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| Módulo 6. Práctica. Uso correcto de la R y la RR | |
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alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Módulo 6. Práctica. Uso correcto de la R y la RR Lun Abr 13, 2009 6:34 pm | |
| Ejercicios
1-. En las siguientes palabras coloque la letra R o RR para que la palabra resulte ortográficamente correcta.
Aga___ar Ama___illo Zu___a A___astrar Ba___aca A___dilla En___oscar A___madillo A___imar Ba___ote Bota___ate A___iba Ma___isma A___ojo Son___isa En___iquecer Banca___ota ___ebelión Ba___oco Mazmo___a De___amar En___aizar En___eda___ A___uga Zu___ón En___ollar Escu___idor ___osquilla A___odillar Ba___ullo Flo___es Cata___o Se___ar Bibe___ón Ba___er Chapa___ónRespuesta- Spoiler:
Agarrar Amarillo Zurra Arrastrar Barraca Ardilla Enroscar Armadillo Arrimar Barrote Botarate Arriba Marisma Arrojo Sonrisa Enriquecer Bancarrota Rebelión Barroco Mazmorra Derramar Enraizar Enredar Arruga Zurrón Enrollar Escurridor Rosquilla Arrodillar Barullo Flores Catarro Serrar Biberón Barrer Chaparrón
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| | | alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Re: Módulo 6. Práctica. Uso correcto de la R y la RR Lun Abr 13, 2009 6:38 pm | |
| 2-. Escriba el opuesto de las siguientes palabras.Regular Racional Rompible Respirable Real ReverenteRespuesta- Spoiler:
Regular…….Irregular Racional…… Irracional Rompible….. Irrompible Respirable….Irrespirable Real…………… Irreal Reverente….. Irreverente
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| | | alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Re: Módulo 6. Práctica. Uso correcto de la R y la RR Lun Abr 13, 2009 6:42 pm | |
| 3-. En las siguientes oraciones, escriba R o RR para que las palabras estén correctamente escritas 1-. Comp___amos un vídeo en Ando___a 2-. Pedro no se dejó aga___ar por el perrito. 3-. Aprende___é a baila___. 4-. Aquel avión se prepa___a para ate___izar 5-. Al caer me hice daño en la ___odilla 6-. La flor prefe___ida de Miguel es la ___osa. 7-. Vas a de___amar el agua del vaso. 8-. Nuestro equipo de fútbol suf___ió una gran de___ota 9-. Ese p___eso es muy ___ebelde. 10-. Hemos de reco___er un ci___cuito ___edondo. 11-. No te a___imes tanto al libro. 12-. Este juego es muy pelig___oso 13-. Ese peti___ojo no quie___e vivir enjaulado. 14-. Bailan al___ededor del fuego. 15.- Aquí hay peligro de ___esbalar 16-. El pe___gamino está en___ollado 17-. Vamos a pasear al a___oyo 18-. La ca___etera se bifu___caba continuamente. 19-. Conrado ___ompió la mampa___a con un hie___o. 20-. Usa a___ebol en las mejillas para oculta___ su palidez. 21-. Llegó la ca___ta que espe___abas. 22-. I___emos a ver a Carolina por fe___oca___il. 23-. La facultad de ___azonar se puede desa___ollar. 24-. El a___oz estaba crudo cuando lo si___vieron. 25-. Los is___aelitas están en gue___a. 26-. La en___edadera creció eno___memente. 27-. Ese vidrio i___ompible lo coloca___on mal. 28-. No te enamo___es del a___tista. 29-. Con tanta ___utina acaba___ás abu___iéndote. 30-. Le agrada cu___iosear por todas pa___tes. 31-. Tienen que a___iar la bande___a cada tarde. 32-. No pueden inte___umpirlos cuando están ___eunidos. 33-. El gi___asol sigue la di___ección del sol. 34-. Van a conmemo___ar el centenario de su libe___ación. 35-. Al___ededor del ba___io todo era co___upción. Respuesta- Spoiler:
1-. Compramos un vídeo en Andorra 2-. Pedro no se dejó agarrar por el perrito. 3-. Aprenderé a bailar. 4-. Aquel avión se prepara para aterrizar 5-. Al caer me hice daño en la rodilla 6-. La flor preferida de Miguel es la rosa. 7-. Vas a derramar el agua del vaso. 8-. Nuestro equipo de fútbol sufrió una gran derrota 9-. Ese preso es muy rebelde. 10-. Hemos de recorrer un circuito redondo. 11-. No te arrimes tanto al libro. 12-. Este juego es muy peligroso 13-. Ese petirrojo no quiere vivir enjaulado. 14-. Bailan alrededor del fuego. 15.- Aquí hay peligro de resbalar 16-. El pergamino está enrollado 17-. Vamos a pasear al arroyo 18-. La carretera se bifurcaba continuamente. 19-. Conrado rompió la mampara con un hierro. 20-. Usa arrebol en las mejillas para ocultar su palidez. 21-. Llegó la carta que esperabas. 22-. Iremos a ver a Carolina por ferrocarril. 23-. La facultad de razonar se puede desarrollar. 24-. El arroz estaba crudo cuando lo sirvieron. 25-. Los israelitas están en guerra. 26-. La enredadera creció enormemente. 27-. Ese vidrio irrompible lo colocaron mal. 28-. No te enamores del artista. 29-. Con tanta rutina acabarás aburriéndote. 30-. Le agrada curiosear por todas partes. 31-. Tienen que arriar la bandera cada tarde. 32-. No pueden interrumpirlos cuando están reunidos. 33-. El girasol sigue la dirección del sol. 34-. Van a conmemorar el centenario de su liberación. 35-. Alrededor del barrio todo era corrupción.
