La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Corazón Helado 3

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Neki Snape
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Neki Snape


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MensajeTema: Corazón Helado 3   Corazón Helado 3 I_icon_minitimeVie Oct 23, 2015 7:55 am

»En el fin del mundo, desea encontrar su amor y que con el vuelva al paraíso.
Miles de años y miles de noches, él no puede creer en la luz…
Pero su frio corazón está empezando a latir de nuevo.»



~3~


El viajero arribó una mañana de invierno, su cabeza estaba cubierta por un gorro de lana gruesa y oscura que hacía juego con su traje, su capa y sus ojos. El reino helado del que hablaba toda la gente del exterior se extendía ante él, blanco y gélido. Las malas lenguas hablaban de un príncipe de hielo que vivía en el castillo y buscaba una doncella que rompiera su maldición…
Caminó por las calles adoquinadas y escarchadas, su aliento formando leve vaho al salir por entre la bufanda gris. Todas las ventanas estaban cerradas y el pueblo parecía estar muerto, imaginaba que con ese frío nadie quisiera salir. Sin embargo, aún a lo lejos, fuera del castillo la gran fila de viajeros y doncellas que venían de lugares lejanos se extendía a lo largo de los amplios jardines de nieve, el océano congelado detrás lanzaba destellos por los tenues rayos de sol que se colaban por la nubes grises ocasionalmente.

Aquel lugar era hermoso, debía admitirlo, pero él no estaba allí para aquellas tonterías. Para él, ese era solo un reino más para acercarlo a su destino… y ya estaba tan cerca. Desde que decidió recorrer el mundo, se había topado con muchísimas cosas extrañas, leyendas vivientes y maldiciones latentes. Ese era solo un fragmento de ellas.
Se detuvo a descansar en una posada, su pesada maleta le proveyó de ropa limpia y tomó un baño caliente para después dormir un poco. Se levantó pasado el mediodía y se dirigió a una taberna para tomar algo de alcohol y comer carne, pan y queso, antes de emprender su camino de nuevo, quizá una cerveza de mantequilla le caería como anillo al dedo, hacía mucho que no la probaba.

—¿Te has enterado? —Comentaba un hombre regordete, su cara de rata queriendo aparentar misterio. El tabernero, un hombre alto y de gran barba desaliñada le miró interrogante—. El príncipe se ha desmayado hoy en palacio. Los reyes echaron a todos y mandaron cerrar las puertas.
—¿No estarás mintiendo, Pettigrew?
—No, no Aberforth —Aseguró—. Al parecer la señorita Pansy, hija del teniente Parkinson, le dijo que era solo comparable a un témpano, que jamás encontraría pareja con esa soberbia suya. Qué era un engreído y un soberano… imbécil.
El tabernero se mostró incrédulo.
—¡Pero esa es una gran ofensa! —Exclamó mosqueado, como si fuera él el afectado—. ¡Es nuestro príncipe, le debemos respeto!
—El rey la disculpó por petición del propio príncipe —Reveló el hombre—. Aunque este estaba muy mal, según me cuenta mi hermano, el mayordomo que estaba de turno en la mañana. Le ha dado un ataque al parecer… pero no es la primera vez.
—¡Un ataque! —Aclamó a voces el hombre, sobresaltando a todos—. Pero válgame… no puede ser… Su Majestad es tan bueno… ¿Por qué Dios le ha mandado a un único hijo enfermo? ¿Quién reinará cuando…?
Guardó silencio, como temiendo lo peor. La sola idea le turbó y se estremeció, limitándose a limpiar un vaso con un trapo. El viajero se encontró poniendo tanta atención que había dejado su cerveza enfriar.
—El príncipe no está enfermo —Todos miraron a una mujer rubia y estirada, un poco vieja, que se encontraba escondida hasta entonces en las sombras. Nadie había reparado en ella, a pesar de que su labial rojo carmesí era un imán natural. Cuchicheaba y había estado escuchando todo en completo silencio—. Está maldito…
—¿Cómo osas decir eso, mujer? —Defendió el tabernero.
—Dumbledore —Dijo con simpleza y veneno en la voz, en un tono que cualquiera diría, blasfemaba—. El viejo fue a palacio el día de su nacimiento. Una de las comadronas que asistió el parto de la reina me lo ha dicho, el príncipe murió mucho antes de nacer. Estaba congelado.

Los hombres no dijeron nada más, intercambiaron miradas suspicaces entre sí y la mujer sonrió victoriosa. El viajero supo que ese era su cometido, sembrar la duda y desatar los rumores. Una vil lengua larga.
—El rey le pidió que lo salvara pero no podía hacerlo por completo. Su corazón es de hielo —Continuó, como si se lo hubieran pedido.
—Esos son rumores, Skeeter, mentiras que la gente cuenta.
—¿Enserio eso crees, Aberforth? ¿Y cómo explicas su aspecto? ¿Su carácter?
—Cualquiera puede ser albino —Convino el tabernero—. La misma hermana de la reina es rubia. Todos somos diferentes y no por eso estamos malditos.

