La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Aqua Fresca. Capítulo 8

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nienna0410
Explota calderos
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Aqua Fresca. Capítulo 8 Empty
MensajeTema: Aqua Fresca. Capítulo 8   Aqua Fresca. Capítulo 8 I_icon_minitimeJue Dic 03, 2020 3:45 pm

Snape había estado muy silencioso durante las últimas lecciones. No de una forma irrespetuosa, sino más reflexivo de lo que acostumbraba a estar. Severus, como Harry había empezado a llamarlo en su mente, se comportaba tan educadamente como era posible en él, lo que era mucho para una persona cuya reputación de descortesía solo era superada por su reputación de crueldad.


Había algo que le preocupaba y Harry no sabía qué era. Y no le gustaba no saberlo.


Las clases de Oclumancia, aunque no eran pan comido, se estaban volviendo cada vez más fáciles. Los reflejos de Harry eran tan rápidos que Snape solo podía quebrar sus defensas aproximadamente una cuarta parte del tiempo, y solo después de golpearlas sin piedad. También se estaba volviendo más fácil para Harry conocer el estado de ánimo de Snape.


—¿Sucede algo, señor? —preguntó Harry una noche mientras repasaban sus respectivos textos. Era difícil mantener el entusiasmo por una tarea tan ingrata; no estaban más cerca de hallar una cura de lo que lo habían estado dos meses atrás, pero era obvio que Snape no podía darse por vencido y Harry no quería hacerlo. Tenían que encontrar algo. El fracaso, que provocaría la muerte de Snape o su conversión definitiva, no era una opción.


—Estoy bien, Potter —respondió Snape en tono apagado. Lanzó una mirada taciturna al pergamino en el que había estado escribiendo durante los últimos tres cuartos de hora, hizo una mueca de disgusto y le prendió fuego con un hábil movimiento de dedos.


—¿Está seguro? —repitió Harry mientras se dirigía hacia el escritorio donde Snape miraba abatido las cenizas del pergamino destruido. Los labios de Snape se movieron sin emitir sonido y las cenizas se sacudieron, hasta que finalmente desaparecieron.


Snape suspiró profundamente


—¿Qué está haciendo, Potter? —preguntó, sacudiendo la cabeza de lado a lado, aliviando la tensión de sus hombros.


—Le estoy haciendo una pregunta —respondió Harry con tono casual— Se llama conversación.


Snape finalmente lo miró.


—¿Está aburrido?


Harry negó con la cabeza y se sentó en el borde del escritorio.


—Lamento no haber sido de mucha ayuda. Creía que a estas alturas ya habríamos encontrado alguna solución, pero…


—Pero —continuó Snape lo que el joven había dejado inacabado—, el tiempo se agota. Soy perfectamente consciente del tiempo que queda.


—Nos quedan más de seis meses.


—Aunque fueran seis años; no tiene importancia si no puedo encontrar nada que sirva de ayuda. ¡Todo lo que encuentro siempre vuelve al mismo poema!


La voz suave de Harry recitó:


—A la una, el recipiente lo contiene; a las dos, el recipiente se afila; a las tres, es un anhelo; a las cuatro, es una necesidad; a las cinco, los sentidos se despiertan; a las seis, las pasiones estallan; a las siete, y siete, y siete, el recipiente debe verterse o será condenado.


Los ojos de Snape se abrieron con sorpresa y Harry se sonrojó.


>>Pensé que sería útil memorizarlo, por si en algún momento me encontrara con algo que pudiera ayudar.


—Estoy impresionado, señor Potter —dijo Snape con asombro.


—No soy un completo idiota —rio Harry levemente, mientras se frotaba despacio la nuca.


—Nunca dije que lo fueras —replicó Snape. Harry arqueó una ceja y fue recompensado con un bufido—. Bueno, últimamente no, al menos.


Una vez más, esa mirada apareció entre ellos; la que llenaba a Snape de inquietud y melancolía, y la que Harry comenzaba a ansiar.


—Este sábado es el baile de Halloween —dijo Harry en voz baja.


—Así es


—¿Usted estará allí? —preguntó Harry, tratando de ocultar su preocupación. Fue recompensado con una carcajada.


—¿A dónde más podría ir? Pero soy bastante consciente de que normalmente es un día de celebración. Pospondremos nuestra clase y nuestro... arreglo. Puedes hacer lo que sea que hagan los jóvenes en una noche así.


