La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Aqua Fresca. Capítulo 11

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nienna0410
Explota calderos
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Aqua Fresca. Capítulo 11 Empty
MensajeTema: Aqua Fresca. Capítulo 11   Aqua Fresca. Capítulo 11 I_icon_minitimeJue Dic 17, 2020 7:11 pm

Querido Remus,


Lamento no haberte escrito últimamente. He estado muy ocupado con los estudios y con todo.


Lo siento. No te estoy diciendo la verdad. O toda la verdad, al menos.


De verdad, me gustaría hablar contigo. Tengo algunas cosas rondando mi mente y no me siento cómodo hablando con nadie más. Sé que estás ocupado y Dumbledore no me ha dicho dónde estás (no es que le haya preguntado, no lo he visto mucho últimamente).


Yo solo... mira, eres uno de los únicos adultos en los que confío. Me refiero a confiar realmente. Eras amigo de mi padre y de Sirius, y supongo que siempre he sentido que podía fiarme de ti si lo necesitaba.


Si no puedes venir a verme a Hogwarts, lo entenderé. ¿Puedo escribirte? Creo que necesito un consejo, y no es algo de lo que quiera hablar con Ron y Hermione.


No te apresures en regresar ni te pongas en peligro. No tiene nada que ver con Voldemort. Sí estoy seguro.


Harry



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—¡Oye! —exclamó Ron indignado cuando las alas batientes de Hedwig lo golpearon en un lado de la cabeza.


—Bien hecho, Hedwig —sonrió Hermione.


Harry no dijo nada, solo extendió el brazo para que la lechuza tuviera una percha estable en la que posarse y cuidadosamente le quitó el pergamino que llevaba enrollado en la pata.


—Buena chica —dijo distraídamente, dándole una rápida caricia a sus plumas. Acercó las rodillas al pecho y leyó el pergamino en silencio. Hermione y Ron vieron como su rostro cambiaba de la expresión recelosa que había mostrado durante la semana pasada a una de satisfacción.


—¿Buenas noticias? —preguntó Ron, recostándose sobre su estómago y dándole un empujón suave en la rodilla a Hermione hasta que ella le pasó otro pastel de caldero.


—Sí —respondió Harry con una pequeña sonrisa—. Remus viene de visita.


—¿El profesor Lupin? ¡Pero eso es genial! ¿Ha dicho cuándo? —inquirió Hermione.


—No —dijo Harry mientras se levantaba y sacudía los trozos de hierba que se habían quedado adheridos a su capa—. Me voy ya. He olvidado algunos de mis libros. ¿Nos vemos en la cena?


Ron y Hermione observaron cómo su mejor amigo regresaba al castillo. Hermione se mordió el labio pensativamente mientras Ron se levantaba y arrojaba los restos de su pastel al lago. Las migas esparcidas fueron rápidamente capturadas por varios peces.


—¿Tú también tienes la sensación de que nos está ocultando algo? —Le preguntó Hermione a su pelirrojo novio.


—Sí —respondió Ron un poco cortante, tendiéndose en el suelo abruptamente y poniendo su cabeza en el regazo de su novia. Hermione comenzó a acariciar distraídamente su cabello.


—Ojalá supiera qué es.


—Hermione, algunas cosas no son asunto nuestro. No puedes contarle todo a tus amigos.


—¡Tú me lo cuentas todo!


Ron rozó con cuidado la mandíbula de la chica con el dorso de su mano.


—Eso es porque no tengo nada que esconderte, amor.


—¿Y Harry sí? —preguntó ella suavemente. Ante el asentimiento de Ron, suspiró—. Ojalá pudiéramos ayudarlo.


—Todos deben pelear sus propias batallas, incluso Harry. Especialmente Harry.


—¿No crees…?


—No, no es nada sobre Quién-tú-sabes. Creo que más importante que eso.


—¿Qué podría ser más importante que Quién-tu-sabes?


Ron la miró con una sonrisa traviesa.


—Venir y darme un beso.


—¡Ronald Weasley! Hay cosas más importantes en la vida, ¿sabes?


