La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

  Death Eater takes a Holiday. Capítulo 62. La Vida 'Corriente' Parte II

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alisevv

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MensajeTema: Death Eater takes a Holiday. Capítulo 62. La Vida 'Corriente' Parte II    Death Eater takes a Holiday. Capítulo 62. La Vida 'Corriente' Parte II I_icon_minitimeDom Ago 05, 2018 4:56 pm

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Death eater takes a holiday
Capítulo 62-II

La Vida 'Corriente' Parte II

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Remus Lupin estaba metido en una pila de ensayos que estaban aburriéndole a muerte cuando escuchó que tocaban a la puerta de su oficina. Severus entró y ambos charlaron sobre los eventos más recientes. Remus comentó que ningún estudiante le había mostrado indicios de que conociera su supuesta relación. Severus confirmó que Flynn, el estudiante que les había chantajeado, había llevado la información para mostrar a Voldemort que sería un buen seguidor si se le permitiera tomar la Marca.

—El Señor Oscuro no se mostró para nada feliz de que yo no le hubiera informado de nuestro arreglo —Severus se sentó en una silla frente al escritorio de Remus.

—¿De qué exactamente piensa que se trata 'nuestro arreglo' el Señor Oscuro? ¿Somos amantes, compañeros de trabajo con beneficios? —preguntó el licántropo, y no se veía feliz con ello.

—Una especie de trueque —respondió vagamente, pero el otro vio la sonrisa—. Tú consigues una Poción Matalobo mejorada, con propiedades que no disponen las que se encuentran en las boticas, a cambio de sexo —Severus levantó una ceja como si preguntara qué podía estar mal en ese arreglo.

—¿Los reportes de que has sido visto conmigo algunas veces son suficientes para que confirmara esto? —preguntó Remus, escéptico.

—Se han detectado unos cuantos meses en los que yo no he lucido mi habitual y desalentador estilo grasiento la mañana posterior a la luna llena —Severus soltó de nuevo una respuesta vaga.

—¿Y eso qué tendría que ver? Incluso si yo hubiera aceptado tener sexo contigo, difícilmente estaría en forma para hacerlo después del cambio —Remus aún no captaba lo que le quería decir.

—Qué raro, el Señor Oscuro preguntó lo mismo. Yo me limité a explicarle que era difícil conseguir que cumplieras los términos de nuestro acuerdo sexual y era más fácil tomarte la mañana siguiente, cuando te encontrabas demasiado débil para resistir mis avances —observó divertido la reacción de Remus.

—¿Y por qué te preguntó en primer lugar? No me imagino que el gran espía cometiera un desliz y revelara algo como eso —Remus podía llegar a atacar tan bien como él—. ¿Fue en mi beneficio que tú has lucido bien follado la mañana siguiente? —.

—¡Yo nunca voy a dar clase luciendo 'bien follado'! —Severus ya no parecía divertirse tanto—. Quizás es sólo que estoy de mejor humor las mañanas que me levanto con una boca caliente rodeando mi polla —dijo crudamente, consiguiendo la esperada respuesta del licántropo; al lobo no le gustaba la imagen del hijo de su amiga dándole una mamada a Severus.

—¿Terminaste? Tengo trabajo —declaró Remus, cortante—. Debes darte cuenta de que sólo tolero esto por Harry —se levantó, indicando que su conversación había terminado. Los labios de Snape se apretaron.

—Hablando de Harry —el tono de Severus se suavizo claramente. Debía aprender a no enojar a las personas de quienes necesitaba un favor. Afortunadamente, Remus se volvió a sentar—. Fui convocado antes que pudiera hablar con él de todo esto. Se lo mencione a Albus sólo en caso de que —los Dioses no lo permitan— él lo averigua por otra vía. Al menos alguien puede confirmar la verdad, pero... —su voz se apagó, pensando en la última vez que había visto a su pareja, deseando abrazarle y decirle que lo sentía mucho.

>> Necesito un favor —declaró llanamente. Remus observó cuánto le costaba murmurar esas tres palabras—. No me siento cómodo sobre como quedaron las cosas cuando partí. Necesito contactar con él, pero nunca me arriesgaría a escribirle directamente—.

—¿Te gustaría que le escribiera? —ofreció Remus. Severus agradeció la oferta, aún consciente de que sólo lo hacía por Harry.

—Si no te importa—.

Severus pensó lo que quería decirle mientras Remus iba a buscar los artículos necesarios. Cuando estuvo listo, el profesor de Pociones expresó lo que deseaba decir en la carta. El otro escribió como si las frases vinieran de su parte. Con unas pocas palabras clave, Harry sabría que en realidad la misiva provenía de su pareja.

En la carta le advertía que tuviera cuidado y evitara exponerse luego de levantar las protecciones de la casa de su amiga, pues estaría vulnerable luego de un gasto tan grande de magia. Además, mencionó que había algo muy importante que tenía que conversar con él, pero si no les era posible, debería pedir a Albus la información. Después de algunas líneas más, Severus hizo una pausa.

—¿Debo terminarla aquí? —preguntó Remus con tono amable. Podía ver la agitación en el rostro del maestro de Pociones. Sus labios estaban apretados. No habló, pero empezó a lucir enojado, o frustrado. El licántropo observó todo eso por unos instantes más antes de volver a sumergir la pluma en el tintero.

