Todo tembló dentro de él, mientras escuchaba las abejas zumbar a lo lejos, sobre una hermosa flor blanca que crecía entre los matorrales de su frondoso jardín. Era una azucena inmaculada de hojas curvas y pistilos amarillentos que sobresalían del centro, era la única que había florecido hasta ese momento y le recordaba poderosamente a su bella hija.
Al fin había enviado su cuantioso libro, un libro que no sabía que llevaba escribiendo una vida. Encuadernado prolijamente por ella, en la portada podía leerse el título, con su caligrafía cuidadosa y juguetona…
»Plenilunium«
Historias de la Luna Llena
Se había tomado su tiempo para leerlo, sopesándolo como una taza del té dulce que tanto le gustaba. En la última línea, sus ojos se habían rebozado de lágrimas y tenía la sensación de ser un grandioso pintor… porque había creado una obra maestra, y esas eran ellas… Lily y Luna, sus retoños.
Sintió un peso caer sobre sus hombros y luego su contacto, cálido y aún extraño a pesar de tenerlo todos los días. Tantos años en falta le hacían creer que era un sueño aún, que despertaría en cualquier momento descubriéndose joven en la torre de Gryffindor. Su vida parecía ahora tan efímera.
—¿Por qué lloras?
Su voz había cambiado, no sabía en qué exactamente, pero lo había hecho y la parte de él que aún era aquel estudiante enamorado reprochaba en su interior. Se aferró a aquel libro, sabiendo que no podría mentirle nunca.
—Acabo de volver a vivir mi vida —Respondió, más afectado de lo que pretendía y debería haber sido. Se sintió inquieto de alguna forma—. A través de otros ojos.
Severus, que no había envejecido ni un pelo, le miró confundido y su mirada se desvió al libro, su nariz se movió casi imperceptiblemente, reconociendo seguramente el olor de su cachorra. El ejemplar no lo tenía escrito, pero estaba casi seguro de que podía ver el nombre de Lily gravado en polvo lunar sobre la cubierta. Su mirada se suavizó al instante y Harry pudo ver un atisbo del Severus del pasado, quizá intentado rememorar cosas guardadas en su mente.
Por un momento, el azabache entró en pánico, notando que quizá aquel libro no era para que él lo leyera… Severus aún no lo sabía, solo lo imaginaba y eso bastaba para traer desolación y culpa a sus ojos negros. Odiaba cuando ocurría, porque recordaba que muchas veces él le había culpado también.
Ya no quería ser fuerte de nuevo, era como si su corazón se hubiera vuelto pesado con los años y se había derrumbado a su regreso, levantar la muralla ya le sería imposible, y aún sentía el alma un poco triste. Desde que el pocionista había vuelto a la normalidad, se había abandonado a ser protegido y se sintió más indefenso que en mucho tiempo, casi como la primera vez que se había encontrado solo en el mundo.
Recordaba con más claridad lo que era dormir solo todas las noches, con el miedo latente de soñar que estaba allí, de sentirlo, porque era a lo que más le temía en ese momento que él ya había vuelto, a que se fuera nuevamente. Solía hacerse un ovillo y llorar silenciosamente para no despertar a Lily o a Luna. Y cuando ellas se marcharon a sus propias habitaciones fue peor. Abrazaba su túnica, negándose a olvidar lo que era estar en sus brazos, y se rompía. Recordaba también lo difícil que era tomar decisiones, jamás saber si lo estaba haciendo bien o mal, no tener la opinión de alguien… criar a dos niñas solo es, probablemente, lo más difícil que había hecho en su vida.
—Tu corazón se alenta —Severus intentó traerlo de regreso a él, había empezado a darse cuenta de que también había cambiado, a pesar de que se esforzaba en demostrarle que no era así—. No preguntaré al respecto, si es tu deseo.
—Es solo qué… ahora sé cuán difícil fue para ellas. Pude introducirme bajo su piel un instante. Siento que pude haber hecho un mejor trabajo…
—No te atormentes, Harry —Le dijo, pegando su mejilla a su cabeza—. Criaste a nuestras hijas perfectamente, ellas son iguales a ti.
Harry sonríe sin pensarlo y niega suavemente.
—No, ellas tienen lo mejor de ambos.
Severus asintió y besó su cabello.
—Vayamos dentro, se acerca una llovizna.
Miró hacia el cielo, que se teñía de colores azulados. Jamás entendería como podía saberlo, aún no había nubes que delataran aquello… cosa de hombres lobo, quizá.
Y mientras tomaba el libro y Severus la taza de té para ir dentro, Harry pensó que había cosas que Lily nunca sabría, como sus peleas porque él era muy joven e inmaduro cuando comenzaron, y que toda pelea terminaba en una placentera sesión de besos. O que en una ocasión la había dejado olvidada en el Callejón Diagon por prestar más atención a la urgencia de llegar a casa para hacer el amor.