Y si Hermione no se había dado cuenta de que ella misma había respondido a su propia pregunta, Ron no sería quien se lo dijera. No era frecuente que él captara las cosas más rápido que su novia, pero en las pocas ocasiones en que eso ocurría, lo disfrutaba hasta el último segundo.



Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx



Me siento, reflexiono y estoy molesto.


El hombre lobo está aquí. Me está costando toda mi fuerza de voluntad no rodear su garganta con mis manos y apretar hasta que esté tan muerto como su estúpida pareja. O huir como un adolescente asustado.


Algo que ya no soy.


Aun así, es desconcertante verlo de nuevo en la mesa. Lo sé, sé en lo más profundo de mi corazón que él no supone una amenaza para mí; sé que es mi poción, y mis habilidades, las que lo mantienen cuerdo cuando la luna revuelve su sangre y lo transforma en mi peor pesadilla.


Bueno, en una de mis peores pesadillas.


Me pregunto si su sangre sabrá diferente a la de Ha...


Frunzo el ceño y juego distraídamente con la comida preparada especialmente para mí. Los elfos domésticos son muy sagaces. Me han colocado expresamente un caldo muy diluido, casi insípido, que se enfría lentamente frente a mí. A mi derecha hay un plato de verduras suaves y queso cremoso. Ya no soporto la carne.


Solo la carne de...


Gruño y aprieto la cuchara.


Lupin ha asentido cortésmente en mi dirección como saludo antes de sentarse al lado de Dumbledore, quien se hizo a un lado para hacerle espacio. Contra mi voluntad, mis ojos se dirigen a la mesa de Gryffindor. El chico sonríe y saluda.


No a mí. Estos últimos días, solo me dirige miradas de reojo. Me pregunto si es consciente que lo hace, o de que yo lo estoy mirando.


Me he limitado a observarlo. No voy a hablar con él, no puedo hacerlo. Siento tanta rabia contra mí mismo, contra él, que sé que, si abro la boca, “¡Remueve en el sentido de las agujas del reloj, imbécil, en el sentido de las agujas del reloj!” --, no seré capaz de detenerme, y todo los indecible, todas las verdades a medias y las verdades completas saldrán de mi boca, cubriéndolo de veneno. Si empiezo a hablar ahora, ningún habitante de la Tierra podrá detenerme.


Estoy cansado de esta pelea.


Levanto la mirada y me doy cuenta de que el comedor se está quedando vacío. Llevo sentado, mirando el plato, y en su dirección, y su cara, casi una hora. Debo reconocerme el mérito de que nadie me haya hablado durante todo este tiempo. Soy intocable. No tengo miedo. Soy una isla.


El chico camina hacia mí, con sus amigos siguiéndolo. ¿Va a hablarme? ¿Viene para disculparse o para exigir una disculpa? Siento tanta debilidad ahora mismo que creo que le daría todo lo que pidiera.


Ha pasado de largo sin dirigirme ni una sola mirada. Estoy más allá de su desdén ahora.


Pruebo un sorbo de sopa fría e intento por todos los medios suprimir la bilis que sube por mi garganta. La sopa es insípida, aguada, fría. No se parece en nada a él; no se parece en nada a su sangre.


Quiero su sangre. Me siento débil, pero no estoy desnutrido. Creo que podría pasar días, semanas, o incluso meses antes de volver a necesitarla. Hay otras formas...


Pero necesito su sangre. Quiero tener su sabor en mi boca de nuevo. Quiero sentirla cálida, espesa y palpitando sobre mi lengua.


Los amigos se han marchado, y ahora se encuentra hablando con el director y el hombre lobo. No puedo oír lo que están diciendo, pero no voy a irme. Me llevo otra cucharada a la boca. Se desliza desagradablemente por mi garganta. Entonces esta es mi penitencia. Voy a continuar forzándome a alimentarme hasta que él abandone el comedor. No puedo ser yo quien se vaya primero. Mis días están contados y no desperdiciaré esta oportunidad, ni ninguna otra oportunidad de estar en la misma habitación que él.