—Preferiría no hacerlo —respondió Harry lentamente—. Preferiría ... ¿puedo bajar y verle después?


—Seguro que tiene otros planes, otros compromisos. ¿No estarás ocupado tras el baile? —cuestionó Snape, con un deje de confusión en sus ojos.


—Entonces bajaré después —alegó Harry, evadiendo la pregunta. El joven mostró una pequeña y triste sonrisa, y apretó suavemente el hombro de Snape.

—Buenas noches, profesor —se despidió, y liberó su agarre. Snape lo observó coger su mochila en silencio. Harry caminó hacia la puerta, y le lanzó una última y penetrante mirada.


—Buenas noches, Harry —respondió Snape en voz baja mientras Harry salía, cerrando la puerta tras él.



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Harry apenas había cerrado la puerta cuando escuchó el “Legeremens”. Sus labios se torcieron con ironía mientras se apoyaba contra la sólida puerta, cerrando los ojos con concentración mientras sus defensas se establecían rápidamente. Tras unos instantes de batalla silenciosa, notó como disminuía el intento de intrusión en su mente, hasta desaparecer finalmente.


—¡Feliz Halloween a ti también! —exclamó Harry con una sonrisa.


Snape le lanzó una mirada abrasadora.


—Estás ocultando algo.


Harry se apartó el pelo de los ojos y se subió las gafas.


—¿Eso es todo lo que has podido averiguar de mí? Genial


—Tienes un secreto —insistió Snape sombríamente.


—Tengo muchos secretos —respondió Harry en tono misterioso. Dejó caer su mochila en un rincón y empezó a quitarse la túnica—. Entonces, ¿un té?


—Siéntete como en casa —dijo Snape con sarcasmo, aunque bastante débil. El profesor realizó el pedido a las cocinas a través de la chimenea y se quedó helado cuando se giró hacia el joven.


—Tú… —vaciló Snape con voz ronca—, ¿no tuviste tiempo de ir a cambiarte? —Snape había estado observando a Harry en el baile, quien permaneció básicamente sentado con sus compañeros de Gryffindor la mayor parte del tiempo, pero se levantaba de vez en cuando para bailar con Hermione. En un momento dado, había visto a Harry negar con la cabeza enfáticamente a Luna y Ginny, con apenas cinco minutos de diferencia entre una y otra.


Harry miró tímidamente su ropa.


—Lo siento. Quería asegurarme de llegar aquí antes de que te fueras a la cama. Está bien, ¿no?


Snape asintió. Estaba más que bien. Escondido bajo la túnica de Harry, había un conjunto que Snape nunca había visto antes. Suponía un gran cambio con respecto al estilo habitual del joven, de pantalones vaqueros holgados y camisetas desgastadas. El chico se veía apetecible, desde las puntas de sus pulidas botas negras hasta la parte superior de su despeinada cabeza. Sus pantalones de vestir negros estaban muy arrugados y sujetos por un cinturón con una hebilla de oro discreta. Su camisa era roja; roja como el crepúsculo previo a un día a abrasador; roja como la piel de una manzana fresca; roja como un vino añejo. Roja como la sangre.


Snape se sintió un poco asqueado consigo mismo.


Harry comenzó a enrojecer y a juguetear tímidamente con el botón que mantenía el puño de su camisa cerrado.


—Te ves... —comenzó Snape. Se contemplaron el uno al otro en silencio.


>>¿Tienes otro compromiso? —preguntó Snape de repente. Harry lo miró con confusión—. Tu…


—No —respondió el chico en tono calmado, bajando la cabeza—. Yo solo…


—No mienta por miedo a herir mis sentimientos. Aunque agradezco sus… donaciones, posponerlas unos días no me causará ningún dolor. Si tiene otros planes, yo no ...


Harry rio malhumorado.


—Mire, no voy a ir a ningún lado, ¿de acuerdo? —Se pasó las manos por el pelo, desordenándolo considerablemente—. ¿Podemos simplemente…?


—¿Simplemente qué? —cuestionó Snape, tratando de no mostrar su curiosidad.


—Simplemente… el té. Vamos a bebernos el té —dijo Harry, desviando la mirada y recogiendo la bandeja que acababa de aparecer por la chimenea.


Snape lo fulminó con la mirada y le quitó la bandeja de las manos.


—Tome —soltó Harry abruptamente mientras Snape se sentaba. El chico empujó un paquete rectangular hacia él.


