La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 El amor que salvó un reino. Epílogo en gotitas III

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alisevv

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MensajeTema: El amor que salvó un reino. Epílogo en gotitas III   El amor que salvó un reino. Epílogo en gotitas III I_icon_minitimeDom Mar 13, 2016 9:16 pm

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Castillo de Piedra
Anktar-Moribia



—Dios mío, si así es con seis meses no quiero ver cómo me voy a ver y sentir cuando cumpla los nueve— se quejaba Harry, al tiempo que apoyado en Severus, entraba en la salita que acostumbraba a usar la familia en sus reuniones íntimas—. Parezco una ballena.

Sonriendo con cariño, el Rey de Moribia lo acompañó hasta un sofá, donde se sentaron. De inmediato, Harry se acurrucó en brazos del mayor.

—¿Qué tal estuvo el paseo?— preguntó Lily, al tiempo que Hermione se acercaba para dar a los recién llegados sendos vasos de limonada.

—Genial, el jardín está precioso, es increíble que puedan existir tantos colores de flores— comentó Harry.

—De hecho— pidió su esposo—, debes recordarme felicitar a los jardineros.

Harry asintió, sonriendo, luego de dar un largo trago a su bebida.

—Lo malo es que el bebé y yo nos moríamos de calor.

—Por cierto, nos encontramos a Remus y a Draco en el jardín— comentó Severus—. Enseguida vienen. Nos contaron que ustedes querían hablar con ellos— miró a los abuelos de su esposo—. ¿Les van a decir sobre el viaje?

—¿Qué viaje?

La voz expectante resonó en la entrada de la salita y todos voltearon para observar a Draco, que los miraba con una ceja alzada en interrogación.

—Ven, amor, vamos a sentarnos— propuso Remus, tomándole de la mano.

—¿Tú también sabes de qué viaje están hablando, Remus?— el joven rubio lo miró con cierta desconfianza.

—No, pero lo imagino. Anda, ven.

Ambos se sentaron frente a los Condes de Lupin, esperando una respuesta.

—Bien, verán— comenzó Patrick Lupin algo contrariado, sabía que no les iba a gustar la noticia pero era necesario darla—. Recibí un telegrama de Londres, hay algunos problemas en el Condado y Remus y yo debemos viajar para solucionarlos. Lo lamento.

Por primera vez, Draco maldijo internamente por la idea de su tío de modernizar Moribia y poner una estación receptora de telégrafos en Anktar.

—¿Y cuándo deberemos partir?— preguntó en un tono que no evidenciaba la tristeza que sentía en ese momento.

—Preferiblemente antes de un mes.

—Ay, no, abuelo— la voz de Harry sonaba desconsolada—. Yo quería que estuvieran aquí para cuando naciera mi bebé. Draco va a ser su padrino.

—Lo sé, hijo, pero no es posible— denegó Patrick Lupin.

—No te preocupes, amor— lo consoló Severus, aunque sus negros ojos también estaban inundados de tristeza—. Estoy seguro que en unos meses estarán de vuelta, y entonces bautizaremos al bebé. Draco va a seguir siendo su padrino.

—Y para ese entonces Rem y Draco estarán casados— comentó la Condesa Lupin con una sonrisa.

El rostro de Draco se ensombreció aún mas y se levantó.

—Si me disculpan, tengo algunas cosas que hacer.

—Amor, espera— Remus lo alcanzó antes de llegar a la puerta y lo miró, preocupado—. ¿Qué te pasa?— el joven negó con la cabeza e intentó salir—. Por favor, dime.

—No es nada, Remus. Tonterías mías.

—Nada que te afecte de este modo puede ser una tontería. Por favor, dime que es.

—No tiene solución— el rubio volvió a negar con la cabeza, pero al ver que su pareja seguía mirando, suplicándole por una respuesta, se dio por vencido—. Es que…— se detuvo un instante, tratando de decir lo que le abrumaba sin dañar a Remus en el camino—. Yo quiero casarme contigo, sueño con ese día— comenzó a explicar—, pero la idea de casarme en un lugar extraño, sin la gente que quiero, sin mi tío… Rem, mi tío Severus es como mi padre, ¿imaginas lo que significaría para ti casarte sin tus padres?

Remus lo miró acongojado y luego lo estrechó contra su pecho. El joven se dejó abrazar, mientras el hombre que amaba lo consolaba.

—Lo siento, tanto, amor— musitó, arrullándolo con cariño—. Si hubiera una forma para que nos casáramos en Moribia, la que fuera, créeme que la conseguiría.

—De hecho, hay una posibilidad.

Ambos hombres se apartaron de inmediato y fijaron su mirada expectante en Patrick Lupin, quien se hallaba parado a su lado.

—¿Qué forma?— inquirió Remus, ansioso.

—Si hubieras estado más interesado en la política, le habrías ahorrado un buen disgusto a tu novio— lo amonestó su padre de forma amistosa—. Poco antes que partieras hacia Moribia, salió una resolución en el Parlamento que permite que un heredero a un título nobiliario pueda casarse fuera del país. Sólo se requiere una razón poderosa y que la ceremonia sea validada por el noble poseedor del título y un representante legal del Reino. Amos Diggory, el embajador en Estambul, es un buen amigo, y según Neville no tiene mucho que hacer por allí. Estoy seguro que no se va a negar a venir por unos días para servir de testigo.