Muerdo mi lengua y pruebo el reconfortante sabor de mi propia sangre recorriendo mi garganta. Me estoy convirtiendo en un monstruo.


El monstruo real se pone de pie y se despide de Dumbledore, con su mano descansando casualmente sobre el hombro de Potter. La visión de esto me perturba.


Se encaminan juntos hacia la salida, con la mano del licántropo en el hombro del chico, guiándolo fuera de la habitación. Levándolo lejos de mí. Van hablando en voz baja y agudizo el oído mientras miro fijamente la sopa. Podría escuchar cada palabra que sale de sus bocas si jugara sucio. Si usara mi don, podría conocer todos sus secretos.


Pero no lo hago. Pasan de largo sin decir una palabra, sin mirarme. Me vuelvo hacia Albus y me pregunto por la mirada que me está dirigiendo.



Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx



—¿Te apetece una cerveza de mantequilla? —preguntó Remus mientras entraban a su habitación de invitados.


—Gracias —respondió Harry. Remus fue a la cocina y regresó con dos botellas. Acto seguido, le entregó una a Harry y le hizo un gesto indicándole que se sentara. Sacó su varita de su manga y la colocó sobre la mesita.


Harry miraba al suelo de forma inexpresiva, tomando pequeños sorbos de su botella. El silencio entre ellos se hizo cada vez más grande.


—Harry —comenzó Remus suavemente—, ¿qué pasa?


Harry se congeló, con la botella cerca de su boca. La dejó en el suelo, moviéndose con la misma lentitud que un anciano.


—Yo…


Se instaló un silencio ensordecedor de nuevo en la sala.


—¿Se trata de Snape? —preguntó Remus.


Los ojos de Harry se endurecieron.


—¿Por qué piensas eso?


Remus jugueteó con el borde de su botella.


—En tu carta decías que no era nada relacionado con Voldemort, y te creo. Obviamente, algo te está carcomiendo, y es algo de lo que no puedes hablar con Ron y Hermione. Estabas actuando como si no pasara nada frente al director —se encogió de hombros—, así que solo he sumado dos más dos. Sé que habéis estado trabajando bastante cerca últimamente.


—¿Qué le has dicho a Dumbledore para justificar tu presencia aquí? —cuestionó Harry, sacudiendo levemente su mano mientras cogía la botella y comenzaba a desprender la etiqueta.


—Solo que necesitaba un descanso entre misiones, y que no había visto a mi ahijado favorito desde hace mucho tiempo.


—Bien. Eso es bueno —murmuró Harry, con la mirada baja.


—Harry —lo llamó Remus, desplazándose para sentarse junto a él. Le quitó la botella al joven de la mano y la dejó fuera de su alcance, apretándole las manos una vez las tuvo libres—. ¿Qué está pasando? ¿Por qué estás así?


Una carcajada aterrorizada escapó de la boca de Harry.


—No lo sé —dijo, alejándose de Remus y cruzando los brazos sobre su pecho—. No entiendo por qué estoy así. ¿Acaso no tengo suficientes cosas por las que preocuparme?


Remus lo agarró por los hombros.


—¿Qué te ha hecho, Harry? ¿Qué puede ser tan malo para que te estés comportando así?


—Así cómo —inquirió Harry, torciendo la boca.


—Como si estuvieras asustado —respondió Remus—. ¿De qué tienes miedo, Harry?


El joven lo estuvo mirando fijamente durante tanto tiempo que Remus llegó a pensar que había olvidado la pregunta.


—De esto —susurró finalmente Harry, y se inclinó hacia delante, besando a Remus suavemente en los labios.


Remus estaba perplejo. El joven se apartó y lo observó pensativo. De pronto, colocó la palma de una de sus manos en la parte posterior de la cabeza de Remus y lo acercó más a él, besándolo de nuevo.


La boca de Harry presionaba suavemente contra la del licántropo, tanteando. Remus se sentía como un bloque de hielo, rígido e insensible, excepto por la calidez de los labios de Harry sobre los suyos, y la mano del chico en su cuello.