Severus observó atentamente mientras Remus escribía Te amo al pie de página. Asintió brevemente, aprobando con un seco 'Gracias', antes de abandonar el lugar.

Un hombre sabio necesita aprender durante toda su vida; ésa era una firme creencia de Albus Dumbledore. Pero, aunque estaba al día en muchas cosas, habían pasado varios años desde la última vez que leyera un texto avanzado sobre la teoría y la práctica de sanación mágica moderna. Después de horas leyendo el árido texto, salió a una relajada caminata bajo el sol por los terrenos de Hogwarts, saludando con alegría a los estudiantes con los que se cruzaba. Dando un vistazo a su reloj de bolsillo, alcanzó el borde de las Protecciones y desapareció con un chasquido.

Una entusiasmada recepcionista le recibió en la entrada de Apariciones de San Mungo. Le condujo a una silenciosa habitación, donde se encontraría con el medimago de un amigo, quien había aceptado gustoso a enseñarle los hechizos que necesitaría para ayudar a Harry en el esquema de tratamiento presentado por Kieran.

Mientras el doctor enseñaba a Albus, Harry se encontraba en un hogar muggle lejos de allí, felicitando a sus mejores amigos por su compromiso. Hermione había gritado su nombre en cuanto su madre abrió la puerta para dejarle entrar.

—Imagino que dijiste sí —Harry sonrió de oreja a oreja. Nunca había visto Hermione tan feliz. La sonrisa de la joven era igual a la que había mostrado al recibir los resultados de sus EXTASIS, sólo que esta vez su rosto estaba iluminado por la alegría—. Estoy tan feliz por ustedes —abrazó estrechamente a su amiga y dio vueltas con ella, mientras la señora Granger observaba con nerviosismo la lámpara de pie, que estaba peligrosamente cerca de ser golpeada—. ¡Déjame verlo! —pidió Harry, bajándola al suelo.

Hermione levantó con orgullo su mano izquierda, mostrando el brillante anillo de diamante. Era una pequeña banda de oro amarillo, con un diamante que sobresalía, ensartado en oro blanco. La piedra era pequeña, con un ligero tono amarillo, y unas pocas imperfecciones, pero a los ojos de ella era absolutamente perfecto.

—Te mostraría el grabado del interior, pero no quiero quitármelo —comentó, emocionada.

—No hay problema, ya la vi. ¿Recuerdas el día que pasé con un amigo? —preguntó, refiriéndose a Severus—. Puede que te hayamos tomado por sorpresa ese día —bromeó. Esperaba que ella le regañara, pero estaba demasiado excitada y ya estaba comentando que quería empezar a tomar las medidas para las Protecciones.

—¡Tenemos mucho trabajo que hacer! —declaró la chica con énfasis—. ¡La Ceremonia de Protecciones es en dos horas! —.

Continuó trasteando alrededor de la casa, ejecutando los preparativos, revisando la comida y midiendo las marcas de los puntos donde deberían ubicarse quienes iban a lanzar los hechizos. Revisó una y otra vez, y al terminar, chequeó todo, una vez más. En ese punto, Harry y Ron la tomaron cada uno por un codo y la arrastraron hacia la cocina para que comiera algo. La señora Granger se mostró bastante divertida al ver a su hija entrar, sus pies apenas tocando el suelo. Feliz, puso un plato delante de la frenética bruja.

Para alivio de Ron, su prometida se calmó, pero por poco tiempo. Era la primera vez que iba a agasajar a la familia de Ron, y eso era algo muy importante dentro de las tradiciones del mundo mágico.

Bill llegó temprano, felicitándola por el impresionante trabajo en los preparativos y tranquilizándola respecto a las medidas de los puntos de lanzamiento. Ella le creyó, pero dado que ése era el punto más crucial de la ceremonia, continuó algo nerviosa.

Harry también trató de serenarla, bromeando sobre la situación. Debería haberlo pensado mejor.

—Si lo estropeas, siempre puedes llamar esto como una prueba para cuando debas levantar las Protecciones de tu propia casa—.

El chico bajó la cabeza al tiempo que un pesado objeto llegó girando hacia su cabeza. De modo impresionante, fue la señora Granger quien salvó a él y a su escultura favorita de impactar una contra el otro. Hermione continuó con su estrés mientras los chicos siguieron actuando, de modo molesto, como chicos.

Todos dieron la vuelta con los ojos abiertos de par en par cuando la señora Granger abrió la puerta de entrada y exclamó:

—¡Severus, que gusto verte de nuevo! —.

Quedaron aún más impactados cuando el maestro de Pociones besó la mano de la dama.

—Eso fue inesperado —Ron dio voz a lo que todos estaban pensando. Hermione se acercó presurosa a la puerta.

—¿Ustedes se conocen? —preguntó, sin saber nada de eso—. Perdone. Hola, Profesor —se disculpó ante el descortés saludo.

—Por supuesto, querida —contestó su madre, como si él fuera un viejo amigo—. ¿Quién crees que colocó las primeras Protecciones con el profesor Dumbledore? —.

