alisevv
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| Tema: The Blesséd Boy. Capítulo 32. Varias clases de locura Miér Nov 09, 2011 4:16 pm | |
| Mientras mayo daba paso a junio —un junio cuyo caluroso clima estaba a la altura de su reputación— Harry comenzó a desear con más fervor que se terminaran sus náuseas matutinas. Pero no sucedía. Cada mañana se sentía enfermo, cada día parecía arrastrarse. El calor del mes parecía socavar su energía y estaba constantemente cansado. Severus trabajaba como un demonio en las salas de Pociones, haciendo la mayoría del trabajo, y eso hacía que Harry se sintiera culpable, a pesar de la protestas de su esposo asegurando que estaba bien con las tareas.
Harry estaba sentado ante un escritorio de la sala de Caligrafía, intentando concentrarse en la lectura. Últimamente, su trabajo académico había tenido prioridad, dado que podía realizarlo mientras descansaba, pero había descubierto que su cansancio afectaba no sólo a su cuerpo y luchaba por encontrarle sentido a algunos de los textos. Suspiró profundamente.
George levantó la vista.
—¿Por qué no vas y te tomas una taza de café, chaval. Puede ayudar a que te espabiles un poco.
—¿Soy tan evidente?
—Bueno, puedo ver que cabeceas de vez en cuando, debo decirte. ¿El maestro Snape te está haciendo trabajar mucho, ahora que Scylla se fue?
—Oh, no… no, para nada. De hecho, sugirió que viniera a estudiar. Se ha portado muy amable.
Sabía que algunos de sus amigos habían notado su cansancio; había escuchado comentarios sobre que debía tener cuidado de no trabajar demasiado. Suponía que debería anunciar su embarazo, pero quería estar más avanzado antes de hacerlo. Había leído que los primeros tres meses eran los más peligrosos, por muchas razones, con un gran riesgo de aborto. Aunque no podía recordar haberse sentido tan mal y tan cansado jamás, le aterraba el pensamiento de perder su bebé —el bebé de ambos— y se había prometido pasar por esto sin quejarse. Ahora, el embarazo estaba empezando a sentirse parte de su vida, y Severus estaba claramente emocionado ante la idea de convertirse en padre.
El mes pasó y el calor se intensificó. Julio era una época relativamente tranquila en la Comunidad, pues todo había crecido y madurado. Los borregos de patas flacuchas habían crecido hasta volverse robustos y gordos como sus madres. Las abejas aumentaron su cosecha, trabajando incesantemente y logrando que todos estuvieran aletargados con su somnoliento siseo; los trabajadores en los jardines y las huertas se maravillaban con la intensidad de los insectos. Severus trabajaba tan duro como siempre. Harry le ayudaba tanto como podía, pero el maestro se aseguraba de que no se agotara. Aunque Harry se sentía culpable —y todavía no había señales evidentes de su embarazo ante los demás— Severus también estaba consciente de cuán importante eran estos primeros tiempos. El bebé podía ser diminuto pero la salud de su esposo era primordial.
Harry lograba ver una ligera protuberancia en su abdomen. Podía sentirla al pasar su mano sobre el sitio y sufrió un impacto cuando se dio vuelta sobre su vientre en la enorme y vieja bañera. Al presionarla, la dura redondez no era como la que se adquiría por grasa, sino un bulto sólido, y tomó consciencia de que era su bebé creciendo. Aunque todavía no se distinguía debajo de su túnica —e incluso si alguien lo había notado, lo atribuiría a una ganancia de peso— se sentía emocionado ante la real evidencia de su embarazo. Claro, además de los malestares matutinos, que todavía persistían. Se preguntaba si sería una de esas desafortunadas almas destinadas a tener náuseas durante todo su embarazo.
