La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 The Blesséd Boy. Capítulo 12. Los demonios rara vez vienen solos

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alisevv

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MensajeTema: The Blesséd Boy. Capítulo 12. Los demonios rara vez vienen solos   The Blesséd Boy. Capítulo 12.  Los demonios rara vez vienen solos I_icon_minitimeMar Mar 30, 2010 6:42 pm

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Para noviembre, la Poción de Fertilidad estuvo lista y Severus envió muestras a la Revista Mensual de Nuevas Pociones y al Diario de Investigación en Pociones. Harry había notado cuán nervioso estaba su maestro, al fin y al cabo se trataba del resultado de varios años de trabajo; el veredicto de las pruebas sería decisivo.

Dos días después, durante el desayuno, recibieron otra visita de Lucius Malfoy. Entró en el comedor como si estuviera en su propia casa, y Harry tuvo la ligera sospecha de que el hombre pensaba así basándose en el apoyo financiero que había dado en los inicios de la Comunidad. Y tampoco ayudaba que él luciera como una versión más vieja de su mojigato hijo.

Severus se levantó y saludó a Malfoy, ofreciéndole un asiento, y algo de té y bollería.

—Ya desayuné en casa, Severus —contestó, haciendo una mueca de desdén hacia la comida muy similar a la que había mostrado su hijo el año anterior. Utilizaba con presunción el nombre de pila del maestro Snape en frente de los miembros de la Comunidad; Harry no había escuchado hacer eso a nadie más, y él mismo sólo tenía permiso de utilizarlo durante sus sesiones privadas en el dormitorio—. Me sentaré en la salita y te esperaré allí.

Salió rumbo al saloncito privado y Harry se asombró de la arrogancia de ese hombre, irrumpiendo en la Comunidad y diciéndole a su guía lo que hacer. Podía ver que Severus estaba enojado, pero se sentó y continuó desayunando. Se tomó más tiempo del habitual, y Harry estaba seguro que estaba haciendo esperar deliberadamente a Malfoy.

Mientras los demás se dispersaban para realizar sus tareas, Severus se quedó con Harry.

—Ve y sigue tu investigación sobre la poción para curar heridas por el frío con la que estás trabajando. Te alcanzaré en cuanto termine de atender a nuestro visitante —la voz de Severus era fría.

Harry se levantó y se dirigió solo hacia su lugar de trabajo, algo que siempre le dejaba vulnerable a cualquier comentario que a Scylla le apeteciera hacerle.



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Cuando el maestro Snape entró en el saloncito, Lucius se levantó del sillón donde estaba sentado, con la mano extendida.

—Severus, creo que esto amerita una felicitación.

El otro no se apresuró a contestar; en lugar de eso, cruzó el espacio y se sentó en el sillón opuesto al del rubio, esperando a que éste se volviera a sentar, sin tomar su mano.

>>Ah —el visitante se acomodó y continuó hablando—. Bien, escuché que tu poción de fertilidad está siendo probada. Estoy muy sorprendido de que no me contactaras primero.

—Un descuido, Lucius. Sabes cuán emocionado me pongo con las nuevas pociones. Es cómo enviar a tu niño a la escuela la primera vez.

—¿En serio? ¿Cómo podrías saber eso, Severus? Creo que eres una especie de pérdida para la esperanza de aumentar la población mágica.

Severus hizo una mueca de disgusto. Malfoy sabía que él era homosexual, pero ésa era una manera insultante de referirse a ello. Sabía cuán desastroso sería si perdiera los estribos y echara al irritante hombre, pero estaba muy cerca de hacerlo. La mejor manera de manejarlo era el silencio.

Lucius le miró expectante, pero al ver que no argumentaba, prosiguió:

>>Sin embargo, si tu poción funciona, podrás redimirte, contribuyendo indirectamente a la salud de nuestra población. Tu Comunidad ahora se mantiene financieramente… mientras tus ventas sean prósperas… —Severus encajó la amenaza, asegurándose de que su cara no lo mostrara—… y nos sentimos alegres de que nuestro dinero esté libre para apoyar otras causas valiosas. Aún así, cuando empezaste a desarrollar esta poción, estabas muy contento de contar con nuestra contribución. Entendemos que nos proveerás del artículo terminado para que nuestros miembros puedan probarlo por sí mismos.

