gabrielle62
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| Tema: Happy birthday teacher capítulo 9 Oscuridad Sáb Mayo 31, 2014 2:37 pm | |
| Notas del capítulo: Las cosas se complican de un modo inesperado entre nuestra pareja. oOoOo
Harry se había escapado para hacer una rápida visita a Severus y tomar un piscolabis de paso, eran las cinco de la tarde, la hora el té y se moría de hambre. Severus aún no aparecía, estaba acabando de envolver unas pociones a unos clientes en la otra parte de la tienda. Pidió su mezcla de té predilecta a Marion y también una buena porción de su tarta de queso y manzana favorita y se sentó en la que ya consideraba su mesa. Aquel rincón le gustaba especialmente, más que ningún otro, y se sentaba allí siempre que tenía oportunidad. Se sintió observado y levantó la vista para encontrarse con un par de desafiantes ojos azules, tardó apenas un segundo en retirar la mirada, pero el escrutinio incomodó a Harry.
Adrian Hill no le caía bien, no era la primera vez que le pillaba observándole, era el pastelero de la tienda y hacía unas tartas y otras excelencias maravillosas que Harry degustaba a placer, pero hasta ahí. No le hacían ninguna gracia las confianzas que se tomaba con Severus, a veces parecía que Potions, books and a cup of tea fuera suya. Adrian no trataba mal a Harry, no se atrevería, menos aún delante de Severus y el joven no tenía intención de decir nada de lo que pasaba por su cabeza, a no ser que le diese un buen motivo para ello, pero le había pillado varias veces ya mirándole con afectación y… ¿rencor? La paciencia no era una de las virtudes de Harry, si aquel tipo seguía buscándole, al final le encontraría.
A Harry le importaban menos que nada sus malintencionadas miradas, no le conocía y no le inquietaba lo que pudiera pensar de él, pero cuando se trataba de Severus la cosa cambiaba. No estaba celoso, no lo admitiría jamás, y de momento, tampoco tenía motivos para estarlo, pero había notado que el repostero sonreía a Severus de una forma que a Harry no le hacía ni pizca de gracia.
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Esa noche cenaban en casa de Harry, era la última oportunidad que tenían de estar juntos antes de Navidad, para la que faltaba menos de una semana y los dos iban a estar sobrecargados de trabajo, por lo que apenas iban a poder verse.
Harry había preparado una cena sencilla y sin ostentaciones, no pretendía competir con Severus, que era un maestro también en la cocina, así que preparó una deliciosa ensalada de patata y dos bistecs a la plancha con guarnición de setas y de postre pudding. Algo sencillo, que le salía muy bien y con lo que estaba seguro de acertar. En lo que tuvo cuidado fue en la elección del vino y los licores, pues sabía que Severus apreciaría el detalle.
Su propósito esa noche era acabar lo que ambos habían comenzado en su tienda y continuado en la de Severus, algo que le ponía a mil sólo de recordarlo, pero que no habían terminado y…esta noche Harry quería llegar hasta el final, se sentía preparado para intentarlo, además se moría por estar con Severus como la última vez, sólo recordarlo se volvía loco.
Era perfecto, estaban solos en su casa, y había una enorme y confortable cama esperándoles en el piso de arriba, concretamente, en la habitación de Harry. Acababan de besarse apasionadamente, cuando llamaron a la puerta.
—Ni se te ocurra moverte—pidió Harry con una sugerente sonrisa y susurró—enseguida vuelvo.
Harry se apresuró a abrir, maldiciendo por lo bajo al inoportuno visitante y se quedó pasmado del asombro al descubrir quién era. ¿Por qué no le sorprendía?
— ¿Qué ocurre Adrian?—preguntó al fin, intentando sonar lo más amable posible, aunque su mandíbula estaba rígida por la tensión. Si Adrian se dio cuenta de algo simplemente lo ignoró y miró tras él buscando con la mirada.
—Perdona Harry ¿está Severus aquí? Es que tengo que darle un recado muy importante y olvidé decírselo ¿Te importaría avisarle?—era cortés pero aún así… Harry sentía un impulso irrefrenable de darle una buena patada en el trasero, poder borrarle esa estúpida sonrisa de la cara y mandarle a tomar por… Se contuvo a duras penas.
— ¡Adrian! ¿Qué ocurre?—preguntó Severus alarmado al verle allí a esas horas.
