alisevv
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| Tema: The Blesséd Boy. Capítulo 35. Tormentas equinocciales Miér Nov 09, 2011 4:45 pm | |
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Para cuando Semiramis regresó en septiembre, Harry estaba radiante. Su vientre se había expandido y ahora era evidente para todos. Él se sentía genuinamente embarazado y eso le hacía feliz. Las pataditas del bebé eran más fuertes y le recordaban con frecuencia la presencia de otra vida en su cuerpo. Se emocionaba cada vez que las sentía. Sin importar lo que estuviera haciendo durante el día, no dejaba de sonreír, ni siquiera cuando cortaba los resbaladizos gusamocos. Lydia y Richeldis, desde la base del conocimiento, hablaban de los meses felices, que brillarían intensamente hasta casi el final del embarazo, cuando Harry se sentiría demasiado incómodo para moverse.
Severus estaba tan ocupado como siempre, y tan serio como de costumbre en su papel como Jefe de la Comunidad. A principios de octubre tuvo que castigar a Danyel por romper algo de loza de Miranda. Harry detestaba observar a su marido golpear al chico, pero comprendía que la Comunidad tenía que acatar sus propias reglas. Si se hicieran excepciones, las cosas se estropearían, pues cada quien se consideraría una excepción y las reglas serían ignoradas.
Durante las reuniones nocturnas en la salita de estar Severus se mostraba más abierto que nunca antes. Sonreía con frecuencia mientras se sentaba al lado de Harry; habitualmente se tomaban de las manos mientras hablaban o jugaban ajedrez o Scrabble, un juego muggle que Harry había traído a la isla y que pronto todos habían aprendido a jugar. Los miembros de la Comunidad habían notado los cambios en su maestro y sabían que eran debido a Harry y el enlace. El joven parecía haber curado ese aspecto de Severus que se mostraba tan fiero a veces, que era tan atemorizante cuando él perdía los estribos. El hombre seguía siendo tan carismático como siempre, pero ahora era más fácil relajarse cerca de él.
Richeldis hacía punto o croché en cada minuto de descanso y Harry tenía una pila creciente de diminutas prendas de bebé. Josiah había elaborado para él un jugo de uvas sin alcohol que el joven disfrutaba, y Abigail había ido de compras varias veces para adquirir artículos de bebé para la pareja. Harry sabía que Jamie la había acompañado y pensaba que Severus también lo sabía. Abigail parecía feliz; ella se había sentido muy aliviada al saber que Harry estaba embarazado y no que sufría alguna clase de enfermedad que amenazara su vida. El joven la observaba lanzar frecuentes miradas anhelantes sobre su vientre y se preguntaba cuán íntima se había vuelto la relación de su amiga con Jamie. Sin embargo, no la presionaba: ella le contaría cuando estuviera lista.
Miranda continuaba su auto asignada tarea de asegurarse que Harry consumiera los mejores alimentos para el crecimiento de un bebé hermoso. El joven bromeó con ella diciéndole que si la comida tuviera algo que ver con su bebé, sería el más hermoso desde Cupido. Severus había agregado que sería improbable que cualquier hijo suyo luciera así, pues el bebé probablemente tendría ’UNA NARIZ’. Harry le había dado un puñetazo juguetón.
—Si nuestro bebé se parece a ti, Severus, yo seré la persona más feliz del mundo —declaró, abrazando al hombre que amaba. Odiaba que su pareja a veces pensara que no era atractivo, para él era perfecto.
La paz reino en la Comunidad hasta el día previo a los Ritos de Otoño. Severus le dijo a Harry que tendría que quedarse en casa y el joven se indignó.
—Severus, mi botella está llena y me siento realmente bien. Yo debo estar ahí.
—Es una larga caminata; te vas a cansar.
—Camino todos los días para hacer ejercicio, Severus. En su última visita, Semiramis me dijo que me asegurara de hacerlo, lo sabes.
—Sí, pero la caminata por los límites es excesiva para un hombre embarazado.
