La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Aqua Fresca. Capítulo 7

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nienna0410
Explota calderos
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Aqua Fresca. Capítulo 7 Empty
MensajeTema: Aqua Fresca. Capítulo 7   Aqua Fresca. Capítulo 7 I_icon_minitimeDom Nov 29, 2020 8:27 pm

—Harry.


—¡Remus! —La voz alegre de Harry resonó con fuerza en la biblioteca. Se sintió avergonzado de haber hablado en un tono tan elevado y se hundió en su silla mientras trataba de evitar la mirada penetrante de la estricta bibliotecaria de Hogwarts.


Remus Lupin se rio entre dientes y se acercó a la silla que estaba frente a Harry, colocando cuidadosamente la maltratada mochila del chico encima de la mesa.


—Creí que se habría suavizado con la edad.


—Ya ves que no —respondió Harry, sonriendo cálidamente—. ¿Cuándo has llegado? No sabía que ibas a venir.


—Hace unas horas, y no lo había planeado —contestó Remus a ambas preguntas. El licántropo echó un vistazo a los libros polvorientos que estaban esparcidos por la mesa—. ¿Estás haciendo un poco de investigación adicional?


Harry observó los libros, cerrando delicadamente el que había estado ojeando hasta ese momento. Tras eso, miró a su alrededor y bajó la voz.


—Solo estaba buscando algo que pueda ayudar.


Remus parecía pensativo.


—Por lo que me ha contado Dumbledore, parece que ya has estado ayudando bastante.


—¿Tienes algún problema con lo que estoy haciendo? —preguntó Harry.


—No… —Remus vaciló—. Harry, sabes que no tengo autoridad sobre ti. Puedes, y normalmente sueles, hacer lo que quieras y cuando quieras. Solo quería ver cómo estabas. Parece que te aprecio, después de todo —bromeó el mayor.


Una pequeña sonrisa adornó el rostro de Harry.


—Yo también te tengo bastante cariño. Y respondiendo a tus preguntas, incluso a las que eres demasiado educado para formular, sí, lo estoy llevando bien. No, no me ha tratado mal en ningún momento. De hecho, se está comportando de una manera muy amable con todo el asunto. No, no hemos encontrado una cura aún. Y sí, sé lo que estoy haciendo. O al menos eso creo.


Remus rio entre dientes.


—Bueno, al menos eres honesto. Aunque me sorprendí cuando Dumbledore me contó lo lejos que habías llegado para... ayudar. De hecho, me molestó un poco que no me hubiera puesto al tanto de esta situación antes.


—Me alegro de que no lo hiciera. No es por ser grosero, pero ya estoy cansado de que la gente se entere de todo lo que solo debería concernirme a mí, e incluso tomen las decisiones por mí.


—Bueno, que lo hicieras una vez lo puedo entender, pero haber dejado que esto continúe durante semanas…


—¿Qué querías que hiciera, Remus? —preguntó Harry con voz baja—. No podía quedarme al margen y dejarlo sufrir. No habría estado bien; no importa todo los que haya ocurrido en el pasado entre nosotros dos.


La mano de Remus acarició lentamente el suave cuero de la mochila del chico.


—No, creo que tienes razón. Solo que me impactó un poco —Se inclinó y puso su mano sobre la de Harry—. ¿Estás seguro de que estás bien? Porque si esto es…


—Lo estoy —lo interrumpió Harry, apretando la mano grande y cálida de Remus—. Créeme, él mismo no dejaría que esto continuara si me estuviera haciendo daño de algún modo.


—Eso si se lo hicieras saber primero —replicó Remus, mirándolo intencionadamente.


Harry liberó su mano del agarre de Remus, se quitó las gafas y las limpió lentamente usando la manga de su túnica.


Remus sospechaba que Harry no le estaba diciendo toda la verdad pero, como él mismo había dicho, no tenía autoridad real sobre el joven de dieciocho años. Y, al pensar en su propia juventud, se dio cuenta de que los hombres jóvenes con la edad de Harry eran particularmente difíciles de influenciar, más aún cuando tenían las ideas tan claras.


—¿Realmente te has estado cuidando? —insistió Remus.


Harry sonrió con ironía.


—Sí, me he estado tomando mi 'medicina' una vez a la semana. No he perdido el sueño ni he sentido debilidad. De hecho, ahora me siento mejor de lo que me he sentido en años. Y estoy mejorando en mis... estudios —Él chico soltó un suspiro—. ¿Podemos cambiar de tema ahora?