Snape supo lo que era en el momento en que lo vio y no pudo evitar que una pequeña sonrisa se instalara en su rostro. Cogió con delicadeza el paquete de Tim Tams y lo abrió.


—Sorprendentemente, parecen estar todos, y sin haber sido tocados —dijo, tratando de ocultar el placer en su voz.


—Sí, bueno... —tartamudeó Harry—. Sé que te gustan, y me encontré un paquete... no es porque sea Halloween, o un regalo o algo así. Ha sido solo una coincidencia.


Snape, que no creía en las coincidencias, la suerte o cualquiera de esas otras tonterías que significaban que uno no era el responsable de su propio destino, permitió que una sonrisa de satisfacción aflorara a la superficie.


—Por supuesto que no, señor Potter —Extendió la bandeja y sin decir palabra le ofreció la primera galleta a Harry.



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—¿Nada?


—¿Vas a hacerme la misma pregunta todos los días? —espetó Snape.


—No, solo los días que te veo —sonrió Harry, levantándose de su asiento y estirando la espalda. Su camisa se elevó un poco, revelando un pequeño parche de estómago. Snape se obligó a apartar la mirada de la línea oscura de vello que comenzaba debajo de su ombligo y serpenteaba hacia su cremallera, pero Harry, que había captado la dirección de su mirada, bajó los brazos, con un leve rubor apareciendo en su rostro.


—¿Quieres que te sirva otra taza de té? —preguntó con nerviosismo.


—No —respondió Snape de forma distraída—. Te has comido todas las galletas.


—Así que lo hice —Harry le lanzó una mirada, se aclaró la garganta y preguntó—: Entonces, ¿te gustaría...?


—Sí —dijo Snape rápidamente y casi hizo una mueca ante su despliegue de entusiasmo—. Ah. Sí. Sobre eso… ha habido cierto desarrollo en esa... área.


Eso despertó el interés del chico. Snape luchó para evitar que el sonrojo que podía sentir apareciera en sus mejillas.


>>Parece que he… —se interrumpió. Es estúpido avergonzarse por lo que es un desarrollo normal. Bueno, normal por lo que estoy experimentando, pensó con pesar.


—¿Qué pasa profesor? Sabes que no se lo diré a nadie —dijo Harry—. No te duele nada, ¿verdad?


Snape negó con la cabeza, contestando a ambas preguntas, e hizo un mohín.


—Quizás era de esperar, pero aún me impacta descubrir lo que le está sucediendo a mi propio cuerpo —Harry continuó con los ojos clavados en él, mordiéndose el labio inconscientemente.


—Parece que he desarrollado… —bajo la voz hasta convertirla en un susurro—… colmillos.


—¿Colmillos? —casi gritó Harry. El rubor que Snape había estado luchando por contener acabó por aflorar a sus mejillas.


>>Lo siento. Lo siento, señor. Es solo que... ¿puedo verlos?


Snape miró a Harry con asombro. De todas las reacciones que esperaba, el entusiasmo no era una de ellas.


Harry notó su incomodidad y bajó un poco la cabeza.


>>Lo siento. No debería haber pedido algo tan personal.


Las manos de Snape se apretaron con fuerza y luego se relajaron.


—Es... es de esperar, supongo. No es frecuente que uno esté en presencia de un vampiro.


—No lo eres —replicó Harry.


—¿No lo soy? —Snape rio malhumorado—. Mis sentidos se han magnificado hasta el punto de poder identificar, meramente por su olor, a la persona que llama a mi puerta. Mi fuerza se ha multiplicado por diez y bebo sangre. Si no fuera un vampiro, estaría preocupado por el estado de mi salud mental.


—Sí, bueno... puedes tener todos los rasgos de uno, pero no lo eres —El “aún” al final de esa oración fue tácito—. Entonces, ¿vamos al grano? —murmuró Harry.


—Potter —suspiró Snape, y le hizo un gesto para que se acercara. Harry caminó vacilante hacia él. El profesor estaba de pie con las manos cruzadas con fuerza sobre el pecho, y su rostro sin mostrar expresión alguna. Harry levantó la mirada del estómago del hombre, dirigiéndola hacia su cuello, la boca cerrada y los ojos insondables. Snape le ofreció una pequeña sonrisa de superioridad y Harry se relajó. La sonrisa aumentó, el labio superior se hizo más delgado y se retrajo, y el labio inferior se dobló hacia abajo. Entonces Harry los pudo ver…


Los caninos ligeramente amarillentos del profesor de pociones se habían alargado y afilado hasta cierto punto. Resplandecían intensamente en la penumbra. Snape presionó uno contra la suave carne del labio inferior.


