La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

  El amor que salvó un reino. Epílogo Epílogo en gotitas I

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alisevv

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MensajeTema: El amor que salvó un reino. Epílogo Epílogo en gotitas I     El amor que salvó un reino. Epílogo Epílogo en gotitas I I_icon_minitimeSáb Mar 12, 2016 5:03 pm

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Dulcemente dormido sonríes en tu fantasía,
yo te contemplo mi vida, mientras que velo tu sueño,
Y apenas puedo creerlo.

Estás de nuevo conmigo, libre, feliz y sereno,
estás en paz y sonriendo...
como sin duda sonríe el pequeño de tu seno,
nuestro pequeño proyecto, tuyo y mío...un hijo nuestro,
su semilla fue el amor y fruto de nuestro deseo,
en tu vientre generoso crece nuestro gran anhelo.

Derrotado el enemigo, por fin estás en tu hogar,
como debió de ser siempre,
eterna y perpetuamente,
porque este es tu lugar.
Siempre conmigo, a mi lado,
mi amante esposo, mi consorte, Príncipe de mi lar,
y mis dedos se pierden en tu revuelto cabello
mientras que velo tu sueño
y el fuego refleja bermellones destellos,
en la negra seda de tu pelo.

Tus esmeraldas se abren y me miran con pasión,
tus labios ríen al verme y me besan con ardor,
Te amo, rey de Moribia, me susurras con fervor.
Mi amante hermoso y etéreo, mi tierno y sensible amor,
mi esposo, mi compañero, mi consorte encantador,
me susurras cosas tiernas que me atontan y me enervan
y sucumbo sin remedio al hechizo de tu amor...

Grabielle69



Palacio de Piedra
Anktar—Moribia



Severus despertó ligeramente desorientado. Había pasado gran parte de la noche cuidando el sueño de Harry, pero a las tres, luego de darle la última dosis de medicina, se había dejado vencer por el sueño, agotado ante todos los acontecimientos que había vivido las últimas horas.

Se incorporó hasta quedar sentado en la cama y con infinita delicadeza tocó la frente de su esposo y suspiró con alivio, estaba fresco y la expresión de su rostro era serena. Si la fortuna al fin se apiadaba de él, pronto su jardinerito estaría bien y su bebé se salvaría.

Unos leves toques en la puerta llamaron su atención. Se levantó con cuidado y se acercó a abrir, para encontrarse con Godric Gryffindor, vestido con el elegante uniforme de la servidumbre real, y sonriendo débilmente, como pidiendo disculpas por algo.

—Su Alteza— murmuró el anciano—. Perdone, pero como su valet ya no está y todavía no han asignado a nadie, yo… Sé que es una osadía de mi parte— se detuvo, vacilante—, pero Sus Altezas necesitan ayuda, y si me lo permite, quisiera hacerlo. En cuanto designe a alguien oficialmente, me retiraré.

Severus lo miró con afecto.

—Godric, nunca voy a poder terminar de agradecerte lo que has hecho por nosotros, te debo tanto, y ahora…

—No, Alteza, yo no he hecho nada— musitó abochornado.

—Claro que sí, de no ser por ti, mi esposo e hijo estarían muertos en este momento. Pide lo que desees, y si está en mi mano, te lo concederé.

—No, Alteza, yo sólo hice lo que hubiera hecho cualquier moribiano por sus reyes.

—Tal vez, pero lo hiciste tú. Y quisiera recompensarte de algún modo. Y para empezar, a tu edad no es justo que sigas trabajando como lo haces.

La cara del hombre se inundó de preocupación.

—¿Me va a despedir?— musitó con temor.

—No a despedir, quedarás con una buena pensión, y quizás una casa en un lugar que te agrade.

—No, por favor, Alteza, no me saque de palacio— suplicó el anciano—. Siempre he vivido aquí, desde que el rey Albus era un jovencito príncipe. No tengo familia, no sabría donde ir, permítame seguir trabajando aquí.

Al ver la mirada de Godric, Severus entendió que la vida del anciano estaba en el castillo. Pero no quería que siguiera trabajando, y estaba seguro que el hombre no querría quedarse sin tener una asignación, a menos…

—Godric, voy a conseguir un valet joven para mí, pero como sabes, al ser mi esposo fértil requiere un valet anciano, ¿te gustaría el puesto?

Los ojos del hombre se iluminaron.

—Ningún puesto en palacio me haría más feliz. Gracias, Su Alteza.

—No me agradezcas, te lo ganaste a pulso— contestó Severus con una sonrisa, y entonces pareció recordar algo—. ¿Por qué llamabas, hay algún problema?

—Oh, que tonto soy, perdone Su Alteza— se disculpó—. En la salita está el doctor Karkaroff, vino a revisar al Príncipe Consorte.

