Dame tu mano.
(Beta: Mishima Reika)
Capitulo 08.- ¿Sera que estaba escrito en mi destino?
Harry contemplo fijamente los oscuros ojo de Snape, tan negros como siempre, aunque esta vez no le parecía que estuvieran vacios ya que podía ver reflejados en ellos un sentimiento que no alcanzaba a deducir pero que calmaba el terrible miedo que lo embargaba por ir a ver nuevamente a ese maldito ser. Suspiró profundamente y dio un asentimiento casi imperceptible con la cabeza tratando de convencerse de que no le podía ir tan mal. Solo sería un momento y después se acabaría. Solo una vez mes frente a él y sería todo.
Se pasó una mano por el vientre y volvió a mirar al frente. Los aurores habían sacado sus varitas de los orificios de la puerta y las sostenían en las manos, cuchicheando en el par de asistentes, mientras el ministro sonaba el suelo con el pie, impaciente. Miraba intermitentemente al interior de la cámara y a Harry, apesarándolo en silencio.
—Comencemos de una vez entonces, me esta dando hambre y me quiero ir de aquí ya —comentó Harry más pensando en voz alta que otra cosa.
Le pareció escuchar algo parecido a “mocoso insolente” e intuitivamente volteó a mirar a Snape, dispuesto a recriminarle el comentario. Sin embargo, descubrió, por la mirada que el hombre le lanzaba a uno de los aurores, que éste era el que había hecho el comentario. No pudo evitar sonreír satisfecho al mirar retroceder un paso a los empleados del ministerio presentes y se dio el lujo de apresurarlos el mismo con la cabeza. “Es divertido tener a Snape cuidándome”
—S-Saquen sus varitas e iluminen su camino —dijo el ministro— allá dentro solo van a tener eso para iluminarlos, no podrán resguardarse bajo la luz de otro, así que cuiden de sus varitas.
—¿Qué quiere decir con resguardarnos? -preguntó Hermione curiosa.
El ministro soltó un resoplido impaciente.
—La habitación es un filtro de magia. Cada mago, bruja o criatura mágica que entra en ella sin la protección de una verita con luz les es extraída hasta la última gota, dejándolos como Squibs o en ocasiones hasta en Muggles. Dado al peligro que representa perder la varita por accidente dentro, fue prohibido su uso penal hace muchos años, pero se ha reimplantado de nuevo para esta ocasión.
—Pero… ¿y si alguno de cae? Tendría que sufrir las consecuencias sin deber nada. No me parece que su uso sea adecuado —reprochó de nuevo la chica
—A grandes males, grandes soluciones, señorita Granger —dijo el ministro sacando su varita.
Harry miro el interior de la habitación o mejor dicho, intento mirarlo, por que dentro no se alcanzaba a ver algo mas que una densa oscuridad. Así que por eso se había dicho que llevara a quien juzgara pertinente… pero Harry pensaba que al menos podía haberle explicado un poco las cosas, así no habría arriesgado a tantas personas. Aunque en ese momento mas que cualquier otra cosa le importaba la pequeña magia que estaría desarrollando el inquilino de su vientre. ¿Qué tal si su varita no alcanzaba a protegerlo también a él?
—¿Y mi hijo? —preguntó Harry sin pensarlo, sorprendiéndose a si mismo por llamarlo de esa forma y ya no mas como “el hijo de Voldemort”
Todos los presentes voltearon a mirar de inmediato su vientre tan fijamente que le hizo ruborizarse un poco y jalar la capa de Snape para ocultar su pancita de la vista tras la prenda.
—¿Qué con eso? —soltó el ministro.
—Bueno, que tal si la cámara lo filtra o algo. Él no tiene una varita…
—¿Cómo que él? Dirás ella, será una niña, Harry, niña… —comentó Ron totalmente fuera de lugar.
—Eso da lo mismo ahora, Ron —le dijo Hermione, rodando los ojos— Lo que interesa es el pequeño.
—Pequeña —corrigió asiendo un mohín
—No hay por que preocuparse por eso- El infante aun es parte de su persona, señor Potter, la luz de su varita lo cuidara o la del señor Snape también podría por ser el padre, claro —le explico amable uno de los aurores.
