alisevv
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| Tema: The Blesséd Boy. Capítulo 18. Navidades en Eigg Lun Jul 12, 2010 9:13 pm | |
| —¡Neville! —Harry corrió a abrazar a su amigo—. ¡Has adelgazado! ¿Estás trabajando excesivamente?
El recién llegado se ruborizó, feliz, y sonrió.
—La mayor parte del tiempo estoy demasiado ocupado como para preocuparme de comer —confesó—. Pero es fascinante, Harry, y te traje eso de lo que te había hablado. No es el artículo terminado, pero es lo mejor que hemos obtenido hasta ahora.
La profesora Sprout estaba siendo saludada por Severus. Habían llegado a la hora del almuerzo, Apareciéndose directamente en la casa de huéspedes, provenientes de Hogwarts. Severus y Harry habían caminado hasta allí para recibirles.
—Pueden quedarse aquí o en la Comunidad, Pomona, lo que consideres mejor —le estaba ofreciendo el Maestro.
—Oh, yo preferiría estar con el resto de ustedes, Severus. ¿Qué crees tú, Neville?
—Sí, yo prefiero estar con Harry —contestó, sonriendo con timidez.
Harry se preguntó si estaría imaginándose cosas, pues le parecía que Severus estaba lanzando a Neville una mirada suspicaz. No quería que se repitiera el ‘incidente Danyel’, como él lo llamaba cuando pensaba el eso.
Caminaron juntos hacia la Comunidad. Era un día brillante, pero muy frío. Fue muy fácil persuadir a la profesora Sprout para que dejara el jardín de hierbas para más tarde.
—No hay mucho que ver en esta época del año. Puedes visitarlo con Argus después del almuerzo.
—¿Vendrás, Harry? —preguntó Neville.
—Harry tiene que ayudarme a recoger la zona de trabajo de Pociones por Navidad. Estará libre después de la cena —interpuso Severus.
Harry se encogió de hombros mirando a Neville, quien lucía decepcionado.
—Nos desquitaremos a la hora de la cena, Nev. Para entonces ya estarás instalado.
—Encontraremos un sitio apropiado para plantar esa tentacular —le dijo la profesora Sprout, en un intento por animarle un poquito.
Harry observó mientras Severus mostraba sus celdas a los visitantes. No había duda, su maestro se estaba mostrando nuevamente posesivo. Eso hacía que el joven sintiera un hormigueo de excitación. Severus no deseaba que nadie estuviera cerca de Harry. Si sólo el maestro viniera y le ofreciera algo de cercanía… pronto.
Durante la cena, los invitados se sentaron en los puestos de Abigail y George, y todos los demás se corrieron un espacio. Esto dejó al maestro Snape presidiendo la mesa, con Harry y Scylla a sus flancos, seguidos de la profesora Sprout y Neville, uno a cada lado. Harry conversaba feliz con su amigo, sentado a su lado. Con las salas de Pociones cerradas hasta después del Boxing Day *, y siendo Navidad al día siguiente, se sentía ansioso al tener sus primeras vacaciones desde el verano. La atmósfera en la mesa era cordial y alegre; incluso Scylla sonrió ante las anécdotas de la profesora Sprout sobre las navidades en Hogwarts. Harry no creía haber visto a Scylla tan relajada desde que él se había unido a la Comunidad.
Mientras el café era servido y Miranda enviaba los platos vacíos hacia el fregadero, Abigail habló en tono alto.
—Maestro Snape, hay algo que deseo comunicar a la Comunidad. Esto puede… cambiar… mi posición como miembro de nuestro grupo. No puedo mantener el secreto por más tiempo.
Harry levantó la vista, alarmado. Abigail era su amiga, no quería que se fuera.
>>Yo… me he encariñado —el rostro de la bruja se arrugó, como si pensara que algo estaba mal, y empezó de nuevo—. Me he vuelto muy cercana a un hombre, uno de los hombres de Galmisdale. Es muggle. Él… quiere que nosotros… Bien, tiene serias intenciones respecto a mí.
La chica se había ruborizado. Bajó la vista hacia la mesa como si temiera mirar a los demás. Sus padres permanecían tranquilos, sin lucir tan pasmados como el resto, así que Harry imaginó que Abigail les había anticipado que iba a hacer el anuncio. Él ya había sospechado de los frecuentes viajes de su amiga al pueblo y su felicidad cuando estaba con James, así que sólo se veía preocupado por el futuro de la bruja. No quería que ella tuviera que dejarles. ¿Seguramente eso no pasaría?
