alisevv
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| Tema: El amor que salvó un reino. Capítulo 16. Al fin solos Jue Ago 07, 2014 7:17 pm | |
| Cuando Severus y Harry salieron de la enorme cueva que servía de comedor, una fuerte ráfaga de viento helado los recibió, haciendo que ambos se arrebujaran en las pieles que llevaban de abrigo. Notando que su joven esposo se estremecía a causa del frío, el Príncipe pasó un brazo por sus hombros y lo estrechó contra si, siendo recompensado por la agradecida sonrisa del chico de ojos verdes.
Mientras lo mantenía abrazado, Severus lo guió hacia la zona donde se ubicaban las grutas de las parejas casadas. La luna plateada brillaba en todo su esplendor, iluminando su camino, y el ambiente estaba impregnado del armonioso sonido de los animales nocturnos, principalmente insectos.
De tanto en tanto, ambos hombres se detenían para compartir un tierno beso, antes de seguir su camino con paso tranquilo. Harry ya no notaba el frío a su alrededor, todo su cuerpo inundado del calor que le trasmitía la presencia de su pareja. En su mente y corazón se debatían mil sensaciones, entre las que destacaban el amor, la excitación, y por qué no decirlo, también algo de ansiedad y temor.
Comprendiendo su estado de ánimo, Severus caminó a su lado sin hablar, dejándole esos momentos en la paz de las montañas para permitirle acostumbrarse al enorme cambio que iba a dar su vida a partir de ese momento, e incluso para acostumbrarse él mismo.
Cuando llegaron frente a la cueva que a partir de ahora, y quien sabía por cuanto tiempo, considerarían como su hogar, Severus giró hacia Harry y perdió la mirada en sus incomparables ojos verdes.
El joven bajó la cabeza, turbado. Entonces, Severus puso un dedo bajo su barbilla.
—No me niegues tu mirada, amor— musitó, mientras volvía a navegar en las lagunas color esmeralda—. Tus bellos ojos me dejaron impactado desde el momento en que los vi, en un cuadro de familia que pese a ser precioso no te hacía justicia— se inclinó y tomó la temblorosa boca en un beso apasionado, que fue plenamente correspondido—. Los ojos más hermosos que he visto en mi vida— un nuevo beso, igual de apasionado. Cuando se separaron, el Príncipe tendió su mano—. ¿Qué te parece si conocemos nuestro nuevo hogar?
Con una sonrisa, Harry aferró su cálida mano.
—Me muero de curiosidad— comentó, sonriente—. ¿Ya la viste por dentro?— preguntó, mientras se dirigían a la entrada.
—De hecho, a mí tampoco me dejaron verla— replicó el hombre con un mohín de frustración.
—¡Genial! Así podemos inspeccionarla juntos.
Al ver el entusiasmo de su joven esposo, Severus no tuvo corazón para decirle que él prefería inspeccionar otros terrenos y se dejó guiar mientras sonreía con ternura.
Al entrar en la gruta se encontraron con una pequeña galería central, pero a diferencia de la galería de los donceles, ésta era redonda y sólo mostraba una entrada hacia otra cueva interior. El espacio estaba iluminado por dos lamparillas de aceite, adosadas a la pared, y en el centro habían colocado una mesa y dos sillas de madera, único mobiliario presente.
Sonriendo, Harry jaló a su esposo hacia la cueva interior y se pararon en el umbral de una habitación absolutamente acogedora. El suelo estaba cubierto en su casi totalidad por las hermosas pieles que habían traído los morib, y Severus sonrió pensando que alguien las había llevada allí mientras ellos estaban en la fiesta de esponsales.
El principal mueble del recinto estaba formado por una inmensa cama, cuyo colchón se veía realmente cómodo, y estaba provista de una cobija color azul noche. También había un gran armario elaborado con troncos de árboles y donde ya estaba pulcramente colocada la ropa de ambos, y una pequeña mesa con un quinqué posado sobre ella.
—Quítate las botas, Severus, o vas a ensuciar todas las pieles— pidió Harry al tiempo que se quitaba las propias y los calcetines. Mientras lo imitaba, el Príncipe sonrió; unas horas de casados y ya su jardinerito empezaba a darle órdenes.
Entraron y pasearon la mirada en derredor. En uno de los laterales se abría una nueva entrada, de donde salía un calorcillo por demás agradable y un tenue resplandor azuloso.
