Dedicado a Silvara Severus, por su apoyo, por su interés, por sus ánimos. Por ser un encanto además de una fantástica escritora.
CAPÍTULO 10. LA VERDAD En pocos días, Harry se había recuperado por completo. No sólo por los cuidados y atenciones de Severus, no sólo por la cantidad y variedad de pociones ingeridas, sino, sobre todo, por la fuerza vital que vibraba en su interior, esa que ardía cada vez que el hombre le miraba a los ojos, que lo estremecía cada vez que se rozaban.
Esa tarde, Kreacher trajinaba afanosamente en la cocina, preparando la cena. Harry y Severus tomaban té en el salón. Severus estaba sentado cómodamente en el sofá, sujetando la taza con una mano y masajeando la deforme cabellera de Harry con la otra. Éste reposaba satisfecho, sentado en el suelo, entre las piernas del hombre, con la cabeza apoyada en una de sus rodillas. Tras un rato de íntimo y cómplice silencio, con el crepitar de las llamas de la chimenea por todo sonido, la voz grave del hombre lo sobresaltó:
- Hay algo que quiero contarte, Harry.
- ¿El qué?
- No me resulta fácil hablar de esto, pero quiero sincerarme contigo.
A Harry le dio un vuelco el corazón. No sabía si lo que iba a escuchar era bueno o malo. Se acurrucó aún más entre las piernas del hombre, con el pulso acelerado.
- Cuando llegaste a Hogwarts me decepcionó profundamente ver lo mucho que te parecías a tu padre. Eras una copia infantil de él.
Harry se agitó, incómodo, como si le hubieran pinchado. Snape hizo una pausa, suspirando, y continuó:
- Y es cierto que, incluso antes de conocerte, ya estaba resentido contigo. Tienes razón. Lo confieso. No podía perdonarte que tu madre hubiese muerto por ti.
Harry abrió la boca para replicar, pero la cerró cuando Severus le interrumpió:
- Déjame seguir o no será capaz de continuar. – Se inclinó para depositar un beso casi imperceptible en su sien- Eras un crío, un mocoso insufrible. Y además, resultó que eras atrevido, imprudente, cabezota, arrogante…Y yo tenía que velar por ti.
Se dio la vuelta para mirar al hombre cara a cara:
- Lo sé, Severus, pero eso ha pasado ya, ahora las cosas son diferentes, yo….
- Harry. Escúchame. Es importante para mí explicarte algunas de las cosas que no te he dicho durante todos estos años y de las que nunca pensé que hablaría contigo. Como lo doloroso que me resultaba ver los ojos de tu madre. Los tuyos. Me mirabas y era como si me acusaras de su muerte. Tu sola presencia me enfrentaba a mis más horribles remordimientos. Fue como si mi enemistad con tu padre volviera a la vida. Y tenías un insoportable poder sobre mí: remover en mi interior lo más amargo de toda mi existencia, el tormento de haberla perdido para siempre y por mi culpa. Te odiaba por parecerte a él y por recordarme a ella.
Harry, inquieto, hizo el movimiento de ponerse de pie, pero Severus le hizo desistir colocándole suavemente las manos en los hombros.
- Harry.. .
Otro tierno beso fue a parar a su cabello y se armó de paciencia, dando de nuevo sorbos a su té.
- Después de la muerte de tu madre, lo único que me mantenía con vida era la idea de salvarte. La idea de que su muerte no hubiese sido en vano. Reparar, de algún modo, todo el daño que yo le había hecho….- la grave y poderosa voz de Snape pareció quebrarse un momento- Y me lo pusiste muy difícil, Harry. Muy difícil...
Severus volvió a hundir sus dedos entre los cabellos de Harry que se relajó mansamente, dispuesto a escuchar toda la historia que había captado ya toda su atención.
- Pasó el tiempo, creciste y con ello mis preocupaciones. Lo peor fue cuando el Señor Oscuro volvió con todo su poder. Fui desesperadamente consciente de los terribles peligros que te acechaban, de su empeño en matarte a toda costa. Hubo momentos en los que llegué a pensar que todos mis sacrificios y mis desvelos serían en vano.
Y en medio de todo aquello… Sí. A medida que crecías dejabas de ser una réplica de tu padre, ibas siendo tú mismo. Y fue alarmante ver que en ti aparecían rasgos que me recordaban a ella. Y no sólo tus ojos.