El maestro Snape observó atentamente a la joven bruja.
—Esto requerirá algo de reflexión, Abigail —declaró—. Ven a hablar conmigo en la salita.
Se levantó, tomó su taza de café, y la guió hasta el saloncito privado. Harry les observó partir con rostro preocupado.
—Bien, ella tendrá que irse —comentó Scylla.
—Eso sería una pena —replicó la profesora Sprout—, es buena en el jardín de hierbas.
—No tiene que ser así —dijo George con firmeza—. Hay formas de resolverlo.
—¿Estando ella con un muggle? Esta Comunidad existe fuera del mundo muggle. Se lo advertí al maestro Snape cuando empezó con la idea de hacer intercambios con los lugareños.
—Seguramente es necesario tener una tapadera, Scylla —razonó la profesora Sprout—. Alguna razón que explique las idas y venidas alrededor de este sitio. Los muggles notarían cualquier cosa extraña en una isla tan pequeña. Pienso que Severus ha creado este lugar de una manera ideal.
—Yo también lo creo, Pomona —argumentó Scylla—. Pero una vez que los muggles amenazan con convertirse en parte de la Comunidad, todo el propósito se destruye.
—Eso no es lo que va a suceder —tronó Josiah desde su lado de la mesa—. Mi hija no está pidiendo vivir aquí con él, sólo está diciendo que está saliendo con él. Es una chica honesta y no debería ser castigada por eso.
—Bueno, bueno, veremos lo que dice nuestro Maestro —replicó la odiosa bruja—. Él es quien decide; ni tú, ni yo.
Josiah no contestó a eso y volvió a hablar tranquilamente con su esposa. Lydia se veía preocupada. Toda la familia era parte del corazón de la Comunidad y Harry no sabía como el grupo podría continuar exitosamente sin ellos. Y él tampoco quería verles partir. La bodega de Josiah era el orgullo y la alegría del hombre.
El desanimado grupo se retiró a la salita de recreo, pero una vez el juego de cartas siguió su curso, con Pomona uniéndose a ellos, la situación retornó a algo parecido a la normalidad.
—Yo traje un rompecabezas, si quieres ayudarme —ofreció Neville a Harry.
Danyel merodeaba alrededor. Hasta ahora, Jolyon le había mantenido fuera del camino de Harry y Neville.
>>¿Te gustaría ayudarnos? —ofreció Neville, al ver que los ojos del muchacho se iluminaban ante la palabra rompecabezas.
—¿Puedo, Pa?
—Si los chavales quieren, Danyel. ¿Están seguros que no será una molestia? Pienso que ustedes dos quizás deseen ponerse al día…
—Está bien, señor Tadcaster —le tranquilizó Neville—. Cuantos más, mejor. Este rompecabezas es peliagudo.
Y así era. Los tres jóvenes se sentaron alrededor de una mesa y vaciaron las piezas, que estaban en una bolsa de terciopelo rojo. De inmediato, todas las piezas se volvieron cara abajo. Harry nunca había visto un rompecabezas mágico. Había heredado uno o dos viejos, de su primo Dudley, pero para cuando habían llegado a él tenían varias piezas perdidas; aún así, había disfrutado armándolos. Pero iba a ser difícil si las piezas resistían sus esfuerzos.
—¿Hay alguna imagen de lo que será? —preguntó Danyel.
—Existe un hechizo —replicó Neville—. Depicto.
Una imagen titiló sobre la mesa. Mostraba un mar azul con un delfín saltando sobre las olas. El delfín era gris, y el cielo azul y blanco.
—Merlín, esto es difícil —jadeó Harry—. Todos los tonos de azul y gris.
—Hay otros hechizos que se pueden usar —se entusiasmó Danyel—. ¿Los conoces, Neville?
El otro asintió.
—Sí. Labra
Algunas de las piezas se revolvieron y se alejaron del montón, formando una pequeña pila a un lado.
—Éstas son las piezas del borde. Veamos si podemos armar el marco.
Se inclinaron sobre su tarea y todo lo demás quedó olvidado por un rato.
Más tarde, el maestro Snape regresó con Abigail, ambos luciendo tranquilos pero no disgustados. Harry sonrió mientras su maestro se unía a ellos. Severus se detuvo en el centro de la habitación y se dirigió a la Comunidad.
