Harry se sentó en el Gran Comedor, contemplando la larga fila de mesas de estudiantes que crujían bajo el peso de la comida y la bebida. Parecía que Hogwarts había decidido combinar todos los banquetes anuales en uno único y espectacular: Los murciélagos descendían en picado de forma juguetona sobre las ramas de los árboles de navidad, mientras que en el techo flotaba confeti rosa con forma de corazón. Las mesas se extendían hasta donde alcanzaba la vista, y en ellas se encontraban cubiertos colocados a intervalos regulares, junto con cuencos dorados y copas de cristal que brillaban impecables. A pesar de haber tanta comida y tantos asientos, él era la única persona en el comedor. Se preguntó si debería comer algo de cada plato, y cuánto tardaría en hacerlo si fuera así. Quizás se suponía que debía irse después de cierto tiempo, al igual que Alicia en el país de las maravillas.
De pronto, llamó su atención el ruido de unos pasos acompasados resonando en el solitario comedor. Vio a Remus Lupin caminando hacia él, con una apariencia mucho más saludable que la que había tenido en años.
Harry supo que estaba soñando.
Remus le sonrió y pasó una pierna por encima del banco, sentándose junto a Harry, y estirándose para alcanzar dos botellas abiertas de cerveza de mantequilla. Le ofreció una al joven sin dirigirle ni una sola palabra, y tras eso dio un trago largo a la suya. Harry tomó un sorbo por cortesía.
—¿Qué estás esperando, Harry? —preguntó Remus mientras miraba con interés la impresionante variedad de comida.
—A ti —respondió el chico, colocando una mano de forma vacilante sobre la manga del licántropo—. ¿Estás bien?
Remus sirvió una abundante ración de estofado en su plato.
—Por supuesto que lo estoy. ¿Por qué no iba a estarlo?
—Te secuestraron. Hace semanas… —susurró Harry.
El mayor rio entre dientes mientras soplaba su estofado, cuyo aroma inundaba el aire. El licántropo olfateó con aprobación.
—Un hombre bueno siempre se levanta, Harry. * No lo olvides.
—¿Y qué...? —Harry tragó con dificultad—. ¿Qué ha pasado con Severus?
Los ojos de Remus se clavaron en los suyos.
—Dímelo tú, Harry. ¿Es Snape un buen hombre?
—Eso creo —Harry apenas podía respirar.
—Entonces todo saldrá bien —respondió Remus, dándole una palmada en el hombro y cogiendo su tenedor.
—¿Dónde está? —preguntó Harry.
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—Harry Potter. Señor Harry Potter.
La voz aguda e insistente se coló en los sueños de Harry.
—¿Dobby?
El elfo doméstico desplazaba su peso de un pie a otro, nervioso.
—El director Dumbledore quiere verle. El director dice que debe levantarse e ir ahora mismo.
Harry se incorporó rápidamente en su cama, cogió sus gafas por acto reflejo y se las puso.
—¿Qué pasa?
—Están aquí, Harry Potter. Han vuelto.
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El pecho de Harry subía y bajaba agitadamente mientras corría hacia la enfermería, con el sonido de sus zapatillas resonando con intensidad a lo largo de los corredores. Abrió la puerta y se cerró correctamente la bata mientras se acercaba a Madame Pomfrey.
—¡Señor Potter! —exclamó la enfermera, dirigiéndole una mirada de desaprobación—. Sé que estás emocionado, pero este sigue siendo un lugar de recuperación.
—¿Dónde está? Quiero verlo —jadeó Harry con la mano en el costado, donde notaba un pinchazo debido a su anterior carrera.
El rostro de Pomfrey se suavizó un poco.
—Está aquí y, por suerte para ti, despierto. Ven.
Antes de que Harry pudiera decir algo más, lo llevó a un área tapada con cortinas donde Dumbledore se encontraba sentado hablando con Remus, quien descansaba cómodamente en la cama. El chico se detuvo abruptamente.
—Harry, muchacho —lo saludó Dumbledore jovialmente—. Lamento haberte despertado, pero pensé que querrías saber que Remus ha regresado.
—¿Dónde…? ¿Dónde está…?
—El profesor Snape también ha vuelto y está siendo atendido en estos instantes —interrumpió Dumbledore gentilmente—. Siéntate un rato. Estoy seguro de que tendrás mucho que hablar con Remus —El anciano le dio una suave palmada en el hombro para luego marcharse.
