La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

  ¿Dónde está mi bebé? Capítulo 10. Empezando a construir el amor

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alisevv

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 ¿Dónde está mi bebé? Capítulo 10. Empezando a construir el amor Empty
MensajeTema: ¿Dónde está mi bebé? Capítulo 10. Empezando a construir el amor    ¿Dónde está mi bebé? Capítulo 10. Empezando a construir el amor I_icon_minitimeLun Ago 24, 2015 4:09 pm

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—Vaya, veo que no exagerabas al decir que el capitán del equipo era un energúmeno —comentó Ron, mientras caminaban de regreso al castillo. Al notar la mirada de desaprobación de Hermione, agregó—: ¿Qué, acaso no es verdad? Si no llega a ser por nosotros, no hubiera dejado que Alex entrenara.

—Si a eso se le puede llamar entrenamiento —se quejó Alex, a quien dolía cada pequeño pedazo de su cuerpo—. Casi hubiera preferido que no me dejara entrenar. Acepto que quiera que ganemos el próximo partido contra Gryffindor, pero para eso tenemos que llegar vivos, ¿no?

—Pues no sé de qué te quejas tanto, a mí me parece muy guapo y muy bueno —comentó Felicity, a quien Joseph, el muy nombrado capitán, le tenía un especial cariño.

—Eso lo dices porque estás enamorada de él —se burló su hermano mayor. La pequeña enrojeció de vergüenza y furia, y evaluaba las posibilidades de lanzar una pequeñita patada directo a la espinilla de Alex, cuando la emocionada voz de Hermione atrajo la atención de todos.

—Merlín, ahí llegó Michael, y el que está a su lado debe ser Chris.

Como si de un solo ser se tratara, sus tres acompañantes se giraron hacia donde ella señalaba y se quedaron mirando con la boca abierta de la impresión.

—Tiene que ser él —Ron fue el primero en reponerse—, el pequeño es muy parecido a Severus.

—¿Es mi hermano? —la pregunta salió del tembloroso cuerpecito de Felicity—. Vamos, tía Hermione, quiero saludarle.

De inmediato, Hermione se agachó para estar a la altura de los niños y, fijándose especialmente en la nena, murmuró:

—Recuerdan que no pueden decirle quiénes son, ¿verdad?

—No te preocupes, tía —contestó Alex, decidido—. Tendré mucho cuidado.

—¿Felicity? —preguntó, mirando fijamente a la pequeña cuyos ojos estaban anegados.

—Yo… —la niña miró suplicante a la bruja mayor—. Es difícil. Yo le quiero, tía Hermione.

—Sé que es difícil —musitó la mujer, abrazándola para darle serenidad—. Pero debemos hacerlo por su bien, ¿entiendes?

La niña asintió, aunque no parecía muy convencida.

—A ver, enana —Alex se agachó para poder mirar a su hermana a los ojos—. Tú siempre dices que eres valiente, que vas a ser una Griffyndor como papá Harry, ¿no? —la niña volvió a asentir—. En este momento debemos ser muy valientes y permanecer callados. Sé que va a ser difícil como tú dices, pero nos vamos a apoyar uno al otro y lo vamos a lograr.

—¿Tú necesitas mi apoyo? —preguntó Felicity, sintiéndose muy importante de que Alex también necesitara su ayuda.

—Por supuesto, enana —aseguró su hermano, abrazándola—. Y ahora vamos a ir allí y a saludarle como a un amigo, y si sientes que no vas a poder aguantar el deseo de contarle, vas a aferrar muy fuerte mi mano, y yo haré lo mismo, ¿vale?

—Vale —aceptó la niña con una sonrisa.

—Ya están llegando a la escalera de entrada —comentó Ron, quien había estado observando a Michael y a Chris—. Si nos apresuramos, podremos alcanzarlos antes que entren. Creo que así parecerá un encuentro fortuito y será más fácil establecer un primer contacto con Chris.

—Estoy de acuerdo —convino Hermione.

—En ese caso, habrá que fingir un poquito, ¿no creen? —Alex quitó el lazo que ataba los cabellos negros de su hermana, cosa que le molestaba en extremo, y empezó a correr—. Si me atrapas te la regreso.

Ron y Hermione observaron como, entre risas y amenazas, Alex corría hacia la entrada del castillo y Felicity salía pitando detrás de él.

Alex corrió directo hacia las escalinatas del edificio, alcanzando a Michael y Chris al pie de las mismas. Ni corto ni perezoso, se ocultó tras el cuerpo del hombre, ante la mirada asombrada de Chris.

—Hola, tío Michael, no te importa que te use como barrera, ¿verdad? —preguntó, mientras sacaba la mano con el lazo, burlón.

—Hola, sobrino, ya veo que estás molestando de nuevo a Felicity, y conociendo su carácter, debo admitir que no me hace gracia servirte como escudo protector.

—Dame mi lazo —gritó la niña, quien llegaba en ese momento bastante molesta. Ambos hermanos empezaron a dar vueltas alrededor de los recién llegados, Alex escapando y Felicity intentando darle caza.

—Vale, haya paz —pidió Michael con una sonrisa. A su lado, Chris miraba a ambos niños, embobado—. Alex, devuélvele el lazo a tu hermana, y tú, pequeña, tranquilízate. ¿De dónde vienen?

—Estábamos presenciando el entrenamiento de Quidditch de Alex —comentó Ron, quien llegaba en ese momento en compañía de Hermione.

—¿Entrenamiento? —comentó Alex—. Dirás martirio.

—¿Y quién es tu pequeño amigo? —preguntó Hermione, mirando a Chris. Ante su sonrisa y su mirada bondadosa, y la espontaneidad de los otros, el niño se sintió extrañamente cómodo, algo muy raro en él pues no era muy adaptable a los desconocidos.

