Capítulo 9. Kreacher.Había perdido la cuenta de los días que habían pasado; quizás más de una semana, tal vez, dos. Lo único que quería era quedarse en su cama hecho un ovillo. Estaba extenuado y entumecido hasta la médula. Como una masa blanda y sin huesos, incapaz de moverse.
La casa era ahora como un enorme dementor: fría, oscura, amenazante; con sus cabezas de elfos cortadas, los picaportes de serpientes, los decadentes muebles, las alfombras raídas y descoloridas. Había hecho algún intento de salir de la habitación, pero le pareció un esfuerzo enorme, como si tuviera que mover una montaña.
Sólo en el cubículo de su cama, se sentía a salvo. En algún momento, había sentido remordimientos por la manera en la que había gritado a Kreacher para que no entrara allí y lo dejara en paz. Pero, aparte de eso, era incapaz de sentir nada. Llevaba días sin comer, pero ya no tenía estómago. Si intentaba pensar en algo agradable, recordando buenos momentos con la intención de animarse, tenía aquella sensación de estar viendo una película, como si entre él y todo lo demás, real o no, pasado o presente, hubiese un cristal que lo mantuviera aislado. Sólo quería dormir…
A pesar de las advertencias, Kreacher entraba sigilosamente en la habitación, como esperando que algo cambiara. Observaba unos instantes a su amo y, cuando se daba cuenta de que no necesitaba nada de él, se marchaba tan silenciosamente como había entrado. Pero esta vez, fue diferente.
- “Amo Harry….”
- “Kreacher, por favor, déjame. No quiero nada, vete”.
- “Pero, es que….”
Harry estaba muy cansado, lo agotaba el esfuerzo de hablar:
- “Kreacher….te lo pido por favor…no insistas. No quiero comer nada, sólo quiero descansar”.
Kreacher se acercó a la cama. Sus grandes ojos llorosos reflejaban temor:
- “Amo Harry no debería estar así. Kreacher sabe. Kreacher ha visto cómo el amo Snape miraba al amo Harry”.
A Harry le dio un vuelco el corazón y se removió en la cama. Fastidiado por la insistencia del elfo; pero sin fuerzas para enfadarse con él, le replicó:
- “Kreacher, no hay nada en esas miradas. El amo Snape siempre me ha mirado así.”
- “¡Pero Kreacher sabe!”- repitió el elfo entre sollozos.
Conmovido por la fidelidad del elfo y tratando de evitar una discusión que le hiciera estallar la cabeza, Harry cedió:
- “¿Qué sabes, Kreacher?”.
- “El amo Snape, hace tiempo, cuando mi amo Regulus estaba vivo, venía aquí a veces con él”. Eran amigos, muy amigos” – Kreacher paró para tomar aliento y susurró“- más que amigos….”
Harry sintió que, en algún lugar recóndito de su cuerpo, su corazón había vuelto a latir, pero temblaba, como asomándose a un precipicio…
- “¿Estás seguro de que eran más que amigos, Kreacher?. Eso es imposible”.- dijo con un hilo de voz.
- “Kreacher no sabe con seguridad; pero cuando la familia estaba fuera se encerraban en la habitación” – y, con voz misteriosa, como si estuviera hablando de una terrible maldición, añadió – “Dormían en el mismo cuarto”.
El corazón le palpitaba en las costillas, la cabeza le empezaba a doler, quería que aquello tuviera algún sentido. Pero aún así…
- “Kreacher, no sé si Snape tuvo alguna relación con Regulus, pero no creo que esto tenga que ver conmigo. Nunca se ha interesado por mí, ni siquiera sabe quién soy” – Las palabras le dejaron un gusto amargo como la hiel en la boca.
Entonces, el elfo se puso a dar vueltas por la habitación. De pronto, se paró en seco, como si hubiera encontrado lo que andaba buscando. Harry miró pasmado cómo el elfo cogía el diario de encima del escritorio y se lo ofrecía emocionado:
- “El amo Harry tiene que escribir en su diario, tiene que escribir…”
- “Kreacher… no quiero escribir nada, no tengo ganas. Basta, por favor, déjame…”.
Pero el elfo puso el diario encima de la cama, miró a Harry con una atormentada expresión de aflicción y las lágrimas empezaron a resbalarle por el hocico.
- “Haga caso a Kreacher, amo Harry… por favor…”
Los lloros de Kreacher lo turbaron. Sintiendo tanta lástima por el elfo como la que sentía por sí mismo y deseando con todas sus fuerzas que lo dejara solo, cogió el diario.