—Esto es precioso, Sev— declaró Harry, encantado, antes de fijar la vista en la otra entrada—. ¿Qué habrá ahí?— preguntó, intrigado.
Severus se inclinó y le besó el cuello con sensualidad.
—Creo que es nuestro baño privado, ¿qué te parece si lo estrenamos?
Pasó un brazo por los hombros de un muy ruborizado Harry y caminaron lentamente hacia el baño. Éste era un poco más chico que el de la galería de los donceles, pero a similitud de aquel, lo atravesaba un ramal del río subterráneo, que caldeaba el baño y la habitación, y al que también le habían hecho un pequeño pozo artificial que formaba una cómoda bañera. El pozo constaba de escalones que iban bajando, de forma que al final el agua cubría a una persona por completo, y era lo suficientemente amplio como para albergar cómodamente media docena de personas o más.
—¿Podríamos darnos un baño, no crees?
El ronco acento sacó a Harry de su ensoñación mientras miraba su bañera particular y envió oleadas de excitación por todo su cuerpo, al punto que el color volvió a iluminar su rostro. Sin embargo, pronto la excitación dominó sobre la timidez, y cuando su esposo atrapó sus labios le respondió con pasión. Las manos de Severus acariciaron las ardientes mejillas pero no se detuvieron allí por mucho tiempo. Pronto, una de ellas bajó hacia el cuello mientras la otra bajaba al hombro, para quitar el abrigo de piel del joven. Y las manos siguieron su amorosa tarea, y mientras la boca de Severus se hundía en el suave cuello y besaba y mordisqueaba, las manos se colaron bajo la camisa de campesino, acariciando la espalda a placer.
Los jadeos de Harry sonaban a gloria en los oídos del Príncipe, llevando su excitación a niveles imposibles. Se alejó y se quitó el abrigo, mientras respiraba para recuperar el control; su pequeño era virgen y él pensaba llenarlo de placer, para tratar que el dolor fuera el mínimo posible.
En ese momento, Harry, en un movimiento impulsivo, se acercó, lo abrazó de nuevo y se pegó contra él, más al sentir como sus excitaciones se tocaban, intentó apartarse, avergonzado. Pero Severus se lo impidió. En lugar de eso, lo tomó por la cintura y comenzó a hacer movimientos circulares con sus caderas, rozando una y otra vez sus miembros, logrando que Harry dejara escapar un gemido prolongado. No conforme con eso, aflojó la cinta que sujetaba el pantalón del chico de ojos verdes y una cálida mano se introdujo bajo el pantalón y la ropa interior, acariciando una redonda y firme nalga, antes de regresar a la cinturilla y jalar hacia abajo, dejando el hermoso cuerpo desnudo, que mostraba la turgente virilidad en todo su esplendor.
El Príncipe se alejó una vez más, pero Harry, en lugar de quejarse, lanzó una exclamación ahogada cuando el hombre empezó a desnudarse, dejando al descubierto unas espaldas anchas, un vientre plano y una dura y atrayente virilidad, todo enmarcado en una suave piel, cubierta aquí y allá de un espeso vello negro.
Sin decir palabra, Severus tendió la mano a su esposo, para ayudarlo a entrar en la pequeña poza.
—Sev, el agua está deliciosa— exclamó el joven, encantado.
—Tú sí que eres delicioso— gimió su pareja con voz ronca, atrayéndolo para darle un nuevo beso. Mientras los hombres dejaban que sus lenguas se saborearan, Severus se sentó en uno de los escalones de forma que el agua le cubriera hasta la cintura y ubicó a Harry entre sus piernas.
El hombre se estremeció de placer al sentir las suaves nalgas de Harry curvándose sobre su endurecido sexo, y mientras empezaba a besar la nuca de su esposo, comenzó un lento movimiento de caderas. Harry sintió ahogarse ante el ardiente contacto y gritó de excitación cuando la mano de Severus se cerró sobre su miembro y empezó a masturbarlo lentamente.
El joven, por su parte, empezó a moverse contra su esposo, aumentando la fricción. Los movimientos de ambos fueron acelerando, mientras los jadeos hacían eco en las paredes de la gruta. Al fin, Harry se corrió con un grito gutural y, poco después, su esposo lo imitaba mientras gemía su nombre.