—Nunca en mi vida me he sentido mejor. Desde que las náuseas pasaron me he sentido muy bien, lo sabes tan bien como yo. ¡Me estoy alimentando mejor que un ejército de atletas y estoy más cachondo que una manada de machos cabríos! Necesito ir, Severus. Esta vez puedo agregar mucho a los ritos. Creo que mi semen será incluso más potente que nunca al estar embarazado.
Severus frunció el ceño; Harry tenía un punto en eso. Él era una poderosa influencia a causa de su fertilidad. Era un hombre con una botella mágica llena, pero además estaba embarazado. Se maravillaba de la frecuencia con la que su esposo ansiaba el sexo ahora. Sabía que Harry se masturbaba durante el día, cuando él estaba ocupado en otro sitio, pero no mostraba reducción en sus actividades nocturnas. Tenía que admitir ante sí mismo que estaba teniendo problemas para mantener el ritmo de la libido de su embarazado esposo.
>>Sabes que tengo razón —insistió Harry, viendo el rostro de Severus—. Puedo caminar tan bien como cualquiera en la Comunidad.
El Maestro cedió, pero con condiciones.
—Caminaremos más lentamente que lo habitual. Y nos detendremos en cada piedra para descansar. Miranda nos suministrará alimentos adicionales y beberás una poción energizante antes de empezar y en cada parada.
—Vale —aceptó Harry, sonriendo—. Siempre y cuando esa poción no sepa demasiado mal. ¿Con qué la vas a hacer? ¿O ya tienes algo preparado?
Empezaron una discusión sobre la poción y Severus permitió que el joven la elaborara luego de explicarle lo que utilizaba en su versión propia. Ambos concordaron en hacer algunos cambios para adaptarla a un destinatario embarazado. Todo ejercicio era divertido y el menor ansiaba que llegara el día siguiente.
Harry había tenido razón esta vez. Los Ritos de Otoño marcharon bien y la Tierra pareció succionar sus ofrendas con entusiasmo. Quizás fuera sólo porque el terreno estaba árido luego de un verano caliente y seco, pero Severus pensaba que había algo más. Admitió que estaba complacido con la adición de fertilidad que el semen de Harry seguramente había proporcionado.
A mediados de octubre llegó el primer Howler. Resultó una desagradable impresión en medio de su pacifico desayuno. El grupo había estado entretenido conversando sobre las tareas de otoño en cada una de sus especialidades. Las cosechas estaban a punto y habían estado discutiendo lo que debía ser hecho en la zona de los panales de miel, la bodega de vinos, la cocina y la granja. Una lechuza, portando un sobre rojo, se acercó veloz, aterrizando bruscamente en el centro de la enorme mesa de comedor para luego dirigirse a Severus. Todos permanecieron en silencio.
—Siento esto —dijo el Maestro, tomando el sobre. No podía hacer otra cosa que abrir la desgraciada cosa.
¡Es tu culpa, Snape! ¡El Oráculo de la Oscuridad nunca miente! ¡Te señaló! ¡A ti y al anormal fenómeno que abrigas dentro de tus paredes! ¡La magia está fracturada, no funcionará y es tu culpa! ¡No creas que ignoraremos esto! ¡Pagarás!
Abigail apretó la mano de su padre, Harry puso su mano sobre el brazo de Severus y Danyel lloraba abiertamente.
—Calma —ordenó Severus por encima del ruido. Su presencia imponía a tal punto que todo quedó en silencio, excepto el extraño gemido de Danyel.
>>Esto sólo es una más de las amenazas del grupo de Lucius, estoy seguro. Lo que estamos haciendo en Eigg está fortaleciendo las fuerzas positivas en las Islas Británicas. La única magia que será fracturada es la Oscura. Y dado que esa ya no funciona tenemos poco que temer, mis amigos.
—¿Cómo es posible que mi embarazo ocasione esto, Severus? —preguntó Harry.
