La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Una promesa trajo el amor. Capítulo 8. Celos y Confesiones

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alisevv

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MensajeTema: Una promesa trajo el amor. Capítulo 8. Celos y Confesiones   Una promesa trajo el amor. Capítulo 8. Celos y Confesiones I_icon_minitimeVie Abr 03, 2009 11:36 pm

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Asombrado, Severus tomó los delicados brazos que se aferraban a su cuello y apartó a la mujer con gentileza. Luego la miró fijamente, realmente extrañado.

—¿Qué haces aquí, Narcissa?

—No pongas esa cara, cariño— dijo la mujer con una sonrisa, mientras el ceño de Harry se hacía más profundo—. Resulta que una de tus doncellas es sobrina de mi cocinera y fue a verla a Londres. Entonces le contó sobre tu accidente. Estaba tan preocupada que no pude evitar venir a ver cómo estabas.

Antes que Severus pudiera decir algo, se escuchó la voz fría de Harry.

—Imagino que debió sentirse muy preocupada, teniendo en cuenta que nuestra doncella viajó a Londres hace más de una semana— comentó con intención, era evidente que la mujer había esperado el tiempo suficiente para que Severus se recuperara, no debía serle muy agradable cuidar de un enfermo.

Narcissa y Severus se giraron hacia Harry, ella furiosa porque le había hecho quedar en evidencia y él asombrado por la manifiesta descortesía de su pupilo. Harry le dirigió a Severus una fría mirada y luego se giró hacia la mujer.

>>Sea bienvenida a la Mansión Snape, Milady.

Conteniendo su rabia, Narcissa Malfoy logró esbozar una falsa sonrisa.

—Supongo que usted es Lord Potter, el joven de quien tanto se habla en Londres— comentó, mientras Harry tomaba su mano y depositaba un beso tan falso como la sonrisa de ella—. Tenía muchas ganas de conocerle, y mi hijo también— miró al Duque de Snape—. Espero que no te moleste que haya traído a Draco conmigo, pero estaba realmente ansioso de conocer a Lord Potter.

Esta vez fue Severus quien frunció el ceño, mientras el guapo y elegante joven rubio se adelantaba un paso.

—Lord Snape, pido mil perdones por nuestra imprevista visita— comentó, saludando al hombre mayor.

—En absoluto, sean bienvenidos— contestó Severus—. Le presento a Lady Hermione Lupin.

Draco se inclinó y depositó un tibio y breve beso en la suave mano de la chica.

—Lady Lupin y yo ya nos conocíamos, es un placer volverla a ver.

—Y— continuó Severus, con oculta renuencia— a Lord Harry Potter.

Esta vez, Draco se giró hacia Harry.

—Es un placer conocerlo— dijo con cortesía.

—El placer es mío— contestó Harry.

—Bien, ya que todos nos conocemos— propuso Narcissa, tomando el brazo del amo de la mansión—, qué te parece si Lord Potter le muestra a Draco la casa mientras tú y yo nos ponemos al día.

Severus estaba a punto de negarse, no le hacía ni pizca de gracia que Harry se fuera con ese adonis rubio, pero antes que pudiera decir nada, se volvió a escuchar la voz de su pupilo, esta vez dirigida al rubio y en un tono que a los celosos oídos de Severus sonó excesivamente amable.

—Me encantaría mostrarle la casa, Lord Malfoy— dijo con una sonrisa y al señor Duque se le revolvió la bilis—. Hermione, por favor, ¿nos acompañas?

—No creo que sea necesaria la compañía de Lady Lupin— comentó la Vizcondesa.

—Lamento no estar de acuerdo con usted, Milady— argumentó Harry—. Como ya debe saber, yo soy fértil, Hermione es mi dama de compañía y yo funjo como su caballero de compañía. Aunque estemos en el campo, es absolutamente impropio que vaya solo con Lord Malfoy, cosa que usted no desconoce— Harry miró alrededor con intención—. Por cierto, ¿dónde está su dama de compañía?

La mujer lució ligeramente incómoda.

—Soy viuda y para mí no es tan perentoria la dama de compañía— dijo al fin con petulancia—. Además, sabía que estaba aquí Lady Hermione y pensé que ella podría ayudarme con eso— se excusó.

—Tienen razón, pero ése no es mi caso, soy joven y soltero— dijo Harry con acento cortés—, y Lady Hermione es mi dama de compañía, así que dificulto que pueda estar con ambos a un tiempo. Ahora, si nos disculpan, voy a mostrarle la Mansión a Lord Malfoy.



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Los tres jóvenes se dirigieron a los jardines, guiados por Harry, y caminaron un buen rato en silencio. Harry hervía de celos y respiraba con fuerza con intención de tranquilizarse. Hermione, por su parte, luchaba entre un sentimiento de tristeza por la desagradable escena que había tenido que soportar su amigo, y uno de alegría, ante la ilusión de volver a ver al hombre que amaba. Y Draco, feliz por estar con Hermione, se preguntaba qué se escondía tras la extraña actitud del pupilo del Duque de Snape.

Caminaron por un hermoso laberinto de plantas y flores hasta que llegaron a una plazoleta donde había una pequeña fuente y varios bancos de piedra. Draco miró alrededor y notó que las altas matas que les rodeaban, convertían el lugar en un rincón discreto y acogedor, oculto a ojos indiscretos.

Un poco más calmado, el buen corazón de Harry hizo que el chico se olvidara brevemente de sus celos y se concentrara en la felicidad que debía estar sintiendo en ese momento la persona que en pocos meses se había convertido en su mejor amiga. Así, se giró hacia Hermione y Draco y sonrió.

—Bien chicos, yo voy a acercarme a aquellas plantas de allí— dijo, señalando un seto de rosales— y ustedes dos van a poder saludarse apropiadamente— los miró con un brillo de picardía—. Tienen cinco minutos, aprovéchenlos— y sin otra palabra, se dirigió hacia donde había dicho.

Draco se quedó mirándolo con la boca abierta y luego giró su aturdido rostro hacia Hermione, quien se echó a reír al ver la expresión de su novio.

—Él sabe todo lo nuestro— dijo a modo de explicación.

—¿Cómo?— la expresión aturdida del joven cambió a una de preocupación—. ¿Pero cómo? ¿Le contaste?

—Sí, pero no te preocupes— le tranquilizó la chica—. Harry es un buen amigo; de hecho, el mejor.

—Ya pasaron dos minutos, se les acaba el tiempo— se escuchó la voz divertida de Harry, quien miraba el rosal dándoles la espalda.

—¿Entonces?— pidió Hermione, con una tierna sonrisa—. ¿Me saludas apropiadamente?

Sonriendo a su vez, Draco abrazó a la chica contra su cuerpo, bajó la cabeza y buscó sus labios, dándole un apasionado beso que ella respondió con avidez. Pasaron algunos minutos en los que sólo se escucharon los sonidos naturales del jardín y suspiros entrecortados de tanto en tanto. Por fin, un fuerte carraspeo los sacó de su mutua adoración.

—Ya pasaron siete minutos— se escuchó la voz de Harry—. Voy a voltear. A la una— Draco abandonó la cálida boca de la chica y la miró a los ojos con ternura—. A las dos— sonrieron mientras se daban un último y suave beso—. A las tres.

Cuando Harry dio la vuelta, encontró a los otros dos mirándolo, ruborizados y sonrientes. Se acercó a ellos, sonriendo también.

