La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 The Blesséd Boy. Capítulo 17. Las protecciones de invierno

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alisevv

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MensajeTema: The Blesséd Boy. Capítulo 17. Las protecciones de invierno   The Blesséd Boy. Capítulo 17. Las protecciones de invierno I_icon_minitimeLun Jul 12, 2010 9:09 pm

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Con toda la Comunidad tan ocupada, el tiempo voló y llegó el solsticio de invierno. Una vez más, los cinco magos se reunieron en la salita listos para empezar los ritos limítrofes. Desayunaron temprano a fin de poder empezar en cuanto aparecieran las primeras luces del día. Era el día más corto del año y debían aprovechar cada minuto de luz. Esta vez, todos estaban embutidos en sus pesadas ropas de invierno. Pantalones de lana, botas impermeables, ropa interior caliente y gruesas capas de invierno con capucha. Harry sintió calor mientras esperaban a que Severus se reuniera con ellos, pero suponía que más tarde se sentiría agradecido por la caliente vestimenta.

Miranda nuevamente les proveyó de una cesta de picnic para el camino.

—Tal y como la pediste, Maestro —le dijo a Severus, quien la encogió y la metió en uno de los muchos bolsillos de su capa.

Severus le agradeció y los hombres se encaminaron hacia la puerta trasera de la cocina, que conducía hacia los prados de verano y las colmenas. Harry se sintió menos avergonzado mientras caminaba en medio de los aplausos de quienes permanecerían atrás, pensando que probablemente se los ganarían esta vez.

El viento les azotó en cuanto salieron de la edificación. Como reflejo, cada hombre cerró apretadamente su capa y bajó la cabeza. Severus les condujo hacia el norte, hacia el inicio de la ruta que bordeaba los límites; en invierno, empezaban y terminaban en la Piedra Norte. Pasaron las colmenas cerradas a su derecha y siguieron la ruta entre los campos y pastizales de verano. Hacia el final del campo Harry levantó la cabeza, enfrentando el viento invernal, y vio el área vallada que mostraba el lugar donde yacía la piedra. Caminó cuesta arriba, con resolución y mucho esfuerzo; se alegró cuando bajó nuevamente la cabeza y miró sus pies, pues el viento contra su rostro resultaba cruelmente helado.

Entraron en el cercado que rodeaba la piedra y se detuvieron alineados cara al norte. Bajo el cielo invernal, la piedra lucía aún más oscura de lo que Harry recordaba, y el joven pudo sentir su poder y presencia. Se sentía… expectante. Severus retiró su capucha, y su largo cabello negro azotó contra su rostro bajo el inminente viento del norte. Los demás le imitaron y Harry encontró su cabeza repentinamente rodeada por el amargo frío.

Severus alzó las manos.

—Guardián del Norte, recordatorio del invierno y la oscuridad, te ofrecemos nuestra reverencia y temor.

Se inclinó profundamente y los otros hombres repitieron sus palabras y gestos. El viento silbó y Harry pudo sentir algo más. Miró a Severus, quien permanecía tranquilo, observando la piedra fijamente. A medida que el tiempo pasaba, escuchó como Jolyon arrastraba los pies. Se fijó en el granjero y notó su mirada; se veía tan desconcertado como el mismo Harry ante la vacilación de Severus.

Harry se acercó y puso una mano enguantada sobre la mano de su Maestro. Esto pareció sacar al hombre de sus reflexiones, pues asintió y les guió fuera del cercado, encaminándose hacia la Piedra del Este.

Harry se sentía extraño, como si la Piedra del Norte no quisiera dejarles ir… como si deseara lo que le estaba siendo ofrecido. Su botella estaba dentro del bolsillo de su túnica. Estaba llena; desde que Severus había dejado de visitarle, se había encontrado utilizando la botella con mucha frecuencia.

Emprendieron la etapa más larga de la caminata. Harry pensó que eso era bueno, así superarían la peor parte mientras estaban llenos de energía. Los pastizales de ovejas yacían ante ellos, fríos y azotados por el viento; la hierba que persistía no había crecido, aguardando junto al resto de la naturaleza la llegada de la primavera, que todavía era una estación lejana. Ahora estaban girando hacia el este y el viento les azotaba de lado, intentando lograr que perdieran pie en el escarpado terreno. A pesar de la aspereza del viento, Harry todavía podía sentir el omnipresente escozor de las protecciones mágicas que les mantenían a salvo de miradas entrometidas, asegurando esa parte oculta de mundo mágico. Pero las protecciones tenían que ser reforzadas de manera regular, y los puntos cardinales del año —los equinoccios y los solsticios— eran los momentos más poderosos para hacerlo.

Mientras trepaban sobre la pared de piedra seca en los campos, Harry podía sentir la gran frialdad de la roca, incluso a través de sus calientes guantes de punto.

—Es muy frío —comentó a Jolyon, quien estaba trepando a su lado.

—Ah, así es, joven Harry. Pero lo peor viene antes de la primavera.

Cruzaron otras dos paredes de piedra, y luego la dehesa agreste y las áreas rocosas demasiado escabrosas como para servir como campos de cultivo. Harry sabía cuán lejos estaban de la Piedra del Este, así que el viaje no le preocupó tanto como lo había hecho en septiembre. Reflexionó que esa caminata reflejaba perfectamente al año en este lejano norte; la enorme distancia le recordaba a la ansiada primavera mientras sufrían lo que parecía un interminable invierno. Y entonces, ahí estaba: la Piedra del Este.

