La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

  ¿Dónde está mi bebé? Capítulo 16. Al final, el amor siempre triunfa

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alisevv

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 ¿Dónde está mi bebé? Capítulo 16. Al final, el amor siempre triunfa  Empty
MensajeTema: ¿Dónde está mi bebé? Capítulo 16. Al final, el amor siempre triunfa     ¿Dónde está mi bebé? Capítulo 16. Al final, el amor siempre triunfa  I_icon_minitimeMar Sep 08, 2015 7:17 pm

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—¿Estás seguro que eres Gryffindor? —preguntó Draco alzando una ceja.

—¿A qué viene esa pregunta? —indagó Bill, extrañado.

—A que lo que acabas de sugerir es una solución demasiado Slytherin para ti —rio el hombre rubio—. Maldición, es demasiado Sly incluso para mí. Conozco a David, si lo mando a Hogwarts en contra de su voluntad, seguro que forma una batalla que haría palidecer a la que libramos contra Voldemort. De verdad, no creo que saliera nada bueno de eso. Además, las clases no empiezan hasta septiembre, es demasiado tiempo. Por el bien de todos, especialmente de mi hijo, es mejor buscar una solución más rápida.

—Entonces, ¿qué sugieres?

—No sé —musito Draco pensativo, antes de fijar la mirada en su pareja—. Realmente no estoy seguro de qué sería lo más apropiado. Pero de algo sí estoy seguro: no podemos hacerlo solos.

—¿A qué te refieres?

—Es necesario hacer algo que he venido retrasando ya hace demasiado tiempo —replicó Draco—. ¿Podrías conseguirme una entrevista con Severus y con Potter?



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Draco y Bill se detuvieron frente al elegante edificio de cinco pisos en cuya puerta principal se podía leer en letras plateadas Fundación Christopher Snape. La Fundación había sido trasladada a su nueva sede cinco años antes, aprovechando que la nueva edificación estaba siendo rematada por un banco muggle a un precio casi ridículo, y luego de las reformas y gracias a la generosidad de sus patrocinadores, habían ampliado su rango de acción hacia el mundo muggle.

Subieron en silencio por las prolijas escalinatas de piedra y empujaron una gran puerta de cristal, para encontrarse con un amplio vestíbulo decorado con sobria elegancia. Sonriendo, Bill condujo a su acompañante hacia un escritorio de madera de nogal, tras el cual se sentaba una sonriente muchacha de unos ventipocos años.

—Señor Weasley, que gusto tenerle por aquí —saludó la joven, ampliando su sonrisa con clara coquetería que a Draco no le hizo la más mínima gracia—. Hace tiempo que no nos visitaba.

—Hola, Betty, ¿cómo estás? He estado algo ocupado últimamente —replicó el aludido, contestando su sonrisa antes de preguntar—: ¿Sabes si los señores Snape ya llegaron?

—Sí, les están esperando en Presidencia —contestó la chica, fijando su mirada por primera vez en Draco—. ¿El señor Malfoy, no?

—El mismo —contestó el hombre rubio con cierta brusquedad.

—Por favor, firme aquí —pidió, algo sorprendida por la actitud claramente hostil de su interlocutor. Una vez firmado, le entregó a Draco una cartulina donde se leía ‘Visitante’—. Por favor, úsela en un lugar visible.

—Sin problema —contestó Draco antes de mirar a Bill—. ¿Me guías?

—Sí, vamos —Bill se giró hacia la muchacha con una sonrisa—. Gusto de verte tan linda, Betty.

—Gracias, señor Weasley —contestó, enrojeciendo—. Y no se pierda durante tanto tiempo.

Mientras caminaban en silencio hacia los ascensores, el pelirrojo se quedó observando a su pareja, intrigado.

—Draco, ¿estás molesto por algo? —preguntó, cuando se detuvieron frente a las puertas de metal del elevador.

—¿Molesto? No veo por qué —replicó el otro sin perder la compostura pero con tono gélido—. Por cierto, ¿ella sabe que eres gay?

Bill se le quedó observando un momento y entonces comprendió, y un cálido sentimiento se posó en su pecho. Al final, Draco, nervioso por la observación de que era objeto, espetó claramente molesto.

>>¿Qué miras?

—No lo puedo creer —musitó Bill, el tono divertido en su voz ocultando la emoción que sentía.

—¿Qué?

—Estás celoso.

Draco se envaró de inmediato. En ese momento llegaba el ascensor y ambos entraron.

—No digas estupideces —replicó cuando se cerraron las puertas.

—Sí, estás celoso —continuó el otro, abrazándolo feliz—. Pero no tienes por qué estarlo, yo sólo tengo ojos para cierto Sly rubio y malhumorado.

—No sé de qué hablas y suéltame de inmediato —ordenó Draco, revolviéndose para zafarse del abrazo.

—O no, por supuesto que no —y sin decir más, busco la cálida boca de Draco. En un principio, el hombre rubio se resistió, pero segundos más tarde contestaba el beso con la misma pasión con que le era dado. No se separaron hasta que el ascensor abrió sus puertas en el quinto piso del edificio, el despacho de Presidencia.

Respirando hondo para recuperar la compostura, ambos hombres pusieron semblante serio y salieron del ascensor. Les recibió un amplio vestíbulo redondo con varias puertas y un escritorio en el centro, donde estaba sentada una bruja de mediana edad con aspecto serio.