Hermione les miraba boquiabierta. Hacía poco que había descubierto que en su casa habían puesto Protecciones cuando ella estaba en la escuela. Ciertamente, esa única vez no era suficiente para que parecieran viejos amigos.

—Escuché que las felicitaciones son apropiadas —Severus notó el anillo en el dedo de la joven y no pudo evitar el recuerdo de el chico Finnigan gritando 'Oh, bebé'.

—Te presentaría, pero supongo que conoces a los niños del colegio —comentó la señora Granger, sin notar la mueca de molestia en el rostro de Harry—. Crecieron demasiado rápido. Parece que fue ayer cuando empezaste a venir para lanzar los hechizos de protección sobre la casa. Pronto, mi bebé estará casada y con hijos propios. Entonces, nosotros nos sentiremos viejos —terminó, con una risa alegre.

Con la mirada, Hermione pidió disculpas a Severus, cuyo rostro permaneció impasible.

>> Tendrás que perdonarla, Severus. Me temo que Hermione está un tanto abrumada —siguió la buena señora, excusando el extraño comportamiento de su hija.

—No hay problema —Severus giró sus ojos hacia Hermione, dirigiéndose a ella—. Pasé sólo un momento. Traje algo para calmar sus nervios. Fue idea de Albus —aclaró. No tenía razones para que ellos pensaran que era una persona agradable, aunque sí lo había hecho por cuenta propia.

—Oh, no, no deseo tomar una poción —tartamudeó la chica—. Quisiera poder tomar un vaso de vino al terminar—.

Para su sorpresa, Severus levantó una bolsa demasiado grande para que sirviera como transporte de pociones. Abrió cuidadosamente el maletín de cuero y sacó una gran piedra con un cristal ubicado en el centro de la misma.

—Confío en que sus medidas son correctas —declaró, esperando que hubieran sido apropiadamente calculadas.

—Las he repetido varias veces —comenzó Hermione, pero él la interrumpió antes que pudiera continuar. El hombre casi podía ver cómo los hombros femeninos se alzaban con la tensión.

—Pronto lo confirmaremos —Severus posó la piedra y lanzó un rápido hechizo, mostrando los cinco puntos. Verificó si las luces coincidían con las marcas que había puesto Hermione—. Al parecer, sus medidas son correctas —comentó casualmente, alzando la vista para mirarla—. ¿Mejor que una poción? —preguntó con una sonrisa.

La tensión de la bruja disminuyó visiblemente. Sonrió con el orgullo de haber hecho un gran trabajo, antes de darse cuenta de lo que él había hecho por ella. Podía haber traído la piedra mucho antes, eliminando la necesidad de hacer mediciones, pero sabía que ella disfrutaría el reto. Ahora que la preocupación se había ido, pudo relajarse un poco y disfrutar.

—Mejor que una poción —convino—. ¿Se quedará a cenar con nosotros? —le invitó, pero él rehusó, pues tenía algunos importantes encargos que cumplir antes de regresar a Hogwarts.

Harry deseaba correr hacia el hombre y lanzarse en sus brazos, pero logró contenerse, esperando que al menos sus ojos expresaran su necesidad. Severus siempre le había dicho que sus ojos eran muy expresivos. Se preguntó si su brillo verde podría transmitir "necesito abrazarte y besarte todo el cuerpo, para asegurarme que no tienes nuevas cicatrices, y luego seguir abrazándote por otro par de horas, o mejor, por otro par de semanas".

Severus se permitió sonreír al observar a Harry perdido en sus pensamientos. La señora Granger aludió a su sonrisa, mirándoles a ambos sonriendo a su vez. Severus se marchó poco después. A pesar de la insistencia de Hermione, su madre no contestó a ninguna de sus preguntas sobre su extraño comportamiento.

Ron, como futuro yerno, tenía derecho a dirigir la Ceremonia de Protecciones en el hogar de los Granger, pero cedió el honor a su padre. Experimentaría ésta, su primera Ceremonia, como un participante más; así, en el futuro, estaría más preparado para conducir el levantamiento de la Protecciones de su hogar con Hermione.

Parado entre Hermione y Bill, Harry recitó los hechizos. Observaba con preocupación al padre de Ron, pero se relajó al notar la segura y tranquila sonrisa de Arthur. Cuando llegó el momento de fijar las Protecciones de Aparición, retrocedió junto con Bill, pero fue regresado a su puesto por Hermione.

—¿Estás segura? —le preguntó, pero ya debería saber la respuesta.

—¿Bromeas? —contestó la chica con un suspiro exagerado—. ¿Quién me ayudaría con mis paquetes? —se mofó.

Después de finalizar la Ceremonia, los Granger y el resto de la familia Weasley entraron para los festejos. Harry notó que Bill y Charlie miraban en su dirección mientras hablaban, pero no pudo pensar mucho sobre ello ya que algo más le preocupaba.

—¿Harry? —Arthur le observó, sabiendo que algo rondaba la mente del chico—. Lo hiciste muy bien —comentó, pensando que Harry se había sentido inseguro mientras recitaba los hechizos.

—Gracias —contestó con aire distraído—. ¿Todo resultó bien? No sentí lo mismo que en mi ceremonia, por lo que temí que quizás estuviera cometiendo algún error. No pude sentir el zumbido. Ya sabe, la umm... vibración de la magia que sentí al levantar mis Protecciones. ¿Fue porque éste es el hogar de alguien más y no el mío? —no podía evitar sentirse algo tonto.