Su humor seguía variando locamente. Se sentía descontrolado, incapaz de manejar las emociones que le acometían de tanto en tanto. Sabía que no tenía ninguna razón para sentirse infeliz, pero no podía evitar repentinos estallidos de llanto o discusiones. Odiaba cuando uno de sus amigos le encontraba llorando y no sabía que decirles, pues la mayor parte del tiempo no tenía razones para llorar. Abigail le lanzaba miradas cada vez más preocupadas y él creía que ella sospechaba que tenía problemas maritales.
Mientras se estiraba en la cama en espera de que Severus llegara, sintió que surgía la congoja que se había vuelto tan familiar. Trató de ignorarla, tomando su pañuelo y sonándose la nariz en la esperanza de que retuviera sus lágrimas. Pero no ayudó. Esa noche se había sentido mal después de la cena, y empezaba a hartarse de sentirse mal a diario.
Cuando Severus llegó le encontró moqueando sobre el pañuelo. Se acercó presuroso y se subió a la cama, atrayéndole hacia sus brazos.
—Pronto te sentirás mejor —le tranquilizó, frotando los músculos de sus hombros, que estaban muy tensos.
—Es sólo que estoy harto de sentirme mal —gimoteó.
—Lo sé. ¿Estás tomando tu droga contra las náuseas?
—Sí, y ayuda un poco. Pero no lo detiene todo el tiempo.
—Tiene que ser una droga suave, lo sabes. Pasará, Harry. Cuando tu abdomen se hinche, empezarás a sentirte mejor —deslizó su mano hacia abajo, hasta dejarla reposar sobre el abdomen ligeramente abultado de su esposo. Harry asintió, esnifando. Severus comenzó a besarle suave y tranquilizadoramente—. El embarazo masculino es muy raro, y este proceso será difícil. Pero lo superaremos juntos. Sé que te lo he dicho constantemente, pero está escrito: tú eres el Muchacho Bendito.
El joven dejó que sus ojos se cerraran, feliz al sentir las manos de su pareja acariciando su cuerpo, distrayéndole de su malestar.
>>Y nuestro bebé es muy esperado, Harry. Será mágicamente muy fuerte. Muchas cosas buenas comenzarán desde aquí, de este embarazo —las suaves manos continuaron acariciando el cuerpo amado—. Para mí, todas las cosas buenas empezaron cuando te conocí. Ese primer día que te vi entrar en mi Comunidad, supe que te quería.
—No me siento una leyenda en estos momentos —admitió Harry, compungido—. Pero las leyendas pueden empezar de las cosas más raras, ¿cierto?
Severus rió entre dientes.
—Pueden. ¿Recuerdas la leyenda local del Loco de las Montañas?
—Sí, leí sobre ella cuando venía hacia Eigg. Sonaba aterrador, y un poco chalado.
—Bien, es ambos. Está basada en mí, por supuesto.
Harry se giró y miró a su pareja para ver si se estaba burlando.
—Estás bromeando, ¿cierto?
—No —el rostro maduro permaneció impasible.
—¡Pero tú no estás loco!
—Pero puedo ser atemorizante —replicó, abriendo los ojos de par en par y mirando con ferocidad.
Harry se echó a reír.
—No para mí —al decirlo, deslizó su mano hasta la polla de Severus y apretó.
La mirada feroz no se pudo mantener y el Maestro gimió de placer ante el tacto de la mano de su esposo.
>>No, en serio, ¿cómo surgió la leyenda?
—Todo fue un malentendido. Sucedió en los primeros días, cuando las protecciones no eran tan fuertes como ahora. Antes de que hiciéramos los Ritos Limítrofes. El perro de un turista muggle penetró persiguiendo una oveja. Es innecesario decir que me opuse a ello.
Harry miró el rostro de su esposo mientras le contaba la historia; nunca se cansaría de observar sus ojos, profundamente oscuros, ni las emociones que cruzaban sus excepcionales rasgos.
>>Corrí ladera abajo, gritándole al perro y agitando mis brazos. No quería utilizar magia a menos que fuera inevitable. Mi apariencia —con las túnicas oscuras y el cabello volando— debe haber alarmado al muggle más de lo que yo había esperado, pues lanzó un grito y salió disparado como conejo asustado con su perro pisándole los talones. No hubiera tenido tiempo de lanzarle un obliviate ni aunque lo hubiera querido.