Permanecieron así un buen rato, mientras recuperaban un tanto el aliento. Luego, Harry se giró, sentándose a horcajadas sobre su esposo, y cobijó su rostro en su pecho.
—Gracias.
El murmullo fue tan suave que Severus apenas pudo comprender lo que decía. Sonrió mientras acariciaba tiernamente el cabello del joven y lo miraba, maravillado, al ver la timidez de su pareja. Harry era muy listo y despierto, capaz de enfrentar situaciones inesperadas, pero en cuanto a las relaciones era completamente inexperto… y absolutamente delicioso.
—¿Qué te parece— el Príncipe lo alejo un poco de su pecho y le dio un apasionado beso— si nos damos— otro beso y un jadeo de Harry— un chapuzón?— terminó, mientras lo alzaba en brazos y lo lanzaba en mitad del pozo.
Luego de unos momentos, Harry salió tosiendo, medio ahogado por la sorpresiva acción, y vio que Severus reía a mandíbula batiente. Mirándolo con travesura, el muchacho tendió su mano para que su esposo le ayudara a subir, y segundos después era el Príncipe quien se hundía en el pozo.
Estuvieron un buen rato jugueteando en el agua, besándose y acariciándose. Al fin, Severus tomó a Harry por la cintura y lo abrazó contra sí, dejando que sus miembros, que de nuevo empezaban a endurecerse a causa del jugueteo, se frotaran entre sí.
Sin decir palabra, el Príncipe empujó a su pareja hacia el borde de la bañera y subió a la orilla. Desde allí, lo observó cautamente.
—¿Si te doy la mano para ayudarte a subir, prometes no aventarme de nuevo hacia el agua?— preguntó serio, alzando una ceja.
—No te quejes— Harry se echó a reír—, tú me tiraste primero— al ver que el otro seguía mirándolo, indeciso, rió más fuerte—. Mira que eres desconfiado. Vale, prometo no tirarte.
Severus tendió la mano y momentos después, abrazaba nuevamente a su jardinerito y empezaba a secarlo con un suave paño. Pronto, ambos hombres estaban de nuevo besándose y restregándose uno contra el otro.
En un rápido movimiento, Severus se agachó y tomó en brazos a Harry; mientras volvían a besarse, caminó hacia la habitación y, con extremo cuidado, dejó a su pareja sobre el cálido colchón, para luego acostarse sobre él, dejando que cada milímetro de sus cuerpos tomara contacto.
Nuevamente las bocas se encontraron, devorándose. Pero duró poco tiempo; pronto, los labios del mayor empezaron a descender, saboreando la firme piel, recorriendo la línea de la mandíbula y el cuello, deteniéndose en un pezón primero y luego en el otro hasta convertirlos en dos pequeños puntos, duros como piedras.
—Sev, yo…— murmuró Harry en medio de jadeos.
El hombre regresó un momento a los labios amados.
—Tú sólo disfruta, amor— murmuró sobre ellos, antes de regresar a su tarea.
Depósito besos sobre el plano estómago, los testículos y el erguido pene, que parecía que iba a estallar, mientras Harry aullaba de excitación.
—Date la vuelta, amor, y no te muevas— pidió en un susurro—. Ya regreso.
Mientras el muchacho obedecía, anticipando excitado lo qué vendría después, Severus se acercó al armario y rebuscó entre sus cosas, sonriendo al encontrar el pequeño recipiente. Lo abrió y regresó junto a Harry
De nuevo en la cama, abrió el frasquito y el ambiente se inundó con un agradable aroma a vainilla. Untó un dedo en aceite y, mientras empezaba un nuevo recorrido descendente de besos, esta vez partiendo de la nuca y bajando a lo largo de la columna vertebral, introdujo un dedo con cuidado en la estrecha abertura de su esposo.
Harry se removió un tanto, sobresaltado ante la extraña sensación, pero los besos ardientes pronto lo relajaron de nuevo. Un nuevo dedo se deslizó en su interior, al tiempo que Severus regresaba a su cuello y murmuraba palabras dulces en su oído.
Mientras los dedos se movían distendiendo el interior de Harry, los besos del Príncipe bajaron nuevamente, pero esta vez buscaron un punto especial en su nalga derecha, que había ignorado hasta el momento; una pequeña figura en forma de caracol, una bendita marca que le había permitido desposar al amor de su vida: la marca de los varones fértiles.