— ¿Podemos hablar un momento Severus? Es importante…—casi suplicó y el hombre le siguió alejándose un poco de la casa de forma que solo ellos supiesen de qué hablaban. Harry no les perdió de vista un instante, se cuadró contra el marco de la puerta, cruzó los brazos y una de sus piernas sobre la otra, mientras intentaba que la sangre no se le subiera a la cabeza y perder la cordura hasta el punto de cruciar a aquel imbécil que había interrumpido su cita con Severus.
—No me gusta—espetó, incapaz de aguantarse un segundo más en cuanto Severus estuvo de nuevo dentro de la casa.
— ¿Quién? ¿Adrian? Harry, por favor—preguntó incrédulo— ¿Estás celoso de Adrian?
— ¡No estoy celoso!—gritó el joven—pero no me gusta ese tipo, ¿Le dijiste tú donde vivía?
—No—respondió Severus empezando a enfadarse—pero supongo que mencioné que cenaríamos juntos, Harry, éste es un pueblo pequeño todo el mundo sabe dónde vives.
— ¡No me gusta ese tipo Severus! ¡Lo hace a propósito! Solo por joder—insistió empecinado— ¿Es que no has notado como te mira? Es como si fueses un manjar que se muere por devorar…
Severus no pudo más y estalló en carcajadas, provocando que la cara de Harry adquiriera el color de la grana por la vergüenza que estaba sintiendo en ese instante, se sentía absurdo pero también muy furioso, no podía evitarlo.
— ¡Te odio!—le soltó con los dientes apretados.
— ¡No, no me odias! Es otra cosa muy diferente lo que te pone así—continuó burlándose sin piedad, pero cedió al ver la furia en los ojos verdes. Harry estaba hablando en serio y él le conocía, sabía lo peligroso que podía ser llevarlo al límite, pues si bien podía ser encantador, también era impulsivo y tenía un genio de mil diablos, algo que había tenido ocasión de ver más de una vez en el pasado, casi siempre por su culpa, pero eso era historia. Así que cambió el tono por otro más serio, intentando apaciguarle, pero ya era tarde, la magia se había roto. Un absurdo pedido de harina de maíz y azúcar glass, que Severus estaba seguro de haber hecho, había sido el motivo de la visita de su empleado. No era normal que Adrian interrumpiese su cena por eso, ni siquiera corría prisa. Tal vez Harry tuviese algo de razón después de todo.
>> Veo que hablas en serio, así que me pondré serio yo también, me parece increíble y surrealista toda esta situación—suspiró y tomo un sorbo de vino de su copa—Adrian es mi empleado y nada más Harry, tenemos una relación cordial y eso es todo. No tengo el menor interés en involucrarme con él de ninguna otra forma que la estrictamente profesional y creo que te equivocas al pensar que él quiere algo de mí, hasta donde yo sé es totalmente hetero, pero aunque no fuera así olvidas que yo tendría que ceder a sus avances y, lee mis labios, no me interesa.
Harry se mordió la lengua para no decir lo que pensaba, sabía que estaba siendo un poco irracional pero no podía evitar sentirse triste. Adrian Hill era un hombre de unos treinta años, alto, delgado, muy rubio, con unos increíbles ojos azules y muy atractivo. Severus decía que jugaba en la otra liga pero él no lo creía. Dijera lo que dijera Severus, seguía teniendo muchas reservas respecto al atractivo repostero y sus verdaderas intenciones respecto a Severus. No pensaba bajar la guardia mientras no tuviese la certeza de estar en un error. De todos modos, su visita le había puesto de un humor de perros…ya no tenía ganas de nada, quería estar solo.
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No había sucedido nada entre ellos y Harry sabía que era por su culpa, pero no podía soportarlo, odiaba que Adrian le influyese de esa forma, todas sus inseguridades renacían al compararse inconscientemente con él.
Hermione intuía que algo había sucedido, como también que no lo sabría hasta que Harry decidiese contárselo y eso no ocurrió hasta después de cerrar la tienda y quedarse a solas.
—Soy un capullo Hermione…lo estropeé todo—confesó abatido.
— ¿A qué te refieres exactamente con todo, Harry?—tanteó la chica, temiéndose lo peor. Se serenó un poco cuando su amigo se lo contó todo con pelos y señales, pero su entrecejo se fruncía más a medida que la explicación de Harry sobre lo sucedido la noche anterior avanzaba. A ella tampoco le gustaba ni un poco el tal Adrian Hill.