- “El amo tiene que escribir lo que le dice Kreacher”- A Harry se le escapó un bufido de exasperación.
- “Está bien…”. Con gran esfuerzo, se incorporó en la cama, agarró la pluma que le ofreció Kreacher y esperó el dictado – “Díme lo que quieres que escriba”.
- “Querido profesor …”- Harry miró atónito a Kreacher, con un repentino deseo de estrangularlo. Una cosa era que supiera de la existencia del diario, pero otra muy distinta que hubiera tenido la osadía de leerlo. El elfo pareció darse cuenta porque lo miró con los ojos desorbitados de desesperación:
- “¡Kreacher quiere ayudar al amo Harry!.¡Kreacher sabe!” – y empezó a darse golpes contra la mesilla.
Con las pocas energías que le quedaban, Harry lo despegó del mueble, jadeando. Ya no podía más:
- “Kreacher, me rindo. Escribiré lo que quieras. Pero prométeme que luego me dejarás dormir”.
El elfo lo miró, mucho más animado, secándose las lágrimas:
- “Querido profesor. Desde que usted se ha marchado, ya no salgo de mi dormitorio. No he probado bocado desde que usted se fue. No tengo interés por nada. No leo las cartas que me mandan mis amigos y no me gusta que Kreacher entre en la habitación. No tengo ganas de lavarme. No hago otra cosa que estar en la cama. Y cuando consigo dormir, me paso la noche llorando en sueños…”
Harry se quedó parado:
- “¿Lloro dormido?”.
Kreacher asintió con la cabeza y, como para cargarse de razón, añadió:
- “Y se mueve mucho en la cama. Y dos veces se ha metido sonámbulo en la habitación del amo Regulus”.
A Harry le tembló la pluma en la mano.
- “¿Algo más?”. Preguntó.
- “Sí, lo más importante. Amo Harry tiene que escribir que cree que se está muriendo, pero que no le importa”.
Harry intentó rechazar esa idea, disgustarse con Kreacher por semejante barbaridad, rebelarse ante algo tan terrible, pero un eco en un rincón de su mente, en el que no se atrevió a mirar, le dijo que había algo de cierto en las palabras del elfo. Escribió la fatídica frase y cerró el diario. Pero Kreacher había desaparecido.
Del profundo sueño el que había caído tras atender las insólitas demandas de Kreacher, lo despertaron unos alaridos espantosos que provenían del vestíbulo. Antes de que le diera tiempo a sentarse en la cama, la puerta del dormitorio se abrió como si la hubiesen reventado con una bomba.
Snape entró en la habitación, fuera de sí, sus ojos centelleaban de furia, tenía el pelo alborotado y las facciones endurecidas. Parecía echar espuma por la boca.
- ¡SAL AHORA MISMO DE ESA CAMA, ESTÚPIDO!. ¿Cómo puedes ser tan inconsciente, muchacho?. ¿Así es como compensas a tu madre el sacrificio que hizo por ti? ¿Así pagas la muerte de Dumbledore?, ¿ASÍ ME AGRADECES TODO LO QUE HE LUCHADO PARA QUE SOBREVIVIERAS?.
El hombre se lanzó sobre la cama. Estaba muy alterado, jadeaba acaloradamente. Harry, conmocionado por aquella aparición repentina y violenta, se encogió contra el colchón. Una punzada de terror lo sobrecogió cuando Snape lo agarró de los brazos, con una fuerza descomunal, para sacarlo del lecho. Asustado, trató de desasirse de él, pero estaba muy débil. Sacó fuerzas de donde pudo y la emprendió a patadas contra el pecho del hombre, que lo soltó.
- “¡Váyase! – gritó con el corazón roto en la garganta - ¡Váyase! ¡Déjeme solo!.
Snape lo miraba consternado. Por primera vez, Harry vio una clara expresión de dolor en su rostro. El hombre se pasó las manos por la cara y por el pelo, como si quisiera arrancárselo.
- ¿Cómo iba a imaginar que harías una cosa así? – dijo, lamentándose.
Harry estaba agitado y confundido y entre todas las cosas que no entendía, una era la que más lo desconcertaba:
- “¿Cómo…? ¿Cómo ha sabido que yo…?”- preguntó.
Snape, tras rebuscar entre sus ropas, sacó un cuaderno con tapas envejecidas y, abriéndolo casi por el final, leyó:
-“Querido profesor. ….Creo que me estoy muriendo, pero la verdad es que no me importa”.