Remus se rio de nuevo mientras metía su mano en el bolsillo de su arrugada chaqueta de punto. Arqueó las cejas mientras miraba a Harry y al mismo tiempo le mostraba una gran y brillante tableta de chocolate.


—Entonces, ¿qué opinas de los Chudley Cannons?



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—¿Ha habido suerte?


Snape se encontraba en un estado sorprendentemente despreocupado cuando la suave voz de Harry interrumpió su lectura.


—No —respondió con resignación—. Solo encuentro confirmaciones de lo que ya sabemos. ¡Maldición! —Se frotó el puente de la nariz con brusquedad, tratando de aliviar la presión que se había estado acumulando tras sus ojos durante la última hora.


Pudo escuchar a Harry desplazándose por la habitación hasta colocarse detrás de él.


—¿Hay algo que pueda hacer por usted, señor? Ha estado teniendo muchos dolores de cabeza últimamente.


—¿Preocupado por mí, Potter? ¿Teme que colapse antes de tener la oportunidad de encontrar una cura milagrosa? —preguntó con sarcasmo.


Harry se rio entre dientes y el suave sonido reverberó sobre Snape.


—Sí, algo así. Ya sabe cómo soy, siempre queriendo ser el que soluciona los problemas.


Snape resopló y se reacomodó en su asiento. Miró el libro abierto frente a él antes de cerrarlo de golpe con enfado.


—Resultará un cambio agradable. Antes solía ser el causante de los problemas —respondió el mayor, con un deje de diversión.


Harry hizo una mueca y se sentó en el borde del escritorio de Snape.


—¿Puedo preguntarle algo? —dijo el joven con una pierna balanceándose, delatando su nerviosismo.


—Puede —respondió Snape, apoyando su mano en la rodilla de Harry para detener su movimiento. Ambos se quedaron helados. Snape retiró lentamente su mano, cogió una pluma y comenzó a juguetear con ella.


—Bueno, me estaba preguntando… —comenzó Harry, con un ligero rubor apareciendo en su rostro— ...qué se siente. Ya sabe... todavía le veo comer y caminar bajo la luz del sol. De vez en cuando —agregó, sonriendo.


Snape soltó un gruñido falso y Harry disfrutó ignorándolo. El chico le dio un empujón al maestro de pociones con la rodilla.


Snape suspiró.


—Parece que no estoy sufriendo efectos secundarios excesivos; aparte del que ya conoce. Todavía siento hambre, aunque he descubierto que mis preferencias en cuanto a la comida se han inclinado hacia aquellos alimentos con sabores limpios y sin mucha elaboración. Y el sol no tiene más efecto adverso en mí ahora que antes —agregó, levantando una ceja.


Harry se rio entre dientes antes de respirar hondo. Miró a Snape con nerviosismo.


—Y también me estaba preguntando... si no le importa decírmelo, claro... a qué sabe. Es decir, qué sabor tengo.


La cabeza de Snape estalló tras oír la pregunta. No había malicia en el rostro de Harry; parecía estar esperando expectante una respuesta.


—No lo he pensado mucho, en realidad —mintió Snape. La expresión de Harry no cambió, pero el hombre sabía que no le había creído. ¡Maldita fuera la persistencia del chico!


Snape se dio cuenta de que si miraba fijamente a la pluma era más fácil responder.


>>Se siente como... como un regreso a casa. Mi cuerpo se siente cálido; cada partícula se impregna de un calor suave que penetra en cada célula. Es como la pieza musical más bella que jamás hayas escuchado, compuesta y reproducida en ese momento solo para ti, y cambia para adaptarse a tus necesidades. Se amolda a tu mente.


Miró profundamente a los ojos de Harry y se sorprendió por la mirada de anhelo que exhibía el chico en su rostro. Bajó el tono de voz, sonando cada vez más tranquilo y suave.


>>Parece como si cada cosa deliciosa que hayas probado, cada olor glorioso que hayas olido en tu vida, invadiera tus sentidos al mismo tiempo. Fluye fácilmente sobre la lengua, es tan suave como el terciopelo y tan inmaculado como la nieve. Se siente como... como si cada mínima cosa buena que ha ocurrido en mi vida se fusionara en un único instante, y no quisiera que terminara nunca, porque sé que me sentiría desolado cuando me abandonara.


Se detuvo, un poco avergonzado por su propia franqueza. Su voz se redujo a un susurro.


>>Es lo más puro que he sentido en mi vida y, cuando sucede, no quiero que se detenga nunca.