Harry creyó que el hombre esperaba sacar algo de información con el comentario, aunque él solo se removió un poco, incomodo por el comentario.
—Siendo así entonces no hay problema —murmuró Harry— Lo cuidaré yo con mi varita.
—Si no hay otra pregunta me gustaría entrar de una vez —gruñó el ministro impacientándose cara vez más.
Harry solo asintió, saco su varita a la par que los demás y murmuró:
—Lumus.
Las puntas de las varitas se alumbraron y ellos caminaron decididos al interior de la habitación, empuñando fuerte la varita para que no se zafara de su mano. Por un minuto todo quedo en una completa oscuridad, la penumbra parecía haber absorbido la luz de las varitas por completo. Un lejano grito de agonía hizo eco por la habitación, ocasionando que se les erizara la piel. De algún lugar les llegaba un olor a amoniaco mezclado con un ligero perfume de nardo. Harry se tapo la nariz cuando se le revolvió el estomago. Lo menos que quería era vomitar sobre alguien accidentalmente.
Caminó un poco más rápido, temiendo haberse quedado atrás y consiguiendo tan solo tropezar con lo que después supuso que habría sido la capa de Snape al pisarla, ya que el hombre no tardo en recriminarle al trastabillar. Cansado de no ver ni la punta de su nariz pronuncio una vez mas el hechizo, aunque el sonido no salió de su garganta, ni la varita se ilumino ni un poco. Agudizo el oído, no alcanzaba a escuchar ningún paso y, ahora que ponía atención, tampoco aquel grito inicial. Se detuvo en un seco, temeroso y se abrazo el vientre con una mano y la varita en alto con la otra. Aunque no pudiera hacer nada con esta le producía seguridad.
Un cosquilleo comenzó entonces a subir por sus pies y recorrió rápidamente por su cuerpo, dejándole un particular brillo impregnado, el cual no se detuvo hasta haber iluminado hasta su cabello. Las figuras de las demás personas se hicieron entonces visibles un paso más adelante que él. Todos parecían estar bien.
—No podrán hacer ningún hechizo hasta que salgan de aquí —dijo el ministro— El cuerpo esta justo delante de nosotros.
—¿Cómo lo miraremos? —preguntó Hermione
El hombre no contestó nada, tan solo saco de su bolcillo lo que parecía un saquito de aserrín, se puso todo el contenido en la mano y soplo al frente hasta la ultima partícula. Se observo entonces un pequeño chispar azul añil que caía como gotas de sangre, iluminando un cajón de material negro. Este estaba completamente sellado, parecía que lo habían construido alrededor del cuerpo. Tan solo tenia un la parte de arriba un cristal granulado del tamaño de una caja de zapatos al nivel del rostro.
Harry tembló de pies a cabeza y comenzó a retroceder. Aquel cajón estaba posado en el piso y el alcanzaba a mirar a la perfección el rostro de Voldemort. Este tenía los labios pegados, los parpados suturados con un grueso hilo verde que parecía más bien serpientes devorando los ojos. A Harry se le vino una fuerte arcada que apenas pudo contener y Hermione profirió un grito ahorrado, tapándose los ojos con las manos. Por las delgadas rendijas que tenia el cuerpo por nariz había gusanos borboteando asquerosamente. La piel estaba totalmente blanca y pegada al hueso, haciendo parecer a Voldemort un repugnante esqueleto. Definitivamente no quería estar allí.
Cerró los ojos y aparto la mirada escuchando como Snape reñía al ministro y sus acompañantes.
—¿Les parece bien traerá tres jovencitos a ver semejante cosa? ¿Es que no son capaces de traer a otro mago a mezclarse con lo que sea que vayan a hacer que tienen que traer a Potter?
—Potter era el único que…
—¡Esta muerto! —Rugió Snape imponente— Basta con arrojar el cuerpo al velo para que no vuelva nunca más.
El ministro no pudo decir nada, tan solo trato inútilmente de competir e imitar el mirar de Snape, terminando solo encogiendo el cuerpo en su lugar.
—Ya estamos aquí, hagámoslo y se acabo —susurró
—Hagámoslo… —repitió Snape— ¡No dejare que meta en esto a Harry! De ninguna manera. Esta esperando por si puede notarlo.
—No peligra lo de su vientre —alego testarudo el hombre— Y valdrá la pena, nos desarenos de todo lo suyo, incluso la marca de su antebrazo, Snape, ¿no quiere quitársela?
Harry soltó un jadeo de terror. El ministro había dicho “deshacerse de todo lo suyo” entonces es o quería decir que…
—No lo hare —exclamó decidido— ¡No hare nada de eso!
—Pero Potter…
—¡Que no! —Gritó fuera de si— No quiero hacerlo… no puede obligarme… ¡no lo dejare hacer nada!
Se cubrió protector el vientre, casi de inmediato sus amigos y Snape se pusieron delante de él apoyándolo fervientemente.
—¿Pero que le pasa, Potter? —Gruñó el ministro— Déjese de tonterías y…
—No es ninguna tontería —interrumpió serio.
—¡¿Y por que diablos no quiere?! —explotó el ministro.
—¡A él no le grita! Si él dice que no, ¡entonces no!—le espetó Snape furibundo.
Harry miro a Snape un momento. Era evidente que el ministro no descansaría hasta obtener una respuesta y estaba seguro que no seria buena idea decir la verdad en ese momento, no cuando era tan obvio lo que el ministro haría con su bebe en cuanto se enterara. Se querría deshacer de el y no iba a permitirlo, no después de todo lo que había pasado para aceptar a su pequeño.
—Escuche —comenzó a decirle Harry— S-Severus y yo hicimos a nuestro hijo cuando aun residía la magia de Voldemort tanto en el cómo en mi y lejos de lo que pueda parecer Severus quiere a nuestro pequeño, mucho, y yo también. Así que me rehúso a hacer algo que estoy seguro lo perjudicara aun estando en mi vientre. Esta delicado y aquí hay demasiado peligro.
Harry terminó de hablar y se conservó mirando firma el ministro, al igual que Snape lo hacía, con una inescrutable mirada. El hombre miro el vientre de Harry de una forma que no supo descifrar y dio un brusco asentimiento.
—De acuerdo, esta bien, haremos otra cosa, algo parecido a lo que el señor Snape sugirió.
Sacó lo que parecía una canica enorme y la arrojo al suelo. Hubo una ensordecedora explosión y después el velo estaba a centímetros de la cabeza del ataúd de Voldemort. El ministro saco enseguida una retorcida varita de una caja de cobre que traía oculta bajo el brazo y se la ofreció a Harry.
>> Pondremos el ataúd en el velo, pero aun tiene que deshacerse de esto.
Harry dudo un poco al ver que se trataba de la varita de Voldemort, pero después de un rato termino tomándola nervioso con la mano libre. Sintió la mirada de todos posada en él y supo que tenía que hacerlo ya. Tomó como pudo la varita con ambas manos sin soltar la suya y la partió por la mitad, sacando luego la pluma de fénix del interior de la madera rota. Fue trozando más a cada vez la varita, hasta casi volverla solo astillas, totalmente irreparable.
Miró de nuevo al hombre, pensando mientras le ofrecía los irreconocibles restos, que había terminado al fin con la tarea, pero en ese momento sintió como si callera de golpe al interior de un pozo interminable, escuchando como la sádica risa de Voldemort palpitaba desde su interior, haciéndole vibrar cada célula del cuerpo. Soltó un desesperado grito al sentir como si los gusanos del cuerpo de Voldemort estuvieran ahora dentro de él borboteando mientras carcomían su carne.
—No, basta…. Quítemelos… ¡Cállate! —gritó Harry sujetando su cabeza.
—Potter, Potter —escuchó la voz de Snape como un susurró lejano —Harry, cálmate. Tomo está bien, tranquilo, estoy aquí... contigo.
Sintió como sus brazos lo rodeaban y se aferró desesperado a él, buscando refugio mientras algunas lágrimas iban deslizándose por sus mejillas, haciendo surcos por su piel. Respiraba agitado, el cuerpo le temblaba incontrolablemente.
—S-Severus… Severus has que se calle, que no se ría mas… y q-quítame los gusanos... quítalos Severus, se comerán a nuestro hijo… Severus por favor… —suplicó Harry.
—Tranquilo, tranquilo… no pasara nada, todo esta bien.
—¡Severus, nuestro hijo! —Gritó desesperado Harry— ¡Cuídalo! Tu dijiste que serias su papa, dijiste que me amabas… no lo dejes con los gusanos entonces. Severus por favor… te lo suplico.
Aferró fuerte las manos a Snape, haciéndose daño en las uñas y temblando incontrolablemente. Podía sentirlos, carcomiendo su interior, arrastrándose por cada lugar de su cuerpo… por su vientre, por sus piernas. ¿Por qué Snape no hacía nada? ¿No pues era que lo iba a cuidar?
>>Por favor —repitió lloroso.
—¡Arrojen el ataúd al velo de una vez! —ordenó Snape abrazando protector a Harry
Harry enterró su cara en el cuello de Snape, desesperado y por demás aterrado, sentía que habían llegado ya a su pequeño. Escuchó un chirrido, unas ligeras quejas y después los gusanos ya no estuvieron más, ni tampoco aquella maldita risa. Se llevó de inmediato una mano al vientre y sintió un profundo alivio al percibir que su pequeño se movía en su interior, como si estuviera preocupado por su mama y buscara el toque de su mano.
—¿H-Harry? —escuchó la voz de Hermione preocupada llamarlo.
El chico levantó la cara para mirar a Snape atreves de sus empañados lentes.
—L-Lo hiciste —susurró mirando fijamente a Snape.
—Yo solo estuve a su lado, Po…
Snape no había terminado de hablar aun cuando Harry lo había rodeado ya por el cuello con los brazos e interrumpiendo la pronunciación de su apellido, unió sus labios a los de Snape en un cálido y espontaneo beso. Percibió como las manos de Snape dudaban un poco antes de abrazarlo por la cintura, pegándolo a su cuerpo. El beso se fue volviendo más intenso con cada segundo que pasaba. Harry sentía la hábil boca de Snape jugar con sus labios, y no podía hacer mas que corresponderle efusivamente.
Abría deseado estar por más tiempo de aquella forma, pero un sonoro carraspeo lo hizo salir de su ensoñación. Abrió los ojos, separándose ligeramente de los labios de Snape y se permitió aun darle un ligero beso más antes de caer en la cuenta de lo que había hecho.
—Madre santa… —escucho la sofocada voz de Ron exclamar.
Se separo de golpe de Snape, más rojo de lo que jamás estuvo en su vida y con un rico sabor a vainilla en la boca. Sin decir nada se llevo una mano a los labios, delineándolos con los dedos mientras un cosquilleo en el pecho hacia que se avergonzara más. ¿Realmente había besado a Snape? ¿Por qué era que no se arrepentía o le repugnaba?
Snape lo miraba de la misma forma que Harry a él y un ligero tono rosado en las mejillas, sin saber que decir, igual que Harry.
—Nos queda claro que se aman, señores —dijo el ministro— Pero este no es el lugar para demostrarlo.
El sonrojo de ambos se acentuó más, aunque Snape supo disimularlo mejor que Harry que parecía estar a punto de soltar humo por las orejas.
—S-Si, vale… ya —tartamudeó el chico.
—Una vez que salgamos de aquí, podrán besarse todo lo que quieran y… nutrir a su hijo. Por ahora síganme, terminamos aquí —dijo el ministro desapareciendo el velo.
Harry miró al ministro y los asistentes caminar de regreso. Él y Snape los siguieron detrás de Ron y Hermione que parecían querer más interrogar a Harry que caminar. El par de aurores se resguardaron al final y cerraron la puerta tras salir. El ministro hizo leer a Harry los informes completos que los asistentes habían redactado y luego de ver que todo estaba correcto los firmó, seguido de sus amigos y Snape, al cual no sabía como llamar ahora.
