alisevv
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| Tema: Death Eater takes a Holiday. Capítulo 62. La Vida 'Corriente' Parte I Dom Ago 05, 2018 4:51 pm | |
| Death eater takes a holiday Capítulo 62-I La Vida 'Corriente' Parte I —No tengo palabras para expresar cuánto agradezco que me estés ayudando —Hermione empujó un carrito de compras entre los pasillos del mercado—. Entonces, resulta que hay una buena razón para servir todos esos alimentos de consuelo* después de levantar las Protecciones —ella sabía que esto era verdad, pues Harry ya le había contestado todas sus preguntas al menos tres veces, pero él disfrutaba al verla tan excitada. No podía imaginar cómo luciría cuando Ron hiciera 'la pregunta' esa noche; impactada, sugirió una pequeña voz en el cerebro del joven—. ¿Estás seguro de que no te molesta ayudarme con la comida? Eso me facilitaría mucho las cosas, pues todavía tengo muchos recados que hacer —la chica prácticamente estaba saltando ante la caja de pago del supermercado.
—¿Estás segura de que tu mamá sabe que voy a ir? No quisiera asustarla —Harry recordaba la primera vez que Ron se Apareció en el hogar de los Granger; la pobre señora lo había tomado bastante bien, una vez que se recuperó. Tomó tantos paquetes de chucherías como pudo sostener y esperó mientras ella apilaba unos cuantos más—. ¿Es suficiente? —preguntó, esperanzado.
—Suficiente. Le dije a mama que te esperara en los próximos veinte minutos o algo así. Ella prometió que permanecería lejos de la esquina de la cocina frente a la puerta de atrás—.
Hermione ya le había dibujado un mapa y le había mostrado una fotografía, y trató de no ofenderse cuando él se mostró divertido ante su atención obsesiva-compulsiva a los detalles. Con un chasquido, Harry Apareció en la cocina, y logró evitar que se le cayera algún paquete. Crookshanks, sin embargo, no había esperado tan repentina llegada al lado del plato de su comida, y atacó su tobillo.
—Es la segunda vez en una semana, sarnos... —Harry se calló al ver que la señora Granger le sonreía dulcemente desde la habitación contigua. Ella entró con cautela y pasó al lado del gato naranja que, con un siseo, salió como una flecha rumbo a la cocina. Se acercó a Harry y tomó algunos de los paquetes que él estaba a punto de dejar caer. Se preocupó por el arañazo y le ofreció antiséptico. El joven recordó que Hermione le había mencionado que su madre se sentía algo inútil desde que su hija podía hacer magia en casa y las tareas del hogar las podía realizar con un mínimo esfuerzo.
Harry no tuvo el corazón de negarse cuando ella sacó el botiquín de primeros auxilios y, luego de limpiar el arañazo, le aplicó una crema anti-bacterial y lo cubrió con una curita. Incluso Crookshanks reapareció, frotándose contra la pierna del joven y mirándole en una súplica de perdón.
>> Es mejor que te acostumbres, amigo —Harry levantó al pesado gato—. Muy pronto, tu mami va a estar apareciendo y desapareciendo a horas extrañas —movió un dedo por su peluda cara. Dirigiéndose a la señora Granger, explicó—: Ella está esperándome, es mejor que me vaya. ¿Está segura de que no necesita ayuda con esto? —se sentía algo mal de dejar toda esa comida para que la dama la acomodara. Odiaba esa parte de comprar alimentos. La mamá de Hermione lo despachó, ganándose una sonrisa del chico, quien le agradeció por la curita y se Apareció de regreso con Hermione. Recordando el consejo de Kieran, lanzó un rápido hechizo de sanación sobre su pierna.
—¿Todo fue bien? —preguntó su amiga, resistiendo la tentación de indagar porqué se había demorado tanto. Él bromeó diciéndole que no le había mencionado el recipiente de la comida del gato cuando le dibujó el mapa de la cocina. De hecho, no lo había mostrado en el dibujo.