—¿Tú ... sientes todo eso... cuando te dejo beber de mí? —preguntó Harry en un susurro.


—Sí, Harry. Eso es lo que me haces.


Y a pesar de que había respondido a una pregunta diferente, Severus sabía que, por una vez en su vida, le estaba diciendo la verdad a Harry.


—Debe ser difícil pensar en renunciar a esto entonces. No sé si yo en tu situación podría llegar a ser tan fuerte.


Snape miró a Harry -miró su rostro de perfil en la tenue luz, mostrando fortaleza, y olió la leve dulzura de su sudor- y supo que renunciaría a todo lo que tenía en un instante, si tan solo pudiera tener esa única cosa pura una vez más.


—No será tan difícil, a largo plazo —contradijo Severus, sonriendo con tristeza—. Estoy bastante acostumbrado a prescindir de lo que más quiero.


Los ágiles dedos de Harry rodearon la palma de Severus, haciéndolo soltar la pluma con la que había estado jugueteando.


—Quizás si yo...


—Se está haciendo tarde —lo interrumpió Snape—. Será mejor que regrese a sus habitaciones —Liberó su mano del agarre de Harry y se puso de pie.


—No puedo —respondió Harry; una mirada de derrota revoloteó por su rostro, pero desapareció tan repentinamente que Snape pensó que la había imaginado—. Es sábado por la noche.


Ah, sí. Noche de sangre.


Obviamente Snape no dijo eso en voz alta, pero así es como había comenzado a denominar esas noches en su mente. Tras una dura semana de enseñar a tercos niños, de luchar contra las náuseas cada vez que se obligaba a comer algo nutritivo, de desplomarse en el suelo cada vez que Potter lograba contrarrestar su ataque y de pasar innumerables horas estudiando textos enigmáticos, se permitía el placer de consumir la sangre de un chico de dieciocho años.


Oh, la alegría de ser Severus Snape.


—Muy bien, entonces —dijo Snape y abrió un cajón, registrándolo hasta que encontró el cuchillo. Le lanzó un hechizo de esterilización y se lo acercó a Harry.


Harry lo cogió despacio y sus dedos rozaron ligeramente los del profesor. El chico se acercó al sofá y se sentó nervioso en el borde mientras Snape ocupaba un lugar a su lado, manteniendo una buena distancia entre sus cuerpos.


—Señor —preguntó Harry mientras miraba el cuchillo reluciente—, ¿podemos probar algo diferente de ahora en adelante?


Snape pudo ver que Harry estaba nervioso. Claramente, la conversación anterior había afectado a la estabilidad del joven.


—¿Pasa algo, Harry? —preguntó con cautela. Últimamente había estado usando mucho el nombre de pila del chico; solo en la privacidad de sus habitaciones, por supuesto, pero aun así... no era bueno que se acostumbrara a hacerlo.


—Mira —dijo Harry, mostrando su palma izquierda a Snape, quien pudo ver una fina cicatriz blanquecina dividiendo la carne.


Snape agarró la mano con fuerza, acercándola a su cara. Siseó mientras pasaba un dedo suavemente por la longitud de la lesión y notó que Harry no se inmutó.


—Estás herido —gruñó.


—¡No lo estoy! —replicó Harry, liberando su mano de la de Snape—. No ... no duele. Simplemente ya no se cura tan bien como antes. O algo así.


Snape observó como Harry soltaba el cuchillo y extendía su mano derecha hacia él. El hombre la agarró con calma, descansando su palma contra la del joven mientras leía algo que había inscrito en la carne de Harry, ya cicatrizado.


—¿Quién te hizo esto? —susurró, sin confiar en poder hablar más alto.


—Umbridge —respondió Harry en el mismo tono. Los dedos de Snape se crisparon con fuerza alrededor de la mano del chico, y luego se aflojaron casi de inmediato. Acarició con su pulgar las palabras en muda disculpa.


Harry se mordió el labio.


—No pasa nada —dijo, con su mano relajándose contra la del profesor—. No duele. No quiero hablar de ello, de todas formas.


—Muy bien —respondió Snape, y soltó la mano de Harry. El hombre exhaló y cruzó las manos sobre su regazo—. Muy bien. No continuaremos haciendo esto.


—¡No! —espetó Harry—. No. No quería decir eso. Me refería a que deberíamos probar en un lugar diferente, uno donde la piel sea más suave para que se cure mejor. Eso es todo. No quiero... todavía podemos seguir haciendo esto.


—Harry...


—No —negó rápidamente—. Solo… no, ¿de acuerdo? Elige un lugar o lo haré yo.