—Estupendo, así me voy más tranquilo— contestó Severus—. Por favor, dile que espere unos minutos mientras me cambio y despierto a Harry.

—Si me permite, le puedo preparar la ropa.

—No, por hoy puedo hacerlo yo, aún tengo la costumbre de mi época en las montañas. Por cierto, también me puedes ayudar buscándome un buen valet, confiaré en tu criterio. ¿Ya llegó Rowena?

—Sí, está esperando afuera.

—Bien, que entre con el doctor, por si acaso tiene una instrucción nueva que darle.

Mientras Godric salía a hablar con el sanador, Severus entró de nuevo en su habitación, dispuesto a vestirse y despertar a Harry. Su único pensamiento, que Igor Karkaroff le confirmara que su pequeño se encontraba mejor.



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Poblado Morib
Montañas Nubladas



En el gélido tiempo invernal de la cima de las Montañas Nubladas, el viento azotaba sin piedad a quienes habían ido a dar el último adiós a sus muertos. Allí estaba todo el poblado, hombres, mujeres y niños, desde el más anciano hasta los bebés en brazos de sus madres.

Nadie lloraba ni se lamentaba. En tiempo de paz, eran un pueblo de pastores y cazadores, pero eran gente dura, curtida al vivir en un clima tan inhóspito, y en sus historias, contadas en noches de luna alrededor de las hogueras, aún rememoraban las valientes proezas de sus ancestros. La muerte para ellos sólo era un paso más.

En silencio, observaron como el morib más anciano del Consejo soltaba un cántico solemne, alabando a los caídos y pidiendo que les fuera concedido el don de encontrar su camino hacia el infinito.

Una vez concluido el cántico, varios montañeses, con sendas antorchas encendidas, se acercaron a cada uno de los cuerpos, que ya estaban preparados para la partida, acostados sobre una gruesa cama de troncos.

Y pronto, varias inmensas hogueras iluminaron el lugar, en un último adiós a los que ese día emprenderían su viaje final.



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Palacio de Piedra
Anktar-Moribia



Severus caminaba de un extremo a otro de su estudio, intranquilo. Por una parte, sentía una gran alegría, pues después de revisar a Harry, el doctor Karkaroff le había informado que el color de la marca se estaba recuperando; al parecer, la antigua poción estaba dando mejores resultados que los que el propio médico esperaba, al punto que, de seguir la favorable evolución, incluso sería innecesaria la presencia de Kingsley Shacklebolt.

Pero por la otra, le carcomía la preocupación acerca del destino de su sobrino. Hasta el momento, no había tenido noticias del grupo de rescate, y le pesaba la angustia de que no pudieran alcanzarlos, o que Draco resultara dañado en el proceso, no se podía prever lo que haría el demente de Lucius Malfoy en caso de verse acorralado.

El sonido de la puerta, abriéndose bruscamente, lo sacó de su reflexión. Sólo tuvo que ver el sonriente rostro de Sirius Black para saber que todo había resultado bien.

—Están llegando.

Sin necesitar más aclaratoria, Severus se apresuró a salir hacia la entrada del castillo. Cuando llegó al vestíbulo principal, ya todo el grupo estaba atravesando las puertas.

—Draco, gracias a Dios— musitó Severus, y sin importarle la pública muestra de afecto, abrazó a su sobrino efusivamente.

—Tío Severus, que bueno que estés bien— contestó el joven, antes de separarse y lanzar una triste mirada alrededor del destrozado vestíbulo. Sin embargo, no hizo comentario alguno al respecto, había cosas que revestían mucha más urgencia—. ¿Cómo sigue Harry?

El Príncipe observó que no sólo Draco esperaba impaciente una respuesta, sino también Remus, Neville, y un muchacho moreno con una pierna herida y que supuso sería Blaise.

—Está mejor— aseguró con una sonrisa—. El doctor Karkaroff lo revisó esta mañana y la marca está oscureciendo nuevamente, al parecer la medicina está funcionando.

—Gracias a Dios—el joven rubio dejo escapar el aire que ni siquiera había notado que estaba conteniendo—. Quiero verlo, por favor.

—Enseguida- miró los rostros ansiosos de todos, que mostraban la misma petición—, pero primero deberían presentarme a nuestro invitado.

—Oh, sí, perdón, en mi angustia por Harry olvidé mis buenos modales. Te presento a Blaise Zabinni, el verdadero heredero del Sultanato de Mejkin.

—Es un honor conocerlo, Alteza— saludó el joven con una inclinación respetuosa.

—Por favor, sin títulos o yo tendré que hacer lo mismo— desestimó Severus, con un gesto de la mano—. Bienvenido, tienes mi eterno agradecimiento por tu ayuda a mi esposo y mi sobrino.