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Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Re: Módulo 6. Práctica. Uso correcto de la R y la RR Lun Abr 13, 2009 6:45 pm | |
| 4-. En el siguiente trozo de Cuento de Navidad, de Charles Dickens, coloque correctamente las letras faltantes, ya sean R o RRMarley estaba mue__to; eso para empeza__. No cabe la menor duda al __especto. El clé__igo, el funciona__io, el p__opietario de la fune__aria y el que presidió el duelo habían firmado el acta de su ente__amiento. También Scrooge había fi__mado, y la fi__ma de Scrooge, de __econocida solvencia en el mundo me__cantil, tenía valor en cualquier papel donde apa__eciera. El viejo Morley estaba tan muerto como el clavo de una pue__ta.
¡Atención! No pretendo decir que yo sepa lo que hay de especialmente mue__to en el clavo de una puerta. Yo, más bien, me había inclinado a conside__ar el clavo de un ataúd como el más muerto de todos los a__tículos de fe__etería. Pero en el símil se contiene el buen juicio de nuestros ancest__os, y no se__án mis manos impías las que lo alte__en. Por consiguiente, permítaseme repetir enfáticamente que Marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.
¿Sabía Scrooge que estaba muerto? Claro que sí. ¿Cómo no iba a saberlo? Scrooge y él habían sido socios du__ante no sé cuántos años. Scrooge fue su único albacea testamentario, su único administ__ador, su único asignatario, su único he__edero __esidual, su único amigo y el único que llevó luto por él. Y ni siquie__a Scrooge quedó te__iblemente afectado por el luctuoso suceso; siguió siendo un excelente hombre de negocios el mismísimo día del fune__al, que fue solemnizado por él a p__ecio de ganga.
La mención del fune__al de Marley me hace __etroceder al punto en que empecé. No cabe duda de que Marley estaba muerto. Es p__eciso comp__enderlo con toda claridad, pues de otro modo no hab__ía nada prodigioso en la histo__ia que voy a __elatar. Si no estuviésemos completamente convencidos de que el padre de Hamlet ya había fallecido antes de levanta__se el telón, no hab__ía nada notable en sus paseos noctu__nos por las mu__allas de su propiedad, con viento del Este, como para causa__ asombro -en sentido literal- en la mente enfermiza de su hijo; se__ía como si cualquier otro caballero de mediana edad saliese i__eflexivamente tras la caída de la noche a un lugar o__eado, por ejemplo, el camposanto de Saint Paul.
Scrooge nunca tachó el nomb__e del viejo Marley. Años después, allí seguía sob__e la ent__ada del almacén: «Scrooge y Marley». La fi__ma comercial era conocida por «Scrooge y Marley». Algunas pe__sonas, nuevas en el negocio, algunas veces llamaban a Scrooge, «Scrooge», y otras, Marley pero él atendía por los dos nombres; le daba lo mismo.
¡Ay, pero qué aga__ado era aquel Scrooge! ¡Viejo pecador ava__iento que exto__sionaba, te__giversaba, usu__paba, rebañaba, apresaba! Duro y agudo como un pede__nal al que ningúneslabón logró jamás sacar una chispa de gene__osidad; era secreto, reprimido y solitario como una ostra. La frialdad que tenía dentro había congelado sus viejas facciones y afilaba su na__iz puntiaguda, aca__tonaba sus mejillas, daba __igidez a su porte; había en__ojecido sus ojos, azulado sus finos labios; esa frialdad se pe__cibía claramente en su voz __aspante. Había esca__cha canosa en su cabeza, cejas y tenso mentón. Siempre llevaba consigo su gélida tempe__atura; él hacía que su despacho estuviese helado en los días más calu__osos del verano, y en Navidad no se deshelaba ni un grado.
Poco influían en Scrooge el frío y el calor exte__nos. Ninguna fuente de calor podría calenta__le, ningún frío inve__nal escalofria__le. El era más cortante que cualquier viento, más pertinaz que cualquier nevada, más insensible a las súplicas que la lluvia to__encial. Las inclemencias del tiempo no podían supe__arle. Las peo__es lluvias, nevadas, granizadas y neviscas pod__ían presumir de sacarle ventaja en un aspecto: a menudo ellas «se desprendían» con generosidad, cosa que Scrooge nunca hacía.
Jamás le paraba nadie en la calle para deci__le con alegre semblante: «Mi querido Scrooge, ¿cómo está usted? ¿Cuándo vendrá a visita__me?» Ningún mendigo le pedía limosna; ningún niño le preguntaba la hora; ningún hombre o mujer le había preguntado por una dirección ni una sola vez en su vida. Hasta los pe__os de los ciegos parecían conoce__le; al verle ace__carse, arrastraban precipitadamente a sus dueños hasta los portales y los patios, y después daban el rabo, como diciendo: «¡Es mejor no tener ojo que tener el mal de ojo, amo ciego!»
Pero a Scrooge, ¿qué le importaba? Eso era precisamente lo que le gustaba. Para él era una «gozada» abri__se camino entre los atestados senderos de la vida advi__tiendo a todo sentimiento de simpatía humana que gua__dase las distancias.Respuesta- Spoiler:
Marley estaba muerto; eso para empezar. No cabe la menor duda al respecto. El clérigo, el funcionario, el propietario de la funeraria y el que presidió el duelo habían firmado el acta de su enterramiento. También Scrooge había firmado, y la firma de Scrooge, de reconocida solvencia en el mundo mercantil, tenía valor en cualquier papel donde apareciera. El viejo Morley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.
