alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: The Marked Man. Capítulo 23. Cómo destruir un Horcrux Miér Nov 17, 2010 9:23 pm | |
| El martes en la noche Remus sirvió una comida ligera a base de quiche y ensalada; todos estaban demasiado excitados para desear una cena abundante. Severus iba a llevar la poción Exanimae Dementorum y el ambiente era definitivamente optimista. Remus estaba interesado en ver qué sucedería cuando el relicario se hundiera en las profundidades del caldero de Severus. Todos ellos lo habían manipulado y sentido algo que emanaba del objeto. Harry se había visto especialmente afectado por su evidente poder, y se había sentido atraído y repelido al mismo tiempo. Remus no había evidenciado una reacción tan fuerte, pero entendía que Harry era mucho más sensible al relicario, dada su relación con Voldemort a través de su cicatriz. Con frecuencia, se encontraba preguntándose qué sería esa conexión y cómo funcionaría, y todavía no había dado con una respuesta que lo explicara totalmente.
—Creo que reventaré la tienda de la esquina y conseguiré algo de vino y cerveza —decidió Ron—. ¿Vienes, Hermione?
—Pienso que sobreviviré si pierdo esa experiencia, Ron —contestó con una suave sonrisa.
—Oh. ¿Harry, entonces?
—Sí, ¿por qué no? —contestó el aludido, y siguió a su amigo fuera de la casa.
—Pareces muy tranquilo esta noche —observó Ron.
—Sí. Es un poco extraño, no sé cómo sentirme acerca de la destrucción de este Horcrux —admitió Harry.
—Me parece bastante sencillo. Dejar caer el relicario en el caldero y retroceder —se encogió de hombros—. No le veo el problema. ¿Por qué te preocupa?
—No diría que estoy preocupado —contestó—. Es solo esta extraña y casi molesta sensación que siento cada vez que pienso en el relicario. No sé la razón.
—Estarás mejor cuando haya desaparecido, ya verás —le animó Ron—. Ahora, ¿qué prefieres, cerveza normal o lager?
Entraron en la tienda y Harry decidió que mejor tomaría una lager fría con ese tiempo tan caluroso, así que eligió un par de marcas diferentes del gabinete de bebidas frías. También llevaron vino tinto para Severus, que Harry pensó que Remus probablemente también disfrutaría, y vino blanco para Hermione, que él también estaría feliz de beber si no estuviera de humor para la lager. Regresaron a casa de Remus con dos envases de botellas tintineantes, en el momento justo en que Severus se Aparecía en el interior.
El dueño de casa ya tenía copas dispuestas sobre la mesa, y los jóvenes sacaron las bebidas y les ofrecieron a Severus y Remus.
—Creo que deberíamos dejar la celebración para después de la destrucción —comentó el primero.
Remus estuvo de acuerdo y ayudó a Severus a llevar el pesado caldero de hierro a la cocina.
—Es muy pesado para ser un caldero tan pequeño —notó el licántropo mientras se las arreglaban para colocarlo sobre la mesa de la cocina.
—Es grueso y denso. Hierro reforzado con carbón. Es el mejor para usar en situaciones potencialmente explosivas —comentó guiñando un ojo a Remus, quien debió concentrarse con fuerza para evitar dejar salir una risita que develara la broma a Ron.
—Desearía que no hubiera dicho eso —gruñó Ron, quien entraba en la cocina detrás de Remus, acompañado por Harry y Hermione.
—Es por eso que vinimos aquí —continuó Severus, implacable—. Si hay una explosión va a ser más fácil limpiar estas baldosas que el papel tapiz de la salita de estar.
Harry notó un brillo en los ojos de su pareja. Estaba bastante seguro de que Severus estaba bromeando con Ron, por muy surrealista que fuera la idea.
>>Ahora iré a buscar la poción, no me tardaré.
Severus desapareció y los demás se pararon alrededor del caldero vacío, aguardando. Para Ron esto se sentía como la calma antes de la tormenta. Harry sentía la misma sensación de temor que le asaltaría si estuviera a punto de dar la vuelta a una hoja de examen de una materia que no hubiera estudiado, aunque se regañó a sí mismo por sentir de ese modo. Hermione y Remus, sin embargo, estaban particularmente interesados desde un punto de vista intelectual.
Severus regresó, y por razones de seguridad se Apareció en la salita de estar, que supuso estaría vacía. Se reunió con ellos en la cocina, llevando un frasco que tenía un tamaño aproximado al de una botella de bebida de un litro. La semejanza terminaba allí; el frasco era de un cristal transparente y contenía un hermoso líquido azul claro con un brillo opalescente. El hombre lo levantó para que todos lo vieran.