—No lo diga, Su Alt….— el joven quedó en suspenso, sin saber cómo llamarlo.

—Puedes llamarme Severus, y si no te importa, yo te llamaré Blaise.

El joven sonrió, complacido, antes de completar lo que iba a decir.

—No fue nada lo que hice por Draco y por Harry. De hecho, ellos me ayudaron a mí. Y si no lo consideras una imprudencia, también me gustaría ver a Harry.

—Claro, subamos a la habitación— invitó, mirando también a Remus y a Neville—. El doctor dijo que podía recibir visitas siempre y cuando no le agobiaran demasiado. Él también está muy preocupado por ustedes y verlos le va a hacer mucho bien— miró a Sirius, quien había permanecido a cierta distancia, no queriendo interrumpir—. Por favor, pide que busquen al doctor Karkaroff, que en media hora suba a la habitación de Blaise. Sé que no es parte de tus obligaciones pero…

El Capitán lo interrumpió con un movimiento de la mano y una sonrisa.

—Sin problema.

—¿Mi habitación?— preguntó el joven moreno, indeciso.

—Sí, por supuesto. En su ausencia se prepararon habitaciones para todos— explicó Severus—. Aunque aún las cosas están algo confusas y no se han asignado los valets personales.

—Que gracia, no tengo valet desde que salí de Londres— comentó Neville, jocosamente—. En la India hasta me tocaba limpiar mis botas.

Todos rieron, aunque era evidente que el joven exageraba.

—De todas formas, Sirius, por favor, que alguien se ocupe de asignarle un valet a Blaise, en su situación actual va a necesitar ayuda.

—Y que sea mayor— puntualizó Draco—. Blaise también es fértil.

—Enseguida doy instrucciones, y luego iré a buscar a Hermi para decirle que ya llegaron— informó con cara cómica—. No quiero que me mate antes de la boda.

—¿Son ideas mías o ése es un hombre sometido?— preguntó Neville, alzando una ceja, mientras veía a Sirius partir veloz—. Pobrecito mi futuro cuñado.

Riendo ante la ocurrencia, todos se encaminaron hacia las habitaciones privadas de Severus. Mientras esperaban expectantes en la salita, Severus entró en la habitación, a verificar si Harry se encontraba despierto. Con alegría, se encontró con que no sólo estaba despierto sino sentado en la cama, comiendo.

—Sev, que bueno que llegaste.

La sonrisa de Harry hizo que el corazón del Príncipe latiera con más fuerza. Se acercó y se inclinó para darle un suave beso en los labios. Harry aprovechó para tenderle el tazón de sopa a Rowena.

—Su Alteza, apenas ha comido unas cucharadas— musitó la mujer.

—No quiero más— miró a su pareja haciendo un puchero que al hombre le pareció delicioso—. Sev, dile que no más.

A Severus poco le faltó para soltar una carcajada, definitivamente Harry era un mocoso manipulador.

—Esa cara no me convence— fue todo lo que dijo en voz alta—. Debes alimentarte, por ti y por el bebé— al ver que seguía frunciendo la nariz, negándose a comer, lo miró y sonrió con malicia—. Bien, entiendo que no comas si no quieres, pero entonces no podré darte la sorpresa.

—¿Sorpresa? ¿Qué sorpresa?— Severus sólo miró el plato con intención—. Ahhh, vale— el joven tomó de nuevo la cuchara—. Más te vale que la sorpresa sea buena.

Un poco después, mientras abrazaba con entusiasmo y lágrimas en los ojos a Draco y a Blaise, tuvo que admitir que, por una sorpresa como aquella, con gusto hubiera comido un galón de sopa y mucho más.



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Cercanías de las Montañas Nubladas
Moribia



Al día siguiente del rescate de Draco, el día amaneció lluvioso, como si acompañara en su dolor a todas las personas que habían enterrado a sus seres queridos en los dos últimos días. Esa tarde, Severus tenía algo muy importante que hacer, pero no quería alejarse de palacio y dejar solo a Harry, ni siquiera por un breve tiempo. Sin embargo, fue precisamente su esposo quien le alentó a partir.

—Debes ir— le había dicho con tono pausado—. Yo voy a estar bien, Hermione y Neville van a cuidar de mí.

Así, se encontraba en el bosquecillo de cerezos donde muchos meses atrás enterrara a su padre, mientras Nicolás Flamel oraba por las almas de Alastor Moody y William Weasley. Unas pocas personas en un entierro sencillo pero muy sentido.