—Remitiéndonos a los reportes históricos, Harry, tanto la profecía como otros escritos de Merlín, éste era capaz de controlar la magia a lo largo de las Islas Británicas tan bien como la propia. Supongo que tú eres el punto focal desde el cual el poder está alcanzando la red mágica que conecta a todas las personas mágicas en esas islas. Oculto pero poderoso, la red forma un dosel sobre todos nosotros, una cadena de acceso. El proceso funciona desde ambas partes, pero la mayoría de los magos y brujas no son lo bastante fuertes para afectar la red, sólo hacen puntuales variaciones en el campo que les rodea. Tú estás mucho más lejos que eso, eres mucho más fuerte, especialmente ahora que estás embarazado. El embarazo mágico ha alterado tu propio campo; estás influenciando no sólo la magia que te rodea sino aquella que está mucho más lejos. Tu magia es abrumadoramente positiva y luminosa, una fuerza para el bien. No perturbará a la magia de todos los días, o la que sea lanzada por una buena razón. Probablemente, los sanadores de San Mungo deben estar notando un incremento en sus poderes. Pero aquellos que practiquen las Artes Oscuras, los que lanzan hechizos por codicia, maldad o cualquier otra razón negativa, encontrarán sus poderes debilitados, quizás hasta ausentes. Eso es algo por lo cual estar muy orgulloso.
Todos observaban a Severus y Harry con los ojos muy abiertos.
—Me di cuenta que Harry era el Niño Bendito, todos lo hicimos —comentó George—. Pero nunca imaginé que eso significara para el resto de Gran Bretaña tanto como para Eigg. Hemos sido bendecidos, de hecho.
—Es maravilloso —gimoteó Richeldis, frotando sus ojos con un pañuelo—. Nunca pensé que viviría para ver algo así. Harry hará que nuestro mundo sea más soportable, más fácil para los que no siguen el poder establecido.
—Como todos nosotros —agregó Josiah, asintiendo—. Eigg es nuestro santuario. Pero quizás lo que Harry está haciendo ayudará a todos aquellos que no pueden venir aquí a sobrellevar su vida diaria.
Harry se estaba sintiendo abrumado. ¡Apenas había logrado acostumbrarse a estar embarazado! ¡Y ahora parecía estar afectando a toda la población mágica de Gran Bretaña! No estaba seguro de querer hacer eso, pero dudaba que tuviera elección. Él, el chico que había sido tratado como un extraño intruso toda su vida hasta que conoció a Severus, iba a alterar las vidas de todos.
Severus observó la incertidumbre de su pareja y decidió distraerlo; se puso en pie.
—Vamos, Harry; tenemos trabajo que hacer.
El joven siguió a su maestro hasta la sala de Pociones. Cuando entraron y cerró la puerta, el hombre se giró y tomó sus manos de.
>>Olvida lo que estás pensando en este momento. Lo puedo ver en tus ojos. Eres especial, Harry, pero no eres un fenómeno.
El chico sintió que sus lágrimas caían; tragó con fuerza, tratando de detenerlas.
—Es todo tan…
Severus le atrajó y le abrazó; el creciente vientre se sintió sólido entre ellos.
—Es demasiado, lo sé. Pero es sólo porque eres muy especial, Harry. Supe que eras diferente desde el primer momento en que posé mis ojos en ti. Pero es una diferencia buena. Gracias a ti, las cosas van a mejorar para mucha gente. No grandes diferencias, pero sí pequeños cambios positivos en sus vidas que se producirán a causa de tu magia. Nunca lo sabrán, puede que ni siquiera noten los cambios, pero es algo de lo que debes sentirte orgulloso. Y para Eigg y nuestra Comunidad las cosas cambiarán mucho. Ni siquiera puedo comenzar a predecir lo que sucederá cuando llegue el bebé.
—Todo esto es por el bebé, ¿verdad? Sobre mi habilidad para tener un bebé y el cambio en mi poder.
—Sí.
—Entonces debo alegrarme, porque realmente deseo tener a tu bebé, Severus.