La boca de Harry se abrió y el mayor notó la lengua rozando de forma vacilante sus labios, deslizándose sobre ellos.


—¡Para! —exclamó Remus con voz ronca, alejándose del menor—. ¿Qué estás haciendo? Detente. No puedo…


—Por favor —pidió Harry, mordiéndose el labio—. Necesito saber. Quiero saber.


Remus emitió una risa despiadada mientras se levantaba, alejándose rápidamente y pasándose las manos por el cabello.


—No entiendes…


—¡Sí que lo hago! —replicó Harry, poniéndose de pie también y estrechando su cuerpo contra el de Remus. Se pegó al mayor, levantando el brazo para agarrar su cuello y besarlo de nuevo. El hombre lobo gimió cuando la lengua de Harry se introdujo en su boca, plana y húmeda. Se dejó llevar por la sensación; había pasado demasiado tiempo desde que tuvo por última vez un cuerpo firme presionado contra el suyo; demasiado tiempo desde que había tenido a un compañero entusiasta frotándose contra su pierna; Demasiado tiempo; Desde que Sirius…


—¡No! —gritó, empujando a Harry.


—¿Por qué no?


—Porque no te amo de esa forma —respondió Remus—. Oh Dios, no puedo amarte de esa forma.


—¿Por qué no? ¿Por qué nadie me quiere? —gritó Harry—. ¿Qué cojones me pasa para que nadie me quiera?


—¿Qué te ha hecho? —cuestionó el mayor, con sus ojos iluminándose con enfado. Agarró a Harry por los antebrazos y lo sacudió—. ¿Qué te ha hecho Snape?


Harry lo miró con furia.


—No me ha hecho nada —escupió.


—No te creo.


—¡NO ME HA HECHO NADA! Quería que lo hiciera, pero no lo hizo, ¿vale? ¡NADA!


—Entonces, ¿por qué estás así? ¿Qué te pasa? —preguntó Remus, con su voz temblando de ira.


Harry se liberó del agarre del licántropo.


—No me pasa nada. Solo que soy un bicho raro.


—No eres un bicho raro —replicó Remus enfadado. Harry maldijo entre dientes.


El licántropo agarró la barbilla de Harry y tiró de ella con fuerza, obligando al chico a mirarlo.


>>No eres ningún bicho raro —repitió con más calma—. No pasa nada malo contigo, y no pienso escuchar otra cosa. Ahora cuéntame, ¿qué pasa? ¿Por qué estás haciendo esto?


Harry trató de alejarse, pero el mayor se lo impidió apretando su agarre, hundiendo sus dedos en el rostro de Harry, provocando que la piel se viera blanca y pellizcada.


>>¿Por qué?


Harry no lo miraba a los ojos, pero Remus esperó pacientemente.


El moreno comenzó a responder con voz insegura.


—Por favor, lo siento. Sólo…


—¿Por qué?


—No era mi intención. Ni siquiera estaba seguro…


—¿Por qué?


—Deja de preguntarme —suplicó Harry, levantando finalmente su mirada.


—Dime por qué, Harry. Por favor —pidió Remus, aflojando el agarre sobre la barbilla de Harry.


Por un momento creyó que el chico iba a romper a llorar. Sus ojos estaban demasiado brillantes por detrás de sus gafas, pero en un abrir y cerrar de ojos, volvieron a apagarse.


—Lo siento —susurró Harry.


—No hay nada por lo que disculparse. Solo quiero saber por qué, Harry. ¿Por qué yo?


—Porque... porque puedo confiar en ti —respondió Harry, con la voz quebrada.


Remus rodeó con sus brazos al tembloroso chico y apoyó la cabeza del joven contra su pecho. Ambos respiraban con dificultad mientras Remus frotaba su mano suavemente sobre la espalda de Harry. Tras unos segundos, el moreno levantó los brazos con cuidado y devolvió el abrazo al mayor.


—Harry. Amor —habló Remus suavemente contra el cabello de Harry—. No podemos.


—Lo sé —respondió Harry medio en broma, con la voz apagada—. Mi padre te hubiera matado, ¿verdad?