Estaba Nimphadora, la joven hija de Alastor, quien pese a la insistencia de Severus para que se mudara al castillo, había decidido quedarse allí. ‘Si me voy, ¿quién los cuidaría?’, había sido su respuesta ante la invitación de su futuro Rey. También, acompañado por Remus, se encontraba un sombrío Draco, quien había querido dar un último adiós a quien siempre había considerado su amigo. Un poco más allá se encontraba Charlie, que miraba el entierro con rostro impasible, y a su lado, para extrañeza de todos los presentes, Blaise Zabinni, apoyado en una tosca muleta. Severus y Sirius se hallaba un poco más lejos de la tumba, ambos con rostro pétreo. Por último, algunos soldados amigos de Alastor y Bill, quienes habían pedido ir como escolta del Príncipe para poder rendir honores a los caídos.

—Vamos, Severus— dijo Sirius cuando terminó el servicio, dándole unas palmaditas reconfortantes en el hombro—. Es mejor que regresemos a Anktar, pronto oscurecerá.

El hombre no se movió, sólo permaneció en silencio, mirando las tumbas.

>>¿Severus?

—No debieron hacerlo— musitó luego de un rato—. No debieron entregar su vida.

—Eran soldados y estaban en medio de una lucha— razonó el Capitán—. Todos los que estuvimos allí sabíamos que esa era una posibilidad.

—Pero no fue una lucha justa, se inmolaron a conciencia. Quizás en mi angustia por salvar a Harry presioné demasiado y...

—Lo hicieron por su país— Sirius tomó su brazo y lo hizo girar para poder mirarlo a los ojos—. Harry y tú son nuestros soberanos, el símbolo y la garantía de que el reino estará en buenas manos y prosperará en paz. Al igual que una vez tú estuviste dispuesto a sacrificar tu intimidad al casarte con un desconocido por el bien de Moribia, todos nosotros teníamos el deber de ofrecer nuestra vida para proteger la de ustedes dos. Todos teníamos el derecho de hacerlo. Y el deber de ustedes, como nuestros soberanos, es vivir para todos nosotros. Y créeme, habitualmente es mucho más difícil vivir que morir.



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Palacio de Piedra
Anktar-Moribia



Para finales de enero, Severus Dumbledore pudo empezar a respirar con tranquilidad.

Harry había mejorado a ojos vista; la marca había regresado a su tonalidad normal y su doctor, después de un mes terriblemente fastidioso para el activo joven, le había dado permiso para bajar a los jardines a pasear, siempre y cuando fuera en horas de mediodía, pues eran las horas más cálidas; claro que todavía Severus insistía en llevarlo en brazos, argumentando que bajar las escaleras podía ser un esfuerzo demasiado grande. Y Harry, a quien esa acción no le disgustaba en absoluto, se dejaba llevar feliz de la vida.

Las tareas de reconstrucción en Anktar y el Palacio de Piedra, por su parte, progresaban a pasos agigantados, y en ello participaba prácticamente toda la ciudad. En el Este, la gente había regresado a sus campos y sus granjas, dispuestos a empezar a trabajar la tierra en cuanto el tiempo lo permitiera, y en el Oeste, las minas nuevamente funcionaban a su máxima capacidad.

El navío del Reino volvía a balancear su elegante estructura en las tranquilas aguas del puerto, y los pescadores habían reanudado su alegre tarea diaria.

Poco a poco, Moribia regresaba a la normalidad.

Uno de esos días, luego de dar un corto paseo y almorzar con la familia, los más jóvenes se habían instalado en un pequeño y acogedor saloncito de la planta baja.

—Si como supone Neville, sus padres salieron en cuanto se enteraron, ya deben estar al llegar, ¿no?— comentó Blaise, quien tenía en su mano una pequeña copa con licor de café.

—Cuando partió hace quince días, el capitán Scrimgeour nos dijo que les pondría un telegrama en cuanto llegara a Bélgica— comentó Harry—, pero concuerdo con mi hermano, ya deben estar en camino.

—Tengo muchísimas ganas de verlos— Hermione sonrió ampliamente.

—Y yo, aunque me espera un lío monumental— Harry hizo un mohín de frustración y los demás lanzaron una carcajada—. Claro, ríanse, menuda solidaridad.

—No te preocupes, hermanito, te defenderemos— aseguró Hermione.

—Severus me comentó que en cuanto lleguen vamos a planificar una nueva boda— ahora el joven de ojos verdes también sonreía—. Y más vale que se apuren o me voy a ver definitivamente panzón.

—Dios, que exagerado— se burló Hermione.

—¿Y por fin qué decidieron sobre la ceremonia de coronación?— preguntó Draco.

—El otro día Severus y yo estuvimos por interminables horas con la gente de protocolo, ¿sabían que son unos pesados?

—Dímelo a mí que los he soportado por años— gimió el joven rubio.