—¿Lo hiciste más de una vez?
—Una o dos, quizás —los ojos negros brillaron, divertidos.
—Ellos creen que eres un vampiro —comentó Harry, sonriendo.
—Oh, pudiera ser —Severus también sonrió, pero de forma atemorizante.
Harry se estremeció mientras su esposo empujaba sus dientes contra un lado de su cuello. Sin embargo, su estremecimiento no era de temor.
Cuando se levantaron a la mañana siguiente, Severus dijo algo que Harry estaba ansiando escuchar.
—Si estás de acuerdo, es tiempo de contarles la noticia a la Comunidad. Tu vientre empieza a crecer y el peligro de las primeras semanas ha pasado.
—¡Oh, sí! Quiero que nuestros amigos lo sepan. He odiado no poder decirles nada. Las pobres Miranda y Abigail han estado muy preocupadas por mi malestar, pensando que tengo alguna terrible enfermedad como consecuencia de mi caída.
—En ese caso, lo anunciaré durante el desayuno, ¿te parece bien?
—Sí, por favor.
Después de terminar el té y las tostadas, Severus aplaudió y todos enfocaron su atención en él.
—Tengo un anuncio que hacer. Es algo bastante impactante, y no dudo que tendrán muchas preguntas para Harry y para mí, por lo que esta mañana voy a dedicar un tiempo a contestarlas.
Ahora todos lucían intrigados. Abigail miró a Harry y apretó su mano, como si temiera que fuera a perderle. Él le sonrió animado, susurrando:
—Todo va a estar bien.
Miranda, que estaba trayendo más tostadas, corrió a sentarse.
—Todos nosotros estamos familiarizados con la leyenda del Muchacho Bendito, que se refiere a nuestra isla. Desde que Harry llegó a nuestra Comunidad, algunos de ustedes se han estado preguntando si la leyenda se refería a él. Ahora estamos seguros de que sí.
—Ah, ésa no es gran sorpresa, Maestro —comentó George—. Lo habíamos deducido hace tiempo.
Severus sonrió al anciano.
—Estoy seguro que lo hicieron, George. Pero también estoy seguro que ninguno imagina cuán literal es la profecía. Cada línea es cierta —permanecieron en silencio, así que continuo—: Amigos míos, Harry está embarazado.
Se escucharon jadeos generalizados y los ojos de todos se clavaron en Harry. La voz de Danyel se elevó, clara y estridente.
—¡Él no puede tener un bebé, Da! ¡Yo sé que es un chico! ¡Le he visto en el estanque de peces, tiene una polla como la mía!
Jolyon palmeó a su hijo en el hombro.
—Calla, chico. Deja que el maestro Snape nos cuente.
—Danyel, tienes razón —aclaró Severus—. Los chicos no pueden tener bebés. Ninguno, excepto el Muchacho Bendito. Harry es un mago poderoso y muy especial. Nació con la habilidad de dar vida, tal como dice la leyenda. Merlín tenía razón y fuimos desleales al no confiar en él.
—¿Cuándo, Severus? —preguntó Miranda, emocionada.
—Creemos que cerca de Navidad, Miranda. Este año, el festival de invierno será muy especial en Eigg.
Danyel todavía se veía confundido. Abigail tomó la mano de Harry.
—Felicitaciones, Harry. Oh, y por supuesto, también para ti, Maestro —enrojeció al haber roto el protocolo.
Severus inclinó la cabeza, disculpando el lapsus de la amiga de su esposo, y sonrió a toda la Comunidad que expresaba sus felicitaciones a la pareja. Lidya y Richeldis, quienes habían tenido hijos, rodearon a Harry y le ofrecieron que acudiera a ellas para cualquier duda que tuviera.