¡Atención! No pretendo decir que yo sepa lo que hay de especialmente muerto en el clavo de una puerta. Yo, más bien, me había inclinado a considerar el clavo de un ataúd como el más muerto de todos los artículos de ferretería. Pero en el símil se contiene el buen juicio de nuestros ancestros, y no serán mis manos impías las que lo alteren. Por consiguiente, permítaseme repetir enfáticamente que Marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.
¿Sabía Scrooge que estaba muerto? Claro que sí. ¿Cómo no iba a saberlo? Scrooge y él habían sido socios durante no sé cuántos años. Scrooge fue su único albacea testamentario, su único administrador, su único asignatario, su único heredero residual, su único amigo y el único que llevó luto por él. Y ni siquiera Scrooge quedó terriblemente afectado por el luctuoso suceso; siguió siendo un excelente hombre de negocios el mismísimo día del funeral, que fue solemnizado por él a precio de ganga.
La mención del funeral de Marley me hace retroceder al punto en que empecé. No cabe duda de que Marley estaba muerto. Es preciso comprenderlo con toda claridad, pues de otro modo no habría nada prodigioso en la historia que voy a relatar. Si no estuviésemos completamente convencidos de que el padre de Hamlet ya había fallecido antes de levantarse el telón, no habría nada notable en sus paseos nocturnos por las murallas de su propiedad, con viento del Este, como para causar asombro -en sentido literal- en la mente enfermiza de su hijo; sería como si cualquier otro caballero de mediana edad saliese irreflexivamente tras la caída de la noche a un lugar oreado, por ejemplo, el camposanto de Saint Paul.
Scrooge nunca tachó el nombre del viejo Marley. Años después, allí seguía sobre la entrada del almacén: «Scrooge y Marley». La firma comercial era conocida por «Scrooge y Marley». Algunas personas, nuevas en el negocio, algunas veces llamaban a Scrooge, «Scrooge», y otras, Marley», pero él atendía por los dos nombres; le daba lo mismo.
¡Ay, pero qué agarrado era aquel Scrooge! ¡Viejo pecador avariento que extorsionaba, tergiversaba, usurpaba, rebañaba, apresaba! Duro y agudo como un pedernal al que ningún eslabón logró jamás sacar una chispa de generosidad; era secreto, reprimido y solitario como una ostra. La frialdad que tenía dentro había congelado sus viejas facciones y afilaba su nariz puntiaguda, acartonaba sus mejillas, daba rigidez a su porte; había enrojecido sus ojos, azulado sus finos labios; esa frialdad se percibía claramente en su voz raspante. Había escarcha canosa en su cabeza, cejas y tenso mentón. Siempre llevaba consigo su gélida temperatura; él hacía que su despacho estuviese helado en los días más calurosos del verano, y en Navidad no se deshelaba ni un grado.
Poco influían en Scrooge el frío y el calor externos. Ninguna fuente de calor podría calentarle, ningún frío invernal escalofriarle. El era más cortante que cualquier viento, más pertinaz que cualquier nevada, más insensible a las súplicas que la lluvia torrencial. Las inclemencias del tiempo no podían superarle. Las peores lluvias, nevadas, granizadas y neviscas podrían presumir de sacarle ventaja en un aspecto: a menudo ellas «se desprendían» con generosidad, cosa que Scrooge nunca hacía.
Jamás le paraba nadie en la calle para decirle con alegre semblante: «Mi querido Scrooge, ¿cómo está usted? ¿Cuándo vendrá a visitarme?» Ningún mendigo le pedía limosna; ningún niño le preguntaba la hora; ningún hombre o mujer le había preguntado por una dirección ni una sola vez en su vida. Hasta los perros de los ciegos parecían conocerle; al verle acercarse, arrastraban precipitadamente a sus dueños hasta los portales y los patios, y después daban el rabo, como diciendo: «¡Es mejor no tener ojo que tener el mal de ojo, amo ciego!» Pero a Scrooge, ¿qué le importaba? Eso era precisamente lo que le gustaba. Para él era una «gozada» abrirse camino entre los atestados senderos de la vida advirtiendo a todo sentimiento de simpatía humana que guardase las distancias.
Última edición por alisevv el Lun Abr 13, 2009 7:09 pm, editado 1 vez | |
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| Tema: Re: Módulo 6. Práctica. Uso correcto de la R y la RR Lun Abr 13, 2009 6:47 pm | |
| 5-. En el siguiente trozo de Cuento de Navidad, de Charles Dickens, coloque correctamente las letras faltantes, ya sean B o VMarley esta__a muerto; eso para empezar. No ca__e la menor duda al respecto. El clérigo, el funcionario, el propietario de la funeraria y el que presidió el duelo ha__ían firmado el acta de su enterramiento. Tam__ién Scrooge ha__ía firmado, y la firma de Scrooge, de reconocida sol__encia en el mundo mercantil, tenía __alor en cualquier papel donde apareciera. El __iejo Morley esta__a tan muerto como el cla__o de una puerta.
¡Atención! No pretendo decir que yo sepa lo que hay de especialmente muerto en el cla__o de una puerta. Yo, más __ien, me ha__ía inclinado a considerar el cla__o de un ataúd como el más muerto de todos los artículos de ferretería. Pero en el símil se contiene el __uen juicio de nuestros ancestros, y no serán mis manos impías las que lo alteren. Por consiguiente, permítaseme repetir enfáticamente que Marley esta__a tan muerto como el cla__o de una puerta.