—Aguafiestas— le dijo Hermione en cuanto llegó a su lado.

—Les di dos minutos extra, si no hubieran perdido tanto tiempo en explicaciones…— comentó el chico con cara de no haber roto un plato—. Además, recuerden que yo soy el caballero guardián de la linda dama, cuyo deber es evitar que se la engulla el lobo feroz.

Draco se echó a reír y tendió la mano hacia Harry.

—Muchas gracias.

—No me las des todavía— replicó el chico moreno, tuteándolo—. Porque te advierto que voy a estar vigilando, y como siquiera intentes hacerle daño a Hermione, te la vas a ver conmigo.

—Te juro que adoro a esta bella mujer y la protegería con mi vida si fuera necesario— le aseguró Draco.

—Con eso me conformo— les hizo una seña a los otros dos y se sentaron en unos bancos de la plazoleta.

—Así que sabes todo sobre lo nuestro— dijo Draco, mirando a Harry como evaluándolo.

—Sí, digamos que Hermione y yo hemos intercambiado confidencias— Harry sonrió con ternura, tomando la mano de su amiga en un gesto cariñoso—. Supongo que viniste porque sabías que aquí estaba Hermione.

—Digamos más bien que cuando lo supe este viaje se convirtió en algo realmente agradable— Draco miró fijamente a Harry—. Herm confía en ti así que supongo que yo también puedo hacerlo— musitó—. La verdad es que en este momento de su vida, mi madre tiene dos obsesiones: atrapar un marido noble y rico y casarme con un noble fértil— sonrió con ironía al observar la expresión de Harry—. Te extraña que hable de mi madre en una forma tan brutal, ¿cierto?— el otro sólo asintió—. Me costó muchos años de tristeza aceptarlo pero al fin lo hice. La Vizcondesa Malfoy es ambiciosa, quiere seguir siendo una mujer rica y poderosa, de ser posible, más de lo que era en vida de mi padre.

>>Sabe que en cuanto yo cumpla la mayoría de edad, lo cual será en muy poco tiempo, heredaré toda la fortuna que dejó mi padre, y cuando me case, mi pareja se convertirá en la nueva Vizcondesa y ella quedará relegada a un segundo plano. Por eso está persiguiendo al señor Duque— Harry frunció el ceño con disgusto—. Además, se muere por el prestigio que significaría en la Corte estar emparentada con un noble fértil— miró al joven moreno fijamente—. ¿Herm te contó por qué no he querido que ella sepa que estamos enamorados?

—Algo me dijo, ¿pero de verdad crees que sería capaz de dañar la reputación de Hermione?

—Por conseguir sus propósitos es capaz de eso y mucho más, te lo aseguro.

Harry se quedó un rato pensativo.

—Bueno, mientras estés en la Mansión les puedo servir de tapadera ante tu madre, al fin y al cabo Hermione es mi dama de compañía y no va a resultar extraño que nos acompañe a todas partes.

—Gracias— musitó el hombre rubio con sinceridad—. Y por cierto, si no es mucha indiscreción, ¿qué fue todo eso que pasó antes?

Harry frunció el ceño y enrojeció, pero no contestó.

—Harry— musitó Hermione suavemente, tocándole el brazo—. Draco es buen amigo, puedes confiar en él— Harry miró a su amiga e hizo un gesto afirmativo, dándole permiso de contar la situación a su novio. La chica miró a Draco—. Harry está enamorado de Lord Snape, y yo pondría mis manos en el fuego afirmando que es correspondido.

Harry se levantó intempestivamente del asiento, de nuevo enfurecido ante el recuerdo.

—Yo también me engañaba, Hermione, creyendo eso, pero era todo ilusión, ya viste lo que pasó allá arriba.

—Eso no es tan importante como te parece, Harry.

—Como que no, ellos…

—No puedo hablar sobre los sentimientos del Duque hacia ti— lo interrumpió Draco— ya que apenas los vi juntos unos momentos, pero lo observé con mi madre la temporada pasada y te puedo asegurar que no se comportaba como si ella fuera la mujer de su vida— se levantó y se acercó a Harry—. Y allá arriba sólo vi un hombre un tanto incómodo, que no tuvo más remedio que reaccionar con gentileza, como el caballero que es.

Harry movió la cabeza con desaliento.

—Créenos, Harry— susurró Hermione—, Narcissa Malfoy no es competencia para ti, te lo aseguro.

—Ojala yo pudiera tener la misma certeza, Hermione— replicó, mirándola con la tristeza reflejada en sus hermosos ojos verdes—. Ojala.

Los días que siguieron fueron los más tensos que se habían vivido desde que Harry llegara a la Mansión Snape, y la preciada intimidad que tanto disfrutaban Harry y Severus, se había derrumbado como un castillo de naipes ante una fuerte brisa.

Harry pasaba gran parte del tiempo con Draco y Hermione. Celoso de la constante atención que su tutor dispensaba a su invitada, se había ido alejando de él y apenas le hablaba, y cuando lo hacía, su tono era cortés pero definitivamente frío.

Severus, por su parte, hervía de celos cada vez que veía a Harry con ‘el maldito rubio’, como lo llamaba internamente. Se atragantaba cada vez que lo veía sonreírle o conversar alegremente, así que, en una muda venganza, había decidido dedicar toda su atención a Narcissa, cosa que, si debía ser sincero, estaba empezando a ser intolerable. La mujer definitivamente lo cargaba.

Y aunque se pudiera pensar lo contrario, en vista de que al parecer sus planes le estaban saliendo bien, Narcissa Malfoy tampoco estaba para nada contenta. Desde el primer momento se había dado cuenta de la inclinación del Amo de la Mansión hacia su pupilo, pero desestimó el hecho, pensando que en unos días ella se convertiría en dueña y señora del Ducado. Pero aunque Severus la acompañaba y halagaba, sabía que todo no era más que una pose.

En ese justo momento, la hermosa mujer caminaba de una punta a otra de la habitación, recordando y rumiando todos los desaires que había sufrido desde que había llegado a la finca, y todos a causa del maldito mocoso del demonio.

El primero fue cuando, a la mañana siguiente de su llegada, había salido a colación una conversación sobre el accidente de Severus.



—¿Y cómo ocurrió el accidente?— preguntó Narcissa, mirando a Severus con fingida preocupación.

—Veníamos del norte cuando se rompió una rueda del carruaje— explicó Severus—. Nos bajamos para que pudieran arreglarla con comodidad, me acerqué a unos matorrales y me picó una serpiente.

—¿Y qué hacían viniendo del norte?— insistió con curiosidad.

Después que Severus le explicara todo lo relacionado con las minas, la mujer replicó con displicencia.

>>Pues no sé a que vino tanto alboroto, muchas minas en el Reino están en las mismas condiciones y no pasa nada. Lo importante es que sea un negocio rentable.

—¿Lo importante es que sea rentable?— intervino Harry, lívido de furia—. ¿Y las personas enfermas? ¿Y los niños trabajando en las minas? Eso es una crueldad aberrante.

—Es bien sabido que a los niños les resulta más fácil llegar a ciertos lugares en las minas— dijo la mujer, sin darse cuenta de lo inhumana que se estaba mostrando—. Tampoco es que sea la gran cosa, ¿no crees Sev?

