La Mazmorra del Snarry
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.

La Mazmorra del Snarry


 
ÍndicePortalÚltimas imágenesRegistrarseConectarseFacebook
La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 El Diario. Capitulo 3. El Ministerio.

Ir abajo 
AutorMensaje
Rowena Prince
Aprendiz de vuelo
Aprendiz de vuelo
Rowena Prince


No tienes logos aún.
Femenino Cantidad de envíos : 350
Fecha de nacimiento : 08/09/1968
Edad : 56
Localización : Madrid
Galeones Snarry : 16982
Fecha de inscripción : 12/08/2010

El Diario. Capitulo 3. El Ministerio. Empty
MensajeTema: El Diario. Capitulo 3. El Ministerio.   El Diario. Capitulo 3. El Ministerio. I_icon_minitimeLun Ene 17, 2011 6:43 pm

EL DIARIO. Capítulo 3. El Ministerio.

Cuando se despertó, se dio cuenta de que estaba en la habitación de Sirius y lo invadió una profunda nostalgia al contemplar los descoloridos estandartes de Gryffindor y los pósters amarillentos. En el suelo, aún estaban los pergaminos, los libros y otros objetos esparcidos por la alfombra, de cuándo Snape había registrado la habitación. Se encontró a Kreacher en la puerta, con una bandeja en la que había colocado lo que parecía un espléndido desayuno, pero antes que nada, atravesó el descansillo y pasó a habitación de Regulus, lo que provocó un gesto de disgusto del elfo, al que Harry oyó rezongar por lo bajo como maldiciendo.

Snape seguía inconsciente; pero tenía mejor color. La respiración era ahora sonora y profunda y su pecho subía y bajaba lentamente. Una gruesa venda cubría su cuello. A Harry le sonaron las tripas, tenía un hambre de lobo, y siguió el rastro del delicioso aroma de los huevos fritos hasta la cocina.

Los días siguientes se le pasaron volando. La señora Pomfrey le dio toda clase de explicaciones sobre cómo se debían administrar las pociones a un paciente inconsciente que, mediante un hechizo, podía así abrir la boca y tragar. Lo que más le sorprendió, sin embargo, fue el encantamiento que le enseñó para la higiene del paciente, algo así como un baño mágico para el que no era necesario ni quitarle la ropa ni tocarlo, sólo pasar la varita suavemente mientras se pronunciaban las palabras adecuadas.

La enfermera insistió en la importancia de eliminar el veneno de Nagini ya que era lo que le mantenía en aquel estado comatoso, así que tenía que darle algunas de las pociones que había preparado el propio Snape. Había que cambiarlo de postura para que la piel no se ulcerara. Era más complicado poner la venda adecuadamente en la herida, con cuidado de que el ungüento para cicatrizar no se moviera de aquel desgarro que parecía una brecha enorme y supurante.

Kreacher, que estaba más animado y solícito que nunca, se afanaba por limpiar y poner orden en la lúgubre y mugrienta casa, le hacía reverencias cada vez que lo veía y le preparaba una comida tan exquisita y elaborada que podría haber rivalizado con los banquetes de Hogwarts.
Lo pilló hablándole al retrato de la señora Black, en lo que parecía una conversación conspiratoria, moviendo sus orejas de murciélago y estremeciéndose como de emoción entre murmullos, mientras agitaba las manos como dando explicaciones. Harry prefirió no averiguar de qué habían estado hablando pero, para su sorpresa, no tuvo que preocuparse por mantener cerradas las cortinas del cuadro. No volvieron a abrirse y ya no tuvo que hacer callar a la señora Black.

Como el goteo de una incesante lluvia, llegaban a la casa cientos de lechuzas con más y más cartas. Llegó a abrir las primeras, la mayoría de ellas de admiradoras, otras de periódicos y revistas, incluido El Profeta que le había enviado varias, una procedente de una asociación extranjera de magos e incluso una amenaza anónima; pero como no estaba dispuesto a dedicar a esa tarea su tiempo y su energía, encomendó a Kreacher que le avisara si había algo de interés.

Finalmente, fue el propio Ministro en persona quien llamó al timbre. Acudió a Grimmauld Place para darle una citación. El Ministerio había creado una comisión de investigación, paralela a los juicios contra los detenidos, en la que se pretendía esclarecer todos los hechos que habían desembocado en la derrota y desaparición de Lord Voldemort y de su reino de terror. Kingsley contaba con su testimonio crucial y se ofreció a darle toda clase de facilidades. Esperaba también que, si Snape se recuperaba, podría aportar información trascendental.

Además, le entregó otra carta: los señores Weasley le comunicaban la fecha y el lugar de celebración de los funerales de Fred, Lupin y Tonks. Cuando aún no se había recuperado de la tensión de tener que acudir al Ministerio para contar lo ocurrido, se le hizo un nudo en la garganta. Kingsley tuvo la amabilidad de eliminar las trampas que el malogrado Ojoloco había puesto en la casa y que, irónicamente, no habían servido para evitar que Snape permaneciera ahora allí, ajeno a todo lo que había pasado.