Apenas tuvo el ministro el pergamino entre las manos, se marcho sin siquiera despedirse y en segundos ya estaba caminando por el vestíbulo del ministerio para después salir de allí.
***
—Harry, ¿Qué fue aquello? —preguntó Hermione apenas tuvo oportunidad,
El chico clavó la mirada al frente, luchando contra su rubor y contesto:
—¿U-Un beso?
—Santo Dios, y yo que creí que lo había soñado —exclamo Ron sacudiendo la cabeza.
Hermione soltó una risita.
—No, Harry, eso se lo que fue, pero yo hablo de los gusanos que decías.
—Oh, eso… —se termino de sonrojar Harry al ver que había dejado en evidencia que no dejaba de pensar en ello— Pues eso, sentía como si yo fuera el cuerpo de Voldemort y escuchaba también sus risas…
—¿Por qué sucedería? —preguntó la chica a nadie en especial.
—Fue una maldición que el señor oscuro le hizo poner a Lucius a su varita. Era una protección para cualquiera que la destruyera —contestó Snape tranquilo.
—¿Y por que no me dijiste? —le reclamó Harry
—Por que creí que el ministerio lo había descubierto, pero al parecer no fue así. La maldición hacia alucinar lo que el Lord quisiera, hasta que se llegaba a tal punto de una locura que se terminaba en suicidio. Ya imaginaras por que sentiste los gusanos. En cambio las risas… son efectos especiales para hacer interesante el asunto.
—Ya veo —murmuró Harry asintiendo y agrego—: Estúpido ministerio.
Harry continúo caminando un poco más tranquilo al lado de Snape, aun con el sabor a vainilla del helado que le había hecho comer en el desayuno al hombre. Se encontraba desconcertado por lo que había hecho sin pensárselo y más aun por que le hubiera gustado la forma de besar de Snape.
Volteó a ver los labios del mayor y se mordió los propios para no sonreír mientras se iba ruborizando cada vez mas. Miró después como Snape volteaba a ver a una mujer que veía también al hombre de una forma que a Harry le pareció por demás coqueta. Sintió entonces como aquella bestia de antaño llamada celos de apoderaba de él. Al ver que una mujer parecía querer a Snape no tuvo que pensárselo dos veces, se abalanzó sobre él, abrazándolo receloso y dejando a la vista de la mujer aquella su crecida pancita.
La fulminó con la mirada antes de voltear a ver a Snape y sonreírle.
—Severus, tu hijo y yo tenemos hambre —-hizo un ligero mohín.
Snape lo miró detenidamente, observando a la mujer de reojo y tras corresponder ligeramente el abrazo de Harry, pregunto tranquilo:
—¿Quieres comer por algún lugar de aquí?
—Vale —asintió Harry recargándose en su hombro.
Siguió a la mujer con el rabillo del ojo y dejo de disimular cuando se alejo esta lo suficiente.
>> Mira que tipa más desvergonzada y resbalosa. ¿Es que no lee los periódicos o será una muggle que no los puede leer y tendré que mandaran anuncio también a esos medios en lugar de Ginny?
Escucho unas risitas suprimidas de donde estaban Ron y Hermione.
—¿Celoso, Potter? —preguntó Snape arqueando una ceja.
—Claro que no —contestó de inmediato separándose de él— Y no creas que no te mire. También tu estabas de… coqueto.
Hermione y Ron no pudieron contenerse más y echaron a reír a carcajadas.
—¿Coqueto, Potter? No sea ridículo.
—Coqueto, seductor, galante, tanga fácil, como lo quieras llamas, es lo mismo. Te vi que la mirabas y en frente de nuestro hijo… libertino desvergonzado. ¡Y soy Harry, no Potter!
Snape resopló, armándose de paciencia mientras Hermione se recomponía de su ataque de risa y preguntaba:
—¿Por qué lo sigues llamando “nuestro hijo”, Harry?
Harry levantó los hombros y contestó:
—Snape… digo, Severus me dijo que sería el padre del bebé, dijo que lo adoptaría y que lo criaría como suyo. Y yo le creo en realidad.
—¿Lo darás en adopción? —preguntó Ron mirándolos fijamente.
—Bueno, yo…
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