Mientras un tercer dedo se unía a la tarea de preparación, la lengua de Severus salió y empezó a acariciar suavemente la marca. Harry dio un pequeño grito, olvidando incluso la incomodidad que producían los dedos en su interior. La caricia de Severus en la pequeña figura era increíblemente erótica.
—Severus, Dios, ¿qué hiciste?
Sonriendo, el hombre repitió la caricia y Harry se estremeció de placer. Luego, regresó a la altura del oído de su pareja, quien se giró para hundirse en sus negros ojos.
—Fue tu marca…más tarde te contare— musitó, antes de sacar sus dedos y pedirle suavemente—. Gírate de nuevo, amor, acuéstate sobre tu espalda.
El joven obedeció, y mientras lo miraba, Severus acarició sus muslos, instándolo a abrir las piernas, y se colocó entre ellas.
>>Te va a doler un poco— musitó, mientras acariciaba sus suaves testículos y su erguido miembro—. Si duele mucho, dímelo y me detendré.
En respuesta, Harry se incorporó y, aferrando su cuello, lo beso con placer. Antes de separarse, susurró sobre sus labios.
—Hazlo ya, amor. Estoy listo para ti.
El Príncipe colocó las piernas de Harry sobre sus hombros y, ubicándose en su entrada, empezó a empujar con lentitud.
El joven jadeó ante la mezcla de dolor y excitación que recorrió su cuerpo, pero a medida que avanzaba, Severus acariciaba su pene intentando minimizar la molestia. Cuando hubo recorrido todo el camino, esperó unos segundos para que su pareja se acostumbrara a la intrusión y para calmar un tanto su excitación, que había llegado al cenit al sentir las cálidas paredes de su pareja rodeándolo.
Cuando el rostro de Harry mostró que ya estaba listo, salió casi hasta el final y volvió a empujar. El jadeo de placer del joven le confirmó que había encontrado su próstata.
Después de eso la velocidad de embestidas aumentó, al tiempo que Harry, olvidado el dolor, elevaba sus caderas para acentuar el contacto. Mientras una de las manos de Severus aferraba la cadera del joven, la otra se dirigió a su miembro, empezando a bombear al ritmo de sus embestidas, hasta que llegaron al punto de no retorno y ambos se corrieron en un estallido de placer.
Severus abandonó con cuidado el cuerpo cálido y luego lo estrechó contra él. Harry se dejó abrazar, pleno de felicidad.
—¿Te hice mucho daño?— musitó Severus, besando su cabeza.
—Sólo un poco— contestó Harry, un tanto aletargado—. Pero lo soportaría mil veces con tal de sentir todo lo demás.
El hombre rió suavemente.
—Será sólo las primeras veces, amor, lo prometo.
—Pues si es así, mejor— Harry sonrió y luego buscó los ojos de su pareja—. Tengo una curiosidad.
—Dime.
—Antes, cuando me acariciaste la marca, sentí una abrumadora excitación, ¿por qué?
—Es parte de tu condición— le explicó, mientras lo acomodaba mejor dentro de su abrazo—. La marca no es sólo un indicativo de tu fertilidad, sino que es un punto altamente erógeno, una zona extremadamente sensible.
—Quieres decir que voy a sentirme así cada vez que la toques.
—Mira— extendió la mano y delineó la marca con su dedo—. ¿Qué sientes?
—Es muy agradable, me encanta que lo hagas, pero nada más.
—La razón es que, para que se sensibilice, debes estar excitado.
—O sea, ¿lo voy a sentir cada vez que hagamos el amor?
—Sí— confirmó Severus, besándolo.
—Estupendo— comentó Harry, mientras se acercaba más al cuerpo cálido—. ¿Qué tal si hacemos que se sensibilice nuevamente?
—Vaya que estás perdiendo aceleradamente tu timidez— dijo el Príncipe, riendo—. Aunque me encantaría complacerte, creo que habrá que esperar un rato más, yo aún no me repongo. ¿Qué tal si dormimos una horas? El día fue largo y estamos cansados.
—Si no hay más remedio— pese a la queja, el joven se arrebujó contra el pecho de Severus, realmente él también sentía bastante sopor—. ¿Pero prometes que repetiremos dentro de un rato?
—Prometido— la voz del hombre estaba impregnada de ternura, mientras tiraba de la cobija para cubrir sus cuerpos desnudos—. Ahora duerme, amor.