Los ojos de Snape se cerraron con fuerza, con una mueca de dolor.


>>¿Aun te duele la cabeza?


Snape asintió y Harry se rio entre dientes en tono de disculpa.


>>Lo siento. No quería empeorar las cosas. Pero está todo bien, ¿no? Quiero decir ... todavía podemos hacer esto, ¿verdad?


Snape abrió los ojos y miró el rostro serio de Harry. Había tanta vida brillando allí, allí mismo, en la superficie de su rostro, y era tan fácil quedar cautivado por su brillo.


—Ojalá supiera por qué estás haciendo esto —gruñó Snape, ya derrotado.


—No me creerías si te lo dijera —sonrió Harry—. Bueno, venga profesor, si fueras un vampiro chupasangre que realmente se preocupara por su víctima, ¿dónde chuparías?


Snape sonrió con suficiencia y recorrió con sus ojos el cuerpo de Harry. Había algunos lugares...


—¿Puedo suponer que tienes un conocimiento básico de fisiología humana? —preguntó.


Harry puso los ojos en blanco.


—No sé por qué debería sentirme más insultado: por el hecho de que pienses que no entenderé la pregunta, o por la respuesta a la pregunta en sí misma.


Los labios de Snape se crisparon y se recostó cómodamente en su asiento.


—¿Por qué no te sientes insultado por ambas cosas? Me facilitaría mi trabajo de humillarte.


—Continúa —se rio Harry, dándole una ligera patada en la pantorrilla al mayor.


Snape suspiró profundamente.


—Puntos de pulso, Potter.


—¿Puntos de pulso Potter? —preguntó Harry, repitiéndolo un par de veces. —¿Es una especie de trabalenguas?


Snape soltó una risa seca.


—Idiota —dijo mientras agarraba la muñeca de Harry, acercando el brazo del chico hacia él. Harry no opuso resistencia.


—Aquí —explicó Snape, presionando ligeramente la muñeca de Harry con las yemas de los dedos—. Las venas cutáneas se encuentran aquí. Este sería un punto de pulso. ¿Necesito explicar por qué?


Harry sonrió.


—Aunque me encantaría verte echar espuma por la boca debido a mi estupidez, no, lo entiendo. ¿Hay más lugares?


Harry se había quitado la túnica al entrar en la habitación, por lo que solo estaba ataviado con una camiseta.


—Aquí —respondió Snape, recorriendo con dos de sus dedos el antebrazo desnudo de Harry hasta dejarlos descansar en la curva de la parte interna del codo.


>>Aquí —repitió, presionando hacia abajo— hay otro punto de pulso. Las venas basílica y cefálica se encuentran cercanas a la superficie y la piel es delgada.


Snape sintió cómo el brazo de Harry temblaba bajo el roce de sus dedos y alzó su mirada hacia el joven. La respiración de Harry se había vuelto superficial, y Snape vio como la punta de la lengua de Harry se deslizaba por su labio superior. Snape mordió su labio en respuesta.


—¿Hay más? —volvió a preguntar Harry suavemente.


—Sí —graznó Snape, sin apartar los ojos del rostro de Harry. Deslizó los dedos lentamente por el brazo de Harry, rozando el cuello de la camisa del joven en su camino, y presionó la cálida piel que cubría su clavícula—. Esta zona de aquí, el área donde la garganta se une con el hombro…


Snape se dio cuenta de lo cerca que estaban sentados; Podía sentir que el temblor que había comenzado en el brazo de Harry había viajado al resto de su cuerpo. El chico se inclinó levemente hacia su toque. Snape se aclaró la garganta.


>>Aquí —continuó, tratando de mantener su voz calmada y monótona—, es donde se encuentra la vena yugular externa, que sigue su camino por la clavícula hasta que se encuentra con la yugular interna, y ambas desembocan en la vena subclavia. Aproximadamente... por aquí—dijo, descansando su mano ligeramente cerca del esternón de Harry.


—¿Más? —exhaló Harry.


—Sí —respondió Snape en voz baja, sintiendo como el corazón de Harry latía rápidamente bajo su firme pecho—. Hay puntos de pulso ubicados en el tobillo, en la parte posterior de la rodilla, y en la arteria femoral.


—¿Dónde está eso? —tartamudeó Harry, con la cara sonrojada.


—Cerca de tu… en la unión del muslo y la ingle. Por encima del hueso pélvico —susurró el profesor.