Las expresiones de alegría no se hicieron esperar.

—¿Pero por qué no lo habías dicho antes?— le reclamó su esposa, mientras Lily miraba a James, enojada—. Si había esa posibilidad, era lógico que los muchachos prefirieran casarse aquí.

—Lo siento. La verdad, no lo pensé.

—Ni yo tampoco— se defendió James, a quien su esposa seguía mirando de muy mala manera.

—Bueno, no los regañen mas— dijo Harry, sonriendo de oreja a oreja—. Lo importante es que van a poder casarse aquí.

En ese momento, Severus, quien había permanecido observando todo en silencio, sintió que un enorme peso dejaba de apretar su pecho. Aunque le dolía en el alma no poder asistir a la boda de Draco, no había querido decir nada antes para no agobiar al joven.

Se acercó pausadamente a su sobrino, y luego de mirarlo un largo rato, lo aferró en un abrazo que salía del alma.

—Te quiero, hijo— fue todo lo que dijo, pero en esas sencillas palabras expresaba todo el amor que albergaba su corazón. Y ante eso, Draco no pudo hacer nada más que enterrar su rostro en el pecho del hombre y agradecer a los cielos porque aún lo tenía a su lado.



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En algún lugar del Mar Egeo


El navío del Reino de Moribia se balanceaba plácidamente sobre las quietas aguas del Mar Egeo, arropado por un cielo repleto de brillantes estrellas. Apoyado en la barandilla de estribor, Draco Lupin observaba la belleza del oscuro mar, que con el reflejo de la luna parecía casi plateado, mientras una tenue sonrisa iluminaba sus rosados labios.

—Pequeño tramposo, dijiste que ibas al baño y me dejaste solo con aquellos dos— a pesar de sus palabras, la voz que escuchó a su lado era cálida, tanto como el brazo que se posó sobre sus hombros y lo atrajo hacia el fuerte cuerpo. Draco sólo se rió suavemente y su esposo besó su rubio cabello—. Menos mal que decidieron irse a dormir. ¿Y en qué estabas pensando que sonreías cuando llegué?

Draco se giró dentro de su abrazo y se acomodó mejor, para hundir sus plateados ojos en los de su pareja.

—Recordaba nuestra boda, fue hermosa.

—Y tú estabas deslumbrante— se inclinó y depositó un tierno beso en sus labios—. Aunque yo prefiero recordar nuestra noche de bodas, con tu hermoso cuerpo sobre las sábanas de seda negra, invitándome a poseerlo— Draco enrojeció hasta límites insospechados y Remus rió suavemente—. Es increíble, llevamos once días de casados, te he hecho el amor cada una de las noches de los últimos diez días, y aún te ruborizas con mis palabras.

—Ah, no fastidies— musitó Draco, intentando desasirse.

—No, amor, no te enojes, si a mí me encanta— se inclinó y tomó la fruncida boca en un beso que de inmediato fue contestado con pasión—. Me pregunto, si te vuelvo a hacer el amor por onceava noche, ¿dejarías de ruborizarte?

—No sé— replicó el joven con una sonrisa pícara—. Podríamos probar.

Sin necesitar mayor invitación, Remus se inclinó y, con un elegante movimiento, levantó a su joven esposo en brazos. Mientras lo besaba con pasión, caminó con prisa por la cubierta del barco, rumbo a su camarote, esperando no encontrar a nadie en su camino, aunque tampoco sería la primera vez que los pillaran compartiendo arrumacos.

Al llegar a la puerta de su camarote, la empujó con un pie y no se detuvo hasta depositar su preciada carga sobre las verdes sábanas de la mullida cama.

De inmediato, se acostó sobre su pareja y hundió los labios en la ansiosa boca. Se besaron un buen rato, perdidos del mundo, mientras sus lenguas luchaban y sus manos, ya conocedoras del camino a seguir, trabajaban febriles desnudándose mutuamente. Eso era algo que Remus adoraba de su esposo; dada su juventud e inexperiencia, aún se ruborizaba como un colegial ante las palabras, pero cuando estaban solos en su intimidad, se desinhibía por completo y se entregaba completamente, con un deseo y una pasión que nada tenía que envidiar al propio.

Pronto, ambos cuerpos desnudos se frotaban uno contra otro, piel dorada contra blancura nacarada. Separándose de la boca que le quitaba el aliento, Remus empezó a recorrer con sus besos el camino que adoraba.

Primero se hundió en el cuello suave como algodón, donde su lengua y sus labios se deleitaron con un sabor más dulce que la mejor ambrosía. Luego siguió bajando hasta que su boca se cerró sobre uno de los erguidos y tentadores pezones, mientras la mano de Draco acariciaba el cabello castaño de su amante.

Las caricias siguieron por el estómago plano y la lengua de Remus jugueteó un buen rato con su ombligo. En ese momento, el hombre dio un sonoro beso en el estómago de Draco y levantó la cabeza.