—Es David —explicó Michael con una sonrisa, mientras empujaba levemente al niño para que adelantara unos pasos— y se va a quedar unos días con nosotros. David, esta linda dama es Hermione, y da clase de Aritmacia en este colegio. Él es Ron —el pelirrojo extendió su mano y Chris la estrechó tímidamente— y esos dos locos son Felicity y Alex.

Luego de observar detenidamente a todos, los ojos de Chris se clavaron en Alex, o mejor dicho, en su escoba.

—¿Esa escoba vuela? —preguntó con curiosidad.

—Claro, todas las escobas en Hogwarts vuelan. Esta es mi Nimbus de entrenamiento, tengo otra mejor pero sólo la uso para los juegos.

—¿Quidditch, cierto? —Chris estaba definitivamente intrigado—. Mi papá también jugaba cuando estaba en la escuela, era… —se quedó un momento pensativo tratando de encontrar la palabra y al final sonrió ampliamente— … ya me acordé, era buscador del equipo de Slyther o algo así.

Ante la mención de su supuesto padre, la mirada de Felicity se entristeció y aferró la mano de su hermano. Alex le dio un cálido apretón de consuelo, antes de tragar con fuerza y contestar a Chris, que en ese momento revisaba su escoba tratando de escudriñar hasta el más mínimo detalle.

—Slytherin —le corrigió Alex—. Yo también soy buscador y pertenezco a la Casa de Slytherin.

—Que coincidencia —la sonrisa de Chris se amplió aún más—. Debe ser genial poder volar —comentó, con ojos anhelantes.

—Yo todavía no puedo volar sola —se quejó Felicity con desconsuelo, ella también soñaba con el día en que se pudiera montar en una escoba y volar sin tener a su padre manejándola—. Papi me dijo que hasta que tuviera nueve años no me va a enseñar —hizo una pequeña pausa—. Falta tanto tiempo para eso.

—Yo tengo diez y no he volado nunca —se detuvo un segundo y miró a Alex, dubitativo—. ¿Crees que podrías enseñarme?

—Yo no —contestó Alex—, está prohibido montar en escoba sin supervisión hasta que tengas once años y hayas recibido tu primera clase de vuelo —al ver la decepción en el rostro de su hermano, se apresuró a agregar—. Pero si te enseña un adulto puedes conseguir el permiso.

Chris miró a Michael, suplicante.

—¿Tú me podrías enseñar?

Michael vio frente a él una oportunidad estupenda para que Chris se relacionara con sus padres, con Harry al menos.

—Tengo que confesar que soy pésimo en vuelo, pero Harry, uno de los padres de Alex y Felicity, fue el buscador estrella de Gryffindor durante sus siete años en la escuela.

—¿Crees que él querrá ayudarme?

—Estoy seguro —contestó Michael, mientras Hermione y Ron sonreían; el primer paso estaba logrado—. Y ahora será mejor entrar, está empezando a anochecer y todavía tienes que instalarte antes de la cena —miró a Alex y Felicity, el uno sudado y desgreñado a causa del juego y la otra llena de barro, cosa que por otra parte era su estado natural—. Y creo que ustedes dos, jovencitos, necesitan un baño con urgencia.

Con la cara enfurruñada de los chicos y una alegre carcajada de los grandes, el pequeño grupo se encamino a las majestuosas puertas de madera del castillo.



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Un mago rubio, vestido con la bata blanca con el escudo azul y rojo que lo identificaban como sanador de San Mungo, terminó de examinar a Draco y se enfrentó al Auror encargado de investigar el caso del secuestro de Chris.

—¿Cómo está? —preguntó el hombre con el ceño fruncido.

—Tiene mucha fiebre y por eso está delirando —explicó el medimago—. Además, la tensión arterial está extremadamente alta y tiene arritmia. Le hice un examen riguroso y no encuentro dolencia alguna que justifique su estado.

—¿Entonces?

—Parece como si hubiera recibido una fuerte impresión.

—Bueno, que le hayan descubierto luego de tantos años definitivamente ha debido ser una fuerte impresión —comentó el auror con despreció—. Sin embargo, no podemos ponernos a consentir a todos los detenidos porque recibieron una fuerte impresión. ¿Cuándo cree que le podremos interrogar?

—Por lo pronto es imposible —contestó el medimago, ignorando el comentario anterior—. Voy a administrarle algunas drogas para bajarle la tensión y otras para que duerma sin sueños. Dependiendo de cómo amanezca mañana, veremos.

—Pero yo necesito interrogarle, es la clave principal de mi caso más importante.

—Pues lo siento de veras —el medimago se mostró inconmovible—, eso es por ahora completamente imposible. Además, le agradecería que lo trasladaran a una celda especial, esas que ustedes tienen para los reos de prestigio, con chimenea y ciertas comodidades.

—Oiga, esto es un calabozo, no un hotel cinco estrellas.

—Pues si no puede hacer lo que le pido, en este mismo instante doy orden de que sea trasladado a San Mungo.

—No puede hacer eso.

—Claro que puedo —replicó el hombre, frunciendo el ceño—. Ese hombre es mi paciente y tengo toda la autoridad para hacer lo que considere mejor en función de su salud, y lo que considero es que debe estar en un ambiente más confortable para que se recupere adecuadamente. Así que la elección es simple: o consigue lo que le he pedido y unas cuantas cosas más que necesito, o me lo llevo a San Mungo. Usted dirá.



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—¿Cómo que ya trajeron a Chris y no nos avisaron? —explotó Harry, mirando a Ron y Hermione con ojos enfurecidos.