—De hecho, iba a ponerme en contacto contigo por este asunto. Pero te darás cuenta que soy un hombre muy ocupado. Gestionar la comunidad…

—Deberías delegar. Tienes una administradora, la señora Jordan, creo.

—Hay sólo una parte que puedo delegar, Lucius. Comprendes los principios sobre los que está fundada esta Comunidad. El monacato es una jerarquía; la mayoría de las decisiones comienzan y terminan en mí. Una vez establecido eso —continuó—, tengo tres botellas con poción que puedo facilitarte. ¿Tu grupo tiene muchas parejas necesitadas?

—Tres… eso bastará por el momento. Conozco tres parejas a las que les gustaría algo de ayuda… que ya haya sido aprobada. Ahora, ¿cuánta poción deben tomar y con qué frecuencia?

Severus se levantó.

—Sígueme, Lucius. Conseguiremos la poción e instrucciones detalladas en mi sala de trabajo.

Salió imperiosamente, sin molestarse en sostener la puerta para Malfoy. No tenía otra opción que entregar sus muestras de repuesto al hombre, pero si ése era el precio a pagar porque saliera de su camino, lo pagaría. Se alegraba de no haber cedido al impulso de arrojar a Malfoy de sus tierras; la amenaza del hombre respecto a sus ventas era de tomar en cuenta.



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Harry pasó la jornada completa trabajando en la poción que le había sido asignada. Era divertido, pero estaba un tanto contrariado de que Severus no le hablara. Podría asegurar estaba enojado por la visita de Malfoy y no parecía capaz de concentrarse en la enseñanza. En lugar de eso, se había sumergido en una actividad febril, al punto que se había hecho un corte en la palma y agregado su propia sangre al caldero, por lo que Harry supuso que estaba trabajando en la Poción de Longevidad de nuevo.

Hacia el final de la tarde, Severus habló a Harry.

—El cuidado de los viñedos empieza mañana. La mayor parte del tiempo, son las brujas las que atienden las viñas, pero el resto de nosotros ayudamos a veces. La poda es algo en lo que puedes ayudar. Mañana, ve con Scylla y las demás, y haz todo lo que ellas te digan.

—Sí, Maestro.

Harry se preguntó qué querría hacer Severus, solo en la sala de Pociones. Lo que fuera, no creía que le fuera a contar a Lucius Malfoy sobre ello.



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Harry salió con las cuatro brujas —Scyllla, Abigail, Lydia y Miranda— sintiéndose extraño al ser el único hombre.

—¿Por qué Josiah no vino con nosotros? —preguntó.

Lydia contestó.

—Josiah es un excelente vinatero; bueno, tú ya sabes eso. Pero es un tanto… enérgico… para trabajar con las viñas. Ellas responden mejor a los cuidados de las brujas. Tú estarás bien siempre y cuando seas cuidadoso. Y eres un chico bastante tranquilo, Harry.

—Y aún no es maduro —intervino Scylla, rencorosa—. No tiene el impacto de un hombre completamente crecido —dijo a Lydia, mientras veía que las demás estaban comentando el hecho.

Lydia asintió.

—Bueno, supongo que eso es cierto. Bien, ya llegamos. Obsérvame, Harry.

Se detuvo al lado de la primera viña y le mostró cómo podar.

>>Corta los brotes laterales a la altura de la segunda yema. Esto debe ser hecho antes de Navidad. Después de ese tiempo, las viñas podrían perder mucha savia, debilitando la planta —Harry miró las hileras de viñas, apreciando la magnitud de la tarea—. Es aconsejable hacerlo a mano; la magia puede alterar las plantas. Ellas prefieren el toque de las brujas, como ya te expliqué, pero estoy segura que lo harás bien. Adelante.