—He conversado largamente con Abigail. La situación en concreto es que tiene una relación con un pescador muggle del pueblo. Ella tiene derecho a tener una relación con quien desee. El tema inmediato es el de la privacidad. Esta Comunidad ha permanecido oculta del mundo muggle y no quiero que sea revelada. Abigail está de acuerdo en que no revelará esto a su novio a menos y hasta que se casen. Cualquier otra cosa es inaceptable. El joven cree que ella vive en la casa de huéspedes, como celadora. No hay necesidad de que sepa nada más.
Todos miraron a Abigail.
—¿Te gustaría casarte con él, querida? —preguntó Richeldis amablemente.
—Yo… no lo sé todavía —contestó—. Creo que sí, pero el matrimonio con un muggle acarrea muchos problemas, lo sé —miró desafiante alrededor de la habitación—. Aún así, sé que le amo, y sencillamente no puedo ignorar eso. Quiero hacer esto de la mejor manera posible, perdiendo lo menos posible —sus ojos se llenaron de lágrimas.
—No hay necesidad de perder nada todavía —declaró el maestro Snape con firmeza—. Las decisiones pueden dejarse para más adelante. De momento, tienes un noviazgo. Si tu joven desea conocer a tu familia, puede hacerlo en la casa de huéspedes.
Abigail enjugó sus ojos.
—Gracias, maestro Snape. Lo siento mucho, es que todo es demasiado abrumador. Esto vino a mí cuando no lo estaba buscando realmente.
Scylla puso los ojos en blanco.
—Como debería ser. Un muggle; ¡por favor!
—¡Suficiente, Scylla! —espetó Severus—. Es Navidad, no necesitamos lágrimas. Sortearemos esto cuando sea necesario, y ahora no lo es. Espero que al contárnoslo, Abigail se haya desecho de parte del peso que lleva sobre sus hombros.
La mañana de Navidad, Harry se levantó ridículamente temprano. Los regalos estaban colocados debajo de un enorme árbol en la salita general, y aunque los miembros no tenían un gran número de obsequios, había catorce personas presentes, y esa esquina del piso estaba cubierta de paquetes de todas las formas, tamaños y colores.
Neville se encontró con Harry cuando salía del baño.
—¡Feliz Navidad! —los chicos se abrazaron con amistad y emoción.
Harry se sentó cerca del árbol, deseaba empezar a abrir los regalos, pero le habían dicho que era una costumbre de la Comunidad hacerlo todos juntos después del desayuno. Pronto, Miranda apareció y asomó la cabeza por la puerta del saloncito.
—Échenme una mano, chicos. Cuanto antes tengamos listo el desayuno, antes aparecerán todos. El olor les levanta rápidamente.
Harry creía que no deseaba desayunar, sólo quería abrir sus obsequios, pero una vez que fueron servidos las tostadas y huevos, cereal, leche, yogourt, fruta, pan y mantequilla, cambió de opinión. Neville se sentó, masticando feliz una de las manzanas de la estación.
Eventualmente, horas después de lo que Harry hubiera querido, caminaron hasta el saloncito y rodearon el árbol. Era un enorme abeto que llegaba hasta el techo —habían tenido que cortar la larga punta para que pudiera entrar— pero se veía bastante pequeño con toda la Comunidad rodeándolo. El maestro Snape susurró un hechizo y los regalos volaron a las manos de cada quien. Todos comenzaron a quitar las envolturas.
Era el caos. La de San Quintín. La habitación estallaba en exclamaciones como: ¡Oh! ¡Ah! ¡Querida vieja tía Hortensia! —y ésas eran sólo las que Harry había podido escuchar—. Las envolturas se desterraban hacia el fuego, que pronto rugía poderosamente en la chimenea. Cuando un regalo había sido abierto y apreciado, para luego ser dejado a un lado, otro llegaba volando hacia ellos.
Harry se sentía abrumado. Estaba sentado junto a un grupo de personas que eran su familia ampliada, con su amigo, y había recibido un presente de todos ellos. Quería llorar por la fuerza de sus emociones. Nunca había tenido una Navidad igual. Cuando recibió un suave obsequio envuelto en papel plateado, con letras negras moviéndose en su superficie que rezaban: ’Para Harry, el mío, de Severus’, jadeó. Severus le había dado un obsequio, y la dedicatoria había sido más intima de lo esperado. Quizás sus preocupaciones fueran infundadas después de todo.