—Cálmate, compañero —trató de tranquilizarle el pelirrojo—. Según supimos, Michael invitó al niño a pasar unos días en el castillo, no resultaba lógico que lo primero que hiciera al llegar fuera venir aquí. En éste momento Michael le está enseñando sus habitaciones y dejando que coma algo.

—Estoy segura que van a llamarlos para presentárselo en cuanto sea posible —agregó Hermione—. Trata de serenarte.

—¿Presentárnoslo? —Harry se balanceaba entre la angustia y la ansiedad—. ¡Es nuestro hijo, maldita sea! ¡NUESTRO!

—Calma, amor —Severus le rodeó los hombros con un brazo y lo apretó contra su pecho—. Ten un poco de calma.

—Papi, es difícil, pero Alex me dijo que cuando no aguantara las ganas de decirle a mi hermanito quien soy, que le tomara la mano —dijo Felicity, abrazándose a las piernas de Harry y Severus—. Papi Severus y tú pueden hacer lo mismo cuando sientan que no pueden más.

Todos los presentes se quedaron impactados, en especial Harry y Severus. ¿Cómo alguien tan pequeña podía ser lo suficientemente sabia como para encontrar las palabras justas para tranquilizar a su padre?

—Gracias, amor —musitó Harry, levantando a su hija en brazos y besándola—. Gracias por mostrarle a tu padre el camino correcto —mientras la pequeña pasaba los bracitos por el cuello de Harry y le besaba, Severus miró a los demás.

—Ustedes que le vieron —dudó un segundo antes de continuar—, ¿cómo es?

—Es muy guapo —contestó Hermione con una sonrisa— y se parece mucho a ti.

—A pesar de que el hecho de que ambos sucesos ocurran simultáneamente pueda parecer imposible —se burló Ron.

Todos se echaron a reír, relajando la atmósfera.

—No seas malo, tío Ron, que papá es muy guapo —le defendió Felicity, estirándose y besando la mejilla de Severus antes de girarse hacia Harry—. ¿Verdad, papi?

—Absolutamente de acuerdo —contestó el aludido.

—Ja, miren a quien le pidió opinión —rio nuevamente Ron.

Antes que sus defensores saltaran nuevamente, Severus sonrió y comentó:

—Vale, está demostrado que soy una belleza, pero ahora es mejor que cenemos pues ya se está haciendo tarde y Felicity tiene que bañarse e ir a dormir.

—Pero papá…

—Sin peros —dijo Severus con firmeza aunque sonreía con ternura—. Además, no puedo creer que no tengas hambre, eres un barril sin fondo como tu padre.

Ante el mohín de disgusto de Harry y Felicity, todos se echaron a reír mientras se encaminaban al pequeño comedor familiar de los aposentos de los Snape.

Después de la cena y de dejar a Felicity dormida en su cuarto, las dos parejas se encontraban charlando y tomando la última copa del día cuando les sobresaltaron unos discretos golpes en la puerta

—¿Serán ellos? —preguntó Harry, con cara entre anhelante y aterrada.

—Sólo hay una forma de saberlo —replicó Severus, quien se levantó del sofá que compartía con Harry y con expresión indescifrable se dirigió a abrir.

—Pero cambia esa cara, Harry —le aconsejó Hermione con tono pausado— o Chris va a pensar que no te agrada verle.

Las palabras de su mejor amiga lograron el milagro, como siempre; Harry respiró hondo y emitió una tenue sonrisa.

—Bueno, ya es algo —se burló Hermione con cariño, al tiempo que Severus abría la puerta para encontrarse en el umbral a Remus, Michael y dos esferas negras idénticas a las propias, los ojos de su hijo.

Por un momento nadie habló, hasta que Michael, intentando aliviar la tensión, le dio un empujoncito al pequeño para que entrara mientras comentaba alegremente:

—Vinimos a tomar el postre con ustedes —el psicomago habló como si no se diera cuenta del intenso silencio que se había creado a su alrededor—. Él es David, un nuevo amigo; está entusiasmado con la idea de aprender a volar y como yo le mencione que Harry podría enseñarle, quiso conocerlo. ¿No les importa, verdad?

—No, por supuesto que no —contestó Severus sin dejar de mirar a su hijo quien, por su parte, también tenía la vista clavada en su padre, con los ojos muy abiertos por el asombro—. Sean bienvenidos.

—Usted es igual al padrino de mi papá —musitó Chris, dirigiéndose a Severus—. Se llamaba Severus y trabajaba aquí, el otro día me habló de Hogwarts y de él, y me mostró una foto. ¿Era su hermano?

—Chris, él es Severus Snape, profesor de Pociones en Hogwarts.

—No, no es posible —negó el niño, confundido.

—¿Por qué dices que no es posible? —le preguntó Remus con dulzura.

—Mi papá me dijo que su padrino había muerto hace muchos años, usted no puede ser él.

Ante la confusión general, Michael se acercó a Chris y le miró.

—Pues parece que tu papá estaba confundido.

—¿Entonces él es el padrino de mi papá? —preguntó el pequeño a Michael. Cuando éste asintió en silencio, cedió a un impulso y se abrazó a Severus.

—Mi papá me dijo que le quería mucho y usted a él —musitó con voz temblorosa, la carita enterrada en la túnica de Severus—. Que cuando era pequeño siempre le ayudaba a salir de los líos, que era como su padre —se alejó un poco y levantó su carita suplicante hacia él—. Por favor, ayúdelo —le rogó—. Unos hombres se lo llevaron diciendo que había hecho algo malo. Mi padre no ha dañado a nadie en su vida, se lo juro. Michael dice que no puede hacer nada y no sé a quién más acudir.

