Capítulo 14.Lupin sale de la jaula tambaleándose, con el cuerpo tembloroso y rastros de lágrimas en el rostro. Black inmediatamente corre a sostenerlo y lo estrecha contra su pecho.
—Merlín, Remus, Merlín —balbucea, como un perro asustado que ha temido por un momento perder lo único que le importa—. ¿Por qué? ¿Por qué no te has apartado, idiota? —pregunta, casi sin voz.
—Tú tampoco te hubieras apartado —es todo lo que dice Lupin, prácticamente afónico.
Debe haber gritado mucho. Lo ha visto hacer los gestos y abrir la boca, pero, quizás por caprichos de la mente de Potter, esa parte no la han oído. Ha sido como si, de repente, el licántropo se hubiera quedado mudo, mientras su piel era desgarrada y mutilada por la nada.
Los sanadores, a su lado, han estado tomando notas y observando el desarrollo de los acontecimientos angustiados. El único que se ha mantenido firme ha sido Lauder, que ni siquiera ha pestañeado.
—¿A esto se le puede seguir considerando progreso? —pregunta Lupin, devolviéndolo a la realidad, para enfocarse en los cuatro sanadores (Miller se ha marchado entre lágrimas) que los están observando sin decir nada.
—Sí —dice Lauder, cuando los otros tres no parecen saber que responder—. Lo es —afirma, rotundamente—. Porque el señor Potter parece haber sido consciente de su presencia en todo momento, ¿no?
—Eso creo —dice Lupin, aún en los brazos de Black, aún tembloroso—. No dejaba de murmurar mi nombre y no me ha soltado en ningún momento.
Lauder asiente. Parece determinado. Severus también lo está, observando a Potter sentado en el suelo, en su jaula de vegetación y calma, aparentemente tranquilo.
No deambula, no mira de un lado a otro, no sonríe.
Parece más consciente de lo que ha estado en el último año.
—¿Entrará mañana, profesor Snape? —le pregunta Lauder.
—Por supuesto —responde, sin dudar.
Y se dejará matar de ser necesario, si con eso consigue que Potter regrese al mundo real.