Estaban sentados tan cerca que Snape podía sentir el calor del cuerpo de Harry recorriéndolo. Los ojos de Harry parpadearon rápidamente detrás de sus gafas y Snape vio cómo sus labios se abrían.


—Profesor…


—Harry —susurró, para luego volver a recuperar su sensatez. Se retiró del chico abruptamente, recostándose en su asiento, y empujando sin querer el pecho de Harry. Snape comenzó a respirar rápidamente, con las manos apretadas en puños mientras su mandíbula se cerraba. Estúpido, estúpido…


—¿Profesor? —preguntó Harry, inclinándose hacia él de nuevo.


—No —dijo Snape, poniéndose de pie. Harry lo miró desconcertado.


—¿No qué? Yo solo…


La cabeza de Snape se volvió hacia él. Harry parecía confundido. Por supuesto, el chico no tenía ni idea de lo que había estado a punto de suceder; Harry nunca pensaría en su grasiento profesor de pociones en ese contexto.


—Potter —dijo con brusquedad, tratando de ocultar su casi metedura de pata—, se está haciendo tarde. Si desea hacer esto, debemos comenzar ya.


Harry asintió con vacilación.


—¿Dónde quiere…?


—En el codo —respondió Snape, haciendo un gesto para indicar a Harry que se acercara a él. Tras unos minutos intentándolo, ambos se dieron cuenta de que la posición que habían adoptado para hacerlo no era eficaz. A pesar de que Harry había crecido unos centímetros el último año, aún era más bajo que Snape, por lo que resultaba incómodo para el hombre agacharse para alcanzar su brazo. Finalmente, decidieron sentarse ambos en el suelo de la sala, Snape con la espalda apoyada contra la pared del fondo mientras Harry se arrodillaba junto a él.


—No puedo hacerlo si no dejas de mirarme —protestó Snape de malhumor, mientras sus manos sostenían el antebrazo de Harry.


El joven suspiró y giró la cabeza. Dejó que Snape hiciera el corte, confiando en que el mayor tuviera el conocimiento suficiente sobre el cuerpo humano como para saber cuál era el lugar apropiado para realizar la incisión. Aun así, no pudo evitar estremecerse, y el profesor se disculpó en voz baja antes de bajar la cabeza hacia la herida que ahora sangraba.


El vientre de Harry estaba aplastado contra el costado de Snape, y el chico rodeó con su brazo libre los hombros del profesor para estabilizarse. Acto seguido, cerró los ojos y escuchó: después de su primer intento desastroso en el que Harry prácticamente había metido a la fuerza su mano por la garganta de Snape, el hombre siempre se había comportado de una forma gentil, sin emitir sonido alguno, y su toque siempre era delicado mientras se deslizaba por la piel de Harry.


Harry suspiró de nuevo y esperó a que el mayor terminara y curara la herida con consideración.



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Severus no quería pensar en cómo el rostro de Harry se había sonrojado de excitación, incluso aunque el chico no supiera lo que había ocurrido. No quería recordar el sonido de esos gemidos húmedos y entrecortados tan cerca de su oído mientras chupaba la suave piel de la parte interna del codo de Harry. No quería recordar cómo había escuchado los latidos del corazón de Harry retumbando en su cabeza, ni cómo el sonido sordo contrastaba con el torrente de sangre por sus venas.


Se desnudó como un autómata y se metió bajo el agua de la ducha, mirando fijamente los grifos pero sin verlos.


No quería pensar en cómo el rostro de Harry había mostrado perplejidad cuando terminaron, ni en cómo su voz se había trabado cuando se despidió con un “buenas noches” y abandonó apresuradamente de la habitación.


Bajó la cabeza y permitió que el agua tibia fluyera generosamente sobre ella, goteando sobre sus ojos cerrados, su boca abierta y su cuello, formando riachuelos sobre su columna, sobre la curva de su trasero y el suelo.


No quería pensar en lo duro que se había puesto, ni en lo duro que todavía estaba; su erección era un recordatorio grande y doloroso de cuánto placer había experimentado solo unos momentos antes. No solo por el sabor de la sangre de Harry, sino por el aroma que desprendía a miedo y excitación, mientras que con sus ojos fuertemente cerrados se retorcía contra el cuerpo de Snape.


No quería pensar en eso; así que se enjabonó la palma y llevó la mano hacia su erección, acariciándose lentamente, recordando experiencias sexuales pasadas, fantasías ilícitas, y cualquier cosa que lograra expulsar al chico de su mente.


Cualquier cosa que lograra quitarle el sabor del chico de la lengua.


