Happy birthday teacher capítulo 10

Notas del capítulo:
Éste es el último capítulo, sólo falta el epílogo para que esta historia se termine. Muchas gracias a todas las que me habéis seguido en esta aventura, si he conseguido haceros pasar un buen rato y emocionaros o haceros reír, según el capi, me doy por más que satisfecha.


— ¡Feliz Navidad Severus!—Adrian se acercó a él tendiéndole su mano, advirtiendo el muérdago sobre sus cabezas, Te voy a mostrar como besa un hombre de verdad pensó ¡se moría por hacerlo! le gustaba mucho y se suponía mejor que Harry en esas lides. Si le dejaba, le haría olvidar muy pronto a ese jovenzuelo sin experiencia. Según lo pensó, lo hizo, su jefe había estrechado confiado la mano que se le tendía con la intención de felicitarle también. Adrian fue muy rápido y Severus apenas tuvo de tiempo de darse cuenta de lo que estaba pasando cuando sintió sus labios en los suyos y Harry lo vio. Su exclamación de dolor y sorpresa y el ruido de la figurita al romperse repercutía en su mente una y otra vez atormentándole. No se explicaba por qué no había maldecido a Adrian Hill en ese mismo instante.

Podía imaginar, no, sabía cómo se sentía Harry, porque si hubiese sido al revés él no hubiese sido tan magnánimo. Harry había desaparecido y, *sólo pensar en lo desolado que debía estar, se sentía morir. Él no se habría limitado a desaparecer de haber pasado al revés, les habría lanzado más de una imperdonable. No quería ni pensarlo, ahora lo más importante era encontrarlo y tratar de explicarse, pero no sabía por dónde empezar a buscar, podía estar en cualquier parte.

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Se apareció en medio de Londres, palpitando de ira y frustración, estaba enfrente de Harrods, la estación del metro de Lnightsbridge, estaba *sólo a media manzana de distancia. Sabía dónde estaba, lo que ya era algo, miró a su alrededor y entró en el primer hotel que vio.

La recepcionista, una joven morena, le miraba de hito en hito mientras hacía la reserva, no parecía tenerlas todas consigo y a Harry no le extrañaba, debía tener cara de enajenado y es que se sentía así, a punto de enloquecer de furia.

¡Tenía que desahogarse! y no se le ocurrió nada mejor que un lugar muggle y desconocido que poder destrozar a conciencia. Nada más traspasar la puerta de la habitación que le habían asignado, sacó su varita e insonorizó todo y acto seguido, se dedicó a lanzar hechizos a diestro y siniestro, también rompió cosas con sus manos, hasta que no quedó nada íntegro: ni lámparas ni espejos, ni nada…todo estaba destrozado y su ira apenas se aplacaba.

Agotado, se dejó caer al suelo y dio varios cabezazos contra la pared, maldiciendo en voz alta, sólo entonces pudo llorar. Severus besándose con Adrian, el peor dibujo posible, se repetía en su mente una vez y otra, era como una pesadilla sin fin. Lloró hasta hartarse.

Un buen rato después, se levantó a duras penas y bebió un poco de agua, tenía la garganta reseca y dolorida. Se miró en el fragmentado espejo del lavabo, que le devolvió la imagen de un rostro lleno de angustia, macilento y desencajado. Se lavó la cara, se tumbó en la despedazada cama y se obligó a calmarse y a pensar en lo que había sucedido, porque dolía, terriblemente. Se sentía muy traicionado y sin embargo…no acababa de creerlo.

Severus le había esperado mucho tiempo y le había demostrado de mil maneras lo que sentía por él. No era su estilo joderlo todo después de esa manera. Si le quisiera fuera de su vida se lo habría dicho a la cara escogiendo con sumo cuidado las palabras más mezquinas y dolorosas para hacerlo, así era Severus cuando quería herir, él lo sabía demasiado bien.

No le cuadraba.

Su primer impulso había sido desaparecer para no matar a nadie y lo había hecho; el segundo, destrozar algo a conciencia por el mismo motivo, descargar su rabia lo suficiente para no volver y asesinarlos a ambos, pero ahora llegaba el momento de analizar las cosas y su intuición le decía que no eran como debían.

Una hora después, abandonaba la habitación que había arreglado con magia, dejándola como estaba y regresaba a buscar a Severus, necesitaba una explicación.


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Severus no se había movido de donde estaba, se sentía completamente drenado. Cuando oyó el ruido de la aparición y le vio sentarse a su lado, no podía creerlo, estaba demasiado impactado como para reaccionar.

—Ahora mismo te mataría—dijo Harry con voz ronca—he vuelto para que me des una buena razón para no hacerlo.

—Sé que tal vez nada de lo que te diga servirá, pero lo haré de todos modos—dijo Severus clavando sus ojos en los suyos— no fue algo consensuado, él me besó a mí y justo en ese momento entraste y lo viste todo. Te marchaste antes de que tuviera tiempo de rechazarle, esa es la verdad Harry, aunque supongo que si estás aquí… es porque ya has sacado tus propias conclusiones. De todos modos, quiero que no te quede la menor duda.

Severus le abrió su mente dejándole ver todo tal y como había sucedido.

Cuando terminó, Harry sonrió tristemente y no rechazó la mano de Severus cuando tomó la suya y empezó a acariciarla con el pulgar.

—Dímelo Severus, necesito oírtelo decir…

Una lágrima escapó de sus bellos ojos y Severus la recogió con sus labios.