Harry se quedó casi sin respiración. Una corriente sofocante de vergüenza y estupor se expandió por todo su cuerpo hasta llegar a la raíz de sus cabellos. Quiso que la tierra se lo tragara.
- “Eso es … privado, es personal, es…..No tiene derecho …” – musitó.
- “¿Que no tengo derecho?, ¿privado?”– dijo Snape con una familiar mueca de desdén – “No para mí” – Y abriendo el diario por otra de las páginas, siguió leyendo- “Querido profesor, usted no sabe lo que me está haciendo ¿verdad?, me está volviendo loco…Está dirigido a mí, así que puedo leerlo”.
- “¡Devuélvamelo! ¡Es personal! ¡Es mío!”.
- “No muchacho”.– Dijo Snape, apretando el cuaderno contra su pecho como si fuera algo muy valioso – “Éste es mío. Es una copia mágica que hice del tuyo”.
- “¿Desde cuándo tiene esa copia, Snape? ¿Por qué?”. - La perplejidad y el bochorno de Harry ya no le cabían en el cuerpo.
- “En cuanto pude levantarme, lo registré todo otra vez” – y mirándolo con reproche, continuó- “Las noticias decían que me iban a hacer un juicio y tú andabas cabizbajo y mohíno por la casa, como un fantasma, sin mirarme a la cara. *Pensé que no me merecía la pena sobrevivir.” – y con aire de triunfo, añadió - “No me fue difícil encontrarlo, ni siquiera te tomaste la molestia de cerrar con un hechizo el cajón del escritorio en el guardas una revista pornográfica.”
Harry se sintió desnudo, expuesto. El hombre había tenido acceso a su intimidad casi desde el principio. Había leído todo lo que él había confiado a aquel cuaderno. Snape nunca había desaprovechado la menor ocasión para humillarlo, pero esto era demasiado. A punto de echarse a llorar de impotencia, le espetó:
- “¿Lo ha encontrado divertido, profesor?”.
En ese momento, Snape, que aún aferraba el diario, se sentó en la cama, a una distancia prudencial de donde Harry tiritaba hecho una madeja. Lo taladró con los ojos, como si quisiera llegar a lo más profundo de su ser:
- “Al principio, confieso que sí. Me pareció perfecto para amenizar el tedio de verme obligado a estar en esta casa. Pero después… descubrí cosas sobre ti que nunca hubiera creído”. – Se acercó un poco más a Harry y su voz se volvió más cálida, casi como una caricia – “No tenía ni idea de cómo era tu vida con Petunia. Y… “- hizo un gesto de desagrado – “tengo que reconocer que el viejo siempre tenía razón, pero yo no le quise escuchar. He estado profundamente equivocado contigo, Harry”.
Harry sintió un espasmo al oír su nombre. Snape abrió el diario sobre su regazo y pasó sus dedos por las páginas, como con devoción. Y, con voz melosa y susurrante continuó:
- “Me impresionó tu sacrificio, pero no conocía tu generosidad ni tu lealtad. Me…conmovió tu inocencia, después de todo lo que has pasado. No esperaba la extraordinaria facilidad con la que me has perdonado y mucho menos esa pasión tuya con la que has conseguido que el Ministerio me absuelva de todos mis crímenes”.- Hizo una pausa que a Harry le pareció eterna y de manera solemne añadió – “Nadie ha estado nunca enamorado de mí”
Su mirada se hizo aún más profunda. Harry temblaba como una hoja. Una lágrima abrasadora le resbaló por la mejilla. Snape se acercó aún más y, como si hiciera un gran esfuerzo, murmuró:
- “No tenías que haberme hecho volver. Que tu madre me perdone”.
El hombre recogió la lágrima de Harry entre sus dedos, acariciándole la mejilla e, inclinándose sobre él, lo besó suavemente en los ojos y en la boca. El cerebro de Harry tardó en procesar la información, pero dio un respingo en cuanto fue consciente de que Snape lo había besado en los labios. Cuando el hombre se apartó, su mirada debió de ser de total confusión, porque sonrió con ironía:
- “¿Creíste que lo sabías todo de mí?- dijo levantando mucho su ceja izquierda- ¿Sólo porque te conté lo necesario para ganarme tu confianza? “Típico de ti. ¿Cómo era? – Snape volvió a sujetar con fuerza el diario – “Ah, sí. Es imposible que sienta deseos por mí, profesor” – En sus ojos apareció un salvaje y perverso destello –“Eres deliciosamente inocente, Harry. Soy bisexual”
Al oír aquello, Harry bajó de la nube en la que había estado desde el momento en que Snape lo había tocado.