—Señora Willson —la saludó Bill con una sonrisa—. ¿Cómo ha estado?

—Muy bien, señor Weasley, ¿y usted? —contestó la mujer sin perder su expresión adusta, antes de mirar a Draco—. Buenas tardes, señor Malfoy. Hace un buen rato que les están esperando así que sugiero que se apresuren.

Ambos se encaminaron hacia la puerta que la mujer les indicaba, mientras Bill se inclinaba sobre Draco y le susurraba al oído.

—No te preocupes. Parece una fiera pero es un pan de Dios.

—Le estoy escuchando, señor Weasley.

—Y tiene un oído endemoniadamente bueno —gruñó el pelirrojo, mientras Draco sonreía débilmente. Sonrisa que se esfumó de su rostro cuando se pararon frente a la puerta y Bill toco anunciando su llegada.

Sin esperar a que les cedieran el paso, ya que les estaban esperando, empujó la puerta y entraron.

El despacho de Presidencia de la Fundación era una habitación igual de sobria y elegante que el resto del edificio. Estaba totalmente alfombrada y sus paredes estaban cubiertas de amplios ventanales, que ofrecían una magnífica vista del Londres muggle. Habitualmente, su mobiliario constaba de un amplio escritorio y varios cómodos sillones de cuero repujado. Sin embargo, esa mañana el escritorio había sido apartado a una esquina y los sillones habían sido dispuestos en círculo.

Draco paseó la vista por el lugar y luego miró uno a uno a todos los asistentes. Severus, como siempre, con su rostro habitualmente inexpresivo. En el sillón de al lado, Potter se sentaba con el rostro ceñudo y claras muestras de nerviosismo. Le seguían el licántropo y el psicomago que le había regresado a David, ambos con el rostro relativamente sereno. Dos sillones vacíos, supuso que los puestos correspondientes a Bill y a él, y por último, un hombre de mediana edad y rostro amable, a quien no había visto en su vida , sentado plácidamente con un pergamino y una pluma en la mano.

Frunció el entrecejo. A regañadientes había aceptado cuando Bill le había comunicado la opción de convertir la entrevista en una especie de trabajo de grupo, pero la verdad es que la idea no le gustaba en absoluto.

—Acérquense y siéntense, por favor —habló el hombre en una clara invitación, señalando los puestos vacíos—. Supongo que conocen a todos los demás así que me presento, soy el doctor Herman Duncan

Sin responder al saludo, Draco se dirigió al asiento ubicado al lado de Michael. Bill contestó con un saludo de cortesía y se sentó entre Draco y el doctor.

—Bueno, ya que estamos todos reunidos creo que podemos empezar —propuso Herman Duncan, sintiendo que la tensión de la atmósfera se podía cortar con un cuchillo—. ¿Tienen alguna pregunta antes que de las pautas para empezar?

—La verdad, no entiendo el motivo de todo este circo —espetó Draco, molesto.

—No es ningún circo —replicó Harry en el mismo tono—. Tú fuiste quien solicitó hablar.

—Sí, una conversación, pero no toda esta tontería del trabajo en grupo. No sé cómo dejé que Bill me convenciera de venir.

—Pues puedes irte cuando quieras, nadie te está atando.

—Basta —explotó Severus, cuando ya Draco se levantaba con intención de irse—. Todos estamos aquí por una sola razón: nuestro niño. Así que déjense de estúpidas querellas antiguas y compórtense.

Ante la actitud y el tono que recordaba fielmente al profesor de Pociones de su adolescencia, tanto Draco como Harry se sentaron y se callaron.

—Señor Malfoy —habló el doctor Duncan nuevamente—, la idea de este tipo de reunión fue de Michael, quizás él pueda explicarle mejor que yo sus razones para ello.

Draco giró la cabeza y clavó la vista en el aludido.

—Verás —empezó, mirando a Draco fijamente—, todos aquí queremos ayudar a… David pero ninguno sabemos realmente cómo hacerlo, estamos demasiado inmersos en el problema.

—¿Ni siquiera tú? ¿Acaso no fuiste el psicomago encargado de su caso? —preguntó Draco con ironía.

—Lo fui y ese precisamente fue mi error. Estaba demasiado involucrado con el sufrimiento de la familia como para manejar la situación con objetividad. En cierta forma, me sentí personalmente agredido —explicó con tono calmado—. Pero estuve pensándolo con calma y llegué a la conclusión de que hasta que no podamos resolver las cosas entre nosotros, como adultos, especialmente ustedes tres —miró a Draco, Harry y Severus— no podremos ayudar a David. Hay demasiado rencor y demasiado dolor subyacente.

>>Tal vez esto te parezca inútil pero créeme, es indispensable si de veras quieres ayudar a tu hijo. Tú decides.

Draco le miró un buen rato con el ceño fruncido y al final, cedió

—Vale, veamos lo que nos tiene que decir, doctor Duncan.

—En realidad yo no tengo nada que decir, todo lo van a decir ustedes —explicó el hombre con una sonrisa—. Digamos que yo estoy aquí para evitar que se maten.

—O para recoger los cadáveres —comentó Bill, intentando aligerar la atmósfera, aunque las miradas que recibió en respuesta le indicaron claramente que no había dado resultado.