Severus empezó a acariciar la cara de Harry, tanteándola con exquisita delicadeza. Harry tembló cuando los dedos del hombre rozaron sus labios.
- Tienes su misma boca. Eran también tu risa, los gestos de enfado, la manera de cruzarte de brazos o de coger la pluma. No podía perderte de vista y, sin embargo, estar contigo era una tortura. Luego, todo se complicó. Dumbledore me había enviado de nuevo con el Señor Oscuro como espía de la Orden, en Hogwarts había hijos de mortífagos que me vigilaban…Simplemente, no podía acercarme a ti. Tenía que mantener el muro de odio entre nosotros.
El chico sintió una punzada de anticipación en el estómago.
- Pero aún fue peor – Severus dejó escapar un suspiro como de cansancio - ¿Recuerdas las clases de oclumancia?. Luchabas como gato panza arriba para evitar que te leyera la mente. Aún recuerdo la primera vez que te caíste de la silla, después de hacerme una quemadura con la varita. Se te cayeron las gafas. Y me impresionó lo atractivo que resultabas sin ellas. Aquél día pasó algo horrible. Sentí deseo por ti. Y eso me removió las entrañas. Jamás había deseado a un alumno, jamás había sentido algo tan… inapropiado.
Harry no podía creer lo que estaba oyendo. Pensó en sentarse en el sofá, en abrazar al hombre, pero cambió de idea en cuanto éste, que no había dejado de acariciarle la cara y el pelo, volvió a besarlo en la cabeza:
- Aquél curso había empezado a sentir algo de respeto por ti, por tu valiente empeño en asumir los riesgos, incluso había empezado a prestar atención a los incesantes elogios que Albus te dedicaba y a esas insufribles comparaciones con el carácter de tu madre. Pero me cerré en banda, a la defensiva. Decidí seguir empeñado en lo mucho que me recordabas a tu padre, en alimentar mi enemistad manifiesta contigo. Ya no había marcha atrás y, además, era peligroso. Tenía cosas mucho más graves y urgentes en las que pensar.
Y, por si fuera poco, era absurdo, inútil. Para mí, eras aún más inalcanzable que ella. Pero no podía evitar mis sentimientos contradictorios y, a veces, te castigaba para tenerte cerca. Sobre todo el último año, cuando ya sabía que me iría del colegio. Así que ya ves cómo me has hecho sufrir…
Harry estaba impresionado por aquella revelación. La sangre le circulaba caliente y deprisa por las venas:
- Entonces…¿me deseabas?, ¿fingías odiarme, pero me deseabas?
- No, Harry. No fingía. Pero mis sentimientos por ti cambiaron con el tiempo. El odio inicial, la irritación, el fastidio….todo cambió cuando dejaste de ser un niño. Y sentía esa extraña atracción por ti Pero era un lujo que no me podía permitir. Y ese deseo, en lugar de acercarme a ti, me obligó a seguir empeñándome en odiarte.
El chico se alarmó, no entendía muy bien a dónde llevaba todo aquello:
- Pero, ahora…
Como leyéndole el pensamiento, Severus se apresuró a replicar:
- Ahora, todo es distinto. Eres adulto. Ya no hay guerra. Ya no corres peligro. Y, sobre todo, gracias a ese diario tuyo, sé cómo eres en realidad, lo equivocado que he estado...y – susurró – te deseo más que nunca….
Harry sintió un alivio tan grande como el que experimentó al ver cómo Voldemort caía muerto. Pero lo que sentía por el hombre lo consumía.
- Sin embargo, te marchaste de aquí en cuanto te recuperaste.
Una expresión sombría cruzó el rostro de Snape.
-Era mi deber, Harry. Pensé que te perdería, como a tu madre. Pero no podía arrastrarte conmigo.
-Pero yo te quiero. No veo por qué tenías que irte.
-Harry, esto no es correcto. No debería estar aquí. No me has dejado elección. Me volví loco cuando descubrí lo que estabas haciendo, metido en tu cama, sin comer…
-Pero me has rescatado… otra vez.- Además, exageras, te han absuelto de todo, te han dado la Orden de Merlín.
-No lo entiendes. Eres demasiado bueno para entenderlo. Una cosa es la guerra y el papel que pude jugar en ella y otra muy distinta que me acepten. No serán tan benévolos conmigo cuando sepan que estoy vivo y me despellejarán cuando se enteren de que estamos juntos. Todos pensarán que te he hecho víctima de alguna oscura poción. Creerán que te he hechizado.
