Capítulo 18.Una vez en sus habitaciones de las mazmorras, Severus sella el acceso de forma que ningún ser vivo pueda pasar, haciendo desaparecer el cuadro de entrada para dejar solo pared.
Es el sistema de seguridad de Hogwarts. Ahora mismo, se encuentran en un punto muerto del castillo. No hay forma de entrar, ni derribando la pared, porque físicamente han dejado de estar allí.
Luego, se dirige a la chimenea y la bloquea, de forma que nadie pueda entrar por medio de la red flú, únicamente permitiendo la comunicación con otras chimeneas del castillo.
Mientras se asegura de que están a salvo, Lupin modifica las salas, generando dos nuevas habitaciones junto a la suya. La del medio será para Potter y la otra la compartirán los dos últimos merodeadores. Probablemente acaben todos aconglomerados en la del chico, hasta que este despierte.
En otros momentos, una convivencia así lo desquiciaría (lo va a desquiciar de todas formas), pero sabe que solo no lo conseguirá.
Veintitrés minutos después, recibe una llamada por chimenea de McGonagall.
—Los aurores están aquí —anuncia esta—. Quieren que les entreguéis a Potter para devolverlo a San Mungo. Tenéis una hora para resolver esto pacíficamente —lo está diciendo en un tono tan impersonal que le hace entender que no espera que realmente lo haga—. He recibido una nota de Kinsgley diciendo que estará aquí en media hora.
—Gracias, Minerva —dice Severus, antes de finalizar la comunicación.
Once minutos después, llega el comunicado oficial del Ministerio y McGonagall se lo lee mientras Black se ríe por detrás y Lupin permanece en la habitación de Potter, vigilando su sueño.
Recibe otras dos llamadas. La primera, informándole de que Kingsley ha ordenado a los aurores retirarse del castillo sin la aprobación del Ministerio. La segunda, para decirle que el ministro se encuentra en el colegio y quiere reunirse con él. Severus rechaza el encuentro, seguro de que, en el mismo momento en que hiciera reaparecer sus estancias, una horda de aurores las invadiría llevándose al chico.
—¿Quién fue el idiota que votó a ese patán? —pregunta Black a sus espaldas, que ha seguido atentamente todas y cada una de sus llamadas.
—Todos los mortífagos y familiares de estos —responde, sin saber por qué le está contestando. Quizás porque llevan mucho tiempo soportándose todas las tardes, en la jaula de mariposas de Potter—. Los Malfoy fueron una de las familias que financiaron su campaña.
Se habían revisado muchas sentencias de mortífago desde que, dos años atrás, el actual ministro se puso a la cabeza del Ministerio.
—Eso no explica como salió elegido.
—Algunos imbéciles pensaron que su vuelta significaría una vuelta a los tiempos de paz —aprieta los dientes mientras habla—. La mayoría ignoran o prefieren olvidar que fue precisamente su culpa que Voldemort se alzara con tanta ventaja.
Black hace una mueca de disgusto. Normal, teniendo en cuenta lo que ha significado para la situación de Potter que Fudge ganara las elecciones. El hombre le guardaba mucho rencor al chico, como si su caída en desgracia no hubiera sido ocasionada por su propia estupidez. Había emitido varias sentencias del Wizengamot al respecto, determinando lo que sucedería según como evolucionase.
Si los sanadores no hubieran ocultado buena parte del estado real del chico (algunos ni siquiera recordaban haberlo tratado, gracias a ellos), probablemente a esas alturas ya le habrían aplicado el beso del dementor.
—Y pensar que Harry se sacrificó por todos esos desgraciados —masculla Black, mordiéndose el labio inferior enfadado, hasta hacerlo sangrar. Severus reprime el impulso de darle la razón, porque hacerlo sería cruzar una línea que se había marcado a los doce años.
Entonces Lupin se asoma por la puerta de la habitación y los dos lo miran inmediatamente.
—Esta despertando —dice.