El joven permanecía paralizado, con una vorágine de sentimientos arremolinándose en su cabeza.
—Hola, Harry —dijo Remus, abriendo los brazos. El moreno se acercó tambaleante a la cama y se arrojó a los brazos que lo esperaban. Apretó con fuerza al licántropo, mientras éste acariciaba suavemente su espalda.
—¿Estás bien? —murmuró Harry contra el pecho de Remus.
—Sí —susurró en su oído. La respuesta lo reconfortó—. Nada que no se pueda arreglar.
—¡Mierda! —exclamó Harry, dándose cuenta de lo fuerte que estaba abrazando al hombre herido, y lo soltó rápidamente—. Lo siento.
—No pasa nada. Me alegra ver que me has extrañado tanto. Siéntate, no tienes muy buen aspecto.
El chico se sentó pesadamente en la silla, acercándola a la cama. Remus parecía cansado, pero, aparte de algunos nuevos rasguños en su rostro y las vendas en sus muñecas, parecía estar bien. Harry le sonrió.
—Te he echado de menos.
Remus le devolvió la sonrisa.
—Yo también te he echado de menos. Relájate, estoy bien. Poppy me está cuidando perfectamente. En poco tiempo estaré completamente recuperado.
—¿Qué ocurrió?
Remus se frotó la frente con consternación.
—Casi me da vergüenza confesarlo. Verás, iba a reunirme con algunos… bueno, llamémoslos amigos, pero entonces recibí una nota que decía que deseaban cambiar la hora y el lugar del encuentro. Con el entusiasmo que sentía, no verifiqué la procedencia. Fue un error estúpido por mi parte y he tenido la suerte de salir vivo de esta.
—¿Ellos... qué te hicieron?
El rostro de Remus palideció.
—Nada que creo que debas escuchar con gran detalle. Basta con decir que he adquirido mayor conocimiento sobre una de las maldiciones imperdonables de lo que jamás habría deseado. Y tuve un desagradable encuentro con un vampiro.
—¿Te refieres a…? —preguntó Harry, abriendo mucho los ojos.
Remus se dio cuenta rápidamente de lo que había pasado por la mente del chico.
—Cielos, no, Harry, no estoy hablando de Severus. Aunque agradezco mucho que apareciera en el momento que lo hizo;. no sé si el mundo mágico está listo para lidiar con un hombre lobo vampírico —agregó con una sonrisa.
—¿Está… el profesor Snape está bien? —tartamudeó Harry.
—Creo que sí —respondió Remus notando la mirada de preocupación que se había instaurado en el rostro del ojiverde—. Estoy seguro de que se recuperará. Hubo una pequeña pelea, pero el viejo Severus le dio a ese vampiro su merecido. Nunca imaginé que pudiera luchar de esa forma —comentó Remus con admiración.
—Bien —respondió el moreno con la mirada fija en las manos apretadas sobre su regazo.
—Estoy seguro de que el director te permitirá visitarlo más tarde, Harry. Ambos estábamos en muy mal estado tras aparecernos, creo que los dos nos desmayamos cerca de los límites del castillo. Dumbledore me ha dicho que Fang nos olfateó.
—Tendré que darle las gracias a Hagrid —comentó Harry con voz ronca.
Remus se recostó en su cama.
—Tienes aspecto de estar cansado. Deberías irte a la cama. Te veré mañana, pero se acerca la luna llena. Me temo que estaré fuera de combate los próximos días.
—¿Estarás…?
—Estaré bien —respondió Remus agitando la mano—. Dumbledore tiene un lugar pequeño y encantador reservado para mí. Mucho más acogedor que la Casa de los gritos, desde luego. Incluso me ha hecho un poco de poción Matalobos. No estoy seguro de si tendrá la misma calidad que la habitual, pero no puedes insultar a tu jefe, ¿verdad?
Harry se puso de pie, ajustándose con más fuerza el cinturón de su bata alrededor de su cintura.
—Bueno, supongo que nos volveremos a ver pronto.
—Claro que sí, Harry. Me aseguraré de venir a despedirme antes de marcharme. Y gracias por hacerme esta visita. Significa mucho para mí que te preocupes tanto.
Harry apretó la mano de Remus.
—Me importas, ya lo sabes. Mucho. Me alegro de que estés a salvo.