—Lo que creo— contestó el Duque, mirándola con el ceño fruncido— es que Harry tiene razón, esas costumbres son retrógradas y criminales, e ILEGALES— puso énfasis en la última palabra—. Es una de las luchas que ha emprendido el Príncipe de Gales, eliminar ese tipo de prácticas hasta del último rincón del Reino— al ver que ella le veía turbada, comentó con afabilidad—. Pero esas no son cosas por las que debas preocuparte, ¿un poco más de champaña?



—Esas no son cosas de las que debas preocuparte— musitó la mujer en voz alta, recordando las palabras del Duque—. Como si yo fuera una estúpida cabeza hueca mientras le daba la razón al idiota ese.

Se acercó a una mesita donde había una botella de champaña y se sirvió una copa que tomó de un trago.

Y ahí no había acabado la cosa. Al día siguiente intentó entrar en el estudio de Severus y estaba cerrado con llave. Cuando llamó a un sirviente para que le abriera…



—Ábrame esa puerta— ordenó al lacayo con displicencia.

—Lo lamento, Milady— se disculpó el joven—. Es el estudio privado de su Señoría y los únicos que tienen acceso son él y Lord Harry.

Al escuchar el nombre del maldito niñato, Narcissa vio rojo de furia.

—Estoy segura que yo no estoy incluida en la prohibición, ábrame la puerta.

—Lo siento, Milady, es imposible.

—¿Se atreve a contradecir una orden mía?— gritó Narcissa, exaltada.

—¿Qué pasa aquí?— interrogó la voz profunda de Severus a sus espaldas.

La mujer cambió de actitud al instante y se giró mimosa hacia Severus.

—Severus, cariño, tus sirvientes no entienden mi puesto en esta casa. Este lacayo no me quiso abrir la puerta de tu estudio.

Severus miró al muchacho y ordenó:

—Puedes irte.

Cuando el joven se hubo marchado, Severus fijó nuevamente su atención en Narcissa.

—Todos saben en esta casa que eres una invitada especial— dijo, recalcando la palabra ‘invitada’— y te tratan como tal. Pero éste es mi estudio privado y el joven sólo cumplía órdenes mías.

—Pero dijo que tu pupilo sí podía entrar— protestó ella.

—Y es cierto.

Cambiando de táctica, aunque por dentro hervía de rabia ante la confirmación de los derechos de Harry, la mujer hizo un puchero, que según ella resultaba muy sexy.

—¿Me lo quieres mostrar?

“Ni loco”, pensó Severus. Ese lugar era el santuario que compartía con Harry, no iba a permitir que esa mujer lo profanara.

—Es sólo un estudio, Narcissa, allí no hay nada que valga la pena ver— desestimó el hombre, guiándola gentilmente en dirección contraria—. Mejor salgamos a los jardines.



La mujer en la habitación se sirvió otra copa y siguió recordando. Un incidente tras otro, todos en el maldito Ducado le habían hecho sentir como si Harry fuera el Amo de todo y ella una molestia. Y lo había aguantado todo, pero esa mañana… Lo del estúpido caballo había sido demasiado.



Severus y Narcissa caminaban rumbo a las caballerizas cuando los detuvo la voz del capataz, Amos Diggory.

—Amos, ¿como estás?— saludó Severus.

—Bien, Milord, Milady— se inclinó ante la Vizcondesa—. Lamento molestarlo, Milord, pero tengo algo urgente que tratar con usted, serán sólo unos minutos.

Severus se giró hacia Narcissa y sonrió.

—¿Por qué no te adelantas y vas eligiendo el caballo que te gustaría montar? Te alcanzo en un momento.

La mujer, aunque contrariada, asintió y siguió su camino hacia las cuadras. Fue recibida por Igor Karkaroff, quien la acompañó a ver los animales.

—Ese caballo me gusta— musitó, señalando a Tormenta.

—Es la montura de su Señoría— replicó el hombre.

—Ah, entonces no, mejor ensílleme ese— pidió, señalando a Centella, que se encontraba en el pesebre de al lado.

—Lo siento, Milady, pero ése es el caballo del joven Lord Harry.

—En esta cuadra todos los caballos son del señor Duque— replicó la mujer, obstinada—. Él me dijo que podía elegir el caballo que iba a montar y quiero ése.

—Perdone que insista, Milady, Centella sólo se deja ensillar y montar por el joven.

—Eso lo veremos— y en su furia, entró imprudentemente en el pesebre. Se acercó al caballo, que retrocedió y relinchó—. Ven aquí, caballo condenado— exclamó, levantando su fusta—; te voy a mostrar quien manda.

El caballo retrocedió aún más bruscamente, y en el movimiento, Narcissa cayó al suelo.

—Maldito animal— gritó, mientras Karkaroff trataba de tranquilizar al caballo y Severus, quien había llegado segundos antes, la ayudaba a levantarse del suelo—. Severus, ese animal es una bestia, tienes que matarlo.

—¡¡¿Qué?!!— exclamó Harry, quien también llegaba acompañado de Hermione y Draco. Sin pensarlo, corrió hacia Centella, a quien Karkaroff podía contener a duras penas. Se acercó, susurró unas cuantas palabras y le acarició el morro. El animal se calmó de inmediato.

—Me agredió, Severus, es peligroso. Tienes que matarlo.

—Nadie va a dañar a mi caballo— saltó Harry, furioso.

—No es tuyo sino del Duque— Narcissa repitió lo que ya había dicho al encargado de cuadras—. Y es un animal agresivo, debe ser eliminado.

—Ante todo, Centella sí es de Harry— dijo Severus con rostro pétreo—, y antes de hacer nada, quiero saber lo que pasó.

—Ya te dije, me atacó.

—El asunto es saber por qué te atacó— sin prestar más atención a la mujer se volvió hacia Karkaroff—. ¿Igor, qué pasó?

—Milady quiso que le ensillara a Centella— narró el hombre—. Le expliqué que era el caballo de Lord Harry y sólo se dejaba ensillar y montar por él. No aceptó mis razones y entró al pesebre. Cuando centella se alejó— el hombre dudó un momento pero ante un gesto de Severus, continuó—, sacó el fuete y trató de golpearlo. Entonces el caballo se asustó, retrocedió con brusquedad y en el impulso Milady cayó al piso.

—Mentira— exclamó la mujer.

—Milord, le aseguro que así fue como pasaron las cosas.

—Está bien, Igor, puedes retirarte.

Cuando el hombre hubo salido, Narcissa reiteró.

—Ese animal me atacó, debes matarlo, Severus.

El hombre la miró con el entrecejo fruncido.

—Narcissa, imagino que en el momento pensaste que Centella te había atacado, pero Karkaroff vio todo desde afuera, tiene un punto de vista más objetivo— al ver que la mujer iba a protestar, levantó una mano—. No repitas que mate a Centella porque no lo voy a hacer. Es el caballo de Harry y sólo él puede disponer del animal— tomó el codo de la mujer con delicadeza para guiarla a la salida, dejando atrás a los más jóvenes. Al salir al exterior y ver que se encontraban solos, agregó—: Y cuando alguien te diga que algo es de Harry, es porque es de Harry, ¿quedó claro?



Esa había sido la humillación final. Pero ese estúpido mocoso le iba a pagar todas las humillaciones recibidas. De pronto, su rostro se transfiguró en una sonrisa de maldad pura. Sirviéndose una nueva copa, la levantó y fijó su mirada azul en el burbujeante líquido.