—Bien, ante todo quiero dar unas pautas para que sea más fluida la comunicación. Primero, vamos a llamarnos por nuestros nombres. Segundo, para poder hablar, la persona levantará la mano pidiendo derecho de palabra. Tercero, todo lo que haya que decir será dicho al grupo; se permitirán preguntas directas, pero en ningún caso agresiones personales. Cuarto, vamos a dejar que cada participante diga todo lo que tenga que decir antes de pedir derecho a réplica. Quinto, todo lo que se diga en el grupo, es del grupo, nacerá y morirá aquí. ¿Están todos de acuerdo?

Como respuesta, recibió varios gruñidos y movimientos de cabeza.

—Bien, tomaré eso como un sí —dijo el hombre con una sonrisa serena—. Y para empezar, creo que Draco debería contarnos por qué pidió la reunión.

El mago rubio miró a todos con cierta reticencia y al final empezó a hablar.

—La razón de mi pedido es David —comenzó, mirando al centro del grupo, sin fijar la vista en nadie en particular—. Después que me lo regresaron, no ha sido el mismo. No es que esté mal, está contento y todo eso, pero sé que en el fondo tiene un peso en el corazón, algo que está ahí aunque haya decidido ignorarlo.

Al ver que Draco no pensaba continuar, Remus alzó la mano.

—¿Qué crees que sea ese algo? —indagó.

Draco dudó un momento y al final suspiró.

—Creo que David no quiere admitir que ama a… a su otra familia.

—¿Y por qué no le has ayudado en ese aspecto? —preguntó Harry, rechinando los dientes.

—Harry, te recuerdo que debes alzar la mano antes de hablar —habló el doctor Duncan antes que Draco pudiera replicar.

—Yo le he explicado —se defendió Draco.

Esta vez el que alzó la mano fue Bill.

—¿Estás seguro que diste tu mayor esfuerzo al tratar de explicarle? ¿Le contaste las cosas como fueron en realidad, crudamente? —por un segundo, el mago rubio estuvo a punto de responder con violencia. Pero era Bill, sabía que él no lo preguntaba por dañarle sino por ayudarl. Cuando al fin negó con la cabeza, Bill preguntó suavemente—: ¿Por qué?

Pasó un largo momento mientras Draco se enfrentaba con su verdad. Al fin, suspiró audiblemente y empezó.

—Me sentía dolido —confesó, mirando a los presentes uno por uno—. Fui atacado, encarcelado, insultado, me quitaron a mi hijo y me trataron como la peor lacra del mundo —levantó el rostro hacia Severus—. Incluso tú. La persona de quien jamás esperaría una agresión semejante —levantó la mano para impedir que Severus hablara—. Sé tus razones, y racionalmente puede que las entienda, pero no sabes cómo me sentí. Después de vivir diez años con miedo, pensando que los mortífagos te habían matado y que podrían matar a David, después de soportar la locura de Blaise, encontrarme con esto fue demasiado para mí.

>>Por eso, cuando me regresaron a David, me aferré con uñas y dientes a él. Y de verás intenté que les entendiera y les perdonara, pero aunque una parte de mí deseaba que eso pasara, la otra, la que tenía terror de que volvieran a quitarme a mi niño, se alegraba de que no fuera así, de que David no quisiera verles y hablarles —aspiró profundamente y al final miró a Harry y especialmente a Severus—. De verdad, lo siento.

Esta vez, la mano alzada fue la de Severus.

—Yo también siento todo lo que pasó y todo lo que te dije —empezó, mientras estiraba la mano y aferraba la de Harry, que estaba silencioso a su lado—. Pero no sabes lo que ha sido para nosotros todo esto. O sí, lo sabes porque lo viviste unos pocos días. ¿Pero imaginas que esos pocos días se hubieran convertido en diez largos años? A veces lo pienso y no sé cómo logramos sobrevivir —a ese punto, las lágrimas empezaron a deslizarse por el rostro de Harry—. Y luego, cuando le encontramos, no tienes idea lo que significó dejarle ir nuevamente —la voz murió en la garganta de Severus, cerrada por la emoción contenida.

—Lo siento —musitó de nuevo Draco, mirando a Severus—. Yo te quiero, padrino. Eres el único recuerdo feliz que conservo de mi infancia. Y Pott… Harry, no somos los mejores amigos y tal vez nunca lo seamos, pero no soy un monstruo, entiendo lo que han sufrido todos estos años. Y estoy dispuesto a tratar de lograr que las cosas mejoren para todos, especialmente por el bien de David.

Harry se quedó observando un largo rato a su antiguo Némesis y al final emitió una tenue sonrisa y levantó la mano para contestar.

—Es absurdo que sigamos desconfiando uno del otro por viejas rencillas de adolescentes. Entiendo que no tuviste la culpa de nada, y desde el fondo de mi corazón te agradezco que hayas amado y cuidado a mi niño todos estos años. Eso es algo que nunca tendré con que pagarte.

—Bueno, creo que parte del conflicto está solucionado —dijo al fin Michael—. Ahora queda lo más difícil, ¿qué vamos a hacer con David?

—Yo puedo hablar nuevamente con él, pero esta vez contándole todo lo que Severus y Potter le amaron y le sufrieron. Él les ama, pero tiene miedo a demostrarlo porque piensa que le pueden separar de mí. Si logro convencerle de que nos puede tener a todos, quizás ceda.

—No sé —comentó Bill, esta vez sin levantar la mano. A estas alturas, la reunión de grupo se había transformado en una reunión de amigos, ante la sonrisa complacida del doctor Duncan—, es tan parecido a Severus, desconfiado por naturaleza —los presentes rieron suavemente mientras Severus hacía un mohín de frustración.