—En fin, la coronación será dos días después de nuestra boda. Tengo que estudiarme el protocolo a seguir, es larguísimo y apenas voy por la mitad.

—Vamos a tener muchas fiestas por esos días— comentó Draco, divertido—. Hermione y Sirius también se tienen que casar, a menos que quieras que nuestro pobre Capitán muera de desesperación— miró a la joven con intención, quien se ruborizo intensamente—. Lástima que Remus y yo no podremos casarnos hasta viajar a Londres.

—¿Y qué te parece la idea de viajar y vivir en Inglaterra?— indagó Harry.

—Bueno, en parte me gusta la idea, pero debo admitir que me da un poco de temor— Draco se movió en su asiento, cambiando de posición—. Por lo que ustedes me han contado, la gente de la Corte es de temer.

—Son un montón de chismosos— Hermione lanzó un bufido.

—Pero no tienes de qué preocuparte— agregó el Príncipe Consorte de Moribia—. ¿Cómo es que dice tío Remus?... A sí, ya sé: ‘No te preocupes, mi amor, los vas a deslumbrar’.

La imitación hecha por Harry era tan buena que, mientras Draco le lanzaba un cojín, todos rieron divertidos, aunque la risa de Blaise tenía un dejo de nostalgia.

—¿Y a ti qué te pasa?— preguntó Draco, mirando a su amigo, con la ceja alzada.

—Nada— replicó el joven moreno, dando un sorbo a su bebida.

Hermione se levantó y fue a sentarse a su lado.

—Es por Charlie, ¿cierto?

Al ver la sincera preocupación en sus amigos, el joven asintió en silencio.

—En parte.

—¿Sigue sin hacerte caso?

—Sólo habla de preparar todo para cuando regrese al Oeste— movió la cabeza con desaliento—. Aunque ustedes me hayan dicho que le gusto, la verdad es que lo dudo.

—Estoy segura que está interesado en ti, sólo tienes que darle tiempo.

—No sé, Hermione. En este mes que le he tratado, siempre se ha mostrado frío y distante, ni siquiera sé cómo pude haberme enamorado de él.

—¿Porque eres masoquista tal vez?

—Draco— lo regañó la joven.

—No, Hermi, Draco tiene razón, debo ser masoquista.

—Yo creo que sí está interesado en ti pero tiene miedo— comentó Harry.

—Y a pesar de mi mal chiste anterior, yo también lo creo— corroboró Draco.

—¿Miedo de qué? ¿De mí?

—No de ti sino de lo que representas— Harry habló en tono pausado—. Lo sé porque yo también lo viví. No es fácil, de la noche a la mañana, hacerse a la idea de que va a ser el Consorte del Sultán de un país.

—El asunto es que no dispongo de mucho tiempo— de nuevo suspiró con desaliento—. Ese maldito usurpador sigue maltratando a mi gente. Después que ustedes se casen, Neville va a regresar a Estambul, y le pedí que hablara con mi prima Luna para que reúna a todos los parientes de mi padre que viven fuera de Mejkin. Son muchos y muy poderosos, y con su ayuda podría recuperar el trono con facilidad. Pero si no estoy casado, me van a hacer a un lado y seguramente más de uno tratará de apoderarse del Sultanato.

>>Eso podría incluso provocar una guerra civil, pues yo soy el único a quien todos reconocen como heredero, aunque algunos lo hagan a regañadientes. Tengo una responsabilidad con mi pueblo, debo asumir el trono por el bien de ellos.

—¿Y por qué no hablas sinceramente con Charlie?— preguntó Draco.

—No pienso hacer nada para que se case conmigo por obligación— replicó el joven moreno, molesto.

—No te enfades, no quise decir eso— se defendió el otro—. Me refiero a que podías decirle lo que sientes por él y ver su reacción, te puedes llevar una sorpresa.

—Pero no es correcto que yo me declare— dudó Blaise.

—Para serte sincero, todos los aquí presentes hemos torcido un tanto la rígida vara de las convenciones sociales— declaró Harry, sonriendo.

—Draco y yo la hemos torcido, tú definitivamente la rompiste, hermanito.

Cuando cesaron las risas, el joven heredero negó con la cabeza.

—No resultaría.

—Tal vez Blaise tenga razón y eso lo asustaría más— argumentó Hermione.

Todos se quedaron pensativos un largo rato, hasta que al fin Harry sonrió con malicia.

—Creo que ya sé cómo hacer para que Charlie se fije en ti. Draco, voy a necesitar tu ayuda.



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Charlie Weasley caminaba presuroso hacia los jardines del palacio. Un lacayo le había informado que el Príncipe Consorte le requería con urgencia en los jardines reales; por más que pensaba, no se le ocurría qué podría necesitar su Príncipe con él.