—Ven conmigo, Harry —dijo Scylla, sobresaltándole—. Puedes ayudarme —ella era la última bruja que había esperado que requiriera su ayuda.

Hacía tiempo que se había dado cuenta que la magia estaba involucrada en todo lo que hacían en Eigg, especialmente la magia de la tierra y de fertilidad. Tocó la planta con reverencia. Pudo escuchar a Miranda lanzando un hechizo sobre la mata que acababa de podar. Reconoció el hechizo como algo similar al que Richeldis había utilizado con las abejas, uno que protegía y abrigaba a las viñas.

Harry trabajo serenamente, consciente de que Scylla, situada frente a él, le observaba de vez en cuando.

—Déjame ver —pidió ella, dando la vuelta para observar lo que Harry estaba haciendo. La bruja sostenía su cuchillo de podar y el chico se sentía estúpidamente nervioso. De repente, Scylla se lanzó y cortó de un tajo el vástago central de la planta, tan severamente que casi se separó, quedando colgado a un lado—. ¡Muchacho tonto! —chilló—. ¡La has masacrado!

Las demás brujas se giraron ante el grito y fueron a mirar.

>>¡Vean lo que hizo! El chico no tiene paciencia para este trabajo. Sabía que deberíamos haber mantenido esto entre nosotras. Quizás ahora el maestro Snape lo verá.

El rostro de Harry mostró su consternación. No podía creer lo que estaba sucediendo.

—Yo… yo no hice eso. Fuiste tú.

—¿Escucharon eso? —volvió a chillar la mujer—. ¡Tratando de culparme por su torpeza! He trabajado en estas viñas cada año desde que llegué a Eigg, y éste es tu primer día, desdichada criatura. ¿Cuál de nosotros creen que es más probable que haya hecho pedazos la planta?

Harry la miró con incredulidad. Debía parecer culpable a las otras tres brujas.

Sacudiendo la cabeza con tristeza, Lydia habló:

—Es mejor que regreses a la Comunidad, Harry. Más tarde, tendré que hablar con el maestro Snape sobre ti.

El brazo de Harry cayó a un lado. Le regresó el cuchillo de podar a Lydia y se dio vuelta, caminando de regreso al centro. Una vez allí, se dirigió a su celda, sintiéndose entumecido. No quería ir a las salas de Pociones; Severus estaba trabajando a solas y Harry pensaba que había planeado hacerlo todo el día. Se quitó su capa y se sentó en la cama, preguntándose que resultaría de todo esto. Nadie había visto la acción de Scylla y ahora nadie le creería.

No estaba seguro de cuánto tiempo había estado allí sentado, pero reaccionó a la hora del almuerzo. Sería un comportamiento infantil y se mostraría como un obvio sentimiento de culpa si permanecía en la habitación, así que se obligó a encaminarse al comedor.

Las brujas estaban allí y se callaron cuando entró. El maestro Snape estaba hablando con Lydia, pero ella se calló cuando Harry se acercó y se sentó al lado de su maestro.

—Harry, causaste un severo daño a una valiosa planta —declaró Severus con tono de decepción.

Harry pudo sentir los ojos de las brujas sobre él; ni siquiera trató de negarlo. Sentía que eso solo empeoraría el problema.

—Lo lamento Maestro — era todo lo que podía decir siendo veraz.

—Esto es demasiado grave para ignorarlo, serás castigado. En deferencia a tu estatus como novicio en la Comunidad, te castigaré yo mismo, en privado. Después de almorzar, ve a tu celda y permanece allí.

—Sí, Maestro.

Harry estaba aliviado de que no fuera público. No quería sentir los ojos de Scylla sobre él mientras recibía el castigo de su maestro. Comió un poco de sopa, teniendo cuidado de no servirse más de lo que su estómago podía aceptar, pues no tenía nada de hambre. Podía notar que ella le estaba observando y estaba decidido a no darle la satisfacción de ver que era incapaz de comer nada. Cuando su plato estuvo vacío, se inclinó con deferencia ante su maestro y se dirigió hacia su celda. Mientras cerraba la puerta del comedor, escuchó el ruido de voces hablando de nuevo con libertad.