Acudir al funeral fue como despojarse por unas horas de un manto protector semejante a la capa de invisibilidad. Pero aquella sensación de estar a la intemperie, se le pasó en cuanto Ron y Hermione se acercaron a él. Se sintió reconfortado en lo más íntimo de su ser cuando lo abrazaron. Después de ellos, lo rodearon Ginny y sus padres y detrás, George, Bill y Fleur. La señora Weasley se abalanzó sobre él y lo estrujó entre sus brazos, de nada le sirvió ser un poco más alto ahora que ella. Durante unos instantes, todos se miraron, sin decir palabra. Ginny tenía los ojos rojos, el señor Weasley estaba pálido y su cara era como una máscara. George parecía ausente, pero la señora Weasley era la viva imagen de la desolación. En sus ojos había un dolor agudo y profundo que atravesaba a quien la miraba.

Avanzaron en silencio hasta las hileras de sillas y se sentaron en la primera fila. Un mago alto y delgado entonó una letanía monótona y lastimera. La señora Weasley empezó a sollozar. Harry tenía el estómago encogido. Al ver los ataúdes, lo sobrecogió una intensa sensación de vacío y tuvo que hacer un esfuerzo de concentración para ahuyentar de su mente los recuerdos que lo unían afectivamente a aquellos a los que habían venido a despedir. Había mucha gente que no conocía, algunas caras le sonaban de la boda de Bill y Fleur. Vio, al lado de Kingsley, a Andrómeda Tonks, que sostenía al pequeño Ted en brazos. El bebé jugaba con el pelo de su abuela y reía alborotado y feliz cada vez qué esta le quitaba un mechón de sus manitas. La vida continuaba.

- “¿Sabes que no han encontrado el cuerpo de Snape?”- le susurró Ron.

- ““¿Y?”

- “Bill me ha dicho que lo han buscado en la Casa de los Gritos, en Hogsmeade, por los alrededores, e incluso en Hogwarts, pero nada. Quizás lo robaron los mortífagos. Puede que quieran vengarse de él después de muerto”.

A Harry se le aceleró el pulso:

- “No creo que eso sea importante, Ron”- dijo tratando de mantener la calma.

- “¡Harry! – saltó Hermione indignada - ¡¿cómo puedes decir eso?! Creí que tenías mejor opinión de él después de todo lo que nos contaste sobre las memorias que te dio”.

Lo conmovió una arrolladora sensación de cariño y gratitud hacia Hermione:

- “Ya no pueden hacerle daño, Hermione. Snape ha dejado de sufrir”.

El asiento era muy incómodo, ya no sabía en qué postura ponerse, parecía que lo estuvieran pinchando con alfileres invisibles. Sentía la impetuosa necesitad de compartir con sus amigos la verdadera suerte de Snape, ponerles al corriente de lo que había pasado en realidad, pero una extraña sensación de culpabilidad lo detenía. Se volvió hacia Ron, en un intento de hablar con él, pero cuando vio cómo su amigo se acurrucaba en el hombro de Hermione y cómo ésta le acariciaba el pelo, consolándolo, cambió de idea.

Tras la ceremonia, todos querían que fuera a La Madriguera. Pasó un mal rato tratando de buscar excusas para volver a Grimmauld Place. Sintió una punzada de remordimiento ante la insistencia de Ginny, que no se había apartado de su madre. Hermione le preguntó, al menos dos veces, si estaba bien, mirándolo con los ojos entrecerrados y, finalmente, Arthur Weasley medió en su favor entendiendo que tuviera ganas de estar solo y de que no lo atosigaran.

Ya en Grimmauld Place, retomó su tarea de cuidar al paciente. Con ayuda de Poppy, había agrandado la vieja cama y Kreacher, sin que nadie le dijera nada, se había esmerado en que los decrépitos muebles, las vetustas cortinas y la raída alfombra no tuvieran ni una mota de polvo.

Le resultaba extraordinariamente chocante que su antiguo profesor, al que había odiado y temido, estuviera ahora en sus manos, tan indefenso. Siguiendo las precisas instrucciones de la señora Pomfrey le pasaba el encantamiento limpiador y cambiaba el vendaje todos los días. Pudo comprobar por sí mismo la gravedad de la herida. Los dientes de Nagini habían lacerado la carne y la habían abierto en cortes irregulares, amoratados e inflamados.

Aquella mirada oscura y fulminante dormía inofensiva bajo los gruesos y pálidos párpados. Sus duras facciones estaban ahora relajadas y su expresión era pacífica. Parecía una figura de cera. Sólo la respiración profunda y rítmica lo mantenía conectado a este mundo. Harry se fijó en sus manos, grandes, fuertes, con dedos largos y elegantes. Pero lo que más le llamaba la atención era su boca. Nunca se había percatado de que Snape tuviera esos labios gruesos, carnosos. Encontraba aquella boca insinuante, sorprendentemente sensual y caía en la tentación de acariciarla, entre excitado y temeroso. El pelo, antes grasiento y sucio, dejaba una sensación sedosa y agradable entre los dedos.