La mujer se mostró orgullosa y dio una calada a un cigarrillo que había encendido mientras hablaba, se veía vulgar y sus facciones se movieron con indiferencia.
—Yo lo único que sé es que, si al llegar el invierno el príncipe no ha desposado a una doncella, algo muy malo ocurrirá.
—Eres una supersticiosa crédula, mujer.
—Y tú un viejo decrepito —Atacó al tabernero.
—¡¿Qué has dicho?!

El viajero se levantó, no queriendo escuchar su discusión. Aquellos rumores le parecían tan ajenos que no sabía porque había estado escuchándolos. Eran solo una sarta de tonterías. Él estaba allí por algo mucho más importante, que tenía que ver con una mansión en las montañas que estaría esperándole. Se echó la mochila a los hombros y emprendió el paso, cuanto antes llegara a aquella casa… más pronto podría conocer al dueño.



*


—Debes ser un buen chico, recuérdalo.

El rey terminó de acomodar el cabello de su hijo para que se viera presentable, aunque un mechón rebelde se salió de su lugar en el último momento. Volvió a aplastarlo y colocó la corona de plata sobre su cabeza. Estaba tan alto como él y tenían una complextura parecida. Los ojos aceituna del joven le miraron sin expresión alguna, se apagaban un poquito cada día que pasaba.
»Trátalas con respeto y muestra una sonrisa.
—Claro, padre —Aseguró el príncipe con solemnidad—. Lo intentaré.

James lo miró dudoso. Harry sabía que no confiaba en su palabra… Nadie esperaba demasiado de él y, aunque se esforzara al máximo, jamás conseguía expresar nada de ninguna forma. Era como estar encerrado, atrapado dentro de sí mismo, obligado a gritar desde un rincón alejado en su mente. El miedo le carcomía pero en el exterior era como un muñeco de porcelana sin vida. Todo era tan frío en su interior y nadie lo sabía.
Su padre salió de la habitación, dejándole solo. Harry se miró en el espejo y, como siempre, no pudo verse. Ese que le devolvía la mirada no era él.

Bajó al salón solo para encontrar las mismas miradas constantes de escrutinio. A sus dieciséis años ya sabía mucho de hipocresía. Y fue lo mismo de cada día, la tortura de jóvenes llorosas ante su poco tacto y recriminaciones que le hacían ver como un villano despiadado. Ninguna entendía que por más que lo deseara la sonrisa no afloraba y no podía ser gentil, debía ser honesto. Su cuerpo le obligaba, le traicionaba una vez más.
—¡Idiota! —Exclamó una de ellas, estampándole su pequeña y nada delicada mano en la mejilla. Había preguntado si la consideraba la más hermosa de la sala. Él había dicho que no.
Harry se levantó después de ella, queriendo disculparse. La mejilla le dolía pero eso no era lo importante.
—Pero… he dicho la verdad —Odiaba no poder halagarla, era bastante bonita sí, pero había otras allí afuera que lo eran mucho más. Incluso los caballeros le parecían atractivos. Y tenía miedo de todos ellos, del odio en sus miradas como en  la de los demás que habían pisado esa sala.
—¡So tonto! ¡Imbécil!

En la entrada, la madre le estrechó en brazos y le miró furibunda.
—Es usted un monstruo —Dijo—. Hacer llorar a mi pequeña niña, que lo único que deseaba era ayudarle.

Miró a su alrededor, todos le estaban mirando mal. Incluso algunas doncellas empezaron a marcharse. Se equivocaba, no era todo como siempre… ese era su mayor escándalo, porque él estaba bien y afuera, no como las otras veces que se había desvanecido. Y no podía soportarlo, no quería más de aquello. Odiaba todo y a todos.
A paso presuroso salió del salón y cruzó por el jardín a las caballerizas, no quería escuchar el llamado de su padre, no quería ver la decepción en sus ojos. Subió a un caballo y huyó de allí. Lo mejor era que se fuera, que dejara a todos vivir en paz. Sus padres lo merecían… y él también.


**

La mansión se alzaba esplendorosa, brillante y cristalina. Inmensos ventanales en la parte superior, un balcón amplio, columnas labradas y la escalinata escarchada. La puerta tenía un copo de nieve grabado en toda su superficie y, al abrirlas, este pareció partirse en dos. Adentro había un gran salón, amplio y frío.

—¿Quién eres?