—Prepárate, Harry Potter. Me vas a pagar todas las que me has hecho y creo que ya sé como. Será un golpe devastador.



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Sabiendo que probablemente su única oportunidad contra Harry eran los evidentes celos de Severus, desde esa misma tarde Narcissa se dedicó a echar más leña al fuego. Cada vez que se quedaban solos decía a su anfitrión la linda pareja que hacían Draco y Harry, que se llevaban muy bien, incluso se atrevió a mentirle, diciendo que Draco le había informado que en cuanto Harry se presentara en sociedad pensaba pedir su mano.

La parte razonable de Severus le decía que esa mujer era una víbora, que sólo estaba metiendo cizaña, pero la parte celosa e insegura le repetía que ella tenía razón y los dos jóvenes hacían una gran pareja, tal para cual.

Así, tres días más tarde estaban en la terraza tomando el té, cuando vieron llegar a los tres jóvenes, conversando alegres. Cuando alcanzaron la terraza, sus risas murieron y sus semblantes se tornaron serios, especialmente el de Harry.

—Hola, chicos— saludó Narcissa, como si no hubiera notado nada—, ¿qué tal el paseo? Siéntense y tomen un té, les caerá bien— cuando todos estuvieron sentados y con sus respectivas tazas, continuó fingiendo un tono casual—. Sabes, Severus, estaba pensando que, ya que es la primera vez que estoy en la Mansión, sería una idea genial que el sábado dieras una fiesta en mi honor, ¿no crees?

Antes que Severus pudiera responder, Draco saltó:

—¡¿Cómo se te ocurre, madre?!— exclamó, molesto—. Sabes bien que Harry no puede asistir a ninguna fiesta hasta su presentación en sociedad.

—Estoy segura que Lord Harry no se molestará por no poder asistir, ¿verdad que no, querido?

—Madre, ¿Cómo pretendes que Harry no asista a una fiesta en su propia casa? Es una descortesía.

—No te preocupes, Draco— musitó Harry, dolido porque Severus no había sido quien se opusiera—. A mí no me importa.

—¿Ves?— dijo Narcissa, mirando a Draco—. A él no le importa. ¿Tú que dices, Sev?

Molesto y celoso por la ferviente defensa de Draco y el tuteo entre él y Harry, Severus puso un rostro inexpresivo y dijo escuetamente:

—Si a mi pupilo no le importa, supongo que no hay problema.

Dolido más allá de lo imaginable, Harry se levantó de la mesa y fijó sus verdes pupilas en los ojos de Severus.

—Entonces no hay más que hablar, espero que disfruten la fiesta. Ahora, si me perdonan, estoy algo cansado— y sin otra palabra, se levantó y entró en la casa. Hermione apenas logró musitar una disculpa y salió tras él. Cuando Draco se levantaba también, la voz de su madre lo detuvo.

—Draco, ¿no vas a pedir permiso para retirarte?

Draco miró a los dos mayores con ojos llenos de ira.

—Después de lo que acabo de presenciar, no creo que aquí haya nadie que merezca mis muestras de cortesía— y sin decir más, también salió.



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En el mismo segundo que Harry lo miró a los ojos y vio la profunda tristeza que los llenaba, Severus se arrepintió de su estúpido arranque de celos.

Y se siguió arrepintiendo el resto de la semana. Narcissa se dedicó a organizar la gran fiesta, utilizando para ello a toda la servidumbre de la Mansión. Y mientras los preparativos avanzaban, la voz se corrió como pólvora por todo el Ducado, y todos sintieron el desprecio que se hacía hacia el joven amo Harry como propio.

Severus tendría que haber sido ciego o tonto para no notar las miradas de reproche en todos los rostros, la sequedad con que todo el mundo lo atendía, y la infinita tristeza que continuaba en los ojos de Harry.

Y allí estaba, acomodándose la ropa de gala frente al espejo y recordando las palabras que le había dicho la Nana Minerva la noche anterior.


—Adelante— concedió Severus, ante los suaves toques en la puerta del estudio. Ésta se abrió y por ella entró la elegante figura del ama de llaves.

—Nana Minerva, ¿por qué me trajiste tú el té?— preguntó Severus, extrañado—. Debiste haber enviado a una doncella.

La mujer posó la bandeja con el servicio de té en una mesita y sirvió una humeante taza que le entregó al Duque, junto con una bandeja de pastelillos que posó sobre el escritorio.

—Están todas ocupadas con lo de la fiesta, Milord— contestó la mujer, con una dulce sonrisa.

—Siéntate un momento, Nana— mientras la mujer se sentaba, Severus dio un sorbo a su té—. Esta fiesta ha trastornado a todos, ¿no?

—Así parece— contestó la dama.

Severus la miró con una ceja enarcada.

—En estos días todo el mundo me odia en el Ducado por lo de la fiesta— comentó Severus, posando la taza sobre el escritorio—. ¿Por qué tú no, Nana? Yo sé cuanto quieres a Harry.

—Porque yo sé las razones por las que lo hizo, niño Severus— ante el cariñoso apelativo, el hombre se estremeció. La anciana se levantó y puso una mano sobre la que él tenía posada en el escritorio—. Los celos son malos consejeros, Milord. Nos dañan a nosotros y a los que amamos.

Sin otra palabra, la mujer sonrió y salió de la habitación


—Demonios— gruñó Severus en voz baja.

Se hubiera pateado por permitir todo esto. Aunque estaba seguro que Sirius y Remus ya se encargarían de hacerlo por él. Habían llegado unas horas antes y Remus se había encerrado junto con Hermione en la habitación de Harry. Cuando salió de allí, le lanzó a Severus una mirada que no presagiaba nada bueno.

Amigo, creo que esta vez la cagaste, había susurrado Sirius a su oído cuando vio la mirada de su novio, a quien siguió dócilmente. Desde ese momento no había podido hablar con ninguno de los dos, pero estaba seguro que tarde o temprano le esperaba una bronca monumental.

Se dio un último vistazo al espejo, suspiró profundamente y se dispuso a ir en busca de Narcissa, para representar la charada hasta el final.



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Esa noche Harry estaba realmente triste. Draco y Hermione le habían insistido en quedarse a acompañarlo pero se había negado rotundamente. Tenían tan pocas oportunidades de bailar, conversar y disfrutar en público que él no les iba a echar a perder la fiesta. Ambos aceptaron a regañadientes pero le aseguraron que sería sólo por un rato y luego irían a buscarlo para conversar en una de las salitas de arriba.

Se había hecho el propósito de encerrarse en su habitación y no salir de allí pero no había podido cumplirlo. Por eso estaba allí, en el jardín, observando la fiesta desde lo alto de un árbol. Una sádica necesidad lo había impelido a salir, aun sabiendo que iba a sufrir.

Y vaya que lo había hecho. Había sufrido cuando Severus y Narcissa, elegantemente vestidos, habían entrado tomados del brazo mientras todos aplaudían y agasajaban a la festejada. Había sufrido mientras abrían el baile como si fueran los señores de la casa, y cuando habían paseado juntos por el salón, saludando a todos los presentes.

Incapaz de seguir resistiendo tanto dolor, se bajó del árbol y caminó rumbo a la plazoleta, su lugar preferido del jardín. Entonces, luego de días de resistir la tristeza y el desamor, su pobre corazón se rompió y se echó a llorar desconsolado.



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—En serio, no te entiendo— cuando al fin Severus había logrado deshacerse de Narcissa y dejarla bailando con un par del Reino, había sido literalmente asaltado por Sirius y Remus y, como se temía, ahora estaban en el estudio armándole una bronca descomunal—. No sé si eres imbécil de nacimiento o algo paso en la India de lo que yo no me enteré. ¿Se puede saber que maldita razón te impulsó a ofrecerle una fiesta a Narcissa Malfoy? ¿Te volviste demente?

En lugar de responder, Severus fue hacia el bar y se sirvió un coñac.

>> ¿Es que ni siquiera piensas contestar?— insistió Sirius—. En tus cartas nos contabas que todo iba genial con Harry, que estaban haciendo un montón de cosas juntos, que se estaban acercando día con día, y tú vas y haces una estupidez como ésta. ¿Por qué, con mil demonios?

El hombre dio un largo trago a su bebida y sintió como el ardiente líquido quemaba su garganta. Al fin, logró musitar.

—Por celos.

—¿Celos?— habló Remus por primera vez—. ¿Celos de quién?

—De ese estúpido niño rubio— casi escupió Severus.

—¿Ese estúpido niñ…de Draco?— preguntó Remus.

—Sí, del simpático y maravilloso futuro Vizconde de Malfoy— replicó Severus, estrellando la copa con impotencia contra la chimenea.

Sirius se acercó a él y lo tomó por los brazos, mirándolo fijamente a los ojos.

—Lo dicho, imbécil de nacimiento— declaró al fin—. Vamos a ver, ¿tú estuviste allá fuera, en la misma fiesta que estuvimos nosotros?

Severus se removió con fuerza, soltándose.

—Claro que estuve.

—Pues no parece— esta vez fue Remus quien habló—. ¿Podrías decir con quien estaba bailando Lord Malfoy?

Severus frunció el ceño, pensativo. Al fin, musitó:

—Hermione…—miró a los otros dos con asombro—. ¿Malfoy y Hermione?

—Brillante, al fin parece que te funciona esa piedra que tienes por cerebro— declaró Sirius.

—Ya, Sirius, no lo sigas retando— pidió Remus, conciliador—. Severus, ven y siéntate un momento.

Como un autómata, el hombre fue a sentarse al lado de su amigo.

>>Severus— empezó a explicar Remus—, Draco y Hermione son novios desde la temporada pasada, Harry lo que ha hecho estos días es servirles de excusa para que pudieran verse sin levantar sospechas.

—¿Levantar sospechas? ¿De quién? No entiendo nada— dijo Severus, aturdido.

Con paciencia, Remus y Sirius le contaron todo lo que les había dicho Hermione sobre el carácter de Narcissa y los temores de Draco. Cuando terminaron de hablar, el hombre los miró con en rostro desencajado.

—¿Dios, que he hecho?— musitó sin aliento—. Ella me repetía y repetía lo bien que se veían juntos, lo contentos que estaban, y creí… ¡Oh, Dios!

—Harry está destrozado, Severus— musitó Remus—. Tienes que hablar con él.

—Sí, sí, mañana mismo aclararé todo y le pediré perdón.

—¿Por qué no antes?

Severus se quedó mirando a Remus, aturdido.

—No entiendo.

—Conociendo a Harry, ¿de verdad crees que está durmiendo en su habitación?— los ojos de Severus brillaron con entendimiento—. Exacto, debe estar en algún lugar del jardín, viendo la fiesta desde lejos.

—Y muriéndose de tristeza— dijo Severus, sintiéndose terriblemente culpable. De pronto, dio un salto y se dirigió a la puerta.

—¿A dónde vas?— preguntó Sirius.

—A buscarlo.

—En ese caso, te aconsejo que escapes por la puerta de atrás— sugirió, señalando una puerta encristalada. Severus sonrió y caminó con rapidez hacia allí—. Espera— se escuchó de nuevo la voz de Sirius.

El Duque de Snape se volteó para encontrar a su amigo que, con una botella de champaña en una mano y dos copas en la otra, lo miraba con picardía.

>>Creo que deberías llevarte esto, te podría ser de mucha utilidad.



Una promesa trajo el amor. Capítulo 8. Celos y Confesiones Gif-animados-WebDiseno-Lineas-Particion_06432_zpsi58j44am



Severus caminó con cautela por los jardines, no quería tropezarse con alguno de los invitados que hubiera salido a ver la luna. Las notas de los instrumentos de la orquesta llegaban de la casa, impregnando el sereno aire nocturno. Buscó durante un rato y al fin llegó a la plazoleta donde los más jóvenes habían ido el día de la llegada de Draco.

Allí estaba, recostado de lado en un banco de piedra y con una mano sirviéndole de almohada, los lentes ladeados sobra la nariz y el pelo alborotado. Severus lo había visto dormir en algunas ocasiones y siempre sentía que le embargaba la misma dulce sensación, se veía tan hermosamente tierno.

Dejó la botella y las copas que traía sobre otro banco y se acercó con cuidado para no despertarlo; al llegar a su altura, se agachó junto a él, admirándolo durante largo rato. Al fin, le enderezó los lentes y lo llamó suavemente.

—Harry— musitó cerca de su cara, anticipando la sensación que le embargaría al ver abrirse sus hermosos ojos—. Harry, despierta.

A diferencia de otras veces, Harry despertó en seguida. Al ver el rostro de su tutor tan cerca del suyo, se sobresalto y se enderezó bruscamente, despejando el sueño de inmediato.

—Lo siento, Milord, no pensé que nadie me encontraría en este lugar— se excusó, levantándose presto a partir—. Enseguida me iré a mi habitación.

—No, Harry, espera— lo contuvo el hombre, asiendo suavemente su brazo. Cuando el chico lo miró, volvió a maldecirse por haber sido el causante de la tristeza que inundaba esas pupilas—. Por favor, siéntate conmigo— señaló la banca—, tengo algo que decirte.

Harry apartó la mirada de Severus y se sentó en el banco con renuencia. Después de un buen rato, Severus empezó.

—Necesitó que me disculpes— musitó casi en un susurro—. Nunca debí permitir que se organizara una fiesta en la Mansión cuando sabía que tú no podías asistir.

—No tiene importancia— Harry tenía la mirada fija en el suelo—. Usted ha hecho demasiadas cosas por mí, si quería ofrecerle esta fiesta a Milady no era justo que no la diera por mi culpa.

—Harry, estamos solos, ¿por qué no me tuteas?— al ver que el joven no cambiaba de posición, Severus puso un dedo bajo su barbilla y le levantó el rostro, girándolo hacia él—. ¿Es que ya no somos amigos?

El joven se incorporó y se alejó unos pasos, pero no respondió. El Duque se levantó y se acercó a él.

>>Sé que en estos días me he portado de una forma infame. La razón… bueno, te la diré más adelante, pero ahora quiero que me perdones. Sé que fui un estúpido y no lo merezco pero…—se detuvo un minuto y por fin continuó—: Además, te aseguro que yo no tenía ningún deseo de dar esta fiesta para la Vizcondesa.

Esta vez, Harry sí lo miró de frente.

>>Te lo juro, Harry, prefiero estar aquí contigo que en esa fiesta llena de gente.