Minutos después, sólo se escuchaba en la habitación la respiración tranquila y feliz de dos amantes dormidos y satisfechos.
—¿Creen que les haya gustado la ceremonia?— preguntó Hermione, que caminaba del brazo de Sirius por la vereda que llevaba hacia la galería de los donceles.
—Claro que sí, estuvo preciosa, amor. Draco y tú hicieron un gran trabajo.
—Todo fue mérito de Hermi— terció el joven rubio, que caminaba muy cerca, su mano perdida en la de Remus—. Yo me limité a seguir instrucciones.
—Que es todo lo que alguien puede hacer teniendo a un Potter cerca— se burló Remus—. Severus y Sirius van a tener que aprender a obedecer en un futuro muy cercano.
—Muy gracioso, tío— la chica hizo un cómico mohín y todos rieron, divertidos—. Sólo espero que todo esto termine pronto y podamos vivir en tranquilidad.
—Y que podamos casarnos— agregó Sirius, acariciando la mano de su novia.
—Si, eso también— convino Draco con una sonrisa.
—Te recuerdo que tú aún debes esperar los seis meses reglamentarios— comentó el Capitán.
—¿Cómo así?— Draco frunció el ceño—. En Moribia no se necesita esperar seis meses.
—Pero en Inglaterra sí, y tú te vas a casas allí.
—No te enfurruñes, amor— lo consoló Remus, al ver el entrecejo fruncido de su prometido—. Seis meses pasan muy rápido… si es que esta guerra no se prolonga más tiempo.
—Si eso sucediera, sería mortal para nosotros— comentó Sirius, repentinamente serio—. Dudo que pudiéramos resistir seis meses más en las condiciones actuales.
—Ya, mi amor, no te pongas triste— Hermione se acercó un poquito más a su prometido—. Hoy es un día feliz, al menos olvidemos los problemas hasta mañana.
—Sí, tienes razón— musitó el hombre con ternura, mientras se detenía—. Bueno, ya llegamos a la galería— se giró hacia Remus—. En ausencia de Severus, yo soy el responsable de Draco.
—¿Perdón?— dijo el rubio, elevando una ceja.
—Bueno, soy el mejor amigo de tu tío, ¿no?— al ver que el joven iba a replicar, se apresuró a agregar—. En fin, lo que iba a decir es que Lady Aurora quedó un tanto rezagada esperando a las chicas, así que podemos cumplir con las formalidades y darnos las buenas noches con un beso en la mano o podemos despedirnos apropiadamente— fijó sus divertidos ojos en Remus—. Si tú no miras hacia acá— propuso, señalando a Hermione y a él mismo—, yo no miraré hacia allá— ahora señaló a Remus y a Draco—. ¿Qué dices?
Por supuesto, fue más que evidente la respuesta del futuro Conde de Lupin. Y la despedida duró un buen rato más.
Severus despertó cuando ya la mañana estaba avanzada, sintiéndose vivo y feliz, algo que no sucedía desde hacía mucho tiempo. Sin abrir los ojos, se recreó en los hermosos recuerdos de la noche pasada, en la ingenua y avasallante pasión con que Harry había respondido a cada uno de sus avances, con total entrega y desprendimiento.
Al fin, abrió los párpados y sus negros ojos se fijaron con ternura en la esbelta figura del joven acostado a su lado, y al verlo, fue incapaz de contener la sonrisa que afloró a sus labios.
Harry dormía boca arriba, el pelo alborotado y la boca abierta, inmerso en un profundo sueño, una imagen que llenó su corazón de infinita ternura.
Siguiendo su amoroso recorrido, los ojos se posaron en el blanco cuello, que presentaba ligeras señales de la pasión. En lugar de sentirse apenado, al haber maltratado la inmaculada piel, su instinto de posesión le hizo sentirse satisfecho, como si hubiera marcado definitivamente su territorio.
Luego pasó al pecho, que subía y bajaba con rítmicos movimientos. Sobre el pecho reposaba el dije que le había regalado en señal de compromiso, flanqueado por dos preciosos puntos rosados. Incapaz de resistirse, bajo la cabeza y paseó la lengua por uno de esos puntos. De inmediato, Harry, entre sueños, lanzó un suave gemido de satisfacción, cerró la boca y sonrió.