—¿Quieres ir haciendo tus recados mientras yo voy al banco? —le preguntó Harry, chequeando su reloj.
—¿Te importaría mucho que fuera contigo? —sugirió ella con timidez—. A tu bóveda —agregó, suavemente.
—Sin problema. Permíteme invitarte, ¿te gusta cabalgar en vagones? —bromeó.
—En realidad, nunca he visto una bóveda. Mis padres siempre me han dado el dinero para mis gastos. Así, no he necesitado abrir una, y no lo haré al menos hasta que consiga un trabajo. Siempre pensé que sería fascinante ver una, pero ya sabes cuán sensible es Ron respecto al dinero —comentó con un guiño.
Diez minutos después...
Chillando y con la mano sobre la boca, Hermione disfrutaba de su primera cabalgata en vagón hacia la bóveda seiscientos ochenta y siete. Harry sacó una bolsita de cuero de su bolsillo y la llenó. La chica no se extrañó, pues le había visto usar la misma bolsita durante años. Fue cuando sacó una bolsa mucho más grande cuando le llamó la atención.
>> ¿Planeas ir de compras? —preguntó, divertida—. Espero que sea para mi regalo de la Ceremonia de Protección —agregó con una risita.
—Nop, los marcadores de libros no cuestan tanto —contestó con un guiño—. Es para pagar mi renta —explicó con franqueza. La joven casi tropezó. Era una cantidad importante de oro. De hecho, mientras él continuaba llenándola, ella pensó que la bolsa se iba alargando mágicamente, a juzgar por la cantidad de oro que iba agregando.
Una vez terminaron en el banco, se dirigieron a visitar al señor Jennings, el casero de Harry.
—Sé que no es mi problema, pero cuando rentaste este lugar, dijiste que tenías dos posibilidades: pagar mensualmente o trimestralmente. Ésta parece ser una cantidad enorme de oro, incluso si elegiste la segunda opción—.
—Considéralo un impuesto triple X —bromeó, sin ahondar la explicación hasta que su amiga estaba a punto de estallar. Eventualmente, cedió y se lo aclaró.
>> Yo estaba probando un nuevo juego de dispositivos de audición que inventaron los gemelos. Desde mi habitación, escuchaba mientras ellos hablaban quedamente en la sala de estar para ver si funcionaban bien. En resumen, funcionaron mejor de lo que se esperaba. Lo que yo no imaginaba, fue oír al señor Jennings en su tienda, horas más tarde. En general, los hechizos para contener las explosiones de Fred y George han resultado, pero durante un gran estallido —Harry puso los ojos en blanco y continuó —, durante un gran estallido, el yeso del techo cayó como una lluvia sobre las antigüedades del apartamento de abajo. Escuché que él decía a su esposa que quería desalojarme—.
—Esos idiotas —ella frunció el ceño.
—Los Jennings son amables, pero supongo que fueron demasiadas explosiones —adujo Harry en su defensa.
—Me estaba refiriendo a Fred y a George —aclaró la chica en un tono enojado.
—No te preocupes, ya me encargué de todo. Esperé unos días para que Jennings se calmara y fui a decirle que si no le importaría que le pagara seis meses por adelantado —comentó con una sonrisa—. El dinero habla. El pobre hombre empezó a balbucear y lo siguiente que vi fue a la señora Jennings saliendo de la habitación trasera como un tiro para decirme que no les importaba en absoluto—.
—Eso es muy astuto de su parte, señor Potter —pasó su brazo bajo el de él y disfrutó la caminata hacia la tienda de antigüedades. El tiempo no había refrescado demasiado todavía.
—Además, me gusta tener ese pago adelantado. Si algo me sucediera, no habría prisa para decidir qué hacer con mis cosas—.
—¡Harry, eso es definitivamente morboso! No digas ese tipo de cosas —le apretó el brazo como si eso pudiera protegerle por más tiempo.
—No quise decir que fuera a morir —su tono era tan exasperado como el de ella—. Ya hice mi testamento para ese caso. Me refiero a otras cosas. Ya he pasado una considerable cantidad de tiempo en coma, sanándome, en el pasado. No se puede estar seguro de lo que puede suceder. Estoy seguro de que, si algo similar me ocurriera, mis cosas sencillamente irían a mis aposentos en la torre de Hogwarts, pero de este modo nadie tendría que tomas decisiones precipitadas. Odiaría comerme por accidente alguna cabeza de jengibre de los gemelos y, cuando despertara una semana después, encontrarme con que he perdido mi apartamento —bromeó, tratando de aligerar el ambiente.
Continuaron haciendo recados y, eventualmente, se detuvieron a tomar una cerveza de mantequilla, donde Harry le explicó que no podría quedarse mucho rato después de levantar las Protecciones en la casa de los padres de su amiga.
—Pero las protecciones ya estarán levantadas —argumentó ella.
—Lo sé, pero no son tan fuertes como las de Hogwarts. Debes entender que una vez completada la Ceremonia de Protecciones uno queda drenado. Por favor, confía en mí en este asunto —Harry tomó un sorbo de su bebida y esperó que ella dejara el tópico.
—¿No vamos a poner casi las mismas Protecciones en mi casa? —insistió, deseando comprender.
—Sí, pero intenta cenar con Severus, Filius y Albus, y dime que no te sentirías segura —replicó, guiñándole un ojo.
Al final, ella comprendió que él no podía permitirse el lujo de exponerse en un estado de vulnerabilidad, estando exhausto, y le preocupaba convertir en un blanco a la familia de Hermione. Entonces, decidió cambiar de tema.
—Ron me invitó a cenar. No me dijo a dónde vamos. Odio que haga eso, pues no sé qué ropa ponerme —se quejó.
—Mencionó que tenía que conseguir ropa nueva para una reunión hoy. Algo sobre presumir en el Ministerio de Magia. Supongo que su jefe le ordenó que llevara una túnica decente. Ya conoces a Ron; probablemente decidió salir contigo ya que tenía que vestirse formalmente de todas formas. Es posible que tú quieras ponerte tu vestido nuevo —comentó con todo casual, esperando que ella no se mostrara suspicaz ante su sugerencia. Ahora, se alegraba de que no pudiera recordar el tema del anillo.
—Supongo que cuanto más elegante, mejor. Por cierto, me divertí mucho anoche. Por favor, agradécele de nuevo de mi parte. Me siento mucho mejor después de haber discutido con él los planes para mi Ceremonia de Protecciones —comentó, consciente de que no debía mencionar el nombre de Severus.
—En cuanto lo vea de nuevo —contestó, desanimado, y susurró—: Anoche fue llamado. Creo que algo está pasando. Fue una noche ruda —no la miró a los ojos, y ella se preguntó para quién habría sido una noche ruda; ¿tal vez para ambos? —. Es mejor que sigamos. Esta noche, usa esa nueva cosa que conseguiste para tu cabello —le aconsejó con un guiño, y dejó unas monedas sobre la mesa para la camarera.
—¿Hay algo que no me hayas dicho? —preguntó la chica entrecerrando los ojos.
—Sí, que me siento celoso de no poder tener citas con mi pareja y debo experimentarlo a través de ti —le dio un beso amistoso y tomó sus paquetes.
Hermione viajó a su casa a través de la red flu de Las Tres Escobas y levantó a Crookshanks. Harry se Apareció en el interior de la cocina de nuevo y le entregó los paquetes.
—Gracias por todo —dijo su amiga, dándole un gran abrazo y deseándole que su próxima reunión con Kieran resultara muy bien.
Harry se encontraba preocupado. Empezaba a notar un patrón. Había estado quejándose sobre lo inoportuno que estaba resultando Voldemort, cuando se dio cuenta de lo que podía estar sucediendo. Severus y él estaban relajados, sentados en el sofá, mirando el programa de televisión, cuando Harry había girado la cabeza para encontrar los ojos negros. Severus le había observado con una mirada que le había derretido. El programa olvidado, sólo se quedaron sentados quietos, mirándose a los ojos. Harry pudo ver el amor de Sev, y suspiró con alegría. Era uno de esos momentos en que uno se daba cuenta de cuán maravilloso era su amante. Y fue justo en ese tierno momento cuando un latigazo de dolor atacó tan fuerte que el Maestro casi había saltado.
El pobre Severus tenía un momento especial con Harry y lo siguiente que pudo percibir el joven era que parecía como si su pareja fuera a vomitar. Voldemort le había convocado, produciéndole un dolor mortal.
Reflexionando en lo sucedido, Harry recordó cuán feliz se había sentido cuando sus amigos habían comido con ellos. Más tarde, ambos habían actuado como una ansiosa pareja de adolescentes, con el nuevo descubrimiento de la excitada reacción de Sev al escucharle hablar en pársel. Él también se había sentido muy contento y excitado.
Quiso contarle a Severus sus sospechas acerca de que el Señor Oscuro estaba percibiendo los intensos sentimientos propios, pero no había tenido oportunidad. Conocía a su pareja lo bastante bien como para saber que se debía sentir mal por su actitud final la noche pasada. Quería asegurarle que todo estaba bien. Cierto, se había sentido mal en ese momento, pero algo así era rápidamente olvidado cuando tu amado se encontraba sufriendo una Imperdonable y tú eras obligado a observarlo y sentirlo a través de una visión.
Esa noche, un relajado Harry veía la televisión. Apenas prestaba atención al programa, pues su mente reflexionaba sobre el tratamiento que le había explicado Kieran. Había sonado como si pudieran eliminar el dolor más fuerte, pero no podía evitar sentirse ansioso al respecto. De vez en cuando echaba un vistazo a la chimenea por si Ron y Mione regresaban. Su amigo le había pedido que dejara abierta la red flu sólo por si acaso. Harry esperaba que ellos se fueran a follar a algún sitio, pero con Hermione emocionada, nunca sé sabía qué esperar.
Un destello de cabello rojo brilló en el fuego y pensó que sería Ron. Sin embargo, notó que había dos destellos, que lucían demasiado similares como para que fueran otros que los gemelos, incluso para un Harry que no estaba llevando los lentes.
—¡Ey, compañero! —corearon a dúo—. ¿Te apetece algo de compañía? —.
—¿Quieren decir que, si me gustaría quedarme sentado solo, viendo la tele, mientras ustedes arruinan el lugar preparando una poción? —sonrió, y con la mano hizo un gesto de bienvenida—. Pueden pasar —no pudo evitar pensar que había sonado como Severus.
Fred entró dando un traspié, con George siguiéndole de cerca.
—Hoy es la noche —canturreó George.
—Ron lleva días dando vueltas, comportándose como un chalado, la mitad del tiempo luciendo una enorme sonrisa boba y el resto tan nervioso como un gato en una habitación llena de mecedoras —gruñó Fred.
Harry se echó a reír.
—Entonces, ya son dos. ¿Piensan que Mione está loca ahora, planeando la Ceremonia de Protecciones? Sólo esperen a que empiece a planificar su boda. Creo que pronto voy a emprender un largo y placentero viaje —casi tosió con la risa.
Unas cuantas cervezas de mantequilla y media tarta más tarde, los gemelos empezaron a explicar una nueva idea que tenían entre manos.
>> Si van a preparar algo, es mejor que empiecen ya. Yo tengo que elaborar algunas cosas para mí —comentó Harry, recordando que tenía que resurtir sus stock de pociones. No le gustaba salir de Hogwarts sin llevar algunas, pero entre la noche que había pasado y la reunión con los sanadores, lo había olvidado.
Un rato más tarde, el joven se congeló al escuchar que tocaban a la puerta. Sacó su varita y lanzó un hechizo de ventana. Parecía ser Kieran.
—¿Quién es? —preguntó, aunque estaba bastante seguro de que sí se trataba del sanador.
—¡Entrega! Flores para el señor Potter —se escuchó anunciar.
—No, gracias, soy alérgico —contestó Harry, y casi saltó cuando la puerta fue golpeada otra vez—. ¿Quién es? —canturreó de nuevo.
—¡Fawkes! ¡Abre la puerta antes que te de algo de lo que tengas que curarte! ¡No es demasiado pronto para empezar tu entrenamiento! —.
El recién llegado lanzó un hechizo al momento que la puerta se abrió, pero el escudo de Harry ya estaba en su lugar.
—Ey, Kieran, ¿recuerdas a Fred y George? —Harry ni siquiera conocía la maldición que el escocés le había lanzado.
—Snape no pudo verte hoy, así que me ofrecí a traerte esto —le entregó un surtido de pociones, para gran alivio de Harry.
—¿Te ofreciste o él amenazó tu vida? —.
—Quizás yo le debiera un favor —contestó con tono evasivo y una sonrisa pícara, antes de mirar a los gemelos—. Puede que Snape haya mencionado a ustedes dos un par de veces. Así, finalmente nos conocemos —observó al pelirrojo de la izquierda, quien lucía un suéter tejido a mano con una enorme G al frente —. Tú debes ser Fred —sonrió, había hecho una suposición correcta.
—Ya les ha catado; yo de ustedes, sería cuidadoso —Harry rió aún más fuerte. Fred y George ya lucían como si estuvieran decididos a ser cautelosos con Kieran—. ¿Tomas algo? —ofreció.
—Aún tengo que ir a otro sitio, pero tengo tiempo para un trago rápido —contestó Kieran, lanzando a los gemelos una sonrisa malvada. Podría divertirse a costa de esos dos.
—No recuerdo qué te gusta beber —Harry dudaba que el sanador fuera un gran fan de la cerveza de mantequilla.
—Un pajarito me contó que, si uno mira tras cierto saco de azúcar en el gabinete de la cocina, puede haber algo de lo que me gusta —contestó, caminando hacia el caldero para ver lo que estaban preparando. Harry puso los ojos en blanco y revisó tras el saco de azúcar para encontrar una botella pequeña. Vertió el contenido en un viejo y gastado vaso, seguro que a Kieran no le importaría que él no tuviera una fina cristalería como la que tenía Severus.
—Usted es amigo de Snape —George recordó que Harry se lo había contado la noche que se reunieron con Jo Black —esperaba no volver a ver a su amigo como mujer nunca más—. Nunca imaginó que Snape pudiera tener un amigo—. ¿Estuvo almorzando en Hogwarts? Escuchamos que la fundadora del Instituto Wellingfield estuvo hoy allí—.
—¿Es eso cierto? —Kieran parecía vagamente interesado—. ¿Dónde lo escucharon? —el sanador pensó que las noticias habían corrido muy rápido, ya que apenas habían pasado unas pocas horas.
—Nuestra hermana de diecisiete años —explicó Fred—. Nos contó que Frances Wellingfield en persona estaba allí, conversando sobre el uso de pociones sanadoras con el profesor Snape—.
George daba vueltas al contenido del caldero mientras hablaban. Harry mantuvo el rostro serio lo mejor que pudo.
—Quizás Severus te la pueda presentar —comentó Harry, servicial. Kieran iba a replicar al chiste, pero recordó algo.
—No puedo creer lo que le dijiste a Frances —el hombre vació su vaso—. ¿A cuántos sanadores puede ofender un niño en un mes? —preguntó, con una carcajada. Harry gruñó que no era un niño; Kieran sólo rió más fuerte. El dueño de casa se hundió en el sofá e hizo muecas a espaldas del escoces, quien se dirigía hacia el baño. Fred y George saltaron ante la oportunidad de quedarse a solas con su amigo por unos minutos.
—¿Estaba ella allí por ti? —indagó George con rapidez. Harry asintió brevemente, y giró la cabeza cuando ambos abrieron los ojos de par en par—. ¿Te encuentras bien? —insistió, nervioso—. ¿Pasó algo malo cuando... cuando recibiste nuestra carta, el traslador? —.
Harry nunca había visto a los gemelos lucir tan patéticos. Eso le estaba poniendo nervioso.
—Estoy bien —replicó, rotundo, y lo único que logró es que le miraran más preocupados—. Miren, no estoy listo para hablar sobre eso en este momento —dijo, en lo que esperaba fuera un tono calmado.
—¿Puedes decirnos si tiene algo que ver con tu prueba? —.
Harry se daba cuenta que todavía se sentían culpables por haberle enviado el traslador, especialmente luego de su pasada experiencia con ellos. Suspiró antes de mirarles a los ojos, de la mejor forma que podía con ambos a un tiempo.
—No tengo ningún problema residual por la prueba, en absoluto. Ya saben cómo es esto, no puedo contarles algo antes de tener la oportunidad de decírselo a Ron. Cuando esté listo... —agregó, exasperado —. Por favor, ¿podrían dejar de mirarme así? —.
—Pero... —empezó Fred, y George continuó a partir de allí.
—Vimos la carta que te llegó del Instituto. Jamás la leeríamos, por supuesto, pero... no pudimos evitar fijarnos en el remitente. Ése es un lugar para Sanadores. La gente común sólo va allí cuando... —su voz se apagó.
Cuando Kieran entró a la habitación pudo notar el repentino silencio.
—No dejen su charla por mi causa; claro, a menos que estén hablando de mí —sonrió a Harry, quien lució aliviado al verle.
—No, no hablábamos de usted. Estábamos hablando sobre los Sanadores —explicó Fred, nervioso.
Kieran sonrió.
—¿Es eso cierto? —indagó, guiñando un ojo a Harry. Tomó una galleta de un plato en la mesa. Pretendió ignorar la reacción de los gemelos. Observó que ellos parecían tener todo un diálogo sin pronunciar ni una sola palabra, y se preguntó si era cosa de gemelos, o simplemente porque pasaban tanto tiempo juntos. A los diez años, Severus y él podían hacer prácticamente lo mismo.
Kieran les preguntó qué sabían sobre los Sanadores enfatizándolo con sus manos, que jugueteaban con la galleta. En ningún momento hizo mención de que él era Sanador. Cada vez que parecía que iba a meterle un mordisco a la galleta, de repente, pensaba en algo nuevo que decir y seguía moviéndola entre las manos. Harry rió entre dientes al tiempo que las migajas del dulce se esparcían por el piso.
Con todos los gestos de las manos, los gemelos no captaron el rápido movimiento que hizo con su varita, haciendo que el Sueño de Jengibre se volviera inocuo. Finalmente, se comió la galleta y se dejó caer al suelo. Harry no pensó ni por un instante que estuviera realmente dormido. Los gemelos no sabían si debían celebrar una buena broma o correr por sus vidas.
—¿Él tiene buen sentido del humor? —preguntó George, preocupado. Había olvidado que era el mismo hombre que había ayudado a Harry, transformándole en chica y sacándole a beber para su cumpleaños.
—Es el mejor amigo de Severus Snape —contestó el moreno llanamente, dejando que ellos lo interpretaran como quisieran. Complacido ante las idénticas expresiones de pánico, no intentó aliviar sus temores.
—Vamos a ponerlo en el sofá. Cuando despierte, podemos hablar como si hubiera estado todo el tiempo despierto. Funcionó con Ginny —Fred lucía nervioso a la vista del intimidante mago tirado en el suelo. Mientras le levitaban hasta el sofá, Harry uso su varita, lanzando un hechizo que le había enseñado Kieran.
—¿Qué van a hacer con él? —preguntó con tono dramático al ver que su hechizo hacía efecto. George observó con horror como el rostro con barba de tres días se volvía azul—. ¿Está en shock? Sería mejor que le hicieran un boca a boca —siguió Harry, tratando de no soltar la carcajada. Eso fue todo lo que el Sanador pudo resistir. Rápidamente, anunció que los únicos labios que se posarían sobre los suyos serían los de una mujer o empezaría a lanzar maldiciones contra cualquier cosa que se moviera.
Capítulo 62-II . | |
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