—Aunque el maestro Snape puede contestarte desde el punto de vista científico, sólo una madre puede entender por lo que estás pasando. Un montón de cosas extrañas, a veces atemorizantes, a veces emocionantes, y estaremos encantadas de ayudarte —dijo Richeldis, abrazando al joven.
—Una última cosa —pidió Severus, interrumpiendo el excitado parloteo que llenaba la cocina—. Como es habitual, este verano tenemos visitantes y muy pronto el embarazo de Harry será evidente. Esto no podrá mantenerse en secreto para el resto de la comunidad mágica, y no hay razón real para hacerlo. Por otra parte, no hay necesidad de buscar a la prensa, aunque no dudo que llegarán a nosotros más pronto que tarde.
Y así pasó. La comunidad mágica de Gran Bretaña era pequeña y muy unida, y El Profeta acostumbraba a conseguir cualquier noticia nueva con suma rapidez. La reportera de Intereses de la Mujer, Misty Meadows, apareció una semana más tarde, ansiosa de entrevistar a la joven pareja. En cierta forma, se sorprendió ante la apariencia de Severus, pues no era lo que esperaba, vestido de negro y luciendo muy serio. Harry, sin embargo, se convirtió en el objetivo de muchas fotografías y una gran entrevista. Parecía que se asemejaba al arquetipo del joven mago embarazado, lo que era ridículo dado que no había existido ninguno en siglos y no había retratos del último mago que había estado embarazado, así que nadie tenía idea de cómo debía lucir.
La historia apareció en la primera plana de El Profeta, con una doble página en el interior. El mundo mágico obtuvo el primer indicio de que algo trascendental estaba sucediendo en la pequeña isla de Eigg.
Junto con muchas cartas y postales de felicitación que comenzaron a llegar a mediados de julio, arribó un invitado menos bienvenido. Lucius Malfoy entró en la Comunidad una tarde, exigiendo ver a Severus.
El maestro estaba a mitad de la elaboración de una poción y no iba a dejar todo tirado para ver al presumido hombre. Lucius ya no tenía control sobre él, así que podía esperar. Cuando terminó y limpió todo, pidió a Harry que le acompañara.
El hombre rubio estaba esperando en la salita de estar, muy impaciente. Cuando entró la pareja, estaba paseando de arriba abajo, apretando su bastón entre las manos casi con fiereza.
—Lucius, ¿hay algo que pueda hacer por ti? —la voz de Severus era tan fría como el invierno.
—A menos que puedas explicarme porqué todo en el país ha empezado a ir cuesta abajo tan pronto como tu comenzaste esta… esta farsa —gritó, moviendo su bastón para enfatizar sus palabras—, lo dudo.
—En ese caso, no hay nada que pueda hacer por ti, cosa que ya sospechaba. No soy responsable de lo que suceda fuera de mi Comunidad. Lo que ocurre aquí está, en gran parte, bajo mi control y responsabilidad. Pero no puedo ver cómo eso te afecta a ti, Lucius.
—Severus, estás siendo deliberadamente obtuso. La leyenda que insistes en desplegar en todas tus habitaciones —señaló con dedo tembloroso la leyenda enmarcada que estaba en una pared de la salita— es la fuente del problema. Si me hubieras escuchado y las hubieras retirado, es posible que no hubiéramos llegado a esto. Y ahora que ha salido a la luz que estás acogiendo aquí un… un fenómeno, ¡la causa de nuestros problemas es bastante evidente!
—¡Tú no hablaras de esa forma sobre mi esposo! —rugió Severus, y la varita estaba en su mano antas que Harry pudiera siquiera distinguir un movimiento.
—¡Es antinatural! —rugió Lucius de vuelta, su pálido rosto sonrojándose levemente—. Es obvio que has estado abusando de la Poción de Fertilidad, sobre la que yo tengo derecho, y te aseguro que nunca hubiera permitido esto. ¡Tendrá los más aterradores efectos sobre el mundo mágico! ¡Incluso ahora ya están empezando a pasar cosas!
—Dejando a un lado el hecho de que yo cree la Poción de Fertilidad y no podría ser acusado de abuso de haber elegido utilizarla, Harry nunca ha estado ni siquiera cerca de la poción. Y tú no tienes derecho a dictar que se hace en mi Comunidad hoy día; ciertamente, no basado en tu apoyo financiero previo. No sé de qué efectos aterradores estás hablando, pero no existe nada antinatural en Harry. Él es un mago fértil, el más raro entre los raros, y el más bendito por eso mismo. Es un obsequio para el mundo mágico y de ninguna forma una amenaza.
—¿Crees que no? ¡Eres un tonto, viviendo en tu pequeño paraíso y lejos del mundo real! ¡Todo lo que quieres es ser el Señor de un grupo de inadaptados compañeros! ¿Qué te importa el resto del mundo mágico británico, Severus? Nunca lograste adaptarte a ellos, y por eso les diste la espalda…
—¡Silencio! —Harry, parado inadvertido al lado del hombre que vociferaba, había sacado su varita y lanzado el hechizo.
Lucius Malfoy giró hacia el joven, con el rostro aún más rojo, su boca todavía lanzándoles acusaciones aunque ningún sonido salía de ella.
>>¡Tú no vendrás aquí a amenazar a mi esposo, ni hablarás mal de él! En Eigg sólo trabajamos para el bien del mundo mágico. De todo el mundo mágico.
Severus se acercó al hombre con la varita extendida. La varita de Malfoy estaba apuntando justo detrás de él.
—Deberías tener la sabiduría de marcharte, Lucius. No eres bienvenido aquí. Ni ahora, ni en el futuro. ¿Me entiendes?
Malfoy se limitó a mirarle con furia; no había mucho más que pudiera hacer. Harry no tenía duda de que el hombre podría lanzar un hechizo sin palabras, si quisiera, pero esperaba que tuviera el suficiente control de sí mismo como para darse cuenta de que no sería muy sensato hacerlo en el medio de la Comunidad del Maestro Snape.
>>¡Ahora, fuera! —gritó Severus.
Malfoy, con un intimidante giro de túnica, caminó hacia la salida. Mientras dejaba el edificio, Severus lanzó un hechizo de explosión tras él que impactó a su lado, haciendo que girara con rabia y asombro. Todavía no podía ser oído, aunque estaba gritando sin voz y gesticulando furiosamente hacia los miembros de la Comunidad que observaban su partida con avidez. El Maestro se paró en la puerta con la varita extendida, en un gesto claramente amenazante hacia el hombre. Malfoy se giró nuevamente y desapareció rápidamente, antes que pudieran alcanzarle más maldiciones.
Mientras Severus bajaba el brazo que sostenía la varita, declaró:
>>Alteraré las protecciones para impedir que él regrese. No tiene nada que decir que yo quiera escuchar.
Al tiempo que el maestro se alejaba, Harry sintió una punzada de culpa por ser la causa de tal trastorno. Aunque siempre se había sentido incómodo con Malfoy, el hombre había apoyado a Severus en una época y había ayudado a que la Comunidad se mantuviera a flote. Cualquiera que fuera la razón de su discusión, se sentía triste de que su esposo estuviera perdiendo un amigo y ganando un peligroso enemigo. Se apresuró a alcanzarle, deslizando su mano en la del mago mayor.
—¿De qué estaba hablando, Severus? ¿Has oído algo de lo que está pasando?
—No, no sé nada. Es posible que sea algo que esté logrando que los hechizos oscuros sean menos efectivos. Algo que tenga relación con las líneas de la profecía.
—“En la Isla de Eigg, cuando el Muchacho Bendito se quede Toda Gran Bretaña volverá a estar completa Entonces no habrá poder en crueles formas Oscuras…” —recitó Harry.
—Sí, y no olvides que “Y el mal perderá su última alma” —Severus esbozó una sonrisa forzada.
Harry se estremeció como si una brisa fría acabara de soplar sobre su piel. | |
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