—Yo también, Harry —bostezó Remus, con sus ojos cerrándose por el cansancio. El ojiverde esperó hasta que la respiración del licántropo se volvió estable y, tras dar una última palmadita suave a la mano que estaba sosteniendo, fue en busca de Snape.
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—Señor Potter, ¿no deberías regresar a tu habitación? —susurró Madame Pomfrey con tono severo.
—Yo solo…
—Ah, Harry. Justo a la persona a la que estaba buscando. Yo me encargaré de que vuelva a la cama más tarde, Poppy, pero ahora tenemos que discutir ciertos asuntos —dijo Dumbledore, acercándose sigilosamente por detrás de Harry y poniendo una mano en su hombro para detenerlo.
Pomfrey le permitió quedarse, murmurando entre dientes algo sobre que los jóvenes necesitaban descansar apropiadamente si se querían desarrollar completamente.
—¿Has tenido una buena conversación con Remus, Harry?
—Sí, señor. Gracias, Señor. Pero, me preguntaba si... ¿podría ver al profesor Snape? Quiero... quiero agradecerle personalmente por haber arriesgado su vida para salvar a Remus.
Dumbledore fijó su mirada calculadora sobre el chico, quien estaba haciendo todo lo posible por parecer tranquilo.
—Bueno —respondió el director tras considerarlo por unos instantes—, no será la primera vez que lo veas herido. Y me complace decir que no tiene tan mal aspecto como en ocasiones anteriores.
—Eso no me importa —replicó Harry.
—Ni a mí —respondió Dumbledore suavemente—. Está dormido ahora mismo, pero no hay no hay ningún problema por que pases unos minutos con él.
El anciano guió a Harry hacia una esquina apartada en la enfermería, donde las cortinas oscuras y gruesas bloqueaban la vista del paciente oculto tras ellas. Harry alzó una mano hacia los pliegues aterciopelados, queriendo entrar pero preguntándose si debía hacerlo mientras había alguien presente.
—Adelante —lo alentó Dumbledore—. Regresaré en breve.
Harry tragó saliva mientras observaba al director alejándose. Respiró hondo; no sabía interpretar lo que estaba sintiendo en ese instante. Del mismo modo que le ocurrió al ver a Remus, había tantas emocione agolpadas en su mente en ese instante que no era capaz de procesarlas. Sentía felicidad por ver que Snape había regresado, obviamente; sentía alegría por la vuelta de ambos hombres. Se percató de que parte de la desesperación que había oprimido su pecho durante las últimas semanas se había aliviado, y comenzó a temblar. Estaba enfadado y exultante al mismo tiempo. ¿Qué había poseído al hombre para hacer algo tan tonto como infiltrarse en una guarida de mortífagos? ¿Acaso no estaba al tanto de que Voldemort lo mataría antes de tan siquiera dirigirle una mirada?
Harry sintió su estómago revolverse al pensar en las diferentes formas en las que podría haber acabado la situación. Ambos podrían haber sido asesinados; Remus podría haber sido asesinado y Snape podría haber desaparecido; Snape podría no haber encontrado nunca a Remus y haber sido asesinado; Remus podría haberse salvado y Snape podría haber muerto. Severus podría haber muerto.
Pero dejando a un lado la rabia que sentía, no podía dejar de pensar que Snape lo había hecho por él. Había arriesgado su vida nuevamente, y esta vez solo para devolverle la felicidad.
Cuando se calmó un poco, se abrió paso entre las cortinas.
Snape se encontraba recostado de lado, con su cabello ocultando la mitad de su rostro. Su respiración era suave y regular, y sus rasgos estaban relajados. Harry no vio ninguna herida y no pudo evitar preguntarse qué le habría pasado para que fuera necesaria su estancia en la enfermería.
A diferencia de lo ocurrido con Remus, en esta ocasión Harry se acercó directamente a Snape sin necesidad de pensar nada. Una vez que estuvo a su lado, observó el severo rostro del hombre: los surcos que se intuían alrededor de su boca; su nariz ganchuda; la fina línea que formaban sus labios cerrados. El ojiverde apartó afectuosamente los mechones de cabello que cubrían la cara del profesor y sonrió al notar su suavidad. Pomfrey debía haberse divertido pudiendo hacer lo que quisiera con el cabello de Severus mientras éste se encontraba incapacitado. Harry acarició suavemente la mejilla de Snape con los nudillos y se mordió el labio. Había estado tan cerca. Tan cerca de perder esto, de perderlo todo. Se mordió el labio con más fuerza, decidido a no permitir que ningún sonido saliera de su boca.