Golpeó su mano libre contra la pared con dureza, tratando de mantener el equilibrio mientras aceleraba sus golpes.


Oh Dios, no quería pensar en sí mismo expuesto frente a Harry, con su polla brillando y empujándose ansiosamente contra la boca abierta y dispuesta del joven. No quería pensar en cómo se sentiría el jadeante aliento caliente de Harry sobre la punta de su pene.


Se puso de rodillas, ya que las piernas le temblaban demasiado como para sostener su cuerpo. Apretó el puño y trató de no imaginarse que los labios fruncidos de Harry se apretaban alrededor de su carne de esa forma. Empujó sus caderas, y el movimiento de su ingle envió ondas de excitación por toda su espalda mientras embestía hacia adelante y hacia atrás contra su mano enjabonada.


No quería imaginarse a Harry arrodillado frente a él, con la túnica abierta y su cuerpo desnudo y expuesto ante los ojos de Severus. No quería imaginar los ojos de Harry cerrándose lánguidamente mientras agarraba su propia erección con la mano. No quería pensar en las manos torpes y ásperas del chico -hombre- rozando y apretando la polla del chico -hombre-, acariciándose a sí mismo mientras Severus se hundía una y otra vez en su boca, sintiendo la lengua del joven envolviéndose  alrededor de su polla mientras Harry aceleraba su caricias, con los ojos abiertos mostrando excitación, necesitando eso, amando eso tanto como lo hacía Severus, ambos hombres sintiéndolo y deseándolo; deseándolo solo el uno del otro, cerrando los ojos mientras embestían, y acariciaban, y gemían, y se corrían, se corrían juntos, en torrentes que serían rápidamente limpiados por el agua tibia.


Severus se obligó a recuperar el control de su respiración lentamente. El martilleo del agua sobre su cabeza ahogaba los latidos de su corazón acelerado. Se puso de pie, con las piernas flojas y las rodillas marcadas con la huella de los azulejos. Se estremeció y se lavó apresuradamente. Se secó bruscamente y se dejó caer sobre la cama, dándole la bienvenida al repentino olvido del sueño, pero maldiciendo lo que lo había hecho llegar a él tan dulcemente.



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—¿Qué miras?


La voz de Ron trajo a Harry de vuelta a la realidad. El moreno parpadeó rápidamente y echó un vistazo a su alrededor.


Ron lo observaba con el ceño fruncido mientras untaba con mantequilla su tostada; la atención de Hermione fluctuaba entre su desayuno y un libro abierto; Seamus y Dean estaban susurrándose y resoplando mutuamente mientras observaban a unas chicas de Hufflepuff; Trevor se resistía a los intentos de Neville de alimentarlo con huevos revueltos.


En definitiva, era un desayuno típico en la mesa de Gryffindor.


—¿Qué?


Ron resopló sobre su tostada.


—Te he preguntado que qué estabas mirando, capullo. ¿Qué hay allí que sea tan interesante?


Harry siguió la mirada del pelirrojo y se encontró observando la mesa de los profesores. No había nada interesante, ni siquiera inusual. Dumbledore bebía té de su taza que parecía no tener fondo; Flitwick y Hooch bromeaban mientras comían; Vector estaba concentrada leyendo “El Profeta”; Snape fruncía el ceño mientras cortaba violentamente sus salchichas.


Snape estaba... solo siendo Snape.


>>Maldita sea, creo que todas esas clases adicionales que estás recibiendo te han dañado el poco cerebro que tienes. ¿Qué diablos te pasa esta mañana?


—No me pasa nada —replicó Harry, un poco molesto—. Solo estoy un poco cansado.


—Sí, bueno, has estado muy cansado últimamente —reclamó Ron, enfadado.


—¿Que estás queriendo decir? —preguntó Harry, con los ojos brillando mientras echaba azúcar encima de sus gachas y la mezclaba bruscamente.


—Nada —respondió Ron, imitando el tono de su amigo—. Simplemente que ya nunca sé lo que te pasa. Casi nunca estás con nosotros, y cuando lo estás, no puedes concentrarte en nada durante más de dos segundos. ¿Estás seguro de que esas lecciones adicionales no te están causando algún tipo de daño cerebral?


—¡Ron! —intervino Hermione.


La cuchara de Harry emitió un sonido metálico cuando la dejó caer sobre su cuenco.


>>Se supone que no debemos hablar de eso, lo sabes —susurró Hermione, echando un vistazo rápido alrededor de la mesa—. Harry necesita esas clases.