Arthur se rio entre dientes, con una cálida sonrisa. Alborotó el cabello de Harry, haciéndole sentir aún más estúpido al pensar que se le escapaba algo. Tampoco ayudaba el hecho de que estaba tan agotado que no entendía cómo era capaz de permanecer aún en pie.

—Hoy se trató de levantar las Protecciones de una casa normal. Lo que sentiste en tu casa, ese 'zumbido' como lo llamaste, fue la unión de la magia colectiva de varios magos muy poderosos. Quien Tú Sabes teme a Albus Dumbledore con razón. Yo mismo fui honrado, al haber sido elegido para pararme junto a magos como Filius Flitwick y Severus Snape. Tú, mi muchacho, eres un mago muy poderoso, mucho más que cualquiera de los que estamos aquí. Has entregado mucho de ti mismo a favor de la seguridad de tu amiga. Pude sentir esto fluyendo a través del círculo con mayor fuerza que en la sombra de Albus y los demás en tu casa —lanzó otra risita, al ver que Harry se tambaleaba—. Permíteme ofrecerte algo de comer —sugirió, guiándole hasta la mesa.

Molly estaba revoloteando alrededor de Ron, en tanto la señora Granger rehusó el intento de Hermione para ayudarle en la cocina. Nunca había visto a su hija tan agotada.

Harry, por su parte, se sentó a comer un poco antes de disponerse a partir. Notó que Bill no se veía más cansado que el propio Arthur. Se preguntó si tendría alguna relación con la edad, pues él no había alcanzado todavía su pleno potencial. En el fondo de su mente, pensó en la reserva mágica a la que no podía acceder. Antes que pudiera preguntar, Charlie se ofreció a escoltarle en el viaje hasta su casa. Molly parecía a punto de protestar, pero todos sabían que no era seguro que Harry siguiera allí, casi indefenso. Tampoco ayudaba el hecho de que cualquiera que estuviera atento podría concluir la oportunidad que este día ofrecía.

En el periódico matutino, entre los anuncios de bodas y aniversarios, había leído la noticia del compromiso de sus amigos. Doble celebración: La Ceremonia de Protecciones de los Granger y un anuncio de compromiso, rezaba la nota. En su excitación, Ginny había llamado al periódico, esperando sorprender a su futura cuñada. Ron y Hermione se habían emocionado ante el gesto, y prefirieron no mencionarle el riesgo adicional que acarrearían sus acciones.

—¿Hacia dónde? —preguntó Charlie, consciente de que él no podía Aparecerse en casa de Harry—. ¿Frente a la puerta, en lo alto de las escaleras? —.

—En frente de las puertas —aclaró Harry —de Hogwarts. Allí seré capaz de dormir como un tronco sin preocuparme del mundo—.

Charlie levantó una ceja e inclinó la cabeza.

—De lo que he oído, tu casa está más protegida que Gringotts. Tienes una magia similar a la de todas las Protecciones de Hogwarts rodeando tu pequeño apartamento. ¿No te sientes seguro allí? —preguntó riendo entre dientes. Era una exageración, pero no se alejaba demasiado de la realidad.

—Ya sabes que los gemelos pasan mucho tiempo allí —Harry no necesitaba ahondar en ese punto—. Además, no tengo una cocina repleta de elfos domésticos para llevarme un enorme plato de comida —lo enfatizó lamiéndose los labios.

—Ni un mago sexy esperando en las mazmorras —Charlie guiñó un ojo.

—Eso también —admitió Harry.

—¿Ayudo? —le preguntó, comprendiendo que necesitaría apoyo para Aparecerse.

—Sólo estás buscando una excusa para abrazarme —flirteó.

Apenas empezaron a abrir la puerta cuando se escuchó un chasquido y el flash de una cámara.

—Tú público espera —dijo Charlie, irritado. Harry suspiró, pero a Hermione sólo le tomó un momento poner en efecto un plan B.

La señora Granger abrió la puerta trasera.

—Largo —sugirió. Sostuvo la puerta abierta, ignorando el flash de una cámara. Los reporteros no podían acercarse, pero lograron gritar algunas preguntas.

—¿Puede decirnos si la señorita Granger estaba saliendo con el señor Weasley durante su affaire con Harry Potter? —.

—Se rumorea que 'El Trío Dorado' eran más íntimos de lo socialmente aceptable. ¿Se siente decepcionada de que eligiera a Weasley en lugar de a Potter? ¿Los tres compartirán casa después de la boda? —.

—¿Puede confirmar que la señorita Granger está, de hecho, embarazada del amante de Harry Potter? —.

Había que dar crédito a la señora Granger, quien permaneció tranquila, aunque su rostro estaba rojo de ira. Continuó manteniendo abierta la puerta, aguardando a que un gato gordo de color naranja saliera a tomar el aire. El inteligente felino vio a Harry y Charlie salir protegidos bajo la capa de invisibilidad. Con su peluda cola erguida en el aire, Crookshanks les siguió, haciendo su debut.