Animado por la inconsciente respuesta, siguió bajando, dejando besos sutiles, etéreos, por el torso casi lampiño. La sábana cubría a su esposo hasta la cintura, impidiéndole seguir disfrutando del grandioso espectáculo, así que la tomó con la punta de los dedos y la retiró con infinito cuidado.
Casi jadeó ante la visión; a la luz del día, se veía aún más hermoso que la noche anterior. Sonriendo internamente, sacó la lengua y recorrió la longitud del pene, que ya estaba semi erecto. El joven se estremeció y gimió, pero no despertó.
—Vaya que tienes el sueño pesado, amor— murmuró Severus, la voz ronca de excitación, ese jueguito lo había puesto duró como vara.
Siguió jugueteando con la lengua por toda la extensión de los testículos y el pene. Harry continuó gimiendo, incluso abrió las piernas, dándole un mejor acceso al mayor. Severus levantó la cabeza, dispuesto a saludar a su pareja con una sonrisa, en la seguridad de que por fin había despertado.
—No puedo creerlo— musitó, absolutamente impresionado—, todavía sigues durmiendo— sonrió con malicia, antes de agregar—. Querido esposo, dudo que después de esto seas capaz de continuar durmiendo.
Y sin mas, engulló el delicioso miembro.
El nivel del nuevo gemido, le indicó que esta vez Harry sí había despertado completamente.
—¡Dios, Severus!
El hombre siguió jugando con la masculinidad de su pareja, que bajó las manos para acariciar el suave cabello negro. Los jadeos del joven fueron creciendo, y cuando estaba seguro que explotaría en cualquier momento, Severus se alejó.
—Parece que ya despertaste— susurró, mientras Harry se quejaba con un gruñido de impaciencia. Severus se inclinó y tomó el recipiente de aceite, caído al lado de la cama, antes de regresar a Harry y comenzar a prepararlo. Pero esto no duró mucho tiempo, pues el joven movía sus caderas con fuerza contra sus dedos, instándolo a apurar las acciones.
—Sev, por favor.
Derritiéndose de amor ante la súplica, el hombre se volvió a colocar en el lugar que desde la noche anterior definitivamente se había convertido en su hogar, y se deslizó con suavidad, mientras ambas bocas dejaban escapar un sonido de delicia. Cuando empezó a embestir, ambos hombres se olvidaron de todo, perdidos únicamente en el intenso deseo y el profundo amor.
Un buen rato después, Harry se acurrucaba en los brazos de su esposo, mientras éste acariciaba tiernamente su cabello despeinado.
—Creo que es hora de levantarnos y darnos un baño— musitó el Príncipe, besando su sien.
—¿Es imprescindible?— el joven se acurrucó más en el tibio regazo—. No podemos quedarnos más tiempo aquí.
—Me quedaría toda la vida, amor, pero lamentablemente eso es imposible— la caricia bajó del cabello a la nuca—. Hay muchas cosas que hacer. Y Zulub Hagrid se va después del almuerzo y tenemos que conversar con él antes que parta.
—Oh, Severus, tienes razón, cómo pude ser tan egoísta— replicó Harry, haciendo ademán de levantarse, pero el hombre lo retuvo tomándole la muñeca.
—¿A dónde crees que vas?
—A bañarme, tenemos que apurarnos.
Severus lo jaló contra su cuerpo y tomó sus labios, besándolo con pasión.
—Todavía hay tiempo para darnos un baño juntos— musitó sobre su boca.
—Pero dijiste…
—Sé lo que dije, pero aún tenemos tiempo— se levantó y tendió la mano a su pareja—. Vamos, pequeño.
Harry la tomó con una sonrisa y se levantó, pero antes que empezara a caminar, Severus lo retuvo y le miró a los ojos con sinceridad.
—Cuando todo esto acabe y recuperemos nuestro reino, prometo llevarte al viaje de bodas que mereces.
El joven subió una mano y acarició el rostro curtido.
—Prefiero que me prometas que esta noche vamos a regresar aquí y me vas a hacer el amor hasta desfallecer.
—Eso puedes jurarlo, mi amor.
Y con una sonrisa, ambos hombres se encaminaron al baño… a bañarse.
Severus y Harry entraron en el inmenso comedor general y se dirigieron a la mesa donde se servía la comida. Luego, con un buen cuenco de un rico y oloroso estofado de liebre en la mano, se encaminaron a la mesa que acostumbraban utilizar.