El niño volvió a hundir la carita en la túnica de Severus y empezó a llorar la angustia que oprimía su pecho. Mientras Harry a duras penas lograba contener las lágrimas que pugnaban por brotar de sus ojos ante la explosión de dolor de su hijo, Severus tragó con fuerza e intentó imprimir a su voz un tono tranquilizante.

—No te preocupes, pequeño, estoy seguro que tu padre está bien —le consoló, acariciando su cabello oscuro.

—Pero está solo y debe estar preocupado por mí —el pequeño se alejó una vez más para mirarle a los ojos—. Por favor, ayúdeme señor.

Severus limpió las lágrimas que corrían por las mejillas de su hijo y levantó la mirada hacia Michael, sin saber qué contestar al pequeño. El hombre le hizo un gesto indicándole que lo tranquilizara, ya mañana verían qué hacer.

—Hagamos algo. Tú vas a intentar calmarte y yo trataré de averiguar qué pasó con tu papá.

—¿Prometes que le vas a ayudar?

Severus dudó un segundo, cómo prometer algo que sabía no iba a poder cumplir.

—Trataré —afirmó finalmente.

—Bueno, y ahora dejemos las tristezas por un ratito, que verás como todo se soluciona de la mejor manera —intervino Remus—. Creo que tú querías conocer a Harry, ¿verdad?

—Sí —replicó el niño con una tímida sonrisa—, a ver si me puede enseñar a volar.

—Pues ven —Remus le guió hacia donde estaba Harry, limpiándose los ojos discretamente con la manga de la túnica.

—Él es Harry Snape, el otro papá de Alex —le presentó Remus—. Buscador estrella del equipo de Gryffindor durante los siete años que estudio en Hogwarts.

—Encantado de conocerle, señor —saludó el niño, tendiéndole su pequeña mano. Harry la tomó y la sostuvo durante un largo rato, sintiendo morir de amor al poder tocar por primera vez a su hijo—. ¿Le ocurre algo? —preguntó al tiempo que tiraba de su mano.

—No, nada —Harry sonrió con el corazón. Reponiéndose, agregó—: ¿Así que quieres aprender a volar?

—Sí, señor.

—¿Qué edad tienes? —preguntó Harry, como si no lo supiera, como si no hubiera contado cada segundo que habían estado separados.

—Diez años, señor.

—Bueno, los magos no deben montar en escoba hasta cumplir los once —al ver la desilusión en el rostro de su hijo, se apresuró a agregar, al tiempo que le guiñaba un ojo—, pero siempre se pueden doblar un poquito las reglas, ¿no crees?

—Haré como si no hubiera oído eso —comentó Severus y todos se echaron a reír, mientras Chris replicaba con entusiasmo:

—Sí, señor.

—Bueno, seré tu profesor de Vuelo pero con una condición —al ver que el niño esperaba impaciente, pidió—: Que dejes de llamarme señor y me llames Harry, ¿estás de acuerdo?

—Sí señ… Harry —la sonrisa del pequeño iluminó la estancia.

—Entonces está decidido. Mañana mismo empezaremos las clases de vuelo.



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Harry estaba acostado en su enorme cama de matrimonio, mirando sin ver el libro que sostenía sobre su regazo, su mente rememorando cada uno de los sucesos ocurridos ese asombroso día. La hermosa carita de su niño, con unos ojos idénticos a los de su pareja; la tibia calidez de su mano, tan pequeña y firme cuando estrechó la suya; la sonrisa que iluminó su rostro cuando le dijo que sí le enseñaría a volar y la infinita congoja con que suplicó a Severus que ayudara a su papá…

Su papá. Maldecía una y mil veces a Draco Malfoy por tener el amor de Chris, un amor que debía ser suyo y de Severus. Pero ya pagaría por tanto sufrimiento, y con paciencia y tiempo, lograrían recuperar el afecto de su pequeño.

Un ruido le sacó de sus reflexiones. Giró hacia la puerta que conducía al baño y vio la figura de Severus recostaba en el dintel. Vestía únicamente un pantalón de pijama de seda negra y en ese momento secaba con una toalla su cabello negro, húmedo por la ducha que acababa de tomar.

La verdad es que se veía hermoso, parecía que los años no habían pasado por él. Si bien tenía unos cuantos hilos plateados en sus cabellos y quizás más arrugas de las esperadas para su edad, producto de tantos años de angustia, su cuerpo seguía tan firme y fuerte como cuando se casaron y su porte igual de señorial.

Severus terminó de secarse, se dirigió a la cómoda, tomó un cepillo y empezó a peinarse. En eso notó la mirada de Harry fija en él.

—¿Qué? —le preguntó curioso, alzando una ceja interrogante.

—Nada —Harry le regaló una sonrisa—. Sólo te admiraba. Te ves hermoso.

Severus sonrió con ternura, con esa sonrisa tan especial que sólo su familia conocía, y fue acercándose lentamente a la cama.

—¿Así que hermoso? — dijo el mago mayor, mientras apartaba las sábanas, se acostaba y tomaba a Harry en sus brazos, acurrucándolo contra si—. ¿Y cómo llegaste a tan brillante conclusión?

—Verás —contestó Harry, mientras trazaba lentas caricias en el pecho desnudo de su pareja—, era una hipótesis que tenía hace mucho tiempo pero hoy, con pruebas científicas a la vista, la confirmé —al ver que Severus le miraba interesado, continuó—: Bueno, ¿no me podrás negar que Chris es guapo, verdad?

—Hermosísimo —convino el orgulloso padre.

—Y por otra parte, es idéntico a ti. Ergo, tú también debes ser hermoso.

—Pues ya que lo ves de ese modo…

—No sacó nada mío —musitó Harry—, pero no me importa; de hecho, me encanta que se parezca tanto a ti.