—Oh, no te preocupes por mí —gruñó Harry, notando su voz ronca mientras su garganta se apretaba.


El rostro de Ron se tensó ante el tono que estaba empleando el moreno.


>>Me encantan esas lecciones extra. Pero aún más que eso, me encanta el por qué tengo que recibirlas. Parece que a un idiota psicópata le gusta invadir mi cabeza y obligarme a ver cómo torturan a la gente o algo peor. ¿Cómo no me van a gustar, eh? Me hace sentir tan especial —dijo con amargura.


—Harry, Ron no quería decir eso… —objetó Hermione, tratando de aplacarlo.


—Bien —dijo Harry, levantándose abruptamente y cogiendo su mochila—. Deja de hablar por Ron. Aunque estéis saliendo juntos, él todavía tiene el control de su propia lengua. Gracias amigo.


Harry le lanzó a Ron una última mirada asesina mientras salía hecho una furia del comedor.



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Harry se sentó en la orilla del lago, mirando las volutas de vapor que se elevaban de la superficie. El calamar gigante pasó nadando tranquilamente, extendiendo ocasionalmente un tentáculo como si estuviera saludando. El chico clavó los dedos en la hierba húmeda y deseó no haberse ido con tanta prisa.


—¡Ey! —dijo una voz calmada detrás de él.


Los hombros de Harry se tensaron abruptamente.


—¡Ey! —respondió de forma burlona.


Ron se sentó a su lado, manteniendo un poco de distancia entre sus cuerpos. Ninguno de los dos miró al otro, y ambos parecían muy interesados en ver a la bestia submarina realizando sus estiramientos matutinos.


Ron agarró un guijarro y lo hizo rebotar en la palma de su mano un par de veces. Miró a Harry, suspiró y arrojó la piedra al lago.


—Lo siento —se disculpó, firmemente—. Me he comportado como un verdadero cretino. No debería haber dicho todas esas cosas.


—No —Harry se mostró de acuerdo con él—. No deberías haberlas dicho.


Ron gimió.


—¿Qué quieres que te diga? Ya te dije que soy un idiota. ¿Ayudaría si dejo que me pegues?


Harry luchó por no dejar escapar una sonrisa.


—No, probablemente me haría daño con esa dura cabeza tuya.


Ron se rio entre dientes y Harry finalmente se relajó. Miró a su mejor amigo, quien, a pesar de que estaba sonriendo, todavía tenía una mirada afligida en su rostro.


—Lo siento —repitió el pelirrojo—. No sé por qué lo dije. Sabes que no pienso realmente que te gusten estas cosas. Ya cometí un error estúpido en el pasado y no voy a permitir nuestra amistad se arruine de nuevo solo porque soy un idiota.


Harry sonrió.


—Si estás esperando que me muestre en desacuerdo y te diga que no lo eres, vas a estar sentado aquí un buen rato.


—Gilipollas —dijo Ron, golpeando suavemente a su amigo en el hombro. Buscó en su mochila y sacó un gran trozo de pastel de Madeira*. Lo partió por la mitad y le ofreció uno de los trozos a Harry. Ambos comieron, sin prestar atención a las migas que caían sobre sus túnicas.


—Estás empezando a hablar como él, ¿sabes? —comentó Ron con la boca llena de pastel.


—¿Cómo quién? —preguntó Harry, con auténtica sorpresa.


—Como Snape —respondió Ron, sacudiéndose las manos en sus muslos.


—¿Cómo Snape? —repitió Harry.


—Sí —afirmó Ron, mirándolo de reojo—. No todo el tiempo, pero a veces dices cosas que te hacen sonar como él.


Harry contempló el lago con asombro. No estaba seguro de si Ron se estaba burlando de él, de si se había percatado de algo de lo que Harry no se había dado cuenta, o de si estaba totalmente equivocado.


>>Está bien, ya sabes —continuó Ron, recostándose sobre su espalda y descansando su cabeza entre sus manos entrelazadas—. Bueno, no está bien bien, pero puedo ver por qué te está sucediendo.


—¿De verdad? —preguntó Harry débilmente.


—Sí, es porque pasas mucho tiempo con él —respondió Ron con aire de suficiencia. El pelirrojo se giró quedando de lado sobre el suelo y apoyando la cabeza sobre una de sus manos—. Pasas más tiempo con él ahora que con Hermione y conmigo.


—Lo siento —se disculpó Harry sin pensarlo demasiado.


Ron resopló.


