus hombros comenzaron a temblar de la risa.
El ojiverde miró a su alrededor con confusión y vio los labios de Snape fruncirse, tratando de ocultar su diversión. Harry apoyó la frente en el suelo y tragó, ignorando los latidos de su corazón.
—Harry —dijo Dumbledore entre risas.
—¿Qué… él? —jadeó el joven.
—¡Oh, por el amor de Merlín, Potter, cálmese! —El tono mordaz de Snape acabó con el desconcierto de Harry, quien comenzó a relajarse. Snape estaba siendo sarcástico, lo que quería decir que todo estaba bien.
—Lo siento, mi muchacho, no pude resistirme. ¡Ojalá pudieras ver la expresión de tu rostro!
—Muy... divertido... señor —resolló Harry mientras Dumbledore lo ayudaba a ponerse de pie. —Ja… ja. ¿Cómo sabíais... que estaba aquí?
Snape se recostó sobre sus almohadas.
—Lo noté desde que entró en la enfermería. Tiene un olor muy característico —respondió con lascivia—. No tengo claro cómo lo supo el director.
—Oh, tengo mis métodos. Y lamento haberte asustado, pero me pareció la oportunidad perfecta para reforzar la noción de que quienes escuchan a escondidas rara vez escuchan lo que desean.
—Oh. Está bien —tartamudeó Harry. Lanzó una mirada a Snape— ¿Entonces yo no soy…?
El profesor resopló.
—No sea ridículo. Es la viva imagen de James Potter. No soy más su padre de lo que la profesora McGonagall es su madre.
—Es bueno saberlo —comentó el ojiverde, sonrojándose—. Eso ha sido muy cruel, director.
La sonrisa de Dumbledore abandonó su cara, aunque sus ojos aún brillaban.
—Sin duda lo ha sido, Harry. Me disculpo de nuevo. Pocas veces puedo gastarle una broma a alguien hoy día. Severus parece conocer todos mis trucos —.
Snape puso los ojos en blanco. Harry tragó saliva y trató de no desmayarse.
—Bueno —dijo Dumbledore, frotándose las manos enérgicamente—, me marcho. Harry, ¿te quedarás y.…? —Se señaló la garganta.
El chico asintió.
—Bien, muy bien. Hasta mañana entonces, Severus. Descansa. Y tú también, Harry.
—Buenas noches, señor —respondió el ojiverde débilmente. En el instante en que el director abandonó el lugar, lanzó los encantamientos de silencio y se dejó caer sobre una silla.
—Mierda. Joder —maldijo Harry, apoyando la cabeza en la cama de Snape. Sintió los dedos del hombre acariciar su cabello suavemente.
>>¡Y tú! —exclamó el chico, incorporándose abruptamente—. ¿Por qué le permitiste hacer eso?
—¿Qué se supone que debía decir? —respondió Snape con frialdad, cruzando los brazos sobre su pecho—. No podía advertirte, y no tenía ni idea de lo que había planeado.
—Sí, pero… ¡joder!
—En efecto.
Ambos quedaron en silencio por unos instantes. Harry se estremeció.
—Sabes, si eso fuera cierto…
Una mirada de repulsión cruzó el rostro de Snape.
—Suficiente.
Harry sacudió la cabeza con asombro.
—Es un loco... bueno, mejor no digo lo que quiero decir.
—Es un viejo loco con el sentido del humor de un mortífago adolescente.
Harry se estremeció.
—Suficiente —dijo, levantándose y quitándose los zapatos y la túnica—. No estamos emparentados de ninguna forma, ¿verdad?
En el rostro del profesor se instauró una sonrisa socarrona.
—Cierto.
—¿Seguro? —preguntó Harry con una sonrisa mientras se subía a la cama para acostarse junto a Snape.
—Absolutamente —respondió el ojinegro en voz baja, girando su cuerpo hasta quedar de costado, para que el de Harry se acomodara perfectamente al lado del suyo.
—Entonces no hay ninguna razón por la que no debería hacer esto —susurró el más joven, atrayendo la cabeza del hombre de cabello oscuro hacia abajo para poder besarlo.
Los labios de Snape rozaron los suyos suavemente, deslizándose hasta encontrar una posición cómoda. Harry apretó su agarre en la parte posterior del cuello de Snape y tiró de él hacia abajo con fuerza, abriendo un poco la boca y pasando su lengua por los labios secos y firmes del pocionista. Sintió que Snape sonreía, y se relajó cuando la mano del hombre acarició su costado de arriba abajo.
Harry rompió el beso.
—¿Cómo estás hoy?
—Mejor —respondió Snape, con su mano vagando por el hombro de Harry y jugueteando con su corbata. El ojiverde se dejó caer sobre la cama y observó como los ágiles dedos del mayor le quitaban la corbata y desabrochaban los botones de su camisa.
Harry se humedeció los labios y, notando la mirada de interés de Snape, los lamió de nuevo.
—Tienes mejor aspecto.
—Debe ser por toda la sangre joven y potente que he estado chupando últimamente —respondió el pocionista, acariciando el cuello del joven.
Harry deslizó un brazo por debajo del torso de Snape, tirando de él hasta que quedó acostado casi encima suyo.
—Creía que la tragabas —susurró, acariciando los firmes músculos de la espalda de Snape.
El hombre levantó la cabeza, con sus ojos brillando con picardía.
—Si me lo permiten.
—Trágatela —respondió Harry, arqueando el pecho mientras Snape acariciaba suavemente sus pezones. El ojinegro sonrió socarronamente y bajó la cabeza hacia el pecho de Harry, lamiendo su esternón con movimientos largos y húmedos. El joven pasó su pierna sobre la de Snape, juntando aún más la parte inferior de sus cuerpos. La boca del pocionista se aferró al pezón de Harry, chupando y lamiendo, mientras sus dedos rozaban ligeramente el otro.
El ojiverde jadeó y aprisionó con su mano la bata de Snape, tirando de ella.
—¿Puedo…?
Los ojos de Snape se oscurecieron, y se abalanzó sobre los labios de Harry, forzando al chico a abrir sus labios con su lengua. Harry gimió cuando la mano de Snape descendió por su abdomen y liberó los estrechos límites de sus pantalones.
Deslizó su pierna entre las del ojinegro, separando las rodillas del hombre, buscando tener más espacio. Calor. Fuerza. Seda. Harry curvó sus dedos alrededor de la polla de Snape y apretó ligeramente. Se deleitó con el estremecimiento que produjo en el mayor y volvió a apretar, mientras Snape continuaba saqueando su boca. Harry sacudió sus caderas, buscando un mayor contacto de la fría mano de Snape sobre su erección.
—Más duro —jadeó el ojiverde.
—Más duro —respondió la voz profunda de Snape, dejando caer su cabeza sobre el cuello de Harry, lamiendo con avidez la piel salada. Ambos hombres apretaron sus agarres; sus embestidas se volvieron más rápidas cuando los colmillos afilados de Snape atravesaron el cuello de Harry y comenzó a alimentarse.
—Sí —gruñó el ojiverde, con sus ojos cerrados con fuerza mientras ambos seguían con sus bombeos a la par. Podía sentir el vello áspero de los muslos de Snape frotándose contra el suyo, y la suavidad del cabello oscuro sobre su rostro cuando el mayor abrió más la boca, comenzando a succionar más fuerte, succionando al mismo ritmo enloquecedor con el que estaba bombeando la polla de Harry.
El ojiverde arqueó sus caderas, empujando su polla a través del apretado anillo que formaba la mano de Snape mientras se corría, embistiendo contra el puño del mayor mientras terminaba de expulsar el orgasmo de su cuerpo.
La mano de Harry tembló y se apretó, lo que provocó que Snape jadeara contra su cuello y clavara sus colmillos más profundamente mientras se sacudía y explotaba fuego líquido alrededor de los dispuestos dedos del ojiverde. Harry ralentizó el movimiento de su mano, sintiendo el fluido viscoso de la liberación de Snape sobre ella. Suspiró y sonrió al sentir los colmillos salir de su garganta, y la prodigiosa y flexible lengua lamiendo hasta la última gota de su sangre y desvaneciendo los agujeros hasta dejarlos en nada.
Se recostaron entrelazados mientras su respiración se estabilizaba. Harry movió su mano y dio un pequeño apretón a los testículos de Snape. El ojinegro resopló sobre el cuello del chico y apretó su agarre sobre la polla de Harry.
—Cuidado con la mercancía —rio el joven.
Snape bufó y retiró su mano pegajosa.
—¿Y mi varita?
Harry extendió la mano por encima de su cabeza y la cogió de la mesita de noche, ofreciéndosela al hombre para que la usara. Snape negó con la cabeza y bostezó.
—Hazlo tú.
Harry lanzó un hechizo de limpieza simple y devolvió la varita a su ubicación anterior, abrochándose sus pantalones y bajando la bata de Snape. El hombre se acurrucó contra su cuerpo como un gatito hambriento de caricias.
Harry se dejó abrazar con fuerza y comenzó a acariciar el brazo que cruzaba por su pecho. Todavía se sentía húmedo, y el aire apestaba a sexo y sangre, pero no recordaba haberse sentido nunca tan feliz.
El brazo de Snape se contrajo sobre su pecho y Harry escuchó un resoplido.
—¿Severus?
El ojiverde oyó una leve tos, y la cama tembló.
—Severus, ¿estás bien?
—Estoy bien —respondió Snape, con la voz un poco estrangulada.
—¿Qué pasa? —preguntó Harry con inquietud, alejándose para poder mirarlo. Los labios de Snape estaban contraídos como si sintiera algún tipo de dolor y sus mejillas estaban sonrosadas.
—¿Estás... estás intentando no reírte?
El hombre dejó escapar una risita.
—Quizás.
Una sonrisa de incredulidad cruzó la boca de Harry.
—Debe ser el fin del mundo. Creo que no te he visto reír nunca. Dime, ¿qué es tan gracioso?
—Acabo de recordar un poema que me enseñó mi tía abuela.
—¿Pensando en miembros de la familia en la cama? Pervertido.
Snape soltó una carcajada.
—No de ese modo, muchacho insolente. Solo que me parece muy acertado.
—Bueno, ¿me lo vas a decir o tengo que golpearte hasta que lo sueltes?
—No estoy seguro de si debería hacerlo. Es un poco obsceno. A mi madre le molestaba muchísimo cuando mi tía lo recitaba.
—¿Un poco obsceno, dices? —objetó Harry, poniendo los ojos en blanco, y acercando su mano a la unión entre los muslos de Snape—. Hola, soy Harry Potter. Encantado de conocerte —añadió, agitando suavemente el pene flácido del hombre.
—Muy bien, ya lo hemos entendido. Cuidado con la mercancía.
Harry resopló.
—Venga, dímelo.
El ojinegro recitó con una mirada traviesa.
—Aqua fresca, vino buono, pane e burro, cazzo nel culo.
—Oh, muy gracioso, profesor. No me dijiste que estaba en otro idioma.
—Es italiano, que es muy similar al latín, por lo que incluso alguien con tu débil intelecto debería ser capaz de comprender el significado de algunas palabras.
—Ja, ja —replicó Harry con un mohín—. Bien, la parte del aqua es fácil, eso significa agua. Y fresca, obviamente significa lo mismo, así que voy a decir que la primera parte significa agua fresca *. ¿Estoy en lo cierto?
Snape asintió.
El ojiverde suspiró.
—Solo tú intentarías enseñarme algo en estas circunstancias. Bueno, vino ya sé lo que es, y ¿buono quiere decir bonito? **
—Significa buen.
—Muy bien; agua fresca, buen vino, ¿cómo seguía?
Snape repitió las dos últimas líneas y Harry frunció la frente, concentrado.
—Supongo que burro no se refiere al animal. ***
El mayor rio entre dientes.
—No, idiota.
—Vale —dijo Harry, inclinándose para darle a Snape un beso húmedo—. No tengo ni idea. ¿Qué significa lo último?
—La traducción exacta sería la siguiente: agua fresca, buen vino, pan y mantequilla, y una polla en el culo.
La mandíbula de Harry cayó.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Según mi tía abuela —explicó Snape suavemente, con los colmillos brillando en la tenue luz — es todo lo que un hombre necesita para ser feliz. A medida que fui creciendo, comencé a apreciarlo más.
Harry rio con deleite.
—¡Eres un pervertido!
—Mmm —tarareó Snape, acariciando la sien del ojiverde.
—Tienes suerte de que no me importe —suspiró Harry, disfrutando de la atención—. ¿Cuándo te vas de aquí?
—Si por mi fuera, esta noche. Pero como no se me tiene en cuenta, saldré mañana.
—¿Puedo ir a verte mañana por la noche?
Snape lamió lánguidamente su cuello.
—Puedes.
—Bien —respondió Harry soñoliento.
—No puedes quedarte aquí.
—Lo sé. —El ojiverde dio un beso en la parte superior de la cabeza de Snape—. ¿Puedo quedarme mañana por la noche?
El profesor alzó la cabeza y frunció el ceño.
Harry se removió incómodo.
—¿Qué?
—No creo que sea una buena idea.
—¿Qué quieres decir? —inquirió Harry, alejando al hombre de su cuerpo e incorporándose.
Snape se incorporó a su vez, lentamente.
—Quiero decir que no quiero que te apegues demasiado a mí.
—¿Es una broma?
El ojinegro le lanzó una mirada feroz.
—Yo nunca bromeo, señor Potter.
—Oh, no, por supuesto que no —exclamó Harry enfadado—. Y ya basta con esa mierda de “señor Potter”. Explícame a qué te refieres.
—Me refiero —gruñó Snape— a que sería imprudente que esperaras más de mí de lo que soy capaz de darte.
—¿Puedes fingir que soy idiota por un minuto y hablarme con palabras claras ****?
—¡No te apegues demasiado a mí porque voy a morir! —espetó Snape—. Ya está. ¿he sido lo bastante claro?
Harry tragó intentando aliviar el nudo que sentía en su garganta.
—¿Crees que no lo sé? Sé en lo que te convertirías por culpa de la maldición, y soy consciente de lo que planeas hacer al respecto. Pero no pienso perder ni un segundo del tiempo que nos quede juntos. Si no quieres que me quede contigo, entonces vas a tener que pedirme que me vaya, porque yo no pienso irme por mi propia voluntad.
—No quiero que sufras —susurró Snape— Y sufrirás, Harry, especialmente si yo ...
—¿Si tú, qué? ¿Si me quitas mi virginidad? ¿me desvirgas? ¿Si eres la primera persona en hacerme el amor? —rio Harry malhumorado—. Sufriré de todas formas. Y prefiero… prefiero sufrir después de haberlo tenido todo de ti, a desear toda mi vida haberlo hecho...
Snape lo abrazó con fuerza, con sus delgados y fuertes brazos apretando al chico contra él. Harry enterró su rostro en el pecho del ojinegro, respirando profundamente, feliz de escuchar el latido lento y constante del corazón del hombre. Vivo. Aún sigue vivo.
—Harry. —La voz que tanto amaba fluyó por los oídos del joven.
—No me apartes de ti —suplicó el chico.
—¿Estás seguro? —preguntó Snape, tras unos instantes de vacilación.
Harry levantó la cabeza y besó al ojinegro suavemente, con los ojos bien abiertos. Observó la palidez de su piel, la flacidez de su cabello, sus dientes algo torcidos… Sí, era hermoso. Y era todo lo que Harry necesitaba.
—¿Me vas a apartar de ti?
—Esta puede ser una de las cosas más estúpidas que he hecho en mi vida, pero tampoco deseo arrepentirme de nada —Snape le dio un beso en los labios y dio un leve empujón al chico—. Vete a la cama. Te veré mañana por la noche.
—¿Vas a hacerlo? —preguntó Harry con deleite.
—Mis aposentos, señor Potter. Pase lo que pase, mañana voy a irme de esta maldita enfermería. Asegúrate de que no te vean —sonrió Snape de forma socarrona.
Harry se inclinó sobre el hombre y besó los delgados labios.
—¡Sí, señor!
*En el original “The aqua part is eassy, that means water. And the fresca bit sounds like fresh, so I´m going to say that the first means fresh water. Am I right?”. He modificado un poco la traducción porque me parecía que poner que “fresca se parece a fresca” no tenía mucho sentido jajaj. Dejo el original por si os apetece saber lo que dice Harry en realidad.
** “I´m pretty sure vino means wine. Maybe buono means bonny?” Igual que en el caso anterior, he decidido modificar un poco la traducción.
*** “I don´t suppose burro means donkey?”
**** En el original dice “speak to me in plain English”, que sería algo así como hablar en inglés sencillo, por lo que he decidido alterarlo un poco para que no quede mal en la traducción.