—Fue toda una hazaña lo que hizo, señor —susurró.
—Lo fue, ¿no es así? —convino Dumbledore en voz baja, deslizándose entre las cortinas. Harry apartó rápidamente su mano del rostro de Snape.
>>Como puedes ver, el profesor Snape está bastante bien —continuó Dumbledore, descansando una mano sobre el hombro tapado del profesor—. No me cabe ninguna duda de que se recuperará en poco tiempo.
—¿Qué le hicieron? —preguntó Harry, mirando con anhelo la mano de Snape que asomaba por debajo de la almohada.
—Según el profesor Lupin, no tuvieron la oportunidad de hacerle nada. De hecho, salió relativamente ileso de su encuentro con los captores de Remus. El daño no se lo hicieron ellos, se produjo antes de su encuentro con los mortífagos. Se puso al límite él solo. Puede que no conozcas esto sobre tu profesor de pociones, Harry, pero es un hombre al que si se le mete una idea en la cabeza, tiene que realizarla cueste lo que cueste. Dudo que se permitiera comer o dormir más allá de lo esencial para sobrevivir. Puede ser bastante terco —explicó Dumbledore con cariño.
—Sí, ya me he dado cuenta —dijo Harry con una leve sonrisa—. ¿Despertará pronto?
—Dentro de muchas horas. Madame Pomfrey decidió que lo mejor para ayudarlo a recuperarse era darle una poción de Dormir sin sueños. No se despertará hasta mañana.
—Volveré —juró Harry, recorriendo con sus ojos el cuerpo de Snape, como tratando de grabar su imagen en la mente por si el hombre volvía a desaparecer.
—Estoy seguro de que se alegrará de verte. Buenas noches, Harry.
—Buenas noches, señor —respondió el ojiverde sin mirarlo—. Buenas noches, señor —se despidió de Snape en apenas un susurro.
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Cuando regresó a su cama, Harry tuvo la primera noche de sueño ininterrumpido tras meses de despertarse abruptamente en mitad de la noche. Y, aunque no podía recordar sus sueños, sabía que éstos habían sido felices.
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Durante el desayuno, Harry les contó a Ron y Hermione las buenas noticias. Ambos se mostraron felices por ello y le pidieron a su amigo que trasmitiera sus mejores deseos al profesor Lupin la próxima vez que lo viera. Incluso parecieron alegres cuando Harry les dijo que Snape también estaba bien, y no les contó nada sobre su intención de visitarlo más tarde.
Harry asistió a todas sus clases apenas pudiendo disimular su impaciencia. Era consciente de que no podía saltárselas sin meterse en líos por ello, así que todo lo que pudo hacer fue refunfuñar por lo lento que transcurría el día. En Transformaciones no fue capaz de convertir su orquídea en un jarrón, pero la profesora McGonagall lo pasó por alto, susurrándose lo complacida que estaba de que Lupin estuviera de vuelta. La mujer no mencionó nada acerca de los sacrificios que Snape había realizado para lograrlo, y Harry tuvo que contenerse para no escupir las enojadas palabras que amenazaban con salir de su boca.
En Adivinación, Ron se apiadó de su falta de concentración y le indicó los fragmentos más relevantes que debían copiar para no tener problemas con Trelawney.
Tras el almuerzo, Harry acudió a la clase doble de pociones, donde no pudo evitar fruncir el ceño al encontrarse con el profesor Flitwick. El hombre generalmente le caía bien, pero no le gustaba verlo en ese puesto. El pequeño mago no tenía ningún derecho de tocar los frascos de Snape, o comentar el estado de las pociones hirviendo en sus calderos; ese era el trabajo de Snape, y el aula de Snape, nadie más debería estar allí. Harry frunció el ceño de nuevo, y comenzó a pensar que quizá se estaba volviendo un poco loco.
Cuando al fin concluyeron las clases del día, el ojiverde se despidió apresuradamente de Ron y Hermione en la biblioteca. Trató de aparentar indiferencia mientras caminaba hacia la enfermería, manteniendo la cabeza gacha para no llamar la atención de nadie que conociera. No quería tener que parar para conversar con alguien, solo quería volver a ver a Snape de nuevo.
Madame Pomfrey no pareció sorprendida al verlo aparecer, pero le reiteró su advertencia de que se encontraba en una enfermería, por lo que no debía armar escándalo. Harry echó un vistazo a la cama vacía de Remus y deseó que la transformación del hombre no fuera extraordinariamente dolorosa. Se quedó quieto junto al área cerrada por cortinas donde se encontraba Snape, y escuchó el tono suave del director, así como un murmullo más grave perteneciente al pocionista. Estaba despierto.
Harry se aclaró la garganta. ¿Cuál era el protocolo a seguir para visitar a alguien en la enfermería? Cuando había acudido a ver a alguno de sus amigos, las cortinas siempre se habían encontrado descorridas. ¿Cómo debía entrar cuándo éstas estaban cerradas?
Dumbledore retiró la gruesa cortina.
—Ah, Harry, mi muchacho. Ahora mismo le estaba comentando al profesor Snape que sin duda vendrías a visitarlo en algún momento. ¿Por qué no entras un segundo? Debo hablar con Madame Pomfrey.
Harry se hizo a un lado para dejar pasar al director y corrió las cortinas detrás de él. Alzó la vista hacia los pies de la cama; no sabía si tendría el coraje de mirar hacia arriba.
—Potter.
Esa voz. La voz que no había escuchado durante semanas. La voz que había temido no volver a oír nunca más.
Al fin, Harry se decidió a levantar la cabeza y mirar al hombre. Snape estaba recostado en la cama, apoyado contra varias almohadas gruesas. Por un segundo, el ojiverde experimentó un dejá vu al recordar la última vez que había visto al hombre en esa posición. Por aquel entonces, él solo quiso agradecer al profesor por salvarle la vida; en aquel momento se sintió receloso y con una vaga sensación de estar haciendo lo correcto. Pero esta vez, quería agradecer a Snape por arriesgarse de nuevo, solo para hacerlo feliz.
—Estúpido bastardo —susurró Harry con voz ronca. Snape arqueó una ceja de incredulidad y el joven se arrojó hacia el hombre, rodeando fuertemente con sus brazos su cuerpo, y enterrando su rostro en el pálido cuello—. Nunca jamás vuelvas a hacer algo así, o te mataré yo mismo.
Snape rio entre dientes, jadeando un poco.
—Si ese es el agradecimiento que voy a recibir, ten la seguridad de que nunca volveré a hacer nada por ti.
—Lo digo en serio —replicó Harry, alejándose un poco para poder ver el rostro de Snape—. No me dejes así nunca más. ¡Ni siquiera me contaste lo que pensabas hacer!
—Habría causado problemas —respondió Snape deslizando su mano por el costado del chico hasta llegar a su hombro—. No quería que te preocuparas.
Harry ignoró la declaración, pero la guardó en su mente para reflexionar sobre ella más tarde.
—¿Y esto? —preguntó, pasando su pulgar sobre uno de los colmillos de Snape.
El ojinegro parecía molesto.
—No puedo hacer que se retraigan. Puedo garantizar que esto dificultará mantener la atención de los estudiantes enfocada en la clase.
—No sé —bromeó Harry, riendo débilmente—. Siempre puedes amenazarlos con morderlos —Su rostro se ensombreció—. No te vayas así de nuevo.
Los dedos de Snape se enredaron en el cabello arremolinado en la nuca de Harry.
—Te lo prometo. La próxima vez te diré que me voy.
—No me dejarás solo de nuevo —replicó el ojiverde de forma obstinada.
—Harry —objetó Snape, con sus ojos insondables clavados en los del chico—, la maldición se ha acelerado. No queda mucho tiempo.
—No digas eso —susurró Harry, agarrando fuertemente los hombros del profesor—. ¡Lo digo en serio, Snape, no bromees sobre cosas así!
—¿Dónde ha quedado el 'Severus'? —bromeó el ojinegro, deslizando sus dedos suavemente sobre el cabello de Harry—. He salvado la vida de tu amigo, un amigo que ni siquiera aprecio particularmente, debo añadir, ¿y tú te pones así de formal conmigo? ¿Qué será lo próximo?
—Por favor, Severus, deja de burlarte —suplicó Harry.
Snape apartó al chico con cuidado.
—Deberías sentarte. Albus volverá en cualquier momento.
Lanzando una mirada resentida a la silla y una de nostalgia a Snape, Harry se alejó y acercó la silla a la cama del hombre. El ojinegro agarró una de las manos del joven y acarició los nudillos con su pulgar.
—¿Severus?
—¿Hmmm?
—¿Estás... estás completamente seguro?
El pulgar de Snape dejó de moverse, y entrelazó sus dedos con los de Harry hasta que sus manos quedaron palma contra palma.
—Lo estoy. Creo que todos los sobresfuerzos que he realizado a lo largo de estas semanas han acelerado el proceso. Hay pequeñas cosas que estoy notando, aparte de los colmillos. No voy a lograr llegar hasta junio. Y no pienso quedarme así.
Harry apretó los dientes por la punzada de dolor que sintió en su pecho.
—No lo harás…
—Si no lo hago yo, ¿quién lo hará? ¿Tú? No me importa lo que quieras prometerme, no creo que seas capaz de llevar a cabo los últimos pasos.
—No quiero que mueras —murmuró Harry suavemente.
Snape soltó una angustiada carcajada.
—¡Potter, no quiero morir! Pero no viviré como un vampiro. No viviría realmente. Todo lo que he hecho, todo lo que me ha convertido en lo que soy, me sería arrebatado. Y no puedo vivir una eternidad como esa.
—Si tuvieras que hacerlo, si no existiera ninguna otra opción, yo…
—¡Claro que no! —siseó Snape—. Ni siquiera lo menciones. Tienes tu lugar en el mundo, un destino que debe cumplirse. E independientemente de si la Profecía es correcta o no, tú eres nuestra mejor oportunidad para librar al mundo del Señor Oscuro de una vez por todas. No puedes renunciar a eso, no por mí.
—Pero yo quiero…
El sonido de la cortina al ser apartada provocó que el chico pegara un salto sobre su asiento, liberando su mano del agarre de Snape. Dumbledore entró.
—¿Está siendo agradable la visita?
—Sí, señor —respondió Harry, esperando no aparentar tanta culpabilidad como sentía.
—Potter ya se iba —gruñó Snape tras él.
—¿Tan pronto? —preguntó Dumbledore—. Muy bien, entonces…
—En realidad, señor… Quiero decir, señores —se corrigió Harry rápidamente. Había tenido una idea repentina—, he pensado que, dado que el profesor Snape se siente tan mal, tal vez sería buena idea que yo… —bajó la voz— hiciera una donación.
Dumbledore unió sus manos con una palmada.
—¡Qué idea más maravillosa!
El ojinegro frunció el ceño.
—De ninguna manera.
—Vamos, Severus, no hay necesidad de ponerse así. No sería la primera vez que sucede y probablemente te ayudará a recuperarte más rápidamente.
—No quiero —replicó Snape de forma hosca, cruzando los brazos sobre su pecho—. No tiene sentido retrasar lo inevitable.
—Severus…
—Albus —advirtió el profesor.
—¡Señor! —interrumpió Harry—. No me importa, de verdad. De hecho, me gustaría hacerlo. No le he dado las gracias aún por lo que ha hecho.
—Potter, no voy a tomar su sangre como agradecimiento —objetó Snape con irritación—. Si siente una necesidad tan abrumadora de darme las gracias, puede comprarme una de esas exasperantes y cacofónicas tarjetas que veo alrededor de su cama cada vez que se lesiona. Después de unas horas de estar sometido a esa música, sin duda me encontraré tan enfermo que abandonaré la enfermería desesperado o moriré feliz.
—No va a morir —protestó Harry, con sus ojos brillando por el enfado.
—Oh, ¿no es así? —replicó Snape.
—Chicos —suspiró Dumbledore—. Creía que ya habían superado esas pequeñas disputas. Severus, es una idea maravillosa, e insisto en que aproveches la amable oferta de Harry. Estás disponible ahora, ¿no es así, Harry?
—Sí, señor —respondió el ojiverde, sonriendo con satisfacción a Snape—. No tengo más clases hoy.
—Bien, bien —dijo Dumbledore—. Severus, me pasaré esta noche después de la cena. Harry, ¿quizás serían apropiados algunos hechizos de privacidad? Le indicaré a Madame Pomfrey que no debéis ser molestados.