Luego de la invocación partieron enseguida. Todos tenían tanto frío que era preferible mantenerse en movimiento, pues eso mantenía la sangre fluyendo y el cuerpo caliente. Como antes, Severus no había hablado, concentrado en inclinarse y recitar las invocaciones. Se veía muy serio, muy envuelto en la magia que estaba ayudando a tejer. Harry levantó la vista y vio la silueta de la casa de huéspedes adelante, lo que significaba la llegada a la Piedra del Sur, y la esperanza de que pudieran comer.

Ejecutaron la invocación y todos parecieron desearlo fervientemente.

—Guardián del Sur, recordatorio del verano y el triunfo del sol, te ofrecemos nuestras alabanzas y humildes agradecimientos.

>>Iremos a la casa de huéspedes a almorzar. Nos dará oportunidad de calentarnos un poco —instruyó Severus.

Harry sonrió a Danyel, quien dejó escapar un chillido de alegría ante eso.

En el interior, sentados alrededor de la mesa de comedor con tazas de té que se volvían a llenar mágicamente, observaron cómo Severus regresaba a su tamaño original unos objetos que parecían tacos de algodón. Harry pensaba que sabía lo que eran, pero el resto se mostraban confundidos.

—¡Clangers!

Severus sonrió.

—Eso mismo. Miranda dijo que eran ideales para nuestros ritos de invierno.

Los pudines estaban calientes, hechizados por la cocinera de la Comunidad para que estuvieran listos para comer en cuanto recuperaran su tamaño. Harry estaba tan hambriento que ni se le ocurrió pensar en por cuál extremo debería empezar, y por pura suerte comenzó a morder por la punta salada. Al ver que él atacaba su comida con tanto gusto, Danyel mordió el suyo.

—¡Esto es roly-poly!

Harry se echo a reír.

—Estás comiendo el extremo de mermelada, Danyel. Dale vuelta y cómete la parte de carne primero.

Todos lograron arreglárselas y comenzaron a comer con seriedad. Para cuando terminaron la parte de carne y hubieron dado buena cuenta de la de gelatina, todos se sentían muy reconfortados.

—Ése sí que es un pudín, ¿cierto? —dijo Josiah, eructando con satisfacción—. No me había sentido tan lleno desde hace tiempo. Excelente comida para este trabajo. ¿Dónde descubriste este pudín, Maestro?

Severus les contó acerca de la especialidad que habían probado en El Caldero Chorreante.

—¿Bedfordshire, eh? Queda en alguna parte del sur, ¿no? —preguntó Jolyon.

—Está tan al sur como Londres, Jolyon —contestó Josiah—. Una prima segunda de mi esposa vive allí y fuimos para su boda. Una tierra plana como un tablero; bueno, así también era el pecho de Melinda. Eso sí, buena tierra para los repollitos de Bruselas y las patatas.

Danyel soltó una risita por lo del pecho plano de la bruja, y Harry dudaba que Josiah hubiera dicho tal cosa en frente de su esposa. Lydia le habría maldecido.

Harry sintió los ojos de su maestro sobre él mientras hablaban. Aunque Severus dijo poco, parecía contento con escuchar la charla de los demás. Pero siguió mirando al joven, quien sentía el calor de esos ojos. Los ojos verdes miraron a su maestro, quien esta vez no apartó la mirada. Harry sintió calidez y un hormigueo interno, y se preguntó si podría esperar que las visitas nocturnas se reanudaran pronto. Esperaba que sí; realmente, no entendía el porqué Severus no había acudido a él últimamente.

El maestro se levantó.

—En marcha. Hacia la Piedra del Oeste. Ya hemos reforzado la mayor parte de los límites, pero debemos regresar antes de que anochezca.

Para cuando se acercaron nuevamente a la Piedra del Norte, Harry estaba cansado y helado. Sus mejillas estaban entumecidas a causa del constante azote del aire frío del que no parecía conseguir alejarse. La piedra se veía incluso más oscura bajo la débil luz, y la frialdad del aire parecía resaltar sus propiedades. La piedra les necesitaba, podía sentirlo. Harry se paró en fila con los demás y todos se mostraron más quietos de lo habitual, como si fueran una hilera de estatuas de piedra.

Cuando Severus recitó la invocación, el sonido de una voz humana pareció extraño en ese lugar.

>>Fortalezco las protecciones de invierno, el poder del Norte.

Se arrodilló para vaciar su botella en el surco bajo la piedra. Permaneció arrodillado mucho rato después de que la botella estuvo vacía y el hechizo expresado; parecía enfocarse en la piedra, con la cabeza baja. Harry permitió unos momentos de esa reverencia, pero cuando el tiempo pareció arrastrarse, y la posición y rigidez de su maestro comenzó a resultar extraña, dio un paso adelante y le tocó en el hombro. Nuevamente, Severus pareció regresar a la realidad y se levantó para dejar que Harry realizara su invocación.

Mientras regresaban al edificio de la Comunidad, con el viento azotando a sus espaldas como si les urgiera a avanzar, Harry se preguntó sobre el poder de la Piedra del Norte. Severus también pareció afectado por ella durante los ritos de otoño, y esta vez era como si la roca le mantuviera esclavizado. Quizás fuera porque era una piedra antigua, original del sitio y ligada a Merlín. Sintió que la presencia del famoso mago antiguo era casi palpable en Eigg; era como si él nunca hubiera partido.




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