—Sí, y Sirius también —rio Remus entre dientes. Tiró del cabello de Harry hasta que el chico levantó la cara, y vio sus ojos secos—. Harry, te amo, pero no de esa forma.


—Me has devuelto el beso —murmuró el joven.


—Sé que lo he hecho, pero no debí hacerlo. Me sorprendiste.


—¿Solo por eso?


Remus frotó su pulgar suavemente sobre la cicatriz de Harry y luego la besó.


—Eres un joven hermoso, y nadie en su sano juicio te rechazaría.


—Tú lo hiciste.


—Pero no por las razones que crees. No ha sido por la diferencia de edad, ni por el hecho de que conocía a tus padres. Ni siquiera por el hecho de que la primera vez que te vi, estabas rojo y gritabas en tu cuna.


Harry se mostró un poco avergonzado y Remus sonrió con ironía.


>>Es por lo que siento; no por ti, sino por Sirius. Yo…


—¿Tú y él…?


Remus asintió con los ojos llorosos.


>>Lo siento —se disculpó Harry en voz baja, estrechando a Remus en sus brazos—. Lo siento mucho. No lo sabía. Yo nunca habría…


—Lo sé —respondió Remus, besando la parte superior de su cabeza—. Y lamento no habértelo contando nunca, es solo que no estábamos seguros de cómo te lo tomarías.


—Creo que me lo habría tomado bien —sollozó Harry—. ¡Dios mío, Remus! Todo este tiempo, y nunca supe lo que significaba para ti. Lo que significaban el uno para el otro. ¡No me puedo creer que no fuera capaz de verlo!


Remus lo hizo callar.


—No pasa nada. Éramos muy cuidadosos. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que nos habíamos visto que no estábamos seguros... —su voz se quebró.


—Lo siento —repitió Harry, mostrándose avergonzado—. No quería hacerte daño.


—No lo has hecho —Remus sonrió con cansancio—. Supongo que debería habértelo dicho, pero nunca me imaginé que serías…


—¿Cómo?


—Como yo.


Harry desvió la mirada.


—Yo tampoco.


Remus le dio un último beso en la frente y rompió el abrazo.


—¿Aún confías en mí?


Harry bajó la mirada.


—Sí. Y mira, lo siento, de verdad. Ni siquiera pienso en ti de esa forma, en realidad, solo... no estaba seguro de lo que me estaba pasando.


—¿Y ahora lo sabes?


Harry se encogió de hombros.


—Siempre lo he sabido, simplemente no quería admitirlo —Levantó su mirada de nuevo, buscando la del licántropo—. ¿Seguro que no me odias?


—Idiota —bromeó Remus—. Como si pudiera llegar a odiarte alguna vez. ¿Quieres otra cerveza de mantequilla? ¿Quieres sentarte y hablar un poco más?


—No, gracias —respondió Harry, negando con la cabeza—. Se hace tarde y será mejor que vuelva a la torre. Eh… ¿puedo seguir escribiéndote?


Remus gruñó.


—Por supuesto que sí. Si no lo haces, regresaré aquí antes de que te des cuenta, y te armaré un espectáculo en medio del Gran Comedor. ¿Quieres que te acompañe hasta la torre?


—No, no hace falta. Quizá me quede un rato en la biblioteca. Bueno, ya nos veremos —Harry caminó lentamente hacia Remus, reflejando inseguridad sobre qué hacer a continuación.


El mayor resolvió el problema rodeándolo con sus brazos.  


—Te amo, Harry —susurró contra su cabello—. No lo olvides nunca.


—No lo haré —dijo Harry, apretando aún más el cuerpo del licántropo por una fracción de segundo. Acto seguido, levantó la cabeza y besó a Remus en la mejilla—. Buenas noches.


—Buenas noches, Harry —respondió Remus y se hundió de nuevo en el sofá. Cogió una cerveza de mantequilla que se encontraba en el suelo y bebió un trago distraídamente.


—Sirius —dijo en voz alta—. ¿Qué diablos voy a hacer ahora?

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