—Te amo Harry, sólo a ti, quiero saborear tus kisses de chocolate para el resto de mis días y ver como te derrites entre mis brazos mientras te devoro entero y a conciencia.—dijo con esa voz que le volvía loco, una voz cargada de promesas— ese y no otro es mi deseo…

Harry no podía más, ahogó un sollozo y buscó su boca con ansiedad. Se besaron con delirio.

No podían hablar más y la pasión lo hizo por ellos. Habían pasado por demasiadas cosas en el pasado, la vida les había llevado al límite muchas veces, pero ahora era su amor el que había sido puesto a prueba y lo estaban intentando superar, abrazados, diluidos en un ardiente beso que ninguno tenía prisa en terminar.


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Se aparecieron en el dormitorio de Harry.

— ¿Estás seguro…?

—Calla tonto y bésame—. Severus obedeció perdiendo sus manos bajo el jersey de Harry, acariciando la suave piel de su espalda mientras éste rodeaba su cuello con sus brazos poniéndose de puntillas para poder besarle mejor. Las suaves manos abandonaron la espalda de su joven pareja para bajar hasta su culo, acarició y moldeó sus nalgas a placer, a continuación le alzó y Harry rodeó su cintura con sus piernas sin dejar de besarlo. A trompicones, consiguieron llegar hasta la cama y le dejó caer sobre ella. Harry, se incorporó enseguida ansioso por descubrir lo que Severus escondía tras aquella túnica de eternos botones. Se tomó su tiempo para desabrocharlos uno a uno, atacando su boca y su cuello en el proceso, cuando por fin acabo de desabotonar el último de aquella túnica negra que era una especie de fetiche para él, contuvo el aliento, encantado. El pecho de Severus era simplemente perfecto para él, a pesar de las cicatrices que lo adornaban, le acarició con las yemas de sus dedos, casi sin tocarle, ahogando un emocionado suspiro. Era perfecto y era suyo. Severus contenía el aliento, a la expectativa, sin saber muy bien cómo proceder, complacido y gratamente sorprendido por las reacciones de Harry.

— ¡Dios bendito!—exclamó el joven sin poder contenerse antes de lanzarse ávido a saborear y mordisquear golosamente los oscuros pezones, mientras sus manos examinaban cada fracción de piel a su alcance.

Severus suspiró ante el toque de Harry, pero ya no podía estar inactivo un segundo más.

— ¡Vas a volverme loco!—gruñó y tomó el mando acabando de desnudar a Harry y colocándolo boca abajo. Convocó dos pequeñas redomas que guardaba en uno de los bolsillos interiores de su túnica y desvaneció sus pantalones y ropa interior con un hechizo. Harry levantó la cabeza para echar un vistazo y no pudo evitar gemir al ver a Severus en toda su magnificencia, tampoco pudo dejar de admirar lo que colgaba entre sus piernas, tan bello y tan…grande. Se imaginó lleno por su polla y también el dolor.

—Tendré cuidado—susurró Severus mientras se sentaba a horcajadas sobre sus riñones. Le había visto morderse los labios y el desasosiego de los ojos verdes. Harry asintió y aplastó la cara de nuevo en la almohada, cerrando los ojos, mientras Severus echaba una generosa cantidad de aceite relajante sobre su espalda y comenzaba a masajear a conciencia sus tensos músculos. El joven estaba en la gloria, su polla brincó cuando Severus se deslizó más abajo hasta acabar sentado sobre sus nalgas, tan cerca de su entrada…

Las expertas manos trabajaron cada uno de sus músculos, sus brazos y sus piernas, que abrió para acomodarse entre ellas y comenzar con la parte baja de su espalda y sus nalgas. Harry no pudo evitar una exclamación de autentico gusto.

—Resérvate amor, que esto apenas comienza…—dijo Severus al tiempo que tiraba de su talle y le ponía de rodillas. La ardiente lengua entró en labor, era la segunda vez que Severus le tocaba de una forma tan íntima y excitante, trastornándole por completo, mientras chupaba y mordisqueaba sus bolas una por una y le masturbaba a un tiempo.

Severus no podía más, estaba tan dolorosamente empalmado como Harry. Apretó los dientes y lubricó el interior de su amante con los dedos sin tomar en consideración su propio deseo, le dilató con paciencia hasta que supo que explotaría si no le penetraba. Colocó la roma punta de su polla en la fruncida entrada y empujó un poco. Harry jadeó de dolor, pero no se retiró, empujó hacia afuera intentando relajarse todo lo posible mientras contenía el aire y Severus siguió adentrándose en su aterciopelado interior, abriéndolo como una flor, transpirando e intentando ser lo más suave posible. Jadeó cuando al fin estuvo dentro y esperó a que su amante le indicase que estaba listo. Harry se sentía completa y dolorosamente colmado, apretó los dientes y le incitó a continuar con un movimiento de cadera. Severus salió para volver a entrar intentando dar en la próstata de Harry, quería que disfrutara su primera vez, porque era consciente que estaba tolerando el dolor lo mejor que podía.

El grito de asombro mezclado con placer de su pareja marcó la diferencia, había dado en la diana, los jadeos y suspiros de ambos eran ahora de puro placer. Severus agarró el hombro de Harry tumbándose casi por completo sobre él cuando la culminación se acercaba y mordió su nuca en un vano intento de sofocar el bramido que nació de su garganta ante el feroz orgasmo que le sacudía a la vez que a Harry que culminó al sentir la caliente esencia derramada en su interior. Aún temblaba cuando le abrazó con brazos y piernas sin abandonar aún su interior, cuando besaron una vez más exhaustos.