¿Sa__ía Scrooge que esta__a muerto? Claro que sí. ¿Cómo no i__a a sa__erlo? Scrooge y él habían sido socios durante no sé cuántos años. Scrooge fue su único al__acea testamentario, su único administrador, su único asignatario, su único heredero residual, su único amigo y el único que lle__ó luto por él. Y ni siquiera Scrooge quedó terriblemente afectado por el luctuoso suceso; siguió siendo un excelente hombre de negocios el mismísimo día del funeral, que fue solemnizado por él a precio de ganga.
La mención del funeral de Marley me hace retroceder al punto en que empecé. No ca__e duda de que Marley esta__a muerto. Es preciso comprenderlo con toda claridad, pues de otro modo no ha__ría nada prodigioso en la historia que __oy a relatar. Si no estu__iésemos completamente con__encidos de que el padre de Hamlet ya ha__ía fallecido antes de le__antarse el telón, no ha__ría nada nota__le en sus paseos nocturnos por las murallas de su propiedad, con __iento del Este, como para causar asom__ro -en sentido literal- en la mente enfermiza de su hijo; sería como si cualquier otro ca__allero de mediana edad saliese irreflexi__amente tras la caída de la noche a un lugar oreado, por ejemplo, el camposanto de Saint Paul.
Scrooge nunca tachó el nombre del __iejo Marley. Años después, allí seguía so__re la entrada del almacén: «Scrooge y Marley». La firma comercial era conocida por «Scrooge y Marley». Algunas personas, nue__as en el negocio, algunas __eces llama__an a Scrooge, «Scrooge», y otras, Marley», pero él atendía por los dos nombres; le da__a lo mismo.
¡Ay, pero qué agarrado era aquel Scrooge! ¡Viejo pecador a__ariento que extorsiona__a, Tergi__ersaba, usurpa__a, re__añaba, apresaba! Duro y agudo como un pedernal al que ningún esla__ón logró jamás sacar una chispa de generosidad; era secreto, reprimido y solitario como una ostra. La frialdad que tenía dentro ha__ía congelado sus __iejas facciones y afila__a su nariz puntiaguda, acartona__a sus mejillas, da__a rigidez a su porte; había enrojecido sus ojos, azulado sus finos la__ios; esa frialdad se perci__ía claramente en su voz raspante. Había escarcha canosa en su cabeza, cejas y tenso mentón. Siempre lleva__a consigo su gélida temperatura; él hacía que su despacho estu__iese helado en los días más calurosos del __erano, y en Na__idad no se deshelaba ni un grado.
Poco influían en Scrooge el frío y el calor externos. Ninguna fuente de calor podría calentarle,ningún frío in__ernal escalofriarle. El era más cortante que cualquier __iento, más pertinaz quecualquier ne__ada, más insensible a las súplicas que la llu__ia torrencial. Las inclemencias deltiempo no podían superarle. Las peores llu__ias, ne__adas, granizadas y ne__iscas podrían presumir de sacarle __entaja en un aspecto: a menudo ellas «se desprendían» con generosidad, cosa que Scrooge nunca hacía.
Jamás le paraba nadie en la calle para decirle con alegre sem__lante: «Mi querido Scrooge, ¿cómo está usted? ¿Cuándo __endrá a visitarme?» Ningún mendigo le pedía limosna; ningún niño le pregunta__a la hora; ningún hom__re o mujer le ha__ía preguntado por una dirección ni una sola __ez en su __ida. Hasta los perros de los ciegos parecían conocerle; al __erle acercarse, arrastra__an precipitadamente a sus dueños hasta los portales y los patios, y después da__an el rabo, como diciendo: «¡Es mejor no tener ojo que tener el mal de ojo, amo ciego!»
Pero a Scrooge, ¿qué le importa__a? Eso era precisamente lo que le gustaba. Para él era una «gozada» abrirse camino entre los atestados senderos de la __ida ad__irtiendo a todo sentimiento de simpatía humana que guardase las distancias.Respuesta- Spoiler:
Marley estaba muerto; eso para empezar. No cabe la menor duda al respecto. El clérigo, el funcionario, el propietario de la funeraria y el que presidió el duelo habían firmado el acta de su enterramiento. También Scrooge había firmado, y la firma de Scrooge, de reconocida solvencia en el mundo mercantil, tenía valor en cualquier papel donde apareciera. El viejo Morley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.
¡Atención! No pretendo decir que yo sepa lo que hay de especialmente muerto en el clavo de una puerta. Yo, más bien, me había inclinado a considerar el clavo de un ataúd como el más muerto de todos los artículos de ferretería. Pero en el símil se contiene el buen juicio de nuestros ancestros, y no serán mis manos impías las que lo alteren. Por consiguiente, permítaseme repetir enfáticamente que Marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.
¿Sabía Scrooge que estaba muerto? Claro que sí. ¿Cómo no iba a saberlo? Scrooge y él habían sido socios durante no sé cuántos años. Scrooge fue su único albacea testamentario, su único administrador, su único asignatario, su único heredero residual, su único amigo y el único que llevó luto por él. Y ni siquiera Scrooge quedó terriblemente afectado por el luctuoso suceso; siguió siendo un excelente hombre de negocios el mismísimo día del funeral, que fue solemnizado por él a precio de ganga.
La mención del funeral de Marley me hace retroceder al punto en que empecé. No cabe duda de que Marley estaba muerto. Es preciso comprenderlo con toda claridad, pues de otro modo no habría nada prodigioso en la historia que voy a relatar. Si no estuviésemos completamente convencidos de que el padre de Hamlet ya había fallecido antes de levantarse el telón, no habría nada notable en sus paseos nocturnos por las murallas de su propiedad, con viento del Este, como para causar asombro -en sentido literal- en la mente enfermiza de su hijo; sería como si cualquier otro caballero de mediana edad saliese irreflexivamente tras la caída de la noche a un lugar oreado, por ejemplo, el camposanto de Saint Paul.