—No seas idiota. Ambos sabemos lo que estás haciendo y por qué lo estás haciendo. Suena raro, ¿no? Mi mejor amigo pasa todo su tiempo libre con el profesor más grasiento y bastardo del colegio y ninguno de los dos ha muerto todavía. Creía que a estas alturas ya lo habrías matado, o que él te habría maldecido hasta convertirte en un gusarajo, pero parece que Hermione tenía razón. Ella me dijo que ustedes dos acabaríais llevándoos bien.


—¿En serio? —Harry se sentía un poco perdido. No estaba contribuyendo mucho a la conversación, pero en realidad, ¿qué podía decir?


—Harry —dijo el pelirrojo con énfasis, mientras agarraba la mano de Harry y la apretaba con fuerza—, es obvio que está pasando algo, ¿cierto? Y, o bien no quieres, o bien no puedes hablar de ello. De lo contrario, ya nos lo habrías contado, ¿no?


Harry solo asintió.


>>Está bien —afirmó Ron, soltando la mano del moreno abruptamente—. Solo quiero que recuerdes que soy tu mejor amigo y que siempre lo seré. Guardaré todo en secreto.


—Tú guardarás…


—No así —intervino Ron—. No seré tu Guardián del Secreto...** bueno, a menos que quieras que lo sea algún día. Solo estoy intentando decirte que si en cualquier momento necesitas quitarte algo de la cabeza, estaré aquí para escucharte. No importa lo malo que sea, no se lo diré a nadie. Te lo prometo.


—¿Tú... harías eso por mí?


Ron suspiró.


—El mundo debe estar a punto de acabarse, pero por una vez estoy de acuerdo con Snape: eres un completo idiota.


Harry rio, y notó que la sensación de opresión en el pecho que había estado sintiendo durante la última hora comenzaba a desaparecer.


—Sabes que no puedo contarte algunas cosas, Ron. Algunos secretos no son míos —dijo Harry en voz baja.


Ron se aclaró la garganta y se incorporó, mirando hacia el lago de nuevo.


—Lo sé. Y algunas cosas quizás aún no estés listo para contármelas, pero estaré aquí para cuando lo estés.


Harry sintió un rápido escalofrío que recorría su espalda.


—¿Qué es lo que…?


—Nada —respondió Ron rápidamente—. Simplemente… nada, ¿de acuerdo? Solo quería que supieras que puedes confiar en mí. Yo no... jamás te haría lo que Pettigrew le hizo a tu padre.


La garganta de Harry se contrajo.


—¿Y si fuera algo realmente malo? —preguntó con vacilación.


Ron sonrió tristemente.


—¿Cuándo algo de lo que te ha pasado no ha sido malo?


Harry se rio por lo bajo, a pesar de haber apretado la boca.


—Tienes razón. No soy la persona más normal del mundo.


—No, no lo eres —afirmó Ron amablemente—. Pero al menos no eres aburrido.


Harry sonrió.


—Debo darle las gracias a Hermione.


—¿Por qué? —preguntó Ron con recelo.


—Te has convertido en un hombre de la Nueva Era***, tan cariñoso y comprensivo; debe ser su influencia


Ron se sonrojó levemente.


—Sí, bueno… cierra el pico. No sabes cómo es tenerla al lado todo el tiempo.


—¿Estáis bien?


Ron movió su ceja sugestivamente.


—Oh, sí, estamos bien.


—¡Arggh! —gritó Harry—. No necesitaba esa imagen mental. Es como pensar en ti con mi hermana, si tuviera una.


Ron rio.


—Sí, bueno, creo que sentiría lo mismo si pensara en ti y Ginny. Pero eso no va a pasar, ¿verdad?


Harry se paró a pensar por un instante.


—No, amigo —respondió finalmente—. No creo que pase.


Ron parecía un poco triste, pero sonrió de todos modos.


—No pasa nada, supongo. Ya eres parte de la familia.


Los dos jóvenes se sonrieron el uno al otro, uno con resignación y el otro con un pensamiento que comenzaba a crecer en su cabeza y del que hasta ahora no había tenido conocimiento.


—¿Todo bien, Ron?


—Todo bien, Harry.





*El pastel de madeira, o Madeira Cake, es una especie de bizcocho tradicional inglés.
**El que guarda la información en el encantamiento Fidelio.
***La Nueva Era es una corriente de creencias que mezcla distintas religiones orientales, espiritismo, psicología, astrología, etc., y que hacen prácticas como el reiki, yoga, Feng-Shui, control mental, etc.

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Aqua Fresca. Capítulo 7
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