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Severus seguía enojado. Con una furia que hervía a fuego lento y continuo, provocada por la visita de Malfoy. Ahora, estaba enfadado porque Harry había destrozado la planta. ¿En qué demonios estaba pensando el muchacho? Era absolutamente inusual que su aprendiz fuera tan descuidado con una cosa viva, aunque esa cosa fuera una planta. Quizás estaba resentido porque le había enviado a trabajar con las brujas, pero era él quien decidía las tareas en la Comunidad, y Harry siempre lo había aceptado.

Caminó hacia la celda del joven; estaba enfrentando una tarea que hubiera preferido evitar. Hoy, al parecer, era el día para enfrentar a sus demonios, y estos, rara vez venían solos.

Entró en la celda sin tocar. Como Maestro de la Comunidad podía ir a donde quería, cuando quería. Harry había perdido su derecho a la cortesía.

El chico estaba sentado en un lado de la cama, las manos en su regazo, la cabeza inclinada, como si aguardara su destino. Severus sintió que su cuerpo reaccionaba ante la humilde postura de Harry y maldijo el giro de los acontecimientos.

—Quítate la túnica.

Sin dudar, Harry se levantó y se quitó su túnica con un rápido movimiento, decidido a mostrar obediencia y no provocar mayor censura. Se quedo parado en ropa interior, temblando ligeramente. Hacía frío allí, pero Severus pensó que el estremecimiento era una señal de nerviosismo, no de frío.

>>Tiéndete sobre la cama, boca abajo, los brazos sobre la cabeza.

Harry se trepó a la cama y asumió la posición.

>>Ligatio

Cadenas aparecieron de ninguna parte y se unieron al juego de anillas en la pared, sobre la cama. Bandas de metal aparecieron alrededor de las muñecas de Harry. Severus tomó las cadenas y las ató a las bandas.

>>Tu castigo va a comenzar. Esto te ayudará, Harry. Debes aprender cuán importante es la producción de nuestra tierra y lo serio que es dañar las existencias. Estoy muy decepcionado de ti.

—Yo… yo sé cuán importante es, Maestro —musitó con débil voz.

Severus había traído una vara con él. Una larga y flexible rama de sauce que ahora sostenía en su mano, sintiendo su balance, la suavidad de la madera, mientras su excitación crecía ante lo que iba a venir. Tragó, intentando controlar a los demonios que no habría querido dejar salir, pero que Harry había liberado.

—Contarás los golpes, Harry; por tu infracción, recibirás diez. Y los voy a aplicar ligeramente, ya que es tu primera falta.

—Sí, Maestro. Gracias.

A este punto, la voz de Harry era casi inaudible. Durante el tiempo que había estado esperando, su mente había estado reproduciendo la sanción de Josiah Jordan que había presenciado el año anterior. El vinatero se había castigado a sí mismo, pero Harry dudaba que él fuera capaz de hacerse eso, ni que, como novicio, le fuera permitido. Cuando había decidido venir a vivir a Eigg, había estado consciente de que los miembros debían aceptar los castigos por sus errores, y estaba determinado a admitirlo sin quejarse. Este primer castigo de manos de su maestro era una especie de rito de paso para Harry, una prueba de que era completamente aceptado su puesto como novicio en la Comunidad. No lo merecía, pues no había cometido el crimen por el cual se le iba a azotar, pero de una extraña manera eso era irrelevante ante lo que iba a hacer en ese momento. Quería probarse ante su maestro, demostrarle que Harry Potter era su leal aprendiz y novicio de la Comunidad en toda circunstancia. Dudaba que el maestro Snape fuera menos riguroso al aplicar el castigo a su aprendiz de lo que sería con cualquier otro, así que trató de prepararse.

Severus levantó el brazo y lanzó la vara. ¡Golpe! La vara silbó en el aire mientras bajaba y golpeaba la espalda del joven con un claro restallido.