>>Esta poción no ha sido elaborada desde hace cientos de años. Las instrucciones eran precisas y yo estoy seguro del resultado. Si la poción funciona como los textos insinúan, el relicario será neutralizado una vez sea sumergido en su interior; el alma encerrada en él será consumida.
—¿Estás seguro que funcionará, Severus? El relicario no se puede abrir, todos lo intentamos.
—No puedo estar cien por ciento seguro, Remus. Hasta donde sé, esto nunca se ha intentado con un Horcrux. La poción era utilizada como un medio de ejecución donde el uso de dementores era imposible. Hay pocos destinos más temidos entre los magos —Harry se estremeció; ciertamente, podía creerlo —. Quien controlaba esta poción ejercía un poder muy superior al de sus oponentes.
—Sólo podemos esperar —murmuró Remus.
—Sí. Así que es mejor terminar con esto —instó Severus.
Harry estaba sosteniendo el relicario. Lo había traído de su habitación y lo había estado llevando desde que Severus llegara con el caldero. Lo había sostenido muchas veces desde que se lo compraran a Slopey Figgis. Esto le asombraba: por una parte le atraía para que lo sostuviera, pero cuando lo alzaba sentía repulsión, como si ensuciara sus manos. Estaba lleno de magia negra, de una muy poderosa magia oscura, e irritaba sus manos como si hubiera sido picado por hormigas soldado. Y aún así, de cierta forma, sentía que era suyo.
Severus vertió el hermoso líquido azul en el pequeño caldero de hierro. Harry se inclinó y observó el interior. Todo lo que tenía que hacer era dejar caer el relicario en el centro del líquido, donde sería cubierto. Con suerte, algo sucedería.
—Todos, varitas fuera y listos con el hechizo Amplector —instruyó Remus.
Los cinco magos enfrentaron al caldero con sus varitas en posición. Harry extendió su brazo hacia adelante y, aferrando la cadena del relicario, lo hizo oscilar sobre el caldero. Se sentía extraño, como si la cadena de oro se hubiera convertido repentinamente magnética y su mano estuviera hecha de hierro. El relicario no quería que lo soltara. Sentía que algo se retorcía en su interior y sabía que había alguna clase de vida allí, lo supo en cuanto tocó esa cosa por primera vez. Ahora, sentía que tenía voluntad propia, y esa voluntad no quería que el relicario estuviera donde se encontraba ahora. Harry apretó los dientes y resistió la urgencia de retirar el brazo.
—Hazlo, Harry —instó Severus.
Su voz profunda hizo que el joven despertara de su extraña inactividad. Severus le había dado una orden. Los dedos de Harry se abrieron. Por una fracción de segundo, el relicario pareció colgar junto a sus dedos, aunque ya no lo sostenía, hasta que la gravedad tomó el control. Cinco pares de ojos observaron mientras el colgante de oro caía por la boca del caldero y se sumergía en el líquido azul con un suave ‘plop’.
Cinco pares de ojos observaron fijamente el líquido mientras las ondas producidas por el ingreso del relicario se calmaban y desaparecían. El relicario ya no podía ser visto, ni siquiera un destello de oro indicaba su presencia en la poción. El caldero no mostraba cambio alguno; un simple caldero de hierro con un líquido azul llenándolo hasta un tercio de su volumen. Cinco personas contuvieron la respiración, un hechizo preparado en sus labios.
Sin un sonido, sin una perturbación de la superficie, el líquido cambió de color. El pálido y opalescente azul se transformó en un profundo color rojo sangre. Un hedor asqueroso golpeó las ventanas de sus narices y todos retrocedieron involuntariamente. No era idea ser envenenado, y oler el miasma que emergía del caldero no podía ser saludable. A pesar de eso, todos mantuvieron la vista fija en el líquido.
Nada más pasó. Siguieron con sus varitas en guardia, los ojos fijos sin parpadear, hasta que sus brazos dolieron.
—Creo que eso es todo —dijo Severus.
—Yo también lo pienso —convino Remus.
—Yo estoy seguro —declaró Harry con firmeza.
Las sensaciones que había experimentado desde la primera vez que tocara el relicario —esa extraña atracción y repulsión— habían desaparecido. Si algo sentía, era vacío. No había quedado nada de interés dentro de ese caldero; ciertamente, nada vivo.
—¿Qué hará con la poción gastada? —indagó Ron.
—Una buena pregunta, Ron —contestó Severus con aprobación—. Me la llevaré y haré un destierro mágico total. Eso me llevará algunas horas, pero es la manera más segura. Una vez completado, te regresaré el relicario, Harry, si así lo deseas.