El joven quitó la envoltura y volvió a jadear. Un juego de túnica fue revelado. Era azul marino y muy fina. La lana era suave y se sentía como seda por la forma en que se deslizaba entre sus dedos. Se levantó y sostuvo la túnica contra sí. A la altura del pecho había un emblema bordado. Miró más de cerca y leyó: ‘El Gremio de Pocionistas’. Harry miró a Severus, quien estaba sonriéndole.
—Ya eres miembro, Harry. Como mi aprendiz, te he inscrito como Miembro Estudiante.
—Gracias —musitó el joven, realmente satisfecho. Incapaz de contenerse, se acercó a su maestro y le besó en la mejilla—. Gracias.
Neville admiró la nueva túnica.
—Tiene un lindo color. El Gremio de Herbologistas usa una verde, por supuesto. Un verde un tanto turbio, para ser honesto. Aún así, está bien para mí. La profesora Sprout me regaló un juego en mi cumpleaños.
A Harry le divirtió el ver el rubor de su amigo.
—¿Puedo ir a ponérmela?
—Sí, ve, Harry. Puedes usarla en la comida de Navidad, junto al anillo que Lydia te regaló.
Severus sonrió mientras el joven corría a cambiarse. Había algo más personal que le daría más tarde, pero le complacía el que Harry se mostrara tan contento por su túnica de Pocionista. Perezosamente, regresó su atención a su siguiente regalo, para notar la etiqueta ’Para Severus, de Harry, con amor’. Amor. Sus dedos se sentían torpes mientras retiraba el papel del objeto con forma de tubo. El Consejero de metal apareció y el hombre jadeó.
Cuando Harry regresó, elegantemente vestido con su túnica nueva, que había sido diseñada a la medida, Severus se percató de cuán atractivo era su aprendiz. Tenía una hermosa figura; su trabajo en Eigg había apretado su cuerpo y la buena alimentación había añadido musculatura a su estructura. Severus sabía la verdad; no había esperanza de negar los sentimientos que tenía hacia el joven, y ya no quería seguir haciéndolo. La Comunidad estaba cambiando, todas esas cosas. Con la confesión de Abigail, él se había vuelto más consciente de los ciclos de la vida. Los miembros jóvenes —y él era uno de ellos— debían establecerse en algún momento.
El resto del Día de Navidad transcurrió en un interminable remolino de comida, bebida, juegos y risas ante chistes tontos. Conforme pasaba el tiempo, los chistes parecían mejores. O, más seguramente, era el alcohol el que los volvía más divertidos de lo que en realidad eran. Harry nunca había pasado una Navidad tan maravillosa, y no creía que pudiera volver a pasar un Día de Navidad tan perfecto ni aún si viviera doscientos años. El árbol titiló con las luces encantadas y los miembros de la Comunidad, todos llenos y algunos muy somnolientos, empezaron a desfilar hacia sus camas.
El maestro Snape se levantó y deseo buenas noches. Todos se despidieron antes que se retirara, pero Harry notó que los ojos negros se posaron sobre él, y le pareció leer un mensaje allí. Quizás sólo estaba haciéndose ilusiones, pero, en todo caso, el día había sido perfecto e ir a dormir probablemente sería una buena idea.
—Estoy cansado, Nev. Nos despertamos muy temprano. Nos vemos mañana —declaró—. Buenas noches a todos. ¡Y Feliz Navidad de nuevo!
* Boxing Day es una festividad celebrada principalmente en las islas Británicas y otras naciones que pertenecieron al Imperio Británico. Se suele realizar el 26 de diciembre y durante la fecha se promueve la realización de donaciones y regalos a las clases más empobrecidas de la sociedad. El origen se remonta a la Edad Media. Se ha sugerido que después de la Navidad, las clases nobles entregaban cajas con comida y frutas a su servidumbre. También se ha propuesto que este día los sacerdotes sacaban a la vista cajas con donaciones de caridad hechas previamente. Otra teoría indica que el 26 de diciembre, los empleados y aprendices se dirigían a sus puestos de trabajo con una caja, donde el empleador depositaba dinero; al final del día, los primeros se dividían el dinero, lo que constituía una especia de aguinaldo. Boxing Day coincide con la festividad católica de San Esteban, aunque en algunas naciones la festividad es desplazada hacia el próximo día hábil en caso de que el 26 de diciembre sea sábado o domingo. Este día suele ser utilizado tradicionalmente para la realización de competiciones deportivas como partidos de rugby, fútbol, cacería, etc. Fuente: la wiki
Última edición por alisevv el Jue Mayo 05, 2016 5:55 pm, editado 2 veces | |
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