—Gracias —suspiró Harry contra el hombro de Charlie cuando llegaron con seguridad ante las puertas que daban paso a los terrenos de Hogwarts. Miraron alrededor buscando cualquier cosa que luciera sospechosa, y aunque no encontraron nada, permanecieron bajo la capa.

En cuanto atravesaron las enormes puertas de roble del castillo, Harry llamó a Dobby. El extravagante elfo doméstico gritó con alegría, listo para hacer cualquier cosa que Harry Potter deseara.

—¿Va Harry Potter a cenar con el director? Dobby estará feliz de colocar un puesto en la mesa principal —ofreció la feliz criatura.

—Gracias, Dobby, pero voy a mi habitación. ¿Puedes decir a Albus que estoy seguro, en el castillo? No quiero que se levante de la mesa cuando reciba la alerta de que estoy en la torre—.

—Dobby informará al profesor Dumbledore que Harry Potter está a salvo —asintió vigorosamente con la cabeza—. ¿Querría Harry Potter que le llevara la comida a su habitación? —.

—Observa esto —susurró a Charlie, antes de girarse nuevamente hacia Dobby—. Sí, por favor. Estoy realmente hambriento —contestó agradecido, e intentó evitar reírse cuando el rostro del elfo se iluminó de felicidad. Dobby casi temblaba con deleite, y Harry no dudaba que le llevaría un magnífico festín... para una docena de personas.

—Ve, come y duerme, en ese orden —ordenó Charlie amablemente antes de regresar a la casa de los Granger para reunirse con su familia.



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Lo primero que hizo Harry fue encender la chimenea. Llamó a Severus, pero se imaginó que estaría cenando. Era casi seguro que no tendría la chimenea encendida. Dobby pronto llegó con un festín propio de un Rey, y posiblemente alcanzaría para toda su corte. Había muestras de todos sus platos favoritos, incluyendo el mayor pastelillo relleno que había visto jamás. Luego de comer hasta reventar, se acostó en la cama, lamiendo el chocolate de sus dedos. Con pereza, reflexionó si su cansancio era en realidad por la cantidad de magia utilizada, o estaba cayendo en un coma inducido por la ingesta de alimentos. Se echó a reír de su propia broma y cerró los ojos, fantaseando sobre un alto, oscuro y sexy Slytherin.

—Sexy serpiente Slytherin —siseó en pársel, con un gemido ante el recuerdo de su amante. Se quitó la ropa y se metió bajo las mantas, frotando sus interiores en el punto donde su cuerpo comenzaba a mostrar señales de interés. En realidad, no se los quitó, sino que continuó frotando sobre la tela, pensando en qué otras palabras le gustaría sisear a su pareja. Su mente comenzó a rememorar escenas de sus encuentros amorosos más recientes, del abandono de Severus, antes de terminar totalmente. Sintió un estremecimiento en su espina dorsal sólo ante el pensamiento de hacer gritar a Severus.



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Sentado a la Mesa Principal, Severus paseaba la vista por los estudiantes, apenas dándose cuenta de que Lupin estaba saludando a todos, pues había llegado tarde. Incluso si no hubiera visto al elfo domestico aparecer, supo por la mirada que Albus le dirigió que Harry estaba en el castillo, a salvo. Se sintió tentado de ir a ver a su amante de inmediato, pero resistió la urgencia. Sabía que Harry habría comido hasta hartarse luego de la Ceremonia de Protección, y que seguramente estaría noqueado para el tiempo en que él pudiera llegar a sus aposentos.

El maestro de Pociones revolvió la comida de su plato, pensando en el tiempo que Harry se acercó a él sólo para terminar decepcionado. No permitiría que eso volviera a suceder, y se consideraba afortunado de que el joven se hubiera mostrado tan feliz al verle en la casa de los Granger.



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Harry despertó con la mano en sus interiores y ganas de ir al baño. Pensando que no valía la pena arriesgarse, se colocó su túnica antes de salir de su habitación. Soltó una risita al ver su reflejo, con el cabello pegado a un lado. Luego de desahogarse y echar la cadena, regresó a su habitación y trepó a la cama. Antes de tener oportunidad de quedar nuevamente dormido, escuchó que Albus entraba en su oficina.

—Huele a comida —fue a Minerva McGonagall a quien Harry escuchó hablar primero.

—No dudo que todavía hay una enorme cantidad de alimentos en la habitación de Harry —rio Albus, conociendo a Dobby—. Él debe estar en las habitaciones de Severus—.

Albus no había sentido la magia de Harry al entrar a la torre. Al joven le extrañó ese hecho, antes de recordar que había utilizado una gran parte de su energía, y aún no la había recuperado cuando empujó un armario accidentalmente, chocando contra varios cuadros y una estatua pequeña. Había reparado todos, utilizando la pequeña cantidad de magia que había almacenado durante su breve siesta.

En medio de su somnolencia, Harry fue vagamente consciente de que las voces se acercaban. No podía recordar que hubiera nadie más que Albus, Severus y él mismo en el área privada de la torre.

—Severus no comió mucho esta noche —comentaba Albus.