>>¡Uno! —gritó Harry. Había saltado ante el golpe, descubriendo que nada de lo que hubiera hecho le habría preparado para la realidad—. Oh… —susurró mientras escuchaba el chasquido a través del aire, seguido muy pronto por otro restallido y el grito de ‘¡Dos!’

Severus podría decir que Harry no sabía nada de castigos, del mismo modo que no había sabido nada de placer. Era virgen, su muchacho. Tan inocente. Levantó nuevamente el brazo, y mientras hacía el movimiento su túnica rozó su propia erección. Estaba tan duro.

>>¡Tres! —seguido por ese delicioso gemido.

Severus estaba tratando de separar sus golpes, realmente trataba, pero la espalda del chico ya estaba mostrando brillantes verdugones. Trataba de espaciarlos, de ser amable, pero el canto de sangre en sus oídos hacía que su corazón retumbara con excitación.

Al final, cuando Severus aplicó el último golpe, los gritos del joven se habían hecho más débiles, desesperados. ‘Diez’. Severus respiró profundamente y se obligó a retroceder. La espalda de Harry estaba entrecruzada de rayas rojas. Ninguna había sangrado, pues se había esmerado en espaciarlas y estaba complacido de sí mismo. Dudaba que Harry comprendiera el cuidado que había tenido.

Podía oír que el joven lloraba suavemente, y su corazón comenzó a latir más lento, mientras sentía cómo recuperaba la calma y el pensamiento racional. Volvió a respirar profundamente y metió la vara en su correa, sacando de su bolsillo el ungüento que había traído.

—¿Entiendes por qué has sido castigado?

—Sí, Maestro —Harry sonaba desdichado.

—Entonces, no lo harás de nuevo.

—No, Maestro —todavía sollozaba suavemente.

—Ahora, sigue aguantando mientras te curo.

Frotó el frío ungüento sobre los verdugones. El proceso era doloroso mientras los dedos frotaban el bálsamo sobre la carne maltratada, pero cuando la crema penetró en la herida se convirtió en alivio. Cuando terminó con la última raya, la espalda de Harry se veía mucho mejor, aunque todavía permanecía una irritación que se curaría de forma natural. Ése era parte del castigo.

El hombre se paró, susurrando un hechizo que le liberó de las cadenas, y salió sin otra palabra.

Harry estaba más lastimado por el conocimiento de que su maestro estaba decepcionado de él que por la irritación de su espalda. Se colocó nuevamente su ropa y se acostó sobre su estómago, con su mente regodeándose en la infelicidad.

Más tarde, fue a cenar con los demás. Todos le trataron con normalidad; había sido castigado y todo había terminado. Pero Harry sabía que Scylla estaría regocijándose por haberle metido en problemas con su maestro. Evitó mirarla, y en su lugar se dedicó a conversar con Abigail a lo largo de la comida.

Después de cenar salió a caminar. Ya había oscurecido, pero se dirigió hacia la granja, confiado en ese camino. El aire frío de la noche pareció tranquilizarle, y los relinchos de bienvenida de los caballos mientras se acercaba al corral, le animaron.

—Hola, Harry —la voz de Danyel, emergiendo del granero, le hizo dar un salto.

—Hola, Danyel.

—Te ves triste. ¿El maestro Snape te hizo daño?

—Sí, lo hizo —admitió. No tenía sentido mentirle a Danyel; su maestro le había herido porque estaba decepcionado de él.

—Duele cuando papá me castiga —replicó el otro con sencillez, y le rodeó con sus brazos. Harry se permitió apoyarse en el abrazo—. No estés triste.





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MensajeTema: Re: The Blesséd Boy. Capítulo 12. Los demonios rara vez vienen solos   The Blesséd Boy. Capítulo 12.  Los demonios rara vez vienen solos I_icon_minitimeVie Jun 13, 2014 10:51 pm

arggg pero si esa E$#$%$%$%$ bruja un crucio es lo que se merece argg me enoja....T____T un crucio ahhhhhhhhhhhhhhhhh dioss me enoja me enoja y me enoja..pobre harry  lloro1 
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http://yukif.livejournal.com/
 
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