Se besaron. El beso, inicialmente suave, incrementó su pasión y emoción. Severus se dio cuenta que lo que estaban experimentando como pareja era único en los tiempos modernos. Podía sentir a su bebé acunado entre sus cuerpos mientras se abrazaban, seguro en el vientre de Harry. Él, que ya sentía un inagotable sentido de protección hacia su joven esposo que se había incrementado por su enlace, ahora sentía surgir un poder fluyendo a través de él. El poder que protegía a su esposo y a su niño, el poder que recibía como un padre. Su propia niñez había sido triste, su padre había fallado de muchas maneras, y había prometido con cada fibra de su ser que iba a ser bueno para Harry y su hijo. No llegaba a entender cómo una persona como él había sido bendecido al punto de formar parte de una profecía, y también podía empatizar con la confusión de Harry sobre todo el asunto. Sus poderes unidos pertenecían a la Luz, lo había sentido cada vez que había tocado íntimamente a su esposo y el poder había empezado a fluir a través de ellos y a su alrededor.
Pocos días más tarde el trabajo de la pareja fue interrumpido por la llegada de dos visitantes. Esa tarde, una apurada Miranda se acercó a la puerta de la sala de pociones, golpeándola con una mano todavía manchada de harina.
—Maestro Snape, hay visitantes. Un joven y una mujer desean verte. Insisten en que seas quien los reciba —la bruja jadeaba ligeramente y su mensaje había salido apresurado.
—¿Dónde está Lydia? Ella es quien trata con los visitantes.
—Esta fuera, Maestro, dando una conferencia. Y esta gente es insistente.
Suspirando, el maestro lanzó un hechizo sobre su caldero para detener momentáneamente el proceso.
—Quédate aquí, Harry.
El joven estaba escribiendo un ensayo en un escritorio de la esquina, parcialmente oculto detrás de una pila de libros de referencia.
—Sí, Maestro. Pero, por favor, llámame si me necesitas —contestó, teniendo cuidado de mostrar su deferencia hacia Severus en su papel de maestro.
El hombre sonrió, sacudió la cabeza ligeramente, y partió en pos de la agitada cocinera.
Sentados a la mesa del comedor, con humeantes tazas de té ante ellos, estaban Draco Malfoy y su madre.
—Señora Malfoy, Draco —saludo, asintiendo ante cada uno de ellos—. ¿Qué es eso tan urgente como para perturbar mi trabajo?
—Perdónenos —se disculpó Narcissa, antes que su hijo pudiera hablar. El joven cerró la boca con renuencia, pero dejó que su madre continuara—. Mi esposo intentó visitarle esta mañana. Cuando regresó a casa —golpeado y amoratado— nos preocupamos, como es natural.
—¿Amoratado? No he visto a Lucius desde…
—Fue por sus protecciones —señaló Draco—. Le rechazaron; él fue derribado y cayó contra el terreno rocoso.
—Ah. Es cierto, cambié las protecciones para impedir su entrada. Después de su última visita ya no es bienvenido. No tomo con buen humor el ser amenazado en mi propia casa.
Narcissa palideció, aunque fue una diferencia mínima pues ya estaba pálida desde que llegó.
—Estoy segura que fue un malentendido, maestro Snape —musitó con su tono más suave y persuasivo.
—¿Y usted vino aquí en su lugar?
—Quería hablarle en persona. Lucius está en un estado… la Alianza Sangre-Pura está en un estado de confusión.
—¡No deberías contar eso! —la interrumpió Draco—. Padre no querría que le contaras al maestro Snape sobre sus problemas. ¡El hombre echó a padre de su propiedad!
—Calla, Draco. No sabes la razón de que tu padre viniera aquí hoy. Ahora, déjame hablar —ahora, la voz de Narcissa no era tan suave. Para sorpresa de Severus, el joven se calló—. Como decía, estoy segura que fue un malentendido.
La bruja miró a Severus suplicando ayuda; el hombre no le dio ninguna.