La visita al Ministerio fue un verdadero suplicio. Kingsley lo esperaba en el Atrio, que vibraba lleno de gente que entraba y salía de las chimeneas doradas. Estaba inundado de luz, brillante, radiante. Por todas partes se oían voces alegres, conversaciones animadas, risas. Podía respirarse en el aire la alegría y la despreocupación, como si todo aquel festivo bullicio hubiera estado burbujeando, esperando el momento de estallar cuando se quebrara la losa que lo aplastaba. Kingsley iba acompañado de otros dos magos, tan altos y corpulentos como él, que rodearon a Harry, escoltándolo y escondiéndolo de aquel torbellino humano de celebración. Cuando entraron en un ascensor vacío, Harry sintió una renovada confianza por el antiguo miembro de la Orden y se tranquilizó.

Oyó la voz fría y mecánica del ascensor y salieron a un pasillo despejado y oscuro, camino de las mazmorras en las que se ubicaban las salas de juicio. Kingsley lo condujo a una de las puertas y cuando la atravesó, sintió que se clavaban en él decenas de miradas ansiosas. Una oleada de murmullos lo aturdió. Se vio en una estancia circular, muy semejante a aquella en la que le juzgó el Wizengamot por los dementores de Privet Drive, pero mucho más grande. Estaba en penumbra y sólo distinguió sombras. Sólo había luz en el centro, sobre una silla, frente a la cual se erigía una tarima elevada. Kingsley lo invitó a sentarse y se dirigió a presidir la tarima.

Sintió un ligero mareo. Le pareció estar en medio de un escenario. Durante la hora siguiente, expuso como mejor pudo todos los acontecimientos recientes. Cuando mencionó los horcruxes de Voldemort toda la sala se estremeció y se hizo un silencio sepulcral. Harry resumió su búsqueda y cómo, con la ayuda de Ron y Hermione, consiguió destruirlos. Todos menos uno. Pero cuando ya iba a abordar su llegada a Hogwarts tras la diadema de Rowena Ravenclaw tenía la boca seca y pidió un vaso de agua. Entonces, la bruja que estaba a la derecha de Kingsley, y que a Harry le pareció Hestia Jones, le susurró algo al Ministro, que hizo un ademán a uno de sus secretarios.

Ante su mirada de confusión, Kingsley le hizo un gesto para que se acercara a la tarima y le propuso, para sorpresa de Harry, que vertiera sus memorias en un pensadero. Así todos verían claramente sus recuerdos de la última batalla y le resultaría menos fatigoso su testimonio. Harry comprendió exactamente lo que el Ministro quería decir cuando, siguiendo sus indicaciones y azorado por un par de intentos fallidos, consiguió extraer sus memorias. Kingsley agitó su varita sobre el pensadero y de éste salieron las imágenes como de un inmenso proyector.

A pesar de no haber hecho el esfuerzo físico de declarar, contemplar todo lo intensamente vivido, lo dejó agotado. No veía el momento de salir de allí. Entre la multitud, distinguió las caras de los Weasley y de Hermione. Y en cuanto le permitieron levantarse de la silla, trató de acercarse a ellos, pero un grupo de gente avanzó hacia él, luchando por alcanzarlo y tocarlo. Los gritos histéricos de jóvenes brujas traspasaban el aire. Una cascada de flashes lo cegaba, había voces por todas partes llamándolo, sentía toda la atención puesta en él, un haz de miradas le impidieron moverse, como si lo sujetaran en el sitio con hilos invisibles. Lo atravesó el pánico a que los periodistas escribieran historias sobre él. Sofocado, jadeando por la presión que notaba en el pecho, salió en volandas escoltado por los dos guardaespaldas de Kingsley.

Corrió hacia donde estaban Ron y Hermione, ansioso por rodearse de caras conocidas. Los abrazó y los besó a todos. Tuvo la sensación de que acababa de salir de una pesadilla y las muestras de afecto de aquellos a los que amaba le devolvieron la seguridad y la cordura. Aceptó con gusto visitarlos cuanto antes y se comprometió de corazón a hacerlo. Sin embargo, se sintió raro cuando Ginny lo besó. El aroma floral que desprendía su pelo le pareció excesivamente dulzón y el contacto con su cuerpo le resultó blando, fofo. Tuvo una inexplicable sensación de estar a kilómetros de ella.

Los guardaespaldas de Kingsley lo acompañaron hasta la puerta de Grimmauld Place. Cuando traspasó el umbral, se sintió a salvo. Estar recluido en aquella casa era toda una liberación.




Capítulo 2

Capítulo 4
Volver arriba Ir abajo
 
El Diario. Capitulo 3. El Ministerio.
Volver arriba 
Página 1 de 1.
 Temas similares
-
» El Diario. Capítulo 5. El diario
» El Diario. Capítulo 10. La verdad.
» EL DIARIO. Capítulo 1. La piedra
» El Diario. Capítulo 7. El Club
» El Diario. Capítulo 4. El Pensadero.

Permisos de este foro:No puedes responder a temas en este foro.
La Mazmorra del Snarry :: Biblioteca de la Mazmorra :: Fanfics Snarry :: Fanfics de Rowena Prince-
Cambiar a: