La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 The Blesséd Boy. Capítulo 16. Compras de Navidad

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alisevv

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MensajeTema: The Blesséd Boy. Capítulo 16. Compras de Navidad   The Blesséd Boy. Capítulo 16. Compras de Navidad I_icon_minitimeLun Jul 12, 2010 9:06 pm

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La mañana siguiente era miércoles, y el día amaneció frío y brillante. Faltaban solamente dos semanas para Navidad y un poco menos para el solsticio de invierno. La Comunidad se había preparado para la peor etapa del invierno: los animales estaban encerrados en los corrales, el heno estaba almacenado, las abejas estaban seguras en sus colmenas, las vides habían sido podadas y los campos labrados. La gente estaba trabajando febrilmente para estar lista para las celebraciones. Los hombres más jóvenes tenían pendiente el Rito de los Límites para el invierno, a efectuarse durante el solsticio, y Miranda estaba acosándoles con alimentos nutritivos para que fueran capaces de verter su fuerza para la protección de la Comunidad.

—Iremos al Callejón Diagon en cuanto terminemos de desayunar, Harry —le dijo su maestro.

Harry se aseguró de comer bien. Su excitación hacía que sintiera más apetito del habitual. Ignoró la fría actitud de Scylla, quien estaba sentada frente a él.

—Yo iré mañana con mamá, Harry —comentó Abigail—. Me encanta el Callejón Diagon en Navidad.

Harry nunca lo había visto.

—Vamos, el pedido está listo. Nos Apareceremos desde el almacén.

Harry siguió a Severus hacia la salida del comedor, despidiéndose de todos. Un coro de alegres respuestas le siguió mientras se alejaba. Su maestro le guió hasta el almacén, que era una de las habitaciones del pasillo de las salas de trabajo de pociones. Dos grandes cajas estaban allí.

>>Nos Apareceremos en los almacenes de Slug & Jiggers, en el área de recepción de bienes. Esta primera vez, deberás sostenerte de mí para viajar, así que sujétate a mi túnica.

Harry asió el borde de la gruesa túnica de invierno de Severus y se paró a su lado, cargando torpemente la pesada caja. Se Aparecieron a un tiempo.

Arribaron a una enorme zona abierta llena de cajas, cestas y jaulas apiladas. ¡Algunos de los ingredientes estaban vivos! Harry casi dejó caer su caja cuando vio una araña larga, delgada y con el cuerpo cubierto de pelo saliendo entre las tablillas de un cajón ubicado justo al lado de donde él estaba parado.

—Colóquelos aquí, Maestro —un mago bajito y de piernas torcidas estaba señalando un lugar cercano a él—. Sus pociones, supongo, maestro Snape. La patrona Slug lleva un par de días gritando por ellas.

Harry llevó la caja y la colocó al lado de la de su maestro. Se alegro por ello, no era precisamente ligera. Las pociones, cuando se embalaban en grandes cantidades, pesaban una tonelada.

>>Una gruesa en cada caja, ¿correcto?

—Así es. ¿Debemos esperar mientras las revisa?

—No, no. Pueden irse. Sé que si usted dice que hay una gruesa, entonces ahí hay ciento cuarenta y cuatro botellas, ni más ni menos. Una de Filtro de Bienestar y una de Poción Para Mejorar las Articulaciones, ¿correcto? —comentó, marcando sobre una tablilla.

—Ése fue el pedido.

—Entonces, eso es lo que es… sí, lo sé. ¿Va a venir algo más antes de Navidad?

—Una caja de Poción Mata Angustia, y una pequeña orden mezclada.

—En ese caso, no le desearé Feliz Navidad todavía, Maestro —con eso, el hombre bajito se giró para apresurar a un joven que estaba desembalando una caja en el otro extremo del recinto—. ¡Ése no, Ignatius! ¡El señor Jigger está clamando por los paquetes de regalo de surtido de hongos secos! Allá…

Harry sonrió a su maestro.

—Esto luce como un caos organizado.

Severus también sonrió.

—La Navidad provoca eso en las tiendas, creo. Afortunadamente, eso nos proporciona buenos pedidos, así que no me quejo. La gente se aprovisiona como si las tiendas fueran a cerrar por un mes. Ahora, ¿vamos y nos unimos al corre y corre?

Harry se preguntó si a Severus le gustaría un paquete de surtido de hongos como obsequio de Navidad, pero decidió que probablemente encontraría algo mejor en el callejón. Aunque no tenía idea de lo que podría comprar para su maestro.

—¡El lugar preciso! —exclamó Severus, después que habían pasado incontables tiendas cubiertas de llamativo esplendor, que él había ignorado y Harry había mirado con los ojos muy abiertos, admirando las decoraciones festivas. Había danzantes hadas de luz, árboles de hojas perennes brillando con bayas y oropeles, figuras hechizadas que cantaban villancicos, y en el exterior de emporio animal había una hilera de campanas doradas que repicaban diferentes melodías.

Severus entró en la tienda que había señalado; se llamaba Curiosidades. Harry le siguió, riendo mientras atravesaba un chubasco de copos de nieve de múltiples colores, que resultó ser la puerta de entrada hechizada. ¡Oh, y el lugar estaba repleto de curiosidades! Harry no sabía por dónde empezar.

El recinto estaba cubierto de estanterías desde el piso hasta el techo, algunas profundas, otras más planas. Y en esos estantes estaba almacenado… ¡de todo! Se detuvo en el primer armario y miró fijamente.

—Tómate tu tiempo, Harry —aconsejó Severus, caminando hacia el siguiente mostrador—. Tenemos todo el día. O hasta que tu hambre sea más fuerte que tú.

Harry sonrió. Su maestro le conocía muy bien… ya estaba empezando a sentir algo de hambre, y eso que no había pasado mucho tiempo desde el desayuno. En ese momento, se inclinó más cerca de un estante y levantó algo que parecía un telescopio de metal, y se olvidó de su estómago.

Miró por el ocular y vio…

—¡Maestro, tú estás en esto!

Severus le miró y sonrió.

—¿Estoy? Es bueno saberlo.

—Pero, ¿por qué? Quiero decir, te muestra elaborando una poción, ¡y estás en nuestra sala de trabajo!

—Harry, eso es un Consejero.

A regañadientes, el joven apartó el ojo del ocular.

—¿Qué es lo que hace?

—Muestra al espectador aquello en lo que debería estar concentrándose. Apropiadamente, muestra una visión de mi persona trabajando, probablemente enseñándote.

—Oh, eso tiene sentido. ¿Quieres mirar, Maestro?

El hombre le observó con renuencia.

—Es algo muy personal, Harry. No creo…

—Pero podría tener un consejo para ti también, ¿no?

—¡Impertinente! —le regañó Severus, pero al ver la cara de decepción del muchacho, transigió y tomó el Consejero, preguntándose cómo este chico era capaz de influenciarle de esa forma y si era una debilidad permitírselo.

—¿Qué ves, Maestro?

Severus colocó el aparato de nuevo en el estante, sin una palabra. Lo que había visto no tenía ningún sentido, y no era algo que hubiera esperado que fuera parte de su vida.

>>¿Está todo bien, Maestro?

—Sí, por supuesto. Sigue con tus compras, Harry. Yo voy a ir a hablar con el dependiente.

Harry le observó partir a buscar al mago encargado de la tienda y empezar a hablar con él, haciendo gestos hacia los estantes que estaban al lado de la puerta. Por alguna razón, dudaba que su maestro le contara lo que había visto. ¿Acaso el Consejero mostraba el futuro? Sacudiendo la cabeza, regresó a curiosear en busca de sus regalos, y pronto se dejó absorber por las mercancías de la tienda.



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—¿Ése es un Consejero ordinario?

—Todos nuestros productos son de calidad superior, señor. No hay nada de ordinario en ninguno de ellos.

Severus suspiró. Había descubierto que era muy fácil hacer enojar a los comerciantes.

—Por supuesto. Sólo deseo saber si es un Consejero típico.

—Bien, sus especificaciones dicen que se trata de tecnología de punta, pero sí, es un Consejero. ¿Por qué pregunta?

—Porque lo que me mostró no tiene ningún sentido.

—Bien, ofrece consejos. Ésa es su función. Si le mostró algo inesperado, debería tomar en cuenta su opinión. Los hechizos con los que fue desarrollado fueron muy eficientes, los elegimos especialmente.

—Sí, sí, comprendo. Le aseguro que, como maestro de Pociones, entiendo que esté orgulloso de su trabajo. Simplemente, encontré esto… desconcertante.

—Quizás debería considerar comprarlo, señor. Puede que necesite consultarlo con regularidad.

—Hmm.

Severus estaba tentado. Algunas veces, deseaba tener alguien que le aconsejara, pero era reacio por naturaleza a aceptar la opinión de instrumentos encantados. Se irguió y regresó a los estantes, observando cómo Harry se deleitaba con la variedad de artículos, y descubriendo que verle le hacía sentir bien. Empujó con firmeza hacia el fondo de su mente la opinión del Consejero sobre el enfoque de su vida.

Harry eligió varias chucherías para los miembros de la Comunidad: un reloj encantado para Miranda —sabía que ella lanzaba hechizos de sincronización, pero éste haría el trabajo sólo con que ella expresara sus deseos en voz alta; calcetines que se calentaban a sí mismos para Jolyon, Danyel y Argus, para que mantuvieran sus pies calientes mientras alimentaban a los caballos y las ovejas; un juego de artículos para arreglo del cabello para Abigail; unas Agujas de Punto Anti-caída para Richeldis, encantadas para que nunca dejaran una puntada fuera de lugar —ella probablemente no las necesitaría, pero le pareció una idea graciosa—; y un par de Diarios de Comunicación, uno para Neville y el otro para él mismo. Esto transformaría la vida de Hedwig en Eigg en un honorable retiro, ya que raramente mantenía correspondencia con alguien más. De camino al mostrador recogió el Consejero, asegurándose de que Severus no le estuviera observando. Al final, terminó pagando al tendero unos sesenta y ocho galeones.

—Estoy listo, Maestro —dijo al llegar junto a Severus, quien estaba hojeando una selección de libros.

Se sorprendió ligeramente al ver libros allí, junto a los extraños y maravillosos objetos que había en los demás estantes, pero cuando Severus resopló divertido ante el que estaba leyendo, Harry se dio cuenta que debía ser alguna clase de libro de chistes.

El hombre regresó el libro a su lugar y se giró hacia su aprendiz, ocultando la vista de los títulos.

—¿Pagaste?

—Sí, Maestro. Me preguntaba si ya estabas listo.

—Sí. ¿Tienes todo lo que necesitabas?

—No del todo, Maestro. Me falta una visita a Honeydukes. Para la gente que no conozco tan bien, estoy pensando comprarles sólo chocolates, y a la profesora Sprout le regalaré un pote de ungüento sanador, si es posible; sus manos están ásperas a causa del manejo de algunas plantas mágicas.

—Entonces, vamos a Honeydukes; luego, si tienes hambre, almorzaremos en el Caldero Chorreante —decidió Severus, sabiendo muy bien que Harry ya debía estar hambriento, y sonriendo ante su entusiasmada respuesta.

Severus había decidido no comprar el Consejero, a pesar de haberlo considerado seriamente. Pero reflexionaría sobre su consejo y le encontraría el sentido —tenía que haber un sentido allí—. Conocía Curiosidades desde hacía mucho tiempo; era una tienda excelente, y allí siempre se conseguían artículos confiables.

—Severus Snape.

Giraron en redondo al escuchar la voz a sus espaldas, y vieron al hombre que había llamado emergiendo del Callejón Knockturn.

—Lucius. Que grato verte por aquí.

—Te veo muy poco en estos días, Severus. ¿Debo suponer que estás todavía ocupado?

—De hecho.

—Y hoy vienes acompañado… por tu guapo aprendiz.

Harry sintió que un estremecimiento recorría su espina dorsal ante esas palabras y la maliciosa sonrisa en el rostro de Malfoy.

Severus no dijo nada, pues no había escuchado nada que mereciera respuesta.

>>Mi hijo me ha hablado mucho de usted, señor Potter —comentó el rubio, extendiendo la mano para estrechar la del joven.

Harry tenía las manos llenas con sus compras, pero logró arreglárselas lo suficiente como para extender sus dedos, que Malfoy rozó brevemente con su elegante mano enguantada. El chico sintió alivio por haber tocado el cuero y no la piel del hombre, porque no hubiera sido capaz de evitar un estremecimiento. Malfoy era una presencia poderosa y definitivamente incómoda.

>>Me siento algo decepcionado de que no hayas tomado a Scylla para entrenarla, Severus. Es una bruja impecable, proveniente de las mejores familias.

—Le ofrecí a Harry ser mi aprendiz debido a sus aptitudes y entusiasmo, Lucius. Un Maestro elige a sus discípulos por muchas razones.

—Sí. Y él es muy atractivo.

—Algo que es completamente irrelevante —gruñó el maestro Snape, ahora su voz revelaba un borde de ira. Harry se sorprendió al escucharle; Severus acostumbraba a controlar muy bien sus emociones cuando estaba cerca de Malfoy—. Si yo le hubiera querido sólo porque es un lindo chico, no necesitaba haberle ofrecido una beca de estudios.

Malfoy le miró fieramente, sus pálidos ojos muy brillantes.

—Tengo entendido que Scylla ha estado desanimada desde la llegada del muchacho. Es comprensible; ella ha trabajado muchos años contigo, produciendo excelentes resultados.

—Scylla es una pocionista competente, pero es más una seguidora de recetas que una creadora. Son dos cosas muy diferentes. Yo le estoy enseñando a Harry mis propias habilidades. Por eso él es mi aprendiz, y no Scylla Darke.

Lucius se giró a observar a Harry, quien estaba parado derecho y miró al hombre de frente, controlando la urgencia de retroceder. Él era el elegido por Severus y no había nada que Malfoy pudiera hacer al respecto. Era molesto que el hombre se considerara con derecho a opinar sobre los romances de su maestro.

—Bien, Feliz Navidad para ambos —la voz de Malfoy sonaba incluso más helada que la estación—. De seguro te visitaré para Año Nuevo. Dale mis recuerdos a Scylla —con un último asentimiento, caminó hacia el punto de Aparición.

Harry dejó escapar el aire contenido.

—Él me da repelus.

Severus frunció el ceño mirando la figura de Malfoy que se alejaba.

—Es un arrastrado, pero uno con el que tenemos que lidiar. Lo hiciste bien, Harry.

En el dulce olor del interior de Honeydukes, Harry pronto olvidó el mal momento de su encuentro con Malfoy. Compró más de lo que había supuesto, incluyendo una caja de olorosas Delicias Turcas, que le recordó a su pastel de cumpleaños. Se la daría a Severus, quien había disfrutado de varias rebanadas de esa tarta.

Pero, para Harry, la mejor parte del día fue el almuerzo en El Caldero Chorreante. Él siempre estaba hambriento, e incluso Severus tenía que confesar que ya estaba listo para almorzar. Ordenaron sidra para beber y observaron atentamente el menú, que ofrecía la ‘comida tradicional del mes’: Clanger de Bedfordshire.

—¿Qué es un clanger?

—No tengo idea —contestó Severus, frunciendo el ceño ante el menú—. Tom, ¿qué demonios estás vendiendo como comida en estos días?

—Es una receta muggle tradicional, señor. Estoy seguro que ha escuchado eso de ‘no debes dejar gotear un clanger’.

—Siempre creí que tenía algo que ver con campanas.*

—No, no, bendito. Un clanger es una comida en sí misma. Un pudín de tocino, que se sirve envuelto en muselina. Tiene la forma de un pastel alargado, con un puente de tocino atravesándolo por el medio. En uno de los extremos tiene carne de res, cebollas y una salsa deliciosa. En el otro lado de la barrera de sebo tiene mermelada tipo roly—poly. Es una idea malditamente buena si estás trabajando, pues puedes llevar tu clanger envuelto. A la hora del almuerzo se calienta con un rápido hechizo y es una comida completa en un cómodo empaque. Por supuesto, si lo dejas gotear, terminas con un encantadoramente jugoso desastre.

Harry se echó a reír.

—¡Lo estás ensalzando!

—En absoluto. Era el alimento básico de los granjeros en el Condado de Bedfordshire. ¡Cosechadores de coles de Bruselas, muchos de ellos! Quizás sea un poco pesado, pero es un gran plato para quienes tienen que trabajar al aire libre en los meses fríos. Sólo ten cuidado de no dejar gotear tu clanger. ¿Se animan a intentarlo con uno?

Intrigados, ambos aceptaron. Cuando llegó a la mesa, envuelto en muselina, Harry lo miró, perplejo.

—Nunca he comido nada que luzca como ropa.

Severus clavó la vista en el paquete envuelto de su propio plato.

—Supongo que con un hechizo se retira la muselina. Expósitus

La tela se desplegó y dobló a sí misma, dejando el pudding posado sobre un centro de mesa complejamente doblado. Severus sonrió.

Harry le imitó, pero todavía fruncía el ceño cuando su pudín quedó expuesto.

—Um, Severus… —una ceja del hombre se alzó y el joven lo tomó como una señal para continuar—. ¿Cuál es el extremo de carne?

Ahora era Severus el que miraba su propio clanger con el ceño fruncido. Lucía todo igual, el tocino crujiente suplicando por ser abierto.

—Lo más fácil es intentarlo —declaró, y cortó uno de los extremos. Había elegido bien; una salsa espesa y deliciosa salió al exterior, y el olor hizo que el estómago de Harry gruñera.

El joven atacó su propia clanger, pero no fue tan afortunado; de su lado emergió mermelada de albaricoque caliente.

—¡Demonios! —exclamó, y empezó de nuevo por el otro extremo del plato.

La sidra hacía que el pudín bajara agradablemente, y para cuando terminaron, ninguno de los dos se sentía muy vivaz.

>>Estoy lleno —confesó Harry.

—Debo admitir que comí más de lo que ingiero habitualmente en el almuerzo; y en cualquier otra hora, de hecho. No creo que Miranda debería servir esto, caeríamos todos dormidos. Aunque puede que fuera práctico para el picnic de los Ritos de los Límites —añadió pensativamente.

—¿Regresamos a casa? —preguntó Harry con una sonrisa.

Se sentía maravilloso decir ‘casa’ y que eso significara Eigg.


Expositus = expuesto, abierto

*Sev lo dice porque Clang se traduce como sonar o sonido metálico.




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MensajeTema: Re: The Blesséd Boy. Capítulo 16. Compras de Navidad   The Blesséd Boy. Capítulo 16. Compras de Navidad I_icon_minitimeVie Jun 13, 2014 11:38 pm

malfoy padre como siempre metiendo sus narizes en donde no deberia..T__T y esa maldita bruja no merece que sev la tome como aprendiz..u_u
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