Scrooge nunca tachó el nombre del viejo Marley. Años después, allí seguía sobre la entrada del almacén: «Scrooge y Marley». La firma comercial era conocida por «Scrooge y Marley». Algunas personas, nuevas en el negocio, algunas veces llamaban a Scrooge, «Scrooge», y otras, Marley», pero él atendía por los dos nombres; le daba lo mismo.
¡Ay, pero qué agarrado era aquel Scrooge! ¡Viejo pecador avariento que extorsionaba, tergiversaba, usurpaba, rebañaba, apresaba! Duro y agudo como un pedernal al que ningún eslabón logró jamás sacar una chispa de generosidad; era secreto, reprimido y solitario como una ostra. La frialdad que tenía dentro había congelado sus viejas facciones y afilaba su nariz puntiaguda, acartonaba sus mejillas, daba rigidez a su porte; había enrojecido sus ojos, azulado sus finos labios; esa frialdad se percibía claramente en su voz raspante. Había escarcha canosa en su cabeza, cejas y tenso mentón. Siempre llevaba consigo su gélida temperatura; él hacía que su despacho estuviese helado en los días más calurosos del verano, y en Navidad no se deshelaba ni un grado.
Poco influían en Scrooge el frío y el calor externos. Ninguna fuente de calor podría calentarle, ningún frío invernal escalofriarle. El era más cortante que cualquier viento, más pertinaz que cualquier nevada, más insensible a las súplicas que la lluvia torrencial. Las inclemencias del tiempo no podían superarle. Las peores lluvias, nevadas, granizadas y neviscas podrían presumir de sacarle ventaja en un aspecto: a menudo ellas «se desprendían» con generosidad, cosa que Scrooge nunca hacía.
Jamás le paraba nadie en la calle para decirle con alegre semblante: «Mi querido Scrooge, ¿cómo está usted? ¿Cuándo vendrá a visitarme?» Ningún mendigo le pedía limosna; ningún niño le preguntaba la hora; ningún hombre o mujer le había preguntado por una dirección ni una sola vez en su vida. Hasta los perros de los ciegos parecían conocerle; al verle acercarse, arrastraban precipitadamente a sus dueños hasta los portales y los patios, y después daban el rabo, como diciendo: «¡Es mejor no tener ojo que tener el mal de ojo, amo ciego!» Pero a Scrooge, ¿qué le importaba? Eso era precisamente lo que le gustaba. Para él era una «gozada» abrirse camino entre los atestados senderos de la vida advirtiendo a todo sentimiento de simpatía humana que guardase las distancias.
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| Tema: Re: Módulo 6. Práctica. Uso correcto de la R y la RR Lun Abr 13, 2009 6:48 pm | |
| 6-. En el siguiente trozo de Cuento de Navidad, de Charles Dickens, coloque correctamente las letras faltantes, ya sean C, S o Z Marley e__taba muerto; eso para Emp.__ar. No cabe la menor duda al re__pecto. El clérigo, el Fun__ionario, el propietario de la funeraria y el que pre__idió el duelo habían firmado el a__ta de su enterramiento. También Scrooge había firmado, y la firma de Scrooge, de recono__ida solven__ia en el mundo mercantil, tenía valor en cualquier papel donde apare__iera. El viejo Morley e__taba tan muerto como el clavo de una puerta.
¡Aten__ión! No pretendo de__ir que yo sepa lo que hay de e__pecialmente muerto en el clavo de una puerta. Yo, más bien, me había inclinado a con__iderar el clavo de un ataúd como el más muerto de todos los artículos de ferretería. Pero en el __ímil se contiene el buen juicio de nuestros an__e__tros, y no serán mis manos impías las que lo alteren. Por con__iguiente, permítaseme repetir enfáticamente que Marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.
¿Sabía Scrooge que e__taba muetto? Claro que sí. ¿Cómo no iba a saberlo? Scrooge y él habían sido so__ios durante no sé cuántos años. Scrooge fue su único alba__ea te__tamentario, su único admin.__trador, su único asignatario, su único heredero re__idual, su único amigo y el único que llevó luto por él. Y ni __iquiera Scrooge quedó terriblemente afe__tado por el lu__tuoso __uceso; siguió siendo un ex__elente hombre de nego__ios el mi__mísimo día del funeral, que fue solemne__ado por él a pre__io de ganga.
La men__ión del funeral de Marley me hace retro__eder al punto en que Emp.__é. No cabe duda de que Marley estaba muerto. Es pre__i__o comprenderlo con toda claridad, pues de otro modo no habría nada prodigio__o en la historia que voy a relatar. Si no estuvié__emos completamente conven__idos de que el padre de Hamlet ya había falle__ido antes de levantar__e el telón, no habría nada notable en sus pa__eos no__turnos por las murallas de su propiedad, con viento del Este, como para cau__ar a__ombro -en __entido literal- en la mente enfermi__a de su hijo; __ería como si cualquier otro caballero de mediana edad __aliese irreflexivamente tras la caída de la noche a un lugar oreado, por ejemplo, el campo__anto de Saint Paul.
Scrooge nunca tachó el nombre del viejo Marley. Años después, allí __eguía sobre la entrada del alma__én: «Scrooge y Marley». La firma comer__ial era cono__ida por «Scrooge y Marley». Algunas personas, nuevas en el negocio, algunas veces llamaban a Scrooge, «Scrooge», y otras, Marley», pero él atendía por los dos nombres; le daba lo mismo.