—Vaya, miren quienes se dignaron aparecer— se burló Sirius en cuanto llegaron—. ¿Qué tal durmieron, chicos? Vamos, coman, necesitan reponer fuerzas. Además, el estofado está delicioso.
Harry enrojeció fuertemente ante la pícara insinuación mientras Hermione le daba un golpecito a su prometido para que se callara y Severus ponía los ojos en blanco, conocía con creces a su amigo. Remus, Alastor y Lady Aurora, que también se encontraban presentes, se limitaron a sonreír, divertidos.
Los recién llegados se sentaron y empezaron a comer, estaban realmente hambrientos.
—¿Y Draco dónde está?— preguntó Harry, intrigado.
—Tiene guardia en el hospital.
—Pensé que no había nadie internado y hoy no estaba prevista ninguna incursión— comentó Severus, mirando a Sirius con gesto preocupado—. ¿Llegaron nuevos refugiados?
—Que va— quien contestó fue Alastor Moody, lanzando una fuerte risa—. Digamos que hacia el final de la noche quedamos algunos dando buena de parte del estupendo licor que habían traído los moribs. Y ya saben, nos pusimos alegres, una cosa llevó a la otra…
—Conclusión, unas cuantas cabezas rotas y golpes varios— informó Remus.
—Sin contar con la monumental resaca que pescaron— agregó Sirius.
—Es que los hombres son imposibles— Lady Aurora movió la cabeza con gesto resignado—. A veces se comportan como niños de cinco años.
—Por favor, Lady Aurora— Sirius se acercó y tomando la mano de la dama, la besó con galantería—. No generalice, no todos somos iguales.
—No, Capitán Black— contestó ella, sonriendo—. Los hay peores. Sólo espero que Hermione lo enderece.
Sirius puso una mano en su corazón y fingió sentirse ofendido.
—Me hiere profundamente, Milady. Yo soy un hombre nuevo.
—Vamos, déjate de payasadas— ordenó Severus, mientras los demás reían, divertidos—. No veo a Zulub Hagrid. No me digan que ya se fue.
—No, está con sus hombres comiendo al aire libre— le informó Alastor—. Parece que a los moribs no les agradan mucho los ambientes cerrados.
—Menos mal, tengo que hablar con él antes que parta, para definir las próximas estrategias— miró a los hombres de la mesa—. Quiero que me acompañen, y Alastor, busca a Nott, que asista también.
—Pero no vamos a entender nada, Severus— argumento Sirius—. Bueno, yo un poco, pero dudo que mucho.
—Harry o yo traduciremos— replicó el Príncipe—. Y hablando de eso, es imperioso que nuestra gente empiece a aprender el lenguaje morib, y también sería interesante que los moribs aprendieran inglés— miró primero a Harry y luego a Hermione—. ¿Creen que se podrían organizar unas clases diarias en ambos idiomas?
—Por supuesto que sí, es una idea estupenda— saltó Harry, entusiasmado ante la idea de poder ayudar en algo concreto, además del hospital.
—Por mí, encantada— aceptó Hermione, sonriendo.
—Bien— apartó su plato y miró a los demás—. Si ya terminaron, es hora de buscar a Zulub Hagrid. Andando.
—Demonios— gruñó Sirius, ayudando a su novia a levantarse de la silla—. Ni siquiera el matrimonio te quita lo mandón.
Mansión Potter Londres
Lady Lily Potter bordaba con cuidado en la salita familiar, aparentemente tranquila, pero su humor combinaba de forma excelente con el ambiente exterior, frío, oscuro y desolado. La partida de sus hijos, meses antes, había llenado la casa de tristeza, y por más que tanto James como ella se recordaban que sus hijos eran felices, no podían evitar el profundo sentimiento de tristeza que los embargaba, más profundo conforme pasaba el tiempo.
Intentaba no quejarse y mostrarse optimista, más que nada en un intento por apoyar a su esposo, pero cada vez se hacía más difícil.
Un ruido en la entrada la sobresaltó. Levantó la mirada y, al ver a su marido en la puerta, acudió presurosa a su encuentro.
—James, amor, ¿qué ocurrió?— preguntó, mientras le daba un suave beso, el hombre se veía realmente molesto.
—Esos imbéciles siguen sin dejarme en paz— replicó el hombre, derrumbándose en un sofá.
Con toda delicadeza, Lily se sentó a su lado y tomó su manó.