—¿Me alcanzas el aceite?

—¿Acaso no sabes que no debes pedirme nada cuando me tienes así?— jadeó Draco, aunque sonreía, y estirándose, alcanzó lo que le pedía—. Soy incapaz de realizar la acción más sencilla.

Remus se rió de una forma que a Draco se le antojó totalmente irresistible, así que musitó.

>>Ven aquí un momento.

Su pareja obedeció y de nuevo empezó un largo duelo de lenguas. Cuando concluyó en un digno empate, Remus se acercó al oído de Draco, haciéndole cosquillas.

—Voltéate para mí, amor.

De nuevo bajó, mientras Draco, ansioso, se giraba boca abajo.

—No te tardes mucho por allá, amor— suplicó, ansioso.

Untando uno de sus dedos en aceite, Remus empezó su amorosa preparación, mientras su boca iba hacia la marca de fertilidad de su esposo y empezaba a acariciarla con su lengua. Los jadeos de Draco llenaban el ambiente, mientras el olor del aceite se mezclaba con el aroma a yodo y salitre que impregnaba el ambiente. Pronto, el amoroso trabajo de hombre rindió sus frutos y Draco estuvo listo para recibirlo.

—¿Así o quieres voltearte?

—Así estaría genial— contestó Draco con un suspiro ahogado, al tiempo que elevaba su cuerpo, afirmándose en sus codos y rodillas.

Remus se colocó tras él, y mientras regaba la nuca de su esposo con húmedos y apasionados besos, se deslizó lentamente en medio de las suaves paredes que lo acogieron cálidamente. Sin esperar, Draco se impulsó hacia atrás, instando a su pareja a que empezara a moverse. Remus salió, obediente, y volvió a entrar de un fuerte empujón, que logró que ambos gimieran sonoramente. Y volvió a salir y a entrar, una y otra vez, mientras su mano acariciaba con fuerza y amor la dura masculinidad del joven rubio. Hasta que el mundo estalló en una mezcla de deleite, agonía y amor. Un deleite y un amor que esperaban duraría hasta el fin de sus días.



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Palacio de Piedra
Anktar-Moribia



Severus Dumbledore entró por el camino que conducía al Palacio de Piedra con aire cansado, sólo deseaba besar a su marido, darse un baño y comerse mínimo una pierna de venado. A su lado, Sirius Black marchaba en sus mismas condiciones. Habían pasado todo el día recorriendo Anktar y los alrededores, verificando satisfechos que ya todo prácticamente había regresado a la normalidad.

Frunció el ceño, extrañado, pues sin importar la hora que fuera, en cuanto los centinelas avisaban que él estaba regresando a casa, Harry siempre salía a recibirlo a la puerta. Sin embargo, esta vez allí se encontraba el Marqués de Potter, con el rostro extrañamente serio.

Severus saltó del caballo y en unas pocas zancadas ya estaba frente a su suegro.

—James, ¿ocurrió algo?— preguntó, impaciente.

—Es Harry, entró en labor de parto.

—¿De parto?— inquirió el Rey, alarmado—. Es imposible, aún faltan dos semanas.

—Los primerizos habitualmente se adelantan, Neville nació tres semanas antes— lo tranquilizó James.

—¿Empezó hace mucho?

—Unas tres horas.

—Dios, ¿por qué no me mandaron llamar? Le prometí que estaría con él.

—Mandamos a buscarte, pero parece que te has estado moviendo mucho— explicó James—. Pero o mucho me equivoco o todavía falta un buen rato.

En ese momento, el valet de Severus corrió hasta él.

—Su Majestad, ya está preparado su baño y tengo ropa limpia lista— dijo tomando su capa y su sombrero.

—¿El baño?

—Lily dejó dicho que no te atrevieras a entrar a tu cuarto a menos que estuvieras absolutamente bañado y con ropa limpia— explicó James—. Así que es mejor que corras.

Quince minutos más tarde, un Severus inmaculado de pies a cabeza entraba por la puerta de su dormitorio.

—Sev, al fin— gimió Harry, tendiendo su mano hacia él. Enseguida, el hombre corrió hacia su cama, tomó su mano y se sentó a su lado.

—¿Te bañaste antes de entrar?— preguntó Lady Lily, y al ver que el hombre asentía, sonrió tranquila.

—¿Qué fue lo que pasó?

—Harry empezó con dolores hace unas tres horas, ya está bastante dilatado.

—Yo lo siento, Sev— gimió Harry, jadeando de dolor—. No hice nada para que se adelantara, de veras.

—Mi amor, claro que no hiciste nada, que ocurrencia— susurró Severus, mientras lo alzaba hasta lograr que quedara recostado contra su pecho. Alzó su elegante mano y retiro unos húmedos mechones de cabello negro de su frente.

—Me duele— gimió el joven, retorciéndose con otra contracción.

—Ya, mi amor, verás que pronto pasa, sólo un poquito más— levantó la vista hacia Lily—. ¿Dónde está Karkaroff? ¿Por qué no está aquí?

—Salió un momento pero enseguida regresa.