Mientras giraba a la derecha de un grupo de setos de rosas, escuchó el sonido de un cuerno. Trató de identificar el tipo de aviso que el sonido indicaba, pero era tan débil que no lo pudo definir. Caminó unos metros más, cuando escuchó voces que provenían de la plazoleta que estaba ubicada detrás de otro grupo de setos.

Iba a dar la vuelta para presentarse ante su Príncipe, cuando la mención de un nombre hizo que se detuviera bruscamente.

—¿Así que mi tío ha recibido varias peticiones de matrimonio para Blaise?— decía la armoniosa voz de Draco en ese momento.

Charlie se puso repentinamente alerta y frunció el ceño.

—Así es— escuchó como contestaba Harry.

—Es increíble, ni siquiera ha sido presentado en sociedad.

—Parece que algunos de nuestros nobles lo vieron, supongo que mientras estaba con nosotros en los jardines, o quizás se lo han cruzado en el palacio, ya sabes que estos días todo ha sido un entrar y salir de gente, y como son una tanda de chismosos, ya todo Anktar debe saber que Blaise es fértil y heredero del Sultanato.

—¿Crees que por eso lo cortejan?— a los oídos del atento Charlie, la voz de su amigo rubio sonó preocupada—. Blaise es un gran amigo, no merece que alguien se case con él por interés.

—Supongo que eso es un aliciente, y a mí también me preocupa. Pero Blaise es un hombre muy atractivo y simpático, no creo que su herencia sea lo único que ven en él.

Charlie sabía que no debía seguir oyendo a hurtadillas, que era absolutamente impropio, que debía caminar hasta ellos y anunciarse, pero sus piernas simplemente se negaban a obedecer.

—¿Y están muy viejos?— de nuevo la preocupada voz de Draco.

—Que va, dice Severus que son jóvenes y muy guapos.

El ceño de Charlie se frunció hasta lo imposible.

—¿Y mi tío habló con Blaise?

—Sí. Le propuso hacer una fiesta de presentación, para que todos le conocieran, pero ya conoces a nuestro amigo, adujo que no era procedente, que era un extraño aquí y un montón de excusas más, se negó en redondo.

—¿Y qué van a hacer? ¿Rechazó todas las proposiciones?

—No— ahora sí que todos los sentidos del hombre pelirrojo se pusieron realmente alertas—. Sabiendo que es más que seguro que reciba más proposiciones en los próximos días, decidieron esperar quince días y después Blaise va a elegir el candidato que más le agrade.

El pelirrojo sintió que hervía de furia: ¿Así que iba a elegir entre varios candidatos? Le enseñaría a ese proyecto de Sultán quien era Charlie Weasley.

Y olvidándose de todo, incluso de que había sido llamado por Harry, dio la vuelta y regresó al palacio a toda velocidad.

De nuevo el cuerno sonó, esta vez por dos veces, como aviso de que ya no había moros en la costa. Momentos después, unos sonrientes Harry y Draco salieron de detrás del seto

—¿Crees que funcionó?— preguntó el rubio.

—Mi amigo, créeme, puedes empezar a buscar el traje para esa boda.



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Charlie entró decidido en palacio y se encaminó al saloncito de música, el lugar preferido de Blaise. En cuanto entró, se quedó ensimismado, observando al joven sentado ante el piano mientras las suaves notas de un nocturno impregnaban el aire. Pasó así un buen rato, hasta que la música cesó y el joven de piel oscura levantó la mirada para fijarla en el recién llegado.

—Charlie, no me había dado cuenta que estabas aquí— musitó, levantándose del banquito del piano—. ¿Cómo estás?

El hombre pelirrojo se acercó hasta quedar casi pegado a él, y en lugar de contestar a su saludo, espetó:

—¿Es cierto que están haciendo una lista de pretendientes a tu mano?

El rostro de Blaise permaneció inmutable, aunque por dentro saltaba de alegría.

—Sí, es cierto. ¿Por qué?

—¿Y vas a elegir uno de ellos para casarte?

—Sí.

—¿Pero por qué vas a hacer una tontería como esa?— Charlie casi gritaba.

—No veo que sea una tontería— replicó el otro—. Debo casarme para poder recuperar mi trono.

—¿Y no te importa con quien te desposes?

Blaise se encogió de hombros.

—Si no puedo tener a quien quiero, querré a quien pueda tener— fue su simple respuesta.

Charlie lo miraba, atónito. Ese mocoso se había pasado todo el mes enviándole señales y ahora salía con eso. ¿Y pensaba que se iba a quedar tan tranquilo? ¡Ni hablar!!

Repentinamente, lo tomó por los hombros, lo plegó contra su pecho, y bajando la cabeza le dio un beso donde la furia se mezclaba con la pasión. Cuando lo soltó, Blaise jadeó para recuperar el aliento.