—¿Duelen? —susurró Harry. Snape negó levemente con la cabeza, sin apartar los ojos del rostro del chico.


>> ¿Son así todo el tiempo? —inquirió Harry, tratando de dejar de mirar fijamente a los colmillos y dirigir sus ojos hacia los de Snape.


—No, necesito concentrarme para hacer que se extiendan o se retraigan —Snape parecía estar más cómodo ahora que le había mostrado a Harry lo peor.


—¿Puedo…? —preguntó Harry, llevando un dedo a la boca de Snape. Un destello atravesó los ojos del mayor, y luego asintió lentamente. Abrió aún más los labios y Harry tocó la punta de uno de los dientes puntiagudos con el dedo.


>>Parecen extremadamente afilados —susurró Harry, presionando un poco—. ¡Oh! —exclamó mientras la punta perforaba su piel. Retiró la mano y vio una pequeña gota de sangre en la superficie de su dedo. Se llevó el corte a la boca y lo chupó suavemente.


Snape se estremeció.


Harry lo notó. Le dio a su dedo una última lamida y presionó su pulgar contra él para detener la hemorragia.


—Me gustaría probar algo diferente esta noche, señor.


—¿El qué? —gruñó Snape.


—Otro punto de pulso —respondió Harry, elevando su mano por su torso—. Este —señaló, apretando la mano contra el hueco de su clavícula.


—No creo…


—Me gustaría, señor. Me parece una pérdida de tiempo usar el cuchillo cuando no tenemos que hacerlo, y preferiría que me mordieras aquí mejor que en... —se interrumpió, percibiendo un brillo en los ojos de Snape. Harry tragó saliva y comenzó a desabrochar el botón superior de su camisa.


Mantuvo los ojos bajos, pero pudo escuchar la respiración profunda y temblorosa de Snape. Desabrochó otro botón, revelando más de su pecho escasamente cubierto vello. Desabrochó un tercero...


—Para —dijo Snape, colocando sus manos sobre los hombros de Harry y dándole la vuelta bruscamente—. Sólo... detente un momento.


Harry se quedó como congelado, sintiendo el peso de las manos de Snape sobre sus hombros, y se preguntó si el leve temblor que sentía procedía del hombre parado detrás de él, o era la reacción de su propio cuerpo nervioso. La gruesa tela de la túnica de Snape se balanceó y rozó la parte posterior de las piernas de Harry, haciendo que sus rodillas se doblaran levemente.


—Harry —murmuró Snape, su voz baja y grave en el oído de Harry—, yo…


—Por favor, señor. Quiero que lo hagas —susurró Harry. Las manos sobre sus hombros se tensaron dolorosamente para luego relajarse de la misma forma abrupta. El joven notó otro temblor, que indudablemente procedía de las manos de Snape.


Las manos de dedos largos y manchadas de pociones de Snape abandonaron sus hombros y entraron en el rango de visión de Harry. Suavemente apartaron las del chico de su camisa y se apoyaron en los pliegues abiertos. Harry respiró hondo y se enderezó. Podía sentir la respiración de Snape en la parte de atrás de su cuello.


Los dedos desabrocharon con cuidado los botones restantes hasta que la camisa de Harry quedó abierta al completo, dejando al descubierto la parte superior del torso. Las manos se movieron casi renuentes, apartando la tela del cuello y hombro del chico. La piel quedó al descubierto.


—¿Todo bien? —preguntó Snape.


Harry asintió, y tras respirar hondo respondió:


—Estoy bien, señor. Puedes continuar.


Harry sintió que la mano izquierda de Snape descansaba ligeramente sobre su cadera, manteniéndolo en su sitio. La otra mano de Snape se deslizó por su bíceps, evitando que la camisa se interpusiera en su objetivo.


—Dime si duele. Nunca he hecho esto antes. Puedo detenerme —susurró Snape, sus palabras agitando el cabello alrededor de la sien de Harry. El joven asintió de nuevo y puso su propia mano temblorosa sobre la del hombre que descansaba en su cadera. Entrelazó sus dedos con los del mayor y sintió que Snape los apretaba con simpatía.


El profesor se acercó y Harry cerró los ojos, dejando que su cabeza cayera hacia atrás hasta que se apoyó sobre el hombro de Snape. Sintió el cálido aliento del hombre revoloteando por la piel desnuda de su cuello, e inclinó la cabeza hacia la izquierda, exponiendo aún más.