—Lucius atacó verbalmente a mi esposo. Dijo cosas terribles, algo que no puedo permitir en mi casa. Yo… le persuadí para que se fuera. Cambié mis protecciones porque ya no es bienvenido en este lugar. Usted y su hijo no han sido excluidos, pero no se me ocurre en qué puedo ayudarla. Pero si hay algo que necesite de mí, por favor, pídalo. Haré todo lo que pueda, pero mi primer deber siempre será para con mi esposo y mi Comunidad. No haré nada que ponga en peligro a ninguno de ellos.
—Sólo una explicación, maestro Snape; es todo lo que necesito. Algo está sucediendo, y quienes saben de eso dicen que el trastorno proviene de aquí. ¿Por qué está siendo afectada la magia de Lucius?
—Mi esposo es un mago poderoso. Tiene un tipo de magia desconocida desde los tiempos antiguos que le permite concebir niños. Esa magia está cambiando toda la red mágica de Gran Bretaña, fluyendo desde aquí hacia todo el país. Los cambios son completamente positivos, fortaleciendo la magia de Luz. El único tipo de magia que está siendo deteriorado es una parte de las Artes Oscuras, pero sólo aquella parte que se está utilizando para el mal, si es que comprendí correctamente la profecía.
—¿La profecía? —Narcissa se mostró confundida. Severus señaló en texto en el cuadro que estaba colgado en la pared y Draco se levantó y caminó hasta allí. Leyó en voz alta y su madre escuchó atentamente, pidiéndole que repitiera el verso que rezaba:
“En la Isla de Eigg, cuando el Muchacho Bendito se quede Toda Gran Bretaña volverá a estar completa Entonces no habrá poder en crueles formas Oscuras Y el mal perderá su última alma.”
>>¿Cómo interpreta eso, maestro Snape? —preguntó ella.
—Eso ya está aclarado al día de hoy, señora Malfoy. Ahora que Harry forma parte de la Comunidad su magia está afectando la isla de Gran Bretaña, convirtiéndose en parte de un total del que el resto de nosotros raramente somos conscientes. El derrumbe de la magia Oscura empezó a causa de la profecía, pero sólo afecta a la ‘magia Oscura cruel’, como se dice cuando las Artes Oscuras se utilizan para dañar. Todos sabemos, con argumentos consistentes, que la magia Oscura puede ser utilizada de modo positivo; a partir de ahora, sólo podrá ser usada de esa manera —Severus no pudo evitar sonreír ante la expresión de molestia en el rostro de Draco. Sabía que el joven dependía de las Artes Oscuras para imponer su poder e influencia personales. Ahora tendría que depender de su personalidad y magia más convencional, y pensaba que para Draco Malfoy eso sería una gran lucha.
—¿Y la línea final… Y el mal perderá su última alma.”?
Severus miró directo a los ojos de Narcissa.
—Sabes lo que significa tan bien como yo. Alguien malvado… Él será destruido.
Draco se sentó y hundió la cabeza entre sus manos. Su madre le ignoró.
—¿Quién puede luchar contra una profecía? Los efectos de la magia de tu esposo se están sintiendo en nuestra casa, a cientos de millas de distancia, así que creo en tus palabras. Es tiempo de profunda reflexión; un nuevo orden se está formando, y sería una tontería quedarse fuera. Yo no soy tonta, ni tampoco he criado un tonto —puso su mano en la espalda de Draco—. Informaré a mi esposo de todo lo que he visto y lo que usted me ha dicho. Regresaré, maestro Snape, si me lo permite.
—Son bienvenidos aquí, siempre que honren mi matrimonio, a mi esposo y a mi Comunidad.
Narcissa se levantó y Draco la imitó. El joven todavía se veía indeciso, incómodo. Severus no había esperado milagros, pero Narcissa era una mujer inteligente que podría ver hacia dónde soplaba el viento. Que pudiera hacer que su esposo recuperara la sensatez ya era otra cosa. Lucius era un hombre orgulloso cuyas opiniones eran demasiado extremas para el gusto actual de Severus, y además sabía que Harry le detestaba. | |
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