Snape maldijo en voz baja y Harry sonrió.
—Está bien, director. Y gracias.
—Gracias a ti, Harry. Severus, compórtate.
Una vez que Dumbledore hubo cerrado las cortinas, el ojiverde lanzó un hechizo silenciador. Al girarse, se encontró con que Snape le estaba lanzando una mirada siniestra.
—¿Qué?
—¿Qué? —repitió Snape con sarcasmo—. Te he dicho que no quiero hacerlo. Se lo he dicho a él también —exclamó, señalando hacia las cortinas—. La próxima vez no me molestaré en hablar, para el caso que se me hace.
—¿Estás cómodo? —preguntó Harry mientras se quitaba los zapatos y la corbata.
El ojinegro lo fulminó con la mirada.
—¿Qué crees que estás haciendo exactamente?
Harry suspiró.
—Lo juro, a veces no demuestras ser el hombre inteligente que sé que eres. Échate a un lado.
—¡No lo haré!
—¡Bien! —espetó Harry, subiéndose a la cama y sentándose a horcajadas sobre el regazo del hombre. Se acomodó hasta encontrar la postura perfecta, con una rodilla a cada lado de la cintura de Snape—. ¿Estás cómodo?
El pocionista desvió la mirada, con sus brazos aún cruzados fuertemente contra su pecho. Harry se inclinó sobre él y olió su cabello.
>>¿Qué champú crees que es este? Me gusta.
—Mierda de hipogrifo, en lo que a mí respecta. ¿Puedes dejarme de una vez?
—¿Por qué lo haces todo tan difícil? Oh, espera, había olvidado con quién estoy hablando. Tu pasión en la vida es crear problemas donde no los hay.
Snape mostró sus colmillos, y Harry rio entre dientes.
El ojinegro cerró los ojos y suspiró, descruzó sus brazos y se recostó dramáticamente sobre las almohadas.
—Muy bien. Haz lo que quieras conmigo y acaba con esto de una vez.
Harry comenzó a reír en silencio, y su cuerpo hizo temblar la cama. Snape abrió los ojos con suspicacia y Harry no pudo aguantar más. Sus carcajadas resonaban por toda la silenciosa habitación.
—¿No debería ser yo…? —jadeó, quitándose las gafas para secarse las lágrimas que corrían por sus mejillas—. ¿No debería ser yo el que dijera eso? Tú eres el que me va a chupar la sangre, a fin de cuentas.
—No voy a chuparla, Potter —dijo Snape, con una pequeña sonrisa surcando sus labios—. Me la voy a tragar.
—¡Oh! Tráguesela, señor —pidió Harry, con la respiración entrecortada y sin asomo de risa, aunque con sus ojos todavía demasiado brillantes. Se miraron el uno al otro; su discusión cayó en el olvido por la comodidad que sentían en la presencia del otro.
Las manos pálidas de Snape se deslizaron lentamente por el pecho de Harry, desabrochando los botones de su camisa uno por uno. Cuando acabó con el último, sacó la camisa de los pantalones del ojiverde y estiró de ambos lados para abrirla aún más. Harry terminó de quitársela con un movimiento de hombros y la tiró sobre la silla.
Snape deslizó sus dedos suavemente por el pecho del joven hasta posarlos sobre el cálido hueco de su garganta. Harry sujetó el rostro del profesor entre sus manos y lo alzó lentamente, inclinando al mismo tiempo su cabeza hacia abajo para unir sus labios. Fue su primer beso, el primero que ambos compartían en deseándolo. Harry movió su boca sobre la de Snape, sintiendo cómo la sonrisa de superioridad se borraba de la cara del hombre, mientras sus labios se relajaban y se movían junto a los suyos.
El joven dejó escapar el aire lentamente mientras las manos del ojinegro acariciaban suavemente su cintura hasta llegar a su abdomen, para luego cambiar de dirección y dirigirse hacia su espalda. Era tan agradable, tan cálida, la forma en la que ambos se encontraban allí, amándose lentamente, que Harry deseó que ese momento jamás se acabara. Apartó los pensamientos intrusivos que comenzaron a aparecer en su mente antes de que lo dominaran.
