Capítulo 23.El diagnostico que le dan los sanadores del estado de Potter es terriblemente esperanzador.
—La criatura ha sido destruida por completo —sentencia Lauder, en una habitación a parte, mientras Lupin, Miller y Black permanecen con el joven en la sala principal—. Los restos del horrocrux han desaparecido de la mente del señor Potter.
—¿Entonces está fuera de peligro?
—El elemento más peligroso ha sido neutralizado, pero las mariposas continúan ahí. Tengo la certeza de que la capacidad de hacer reales algunas de sus alucinaciones también continúa latente en él, pero si no se da ninguna situación de riesgo, permanecerá como algo inocuo —lo mira fijamente—. Con el señor ministro tan interesado en el estado del señor Potter, le recomiendo que lo mantengan tranquilo, adaptándolo poco a poco a la situación actual.
—Es muy fácil decirlo, pero no tanto hacerlo. Prácticamente tendremos que crear una burbuja a su alrededor.
—Soy consciente, pero es necesario. La sanadora Miller y yo lo visitaremos dos veces por semana. Más podría ser estresante para el joven —da un par de pasos de vuelta a la sala—. Usted y los señores Black y Lupin son los tres magos más capaces (y tozudos) que he conocido. Estoy seguro de que conseguirán sacar al señor Potter de esta, profesor Snape.
Snape resopla. Capaces. Sí, y tanto. Va a tener que amordazar a Black, porque el concepto “dar la información poco a poco” es algo que un gryffindor jamás entenderá. Lupin es más reservado, sabrá controlarse.
Los dos regresan a la sala de estar y Lupin y Black inmediatamente lo miran con interés. Van a tener que esperar, porque no puede contarles nada delante de Potter.
Lauder le comunica al chico su horario de visitas (que Harry acepta resignadamente) y se despiden de los sanadores con cordialidad, que se marchan a San Mungo por la chimenea.
—Parecen simpáticos —dice Harry, en cuanto se quedan a solas—. Pero me han hecho un montón de preguntas raras.
—Son muy buenos profesionales —responde Lupin, sonriendo afablemente.
—¿Qué preguntas? —quiere saber Black, alzando una ceja interrogante.
Harry mira a su padrino y se cruza de brazos.
—Cuál era mi salsa favorita, qué color de pelo me gusta más, cuantas golosinas suelo comer al día... En serio, ¿qué tiene que ver todo eso con haber estado en coma?
Snape bufa ligeramente y llama a un elfo para que les sirvan la comida en sus habitaciones, mientras escucha a Lupin decirle al chico que solo comprobaban que su mente se ha recobrado de la larga inconsciencia correctamente.
Al cabo de unos minutos, otro elfo aparece junto con la comida. Snape se da la vuelta para despedirlo con un gesto, pero el elfo parece no notarlo. Se ha quedado contemplando a Potter con adoración.
—Señor Harry Potter, señor —murmura, presa de la emoción.
Harry dirige su atención a él.
—Hola, Dobby —saluda, acercándose a la criatura.
—¿El señor Harry Potter está ya bien? ¡Dobby ha estado muy preocupado por él! ¡Dobby pensó que nunca lo superaría! —la conversación empieza a poner nervioso a Snape, pero no sabe como despedir al elfo sin que Potter se dé cuenta de que algo pasa—. Dobby ha estado tan triste desde que...
Snape saca la varita dispuesto a hacer desaparecer al elfo, pero el animago se le adelanta.
—¡Dobby! —corta Black de mala manera—. Harry acaba de volver de San Mungo y te prohíbo que lo agobies. Todos hemos estado muy tristes y preocupados por su estado, pero ya está aquí y esta bien. ¿Entendido?
—Sí, señor Black. Dobby lo siente mucho, señor. Dobby no volverá a agobiar al señor Harry Potter, señor... —masculla, estirándose de la orejas, antes de desaparecer con un ligero plop.
—¡Sirius, ahora está castigándose! ¡Solo estaba preocupado por mí! —riñe Potter, mirando molesto a su padrino.
—Lo siento, Harry —responde el chucho, pareciendo sinceramente arrepentido—. Me ha puesto nervioso. Han sido dos años muy duros como para estar escuchando lamentaciones ahora.
—Supongo que es normal —acepta el chico y Black se acerca y le palmea ligeramente la espalda—. Pero ya estoy bien, ¿no?
—Perfectamente —responde Snape, haciendo que el moreno le dedique una sonrisa—. ¿Comemos?
Harry se lo queda mirando y luego mira la mesa, dispuesta para cuatro.
—¿Los cuatro? —pregunta y los mira a él y al animago respectivamente—. ¿Sirius y tú en la misma mesa, sin mataros?
—Llevamos juntos en las mismas habitaciones desde que despertaste —señala Black, tomando asiento con Potter y Lupin a los lados y Snape frente a él.
—Sí. Y no sabes lo raro que me resulta —confiesa el chico, sirviéndose puré de calabaza en el plato.
—Han sido dos años muy largos, Harry.
La última frase de Lupin parece convencer a Potter, aunque se pasa el resto de la comida observándolos ser civilizados el uno con el otro. Por su expresión, Severus está seguro de que está esperando que comiencen a pelear en cualquier momento.
Espera en vano. Los sanadores han sido claros: necesita tranquilidad. Y se la van a dar, aunque tenga que coserle los labios a Black para conseguirlo.