¡Ay, pero qué agarrado era aquel Scrooge! ¡Viejo pecador avariento que extor__ionaba, tergiversaba, u__urpaba, rebañaba, apre__aba! Duro y agudo como un pedernal al que ningún e__labón logró jamás sacar una chi__pa de genero__idad; era secreto, reprimido y solitario como una o__tra. La frialdad que tenía dentro había congelado sus viejas fa_ciones y afilaba su nariz puntiaguda, acartonaba sus mejillas, daba rigide__ a su porte; había enroje__ido sus ojos, a__ulado sus finos labios; esa frialdad se percibía claramente en su vo__ ra__pante. Había e__carcha cano__a en su cabeza, cejas y ten__o mentón. Siempre llevaba con__igo su gélida temperatura; él ha__ía que su de__pacho estuvie__e helado en los días más calurosos del verano, y en Navidad no se de__helaba ni un grado.
Poco influían en Scrooge el frío y el calor externos. Ninguna fuente de calor podría calentarle, ningún frío invernal e__calofriarle. El era más cortante que cualquier viento, más pertina__ que cualquier nevada, más in__ensible a las __úplicas que la lluvia torren__ial. Las inclemen__ias del tiempo no podían __uperarle. Las peores lluvias, nevadas, grani__adas y nevi__cas podrían pre__umir de sacarle ventaja en un a__pecto: a menudo ellas «se de__prendían» con genero__idad, cosa que Scrooge nunca hacía.
Jamás le paraba nadie en la calle para de__irle con alegre semblante: «Mi querido Scrooge, ¿cómo está usted? ¿Cuándo vendrá a vi__itarme?» Ningún mendigo le pedía limo__na; ningún niño le preguntaba la hora; ningún hombre o mujer le había preguntado por una dire__ción ni una sola ve__ en su vida. Hasta los perros de los ciegos pare__ían cono__erle; al verle a__er__arse, arra__traban pre__ipitadamente a sus dueños ha__ta los portales y los patios, y después daban el rabo, como di__iendo: «¡Es mejor no tener ojo que tener el mal de ojo, amo ciego!»
Pero a Scrooge, ¿qué le importaba? Eso era pre__isamente lo que le gu__taba. Para él era una «go__ada» abrir__e camino entre los ate__tados __enderos de la vida advirtiendo a todo sentimiento de simpatía humana que guarda__e las distan__ias.Respuesta- Spoiler:
Marley estaba muerto; eso para empezar. No cabe la menor duda al respecto. El clérigo, el funcionario, el propietario de la funeraria y el que presidió el duelo habían firmado el acta de su enterramiento. También Scrooge había firmado, y la firma de Scrooge, de reconocida solvencia en el mundo mercantil, tenía valor en cualquier papel donde apareciera. El viejo Morley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.
¡Atención! No pretendo decir que yo sepa lo que hay de especialmente muerto en el clavo de una puerta. Yo, más bien, me había inclinado a considerar el clavo de un ataúd como el más muerto de todos los artículos de ferretería. Pero en el símil se contiene el buen juicio de nuestros ancestros, y no serán mis manos impías las que lo alteren. Por consiguiente, permítaseme repetir enfáticamente que Marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.
¿Sabía Scrooge que estaba muerto? Claro que sí. ¿Cómo no iba a saberlo? Scrooge y él habían sido socios durante no sé cuántos años. Scrooge fue su único albacea testamentario, su único administrador, su único asignatario, su único heredero residual, su único amigo y el único que llevó luto por él. Y ni siquiera Scrooge quedó terriblemente afectado por el luctuoso suceso; siguió siendo un excelente hombre de negocios el mismísimo día del funeral, que fue solemnizado por él a precio de ganga.
La mención del funeral de Marley me hace retroceder al punto en que empecé. No cabe duda de que Marley estaba muerto. Es preciso comprenderlo con toda claridad, pues de otro modo no habría nada prodigioso en la historia que voy a relatar. Si no estuviésemos completamente convencidos de que el padre de Hamlet ya había fallecido antes de levantarse el telón, no habría nada notable en sus paseos nocturnos por las murallas de su propiedad, con viento del Este, como para causar asombro -en sentido literal- en la mente enfermiza de su hijo; sería como si cualquier otro caballero de mediana edad saliese irreflexivamente tras la caída de la noche a un lugar oreado, por ejemplo, el camposanto de Saint Paul.
Scrooge nunca tachó el nombre del viejo Marley. Años después, allí seguía sobre la entrada del almacén: «Scrooge y Marley». La firma comercial era conocida por «Scrooge y Marley». Algunas personas, nuevas en el negocio, algunas veces llamaban a Scrooge, «Scrooge», y otras, Marley», pero él atendía por los dos nombres; le daba lo mismo.
¡Ay, pero qué agarrado era aquel Scrooge! ¡Viejo pecador avariento que extorsionaba, tergiversaba, usurpaba, rebañaba, apresaba! Duro y agudo como un pedernal al que ningún eslabón logró jamás sacar una chispa de generosidad; era secreto, reprimido y solitario como una ostra. La frialdad que tenía dentro había congelado sus viejas facciones y afilaba su nariz puntiaguda, acartonaba sus mejillas, daba rigidez a su porte; había enrojecido sus ojos, azulado sus finos labios; esa frialdad se percibía claramente en su voz raspante. Había escarcha canosa en su cabeza, cejas y tenso mentón. Siempre llevaba consigo su gélida temperatura; él hacía que su despacho estuviese helado en los días más calurosos del verano, y en Navidad no se deshelaba ni un grado.
Poco influían en Scrooge el frío y el calor externos. Ninguna fuente de calor podría calentarle, ningún frío invernal escalofriarle. El era más cortante que cualquier viento, más pertinaz que cualquier nevada, más insensible a las súplicas que la lluvia torrencial. Las inclemencias del tiempo no podían superarle. Las peores lluvias, nevadas, granizadas y neviscas podrían presumir de sacarle ventaja en un aspecto: a menudo ellas «se desprendían» con generosidad, cosa que Scrooge nunca hacía.
Jamás le paraba nadie en la calle para decirle con alegre semblante: «Mi querido Scrooge, ¿cómo está usted? ¿Cuándo vendrá a visitarme?» Ningún mendigo le pedía limosna; ningún niño le preguntaba la hora; ningún hombre o mujer le había preguntado por una dirección ni una sola vez en su vida. Hasta los perros de los ciegos parecían conocerle; al verle acercarse, arrastraban precipitadamente a sus dueños hasta los portales y los patios, y después daban el rabo, como diciendo: «¡Es mejor no tener ojo que tener el mal de ojo, amo ciego!» Pero a Scrooge, ¿qué le importaba? Eso era precisamente lo que le gustaba. Para él era una «gozada» abrirse camino entre los atestados senderos de la vida advirtiendo a todo sentimiento de simpatía humana que guardase las distancias.
Última edición por alisevv el Lun Abr 13, 2009 7:16 pm, editado 1 vez | |
| | | alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Re: Módulo 6. Práctica. Uso correcto de la R y la RR Lun Abr 13, 2009 6:51 pm | |
| 7-. En el siguiente trozo de Cuento de Navidad, de Charles Dickens, coloque correctamente las letras faltantes, ya sean G o JMarley estaba muerto; eso para empezar. No cabe la menor duda al respecto. El cléri__o, el funcionario, el propietario de la funeraria y el que presidió el duelo habían firmado el acta de su enterramiento. También Scrooge había firmado, y la firma de Scrooge, de reconocida solvencia en el mundo mercantil, tenía valor en cualquier papel donde apareciera. El vie__o Morley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.
¡Atención! No pretendo decir que yo sepa lo que hay de especialmente muerto en el clavo de una puerta. Yo, más bien, me había inclinado a considerar el clavo de un ataúd como el más muerto de todos los artículos de ferretería. Pero en el símil se contiene el buen __uicio de nuestros ancestros, y no serán mis manos impías las que lo alteren. Por consi__uiente, permítaseme repetir enfáticamente que Marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.
¿Sabía Scrooge que estaba muerto? Claro que sí. ¿Cómo no iba a saberlo? Scrooge y él habían sido socios durante no sé cuántos años. Scrooge fue su único albacea testamentario, su único administrador, su único asi__natario, su único heredero residual, su único ami__o y el único que llevó luto por él. Y ni siquiera Scrooge quedó terriblemente afectado por el luctuoso suceso; si__uió siendo un excelente hombre de ne__ocios el mismísimo día del funeral, que fue solemnizado por él a precio de gan__a.
La mención del funeral de Marley me hace retroceder al punto en que empecé. No cabe duda de que Marley estaba muerto. Es preciso comprenderlo con toda claridad, pues de otro modo no habría nada prodigioso en la historia que voy a relatar. Si no estuviésemos completamente convencidos de que el padre de Hamlet ya había fallecido antes de levantarse el telón, no habría nada notable en sus paseos nocturnos por las murallas de su propiedad, con viento del Este, como para causar asombro -en sentido literal- en la mente enfermiza de su hijo; sería como si cualquier otro caballero de mediana edad saliese irreflexivamente tras la caída de la noche a un lu__ar oreado, por e__emplo, el camposanto de Saint Paul.
Scrooge nunca tachó el nombre del vie__o Marley. Años después, allí se__uía sobre la entrada del almacén: «Scrooge y Marley». La firma comercial era conocida por «Scrooge y Marley». Algunas personas, nuevas en el ne__ocio, al__unas veces llamaban a Scrooge, «Scrooge», y otras, Marley», pero él atendía por los dos nombres; le daba lo mismo.
¡Ay, pero qué a__arrado era aquel Scrooge! ¡Viejo pecador avariento que extorsionaba, ter__iversaba, usurpaba, rebañaba, apresaba! Duro y a__udo como un pedernal al que ningún eslabón logró __amás sacar una chispa de __enerosidad; era secreto, reprimido y solitario como una ostra. La frialdad que tenía dentro había con__elado sus vie__as facciones y afilaba su nariz puntia__uda, acartonaba sus me__illas, daba ri__idez a su porte; había enro__ecido sus o__os, azulado sus finos labios; esa frialdad se percibía claramente en su voz raspante. Había escarcha canosa en su cabeza, ce__as y tenso mentón. Siempre llevaba consi__o su __élida temperatura; él hacía que su despacho estuviese helado en los días más calurosos del verano, y en Navidad no se deshelaba ni un __rado.
Poco influían en Scrooge el frío y el calor externos. Ninguna fuente de calor podría calentarle, ningún frío invernal escalofriarle. El era más cortante que cualquier viento, más pertinaz que cualquier nevada, más insensible a las súplicas que la lluvia torrencial. Las inclemencias del tiempo no podían superarle. Las peores lluvias, nevadas, __ranizadas y neviscas podrían presumir de sacarle venta__a en un aspecto: a menudo ellas «se desprendían» con __enerosidad, cosa que Scrooge nunca hacía.