Sintió como el cuerpo del mayor temblaba, por lo que apretó los dedos entrelazados con los del profesor con más fuerza. Una leve humedad le hizo cosquillas en el cuello y se dio cuenta de que era la lengua de Snape, preparándolo para la penetración. Harry jadeó. El hombre presionó su lengua con más fuerza, lamiendo el área lentamente, pasando la lengua por la unión del cuello y el hombro, repitiendo los movimientos con la meticulosidad de un gato que se limpia a sí mismo.


Ahora. Por favor, ahora, suplicó Harry en su mente. Un jadeo estridente escapó de su boca cuando sintió un diente perforando su piel. El colmillo atravesó el cuello con la facilidad de un cuchillo y, un segundo después, el otro canino puntiagudo le pinchó el cuello. Harry sintió la boca caliente de Snape cerrándose sobre la herida.


Por unos instantes, ninguno de los dos se movió, hasta que Harry sintió una suave succión. Le temblaban las piernas con tanta fuerza que apenas podía sostenerse en pie. La boca de Snape se apretó y la succión aumentó.


—¡Ahhh! —gimió Harry y tiró de la mano del profesor, que aún sujetaba entre la suya, hacia delante, hasta que descansó sobre la cálida curva de su estómago. Snape emitió un ruido suave y su mano derecha se desplazó del bíceps de Harry, rozando su brazo y acariciando la piel tensa que cubría la clavícula del chico en el camino, hasta detenerse justo encima de su corazón.


Harry se sumergió en el abrazo, abriendo su boca mientras las sensaciones abrumadoras no cesaban de recorrer su cuerpo. Notaba el cuerpo caliente y firme de Snape detrás de él, sosteniéndolo y haciéndolo desmayar al mismo tiempo. La succión en su garganta ahora era incesante. Los labios y la lengua de Snape trabajaban mientras tragaba con avidez la sangre que fluía.


Harry estaba perdido en la succión del mayor, y en la fuerza del abrazo del hombre mientras permanecía inmóvil, en contraposición con la excitación que fluía por sus venas. Acercó el brazo de Snape a su vientre, temblando cuando los fríos dedos aplastaron su carne agitada.


Los dedos de la mano derecha de Snape se curvaron, clavándose con fuerza en la tierna piel de una forma que seguramente dejaría marcas; la palma del mayor desprendía un calor abrasador sobre el corazón de Harry. El joven se retorció, no porque quisiera escapar, sino porque necesitaba eliminar el exceso de energía que llenaba su cuerpo. Snape jadeó cuando Harry se frotó contra su erección y rápidamente se alejó del cuerpo del chico.


—¿Qué…? —comenzó Harry aturdido, abriendo los ojos. Sentía frío en su cuello ahora que Snape había apartado la boca. Se sentía frío y pringoso. Se dio cuenta, adormilado, de que la sangre seguía fluyendo de forma irregular y descendía por su pecho.


Snape gimió y agarró a Harry por los hombros. Abrió la boca, dejando que los pequeños chorros de sangre caliente golpearan sus labios mientras los pasaba ansiosamente sobre la fuente de la herida. Jadeando, apretó la boca contra el cuello del joven, dando unas lamidas finales.


Harry sintió que la boca de Snape comenzaba a detenerse y la succión cada vez era más débil conforme la sed del profesor se iba saciando. Finalmente, la boca dejó de moverse. Los delgados labios de Snape descansaron en la garganta de Harry, quietos y ligeramente húmedos.


—¿Señor? —Un escalofrío recorrió la espalda de Harry. El chico respiró hondo, llenando sus pulmones de aire.


Los labios de Snape se separaron y su lengua suave y húmeda se movió lentamente sobre la piel de Harry. Los efectos refrescantes y curativos de su saliva se pusieron en funcionamiento rápidamente para reparar la carne perforada.


Eso también se fue deteniendo paulatinamente, y los dos hombres permanecieron inmóviles, uno en los brazos del otro. Snape apoyó la frente en la parte posterior de la cabeza del joven y dejó caer los brazos. Temblando por la repentina pérdida de calor, Harry pudo sentir como el mayor liberaba el aire lentamente.


—¿Todo bien? —escuchó a Snape preguntar vacilante. Harry no tenía ganas de moverse tan pronto, pero aun así logró esbozar una débil sonrisa.