Su sonrisa aparece en sus labios y su expresión ya madura deja entrever lo divertido de aquellos recuerdos, mira a su pareja y, a diferencia de él, se siente viejo. Unas cuantas canas habían brotado en su melena azabache y estaba seguro de que ya le saldrían las arrugas. Y Severus estaba fresco como una lechuga, bueno, una lechuga cansada, se podía ver en su rostro que su mente estaba más desgastada que su cuerpo.
Cuando volvió de la cocina, se acercó a él y atrapó sus labios en un beso. Jamás se cansaría de aquel sabor, el primero que probó y que jamás olvidó en sus días de soledad. Severus era más salvaje en ese momento que hacía años, le mordía y degustaba como nunca antes… como si temiera que volviera a desaparecer, igual que él.
Recuerda su primer beso como si hubiera sido ayer, tímido y necesitado a la vez. Ansioso es la palabra más cercana a lo correcto. Recuerda sus caricias, sus dedos palpando su piel y su aliento sobre él. Su primera vez había sido cuidadosa, delicada y él había terminado en una nube. Se había centrado más en él que en si mismo, sin olvidar la posesividad; había tratado su ansiedad con el mismo vigor pero siendo más cauteloso. Y le había marcado.
Cuando descubrió la marca en su muslo, fue extraño… porque era roja y tierna, una media luna perfecta.
Jamás se había atrevido a preguntarle que era y se dio cuenta que en cada luna llena, esa marca se volvía de un color más intenso. Hasta que después notó que él también la tenía, justo en el mismo lugar.
—Sev —Le dijo, interrumpiendo el beso y recibiendo a cambio un gruñido de protesta—. ¿Qué es la marca que hiciste en mi muslo?
Severus le miró fijamente un momento y luego parpadeó, confundido.
—¿Marca? ¿Cuál marca?
—Hay una marca en mi muslo, una media luna rojiza, también la tienes. Nunca había podido preguntarte.
—Yo… no estoy seguro. La marca que tengo es de nacimiento, la heredé de mi padre.
—Pero la mía apareció después de que nosotros… —Se sonrojó levemente, restándole un par de años a su apariencia y resultándole adorable al pocionista, como si pudiera ver al viejo Harry, tan inocente—. …estuvimos juntos por primera vez.
Lo meditó un poco y luego suspiró.
—Debo preguntarle a Cress la próxima vez… hay cosas que ni yo sé sobre nosotros. Lily y Luna tienen la misma pero en distintos lugares, pensé que era al azar pero quizá tenga que ver con los vínculos.
—¿Vínculos?
—Papá decía que los lobos desarrollamos vínculos tan fuertes que, cuando nuestra pareja muere, nosotros morimos con ellas. Quizá es literal, tenemos un vínculo vital.
—El hilo rojo —Suspiró Harry, comprendiéndolo al fin. Severus inclinó la cabeza levemente, su forma particular de decir "¿De qué hablas?" —. Yo… podía ver un hilo rojo atado a nuestros meñiques desde la primera vez que te vi. Con el tiempo dejé de hacerlo pero realmente estaba allí.
—¿Por qué nunca me lo dijiste?
—Creí que pensarías que estaba loco o algo así —Admitió, llevando su dedo pulgar a la boca para morderse la uña.
Severus sonrió levemente y acarició su mano, entrelazó los dedos con los suyos y descansó la cabeza en su hombro. Era curiosa la forma de pensar de Harry, él jamás le pensó loco cuando le reveló su secreto.
—Quisiera ver a las niñas y a los pequeños gemelos. Hay que invitarlos a almorzar mañana… creo que les prepararé tarta de melaza —Le dijo al pocionista, sin saber cómo seguir con el tema.
—Es una buena idea —Le respondió este en voz ronca—. Pero hoy eres solo mío.
Le empujó sobre el sofá, besando su cuello, calosfríos hicieron a Harry estremecerse. Besó su oreja y lo sintió saltar un poco, aún era su punto más sensible. Lo escuchó gruñir y la ropa empezó a estorbar. Le gustaba cuando lamía su pecho con su cálida lengua, cuando enterraba los colmillos en sus piernas y cuando recorría la curva de su espalda con los labios. Severus era un lobo, y lo era en todos los sentidos posibles.
Ya no tenía que extrañarlo más y eso era lo mejor de todo.
FIN
* * *
Pues, no tenía pensado subir este capítulo porque sentía que estaba un poquitín fuera de la narración que estaba llevando y rompería la atmósfera, pero el comentario de Dandelion's Lollipop me hizo sentir que tenía razón, que las cosas estaban "truncas" y bueno, aquí esta =) Espero les agrade y mejore su percepción de la historia, que realmente no tenía final y estaba dando paso a esto xD soy fanática de los bonus (como notarán si han leído otras de mis historias) y... sip, puede que Plenilunium tenga algún bonus, lo dejaré en suspenso jaja
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