—¿De nuevo te dijeron que aún no puedes viajar?
—Lo sentimos, Milord, pero sus servicios todavía nos son muy necesarios— James remedó al Presidente de la Cámara de los Lores, y Lily no pudo contener una pequeña sonrisa, lo hacía realmente bien—. Demonios, las sesiones terminaron hace meses, ya estamos en Diciembre, ¿acaso no pueden conseguirse a otro estúpido que les haga el trabajo?
—Eres el mejor, amor.
—Pamplinas, lo que ocurre es que no encontraron otro más tonto— bufó el hombre—. También fui al correo, nada todavía.
—Sabes que es muy pronto para tener noticias de los chicos— musitó la mujer, acariciando suavemente su negro cabello—. El emisario de Severus dijo que iba a mandar un barco a buscarnos, seguro está al llegar y trae noticias.
—Eso espero— luego de un largo silencio, habló nuevamente—: Los extraño tanto, Lily— el murmullo del hombre estaba impregnado de congoja—. Siento que nuestros hijos nos necesitan, es tan frustrante no poder estar allí.
La dama siguió acariciando sin responder. Ella también los extrañaba… y también tenía esa sensación de angustia.
>>Te lo juro, Lily. Si no llega pronto la nave de Moribia, me voy aunque sea a nado. ¡Y al diablo con la Corte y todos sus miembros!
Montañas Nubladas Moribia
—Ey, Viktor, ¿ya van de salida?
El aludido, un joven alto y fuerte, con el cabello muy corto, que estaba ensillando un caballo marrón, se giró en redondo.
—Peter, hola, que cuentas. Sí, salimos en diez minutos.
—Podría marchar con ustedes.
—¿En la misión?— el otro frunció el ceño—. ¿Para qué? Se trata sólo de una misión de reconocimiento.
—Sí, pero van a acercarse hasta Anktar, ¿no?
—Al menos vamos a tratar, sí.
—Por favor, déjame acompañarlos.
—Pero no entiendo para qué.
—Verás— el hombre pequeño pareció titubear—, es que hay una chica que me gusta mucho, y quería comprarle algo realmente bonito para Navidad, y sólo puedo conseguirlo en la capital.
Viktor Krum frunció el ceño y ensombreció el semblante.
—Esto es una guerra, Peter, no una fiesta de regalos. Todas las chicas están conscientes, la tuya se conformará con cualquier bobería, como la mía.
—Eso lo dices porque eres guapo y simpático— Peter mostró un semblante compungido—. Pero mírame a mí. Yo definitivamente necesito ayuda extra.
El otro lo miró dudoso.
—Peter, no sé…
—Vamos, no va a pasar nada porque me lleves. Una vez en Anktar, iré un momento a buscar lo que quiero y regresaré enseguida— al ver que el hombre mostraba señales de ceder, insistió—. Por los viejos tiempos, Víktor. Mira que es Navidad, si hasta los Príncipes se casaron. Si me ayudas, prometo que si la chica me acepta, serán el padrino de mi primer hijo.
—Está bien— cedió el hombre, luego de pensarlo un buen rato—. Vamos, prepara un caballo. Esperemos que esto no vaya a traernos problemas, si el Capitán Black nos descubre estamos muertos.
Gotitas musicales
Bueno, ya entramos en diciembre así que pienso poner links navideños, espero les gusten.
Georg Friedich Haendel, El Mesias, Aleluya (1742)
Severus D. Snape….. Príncipe Heredero de Moribia Harry Potter……….. Lord inglés, prometido del príncipe Lucius Malfoy…….. Hermanastro de Severus, usurpador del trono Sirius Black…….. …Capitán de la Guardia de Palacio Remus Lupin……… Tío de Harry y Hermione, heredero del Conde de Lupin Draco Malfoy……… Noble fértil, hijo de Lucius y sobrino/pupilo de Severus. Hermione Potter…….Hermana de Harry y prometida de Sirius Black Lily Potter…………… Madre de Harry, Marquesa de Potter James Potter………. Padre de Harry, Marqués de Potter Lady Aurora………. Dama de compañía de las doncellas y donceles del campamento. Zulub Hagrid…….. Jefe de los moribs Alastor Moody…… Cazador, uno de los jefes rebeldes al mando de Severus Víctor Krum……….. Soldado de la guardia moribiana Peter Pettigrew….. ¿Quién va a ser? La rata. | |
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