—Pues dado que piensas seguir con esta estupidez, ahora mismo voy a ir a hablar con Su Alteza y anotarme en esa dichosa lista— dio media vuelta y camino hacia la puerta a grandes zancadas, mientras Blaise lo miraba, incrédulo. Antes de salir, Charlie Weasley se volvió hacia él con una última advertencia—. Y más te vale que me elijas a mí.



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—Aún no puedo creer que hicieran eso— comentó Severus, mientras se acostaba en la enorme cama matrimonial. Al momento, Harry se acurrucó a su lado y él lo abrazó amorosamente—. Como Charlie se entere, Draco y tú van a tener que correr. No tienes idea de cuánto me costó aguantar la risa cuando llegó diciendo que se quería poner en la lista de peticiones de mano para Blaise.

—Pues como nos ayudaste, tú también deberás correr.

—Pero yo soy el Príncipe— comentó burlón.

—Y yo el Príncipe Consorte— replicó Harry en el mismo tono.

—Lo cual quiere decir que el que va a correr es Draco, ¿no?— dijo Severus con aire inocente y ambos se echaron a reír.

—En realidad, si llega a enterarse nos lo va a agradecer— al ver el escepticismo en la cara de su esposo, insistió—. ¿Acaso no lo viste? Estaba que hervía de celos. Está enamorado pero se niega a admitirlo.

—Sí, creo que en eso tienes razón.

—En eso y en todo lo demás, recuérdalo.

—Presumido— musitó el Príncipe, inclinándose para besarlo suavemente, pero Harry tenía otras ideas y, pasando una mano por su nuca y haciendo presión, lo instó a profundizar la caricia.

—Ya no quiero hablar de esos dos— musitó cuando se separaron. Se escurrió hasta quedar sobre el cuerpo de su pareja y besó su boca una vez más—. ¿Sabes hace cuánto no hacemos el amor?

—Llevo la cuenta de los días, te lo aseguro— replicó el hombre—. Pero todavía no podemos, el bebé…

El joven lo interrumpió con otro beso pasional que el Príncipe correspondió plenamente, mientras sentía cómo empezaba a excitarse, lo cual se agudizó cuando su pareja empezó a realizar movimientos circulares, frotando la cadera contra la suya.

—El bebé también quiere que me hagas el amor— musitó Harry sobre sus labios.

—¿No te parece abusivo utilizar a nuestro hijo para sonsacarme?— sonriendo, Severus empezó a imitar el movimiento de caderas.

—En lo absoluto. Debo aprovecharme de cualquier recurso disponible— sus alientos se mezclaban en tanto que la excitación crecía—. Necesito sentirte dentro.

—No, amor— se separó un tanto y le dio un nuevo beso, pero esta vez más tierno, intentando apaciguar un tanto la excitación de ambos—. El médico aún no da permiso.

—Lo que ocurre es que es un envidioso que no tiene pareja, ignóralo— replicó Harry, con un mohín de frustración—. Por favor, ¿si?

Severus quería complacerlo; de hecho, se moría por poseer a su esposo, pero alguien debía conservar la sensatez.

—De verdad todavía no se puede, amor— lo miró con ternura, y al ver su desilusión, agregó—: ¿Qué te parece si intentamos otra cosa?— sugirió, al tiempo que besaba su cuello.

—¿Qué tienes en mente?— un movimiento de cadera indicó a Severus que el joven estaba abierto a cualquier sugerencia.

—Ven— le quitó la camisa de dormir, al tiempo que aprovechaba para recorrer con sus cálidas manos el cuerpo juvenil. Cuando terminó, se quitó la propia, en tanto Harry lo observaba con ojos plagados de deseo—. Ahora, acuéstate de lado— el joven obedeció y Severus se acomodó hasta estar acoplado a la espalda de su esposo.

Hizo que Harry abriera un poco las piernas y colocó su duro miembro en la línea entre las dos suaves nalgas, comenzando a frotarse contra la tibia piel en una cadencia lenta y deliciosa. La mano derecha del hombre se cerró alrededor del también endurecido miembro de su pareja y comenzó a masturbarlo, al ritmo de sus movimientos de caderas. Los gemidos y jadeos no se hicieron esperar, mientras se perdían en el deseo mutuo, y al poco rato ambos explotaban con un gemido ahogado.



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Severus entró a su habitación para encontrar a su esposo en la cama, rodeado de una gran cantidad de cuartillas de papel.

—¿Qué haces?— preguntó interesado, al tiempo que se acercaba y se sentaba en el colchón al lado del joven—. ¿Qué es esto?— estudió algunas de las hojas y luego le miró, sonriente—: Son mías— Harry asintió—. Gracias a Dios no las quemaste.