Hermione había hecho buenas migas con la prima de Severus, una chica reservada, pero muy simpática a la que le encantaba su trabajo como ayudante. Sobre todo, porque Severus le permitía disfrutar de su extensa biblioteca en sus ratos libres e incluso llevarse a su casa el libro que quisiera. Marion adoraba a su primo, él era como el hermano mayor que nunca tuvo y estaba muy contenta de su relación con Harry, y había prevenido a Hermione respecto a Adrian Hill, con el que Marion trabajaba en la tienda de té.
—Adrian no me cae mal, pero tampoco bien—se sinceró—es muy bueno en su trabajo, pero creo que aspira a más que ser un simple empleado y también creo… que le gusta Severus.
Sí, a Hermione tampoco le caía nada bien ese individuo. Adrian Hill empezaba a ser más molesto que una garrapata.
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Era Nochebuena y Harry había despedido al último de sus clientes deseándole una feliz Navidad, fingiendo una alegría que estaba lejos de sentir. Había sido una semana de muchísimo trabajo, tal y como pensaba, y no había visto a Severus más que de pasada, a pesar de estar tan cerca. Supuso que también estaría desbordado de pedidos y trabajo, pero no dejaba de pensar con amargura que, de haber querido, podían haberse visto aunque fuera un rato. Por lo visto, aún estaba molesto con él y no le culpaba. Severus había esperado durante años para tener una oportunidad con él y lo había estropeado todo por sus absurdos celos, cuando mejor iban las cosas... Eso era algo que Harry estaba dispuesto a arreglar aquella misma noche antes de ir a cenar a La Madriguera, tenía en mente darle un regalo muy especial, algo que él esperaba y ahora Harry podía por fin decirle aquello que tanto ansiaba oír.
Ahora no tenía ninguna duda de lo que sentía por Severus, los celos casi le habían consumido al imaginarlo trabajando con Adrian, compartiendo tiempo y sonrisas que deberían ser para él, pero le sirvió para darse cuenta de lo absurdo de sus celos y también de la razón de los mismos. Amaba a Severus, estaba loco por él…
Potions, books and a cup of tea estaba en penumbra, al parecer acababan de cerrar y sólo las pequeñas luces navideñas alumbraban intermitentemente la estancia. Harry oyó ruido en la biblioteca y se dirigió hacia allí cauteloso, sin hacer ruido, quería sorprender a Severus, pero el sorprendido fue él.
Adrian y Severus se besaban apasionadamente bajo el muérdago, no pudo evitar que una exclamación de dolor y sorpresa saliera por su boca, ni tampoco que el regalo que portaba en sus manos se estrellase contra el duro suelo. La pequeña cierva se había hecho pedazos, exactamente igual que su corazón.
— ¡Harry! espera…—Severus empujó a Adrian y salió corriendo tras Harry, pero éste había desaparecido corriendo. Furioso, regresó sobre sus pasos y agarró al rubio por la pechera, ¡quería matarle!
— ¡Lo hiciste a propósito! ¿Verdad?—escupió, los ojos negros bullían de ira— ¡querías que nos viera besarnos para destruir lo nuestro! Bien, ¡ya lo has logrado!, ahora vete antes de que te mate y… ¡vete lejos! no quiero volver a verte jamás—dijo con voz ronca, empujándolo con tanta fuerza que casi le tira al suelo.
— ¡Severus yo…!
No quería oírlo, no quería sus patéticas explicaciones.
— ¡Que te vayas!—bramó.
Se agachó para recoger lo pedazos de la figurita mientras le sentía alejarse, pero la paz de su alma se había esfumado, siendo sustituida por un antiguo y conocido desasosiego que creyó haber dejado atrás para siempre, pero que, al parecer, seguía estando ahí agazapado en un obscuro rincón de su alma esperando el momento de volver y convertirle de nuevo en el desesperado y amargado ser de antaño, porque si Harry no estaba a su lado, todo perdía sentido y se sentó en el suelo derrotado, sin poder evitar un sollozo que le nacía en lo más hondo.
—Harry…–susurró, arrepentido de haber sido tan arrogante como para no concederle un segundo de su tiempo durante toda la semana, dolido aún por lo que sucedió durante la cena, ni siquiera le había buscado. Pensaba hacerlo hoy al salir del trabajo y darle su regalo, también muy especial, tanto como la figurita que tenía hecha pedazos en sus manos y que no se podía arreglar de ninguna manera, todo se había ido a la mierda por culpa de Adrian pero también por culpa suya, si hubiese escuchado a Harry… | |
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