- “Pero usted… mi madre…”
La mención de Lily devolvió la severidad al rostro del profesor:
- “Nunca dejé de amarla”.- “Pero no pensarás que me mantuve célibe desde que salí del colegio. No tuve muchas oportunidades pero, al menos”…- La malicia volvió a brillar en sus ojos –“ .. fueron variadas”.
La mente de Harry se esforzaba en tratar de encajar las piezas:
- “Kreacher me ha dicho que Regulus y usted tenían una relación”.
- Pobre Regulus. Era noble, pero demasiado idealista. Sí, él fue quien me enseñó ciertos placeres prohibidos. Y tú…”-siguió, abrasando a Harry con la mirada- “Esas inflamadas promesas tuyas” – *volvió a blandir el diario- “que llegaron a quemarme entre los dedos…”
Esta vez, Snape sujetó a Harry de la barbilla y lo besó apasionadamente. El chico sintió que todo el cuerpo se le incendiaba.
- “Pero entonces, ¿por qué se marchó? “ – preguntó Harry al que se le escapó en la voz el atroz dolor que tenía tan reciente.
La cara del hombre, que había recobrado la compostura, se ensombreció:
- “No has pensado en las consecuencias, ¿verdad?. No, tú no has pensado en eso. Sigues siendo cabezota, impulsivo, imprudente. ¿Te has parado a pensar en qué dirán tus amigos? ¿Qué opinarán Arthur y Molly? ¿Qué creerá Kingsley?. Soy mucho mayor que tú, un ex mortífago, un ex espía, ¡un asesino!.”
- “Nada de eso me importa”- dijo Harry mansamente.
- “Me he dado perfecta cuenta” – dijo Snape, echando una mirada crítica a Harry y a la cama – “No creí que tus sentimientos fueran tan fuertes”- El hombre suspiró, como aliviado – “Tuve que reunir todas mis fuerzas para salir de aquí, pero ahora…no voy a ser capaz”
Harry rodeó a Snape con sus brazos y ahora fue él quien besó al hombre con arrebatada pasión
Snape lo contempló largamente como si fuera lo más fascinante que hubiera visto nunca.
- “Estás hecho un asco, Harry. Ven aquí”-
Lo ayudó a levantarse de la cama. En sus brazos, Harry sintió que un dulce calor resucitaba todo su cuerpo. El hombre lo condujo con cuidado hasta el cuarto de baño. Harry se *sentía ligero como una pluma y un poco mareado. Al llegar a la ducha, Snape le quitó lentamente el pijama y Harry sintió que flotaba.
Cuando el agua caliente lamió su cuello y su espalda, se estremeció y empezó a tambalearse, las piernas no lo sostenían. Snape lo agarró con sorprendente fuerza de la cintura y se puso a bañarlo como si fuera un niño pequeño. Harry cerró los ojos y se entregó a aquella maravillosa sensación de la que no quería despertar.
El hombre lo sacó de la bañera, manejándolo como si fuera un muñeco de trapo. Harry sintió un golpe de magia en la cara y la barba de tantos días aciagos desapareció por encanto. Otra ráfaga mágica más y notó un suave frescor de menta en la boca. Snape lo apretó entonces contra su cuerpo y lo besó con ansia. Una lengua incandescente y vigorosa se abrió paso entre sus labios y a Harry se le aflojaron las rodillas. La mente le ardía con el mismo fuego que la piel. Dejó que el hombre amasara su cuerpo, como moldeándolo con sus manos. Harry se quedó suspendido de aquellos labios que lo quemaban. Se apretujó contra el hombre, luchando por sentirlo entero.
Un ronroneo de placer le acarició los oídos, como un guante de terciopelo:
- “Shhhhh….calma, Harry. Tenemos que esperar a que recuperes las fuerzas”.
Con pereza, se *apartó del hombre y abrió los ojos. Snape tenía razón. El vértigo lo aturdía, pero su cuerpo debilitado no acababa de responder.
Kreacher había aprovechado el momento y limpiado la habitación. Ya ajustaría cuentas con él, ahora estaba demasiado ocupado en consumirse bajo la candente mirada de Snape y en asimilar con la poca resistencia que le quedaba lo que estaba pasando.
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