—No lo quiero —replicó con vehemencia—. Por lo que me concierne puedes conservarlo, venderlo o enterrarlo.
No deseaba volver a ver el maldito objeto de oro, ni aun sabiendo que ahora era inofensivo.
Severus asintió. Había dudado que Harry lo quisiera, así que ya había decidido venderlo. Al ser un hombre mucho más pobre que Harry, iba contra sus instintos desperdiciar algo valioso. Por supuesto, el joven iba a convertirse en su esposo y sus fortunas se unirían, pero aún así no había necesidad de botar el oro; esto siempre tendría algún valor, incluso destrozado.
—Entonces iré a deshacerme de esto a mi laboratorio. Los veré mañana en la noche, a las siete y media.
—Adiós, Severus —se despidió Remus, y los demás le imitaron.
Harry se sentía algo tembloroso, así que se sentó en una de las sillas de la cocina y trató de calmarse. La cantidad de esfuerzo que le había costado dejar caer el relicario en la poción le había sorprendido, y las consecuencias de su destrucción, combinadas con el pensamiento de que la noche siguiente él y Severus se comprometerían, eran un tanto abrumadoras.
Ron, viendo la reacción de su mejor amigo, malinterpretó la situación. Puso una confortante mano sobre su hombro.
—Todos te apoyamos, compañero. Aunque vayas a casarte con Snape, seguiremos estando aquí para ti.
—Severus, Ron. Llámale Severus —insistió Harry—. Él te llama Ron, está haciendo un esfuerzo por ser amable, ¿acaso no lo has notado?
El pelirrojo se sorprendió al notar lo molesto que sonaba su amigo. Levantó las manos en un gesto para aplacarle.
—Vale… Severus. Le llamaré Severus a partir de ahora si es lo que deseas. No me di cuenta que te preocupaba la forma en que yo le llamaba. ¿Cuándo comenzaste a preocuparte por él?
Harry frunció el ceño ante el pelirrojo. Suponía que era una pregunta válida, ¿cuándo había empezado a preocuparse?
—Desde que hemos estado trabajando juntos. Él está poniendo una enorme cantidad de esfuerzo en esto, y arriesgándose a diario. ¿Cómo te sentirías si tuvieras que estar siempre a la disposición de las llamadas de Voldemort, Ron?
El joven lució un tono verde; obviamente, la perspectiva le producía escalofríos.
—Yo no creo haberle odiado nunca realmente; ciertamente, no en los últimos dos años —intervino Hermione—. Y puedo ver con cuánto esfuerzo ha estado trabajando en esto. Sentí un gran alivio cuando descubrimos que no era un traidor. Hay personas mucho peores con las que podrías tener que casarte. Va a ser difícil, ya que no eres gay, pero…
Harry la interrumpió.
—Ya ni siquiera estoy seguro de eso, Hermione. No sé si soy gay como tal, pero ciertamente no me desagrada lo que me hace.
—¡Oh, por favor! —gimió Ron—. De verdad que no quiero saber. Puede que vayas a ser su esposo, pero prefiero pensar en esto como una asociación de negocios. No me des detalles que destruirían mi cómoda ilusión, por favor.
Remus rió entre dientes.
—Ron, eres un tanto anticuado para ser tan joven. Y sangre pura, además.
El pelirrojo se estremeció. Hermione le rodeó con sus brazos.
—Anda, vamos a tomar algo de vino. Tú puedes beber una lager, Ron. Eso te ayudará a superarlo. Tenemos algo que celebrar.
—Y más celebraciones mañana en la noche —recordó Remus con una sonrisa—. Vengan a ayudarme a planear los refrigerios. Mañana me quedaré en casa a cocinar.
—Yo ayudaré —ofreció Harry, agradecido y alegre de que la conversación se hubiera alejado del tema de su relación personal con Severus.
Emigraron hacia la salita donde aguardaban las copas y bebidas.
—Lástima que Severus no esperara a tomarse un trago —comentó Ron.
Harry le sonrió.
—Sí, pero eso significa que hay más para ti —bromeó, reconociendo el comentario de su amigo como una señal de aceptación.
—De todas formas, dudo que Severus bebiera una lager muggle —terció Hermione.
Cuando todos tuvieron sus bebidas en las manos, Remus propuso un brindis:
—¡Por el Equipo de Destrucción de Horcruxes!
Harry contestó con su propio brindis.
—¡Por Severus Snape, sin quien no tendríamos esperanza!
Todos estuvieron felices de brindar por eso. Harry sólo deseaba que Severus hubiera estado ahí para verlo. | |
|