Esta vez, la respuesta del joven fue la sonrisa más hermosa que Severus había visto en su vida.

>>Y como quiero celebrar contigo— se acercó al banco donde había dejado la botella y sirvió dos copas—, traje esto para que brindáramos— le entregó una copa a Harry y alzó la suya—. Por nosotros.

—Por nosotros— contestó Harry, radiante.

En eso, Severus notó que las notas del Danubio Azul empezaban a llenar el ambiente. Tomó la copa de Harry y junto a la suya la dejó sobre el banco y se inclinó ante su pupilo.

—Lord Potter, ¿me concedería esta pieza?

—¿Bailar? – preguntó Harry, extrañado—. ¿Aquí?

—Tenemos la música, la luz de la luna y esta bella plazoleta, para mí es el lugar perfecto, ¿no crees?

Con una sonrisa, Harry se dejó enlazar por los brazos del Duque y empezaron a danzar, olvidados del mundo. Lo único que existía era la hermosa música, la calidez de sus cuerpos y la felicidad en sus miradas mientras giraban al compás de las notas que se iban desgranando una tras otra.

Cuando la música acabó, Severus se inclinó nuevamente, aún sosteniendo la mano de Harry.

—Muchas gracias por el baile, caballero.

—Fue un placer, Milord— musitó el joven, siguiéndole la broma.

Entonces, Severus su puso repentinamente serio.

—Harry, debo irme antes que envíen una comisión de rescate a buscarme— dijo suavemente—. Hay muchas cosas que necesito decirte pero éste no es el lugar ni el momento apropiado. ¿Qué te parece mañana en la noche, cuando todos se retiren, en nuestro estudio?

Las palabras del hombre sonaron a gloria a los oídos de Harry, especialmente cuando dijo lo de ‘en nuestro estudio’, para él ese sitio también era muy especial.

—Mañana en la noche— aceptó ilusionado.

Severus subió la mano de Harry, que aún sostenía entre las suyas, hasta sus labios, y le dio un dulce beso. Luego volteó la palma hacia arriba y le dio un beso más íntimo en el pulso de la muñeca.

—Estaré esperando ansioso.

Con esas palabras y una última mirada de ternura, el Duque de Snape dio la vuelta y regresó a la Mansión.

Harry, de forma inconsciente, subió su mano y posó los labios en su muñeca, justo en el lugar que momentos antes había besado esos otros labios tan deseados. Luego, con una sonrisa de felicidad, también regresó a la Mansión.

Ninguno de los dos notó los furiosos y celosos ojos que habían observado toda la escena escondidos tras las ramas de un arbusto.



Una promesa trajo el amor. Capítulo 8. Celos y Confesiones Gif-animados-WebDiseno-Lineas-Particion_06432_zpsi58j44am



La mañana siguiente pasó para Harry como un sueño, subido como estaba en su propia nube. Cuando bajo a almorzar, notó con tristeza que Severus no estaba allí; según le comentó Remus, había tenido que salir con Sirius pero regresarían a media tarde.

Luego de comer, y dado que todos estaban demasiado agotados por la fiesta del día anterior y se retiraron a descansar, regresó a sus habitaciones para seguir soñando con Severus. En eso estaba cuando sintió unos suaves golpes en su puerta. Pensando que eran Hermione y Draco, que lo venían a buscar para contarle los pormenores de la fiesta, se levantó con presteza y abrió la puerta con una sonrisa, la cual murió en sus labios cuando vio quien era su indeseado visitante.

—Milady— saludó, frunciendo el ceño.

—Lord Harry— contestó Narcissa, con una fría mueca que intentaba ser sonrisa—. ¿Puedo pasar?

A regañadientes, Harry se apartó del umbral y la mujer entró en la habitación con aire displicente.

—¿En qué puedo ayudarla, Milady?— preguntó el joven, tratando de abreviar la visita lo más posible.

—Por favor, cierra la puerta, lo que tengo que hablar es privado— pidió, sentándose en una silla.

Harry así lo hizo, antes de acercarse a la mujer.

—¿Y bien?

—Por lo que veo, tus modales dejan mucho que desear— comentó ella.

—Ambos sabemos que ésta no es una visita de cortesía. Usted quiere decir algo, probablemente desagradable, así que dígalo ya y salgamos de este asunto.

—Veo que eres directo— dijo ella, mirándolo fijamente—. Y ya que quieres que sea directa, lo seré. ¿Crees en verdad que lo tuyo con Severus tiene algún futuro?

Harry palideció intensamente.

>>No esperabas mi pregunta, ¿verdad?— ella sonrió cínicamente—. Por favor, no subestimes mi inteligencia. Es notorio que estás enamorado de tu tutor y él…, bueno, supongo que está encaprichado contigo, después de todo eres joven y guapo. ¿Pero cuánto tiempo crees que le dure el capricho?— preguntó con crueldad, mientras Harry palidecía aún más—. Probablemente hasta que cedas a sus atenciones y pueda tenerte.

—Milady, usted está insultando no sólo a mí, sino a mi tutor.

—Ay, por favor, no te hagas el mojigato, que yo sé muy bien lo que buscan todos los hombres— dijo ella con desprecio.

—Ya veo. ¿Y qué es lo que busca usted? ¿Dinero y prestigio? ¿Por qué no pensará que me creo que está enamorada del Duque?

Narcissa soltó una carcajada desagradable.

—Por supuesto que no, pero puedo darle lo que tú no. Apenas eres el hijo de un vicario de pueblo, ¿cómo puedes ayudar a Severus en la Corte? Lo mirarán con risa— siguió con saña—. En cambio, yo no sólo soy hermosa y elegante, sino que tengo muchas influencias, a mi lado Severus puede llegar hasta el infinito.

>>Como dije, puede que ahora se sienta ilusionado, porque no le has dado lo que yo ya le di— dijo con intención—, pero cuando reaccione y vea la realidad, te abandonará y regresará conmigo— la mujer rubia se levantó y caminó hacia la puerta—. Sigue mi consejo y hazte un favor. Aléjate de él antes que te destroce. Te aseguró que entre tú y yo, la elección siempre será la obvia.

Cuando la Vizcondesa salió de la habitación, Harry se sentó en la cama, desolado. Sabía que la mujer era una víbora y había dicho todo eso con el único propósito de dañarlo, pero no podía negar que parte de lo que había dicho era cierto. Él apenas era el hijo de un humilde vicario, alguien a quien su propia familia despreciaba, no tenía conocidos ni influencias en los círculos donde se movía Severus. El hombre necesitaba a alguien mejor que él. No a la bruja de Narcissa Malfoy, pero definitivamente alguien mejor que él.

Sintiendo que si no salía de esa habitación se iba a ahogar, bajó a los establos, ensilló a Centella y partió a todo galope. En su prisa, ni siquiera notó a Igor Karkaroff, quien llegaba en ese momento y lo observó partir frunciendo el ceño con preocupación.



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Hacia el final de la tarde, estaban todos reunidos en uno de los salones de la Mansión, conversando animadamente. Mientras Narcissa lo miraba con su fingida expresión apacible, Severus escuchaba ausente la conversación que Sirius tenía con Draco, pero no podía evitar que su mirada vagara constantemente a la entrada del salón, esperando ver los radiantes ojos verdes que tanto amaba.

Al final, fue incapaz de contener la impaciencia y disculpándose, se dirigió hacia la entrada, donde Remus comentaba con Hermione una hermosa pintura del siglo XVI, una de las joyas del Ducado.

—Hermione— llamó, cuando llegó hasta ellos; la chica se giró con una sonrisa.

—¿Sí, Severus?

—¿Has visto a Harry?

—No— dijo ella, pensativa—. Ahora que lo mencionas, no lo veo desde el almuerzo.

—¿Podrías subir a…?

Lo que Severus iba a pedir se vio interrumpido por la súbita llegada del mayordomo.

—¿Qué ocurre, Albus?— preguntó Severus.

—Milord, perdone la molestia, pero el señor Karkaroff pide hablar con usted, dice que es importante.

Severus frunció el ceño, debía ser muy importante para que su jefe de cuadras lo interrumpiera teniendo invitados en casa. Tal vez había enfermado algún caballo, aunque esperaba que no.

—Dile que pase— ordenó a Albus con premura. Segundos después, Igor Karkaroff entraba en la salita—. ¿Qué ocurre?— indagó el Duque.

—Disculpe que lo moleste, Milord, pero estoy preocupado por el joven Lord.

—¿Cómo? ¿Qué le pasó a Harry?— preguntó Severus, preocupado.

—Esta tarde, cuando regresaba a las caballerizas, lo vi salir galopando como alma que lleva el diablo— explicó el hombre—. Sé que Lord Harry es muy buen jinete, pero tenía una expresión extraña en el rostro, como angustiada. Ya pasaron más de dos horas desde que se fue y aún no regresa, y pronto va a oscurecer.

—¿Más de dos horas?— la voz de Severus estaba realmente alterada—. ¿Por qué no me avisaste antes?

—Salí a hacer unas diligencias y llegué hace unos minutos. Cuando entré a las cuadras y vi que Centella no estaba allí me preocupé y decidí venir a avisarle.

—Gracias, Igor. Por favor, ensilla a Tormenta y tráelo a la entrada de la Mansión, enseguida voy— cuando el hombre se fue, Severus musitó, desconcertado—. ¿Pero qué pudo haberle ocurrido a Harry?

—No sé si tendrá algo que ver— comentó Remus— pero esta tarde me encontré a la Vizcondesa en la puerta del cuarto de Harry. Cuando le pregunté qué hacía allí, me dijo que estaba buscando la habitación de Hermione.

—Pero ella sabe cuál es mi habitación, estaba en el pasillo hace unos días cuando me vio salir— argumentó Hermione.

Con ojos relampagueantes de furia, Severus se giró hacia los otros ocupantes del salón, quienes al parecer no habían prestado demasiada atención a lo que había pasado. Con grandes zancadas, se aproximó a la silla que ocupaba la mujer rubia y la enfrentó.

—¿Para qué fuiste a hablar con Harry esta tarde?— preguntó con brusquedad.

—¿De qué hablas? Yo no he hablado con tu pupilo desde el almuerzo— replicó con aire inocente.

—No te vale fingir, sé que estuviste en su habitación, ¿para qué?

—Bueno, sí estuve— admitió al fin, presionada por la furia del Duque—, pero sólo fue para hablarle de Draco. Yo creo que…

Un brusco apretón en su muñeca la obligó a interrumpirse.

>>Severus, me haces daño.

—Y te voy a hacer más si no me dices de inmediato qué le dijiste a Harry. La verdad, no creo esa estupidez de que fuiste a hablarle de Draco.

—Está bien, no veo por qué tanta alharaca, no fue gran cosa— dijo Narcissa, inconsciente dentro de su propia egolatría—. Sólo le dije que estabas encaprichado con él pero cuando se te pasara el capricho volverías a mí. Más bien debería agradecerme el consejo.

—¿Que tú le dijiste QUE?— el tono de Severus era aterrador.

—Vamos, Severus, no exageres, sabes que ese muchachito no es lo que tú necesitas. Está bien, diviértete, yo esperaré a que se te pase el antojo y después nos casaremos.

A su alrededor, todos miraban a la mujer como si estuviera loca.

—Estás enferma— musitó Severus, descompuesto por la furia—. Escúchame bien, Narcissa Malfoy, no me casaría contigo aunque fueras la última persona sobre la tierra. Y ruega porque a Harry no le haya pasado nada porque si no, te destrozaré con mis propias manos.

Respiró profundo para tranquilizarse y fijó su oscura mirada en Draco.

>> Lord Draco, usted siempre será bienvenido a mi casa, pero ruego que saque a su madre de la Mansión hoy mismo, no quiero tenerla enfrente ni un minuto más.

—No se preocupe, Lord Severus, y perdone por todo— pidió el joven rubio, contrariado—. Y cuide mucho a Harry, él merece ser feliz.

—No tengo nada que perdonarle. Como dije, las puertas de mi casa siempre estarán abiertas para usted.

—Me vengaré por este desprecio, Severus Snape, de ti y de ese maldito chiquillo— amenazó Narcissa con voz fría. El hombre giró una vez más hacia ella.

—Yo no soy como los hombres pusilánimes con los que acostumbras tratar, Narcissa. Si agreden a los que amo puedo llegar a ser muy, pero que muy despiadado. No te atrevas a meterte con Harry porque te juro que vas a vivir para arrepentirte.

Y sin otra palabra, salió disparado hacia la salida. En el umbral fue detenido por Sirius, quien preguntó, preocupado:

—¿Quieres que te acompañemos a buscar a Harry?

—No creo que sea necesario, Sirius, gracias. Tengo una idea bastante certera de donde puede estar.



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Severus cabalgó a toda velocidad hacia el lago, algo le decía que Harry tenía que estar ahí. Desmontó al llegar a la orilla del bosquecillo y siguió caminando. En cuanto llegó al claro lo vio, sentado cerca de la orilla y tirando piedras al lago de tanto en tanto. Un poco más allá, Centella pastaba tranquilamente.

Mientras daba una palmada a su caballo para que se uniera al otro, Severus caminó hacia Harry y se sentó a su lado.

—¿Por qué viniste?— preguntó Harry, con la mirada fija en las tranquilas aguas.

—Pasaron muchas horas desde que te fuiste e Igor se preocupó y vino a avisarme— Severus también fijó su oscura mirada en el lago.

—No debió.

—Pronto va a oscurecer.

—Ya estaba pensando en regresar.

—¿Por qué te fuiste, Harry?— todavía seguían hablando sin mirarse.

—Necesitaba pensar.

—¿En qué? ¿En lo que te dijo Narcissa?— preguntó el hombre, mirando a su pupilo.

Por primera vez, Harry levantó la cabeza y miró a Severus.

—¿Cómo lo supiste?

—Remus la vio delante de tu habitación. Sumamos dos más dos y… digamos que la presioné para que me contara lo que te había dicho— lo miró y en sus negros ojos se reflejaba la incomprensión—. ¿Cómo permitiste que lo que dijo esa serpiente te afectara? Especialmente después de nuestro encuentro de anoche.

Harry sintió un ligero cosquilleo ante el recuerdo de la noche anterior y el rubor acudió a sus mejillas.

—Porqué en parte ella tiene razón.

—¿A qué te refieres?— Severus frunció el ceño, intrigado.

Harry enrojeció más aún, sin responder.

>>¿Harry?— insistió Severus.