—Nunca lo hubiera hecho— el Príncipe Consorte corroboró su declaración negando con la cabeza—. Aunque en algún que otro momento, de haber podido, te hubiera quemado a ti.

El hombre bajó la cabeza, repentinamente serio.

—En ese momento me lo merecía. Nunca me arrepentiré lo suficiente de…

—No, no— Harry puso un dedo sobre sus labios—. Por favor, no te sientas culpable. Sabes, viéndolo a la distancia, pienso que en tu caso yo también me hubiera portado igual.

Severus lo atrajo a sus brazos y besó su pelo con ternura.

—No, no lo hubieras hecho. El troglodita de la familia soy yo.

El joven rió, divertido.

—Pero eres mi troglodita, y uno muy guapo, además— al ver que el otro lo miraba con la ceja alzada, rió aún más alto—. Vale, no guapo exactamente, pero sí muy atractivo. Tienes una frente noble, unos hermosos ojos negros, una mandíbula fuerte, una nariz…— al ver la cara de asesino en serie de su pareja, se acercó y lo besó suavemente—. Vale, no diré nada de tu nariz.

—Anda, mocoso, deja de decir bobadas o voy a pensar que quieres pedirme algo— se levantó y le tendió la mano—. ¿Te sientes con ánimo de bajar? Tengo una sorpresa para ti.

—Por una sorpresa tuya claro que bajo— tomó su mano y se levantó—. Generalmente son buenísimas.

—Bien, pero antes de bajar— sacó un pañuelo del bolsillo de la chaqueta.

—¿Me vas a vendar los ojos?— Harry, realmente excitado, se giró para permitirle vendarle. Esta vez la sorpresa debía ser definitivamente enorme.

Poco después, un sonriente Severus entraba en uno de los saloncitos de la planta baja. Depositó su preciada carga en el piso e, inclinándose, musitó en su oído:

—¿Listo?

—Sí— replicó el joven, que casi brincaba de excitación.

—Cierra los ojos hasta que yo te diga— le quitó con cuidado el pañuelo—. Ya puedes abrir.

Temblando de anticipación, Harry abrió los ojos con lentitud, como cuando en Navidad desenvolvía los regalos de a poquito, tratando de imaginar qué tesoro se escondía tras los papeles de brillantes colores, aunque esta vez no tenía ni una pequeñísima pista.

—¡Mamá, Papá!— el corazón de Harry dio un inmenso brinco de alegría, mientras se arrojaba en los brazos de sus dos sonrientes padres, comprendiendo en ese instante la inmensa falta que le habían hecho. Amaba a Severus con todo su corazón y Moribia era su hogar ahora, pero una parte de él siempre pertenecería a esas dos amadas personas que en ese momento lo cobijaban con amor. Un amor que ningún otro en todo el mundo podía compensar.



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Gotitas musicales

Jerome Kern, Roberta, Smoke gets in your eyes (1933)   El amor que salvó un reino. Epílogo Epílogo en gotitas I Zaqui_zpso1riue2f

Hugh Hudson, Carros de Fuego (1981)   El amor que salvó un reino. Epílogo Epílogo en gotitas I Zaqui_zpso1riue2f

Robert Wise, Sonrisas y Lágrimas (1965)   El amor que salvó un reino. Epílogo Epílogo en gotitas I Zaqui_zpso1riue2f

Fred Zinnemann, Solo ante el peligro (1952)   El amor que salvó un reino. Epílogo Epílogo en gotitas I Zaqui_zpso1riue2f



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Severus D. Snape….. Príncipe Heredero de Moribia
Harry Potter……….. Lord inglés, prometido del príncipe
Lucius Malfoy…….. Hermanastro de Severus, usurpador del trono
Sirius Black…….. …Capitán de la Guardia de Palacio
Remus Lupin……… Tío de Harry y Hermione, heredero del Conde de Lupin
Draco Malfoy……… Noble fértil, hijo de Lucius y sobrino/pupilo de Severus.
Hermione Potter…….Hermana de Harry y prometida de Sirius Black
Blaise Zabini………. Heredero legítimo del Sultanato de Mejkin
Neville Potter…….. Hermano mayor de Harry, capitán del ejército de Su Majestad
Lily Potter…………… Madre de Harry, Marquesa de Potter
James Potter………. Padre de Harry, Marqués de Potter
Charlie Weasley…. Hermano de Bill, encargado de las operaciones en las montañas del Oeste
Godric Gryffindor… Empleado del palacio real y espía a favor de Severus
Igor Karkaroff……...Médico de palacio.
Rowena Ravenclaw… Empleada del palacio real y espía a favor de Severus
Nicolás Flamel…… Vicario
Nimphadora……….. Hija de Alastor Moody





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