La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 The Marked Man. Capítulo 28-I. Y a la cama-Parte I

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alisevv

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MensajeTema: The Marked Man. Capítulo 28-I. Y a la cama-Parte I   The Marked Man. Capítulo 28-I. Y a la cama-Parte I I_icon_minitimeMiér Nov 17, 2010 9:45 pm

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Harry debería haber disfrutado el banquete de la Ceremonia de Lecho más que las otras ceremonias, ya que no tenía líneas que recordar, y no había nada que firmar ni collar que ser atado. Lo único que tenía que hacer era comer, disfrutar con sus amigos, e ir a la cama. Bueno, ese detalle final era lo que estaba evitando que se relajara, por supuesto.

La comida de Remus no era nada especial, pero era sabrosa y todos disfrutaron de ella. Severus se mostraba relajado y comunicativo —para ser él— disfrutando con los brindis, riendo con los chistes de Remus, e incluso charlando amigablemente con Ron y Hermione. Remus estaba ejecutando admirablemente su papel como ‘Padre de la Novia’ honorario. Se pasó la noche sonriendo a Harry con un gesto tranquilizador, aunque el joven tuvo dificultades en devolver la sonrisa. No era bueno fingiendo; Severus y él estaban casados y pronto se unirían también en el sentido físico. Estaba tan nervioso que empezaba a sentirse enfermo.

Mientras los platos del postre eran retirados y Remus estaba proporcionando café y mentas para después de la cena, Severus deslizó su mano por un lado de la mesa y aferró la diestra de Harry, que el joven tenía posada sobre su muslo. Severus le sonrió, y Harry se preguntó por qué le estaba tocando por debajo de la mesa. Logró torcer los labios un poco y esperó que su ya esposo lo aceptara como una sonrisa. Su respiración se había acelerado y agudizado, y casi jadeaba de los nervios.

Severus había notado que su esposo estaba demasiado nervioso. Le había tomado la mano para tranquilizarle, para construir la conexión del enlace. Pero Harry estaba tan agitado que encontraba imposible comunicarse con él. Necesitarían mucha práctica para perfeccionar la mutua compenetración que requerían. Debían ser capaces de comunicarse telepáticamente y estar en armonía uno con el otro para poder lanzar la magia conjunta. De momento, estaban tan lejos de ese estado como era posible estar.

—Bien —comenzó Remus—. Todavía es temprano —apenas las nueve— pero debe ser hecha la bendición de la cama, así como debemos atestiguar que la feliz pareja se acuestan juntos, así que creo que sería buena idea que ustedes dos subieran a prepararse.

Harry se mostró alarmado. Severus se inclinó cerca de su oído y musitó suavemente:

—Sólo vamos a ponernos nuestra ropa de dormir.

El joven asintió mecánicamente. Podía hacer eso, no era gran cosa.

Severus se levantó y extendió su brazo; Harry se paró y lo tomó. Era incapaz de hablar; su lengua parecía haberse pegado a su paladar. Sentía como si todos estuvieran observándole, simpatizando con el pobre virginal de Harry Potter siendo conducido a la cama por un Mortífago. Era por una noble causa, igual que lo era todo en la vida de Harry, pero probablemente sería desagradable y difícil, justo como tendía a ser todo lo demás. Él parecía haber perdido completamente el optimismo de días pasados; ahora sólo se sentía como otra víctima en la lucha contra Voldemort.

Severus le guió fuera de la salita, cerrando la puerta tras ellos. Le hizo un gesto para que le precediera en las escaleras. Harry subió hasta la habitación de invitados, donde encontró su pijama sobre la cama individual donde solía dormir. Esa noche Remus la ocuparía, mientras él y Severus —¡Severus!— estarían en la cama doble de la habitación contigua.

—¿Está todo bien, Harry?

La pregunta le sobresaltó. ¿Severus habría notado su nerviosismo? Se dio cuenta que había estado callado durante todo el banquete, mientras los demás interactuaban como el equipo en el que rápidamente se estaban convirtiendo.

—Umm

—Todo está bien. Sé que eres virgen y debes estar asustado. Tomaré mi tiempo, Harry. No te haré daño si puedo evitarlo.

El joven le miró a los ojos por primera vez en la noche. Las palabras de Severus le habían serenado un tanto. Tenía que hacer esto, y era innegable que —de lejos— había hecho cosas peores, así que era tiempo de seguir con ello.

—Gracias, Severus —musitó, sorprendiéndose por la serenidad en su voz—. Lo sé.

Levantó sus manos hasta su túnica azul oscuro y empezó a desabotonar los broches. Las palabras de Severus al hablarle por primera vez sobre el proceso del matrimonio medieval hicieron eco a través de su mente: ’Lo que vamos a crear es el típico contrato de matrimonio medieval, que se usaba para enlazar dos facciones. El amor y el romance no están incluidos; estos son conceptos modernos.’Así que, cumplir su parte del contrato; en eso era en lo que debía concentrarse esa noche, se dijo, tratando de concentrarse en cada tarea como si sólo fuera un trabajo.

Se dio vuelta para dejar su túnica cuidadosamente sobre la cama. Severus estaba haciendo lo mismo y se encontraron uno al lado del otro en la pequeña habitación, llevando sólo su ropa interior. Severus estiró el brazo para apartar su túnica con cuidado, y los ojos de Harry fueron a parar en la marca. La Marca Tenebrosa. Harry se paralizó.

La vida de Severus había sido tan forzada como la suya. Había sido marcado por el Señor Oscuro antes de que él naciera, cuando era apenas mayor que su edad actual. Harry sabía que a veces la marca le causaba dolor, del mismo modo que su cicatriz le dolía a él. Entonces, era correcto que estuvieran allí juntos, luchando juntos. Se dio cuenta que debía haber muy pocos que comprendieran a Severus tanto como él lo hacía

Severus sintió la repentina rigidez del joven y notó el lugar dónde estaba clavada su vista. Tragó con fuerza. Harry sabía que él llevaba la Marca Tenebrosa, por supuesto. Pero la visión de ella siempre resultaba intensa, incluso para él mismo luego de tantos años.

—¿Harry…?

El chico se arrodilló frente a Severus y, alargando la mano, tomó el brazo de su esposo. Inclinó su cabeza y recostó su frente —su cicatriz— contra la marca tatuada. Ambos permanecieron quietos. El simbolismo no necesitaba palabras; estaban unidos por un sufrimiento común, y necesitaban una resolución común.

Cuando Harry levantó nuevamente la vista, observó que Severus le estaba mirando con algo parecido al sobrecogimiento. Besó suavemente la marca del brazo de su esposo. Severus, imitándole, se inclinó y besó la cicatriz de Harry, como confirmación de su perfecto entendimiento, antes de animarle a que se levantara.

Ahora, el joven notó que el pecho del hombre tenía múltiples cicatrices. Las anchas rayas que lo cruzaban estaban todavía rosadas, no eran cicatrices viejas.

—¿Qué te sucedió? —le preguntó, preparándose para escuchar alguna terrible práctica de los Mortífagos o algo así.

—Ah. Llámalo el costo de la muerte de Dumbledore, si quieres —contestó, bajando la mirada hacia su pecho. Su piel era pálida y el vello de su pecho escaso, así que las cicatrices eran crudamente evidentes. Severus aclaró—: El hipogrifo.

—¡Oh! —Harry hizo una mueca. Las garras de Buckbeak eran armas efectivas; no le extrañaba que Severus huyera cuando apareció el hipogrifo.

—De hecho —convino Severus—. Las curé tan bien como pude durante la persecución. No fue un tratamiento tan efectivo como en la enfermería, como puedes ver.

La vista de las cicatrices y el pensamiento de Severus huyendo malherido, además de emocionalmente atormentado, afectaron profundamente a Harry. No podía hacer esto; simplemente, no podía comportarse como si fuera únicamente un contrato, un asunto de negocios. Si Severus podía hacerlo, bien, era su problema, pero él no funcionaba de ese modo. Sabía que sentía algo por su esposo, aunque en ese momento no estaba bien seguro de lo que era. Admiraba a Severus, y no podía hacer todo esto de los besos y los abrazos de una manera fría, como si fuera alguna clase de trabajo.

Reanudaron sus preparativos; Severus se puso su camisa de dormir, Harry su pijama. Ambos habían conservado su ropa interior. Ya habría tiempo para lidiar con ese detalle muy pronto.

Harry se sentía más tranquilo. Había decidido comportarse de manera natural. Estaba convencido de que su esposo le comprendía. Creía que él también comprendía a Severus, probablemente mejor que nadie. Su ánimo había mejorado un poco ante la asunción de que iba a dejar de intentar comportarse de manera desinteresada; iba a hacer todo aquello que sintiera que era correcto. De todos modos, no tenía ningún conocimiento sobre el sexo, así que simplemente iba a hacer lo que Severus quisiera y lo que su cuerpo le pidiera.

>>¿Vamos a la cama?—preguntó el mayor, extendiendo su brazo como si le estuviera invitando a caminar por el jardín.

Harry sonrió.

—Es el único lugar para nosotros, vestidos como estamos —bromeó.

El hombre rió entre dientes y guió a su esposo para salir al pasillo y entrar en la habitación contigua. Remus, Ron y Hermione ya estaban allí parados, luciendo expectantes. Harry se sintió un poco idiota, caminando en pijama mientras esos tres estaban vestidos con su ropa de gala.

—Nosotros hemos venido a lanzar buenos hechizos sobre su lecho matrimonial —habló Remus—. Les deseamos fertilidad, riqueza y buena fortuna.

Los tres amigos avanzaron un paso, con las varitas extendidas, y lanzaron sus hechizos —Fertilidad, Opulencia y Fortuna— sobre la cama. Ron y Hermione retrocedieron, pero Remus aún tenía una tarea que completar.

>>En esta parte del mundo, el mar es de gran importancia. Hay una creencia mágica ancestral ligada a las criaturas del mar, en la que una de esas criaturas era buscada para bendecir las bodas. Yo invoco al espíritu de la foca —Halichoerus*— para que bendiga este matrimonio y brinde su protección, fuerza y tenacidad a esta pareja.

Remus hizo un gesto con ambos brazos, un complejo movimiento fluido, y gotas de agua brotaron de la punta de sus dedos. Harry se estremeció, recordando su experiencia la primera vez que llegó a Mablethorpe y caminó a lo largo de la extensa arena dorada para encontrar la foca muerta. Adiós, perro de agua, había dicho entonces, antes de ser golpeado por el extraño pensamiento de la profesora Trelawney, advirtiéndole que algo terrible iba a suceder: Es un presagio, Harry. ¡Una señal de muerte! Cuidado con el perro… el perro que vive en el mar… Por Merlín, estaba siendo supersticioso y tonto. Remus acababa de decir que el espíritu de la foca les bendeciría, ¿no?

Remus retrocedió y Severus se adelantó, empujando a Harry hacia la cama con suavidad. El joven salió de sus reflexiones y le siguió. Ambos treparon a la cama, aplastando los pétalos de rosa en su camino. Harry se sintió extraño mientras se sentaba al lado de Severus con los otros tres mirándoles como si fueran una exhibición fascinante. ¿Seguramente no estarían esperando a que ellos dos hicieran algo? Enrojeció ante el pensamiento de que pudiera haber entendido mal lo que estaba pasando.

Remus notó el rubor del joven y se compadeció de él.

>>Eso es todo, que pasen una buena noche —dijo alegremente, y el brillo regresó a sus ojos una vez más.

Severus y Harry se quedaron solos. El mayor hizo un movimiento con la mano y las luces se atenuaron. De inmediato, Harry se sintió más cómodo y se inclinó hacia Severus, quien deslizó su brazo alrededor de sus hombros.

—Pensé que no se irían —confesó el joven.

—Bueno, podrían haber estado allí parados toda la noche. Yo no veía la dificultad de mirar fijamente detrás de ellos.

—Hmm —aceptó Harry—. Tú siempre eres bueno mirando fijamente. Bueno, furiosamente, en realidad.

—¡Qué impertinencia! —gruñó Severus, y girando su rostro castigó a su joven esposo con un beso.

Harry se acercó más a él y se derritió con el beso. Era cálido y confortante estar acostados uno al lado del otro; no era una situación hiriente en absoluto. Relámpagos de excitación bajaron por su columna vertebral. Se aferró a Severus y disfrutó las sensaciones.

Cuando se separaron en busca de aire, Severus se encontró a sí mismo inmerso en los brillantes ojos verdes, sin desear apartar la mirada de allí. Se sentía tan bien, tan correcto, tener a Harry en sus brazos. Por supuesto que lo era; estaban casados, enlazados, y unidos por la sangre del modo más seguro posible. Susurró el hechizo para mostrar sus collares.

Los ojos de Harry se enfocaron en el cuello de su esposo. Su nombre brillaba allí. Severus era su esposo, eso era incuestionable. Estaban unidos tan firmemente —o quizás más firmemente— de lo que estaban unidos a Voldemort. Superarían ese enlace malvado con la fuerza de su propia unión.

>>Ahora que los demás se han ido, creo que podemos deshacernos de estás ridículas ropas de dormir —propuso Severus.

Mientras la cara del hombre desaparecía tras la tela de algodón gris que estaba sacando por su cabeza, Harry no pudo evitar reír entre dientes: en su opinión, el camisón de Sev ciertamente calificaba en la descripción de ‘ridículo’.

La cabeza del mago emergió al tiempo que lanzaba la prenda gris a la esquina del cuarto. “¡Y tanto trabajo para lograr un sitio romántico!”, pensó Harry, recordando los esfuerzos de Remus. Severus le miró intensamente.

>>¿Y por qué tú todavía estás vistiendo esa dolorosamente discreta ropa muggle? —preguntó, levantando las manos para empezar a desabotonarle el pijama.

Harry no pensó que se necesitara respuesta, se limitó a observar los largos dedos de su esposo deslizando los botones a través de lo ojales, abriendo gradualmente su camisa. Una vez que hubo desabotonado el último, abrió la prenda, revelando el lampiño pero musculoso pecho. El joven terminó el trabajo de sacarse la camisa y Severus la lanzó a la esquina junto con su camisón. Harry rió en voz alta.

—Nuestras ropas de dormir pueden tener su propia fiesta en la esquina.

Severus sonrió y dejó caer sus manos hasta el botón del pantalón del pijama de Harry. El joven jadeó al sentir esos dedos rozando su ombligo, y su piel se estremeció.

—Fuera con esos horribles pantalones, Harry. Sólo los muggles usan pantalones en la cama —bufó su desdén ante la peculiar ropa de aquellos que no vivían en el mundo mágico.

El chico levantó el culo y jaló sus pantalones hacia abajo. Severus les dio el mismo trato que al resto de la ropa y volaron por el aire con sorprendente elegancia, aterrizando encima del montón.

Severus se detuvo brevemente. Harry le estaba observando, respirando con dificultad. Era indudable que se estaba preguntando si su siguiente paso sería quitarse los interiores. El hombre decidió tomar la ruta del hombre sabio y retrasarlo un poco. Se inclinó en busca de otro beso. La boca de Harry era cálida, húmeda y muy dulce, así que no resultaba difícil pasan algo más de tiempo acariciándola, incluso aunque hubiera tentaciones mucho más dulces por ser descubiertas.

Harry estaba empezando a responder con entusiasmo. Severus sintió una calidez en el pecho; se dio cuenta que había extrañado estos despliegues de afecto. Obligó a su mente a no examinar las razones de eso, no de momento.

Los brazos de Harry rodearon el cuello de Severus, primero tentativamente y luego con más firmeza. La sensación de la carne cálida bajo sus manos era intensa. Su cuerpo parecía cobrar vida.

Las manos de Severus trazaban los brazos de su esposo, acariciando lentamente desde los hombros hacia los codos. Harry tembló, pero el hombre dudaba que fuera de miedo. El muchacho de ojos verdes se sintió impaciente y gimió en la boca de Sev mientras se besaban apasionadamente.

Severus apartó las cobijas, pateándolas hacia el pie de la cama. No tendrían necesidad de ellas durante un rato. Harry era delicioso al tacto: cálido, con buenos músculos ganados por sus actividades deportivas y de duelos, y tan receptivo. Donde quiera que sus manos tocaban, la carne joven temblaba bajo su tacto. Los gemidos de Harry dentro del beso alentaron a Severus. Empujó a su esposo hacia atrás y lanzó un Accio hacia el pote de fino lubricante que había dado a Remus para que lo dejara en la habitación, preparado para ellos.

Mientras caía sobre las almohadas, Harry escuchó el hechizo y vio el recipiente caer en la mano de su pareja. Sabía lo que era, y sabía que significaba que irían mucho más allá de lo que habían ido antes. Tragó el nudo que de repente apareció en su garganta.




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