—Ella dijo que estabas encaprichado conmigo porque… aún no habías podido tenerme — dijo Harry al fin, avergonzado—. También dijo que cuando reaccionaras, me abandonarías y regresarías con ella, porque puede darte lo que yo no puedo.

—¿Cómo puedes pensar que ella tenga razón al decir esa barbaridad, acaso no me conoces aún?— la voz de Severus sonaba muy dolida.

—No, Severus, no me malinterpretes— pidió Harry, tratando de explicarse—. Cuando dije que ella tenía razón en parte, me refería a que yo no soy la persona adecuada para ti— la mirada de Harry regresó al lago—. Tú necesitas alguien importante, que se sepa mover en la Corte, no un tonto chico de provincia como yo.

Severus frunció el ceño, asió al joven por los hombros y lo giró hacia sí.

—Escúchame bien, Harry Potter— dijo con acento duro—. No acepto que nadie, ni siquiera tu mismo, te desvalorices de esa manera— soltó uno de sus brazos y llevó la mano al rostro de Harry, acariciando su mejilla—. ¿Es que acaso no te has dado cuenta de cuan especial eres?— la mano se deslizó hasta que un dedo acarició los suaves labios—. ¿Acaso no sabes cuán profundo es lo que siento por ti?

—A veces creo saberlo— contestó el joven con sinceridad—. A veces siento que tus gestos, tus acciones, indican un sentimiento. Pero nunca me has dicho nada— se detuvo un momento como tomando ánimos para seguir—. En estos meses estábamos tan bien que yo me hice la ilusión que tú me ibas a hablar en cualquier momento. Y entonces, cuando llegó la Vizcondesa, todo cambió. Te dedicaste a ella y yo quedé en el olvido, y pensé…

—He sido un tonto todo este tiempo— musitó Severus, sus dedos seguían acariciando el hermoso rostro frente a él con infinita suavidad—, pero ya ha llegado la hora de dejar de serlo. Yo te amo, Harry Potter, te amo con todo mi corazón y desde el primer momento que te vi.

Harry lo miró, aturdido. Había ansiado tanto escuchar esas palabras que, ahora que llegaban, no las podía creer. Severus se dio cuenta al instante y decidió hacer algo para demostrarle con más contundencia sus sentimientos. Así, inclinó la cabeza y atrapó los deliciosos labios que habían poblado sus sueños por tanto tiempo.

El beso empezó siendo tierno y cuidadoso, pero ante la persuasión de esos ardientes labios, Harry se abrazó a su tutor, abrió la boca y permitió que Severus profundizara el beso. Harry era torpe en estas lides, así que permitió que Severus le guiara los primeros pasos del camino. Cuando la lengua del Duque busco la propia, se entrego sin reservas, con todo el amor que había en su corazón. Hasta que al fin, la amorosa y encarnizada lucha tuvo que ceder y se separaron por falta de aire.

Pero eso no era problema para el Amo de la Mansión Snape, quien siguió dejando suaves e incitantes besos por la mandíbula, los ojos, las cejas, hasta recalar en el suave cuello de su pupilo, quien echó la cabeza hacia atrás para darle mayor acceso a esos labios. Ahí, acurrucado en el tibio recodo, con Harry fuertemente abrazado a él, Severus también pudo oír al fin las palabras que cayeron como bendición en su corazón.

—Yo también te amo con el alma, Severus Snape.

Al oírlo, el deseo contenido a duras penas hizo explosión. Los labios de Severus regresaron a la tibia boca que se abrió deseosa para recibirlo, mientras el hombre se inclinaba suavemente sobre Harry, hasta dejarlo acostado en el pasto. Colocándose sobre él, empezó a besarlo con desesperación, siendo correspondido con igual intensidad, mientras frotaba sus caderas contra las del joven en un movimiento que a Harry le parecía absolutamente delicioso.

Cuando Severus sintió la dureza de su amado contra la propia, un rayo de sentido común atravesó la nube de su deseo y con gran esfuerzo se separó de Harry, deteniendo sus besos.

—¿Severus?— preguntó Harry, vacilante—. ¿Qué pasa? ¿Hice algo mal?

Severus respiró profundo para recuperar el control y luego sonrió al joven.

—No, mi amor— musitó, ayudándolo a incorporarse hasta quedar nuevamente sentados—. Pero si seguíamos por ese camino, ninguno de los dos íbamos a podernos detener y no tengo intención de que nuestro primer hijo sea concebido fuera del matrimonio.

—¿Nuestro primer hijo?— preguntó Harry, con los ojos brillantes de ilusión, recordando las veces que había soñado en un niño con los hermosos ojos de Severus.

—Oh, cielos, cierto, lo olvidaba. Ven— dijo Severus, mientras lo ayudaba a levantarse y le alisaba la ropa. Luego se alisó las propias, puso una rodilla en tierra y tomó una mano de Harry.

—Harry, te amo inmensamente y prometo que si aceptas casarte conmigo dedicaré el resto de mi vida a hacerte feliz. ¿Aceptas?

Con los ojos cuajados de lágrimas, Harry se arrodillo frente a Severus y se abrazó nuevamente a él.

—Sí, mi amor, acepto, y prometo que yo también pondré todo de mi parte porque seas inmensamente feliz.

—Para eso no tienes que hacer nada— el hombre alzó una mano y secó las lágrimas de felicidad que caían por las mejillas del joven—, yo ya soy inmensamente feliz.

Y mientras se volvían a besar, allí arrodillados sobre el prado, sólo podemos pensar que Lord Harry Potter se había salido con la suya, iba a llegar a Londres siendo el prometido de Lord Severus, Duque de Snape.



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Gotitas musicales

Por si quieren volver a leer la escena del baile con la música que bailaban Sev y Harry, la pueden encontrar en:

El Danubio Azul. opus 314




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Última edición por alisevv el Lun Feb 15, 2016 6:29 pm, editado 7 veces
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MensajeTema: Re: Una promesa trajo el amor. Capítulo 8. Celos y Confesiones   Una promesa trajo el amor. Capítulo 8. Celos y Confesiones I_icon_minitimeDom Jun 15, 2014 12:11 am

arggg esa narcissa diciendo cosas que no tienen nada que ver...T___T pobre harry hacerle tener dudas....u_u y hace a penas unas horas..se habian reconciliado..u_u...lo bueno fue que sev actuo de inmediato y le confeso porfin bien sus sentimientos..>.<
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MensajeTema: Re: Una promesa trajo el amor. Capítulo 8. Celos y Confesiones   Una promesa trajo el amor. Capítulo 8. Celos y Confesiones I_icon_minitimeSáb Jun 21, 2014 11:15 pm

los desplantes de Severus hacia Narcisa me encantaron, lo que me molesto mucho fue como manipulo a Severus para dar esa tonta fiesta, y el comentario de Sirius de No sé si eres imbécil de nacimiento o algo paso en la India de lo que yo no me enteré. me dio mucha risa, que bueno que ya corrieron a Nercisa ya no la soportaba jajaja Very Happy
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MensajeTema: Re: Una promesa trajo el amor. Capítulo 8. Celos y Confesiones   Una promesa trajo el amor. Capítulo 8. Celos y Confesiones I_icon_minitimeVie Jul 04, 2014 3:22 pm

Yuki: Si, Narcissa al menos sirvió para que Severus se decidiera a confesarse

Helen, a mi el Sirius de esta es el tipo de Sirius que me gusta, divertido y buena gente

Besitos
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