—Yo le pregunté por qué. Me dijo que no era de mi incumbencia, pero quizás debería usar mi influencia para que vistieras túnicas menos perjudiciales para su apetito —ella sonaba divertida. Harry no recordaba haber escuchado a su Jefa de Casa tan juguetona excepto en las vacaciones que tuvieron cuando volvió a su adolescencia—. Te superaste a ti mismo con esto, querido —comentó, refiriéndose a la peculiar elección de atuendo.

—Pensaba que te gustaba esta túnica—.

—Te prefiero sin esta túnica—.

De repente, Harry despertó por completo, los ojos tan abiertos como Dobby. Puso la almohada sobre su cabeza, pero no logró apartar la imagen. Juró que nunca más se reiría de Ron cuando se quejaba de haber oído accidentalmente a sus padres teniendo sexo.

Escuchó un pequeño sonido y fisgoneó por encima de la almohada, respirando aliviado al ver la cara de su salvador en el fuego de la chimenea. Puso un dedo sobre sus labios indicando a Severus que se mantuviera en silencio. Luego de unos cuantos gestos ridículos, el hombre finalmente entendió que Harry iba a pasar a través del fuego. Quería preguntar qué hacía que el joven actuara de ese modo, pero podría aguardar un poco más, mientras disfrutaba del cálido cuerpo casi desnudo que se presionaba contra él. Sintió el estremecimiento de Harry, pero no parecía una buena clase de temblor.

—Te amo—.

Harry levantó la mirada abruptamente, olvidando las razones por las que había escapado de su habitación. Tenía poca oportunidad para contestar con esos labios presionando con dureza contra los suyos. Fuertes manos aferraron sus hombros, acercándole aún más, mientras Severus arrasaba su boca. El joven apenas lograba respirar mientras una lengua dominante la invadía.

—Oh, Severus —jadeó Harry roncamente, su boca liberada mientras su amante mordisqueaba su cuello. Jadeó con más fuerza cuando la caliente boca de Sev succionó justo en ese punto correcto, marcándole con posesividad. El pene de Harry había empezado a abrirse paso entre sus calzoncillos, irguiéndose con el estímulo. Lo frotó casi dolorosamente contra el basto material de la túnica de profesor.

—Soy un bastardo, mereces algo mejor —murmuró Severus contra su piel antes de seguir trabajando sobre el morado que se estaba formando. Tomó un momento para que el joven consiguiera reunir las palabras.

—Sí —siseó, tanto conviniendo con sus palabras como suplicando por más—. Estoy de acuerdo... necesitas ser mejor —gimió al sentir la fuerte mano que aferraba su trasero—. Eso es mejor —susurró sin aliento. Levantó el brazo de Sev, sacando su varita de la manga—. Tienes demasiada ropa puesta —murmuró, intentando hacer un hechizo para desnudarle. Observó con decepción como la larga hilera de pequeños botones caían al piso, pero la túnica no se movía.

—Patético —suspiró Severus, sin ocultar su sonrisa y recuperando su varita. Harry comenzó a desplomarse en sus brazos; necesitaba acostarse.

—No tengo energía para eso, supongo —musitó, aturdido, y gritó cuando su pareja aferró su erección con rudeza.

—Lo importante es esto —Severus disfrutó el modo en que el joven gimoteó cuando fue alzado y trasladado a la cama. Observó cómo los ojos verdes se movían con rapidez como si no pudiera manejar la multitud de sensaciones que estaba experimentando. Murmurando un hechizo lubricante, observó la confusa expresión que cruzó el rostro de Harry. Severus continuó sus atenciones, sonriendo contra los apretados abdominales. En algún momento, el joven se daría cuenta de lo que acababa de hacer.

Los ojos verdes se desenfocaron, sintiendo como sus lentes eran retirados. Había escuchado murmurar el hechizo lubricante, pero no había sentido nada. Difícilmente pudo concentrarse en nada más, hasta que sintió una mano fuerte y segura que nuevamente rodeaba su polla. No fue hasta que fue golpeado por una inesperada oleada de placer que se dio cuenta que estaba enterrado en el caliente y apretado culo de su amante. Sintió como si acabara de ser golpeado hasta dejarle sin aire. Todo lo que pudo hacer fue evitar correrse en ese instante. Afortunadamente, Severus también necesitaba tiempo para ajustarse. Harry no podía apartar su mente del hecho que su pareja no había tenido mayor preparación que un hechizo de lubricación. Esperaba que se relajara lo suficiente para lograr manejarse sin demasiada incomodidad, y no estuviera maltratándose a sí mismo.

La preocupación de Harry por su pareja terminó cuando el hombre comenzó a moverse. Si debía juzgar por los sonidos, Severus no estaba sufriendo. Estaba tan inmerso en sus sensaciones que pasaron varios minutos antes de ser consciente que todavía no se había movido. Aferró las sábanas, incapaz de hacer mucho más. Cuando su mente nublada registró que estaba cerca del clímax, comenzó a acariciar la polla de su amante. El ritmo era lamentable, y se tomaba largas pausas, perdido en la vista, el sonido, las sensaciones del momento, pero su ejecución debía ser de algún modo la correcta. Severus se corrió de manera convincente, a pesar de las incapacidades de Harry. Incluso en medio de su confusión mental, Harry decidió que nunca había contemplado una visión más excitante que las nalgas de Sev sobre él.

Apenas recordaba vagamente a Severus deslizándose para dejar libre su flácido miembro. Ni siquiera estaba seguro de si ya dormía cuando una suave y cálida toalla le limpió. No recordaba mucho más que los pocos instantes en brazos de Severus antes de caer en un apacible sueño. Sin embargo, ahora estaba razonablemente seguro de que lo que fuera que estuviera produciendo ese irritante zumbido debería morir.

—No —gimió, atrayendo más cerca la almohada, y con ella a Severus.

—Sí —murmuraron unos suaves labios a lo largo de su cuello—. Ven a desayunar conmigo—.

Harry pudo notar la diversión en las palabras, y estaba seguro de que Severus estaba demasiado despierto para lo temprano que él sentía que era.

—¿Qué hora es? —.

—Las seis de la mañana. Voy a ducharme. Reúnete conmigo, o duerme unos minutos más. Tú decides —siseó sobre la cabeza de Harry y se levantó con rapidez.

—Muy pronto —se quejó, pero aun así se incorporó.

—Dormiste —Severus verificó el reloj— más de diez horas. Nos acostamos a las siete y media —comentó con expresión engreída.

—Acostados, pero no durmiendo —Harry paseó por sus recuerdos—. Eso fue agradable—.

—¿Cómo pude olvidarlo? Tienes razón —dijo con sarcasmo—. En realidad no dormimos hasta las siete y cuarenta y cinco—.

Harry tenía que admitir que habían sido quince minutos muy agradables, y contempló la idea de levantarse para reunirse con Sev en la ducha. Para el momento en que logró arrastrar su trasero hasta el baño, el otro estaba terminando.

—Encontrarás un cepillo de dientes extra en el gabinete. Por mucho que adore tu lengua, preferiría que la mantuvieras fuera de mi cepillo —Severus jadeó cuando un inesperado dedo se deslizó en su trasero.

—Nunca se puede decir por dónde viene —bromeó Harry, entrando en la ducha—. Oh, ¿ya te vas? —.

—Terminé. Ya habré regresado de desayunar para cuando tú acabes. Necesitamos hablar de algunas cosas—.

—¿Debería preocuparme? —indagó Harry, aunque pensaba que Severus no sonaba molesto.


Severus sorbió su té, sonriendo. Era incapaz de creer la cantidad de comida que Harry había logrado consumir, considerando todo lo que probablemente había devorado la noche anterior. Mientras el joven comía, le contó la situación que se había presentado con Remus. Harry comprendió que quería asegurarse que si escuchaba algún rumor no le diera importancia.

—¿Quieres decir que debes actuar como si estuvieran saliendo? —preguntó, deseando que su voz sonara más confiada.

—No, no en una base regular, pero es posible que de vez en cuando tengamos que mantener las apariencias. Debes comprender que sólo sería en beneficio de un estudiante que está en contacto con el Señor Oscuro. Nunca haría un despliegue público —aseguró, explicándole además que éste creía que estaba usando la condición de Remus para extorsionarle.

—Diría que todo parece demasiado exagerado, pero eso sería hipócrita de mi parte —de repente, Harry recordó otra pareja inverosímil—. ¿Sabes algo sobre Albus y Minerva? —preguntó, haciendo una mueca.

—Nadie me lo ha comentado, pero he vivido y trabajado aquí durante mucho tiempo, y también tengo una habitación en la torre—.

A Severus no le había sorprendido encontrar a Minerva en la habitación de Albus la noche que Harry acudió por ayuda. Recordando, se dio cuenta que el joven no debía recordar su estadía allí.

>> ¿Te molestaría que Albus tuviera alguien especial en su vida? —.

—Supongo que no —no estaba muy seguro de qué era lo que le incomodaba—. Imagino que sólo es que pienso que es demasiado viejo. ¿No es ella como un centenar de años más joven? —.

—Ochenta y cinco, creo—.

—Pero él es... "realmente viejo", y ella... "tiene la mitad de su edad"—.

Harry se contuvo a tiempo al darse cuenta de lo que había estado a punto de decir. A juzgar por la expresión de Severus, sabía lo que el joven estaba pensando.

—No es necesario tener sexo para estar enamorado. Por supuesto, hay pociones que permiten superar ciertos problemas de desempeño —comentó, echándose a reír ante el impactado rostro de Harry.

—Nosotros nos tenemos mucha confianza. ¿Por qué no me lo mencionaría en todo este tiempo? —el joven intentó desviar la conversación, además que no quería admitir que, en cierto modo, se sentía traicionado porque Albus no hubiera confiado en él.

—¿Cuánto sabes acerca de la vida personal de Minerva? —preguntó Severus, sabiendo la respuesta—. Aunque seas muy cercano a Albus, no significa que él tenga derecho a romper la confianza de ella. No es fácil conservar un secreto en este castillo; no le culpo por mantener su vida privada—.

—Cuando Albus me recibió, pasaba todo su tiempo libre conmigo. Madame Pomfrey me contó que permaneció a mi lado hasta que estuvieron seguros de que viviría. Después de eso, sólo me dejaba por cortos periodos de tiempo, cuando Ron o alguien más venían a visitarme. Cuando mejoré un poco, me llevó de vacaciones y pasamos tiempo con algunos de sus familiares. Nunca se me ocurrió que tuviera alguien más tan cercano, aguardando. Monopolicé su tiempo por casi todo un año —musitó, sintiéndose mal por haber acaparado tanto tiempo de Albus, de noche y de día, y se preguntó cómo se habría sentido Minerva—. Ya sólo mis recuerdos debieron provocarle un gran daño—.

—Albus quedó devastado al comprender cuánto se había equivocado al juzgar tu situación. Varias personas dedican sus vidas a cuidar de tus necesidades, o de las necesidades de aquellos que te cuidan —acarició su mejilla al ver que Harry se veía angustiado—. No dije esto para acongojarte. Quiero que comprendas cuán amado eres—.

El joven se relajó visiblemente.

—Durante un tiempo, me pareció como si Minerva quisiera postularse para directora. O quizás eso es lo que me dije a mí mismo al verla en su oficina con tanta frecuencia —Harry se rio de su propia ignorancia—. Y hablando de relaciones inesperadas —le sonrió traviesamente—. ¿Qué demonios te traes con la señora Granger? ¿Debería sentirme celoso? —se sentó a horcajadas sobre su regazo—. ¿Es por eso por lo que conocías los hechizos utilizados en las primeras Protecciones? Ella parecía conocerte muy bien para alguien que pasó unas pocas horas allí una sola vez, algunos años antes—.

—Que perceptivo —Severus sorbió su té, ignorando la lengua que lamia el lóbulo de su oreja.

—Sigue hablando —susurró Harry, y al succionar con más fuerza escuchó un suspiro—. Tú me perteneces, Sev —le recordó.

El hombre comenzó su historia con una advertencia.

—Si repites esto, te garantizo que vivirás para arrepentirte—.

—Sí, sí, ahora desembucha. ¿Cuándo la conociste en realidad? Nunca te he visto mostrarte tan amable con alguien que hayas conocido apenas unos años—.

—Desde tus doce años—.

Eso atrajo su atención.

>> Cuando fue claro quiénes eran tus amigos más cercanos, Albus le sugirió a Arthur que fortaleciera sus Protecciones. Dado que los Granger eran muggles, no quisimos llamar la atención sobre ellos alzando Protecciones en su casa, pues frustraría el propósito de proteger a quienes te rodeaban. Albus me envió a lanzar un hechizo sobre la casa que le alertara en caso de que algún mago rondara por la zona. Yo tuve que ajustar el hechizo cada vez que Hermione regresaba a su casa por vacaciones, ya fuera en verano, Pascua o Navidad —explicó.

—Eso tiene sentido. ¿Es todo? Pareces contrariado —Harry se movió sobre su regazo para mirarle a los ojos. El mayor emitió un sonido indescifrable.

—Considerando nuestras recientes conversaciones, me sentí obligado a contarte toda la historia, a pesar de mi mejor juicio—musitó sin mirarle a los ojos.

—¿No podías haber dicho 'ya que te lo debo, te lo contaré'? —Harry rio entre dientes—. No vas a distraerme —agregó, cuando Severus le atrajo más cerca.

—Vale, mocoso. No podía rondar la casa lanzando hechizos sin hablar con los Granger. Nos sentamos a tomar el té mientras les explicaba la situación y que deseábamos mantener la seguridad de su hija. El té se convirtió en parte del proceso. Durante un debate sobre los méritos de la odontología muggle contra la mágica... —.

—Tú fuiste muy bestia con Hermione cuando Malfoy la atacó con el hechizo Densaugeo —comentó, recordando a Hermione con los dientes enormes.

—¿Cuándo aprenderás que no soy un tipo agradable? Además del hecho de que nunca fui amable con ninguno de tus amigos, encontraba a la señorita Granger bastante odiosa —confesó Severus con sinceridad.

—¿Señorita Granger? —.

—Ahora que Hermione es mayor, es más tolerable —ignoró la sonrisa de Harry, o el hecho de que la joven no era mucho mayor.

>> Mi historia, antes que me interrumpieras con tanta descortesía, era sobre la señora Granger. Aparentemente, al ser dentista consideró correcto preguntarme por qué yo no había arreglado mis dientes. Aunque estuve tentado a maldecirla, tuve que admitir que blanquear mis dientes con un hechizo sería un cambio demasiado notorio. No quería que nadie pensara que era vanidoso, y no me preocupaba lo suficiente como para crear una poción para hacerlo. Un día me ofreció un producto dental muggle que me los blanquearía lentamente—.

—Nunca lo noté —Harry separó sus labios para observarle con más atención. Severus le lanzó una mirada feroz y apartó la cabeza de los curiosos dedos.

—Ésa era la idea, ¿acaso no me escuchaste?

—Si yo puedo aceptar deportivamente mis momentos vergonzosos, también puedes hacerlo tú —argumentó Harry, y Severus le escuchó agregar en un murmullo—. Al menos nadie te ha pedido que te levantes mientras lo estás haciendo—.

—¿No? —Severus le arrastró en un beso apasionado. Harry se retorció en su regazo.

—Supongo que puedes hacer ambas cosas —concedió, sintiendo la dura evidencia bajo él.



Capítulo 63 . harry
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Death Eater takes a Holiday. Capítulo 62. La Vida 'Corriente' Parte II
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