-Y ¿acaso no es verdad?
-Estoy hablando en serio, Harry. Va a ser difícil. No te engañes.
-Pero tú eres muy valiente, el hombre más valiente que he conocido.
Severus sonrió. Era evidente su satisfacción por las palabras de Harry:
-Tú sí que eres el hombre más valiente que he conocido Y me parece un milagro que te sientas atraído por mí. No acabo de creerlo. Tienes el mundo a tus pies, eres el salvador, el chico de oro y quieres a este viejo cascarrabias, feo, pobre y casi desfigurado.
A Harry aquellas palabras le llegaron al alma:
-¡Severus! No eres viejo. No digas eso. Nunca he sentido nada como lo que siento por ti. Y no creo que pueda haber nadie que me atraiga tanto como tú. Para mí, eres… eres.. – Harry dudó un momento, tratando de encontrar la palabra adecuada- irresistible. Y tiene sentido, es perfecto. Nadie podría entenderme mejor que tú. No eres un fan que busca al héroe y no tengo que contarte todo lo que tuvimos que pasar. Te admiro más que a nadie. Me salvaste la vida varias veces, hiciste todo lo que estuvo en tu mano para ayudarme y –hizo una pausa, tratando de coger aire, ofuscado por la emoción - ella te quería, no estaba enamorada de ti, pero eras importante para ella. Y tú la has amado, de manera distinta, es cierto, pero tanto como yo. La hemos estado echando de menos ambos, todos estos años…
Harry se vio súbitamente rodeado por los brazos de Severus, que tiraron de él, hasta sentarlo en el sofá. Le impactó la fuerza con la que el hombre lo abrazaba y le pareció que Snape temblaba ligeramente.
Después de cenar, Harry estaba en la cama. No sabía cómo había llegado hasta allí, probablemente, en volandas, dejándose llevar por el hombre que ahora lo acosaba arrinconándolo contra el cabecero. Harry reía divertido, los besos, suaves y ligeros, en sus ojos, en sus mejillas, en su cuello, le hacían cosquillas y le producían dulces escalofríos. El largo cabello de Severus, extraordinariamente sedoso y delicado, se escurría entre sus dedos.
Pero pronto, las caricias se hicieron más intensas, los labios de Snape incrementaron su presión y su temperatura, hasta quemarle la boca, penetrándolo con una lengua acerada y candente. La mirada del hombre lo abrasaba:
- Dime que me deseas… dime que me quieres…
Una ola de calor inundó su cuerpo y se aferró al hombre, atacándolo ciegamente con su boca y sus manos, peleando por quitarle la ropa. Se enzarzaron como dos combatientes, desesperados por sentir sus cuerpos desnudos. La sublime impresión de piel con piel hizo que Harry gimiera de placer en la boca del hombre que lo besaba sin piedad, tomando el control de manera implacable.
Las manos de Severus recorrían su cuerpo como si quisieran marcarlo entero, abriendo espacios de los que su boca tomaba urgente posesión, dejando huellas húmedas y calientes. Harry se estremeció cuando Snape asaltó sus pezones con pequeños mordiscos, excitándolos y endureciéndolos. Había soñado muchas veces con este momento, pero la realidad era mucho más poderosa y arrolladora. Se dejó hacer, incapaz de otra cosa que no fuera sentir, trastornado por el deseo.
Los temblores de placer llegaron a su punto culminante cuando, sin previo aviso, Severus empezó a chuparle la polla. A Harry le sorprendió lo exquisito de esa sensación que acabó por volverle loco. La lengua de Snape jugaba con la parte más sensible del glande, produciendo un intenso placer que lo atravesaba por completo. Cuando lo engulló entero, la deliciosa y cálida presión hizo que su polla se pusiera insoportablemente dura, como si toda la sangre de su organismo se hubiera concentrado en sus genitales. Notaba la saliva del hombre, como lava ardiente, su lengua pérfida, haciéndole agonizar de gusto.
Los dedos de Severus acariciaban con cuidado sus testículos y Harry se derretía entre las sabias manos. Pero dio un fuerte respingo, sobresaltado, cuando esos dedos tocaron firmes y decididos su ano. Harry abrió los ojos para encontrar la mirada inflamada de Snape:
- Sabes lo que quiero, Harry.
- Sí, sí…
- ¿Quieres hacerlo?
- Sí, quiero hacerlo.
- ¿Estás seguro?
- Sí, totalmente seguro. Quiero hacerlo, quiero hacerlo contigo.
El rostro de Severus se relajó, satisfecho con estas palabras, pero aún miraba a Harry con intensidad, como si fuera a leerle la mente:
- La primera vez no es fácil, Harry. Puede ser doloroso.
- No me importa, quiero que lo hagamos. Por favor….
- Suplícame así otra vez y no podré resistirme.
Snape redobló sus avances, devorando despacio a Harry, que se retorcía debajo de él, tratando de apretarse aún más contra su cuerpo, buscando su boca desesperadamente, mordisqueando cada trozo de piel que se ponía a su alcance, pellizcando los pezones del hombre, tanteando la fuerte musculatura de su espalda. Sentía la erección dura y potente del hombre goteando contra la suya, estaba a punto de explotar.
Jadearon sudorosos hasta que Severus se apartó de Harry y cesó la batalla:
- Tengo que ir al baño un momento.
Cuando Snape se levantó de la cama, Harry cayó en la cuenta de que jamás lo había visto desnudo. Miró fascinado su figura fuerte y delgada, como la de un robusto felino, su piel surcada de misteriosas cicatrices. Lo primero en que se había fijado había sido en su miembro y había hecho las inevitables comparaciones de las que Severus era indudable ganador, algo inquietante y delicioso al mismo tiempo.
Volvió con un frasquito en la mano del que emanaba un aroma sutil como a vainilla.
- ¿Qué es?
En el rostro del hombre se dibujó una amplia sonrisa. Estaba claro que disfrutaba teniendo el control de la situación. A Harry le resultaba muy excitante.
- Esto es lubricante, Harry. Para que la penetración sea más fácil. Lo he preparado especialmente para ti.
Sentirse deseado de aquel modo le puso al límite, pero cuando Severus volvió a presionarle el ano, un remolino extraño le recorrió el estómago.
- Relájate, Harry. Voy a prepararte. No temas. Sólo tienes que relajar los músculos.
Severus le levantó las piernas, doblándole las rodillas contra su pecho. Indicó a Harry que sujetara sus rodillas para mantenerse con el culo elevado y le colocó una almohada debajo.
- No es la postura más fácil, pero quiero ver tus ojos mientras te hago el amor por primera vez.
Besó a Harry con tanto ímpetu que éste apenas notó cómo le introducía un dedo empapado en lubricante. Era una sensación rara, ligeramente molesta. El dedo se movió suavemente dentro de él y le pareció agradable. Pero cuando un segundo se le unió la sensación de escozor le hizo temblar. Severus volvió a besarlo apasionadamente. Chupó sus pezones y, como para evitar que la excitación de Harry decayera, empezó a masturbarlo suavemente con la mano que le quedaba libre. Harry soltó un sonoro gemido.
- Eso es, Harry, eso es….
Los perversos dedos del hombre tocaron un punto recóndito y desconocido que provocó un estallido de placer que lo hizo sacudirse entre las sábanas.
- ¿Te gusta? ¿Verdad? He tocado tu próstata - La sonrisa de complacencia de Snape no le cabía en la cara.
La presión de los dedos se incrementó. Severus seguía masturbando a Harry con movimientos lentos y precisos. La irritación había cedido un poco, notaba el lubricante, caliente, chorreando entre sus nalgas. Iba a reventar de excitación:
- Severus, por favor, no puedo más….
Los negros ojos del hombre lo contemplaron con una malicia calculadora :
- ¿Qué es lo que quieres, Harry? Dime qué quieres.
- Lo que sea, Severus. ¡Lo que sea!
- ¿Quieres que te folle?
- Sí, Severus. Por favor, fóllame. Fóllame – Harry se relamió con esa palabra en los labios.
Entonces Snape alcanzó la varita que había dejado en la mesilla y apuntó a la entrada prieta y sonrosada de Harry:
- Con este hechizo te dilatarás un poco. No quiero hacerte daño.
Extendió el lubricante con cuidado por su espléndida polla, colocó de nuevo la almohada debajo del culo tembloroso de Harry y le separó aún más las piernas. El chico nunca se había sentido tan expuesto, pero tampoco había sentido ese encendido deseo de ser penetrado.
Harry contuvo la respiración cuando la punta redonda, húmeda y dura intentó abrirse paso por su estrecho canal, pero se quedó sin aliento cuando un dolor lacerante le rasgó por dentro. Instintivamente, empujó al hombre, apartándolo:
- ¡Sal! Sal, por favor………..
Harry jadeaba dolorido, ofuscado. Se le habían saltado las lágrimas. No había podido imaginar que aquello pudiera ser tan difícil. No se atrevió a mirar al hombre a la cara. Severus besó con ternura sus ojos.
- ¿Confías en mí, Harry?
- Con toda mi alma.
- Entonces, entrégate. Ríndete. Relaja tu cuerpo y déjame penetrarte.
Snape volvió a acariciarlo, despacio, depositando dulces besos en su cara y en su cuello. Había un ligero temblor en sus brazos, como si estuviera reprimiéndose, como si refrenara el impulso de asaltarlo como una fiera hambrienta. Pacientemente, volvió a practicar el hechizo y depositó más lubricante en su polla y en la fruncida entrada de Harry, que masajeó con cuidado, como si fuera una herida.
- Sólo hay que pasar el círculo de músculos, luego será más fácil. Un poco de dolor y después te daré mucho placer. Te lo prometo.
Esta vez, notó cómo el hombre lo penetraba lentamente, sin apartar de él sus ojos, poseyéndolo con la mirada. El dolor era soportable, Harry se esforzó en relajarse. Poco a poco, Severus consiguió penetrarlo del todo, provocando que se sintiera extrañamente lleno. Colocó las piernas de Harry alrededor de su cuello y dejó caer el peso de su cuerpo. Harry nunca se había sentido tan unido a alguien. Se fundieron en un beso líquido y ferviente.
Severus comenzó a moverse con suavidad dentro de él. Todos sus músculos parecían estremecerse. Se contenía como un luchador antes de entrar en combate. Los ojos le ardían.
Las manos del hombre se clavaron a sus caderas. Harry notaba su polla deslizarse fluidamente dentro de él, arrancando aún pequeños destellos de escozor. Los lametones de Snape en sus pezones, el aliento abrasador en su cuello, los gemidos graves y ahogados del hombre acabaron por vencer a Harry del todo. Era como si se consumiera a fuego lento. Severus cambió el ángulo de sus movimientos y Harry vibró de éxtasis por todas las partículas de su cuerpo. Oyó los susurros entrecortados de su amante:
- Harry… siénteme. Estoy dentro de ti. Te estoy follando… eres mío…
Aquellas palabras le hicieron perder la cabeza. Severus incrementó el ritmo, aumentó la fuerza de las embestidas. Estaba perdiendo el control. Empezó a masturbar a Harry enérgicamente. Harry sintió que se derretía, como si su carne se fundiera con la del hombre. Su mente y su cuerpo palpitaban de gozo cada vez que Snape golpeaba su próstata. Sin darse cuenta, gemía cada vez más, cada vez más alto, más descontrolado, más ciego. La mezcla del intenso placer aguijoneado por las notas remanentes de dolor lo dominaba, lo emborrachaba. Notaba cómo todo su cuerpo se iba tensando preparándose para estallar. Un aliento de fuego lamia sus oídos:
-… Tan caliente….tan apretado… tan dulce… tu olor… No voy a aguantar mucho.
Severus lo atacaba ya sin miramiento ninguno, estimulando la polla de Harry en armonía con sus acometidas. Empezaron a luchar por llegar al orgasmo. Harry notó cómo se le hinchaban los testículos y se abrazó a él, pegándose a su piel sudorosa, hasta que los espasmos de placer lo avasallaron y el orgasmo más violento de su vida se apoderó de él. Agitándose y entre gritos sofocados se corrió en las manos de Snape, derramando semen caliente sobre su estómago, salpicando los hombros y la cara del hombre.
Derrotado, tratando de recuperar el aliento, aún tuvo una chispa de excitación, cuando Severus le hizo saborear su propia leche besándolo viciosamente, impregnando su lengua del sabor acre y áspero de su semilla. Aquello debió de desbordar el goce del hombre, porque tras una última embestida brutal, se apretó contra él salvajemente y se estremeció hasta quedar inmóvil.
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Capitulo 9Epilogo