—Eso no es totalmente cierto —replicó Severus.

—¿A qué te refieres?

—A que heredó tu maravillosa sonrisa y esa deliciosa boca que me vuelve loco —Severus se inclinó y le dio un apasionado beso—. Y algo me dice que, como Alex, también va a heredar tu pasión por el vuelo y el Quidditch.

—Y por las Pociones, o es que acaso no recuerdas.

Severus claro que lo recordaba, tanto que se quedó con una sonrisa boba, rememorando lo que había pasado la noche anterior


Eso de las Pociones es como mi juego de química, ¿verdad?— preguntó Chris a Severus.

Al ver que su pareja miraba confundido al pequeño, sin saber a qué se refería con ‘Química’, Harry intervino.

—Química es una ciencia muggle —le explicó al maestro de Pociones, antes de fijar su mirada en Chris—, y sí, Pociones es muy similar a la Química.

—Genial, a mí me encanta. Tengo un juego con tubos de ensayo y matraces y muchas sustancias, que mi papá me regaló en la Navidad pasada.

—Bueno, en este caso se utilizan calderos e ingredientes como colmillo de dragón molido o patas de tarántula —explicó Remus, riendo.

—¡Que guay! —Chris estaba realmente entusiasmado—. Me encantaría aprender a hacer pociones.

—Pues si quieres, podrías ayudarme a hacer algunas pociones sencillas —sugirió Severus, rogando internamente que el niño aceptara.

Chris se quedó pensativo un momento.

—Papá siempre me dice que debo tener mucho cuidado con los experimentos de química, que no debo hacerlos a menos que él esté presente —reflexionó después de un rato—. Pero tú eres su padrino y profesor de Pociones, no creo que se enoje si tú me enseñas, ¿verdad?

—No, no creo —musitó Severus, tragando el nudo que se había puesto en su garganta ante la mención de Draco. Chris sonrió feliz.

—¿Entonces, cuando empezamos?


Severus termino su paseo por el hermoso recuerdo y clavó la vista en Harry.

—Sí, se va a convertir en todo un Slytherin —comentó con orgullo.

—Oye, que también tiene genes Gryffindor —se quejó Harry, dándole un golpe cariñoso en el pecho.

—Evidentemente, señor Potter —dijo Severus, burlón—, pero me parece que sus genes Sly son más fuertes.

—Con tal de que sea feliz, me conformaré aunque vaya a Hufflepuff.

—No repitas eso ni en juego, de sólo pensarlo me dan escalofríos —se quejó Severus y Harry rio suavemente—. Y ahora, señor Gryffindor, vayamos a dormir, que mañana va a ser un día muy largo.

—Sí, mañana va a ser el primer día de nuestra nueva vida —musitó el más joven, acomodándose mejor en los brazos de su pareja y disponiéndose a dormir y, por primera vez en muchos años, soñar con un futuro de completa felicidad.



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—¿Cómo se encuentra, doctor? —se escuchó una voz impaciente—. ¿Ya ponemos interrogarle?

El medimago siguió examinando a Draco sin tomarse la molestia de contestar, la insistencia del investigador le estaba resultando verdaderamente desagradable. Luego de terminar de chequear los signos vitales de su paciente, que continuaba durmiendo, le aplicó una poción a través del suero que le estaban administrando y se levantó con parsimonia.

—Imposible —contestó, sintiendo una perversa satisfacción ante la cara de contrariedad del otro hombre—. Su tensión arterial ha bajado un tanto, pero aún sigue elevada, al igual que otros valores críticos. Hasta que no se estabilice completamente no lo pienso despertar.

—Pero es importante, han surgido nuevos indicios para los cuales sólo él nos puede dar respuesta.

—Pues le sugiero que vaya a desayunar y se dedique a otras cosas por un buen rato —replicó el sanador con ironía—. Esta tarde regresaré a revisarlo, si para entonces sus valores han regresado a la normalidad, consideraré despertarlo.

Y sin otra palabra, abandonó el lugar, dejando a un muy frustrado y cabreado auror tras él.



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A media mañana, Severus, Harry y Felicity se encontraban desayunando tranquilamente en el pequeño comedor familiar de sus aposentos. El ambiente podía definirse como eufórico, especialmente gracias a Felicity. Era sábado, lo cual por si solo era sinónimo de diversión extra para la pequeña, pero ese día además le iban a permitir acompañar a Harry en su primera lección de vuelo con Chris.

—¿Dónde vamos a ir a volar, papi? —le preguntó a Harry, prácticamente saltando en la silla.

—En nuestro lugarcito secreto cerca del lago —contestó Harry mientras mordisqueaba una tostada. Se refería a un espacio bastante amplio en la margen izquierda del lago, rodeado de altos árboles que lo protegían de miradas curiosas, y que la familia solía utilizar cuando iban de picnic—. Es perfecto para volar bajito y estaremos libres de intromisiones molestas.

—Genial.

—Te recuerdo que prometiste no incordiar a tu padre para que te deje volar sola —le advirtió Severus.

—Ya lo sé, papi —contestó ella, pero su rostro se ensombreció.

—Sabes que es por tu bien, cariño — dijo Harry, acariciando su pelo negro—. Todavía estás muy pequeña y podría ser peligroso. Pero se me ocurre que como hoy hace un buen día y el agua del lago no debe estar tan fría, después del vuelo podríamos nadar un rato y luego papá Severus, Alex y los tíos se pueden reunir con nosotros y hacer un picnic, ¿qué te parece?

—Genial —repitió la niña, volviendo a reír encantada, mientras Severus asentía sonriendo.

—Entonces yo me encargo de hablar con Dobby para que nos prepare unas cuantas cosas ricas mientras papá Severus le avisa a los tíos —miró a su pareja, sonriendo—. ¿Qué te parece?

—Perfecto, ya…

Lo que sea que fuera a decir Severus, se vio interrumpido cuando Dobby apareció con su plop característico.

—Vaya, Dobby, ¿ahora te dedicas a adivinar el pensamiento? —preguntó Harry, asombrado.

—Perdón, señor Harry Potter, pero Dobby no lee el pensamiento.

—Supongo que no, Dobby —rio Harry—, pero ya que llegaste, quisiera que nos prepararas un gran picnic para el almuerzo.

—Si, señor Harry Potter, Dobby se lo preparará enseguida.

—¿Y para qué viniste? —preguntó Severus Snape intrigado, no era habitual que el elfo se apareciera en sus aposentos sin ser llamado antes.

—Sí, señor Harry Potter, profesor Snape, Dobby vino a decirles que el director Dumbledore les necesita en su oficina.

Ante eso, Harry hizo un gesto de molestia.

—Quedé en reunirme con Chris en diez minutos —comentó, contrariado.

—No te preocupes —le tranquilizó Severus—. Seguramente todo lo que quiere es que le demos una descripción pormenorizada de lo que pasó ayer. Vete tú con Felicity y Chris que yo me sacrificaré por la familia —terminó, poniendo una cara de mártir que no era del todo fingida.

—Gracias, cariño —Harry se inclinó y le dio un suave beso—. Prometo que te compensaré por esto.

—Oh, ya lo creo que lo harás —contestó Severus como una sentencia—. Y tú, princesa, ven a darle un beso a tu viejo padre, que necesita muchos ánimos para enfrentarse a tu abuelo.

La niña rio y pasando sus bracitos por el cuello de su padre, se empinó y le dio un beso, antes de apartarse y correr detrás de Harry.

—Adiós, papi, espero que el abuelito Albus no te aburra demasiado.


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—Buen día, Albus —saludó Severus, cuando diez minutos más tarde entraba en las oficinas del Director de Hogwarts antes de detener su mirada sorprendida en el otro ocupante de la habitación—. ¿Bill? ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no pasaste a vernos?

—Preferí venir a través de la chimenea de Albus —explicó el pelirrojo—. Es por precaución. Chris sabe que yo tengo mucho que ver con la detención de Malfoy y no quise arriesgarme a un encuentro con él.

—Merlín, tienes razón, eso lo hubiera estropeado todo —habló el maestro de Pociones, y sin transición, agregó—: ¿Tienes noticias?

—De hecho, sí, y bastantes —replicó Bill.

—¿Y por qué no vino Harry? —preguntó Dumbledore, mesándose la barba—. Cité a los dos.

—No sabíamos que Bill estaba aquí, y como había quedado para ir a volar con Chris, no quisimos que rompiera su cita —Severus miró al anciano, algo apenado—. Pensamos que sólo querías…

—¿Cotillear? —preguntó Dumbledore con una sonrisa.

—Algo así.

—En todo caso, es mejor que Harry no esté —comentó Bill—. Tengo algunas cosas que plantear y tal vez él no estaría muy… digamos que abierto a escucharlas.

—¿De qué se trata? —inquirió Severus, preocupado.

—Vamos a esperar un momento a que lleguen Remus y Michael.

—Ya estamos aquí —contestó Remus desde el umbral de la puerta—. ¿Qué ocurrió?

—Mejor vamos a sentarnos —propuso Bill. Cuando todos estuvieron cómodamente instalados, sacó unos documentos reducidos de su bolsillo y con un pase de varita les devolvió su tamaño habitual.

>>Ayer hicieron un registro exhaustivo en la vivienda de Malfoy en Auckland —comenzó a explicar el pelirrojo—. Cuando estaban a punto de concluir, encontraron un escritorio con un compartimiento secreto y en su interior un par de cosas bastante interesantes.

Tomó uno de los documentos, un pergamino amarillento. Lo levantó y leyó en voz alta:

Malfoy

El nombre está tachado —explicó Bill, y continuó leyendo

Draco

Supongo que te sorprenderá que te esté escribiendo pero estoy cumpliendo la última voluntad de… de tu Padrino.

Severus fue asesinado anoche en una emboscada de mortífagos. Hace unos meses, me había dejado una carta con la petición de que no la abriera a menos que algo le ocurriera. En ese momento no le hice caso pero ahora…

En la carta me pedía que tomara a nuestros niños y huyera al mundo muggle y eso es exactamente lo que voy a hacer, me voy a perder a donde nadie pueda encontrarnos a mí o a mis hijos jamás.

También me daba esta dirección y me pedía que te escribiera y te pidiera que desaparecieras también. Si cazaron a Severus puede que tu casa ya no sea segura. Piérdete como yo, mientras más lejos, mejor.

No creo que volvamos a comunicarnos jamás

Suerte

Harry Snape



Severus miró a Bill con el ceño fruncido y habló con aspereza.

—¿Qué mierda significa eso? —preguntó, alargando la mano y arrebatándole la carta para inspeccionarla por s mismo. Cuando terminó, alzó la mirada, confundido—. Ésta es la letra de Harry, pero es imposible que él haya escrito esta barbaridad.

—De hecho, no la escribió él —convino el pelirrojo—. El auror que lleva el caso quería interrogar a Harry anoche mismo, pero le convencí de que investigara un poco más antes de molestarlo. Llamaron al grafólogo oficial del Ministerio y comparó la letra de la carta con unos papeles escolares de Harry —hizo una pequeña pausa y prosiguió—: Es una falsificación. Aunque debo admitir que una muy buena.

—Pero no entiendo —intervino Remus—. ¿Quién hizo esa carta, cuándo y lo más importante, por qué?

—Sobre el asunto de cuándo fue hecha, se realizaron estudios al pergamino y la tinta. La conclusión fue que esa carta fue escrita alrededor de diez años atrás.

—En la época del secuestro —musitó Severus, impactado.

—Exactamente —confirmó Bill—. En cuanto a tus otras dos preguntas, tengo una teoría, pero antes de exponerla quiero mostrarles otra cosa —levantó el ejemplar de El Profeta, al que ninguno de los presentes había hecho demasiado caso, y desplegó su portada en la mesa de centro.

—¿Merlin, ese soy yo? —Severus extendió la mano, tocó la foto donde se veía su cuerpo tirado en el suelo en medio de un charco de sangre y leyó el titular.

“Héroe de Guerra, Severus Snape, muere en una emboscada a manos de mortífagos renegados”

—¿Pero qué demonios es esta locura? —exclamó Remus—. No entiendo nada.

—Bueno, ahí va mi teoría —habló de nuevo el mayor de los Weasley, mientras todos le observaban con atención—. ¿Y si Zabini también hubiera engañado a su pareja haciéndole creer que Severus estaba muerto? —miró al maestro de Pociones—. Tú me contaste que, cuando se vieron, él insistió en que estabas muerto.

—Sí, anoche Chris también dijo que su padre le había dicho que habías muerto —comentó Remus.

—Eso no tiene sentido —argumentó Severus—. ¿Para qué querría Zabini hacerle creer a Draco que yo estaba muerto?

—Esa es la segunda parte de mi teoría —explicó Bill con tono pausado, sabía que lo que iba a plantear no era fácil de aceptar—. Pienso que es posible que Malfoy no supiera que el niño era secuestrado y Zabini inventara eso para que no se comunicara contigo.

Severus se levantó de la silla y empezó a caminar a grandes zancadas a través de la oficina. Al final, se detuvo frente al pelirrojo.

—Por mucho que quisiera poder creer en eso, Weasley, no tiene ni pies ni cabeza —espetó con brusquedad.

—Por lo que contó Harry, el único que estaba presente cuando nació Chris fue Zabini, ¿no? —Severus asintió en silencio—. Y cuando interrogaron a Dont, hace diez años, en ningún momento mencionó a Malfoy. Quizás Zabini le dijo a Malfoy que había adoptado al niño o algo así.

Severus libraba una angustiosa lucha interna. Por una parte, deseaba con el alma creer que su ahijado era inocente, pero por otra, la fuerza de la razón le decía que eso era completamente imposible.

—Te recuerdo que Malfoy se fue con Zabini a las pocas horas del secuestro y ha estado escondido por diez años, incluso después que muriera Zabini, y con el pelo teñido, como para que no le reconocieran. Además, no creo que un hombre como Malfoy aceptara una supuesta adopción sin pedir explicaciones.

—Tal vez tuviera razones… —musitó Bill, sabía que ése era uno de los principales argumentos en contra de su teoría.

—Es una locura —volvió a afirmar Severus

—No sé —dudó Michael—. De lo que he hablado con Chris, es evidente que existe una profunda relación afectiva entre él y Malfoy. Por el contrario, cada vez que hablamos de Zabini tuerce el gesto y cambia de conversación, y no es por tristeza por su muerte, es algo más profundo, se percibe una intensa frialdad del niño hacia el difunto.

>>Además, Chris me comentó que cuando Malfoy habló con él para contarle que era mago, le dijo que el próximo año asistiría a Hogwarts.

—Supongo que mentiría —Severus estaba cada vez más confundido.

—No lo creo. Chris tiene plena confianza en su padre, dudo que Malfoy se expusiera a perder esa confianza por una mentira sin sentido. Podría haberle contado una historia del por qué no podía estudiar en una escuela mágica y se acabó.

—Hay algo que no entiendo —Dumbledore intervino por primera vez en la conversación, dirigiéndose a Bill—. Estás hablando en hipótesis cuando lo más fácil sería confrontar a Draco con todo esto y ver lo que dice, pero por lo visto no lo han hecho —al ver que el aludido movía la cabeza negando, preguntó—: ¿Por qué?

—Ayer, luego de que Severus abandonara su calabozo, fueron a interrogarle y le encontraron en el piso, desmayado —Severus frunció profundamente el ceño pero no dijo nada, esperando que Bill continuara explicando—. Tenía la tensión muy alta y los signos vitales enloquecidos. El medimago que le atendió diagnosticó un severo caso de estrés. Desde entonces está bajo sedación, por ahora es imposible interrogarle.

Severus se hundió en su asiento con el rostro desencajado pero siguió sin decir palabra, su cabeza parecía una bomba a punto de estallar.

—¿Y no hay otra forma de investigar? —indagó Remus.

—Están averiguando quién hizo la falsificación. Al parecer sólo hay tres personas que pueden hacer un trabajo de esa calidad, ya mandaron aurores a visitarles, lo malo es que ninguno es de Londres y primero hay que solicitar los permisos ante los Ministerios de Magia de sus respectivos países. También mandaron unos aurores a Azkaban a hablar con Dont.

—¿Cuándo crees que podrán interrogar a Draco? —preguntó Dumbledore.

—El medimago va a verlo esta tarde y dependiendo de cómo lo encuentre, permitirá el interrogatorio.

—Sugeriría —volvió a hablar el anciano Director, observando a Bill con expresión comprensiva — que pidas ser tú quien le interrogue. Algo me dice que puedes lograr mucho más que cualquiera de los aurores del Ministerio.

—Dudo que lo permitan —argumentó Bill—. Además, en estos momentos no creo ser la persona favorita de Malfoy.

—Yo me encargo de arreglar que te dejen al mando —aseguró el anciano—. Y en cuanto a lo otro, creo que te la vas a poder arreglar muy bien —sin permitir al pelirrojo negarse, cambió de tema—. Tenemos otro problema —se inclinó hacia una mesita lateral y tomó un periódico—. Éste es un ejemplar de la edición de El Profeta de hoy.

Bajo una foto de un Draco Malfoy con el pelo oscuro, un gran titular rezaba:

“ RESCATARON AL PEQUEÑO PERDIDO”

Sí, luego de diez años de búsquedas, el hijo secuestrado de Harry Potter y Severus Snape fue rescatado con bien. El niño había vivido los últimos diez años en Auckland, donde los secuestradores, que se hacían llamar Ernest y Gerald Rubens, le habían hecho pasar como su hijo.

Aunque Blaise Zabini, uno de los delincuentes, murió hace cinco años, las autoridades ya tienen al otro responsable, Draco Malfoy, a buen recaudo en los calabozos del Ministerio.

Más información en la pag. 8”



—Maldición, Chris no puede ver esto —masculló Severus.

—No te preocupes, ya eliminamos todos los ejemplares de Hogwarts y hablé con el Ministerio para que contacte a los medios y prohíba informaciones del caso bajo la excusa de la investigación —le tranquilizó Dumbledore.

—No es suficiente. Cualquiera de los alumnos podría hacerle un comentario…

—Es poco factible —le interrumpió Remus—. Él no tiene porqué entrar en contacto con los estudiantes. Comeremos en nuestras habitaciones y nos las arreglaremos para tenerle ocupado en zonas no concurridas por el estudiantado. Además, sólo será pon unos días, hasta que podamos contarle la verdad.

—No sé —Severus estaba realmente preocupado.

—Bueno, yo me retiro —Bill se levantó con presteza—. En cuanto sepa algo nuevo les informaré.

—Y nosotros tenemos un almuerzo campestre con Harry y los niños —comentó Severus, mirando a Remus y a Michael—. Por favor, al menos por ahora es mejor no comentarle nada a Harry, quiero que disfrute la tarde con los chicos. Esta noche se lo contaré —se giró hacia el Director—. ¿Nos acompañas, Albus?

Con una sonrisa de aceptación del anciano, todos se encaminaron al encuentro con el resto de la familia.


 ¿Dónde está mi bebé? Capítulo 10. Empezando a construir el amor Gif-animados-WebDiseno-Lineas-Particion_06432_zpsi58j44am


Cuando Severus llegó al descampado donde había quedado en reunirse con Harry y los chicos, toda la angustia pasada las últimas horas se evaporó como por encanto, y en su lugar, en su corazón se instaló la maravillosa imagen de la risa cristalina de su hijo, mientras volaba en la escoba como si hubiera nacido montando en una. A su lado, Harry, sosteniendo delante de él a Felicity, y Alex en su escoba, también volaban felices.

Cuando notó la llegada de Severus y sus amigos, Harry se acercó a sus hijos varones.

—Chicos, ya llegó el resto de la tropa, vamos a bajar.

—¿Ya? —preguntó Chris, entristecido y siendo coreado por el refunfuño de Felicity.

—Pues no sé ustedes, pero yo muero de hambre —dijo Harry—. Y ni vean la de cosas apetitosas que puso Dobby en la cesta.

—Yo no quiero comer verduras —renegó Felicity.

—Las verduras no son agradables —agregó Chris.

—¿Y tú no vas a protestar? —preguntó Harry, mirando a Alex.

—No esta vez —se rio el muchacho—. Me parece que ellos dos lo están haciendo muy bien sin mi ayuda.

—Vale —se rindió Harry—. ¿Si prometo que las verduras se las comerán los viejos de allá abajo y les aseguro que hay pastel de chocolate de postre, aceptarán bajar? —Chris y Felicity sonrieron y aceptaron al unísono—. Entonces, David, empieza a descender como te enseñé.

Cuando el niño tocó el suelo limpiamente y se bajó de la escoba, los adultos en tierra comenzaron a alabarlo.

—Perfecto —comentó Remus

—Parece mentira que sea la primera vez que montas en escoba —sealó Dumbledore.

—Vas a ser un jugador estrella de Quidditch —comentó Severus.

El pequeño, henchido de orgullo y con una enorme sonrisa, contestó:

—Eso espero, quiero que papá esté muy orgulloso de mí —se detuvo un instante, dudoso, antes de preguntar—. ¿Has podido averiguar algo sobre él? ¿Estará bien? Es que anoche tuve un mal sueño y en el mi papá estaba enfermo —el niño no notó la repentina sombra que cruzó el rostro de Severus ante sus palabras, pero Harry, que se acercaba en ese momento, sí se fijó.

—Severus, ¿te sientes bien? —preguntó, preocupado.

—Sí, no te inquietes —replicó con una tenue sonrisa—. Es sólo algo de apetito —se giró hacia Chris una vez más—. Todavía no pude averiguar nada pero voy a estar pendiente.

De pronto, el huracán Felicity se lanzó sobre Severus.

—Papá, papi me subió con él en la escoba y volamos. Es genial.

—Ya te vi y lucías muy elegante, estoy seguro que cuando vueles sola lo vas a hacer muy bien.

—Y David aprendió rapidísimo —continuó la niña con su charla alegre—. Espero poder aprender igual de rápido.

—Lo harás, está en tus genes —le contestó su padre.

—¿Crees que volar también está en mis genes, Severus? —le preguntó Chris, a quien la noche anterior el hombre también había pedido que le llamara por su nombre.

—Estoy seguro que sí, hijo —contestó el mago, revolviendo su cabello pero mirando a Harry con fijeza—. Estoy seguro que sí.




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