—No pongas esa cara, padrino, tienes que admitir que es verdad —comentó Draco, mientras Severus sentía que se caldeaba su corazón al ver que Draco volvía a llamarle así.

—¿Y si Harry y Severus le escriben una carta diciéndole cómo se sienten? —sugirió Remus—. Podrías entregársela después que hablaras con él.

—Me parece buena idea —asintió Draco.

—E incluso le pueden escribir Alex y Felicity —sugirió Harry con una sonrisa.

—Aún mejor —aseguró Michael.

—Perfecto, entonces ¿qué les parece si vamos a Hogwarts a por esas cartas? —sugirió Draco—. Así esta misma tarde puedo hablar con David.

Mientras todos asentían, Harry se acercó a Draco y le tendió la mano.

—Sé que dijiste que tal vez nunca seríamos amigos, pero me gustaría intentarlo.

Luego de un momento de duda, Draco levantó la mano y estrechó la que le tendían.

—A mi también.

Desde su sitio, Severus Snape observaba todo con una sonrisa de esperanza. Quizás al fin la vida pudiera regalarles a todos un poquito de la felicidad que tanto necesitaban.


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—Papá, Bill —gritó David, corriendo hacia ellos seguido de Ginny—. Al fin llegan, se tardaron demasiado.

—Lo siento —se disculpó Draco, sonriendo a su hijo—, se nos complicó todo. ¿Y tú, cómo te portaste? ¿Hiciste sufrir mucho a Ginny?

—Para nada, se portó muy bien —aseguró la joven con una sonrisa.

—Tía Ginny hizo una comida muy rica y luego le enseñé a jugar a scrabble. ¿Sabes?, no conoce ningún juego muggle. Le dije que cuando ustedes llegaran podíamos jugar al Risk, que entre dos es muy aburrido.

—Hoy es imposible, David, ya es muy tarde y tú y yo tenemos que hablar —comentó Draco, con seriedad—. Otro día podemos invitar a tía Ginny a comer y jugar Risk.

—¿Hablar de qué? —preguntó el niño, frunciendo el ceño, intrigado.

Notando la evidente tensión en el rostro del hombre rubio, Ginny se apresuró a despedirse.

—A mí también se me hizo tarde —se disculpó con una sonrisa y se inclinó a besar a David—. Cariño, cuídate mucho y pórtate bien, ¿vale?

El niño besó a su vez a la chica pero su mirada seguía pendiente del rostro de su padre.

—Te acompaño a la puerta —ofreció Bill, sonriendo a su hermana, antes de dirigirse a Draco—. Voy a salir a comprar algo de helado, al rato regreso. ¿O prefieres que me quede?

—No, ve tranquilo, vamos a estar bien —le aseguró el hombre rubio—. Además, creo que vamos a necesitar ese helado con urgencia.

Cuando los hermanos Weasley hubieron abandonado la casa, Draco guió a David hasta la habitación del niño. Una vez que ambos estuvieron cómodamente instalados en la mullida cama, el pequeño miró fijamente a su padre y preguntó.

—Papá, ¿qué es eso de lo que tenemos que hablar?

Draco tragó con fuerza y confesó al fin.

—Hoy estuve hablando con tus padres.

—Ellos no son mis padres —replicó el niño, envarándose al instante.

—Sí, David, son tus padres y eso es algo que debemos aceptar tanto tú como yo —al observar el asustado rostro del niño, se apresuró a continuar—. No tienes que ponerte a la defensiva, ellos no quieren separarnos ni nada de eso —le tranquilizo, al tiempo que extendía la mano y acariciaba suavemente su negro cabello—. Ellos lo único que quieren es poder amarte y compartir un poquito de tu vida. ¿Es tan difícil para ti darles eso?

Al ver que el niño permanecía en silencio y con actitud hosca, le invitó.

>>David, ven aquí, con papá —como el niño no se movía, insistió—. ¿Acaso no confías en mí?

—Sabes que sí, pero…

—Pues si confías, ven aquí. Quiero contarte algo pero necesito abrazarte mientras lo hago.

Cediendo al fin ante la amorosa mirada, David sonrió levemente y fue a acurrucarse en el tibio regazo, como hacía siempre que tenía un problema o un dolor.

>>¿Sabes?, en el fondo yo he sentido lo mismo que tú, el terror de ceder ante ellos y que terminaran por separarnos. Por eso, aunque te conté lo que había pasado cuando naciste, siempre lo hice muy por encima, sin profundizar en lo ocurrido, como si fuera algo ajeno a nosotros. Pero ahora sé que tú debes saber todo para poder entender.

Así, suavemente, mientras mecía a su pequeño hijo en sus brazos, Draco fue desgranando la vida y el dolor de una familia a la que habían arrebatado un pedazo de su alma. Habló de la angustia de Harry al verse solo y a punto de dar a luz, de sus esfuerzos infructuosos por llegar a un hospital, de su miedo y angustia al pensar que no lo conseguiría y su pequeño no lograría nacer.

Le contó como Blaise le arrebató a su niño y le dejo medio muerto tirado en el pavimento. De la lucha que tuvo que librar para poder sobrevivir y de los días internado en una casa de salud tratando de evitar que el dolor le destruyera y poder seguir su vida.

Le habló de Severus. De su sufrimiento por el hijo perdido y su lucha por conservar lo que le quedaba de familia. De las horas sin sueño, trabajando incansablemente, agotándose hasta el límite por poder conseguir el dinero para pagar a los detectives que buscaban a su hijo.

Le habló del dolor y el amor de una familia que resistió y nunca perdió las esperanzas. De unos padres y hermanos que ni por un minuto dejaron de amarle y de buscarle. Cuando terminó, David lloraba acongojado contra su pecho, entendiendo al fin la magnitud de aquel amor que él tanto intentaba rechazar.

—Y esa es la historia —terminó el hombre rubio, apretando a David contra su pecho. Luego de un rato, lo separó ligeramente y limpió sus lágrimas. Luego sacó un pequeño rollo de su bolsillo y lo agrandó—. Esto son unas cartas que escribieron tus padres y tus hermanos —le entregó el rollo y besó su mejilla—. Te voy a dejar solo un ratito para que los leas con tranquilidad. Si me necesitas, voy a estar en el estudio.

David se quedó mirando fijamente el rollo de pergaminos mientras Draco abandonaba la habitación, cerrando la puerta suavemente. Luego de mucho rato, pasó un dedo a lo largo del apretado rollo y tiró de la cinta que lo mantenía atado. Pronto, cuatro pergaminos, escritos con letras diferentes, se hallaban desperdigados por el colchón. Tomó uno con mano temblorosa, pero antes de empezar a leer, se levantó de un brinco y corrió hacia una cómoda. Abrió el último cajón y comenzó a levantar la ropa que allí estaba. Al fin, en el fondo, encontró lo que buscaba: el medallón mágico que le habían regalado para Navidad. Regresó presuroso a la cama y miró la firma de los pergaminos. Al fin, tomó uno y empezó a leer.


Mi querido pequeño

Perdona por llamarte así pero para mí eres y siempre serás mi pequeño. Estoy ante el pergamino en blanco y hay tantas cosas que quisiera decirte que no sé por dónde empezar. Supongo que el inicio es lo mejor.

Y para mí, el inicio es el maravilloso día en que supe que venías en camino. ¿Cómo poder explicarte la emoción que sentí al pensar que el milagro se había repetido y tu papá y yo íbamos a tener otro hermoso hijo en nuestros brazos? No, todavía no existen las palabras, ni en nuestro idioma ni en ningún otro, para explicarlo.

Los meses que te tuve dentro de mí fueron maravillosos, un hermoso recuerdo que me ayudó a resistir los siguientes años de ausencia. Sabes, en las noches tu papá y yo, y a veces Alex, nos sentábamos en la salita frente a la chimenea y te hablábamos de lo que nos había pasado en el día, del nuevo dibujo que te había hecho Alex, del deseo que teníamos de que nacieras pronto. Otras veces, papá Severus te contaba historias mientras acariciaba mi panza y tú dabas pataditas para demostrar tu alegría. Éramos tan felices, mi pequeño.


David llevó sus puños a los ojos y se limpió las lágrimas que los inundaban antes de retomar la lectura.

No voy a hablarte de la inmensa tristeza que sentimos cuando te arrebataron de nuestro lado, el hecho de saberte bien y feliz compensa toda la angustia que pasamos. Doy gracias al cielo que me permitió encontrarte, aunque no pueda estar a tu lado.

Te amo, hijito, y te amaré por siempre, pues mi corazón es incondicionalmente tuyo desde que supe que venías al mundo.

Recibe todo el amor de tu padre que te quiere y siempre lo hará.

Papá Harry



Al acabar de leer, David se quedó largo rato observando el pergamino, mientras lloraba sin intentar contenerse. Con mano temblorosa, tomó el medallón y lo acercó a su corazón. Entonces pensó en Harry, en su hermosa sonrisa y su pelo revuelto mientras volaba contra el viento. Luego, otra imagen apareció como por encanto, pero esta vez fue una imagen creada por él, una en la que Harry sonreía con ternura y acariciaba su prominente estómago con amor. Una de las esferas del medallón se iluminó y apareció la imagen creada por la imaginación de David, la de Harry Snape esperando a su pequeño Christopher.

David sonrió y tomó el siguiente pergamino.


Querido hijo.

Yo no soy como tu papá Harry, él tiene facilidad para expresar sus sentimientos y es tan dulce y amoroso.

Yo no. A cualquiera que le preguntes te dirá que soy seco y áspero. He querido a tan poca gente en mi vida.

Fui un niño solitario y un hombre solitario. Y llegué a pensar que la felicidad y el amor no habían sido hechos para mí. Hasta que conocí a Harry.

Luego, cuando nació tu hermano, pensé que no podía llegar a ser más feliz. Me equivoque, porque cuando supe que tú venías en camino, mi felicidad se hizo aún mayor.

Como tu papá Harry, te amé desde el mismo instante en que supe de ti. Durante el embarazo de tu papá tuve tantos sueños. Te veía ayudándome en el laboratorio a hacer pociones, o escuchando mis consejos con atención. Soñaba con tener tu cuerpecito cálido y suave entre mis torpes brazos y aferrarte fuerte contra mi corazón.

¿Qué más decir? Sólo que me perdones. Yo dejé solo a tu papá el día que naciste, si no lo hubiera hecho, jamás te hubieran alejado de nosotros y nuestro amor. Lo siento tanto, mi pequeño.

Te quiero con el alma y por la eternidad.

Papá Severus.


—No papá, tú no tuviste la culpa de nada —musitó David, mientras una vez más ponía el medallón junto a su corazón. Pronto, la imagen de Severus tal como la recordaba David del día que le enseñó a hacer pociones apareció en el medallón.

Se enjugó nuevamente las lágrimas y tomó el tercer pergamino.


Epa David

Debo confesar que el día que te fuiste de Hogwarts quedé muy molesto. Contigo, por querer irte sin que nada ni nadie te importara, y con nuestros padres, por permitir que te fueras.

Luego hablé con papá Harry y entendí. Entendí que para ellos lo más importante es que tú, que todos sus hijos fuéramos felices. Y más tarde, cuando reflexioné, me puse en tu lugar y comprendí que simplemente estabas luchando por recuperar lo que amabas, la vida que tenías.

Tú no tuviste la culpa del dolor ni del sufrimiento, sólo fuiste la víctima de un loco. Tampoco es tu culpa que ahora no puedas amarnos, nadie te enseñó a hacerlo.

Pero sabes, es tan fácil poder amarnos, sólo haría falta un pequeño esfuerzo de tu parte. Y te juro, vale la pena el esfuerzo. ¿Lo harás?

Te quiero

Alex


David sonrió suavemente y aferró el medallón.

—Sí, hermano. Por supuesto que lo haré.

Un nuevo resplandor iluminando una esfera, tras lo cual apareció el rostro sonriente de Alex Snape.

Sonriendo con anticipación, David tomó el último pergamino.


Hola Chris

Vale, sé que me vas a decir que no te llamas Chris sino David, pero es que para mí siempre fuiste Chris. Nuestros padres y Alex me hablaron de ti desde que era chiquita, tanto que papá Harry dice que Alex estaba celoso porque mientras aprendía a hablar, dije primero Tris que Alex. Bueno, yo creo que tiene algo que ver con que no me salía la ssshh de su nombre, pero no se lo digas a Alex, así sufre

La sonrisa de David se amplió recordando a su traviesa hermana

Nuestros papis dicen que ahora estás confundido y que si lees lo que te escribo, tal vez puedas entender cuanto te quiero. Te quiero mucho, hermanito, te lo juro. Y me muero de ganas por abrazarte y besarte.

Por favor, ven pronto, ¿si?

Felicity

p.d: la letra está linda porque me lo escribió papá Severus. Papá Harry escribe fatal.


Una vez más, una pequeña mano aferró el medallón y lo colocó contra su corazón, hasta que apareció el dulce rostro de su hermana pequeña.

David se quedó mirando largo rato los seis rostros que adornaban su medallón, agradeciendo que todos ellos estuvieran en su vida. Al fin había comprendido que tenía mucha gente que le amaba, y que su corazón era lo suficientemente grande como para corresponder al cariño de todos ellos y más.

David Malfoy Snape Potter por fin había encontrado su verdad.


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La mañana del veintiocho de diciembre había amanecido clara y brillante. Aunque había nevado el día anterior y los terrenos estaban cubiertos por una gruesa capa de nieve, ese día la atmósfera estaba tan calmada que Alex y Felicity habían convencido a sus padres para salir un rato a montar en escoba.

Así, estaban los cuatro en su riconcito junto al lago, Harry y los chicos en el aire, jugando a atrapar una snich, y Severus en tierra apoyado en un árbol, con un libro entre las manos. A su lado yacía una escoba que habían llevado, en un vano intento porque Severus se animara y se les uniera en el aire.

Mientras miraba sonriente las piruetas que su gente hacía en el aire, un ruido a la derecha llamó su atención. Giró la cabeza y sin poderlo creer, observó la figura de David, quien sonriente, se acercaba al árbol en que estaba apoyado. Al fin, el niño quedó a unos pasos de él, sonriéndole con timidez.

—Hola —saludó el pequeño.

—Hola, David —contestó el adulto con una sonrisa.

—¿No vuelas?

—Trataron de hacer que volara, pero hace años que no me monto en una escoba y hoy no iba a ser esa vez —explicó el hombre, aún sin salir de su asombro.

—Entiendo —David se acercó más y tomó la escoba—. ¿Puedo usarla?

—Claro, hijo.

Entonces ocurrió lo increíble y Severus vio atónito como su amado hijo se inclinaba junto a él y le daba un tierno beso en la mejilla.

—Gracias, papá.

David se montó en la escoba y dio una fuerte patada en el piso, elevándose casi de inmediato. Momentos después, alcanzaba al resto de su familia, quienes entretenidos en el juego no se habían dado cuenta de nada.

—Hola, chicos, ¿aceptan uno  más en el juego? —preguntó, mientras todos le miraban con cara de asombro.

—Chrisss… digo, David —gritó Felicity, saltando de gusto en la escoba de Harry—. ¡Qué bueno que viniste!

—¿Qué tal una partida? Alex y yo contra papá Harry y Felicity.

Harry sintió como un nudo de emoción cerraba su pecho cuando se escuchó llamar así por su hijo menor y sus ojos se cuajaron de lágrimas de felicidad.

—Pero eso son dos escobas contra una —se quejó Felicity—. Es trampa.

—¿Qué tal todos contra todos? —propuso Alex con una gran sonrisa.

—¿Por qué no mejor todos junto a todos? —sugirió a su vez David con el alma en los ojos.

No se dijo más pero instantes después las tres escobas estaban unidas en el aire, mientras sus ocupantes se enzarzaban en un inmenso abrazo.

Desde tierra, Severus rezó una silenciosa oración, agradeciendo que toda su familia estuviera unida al fin.


 ¿Dónde está mi bebé? Capítulo 16. Al final, el amor siempre triunfa  Gif-animados-WebDiseno-Lineas-Particion_06432_zpsi58j44am


—Vale, dilo de una vez —pidió Draco mirando a Bill. Ambos estaban sentados en el patio de su casa, bajo la luz de la luna, en una mesa elegantemente dispuesta e iluminada por un par de velas.

—¿Que diga qué? —preguntó el pelirrojo con expresión inocente.

—Cena en el jardín, luz de velas, champagne —levantó la cubierta que tapaba una fuente y aspiró el aroma— y mi comida favorita. ¿Qué me vas a pedir?

—¿Por qué querría pedirte algo? ¿Acaso no puedo consentir a mi pareja de vez en cuando?

—Bill, que nos conocemos —puntualizó con impaciencia.

—Vale —aceptó finalmente el otro, con visibles señales de duda—. Verás, yo quería...— tragó con fuerza y miró las lagunas plateadas de su compañero—…quiero pedirte que te cases conmigo.

—¿Casarnos? —musitó Draco, aturdido.

—Sí, ya sabes, flores, música, anillos, mi madre llorando —al ver la cara de su pareja, Bill dejó de sonreír y preguntó preocupado—. ¿Acaso parece tan mala la idea de casarte conmigo? ¿No me amas?

—No, no es eso —se apresuró a negar el otro—. Te amo y lo sabes, pero casarnos…

—¿Pero casarnos? —repitió Bill, animándole a hablar.

—Tú debes querer tener hijos propios y…

—No te voy a negar que me gustaría tener un hijo o dos más— confesó el hombre pelirrojo, interrumpiéndole—, pero si tú no quieres tampoco hay problema, tenemos a David y él vale por diez.

—No es que no quiera pero ya sabes lo que dijeron los médicos, no puedo.

—No puedes ser portador pero del resto estás bien, ¿no?

—Sí, claro.

—Entonces no hay problema. Yo puedo llevar al bebé; claro, si tú quieres.

Una amplia sonrisa iluminó el rostro de Draco, como un niño al que acabaran de decirle que San Nicolás existía y venía en camino.

—Por supuesto que me encantaría tener un bebé tuyo, pero no sabía que podías ser portador.

—Todos los varones Weasley podemos, parece ser que es algo de familia, como el pelo rojo —confirmó Bill con una sonrisa.

—¿Y por qué no me lo habías contado?

—No sabía cómo te lo ibas a tomar y si querrías más hijos —Bill alargó la mano y tomó la de su pareja—. Entonces, señor Malfoy, ¿puedo pedirle su mano a David?

—Cuando quieras —contestó el otro con una sonrisa.

—Entonces, para luego es tarde —y poniendo manos a la obra, Bill jaló a su futuro esposo rumbo a la habitación de David. Tenía una petición formal que hacer.


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—Ya sabes —decía Draco Weasley, mirando fijamente a su hijo—. Te vas a cuidar y vas portarte bien.

—Claro, papá. Voy a estar con papá Severus y papá Harry, voy a estar bien.

—No te preocupes, Draco. Lo vamos a cuidar bien —le aseguró Severus.

—No me preocupa eso —replicó el rubio con una sonrisa—. Le voy a dejar con sus padres, va a estar bien. Lo que me inquieta es que haga alguna trastada, que le conozco.

—Exagerado —comentó Bill, mientras todos reían y David fruncía el ceño con frustración.

—Vamos, váyanse ya y feliz luna de miel —los despachó Harry, sonriendo.

Mientras David se despedía de Bill, Draco se acercó a Severus y le abrazó.

—Cuídalo mucho, padrino —le pidió suavemente—, y cuídense ustedes también.

—Lo haremos, huroncito, no te preocupes —se rio Harry, empleando el antiguo apodo pero esta vez como un gesto amistoso.

—No lo haré, cararrajada —replicó con una sonrisa.

—Vamos, amor —Bill se acercó a su esposo y le abrazó por la cintura—, si seguimos aquí se nos va a ir el barco.

Y con un último abrazo, ambos hombres caminaron rumbo al crucero que estaba a punto de partir.

—Entonces —propuso Severus, una vez que el barco se hubo alejado del muelle—, ¿qué les parece si pasamos por Alex y Felicity y nos vamos al Londres muggle a comer esa comida chatarra que tanto les gusta?

—Genial —aceptó David con una sonrisa—. Me muero por una hamburguesa.

—Con mucha, mucha grasa —convino Harry.

—Y una bolsa enorme de papas fritas.

—Y refresco de cola.

—Y un pastelillo de manzana.

—O quizás un sundae de caramelo.

Y mientras Harry y David iban enumerando todo lo que iban a comer, ante la horrorizada mirada de Severus, desaparecieron rumbo a Hogwarts a buscar al resto de la familia.


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—David Malfoy Snape Potter —llamo la profesora McGonagall, y un sonriente niño se acercó al taburete para probarse el sombrero seleccionador.

—¿Le llamó por los tres apellidos? No entiendo —musitó Harry, intrigado.

—Ni yo —convino Severus.

—Pues antes de entrar, vi a David discutiendo acaloradamente con Minerva —terció Remus—. Creo que la convenció de que le llamara por los tres apellidos.

—Shhh —musitó Michael en ese momento—, el sombrero va a hablar.

—¡SLYTHERIN!


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—Chris, ven aquí ahora mismo —llamó David, corriendo detrás de un niño rubio de unos dos años, que corría por la arena delante de él.

—Pobre David, creo que se toma demasiado en serio su papel de hermano mayor —comentó riendo Bill, quien estaba acostado al lado de Draco bajo unas palmeras cercanas.

—Y que lo digas —contestó su esposo—. Y no sólo con Chris, el otro día Harry me comentó que ahora que Felicity había entrado en Hogwarts, la tiene loca de tanto cuidarla.

Ambos hombres se echaron a reír.

—Por cierto, es raro que Severus y su combo no hayan llegado todavía —comentó el pelirrojo, sobándose la prominente panza. De inmediato, Draco se inclinó hacia él, solícito—. ¿Qué pasa? ¿Te sientes bien?

—No pasa nada, sólo quería acariciar a tu hija —replicó Bill, riendo—. Creo que ya sé quién le pega a David su paranoia —al ver que su pareja fruncía el ceño, el pelirrojo se apresuró a aplacarlo—. Es broma  —inclinándose besó suavemente a Draco. Cuando levantó la cabeza, miró por encima de la coronilla del rubio y sonrió ampliamente—. Prepárate, cariño. Por allí viene la familia Snape pero no vienen solos.

—Oh, no, por Merlín. Por favor, dime que no viene tu familia con ellos.

—En pleno —y riendo ante la cara de frustración de su marido, Bill aceptó la ayuda de Draco para levantarse e ir a recibir a los recién llegados.


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—David Malfoy Snape Potter Weasley —se escuchó una voz en el estrado y sus cuatro padres y el resto de la familia vieron con orgullo como el atractivo joven se diecisiete años se levantaba e iba a recibir el diploma que le acreditaba como un nuevo graduado de la Escuela de Magia y Hechicería de Hogwarts.

Luego que la ceremonia hubo terminado, David se reunió con toda su familia en los jardines de Hogwarts, donde se estaba celebrando una pequeña reunión para los recién graduados.

—La ceremonia estuvo preciosa —comentó Molly, mientras estrujaba a David entre sus brazos—. Estoy tan orgullosa e ti.

—Todos lo estamos —comentó Draco con una amplia sonrisa.

—¿Por fin vas a estudiar Pociones? —preguntó Ron, quien no terminara de entender que David hubiera expresado deseos de seguir los pasos de Severus Snape.

—Por supuesto, ¿por qué lo preguntas, tío Ron?

—Es que no entiendo que pueda gustarte esa materia, supongo que nunca entendí el sutil arte de hacer pociones —replicó, remedando a su antiguo profesor.

—Muy gracioso, señor Weasley, muy gracioso —terció Severus con un fingido enfado.

—¿Y por fin, dónde vas a vivir? ¿Ya lo decidiste? —indagó Molly.

—Sí.

Ante esa breve respuesta, todos fijaron su ansiosa mirada en David. En los últimos meses se había hablado mucho de dónde viviría una vez terminara Hogwarts. Tanto Harry y Severus como Draco y Bill estaban ansiosos porque viviera con ellos y todos estaban bastante nerviosos al respecto.

—¿Entonces? —Remus le animó a hablar.

—Bien, yo se que papá Severus y papá Harry quieren que viva con ellos, y sé que papá Draco y Bill también, y se los agradezco. Pero resulta que Alex me comentó que uno de los chicos con quien comparte apartamento se fue a Alemania y queda una habitación desocupada, así que me voy a vivir con él.

—¿Vas a vivir con Alex? —preguntó Harry.

—Aja —miró a todos sus padres con seriedad—. Les amo con todo mi corazón, a los cuatro, pero creo que es hora que empiece a volar solo. Y voy a volar con la confianza de que pase lo que pase, y sin importar cuanto me equivoque, voy a tener dos hogares a donde regresar y cuatro padres amorosos que me van a ayudar a curar mis heridas y me van a aconsejar para reparar mis errores. ¿Quién puede pedir más?

Y ya no tuvo más que decir. Esa mañana, bajo el sol que irradiaba majestuoso sobre los terrenos de Hogwarts, David supo que era el joven más rico y afortunado del mundo, pues tenía un montón de personas que le amaban. Y teniendo amor, no se necesita más.



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Última edición por alisevv el Jue Sep 10, 2015 5:56 pm, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: ¿Dónde está mi bebé? Capítulo 16. Al final, el amor siempre triunfa     ¿Dónde está mi bebé? Capítulo 16. Al final, el amor siempre triunfa  I_icon_minitimeMiér Sep 09, 2015 2:32 pm

Este fic me encanta cielo.
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http://elescondrijodegaby.jimdo.com/
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MensajeTema: Re: ¿Dónde está mi bebé? Capítulo 16. Al final, el amor siempre triunfa     ¿Dónde está mi bebé? Capítulo 16. Al final, el amor siempre triunfa  I_icon_minitimeMiér Sep 09, 2015 3:10 pm

Hola bonita, ¿cómo estás?

Me alegra infinito que te siga gustando a pesar de los años

BESOTES
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MensajeTema: Re: ¿Dónde está mi bebé? Capítulo 16. Al final, el amor siempre triunfa     ¿Dónde está mi bebé? Capítulo 16. Al final, el amor siempre triunfa  I_icon_minitime

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¿Dónde está mi bebé? Capítulo 16. Al final, el amor siempre triunfa
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