__amás le paraba nadie en la calle para decirle con ale__re semblante: «Mi querido Scrooge, ¿cómo está usted? ¿Cuándo vendrá a visitarme?» Nin__ún mendi__o le pedía limosna; ningún niño le pre__untaba la hora; ningún hombre o mujer le había preguntado por una dirección ni una sola vez en su vida. Hasta los perros de los cie__os parecían conocerle; al verle acercarse, arrastraban precipitadamente a sus dueños hasta los portales y los patios, y después daban el rabo, como diciendo: «¡Es me__or no tener o__o que tener el mal de o__o, amo cie__o!»
Pero a Scrooge, ¿qué le importaba? Eso era precisamente lo que le __ustaba. Para él era una «__ozada» abrirse camino entre los atestados senderos de la vida advirtiendo a todo sentimiento de simpatía humana que __uardase las distancias.Respuesta- Spoiler:
Marley estaba muerto; eso para empezar. No cabe la menor duda al respecto. El clérigo, el funcionario, el propietario de la funeraria y el que presidió el duelo habían firmado el acta de su enterramiento. También Scrooge había firmado, y la firma de Scrooge, de reconocida solvencia en el mundo mercantil, tenía valor en cualquier papel donde apareciera. El viejo Morley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.
¡Atención! No pretendo decir que yo sepa lo que hay de especialmente muerto en el clavo de una puerta. Yo, más bien, me había inclinado a considerar el clavo de un ataúd como el más muerto de todos los artículos de ferretería. Pero en el símil se contiene el buen juicio de nuestros ancestros, y no serán mis manos impías las que lo alteren. Por consiguiente, permítaseme repetir enfáticamente que Marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.
¿Sabía Scrooge que estaba muerto? Claro que sí. ¿Cómo no iba a saberlo? Scrooge y él habían sido socios durante no sé cuántos años. Scrooge fue su único albacea testamentario, su único administrador, su único asignatario, su único heredero residual, su único amigo y el único que llevó luto por él. Y ni siquiera Scrooge quedó terriblemente afectado por el luctuoso suceso; siguió siendo un excelente hombre de negocios el mismísimo día del funeral, que fue solemnizado por él a precio de ganga.
La mención del funeral de Marley me hace retroceder al punto en que empecé. No cabe duda de que Marley estaba muerto. Es preciso comprenderlo con toda claridad, pues de otro modo no habría nada prodigioso en la historia que voy a relatar. Si no estuviésemos completamente convencidos de que el padre de Hamlet ya había fallecido antes de levantarse el telón, no habría nada notable en sus paseos nocturnos por las murallas de su propiedad, con viento del Este, como para causar asombro -en sentido literal- en la mente enfermiza de su hijo; sería como si cualquier otro caballero de mediana edad saliese irreflexivamente tras la caída de la noche a un lugar oreado, por ejemplo, el camposanto de Saint Paul.
Scrooge nunca tachó el nombre del viejo Marley. Años después, allí seguía sobre la entrada del almacén: «Scrooge y Marley». La firma comercial era conocida por «Scrooge y Marley». Algunas personas, nuevas en el negocio, algunas veces llamaban a Scrooge, «Scrooge», y otras, Marley», pero él atendía por los dos nombres; le daba lo mismo.
¡Ay, pero qué agarrado era aquel Scrooge! ¡Viejo pecador avariento que extorsionaba, tergiversaba, usurpaba, rebañaba, apresaba! Duro y agudo como un pedernal al que ningún eslabón logró jamás sacar una chispa de generosidad; era secreto, reprimido y solitario como una ostra. La frialdad que tenía dentro había congelado sus viejas facciones y afilaba su nariz puntiaguda, acartonaba sus mejillas, daba rigidez a su porte; había enrojecido sus ojos, azulado sus finos labios; esa frialdad se percibía claramente en su voz raspante. Había escarcha canosa en su cabeza, cejas y tenso mentón. Siempre llevaba consigo su gélida temperatura; él hacía que su despacho estuviese helado en los días más calurosos del verano, y en Navidad no se deshelaba ni un grado.
Poco influían en Scrooge el frío y el calor externos. Ninguna fuente de calor podría calentarle, ningún frío invernal escalofriarle. El era más cortante que cualquier viento, más pertinaz que cualquier nevada, más insensible a las súplicas que la lluvia torrencial. Las inclemencias del tiempo no podían superarle. Las peores lluvias, nevadas, granizadas y neviscas podrían presumir de sacarle ventaja en un aspecto: a menudo ellas «se desprendían» con generosidad, cosa que Scrooge nunca hacía.
Jamás le paraba nadie en la calle para decirle con alegre semblante: «Mi querido Scrooge, ¿cómo está usted? ¿Cuándo vendrá a visitarme?» Ningún mendigo le pedía limosna; ningún niño le preguntaba la hora; ningún hombre o mujer le había preguntado por una dirección ni una sola vez en su vida. Hasta los perros de los ciegos parecían conocerle; al verle acercarse, arrastraban precipitadamente a sus dueños hasta los portales y los patios, y después daban el rabo, como diciendo: «¡Es mejor no tener ojo que tener el mal de ojo, amo ciego!» Pero a Scrooge, ¿qué le importaba? Eso era precisamente lo que le gustaba. Para él era una «gozada» abrirse camino entre los atestados senderos de la vida advirtiendo a todo sentimiento de simpatía humana que guardase las distancias.
Última edición por alisevv el Lun Abr 13, 2009 7:21 pm, editado 1 vez | |
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