—Sí, señor —respondió— Todo bien.



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Snape se desplomó en un sillón, mordiendo de manera obsesiva la piel que cubría sus nudillos mientras volvía a reproducir en su cabeza los eventos acontecidos esa noche. Miró hacia el trozo de suelo donde él y el chico habían llevado a cabo la acción.


Ahí, pensó con asombro, fue dónde lo hice. Allí, en ese lugar totalmente anodino, desabroché los botones de la camisa de Harry Potter. Ahí le mordí la garganta y bebí profusamente de su sangre mientras se retorcía en mis brazos.


Snape negó con la cabeza desconcertado. Las líneas de la corrección y el decoro ya se habían tornado difusas cuando se permitió por primera vez saciar su sed de sangre con un estudiante, pero esa noche había dado un paso más, borrando la línea casi por completo.


Continuó observando el suelo con la mirada perdida. Ahí, había agarrado al niño (hombre) entre sus brazos, y había bebido su sangre como si fuera leche materna. Ahí, había sentido la sedosa suavidad del vientre del chico bajo sus dedos inquisitivos. Ahí, había sentido los fuertes y rápidos latidos del corazón del joven bajo los firmes músculos de su pecho. Ahí, Harry se restregado contra su cuerpo, notando la inconfundible forma de su dura erección. Y no se había alejado.


Severus se estremeció, preguntándose qué habría pasado si no hubiera dado él mismo un paso atrás.



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Harry yacía tumbado de espaldas, con las cortinas que rodeaban su cama completamente cerradas. Se mordió el labio y luego susurró un hechizo Silenciador. Al instante dejaron de escucharse los fuertes ronquidos de sus compañeros de cuarto.


Tirado en su cama, repitió en su cabeza todo lo que había ocurrido esa noche. Harry se retorció en su cama, sintiendo las sábanas frescas y suaves rozando su cuerpo desnudo.


Tras curar las heridas de su cuello y asegurarse de que Harry no sufría ningún tipo de dolor, Snape se había marchado abruptamente, murmurando con voz ronca una rápida excusa sobre una poción que necesitaba ser revisada. Antes de que Harry pudiera decir algo, el profesor había abandonado furioso la habitación, casi cerrando la puerta de un golpe en su apuro por irse.


Harry se había abotonado la camisa con manos temblorosas y había recogido sus cosas. Pensó en apagar el fuego, pero finalmente decidió no tocarlo, para cuando Snape regresara. Se detuvo en la puerta un instante, mientras sus ojos captaban pequeños detalles en la penumbra. Sus libros yacían esparcidos sobre el escritorio, y las dos tazas de té vacías junto al paquete de galletas también vacío. Respiró hondo, con la esperanza de oler la sangre, pero el aire poseía ningún aroma.


Recordó la fuerza inherente al cuerpo de Snape mientras el hombre lo sostenía; recordó la sensación de las manos del mayor moviéndose sobre su piel; aún casi podía sentir los dientes mordiendo su garganta.


Los dedos de Harry avanzaron sigilosamente sobre el área, preguntándose el porqué de la completa falta de marcas que debería haber mostrado el lugar debido a los eventos acontecidos esa noche. Su otra mano se deslizó lentamente por su cuerpo, siguiendo el camino de vello áspero que recorría su estómago y se expandía hasta convertirse en una mata completa sobre su ingle. Jadeó cuando su palma se envolvió con cuidado alrededor de su polla, sintiéndola dura y llena de sangre. Movió la mano lentamente hacia arriba y hacia abajo, imaginando que sus dedos eran más largos y más fríos, apretando con más fuerza que en ocasiones anteriores. A diferencia de otras veces, esta ocasión no reprimió sus pensamientos, no dejó que las imágenes abandonaran su mente, tan fugaces e insustanciales como espectros no deseados.


Los ojos de Snape eran con los que Harry fantaseaba, mirándolo profundamente. Sus brazos, fuertes y delgados. Sus labios, crispados, y sonriéndole con suficiencia, y bebiendo té, y dejando que la punta de una pluma se frotara lentamente sobre ellos. Sus manos, sus dedos, su palma, envolvieron la polla de Harry, bombeándolo sin piedad, tan exigente en esto como lo era en las clases, tan incesante, tan metódico, tan ...


Aunque estaba rodeado por un hechizo silenciador, Harry se mordió el labio cuando se corrió. Ningún sonido salió de su boca, aunque en su cabeza gritó, ¡Severus!

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