Snape se reclinó hacia atrás, llevándose a Harry con él, y el chico envolvió con sus brazos el cuello del mayor, profundizando el beso. El primer roce de lenguas lo hizo temblar. Las manos cálidas del pocionista lo empujaron firmemente de sus omóplatos, pegándolo aún más a su cuerpo, y las piernas de Harry se estiraron, dejando de estar a horcajadas sobre el hombre para pasar a encontrarse recostado sobre él, con su pecho desnudo apoyado contra el del ojinegro, aún cubierto.
Harry abrió los ojos y separó su boca de la del profesor, apartando el cabello lacio del pocionista de su rostro. Snape retiró el flequillo de la frente de Harry, pasando su pulgar sobre la cicatriz con forma de rayo.
—Creo... quiero decir, me alegro de que hayas vuelto —susurró Harry—. No te vayas nunca más.
Los ojos de Snape se oscurecieron y deslizó la punta de uno de sus dedos por los labios de Harry.
—Bésame otra vez.
El ojiverde sonrió y se inclinó. Sus bocas se movieron lánguidamente, húmedas, una contra la otra. Harry retiró las sábanas de las piernas de Snape, la mandó de una patada a los pies de la cama y se estiró completamente, amoldando cada parte de su cuerpo al del mayor. Snape suspiró y separó las piernas, permitiendo que la pelvis del joven se clavara contra la suya, acunándolo contra su cuerpo.
Sus besos se volvieron más profundos y rápidos, y Harry comenzó a jadear mientras separaba su boca de la de Snape, lamiendo sus labios a la vez que sentía unas manos fuertes descender por su espalda y agarrar su trasero, acercándolo más a su cuerpo. El ojiverde gimió y apoyó su frente contra la almohada, deleitándose con los movimientos sinuosos ejecutados por el pocionista, y con la cálida lengua que lamía su cuello. Harry contrajo su trasero, empujando contra la palpitante erección que podía sentir a través de la bata de hospital. Empujó una y otra vez, lentamente, incrementando un poco su fuerza en cada movimiento, lo que provocó que se extendieran por sus músculos escalofríos de excitación.
Harry gimió con anticipación cuando los largos dedos del ojinegro tiraron dolorosamente de su cabello, manteniéndolo quieto, para luego perforar con los colmillos la tierna carne de su cuello. El joven se sacudió violentamente, y todo su cuerpo se estremeció ante la agradable intrusión. Notaba el aliento cálido sobre su hombro. La otra mano de Snape agarró su trasero, empujando la polla de Harry contra la suya de forma ruda.
—Dios, sí —gimió el ojiverde. Lamió el cuello del profesor frenéticamente, empujándose contra él con vigor. Sentía su piel arder en el lugar donde la boca de Snape succionaba, profunda y húmeda, contra su piel. Harry mordió el cuello del mayor en respuesta, lamiendo la carne mientras sentía su propia sangre brotar de su garganta para acabar en la boca ansiosa Snape. El ojinegro envolvió sus piernas alrededor de las de Harry y empujó violentamente hacia arriba, presionando sus pollas juntas. Harry se perdió en un momento de dicha extrema y su cuerpo convulsionó en un orgasmo contra el cuerpo en celo de Snape.
Snape jadeó contra la garganta de Harry y sus embestidas se volvieron más descontroladas, hundiendo sus caderas erráticamente contra el cuerpo saciado del joven. Harry notó un líquido cálido calando sus pantalones tanto por dentro como por fuera, mientras perdía toda su fuerza y se desplomaba contra Snape. La succión en su garganta disminuyó, y el ojinegro fue retirándose lentamente. Harry se estremeció cuando la lengua del mayor lamió calmadamente su piel hasta que estuvo limpia y como nueva.
Snape abrazó al joven de forma protectora y Harry enterró la cabeza en su cabello.
—No me dejes de nuevo —susurró Harry, odiando el tono de súplica en su voz. Casi sollozó cuando escuchó la tranquila respuesta.
—Intentaré no hacerlo.
*La expresión es “can´t keep a good man down”. No sabía muy bien cómo traducirla al español, ya que no encuentra una expresión similar, aunque básicamente lo que quiere decir es que un hombre bueno puede superar todos los obstáculos que se le pongan en el camino. No sé si me he explicado jajajaj.
Y ya solo quedan 4 capítulos. Perdón por el retraso, iba a subirlo hace dos días, pero me retrasé escribiendo el fic como respuesta al desafío del cumpleaños de Severus. Os invito a leerlo también. Gracias por continuar leyendo esta historia.