—Ya estoy aquí, Su Majestad— se escuchó una voz desde el umbral, y el hombre se acercó, presuroso.

—¿Faltará mucho?— inquirió Severus.

—Un rato. Ya se terminó de formar el canal de parto y está en el proceso de dilatación.

—¿Y no puede darle algo para que no le duela tanto?

—Le di una infusión leve, pero algo más fuerte sería contraproducente. Recuerde que, a diferencia de las mujeres, el canal del parto en los varones fértiles es algo que se crea durante el embarazo y luego del parto el cuerpo empieza a trabajar para que todo regrese a la normalidad. Ese proceso llevará varios días, durante los cuales Su Majestad el Príncipe Consorte deberá permanecer en reposo. Si le doy calmantes más fuertes, el proceso se ralentizará y deberá permanecer un mayor tiempo acostado.

—No, por favor— suplicó Harry—. Prefiero soportar el dolor. Pero mientras tanto, no te vayas— pidió mirando a Severus.

—Por supuesto que no me iré, te lo prometí— el hombre beso el alborotado cabello y el joven se acurrucó feliz entre sus brazos.

Alrededor de una hora más tarde los dolores eran casi continuos y Severus estaba desesperado de angustia. Colocándose al pie de la cama, Igor Karkaroff habló con tono pausado.

—Majestad, permítame ver cómo va todo— pidió, y Harry abrió las piernas y las encogió bajo la sábana que lo cubría—. Vaya, parece que ahora sí nuestro nuevo príncipe quiere nacer. Por favor, cuando yo le diga, puje.

Los siguientes minutos fueron para Harry una mezcla de dolor, angustia y felicidad, y al fin se escuchó la voz potente de Igor Karkaroff.

>>Felicidades, Majestades, es un niño.

Emocionado, Severus vio como alzaban a su hijo y le daban una tijerita para que le cortara el cordón umbilical. Se giraba hacia Harry, feliz, cuando notó que el joven hacía un gesto de dolor.

—¿Amor, qué pasa?— preguntó, preocupado.

—Todavía me duele mucho.

Extrañado, el Rey giró sus preocupados ojos al médico.

—No es lógico— contestó el sanador a la muda pregunta—. A menos que…

Mientras le daban el bebé a una también preocupada Lily, Karkaroff volvió a poner su atención en Harry. Luego de revisarlo, sonrió divertido.

>>Majestad, cuando yo le diga, puje de nuevo.



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—Mellizos, no lo puedo creer— comentó James Potter, asombrado.

Todos se encontraban en las habitaciones reales, mirando como un agotado pero muy feliz Harry sostenía en sus brazos un bultito rosado que envolvía a su niña, y un orgullosísimo Severus mecía en los suyos el bultito azul correspondiente a su hijo.

—Según Karkaroff, el parto de mellizos es rarísimo en un embarazo masculino— explicó Severus.

—Y son preciosos— dijo Hermione, los ojos brillando de ternura.

—Y están muy sanitos los dos— agregó la orgullosa abuela.

—¿Dos por uno?— Sirius puso cara de horror—. Definitivamente, ustedes dos cuando la hacen, la hacen en grande.

Y aunque todos rieron de la ocurrencia, tuvieron que admitir que esta vez Sirius Black tenía toda la razón



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La noticia del nacimiento de los mellizos había corrido como reguero de pólvora por todo Anktar y sus alrededores, y todos estaban más que felices con la buena noticia. Por ello, para el día de la presentación al pueblo de los nuevos herederos, que como dictaba la tradición debía efectuarse dos días después del nacimiento, en los jardines del Palacio de Piedra se había reunido una impresionante multitud, y el inmenso vestíbulo estaba repleto de flores y regalos que habían traído para el Príncipe Consorte y los pequeños.

Esa mañana, colocaron un cómodo sillón en el balconcito de las habitaciones reales, y cuando dio la hora estipulada, Severus, vestido con su uniforme de gala, tomó en brazos a un convaleciente Harry, que llevaba una lujosa bata azul marino, y con cuidado lo sacó al balcón y lo sentó en la silla.

A la vista de sus monarcas, el pueblo aplaudió y vitoreo enfebrecido, pero no fue nada comparado con lo que ocurrió cuando el Rey se dio la vuelta, tomó a los pequeños que le tendían Lily y James y volvió a salir.

Severus miró a su esposo y este alzo la mano, pidiendo silencio al pueblo. Enseguida, los gritos cesaron y Severus se acercó a la barandilla del balcón.

—Pueblo de Moribia— empezó con acento pausado—. El Príncipe Consorte y yo queremos agradecerles todas sus muestras de afecto y presentarles a nuestros hijos y herederos: Nuestra princesita, Natascha Alexandra, y muestro pequeño príncipe, Andrei David.

Y de nuevo reventaron los gritos y las muestras de felicidad, que en los días siguientes resonaron y resonaron, llevando la buena nueva hasta el último rincón del reino.



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—Abuelita, abuelita.

Lily Potter levantó la vista del bordado y sonrió, al ver los ansiosos rostros de sus nietos mayores.

A la sazón, tenían ya nueve años cumplidos. Natascha Alexandra se había convertido en una preciosa damita, de ojos negros y pelo negro y liso, que peinaba en unos preciosos tirabuzones que recogía tras la cabecita. Andrei David era alto y espigado, también tenía los ojos y el cabello negros, pero a diferencia de su hermana, el suyo siempre parecía un nido de pájaros. Y como decía su padre Severus con alivio, ambos habían sacado la nariz de los Potter.

—Hola, mis niños, ¿qué hacen?

—Estábamos esperando a papá y papi— contestó la niña, haciendo un mohín de contrariedad—, pero nana dice que tal vez no vengan hoy.

—Es probable— respondió Lady Lily—. Tuvieron que viajar al poblado morib, lo más seguro es que se queden a dormir en el campamento de las montañas nubladas.

—¿Y por qué no nos llevaron?— se quejó Andrei—. Nos prometieron que un día de estos nos llevarían a casa de Nimphadora a visitar al abuelito Albus y queda de paso.

La dama palmeó un sillón frente a ella.

—¿Por qué no se sientan y hablamos más cómodos?— cuando los pequeños obedecieron, ella continuó—. Sus padres tenían que ir hasta el poblado morib y era un trayecto demasiado largo y cansado para ustedes.

—Pero otras veces hemos ido al poblado morib— insistió Andrei, quien había sacado el carácter obstinado de Severus y no daba su brazo a torcer con facilidad.

—Pero siempre desde el campamento en las montañas, desde aquí es muchísimo más largo. ¿Y por qué buscaban a sus padres?— preguntó su abuela, intentando distraerlos.

—Nos aburrimos, abuelita— confesó la pequeña—. Anna e Ivan salieron con tía Hermione y el castillo está muy solo. Papi siempre inventa cosas divertidas cuando nos aburrimos.

—Entiendo— Lily reflexionó un momento—. ¿Por qué no buscan a su hermanita?— propuso, refiriéndose a la hija pequeña del matrimonio real, una chiquilla de tres años, de ojos verdes y cabello rojo, que la dama estaba encantada de haberle heredado—. Podrían leerle un cuento o jugar con ella un ratito.

—Ya fuimos a buscar a Gracie, aunque fue idea de Natascha— puntualizó el niño, quien no admitiría ni muerto que sentía debilidad por su hermana pequeña y le encantaba jugar con ella—. Pero nana nos dijo que está dormida.

—Vaya, y su abuelo y Sirius también salieron, así que…

Lo que iba a decir la dama se vio interrumpido por la alegre voz de su marido, que resonaba en la puerta de la habitación.

—Hola, familia.

—Abuelito— de inmediato, Natascha fue a abrazar al hombre mayor, quien la alzó y siguió su camino hacia el resto.

—Vaya, cada día estás mas grande, pequeña— le dio un beso para luego depositarla en el suelo—. Por cierto, chicos, acabo de ver a Anna e Ivan, los están buscando.

—Genial.

Los mellizos se despidieron rápidamente de los mayores y corrieron hacia la salida.

—Son un par de terremotos— se rió James Potter, al tiempo que se sentaba junto a su esposa y la besaba tiernamente—. Y el resto no se quedan atrás, esos cuatro alborotan el palacio, y por el camino que va, pronto Gracie se les unirá. Y el ambiente se va a poner más animado. Charlie viene por unos días a conversar con Severus acerca de algunos acuerdos que se van a firmar entre Mejkin y Moribia, y va a traer a Constantino, y ése también es un pequeño diablillo.

—Bueno, en Navidad son más, si contamos a Elizabeth y James.

—Bueno, James sí, también es de armas tomar— se rió Lord Potter—. Pero Eli no, sacó el mismo carácter de Luna, es muy tranquila.

—A veces parece la madre de todos los demás— rió Lily—. Me hace tanta gracia verla regañándolos, y eso que sólo tiene seis años. Tengo unas ganas que llegue noviembre, para tenerlos a todos aquí.

—Y éste va a ser un año especial, con el bebé de Draco y Remus. Pobres, les costó tanto tenerlo— comentó James.

—Sí, y ahora están como locos, especialmente mis padres.

—Ni lo menciones. ¿Recuerdas la última carta que mandó tu madre? Todo es: que si Michael duerme toda la noche, que si tiene el pelo rubito como Draco y los ojos de Remus, que si le compramos un cochecito azul precioso a Michael, y si vieran cuanto come, y ya mantiene la cabecita parada. Que si Michael esto, que si Michael lo otro.

La dama lanzó una carcajada.

—Por Dios, James, que exagerado.

—¿Exagerado? Tu madre escribió cuatro cuartillas, y si no fuera por Patrick que puso unas líneas, no nos hubiéramos enterado cómo seguía Draco y cómo estaba Remus.

La carcajada de Lily se vio interrumpida por una nueva entrada de Natascha.

—Abuelito, estamos jugando y tío Sirius va a apoyar a Ivan y Anna. Andrei se quedó defendiendo pero necesitamos refuerzos, ¿vienes?

James miró la entusiasmada cara de la pequeña y, lanzando un suspiro de resignación, caminó en pos de su nieta. Antes de salir, miró a su esposa y esbozo una ligera sonrisa.

—Al menos no es Invierno, no corro peligro de verme envuelto en una guerra de nieve, mis pobres huesos ya no están para eso.

Y mientras Lily Potter reía, divertida, abuelo y nieta abandonaban la habitación.



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Azerbaycán
Un punto perdido en la región



—No lo puedo creer— se lamentaba Vernon Dursley, quien estaba sentado en el estudio de su inmensa mansión—. Tal pareciera que pesa algún tipo de maldición sobre mí.

—No digas eso, mi amo— susurró Lucius, tendiéndole un vaso con whisky.

—¿Cómo no?— replicó el hombre, quien se removió en su asiento, haciendo que su enorme panza se moviera como un gran tazón de gelatina—. Llevas conmigo diez años, ¿no? Sí, recuerdo que te compré un año antes que muriera Petunia— siguió sin dar tiempo al otro a contestar—. Y seis meses después murió mi único hijo— tomó un largo trago de bebida—. Y luego me casé dos veces más para tratar de conseguir mi heredero y ya ves, ambas murieron y nadie me pudo decir por qué. Definitivamente, es una maldición, estoy destinado a que todos me abandonen.

—No, mi amo— aseguró Lucius, luciendo muy apenado, y se inclinó para besar sus labios—. No te han abandonado todos, yo sigo aquí.

Vernon lo miró fijamente.

—Lucius, no me vas a dejar nunca, ¿verdad?

—Nunca lo haría, aunque…

—¿Aunque?— inquirió el hombre, alarmado.

—Sé que te has deshecho de todo tu harén por quedarte conmigo, pero me siento tan triste cada vez que te casas.

—Prometo que no me volveré a casar— aseguró Vernon—. Incluso, voy a poner algunas propiedades a tu nombre en mi testamento y dejaré la instrucción de que seas liberado si yo muero.

—Oh, no, eso no es necesario, Amo.

—Sí lo es, no quiero que, en caso de morir, quedes desprotegido. Sólo debes prometer que estarás conmigo hasta el final.

El hombre rubio dio la vuelta y empezó a masajear el grueso cuello, al tiempo que le daba leves besos en la nuca, a pesar de sentir que se revolvía su estómago al hacerlo. Entonces, mientras en sus ojos aparecía un brillo de triunfo y en sus labios una sonrisa maligna, susurró a su oído.

—Lo juro, Amo. Voy a estar contigo… hasta el final.



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Montañas Nubladas
Moribia



Lo que un día había sido el campamento de Severus y la resistencia en las Montañas Nubladas, a las azón se había convertido en un hermoso poblado.

Cuando Lucius había sido derrotado, diez años antes, y los legítimos reyes asumieron el trono, se planteó la necesidad de dejarlo abandonado, dado que no habría quien lo cuidara pues estaba demasiado alejado del poblado morib. Sin embargo, ni a Severus ni a Harry, que habían vivido todos esos meses bajo la protección de las duras pero acogedoras grutas de piedra, les hacía mucha gracia la idea.

La solución al problema se encontró cuando Sirius propuso transformar el sitio en un refugio para las vacaciones. A los nuevos monarcas la sugerencia les pareció estupenda, la idea de conservar su pequeño rincón para poder pasar en ese lugar el mes de diciembre, cuando las obligaciones en palacio disminuían y les permitían darse una escapadita, les encantaba.

James Potter, que tenía un gran sentido práctico, comentó que probablemente mucha gente también querría unirse a la idea y que deberían sacarle provecho en función de los más necesitados. Así, se hizo público que quien quisiera podría obtener una cueva en el campamento a cambio de una mensualidad, parte de la cual estaría destinada a pagar a las personas que cuidarían el lugar, y el resto iría a una fundación cuya función sería ayudar a aquellas personas que habían sido más golpeadas por la guerra, como los lisiados o las viudas y huérfanos.

Sobra decir que la idea fue estupendamente recibida, y, especialmente en Navidades, el lugar se transformaba en un sitio alegre y bullicioso, lleno de gente dispuesta a descansar y relajarse unos días en medio de la nieve.

Además, una serie de cuevas habían sido cómodamente amobladas y habilitadas como una especie de hotel, cuyas ganancias también iban destinadas a la misma fundación, y que se había convertido en el sitio de moda para pasar la luna de miel.

Severus había decidido que el lugar era ideal para fugarse un par de días con su esposo, así que, después de convencer a Harry que los niños iban a estar perfectamente con sus abuelos, le había propuesto quedarse en el campamento luego de la visita a los moribs.

Habían llegado al campamento casi al final del día, por lo que prácticamente corrieron hasta el mirador donde se habían casado para poder presenciar la puesta de sol, que siempre era un espectáculo. Luego, pasearon un rato por el bosque, tomados de la mano, mientras la oscuridad empezaba a envolverlo todo lentamente y el ambiente se llenaba de los ruidos de los insectos y la fragancia de las flores nocturnas.

—¿Vamos al hotel a comer?— propuso Harry—. Me muero de hambre.

Severus fingió meditarlo.

—Bueno, yo tenía una sorpresa reservada en nuestra cueva, pero si prefieres el comedor.

—¿Sorpresa?— Severus rió internamente, definitivamente esa era una palabra mágica para entusiasmar a su esposo—. ¿La sorpresa incluye comida?— Severus asintió—. ¿Entonces que esperamos?

Divertido, Severus dejó que su pareja lo jalara hasta lo que llamaban en broma su ‘cueva de solteros’, la que conservaban pese a que ahora poseían una galería más grande con habitaciones para toda la familia real.

La cueva no parecía ni por asomo aquella en la que habían habitado recién casados. Ahora estaba elegantemente amueblada, aunque con mobiliario acorde con el rústico lugar. En cuanto entraron, los recibió la imagen de una mesa elegantemente vestida, con una exquisita vajilla y cubertería y unas copas de fino cristal que lanzaban suaves destellos con el reflejo de la luz.

—¡Wow!— exclamó Harry, y sin soltar la mano de su pareja, se acercó a la mesa. Enseguida, empezó levantar las tapaderas que cubrían la comida, que aún permanecía caliente—. Son mis comidas favoritas— siguió alborozado antes de girarse hacia Severus—. ¿Cuándo preparaste todo esto?

—Dejé instrucciones esta mañana, cuando pasamos antes de ir al poblado morib.

—Claro, por eso dijiste que tenías sed y te bajaste.

—Exacto— el Rey tomó una botella del vino preferido de Harry y sirvió dos copas, entregando una a su esposo. Luego alzó la suya en un brindis—. Por nosotros, amor.

—Por nosotros— replicó el Príncipe Consorte, radiante. En ese momento, todos los remordimientos que tenían por haber dejado solos a sus niños fueron descartados de un plumazo.

Severus se inclinó para recolectar con su lengua las leves gotas de líquido rojo que habían quedado en los labios de su pareja y luego tomó la deliciosa boca en un beso profundo y pasional. Cuando se separaron, apartó una elegante silla e invitó a su esposo a sentarse.

Comieron con deleite, intercambiando besos y caricias entre bocado y bocado. Al terminar los postres, Severus tomó las copas y tendió la mano. Harry aferró su diestra y, asiendo una nueva botella de vino, se dejó guiar hasta la gruta destinada al baño.

Luego de dejar copas y botella en la orilla del estanque que servía de bañera, Severus se acercó de nuevo a Harry y empezó a besarlo con pasión. Las manos de ambos comenzaron a recorrer caminos que ya sabían de memoria, mientras las ropas caían una a una.

—La verdad es que esta piedra está definitivamente dura— comentó Severus, una vez estuvieron dentro del estanque—. ¿Qué te parece si nos damos un baño rápido y continuamos en la cama?

—Te estás poniendo viejo, Sev— se rió el joven—. Si mal no recuerdo, cuando estábamos recién casados no te molestaba tanto la piedra dura.

—Mis huesos ya no son los mismos— replicó el hombre, sonriendo a su vez—. Aunque si quieres, lo hacemos aquí, pero tú vas contra la roca.

—Ni hablar.

—¿Qué pasa, acaso te estas haciendo viejito?

Por toda respuesta, Harry atrapó de nuevo los cálidos labios de su esposo y lo besó con pasión. Se bañaron con rapidez y salieron del agua, para volver a abrazarse y besarse, mientras sus cuerpos húmedos se deslizaban uno contra el otro en una caricia febril.

Sin separarse ni un milímetro, caminaron hasta la habitación, cayendo sobre la cama sin siquiera separar sus bocas. Los besos y caricias siguieron, mientras uno y otro bebían las gotas de agua del cuerpo de su compañero.

Luego de un buen tiempo de escarceos, Severus se estiró y tomó el pequeño frasco de lubricante de la mesita de noche.

—Humm, almendras— dijo Harry cuando vio el recipiente—, me encanta el olor.

—Lo se— musitó el hombre, besándolo una vez más.

—No me digas que diste instrucciones para que también lo pusieran aquí— exclamó, algo abochornado, y su pareja sonrió—. Eres increíble. ¿Imaginas lo que debieron pensar?

Severus bajó la cabeza y habló sobre su boca.

—¿Qué te voy a follar? ¿Acaso crees que alguien de los que viven en el campamento tiene la más mínima duda de lo que estamos haciendo justo ahora?

El hombre más joven movió la cabeza y se echó a reír.

—No, supongo que no.

—Bien, una vez aclarado el punto, ¿te gustaría que lo hiciéramos como la última vez?

—Me encantaría.

Dándole un último beso, Severus se dio la vuelta y se ubicó sobre su pareja pero en dirección contraria, dejando un buen espacio entre el cuerpo de ambos, sus rodillas a ambos lados de la cabeza de Harry y su cabeza a la altura de la masculinidad de su esposo.

De inmediato, la ansiosa lengua de Harry salió y empezó a juguetear con la mata de vello negro que rodeaba la hombría de su pareja. Luego siguió, delineando el suave contorno de los testículos y subió hacia el glande, acariciando sabiamente mientras Severus gemía de placer.