Su voz resonó, gruesa y aterciopelada como era, un arma de doble filo, que engatusaba y asustaba por igual. Pero aquel joven, que volteó al escucharle, no se sorprendió de mirarlo allí. No podía verlo claramente, era como un borrón en su memoria. No decía nada, solo le miraba fijo y sin reservas. Sabía que amaba sus ojos.
—Severus…

¡Crash!

Se levantó de pronto, una rama se había roto más allá. Miró a su alrededor y suspiró. De nuevo aquel sueño constante que siempre le asaltaba cuando dormía, nítido e irreal como una visión. De él solo quedaba la presencia y aquel sentimiento de calidez que le recorría las venas. Tenía el corazón acelerado y las mejillas le ardían. Se incorporó, ya había dormido suficiente.

Caminar por las montañas nevadas era en extremo difícil y el viajero maldecía al invierno. Tal vez no hubiera tormenta pero las nubes se acercaban amenazantes al pueblo. Había estado recorriendo la montaña por días completos y no encontraba lo que buscaba… en aquel lugar no había ninguna mansión. Chasqueó la lengua al darse cuenta de que había vuelto al punto de partida… ¿Cómo era posible? ¡Era el lugar correcto! Estaba seguro de eso, la adivina a la que había acudido con desesperación había señalado las montañas del Sur…
Cerró los ojos y vio el mismo paisaje que le rodeaba, la cascada congelada, los abetos escarchados y el muro de piedra… todo estaba allí, solo faltaba la dichosa mansión de cristal y, claro, él chico que habitaba en ella. Lo primero que pasó por su cabeza fue volver a recorrer la montaña pero supo que sería inútil. Sus esperanzas se fueron al garete, viajar tanto… para nada.

Suspiró resignado, lo mejor sería volver al pueblo.

Serpenteo por el camino rocoso y notó que había huellas de un corcel desviando hacia el peñasco. Eso era peligroso, podría haber un derrumbe. Intentó convencerse de que no le importaba en lo absoluto pero a los pocos minutos regresó para seguir las huellas. Estas, efectivamente, le llevaron al peñasco. Escuchó el relinchido del caballo terreno arriba y se sujetó de la base de un tronco para lograr mirar, todo estaba de subida.
Sus ojos se aguzaron ante la visión y contuvo un poco el aliento para no ser descubierto. Sobre el corcel había un muchacho.

Le observó subir la mano hasta su cabeza para revolverse el cabello, este obedeció como si hubiera estado esperando que lo hiciera, el viento ayudó un poco también. La combinación en sí era sublime, el cabello blanco siendo agitado por la brisa y sus ojos aceitunados mirando al pueblo sin expresión alguna. Su cuerpo esbelto pero fibroso dibujándose bajo una levita azul índigo, las piernas gruesas y varoniles en un pantalón blanco, botas de baile altas y negras con hebillas plateadas. Los rasgos finos y juveniles asomando el rostro de un caballero.
Pero era extraño, como si sintiera que los colores de su melena y ojos no le pertenecieran. Como si… ese no fuera él.


Al ver su reino a lo lejos, pequeño y congelado, Harry se dio cuenta de que no comprendía porque sus padres tenían tanta prisa por casarle con alguna doncella. En un principio creía que querían coronarle a su mayoría de edad pero no era posible, sus padres estaban gozosos de salud, eran jóvenes y bastante enérgicos, podrían reinar por muchos, muchos años venideros. Pero entonces… ¿Por qué? ¿Por qué organizarle entrevistas todos los días desde los quince años? ¿Por qué obligarle a sufrir aquellas malas pasadas? ¿Tan desesperados estaban por deshacerse de…?

Un pensamiento se atravesó frente a él de pronto, como si otra bola de nieve se estampara contra su cara… y sintió que todo se caía a pedazos. Tragó saliva y miró su hogar, aquel gran castillo con tres torres y cuatro alas llenas de riquezas e historia. Los jardines amplios y nevados, que jamás había visto verdes… jamás había visto ni sentido el sol…  Jamás había visto otra cosa que no fuera invierno. En un parpadeo, todo fue cubierto por las sombras de la tormenta que se avecinaba, se negaba a aceptarlo.

Entonces sucedió y el viajero se encontró contemplando lo que sería el hecho que cambiaría sus vidas. De la comisura del ojo derecho de Harry escurrió una única lágrima, pura y cristalina que, al instante de bajar por su mejilla, se cristalizó.





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MensajeTema: Re: Corazón Helado 3   Corazón Helado 3 I_icon_minitimeMiér Mar 30, 2016 9:22 pm

Woahhhhh impresionante *.* pobre harry si el no tiene la culpa de ser como es... U.u
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http://yukif.livejournal.com/
 
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