El Rey, por su parte, abrió el frasco de aceite y untó uno de sus dedos. Mientras delineaba con su lengua la sedosa dureza de su esposo, quien se había colocado de forma de darle libre acceso a su entrada, dejó deslizar el dedo en la cálida abertura. Cuando iba por el segundo dedo, Harry engulló todo su miembro, y luego de lanzar un fuerte jadeo, Severus le imitó. Pronto, ambas bocas se deslizaban arriba y abajo por las duras masculinidades, al tiempo que un tercer dedo de Severus se unía a la preparación.

Cuando se dio cuenta que Harry estaba completamente preparado y muy ansioso, el hombre soltó el miembro de su niño y sus dedos abandonaron el cálido cobijo. Pensando que ya era hora, el Príncipe Consorte también soltó a su presa y elevó las caderas, suplicando por ser poseído.

Girando para volver a enfocar el rostro de su esposo, Severus levantó las caderas del más joven y se dejó deslizar entre las paredes que, amorosas, se cerraron a su alrededor. Mientras se volvían a besar con amor y pasión, ambos cuerpos empezaron a moverse al compás de la deliciosa danza que los llevaba sin remisión a esa pequeña muerte de placer, para renacer en una explosión de amor y felicidad.

Cuando logró recuperar el aliento, Severus estiró los brazos, y atrapando a su esposo en un estrecho abrazo, lo ciñó contra si, sin decir una palabra, dejando que su amor lo inundara de paz y bienestar.

—¿En qué piensas?— susurró la voz de Harry a su lado.

El hombre lo separó un tanto, para tomar su boca en un beso pleno de ternura y amor. Luego miró sus verdes ojos y murmuró:

—En que te amo— contestó con el corazón—. Y bendigo el momento en que mi pequeño jardinero cayó en mis brazos desde un árbol del jardín, para salvar el Reino de Moribia y mi corazón.

Por toda respuesta, Harry tomó nuevamente los labios de su esposo, y se besaron en un mudo juramento de amor y fidelidad que duraría una eternidad.



El amor que salvó un reino. Epílogo en gotitas III Gif-animados-WebDiseno-Lineas-Particion_06432_zpsi58j44am



Gotitas musicales

Johann Sebastián Bach, Suite nº 2, BWV 1067 – Polonesa (1717) El amor que salvó un reino. Epílogo en gotitas III Zaqui_zpso1riue2f

Wolfgang Amadeus Mozart, Sinfonía Nº 40 (1788) El amor que salvó un reino. Epílogo en gotitas III Zaqui_zpso1riue2f




El amor que salvó un reino. Epílogo en gotitas III Personajes_zpseeqtvuaj


Severus D. Snape….. Príncipe Heredero de Moribia
Harry Potter……….. Lord inglés, prometido del príncipe
Lucius Malfoy…….. Hermanastro de Severus, usurpador del trono
Sirius Black…….. …Capitán de la Guardia de Palacio
Remus Lupin……… Tío de Harry y Hermione, heredero del Conde de Lupin
Draco Malfoy……… Noble fértil, hijo de Lucius y sobrino/pupilo de Severus.
Hermione Potter…….Hermana de Harry y prometida de Sirius Black
Blaise Zabini………. Heredero legítimo del Sultanato de Mejkin
Neville Potter…….. Hermano mayor de Harry, capitán del ejército de Su Majestad
Lily Potter…………… Madre de Harry, Marquesa de Potter
James Potter………. Padre de Harry, Marqués de Potter
Pactrick Lupin…….. Conde padre de Remus y Lily
Lady Lupin…………. Madre de Remus y Lily
Charlie Weasley…. Hermano de Bill, encargado de las operaciones en las montañas del Oeste
Luna Lovegood……. Hija de padre inglés y madre turca, residenciada en Turquía.
Xenophilus Lovegood… Padre de Luna
Albus Dumbledore… Padre de Severus
Eileen Dumbledor…. Madre de Severus
Minerva McGonagall… La bruja de la historia
Lady Aurora………. Dama de compañía de las doncellas y donceles del campamento.
Godric Gryffindor… Empleado del palacio real y espía a favor de Severus
Igor Karkaroff……...Médico de palacio.
Rowena Ravenclaw… Empleada del palacio real y espía a favor de Severus
Nicolás Flamel…… Vicario
Nimphadora……….. Hija de Alastor Moody
Amos Diggory…… Embajador del Reino Unido en Turquía
Barty Crouch……….Enlace entre el Sultán de Mejkin y Lucius Malfoy
Tom Riddley………. Sultán de Mejkin.
Vernon Dursley….. Hombre rico, nuevo Amo de Lucius.
Natascha Alexandra … Hija de Severus y Harry
Andrei Dravid…… Hijo de Severus y Harry
Gracie…………… Hija menos de Severus y Harry
Anna e Ivan….. Hijos de Sirius y Hermione
Constantino….. Hijo de Charlie y Blaise
Elizabeth y James… Hijos de Neville y Luna
Michael……….. Hijo de Draco y Remus.




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